Baruc 6 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 72 versitos |
1 Por los pecados que habéis cometido delante de Dios, seréis llevados prisioneros a Babilonia por Nabucodonosor, rey de los babilonios.
2 Llegados a Babilonia, estaréis allí muchos años, durante siete generaciones, y después os sacaré de allí en paz.
3 En Babilonia veréis dioses de plata, de oro y de madera, llevados a hombros, que infunden temor a los gentiles.
4 Estad, pues, atentos, no sea que también vosotros os hagáis semejantes a los extranjeros y se apodere de vosotros el temor de esos dioses,
5 al ver delante y detrás de ellos la multitud que los adora. Decid entonces en vuestro corazón: "A ti es a quien hay que adorar, Señor".
6 Porque mi ángel está con vosotros y protege vuestras vidas.
7 La lengua de esos dioses fue limada por un artesano; están cubiertos de oro y de plata, pero no son más que puro engaño y no pueden hablar.
8 Y como para una doncella amiga de acicalarse, así esos artesanos toman oro y hacen coronas para las cabezas de sus dioses.
9 Acontece también que los sacerdotes roban a sus dioses oro y plata y lo gastan en sus cosas, e incluso dan parte de él a las prostitutas sagradas.
10 Adornan con vestidos, como a hombres, a esos dioses de plata, de oro y de madera; pero no pueden librarse de la herrumbre ni de la carcoma.
11 Los visten con mantos de púrpura, pero tienen que limpiarles la cara del polvo del templo que se les viene encima.
12 Algunos empuñan cetro, como si fueran jueces de distrito, pero no pueden aniquilar a quien les ofende.
13 Otros llevan en la diestra una espada y un hacha, pero no puede defenderse ni de la guerra ni de los ladrones.
14 Es evidente, pues, que no son dioses. Por tanto, no los temáis.
15 Como cualquier utensilio que el hombre tiene es inútil si se rompe, así son sus dioses entronizados en sus templos.
16 Sus ojos están llenos del polvo levantado por los pies de los que entran.
17 Y así como al que ofendió al rey y está destinado a la muerte se le cierran cuidadosamente las puertas, de la misma manera los sacerdotes aseguran también sus templos con puertas, cerrojos y trancas, para que no sean saqueados por los ladrones.
18 Les encienden lámparas, y en mayor número que para sí mismos; pero los dioses no pueden ver ni siquiera una de ellas.
19 Son como las vigas de las casas carcomidas por dentro; los gusanos de la tierra los devoran, lo mismo que a sus vestidos, sin que ellos se den cuenta.
20 Su rostro se ennegrece por el humo del templo.
21 Sobre su cuerpo y sobre su cabeza revolotean murciélagos, golondrinas y otros pájaros, y hasta halcones.
22 En esto conoceréis que no son dioses. Por tanto, no los temáis.
23 Si alguien no limpia la pátina mohosa del oro que los cubre para su ornato, no serán ellos quienes lo hagan brillar, porque ni siquiera se dieron cuenta cuando eran fundidos.
24 A enorme precio fueron comprados esos dioses, en los que no hay un soplo de vida.
25 Como no tienen pies, son llevados a hombros, mostrando así a los hombres su propia ignominia. Incluso sus adoradores quedan avergonzados, porque si esos dioses caen a tierra, no pueden levantarse por sí mismos.
26 Si se les pone de pie, por sí mismos no pueden moverse; y si se ladean, no pueden enderezarse. Reciben como muertos las ofrendas que les presentan.
27 Respecto a sus víctimas, los sacerdotes las ponen en venta para obtener un beneficio y sus mujeres las conservan en sal, para no tener que dar nada a los pobres y los desvalidos. Tocan las víctimas incluso las que tienen la regla y las parturientas.
28 Conociendo, pues, por estas cosas que no son dioses, no los temáis.
29 Porque, ¿cómo pueden llamarse dioses? Hasta las mujeres presentan ofrendas a estos dioses de plata, de oro y de madera.
30 En sus templos, los sacerdotes se sientan, con las túnicas rasgadas, la cabellera y la barba rasuradas y la cabeza descubierta.
31 Gritan y vociferan delante de sus dioses, como se hace en los banquetes fúnebres.
32 Los sacerdotes les roban los vestidos y con ellos hacen trajes para sus mujeres y sus hijos.
33 Si alguien les causa un mal o les hace un bien, no pueden devolvérselo. Son incapaces de poner o quitar a un rey.
34 Tampoco pueden dar riquezas o dinero. Si alguien hace un voto y no lo cumple, no pueden reclamárselo.
35 No pueden salvar al hombre de la muerte, ni arrancar al débil de las manos del poderoso.
36 No pueden devolver la vista al ciego, ni librar al hombre de la penuria.
37 No tienen compasión de la viuda, ni socorren al huérfano.
38 Son semejantes a las piedras de la montaña, aunque sean objetos de madera, cubiertos de oro y de plata. Sus adoradores se verán defraudados.
