Eclesiástico 4 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 31 versitos |
1 Hijo, no arrebates al pobre su sustento y no hagas esperar a los ojos suplicantes.
2 No hagas sufrir al alma hambrienta, y no irrites al hombre en su necesidad.
3 No exasperes el corazón abatido, y no retrases la ayuda a los mendigos.
4 No rechaces al suplicante atribulado, ni vuelvas la espalda al pobre.
5 No apartes tu vista del necesitado, ni le des motivo para que te maldiga.
6 Porque si te maldice en el amargor de su alma, su hacedor escuchará su oración.
7 Hazte amable a la asamblea, inclina la cabeza ante el que manda.
8 Presta oídos al pobre, y responde con dulzura a su saludo.
9 Arranca al oprimido de la mano del opresor, y no te acobardes al hacer justicia.
10 Sé como padre para los huérfanos, y como marido para su madre; y serás como hijo del Altísimo, que te amará más que tu madre.
11 La sabiduría instruye a sus hijos, y acoge a quienes la buscan.
12 Quien la ama, ama la vida; quienes madrugan por buscarla, se verán colmados de alegría.
13 Quien la posea, tendrá en herencia la gloria; y dondequiera que vaya, el Señor le bendecirá.
14 Quienes la sirven, dan culto al Santo; y a quienes la aman, los ama el Señor.
15 Quien la escucha juzgará a las naciones; y quien se llega a ella, fijará su tienda con seguridad.
16 Si confía en ella, la tendrá en herencia; y sus descendientes la poseerán.
17 Al comienzo le llevará por caminos tortuosos, traerá sobre él temor y temblor; lo atormentará con su disciplina hasta que tenga confianza en su alma y lo ponga a prueba con sus preceptos.
18 Mas luego le guiará por caminos rectos, le colmará de gozo y le revelará sus decretos.
19 Pero si él se desvía, ella lo abandonará y lo entregará a su ruina.
20 Aguarda el momento oportuno y guárdate del mal; no te avergüences de ti mismo.
21 Porque hay vergüenza que lleva al pecado, y hay vergüenza que es gloria y gracia.
22 No tengas miramientos en tu propio perjuicio, y no te avergüences para cada tuya.
23 No te quedes silencioso cuando debas hablar;
24 pues en la palabra se reconoce la sabiduría, y la instrucción en el discurso de la lengua.
25 No contradigas la verdad, y avergüénzate por tu falta de instrucción.
26 No te avergüences de confesar tus pecados, ni quieras navegar contra corriente.
27 No te sometas al hombre insensato, ni tengas miramientos con el poderoso.
28 Lucha hasta la muerte por la verdad, y el Señor Dios combatirá por ti.
29 No seas arrogante en tu lenguaje, ni perezoso ni remiso en tus obras.
30 No seas un león en tu casa, ni un cobarde entre tus servidores.
31 No esté tu mano abierta para recibir y cerrada para dar.

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Introducción a Eclesiástico

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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