Judith 8 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 36 versitos |
1 Se enteró de esto Judit, hija de Merarí, hijo de Ox, hijo de José, hijo de Oziel, hijo de Elcías, hijo de Ananías, hijo de Gedeón, hijo de Rafaín, hijo de Ajitob, hijo de Elías, hijo de Jilquías, hijo de Eliab, hijo de Natanael, hijo de Salamiel, hijo de Sarasaday, hijo de Israel.
2 Su marido, Manasés, de su misma tribu y parentela, había muerto en los días de la siega de la cebada.
3 Estaba al frente de los que ataban las gavillas en la llanura y le dio una insolación en la cabeza, cayó en cama y murió en Betulia, su ciudad. Lo sepultaron con sus padres en el campo que está entre Dotán y Balamón.
4 Judit pasaba su viudez en su casa desde hacía tres años y cuatro meses.
5 Se había hecho levantar una tienda sobre el terrado de su casa; llevaba ceñido un sayal a la cintura y vestía ropa de viuda.
6 Desde que había enviudado guardaba ayuno, excepto las vísperas de los sábados y los sábados, las vísperas de los novilunios y los novilunios, las fiestas y los días de regocijo de la casa de Israel.
7 Era hermosa de aspecto y muy agraciada a la vista. Manasés, su marido, le había dejado oro, plata, criados y criadas, rebaños y campos, y ella quedó al frente de todo.
8 No había quien pudiera hacerle ni el más mínimo reproche, pues era muy temerosa de Dios.
9 Oyó Judit las amargas quejas que el pueblo había dirigido contra el jefe, porque estaban desalentados por la falta de agua. También se enteró de todo lo que les había contestado Ozías y de cómo les había jurado que entregarían la ciudad a los asirios al cabo de cinco días.
10 Envió a su sirvienta, la que estaba al cuidado de todos sus bienes, para que llamara a los ancianos de la ciudad, Cabrís y Carmís.
11 Cuando éstos vinieron a su casa, les dijo: "Escuchadme, jefes de los habitantes de Betulia, porque no es recta la decisión que habéis tomado delante del pueblo en este día, al hacer ese juramento que habéis proferido entre Dios y vosotros de que entregaríais la ciudad a nuestros enemigos si en estos días no acude el Señor a socorreros.
12 ¿Quiénes sois vosotros para tentar a Dios en el día de hoy y ocupar el lugar de Dios entre los hombres?
13 Ponéis a prueba al Señor omnipotente, vosotros que nunca entendéis nada.
14 Porque si no podéis descubrir el fondo del corazón humano ni podéis captar los pensamientos de su inteligencia, ¿cómo vais a sondear a Dios, que hizo todas las cosas, y cómo conoceréis su mente y comprenderéis su pensamiento? De ningún modo, hermanos. No irritéis al Señor, Dios nuestro.
15 Que si no quiere socorrernos en los cinco días, él tiene poder para protegernos cuando él quiera o también para aniquilarnos a la vista de nuestros enemigos.
16 Pero vosotros no exijáis término fijo a los designios del Señor, nuestro Dios, porque Dios no es como un hombre para dejarse amedrentar, ni como un hijo de hombre para someterse a una imposición.
17 Por eso, invoquémosle en nuestro socorro esperando con paciencia su salvación y escuchará nuestra voz si es de su agrado.
18 Es bien cierto que no hay en nuestro tiempo, ni hay en el día de hoy, tribu alguna, ni familia, ni pueblo, ni ciudad entre nosotros que adoren a dioses fabricados por manos de hombre, como sucedió en los días antiguos.
19 Por ello fueron entregados nuestros padres a la espada y al saqueo, y cayeron con gran estrago ante nuestros enemigos.
20 Pero nosotros no conocemos a otro Dios que a él; por eso esperamos que no nos mirará con desdén ni se apartará de nuestra raza.
21 Si caemos nosotros, caerá toda Judea y nuestro santuario será saqueado y él entonces nos exigiría cuentas por tal profanación.
22 Y hará también recaer sobre nuestras cabezas la matanza de nuestros hermanos, la cautividad de la tierra y la devastación de nuestra herencia, en medio de las naciones en que estemos cautivos, y seremos objeto de burla y de oprobio para nuestros dueños.
23 Porque nuestra esclavitud no desembocará en benevolencia, sino que el Señor, Dios nuestro, la dispondrá para deshonra.
24 Así, pues, hermanos, mostremos a nuestros hermanos que su vida depende de nosotros y que de nosotros dependen el santuario, el templo y el altar.
25 Por todos estos motivos demos gracias al Señor, Dios nuestro, que nos pone a prueba lo mismo que a nuestros padres.
26 Recordad cuánto hizo con Abrahán, a cuántas pruebas expuso a Isaac, cuántas cosas sucedieron a Jacob en Mesopotamia de Siria, cuando apacentaba las ovejas de Labán, el hermano de su madre.
27 Porque como a ellos los hizo pasar por el fuego sólo para poner a prueba sus corazones, tampoco a nosotros nos ha castigado, sino que el Señor azota a los que nos acercamos a él, sólo para amonestarnos."
28 Respondió Ozías: "Todo cuanto has dicho es sensato y no hay quien se oponga a tus palabras.
29 Porque no es precisamente hoy cuando empieza a manifestarse tu sabiduría, sino que, ya desde el comienzo de tus días, todo el pueblo ha reconocido tu inteligencia y tu buen corazón.
30 Pero el pueblo está consumido por la sed y nos obligaron a hablar como les hemos hecho y a comprometernos con un juramento que no podemos quebrantar.
31 Así que ruega por nosotros, tú que eres mujer piadosa, y el Señor enviará la lluvia para que se llenen nuestras cisternas y no desmayemos".
32 Judit les respondió: "Escuchadme. Voy a hacer una cosa que se transmitirá de generación en generación a los hijos de nuestra raza.
33 Vosotros estaréis esta noche a la puerta de la ciudad. Yo saldré con mi sirvienta. Y antes de los días que habéis fijado para entregar la ciudad a nuestros enemigos, visitará el Señor a Israel por mi mano.
34 No me preguntéis por mi proyecto, porque no os lo diré hasta que se haya cumplido".
35 Ozías y los jefes le dijeron: "Vete en paz, y que el Señor Dios vaya delante de ti para tomar venganza de nuestros enemigos".
36 Y saliendo de la tienda se fueron a sus puestos. Oración de Judit

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Introducción a Judith

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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Notas