39 ¿Cómo, pues, se puede pensar o afirmar que son dioses?
40 Hasta los propios caldeos los deshonran, porque, cuando ven a un mudo que no puede hablar, lo presentan a Bel, rogándole que le devuelva el habla, como si el dios fuera capaz de entender.
41 Y aunque saben que no sienten, no son capaces de abandonarlos.
42 Las mujeres, ceñidas con cintas, se sientan en los caminos y queman salvado como si fuera incienso.
43 Y cuando alguna, solicitada por algún transeúnte, duerme con él, desprecia a su compañera, porque no fue apreciada como ella ni han roto su cinta.
44 Todo lo que sucede en torno a ellos es mentira. ¿Cómo, pues, se puede pensar o afirmar que son dioses?
45 Como fueron fabricados por artesanos y orfebres, no pueden ser sino lo que los artífices quisieron que fueran.
46 Si los mismos que los fabrican no viven mucho tiempo, ¿cómo podrán ser dioses las cosas fabricadas por ellos?
47 No dejaron a los venideros sino mentira e ignominia.
48 Cuando sobrevienen guerras y calamidades, los sacerdotes se consultan entre sí dónde podrán ocultarse con ellos.
49 ¿Cómo, pues, no advertir que no son dioses los que ni a sí mismos se salvan de la guerra o de las calamidades?
50 Siendo, pues, trozos de madera, cubiertos de oro y de plata, ya se entiende que no son sino mentira. Es patente para todas las naciones y para todos los reyes que no son dioses, sino obras de las manos de los hombres, y que no hay en ellos ningún tipo de actividad divina.
51 ¿Para quién, por tanto, no está claro que no son dioses?
52 Efectivamente, esos dioses no pueden establecer un rey sobre un país, ni conceder la lluvia a los hombres.
53 No saben juzgar sus propios pleitos, ni pueden salvar al que padece injusticia, pues son tan impotentes como las cornejas que están entre el cielo y la tierra.
54 Si alguna vez prende el fuego en el templo de estos dioses de madera, dorados o plateados, sus sacerdotes huyen y se ponen a salvo; pero ellos, como postes, se queman allí dentro.
55 No pueden hacer frente a un rey o a un ejército enemigo.
56 ¿Cómo, pues, se puede admitir o pensar que sean dioses?
57 No pueden escapar de los ladrones ni de los salteadores esos dioses de madera, plateados y dorados. Los audaces les arrancan el oro y la plata y se marchan con los vestidos que los cubren, sin que ellos puedan socorrerse a sí mismos.
58 Por eso, más vale ser un rey que demuestra su poder o, en una casa, un utensilio útil del que se sirve su propietario, que uno de estos dioses falsos; o también ser, en una casa, una puerta que protege las cosas que hay en ella, que uno de estos dioses falsos; o una columna de madera en un palacio real, que uno de estos dioses falsos.
59 Porque el sol, la luna y las estrellas, por ser brillantes y estar dispuestos para prestar un servicio, obedecen;
60 y asimismo, el relámpago, cuando aparece, es bien visible y el viento sopla en toda una región;
61 y las nubes, cuando Dios les manda recorrer toda la tierra, ejecutan lo ordenado; y el fuego, enviado de lo alto para destruir montes y bosques, hace lo que se le manda.
62 Pero los ídolos, ni por sus formas ni por sus poderes se pueden comparar con estas cosas.
63 Por tanto, no se puede pensar ni afirmar que sean dioses, siendo, como son, incapaces de hacer justicia y de beneficiar a los hombres.
64 Conociendo, pues, que no son dioses, no los temáis.
65 No pueden ni maldecir ni bendecir a los reyes.
66 No hacen ver a las naciones señales en el cielo, ni resplandecen como el sol, ni iluminan como la luna.
67 Las fieras valen más que ellos, ya que, huyendo a la madriguera, pueden salvarse a sí mismas.
68 Así, pues, nada prueba que sean dioses. Por tanto, no los temáis.
69 Porque, como un espantajo en un melonar no guarda nada, así son estos dioses de madera, cubiertos de oro y de plata.
70 Esos dioses de madera, dorados y plateados, pueden también compararse a un espino del jardín, sobre el cual se posa toda suerte de pájaros, o a un muerto arrojado a un lugar oscuro.
71 Por la púrpura y el lino que se pudren sobre ellos, conoceréis que no son dioses. Terminan por ser carcomidos y se convierten en un deshonor para el país.
72 Por consiguiente, vale mucho más un hombre justo que no tiene ídolos, porque éste escapará a tal deshonor.

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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Notas