II Samuel  1 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 27 versitos |
1 Tras la muerte de Saúl, cuando David llevaba ya dos días en Siquelag después de haber derrotado a los amalequitas,
2 al tercer día llegó del campamento de Saúl un hombre con los vestidos desgarrados y cubierta de polvo la cabeza. Al acercarse a David, se echó a tierra y se postró ante él.
3 David le preguntó: ¿De dónde vienes? Y él le respondió: Acabo de escapar del campamento de Israel.
4 Díjole David: ¿Qué ha sucedido? Cuéntamelo, por favor. A lo que él respondió: Pues que el pueblo huyó de la batalla, muchos cayeron muertos, e incluso murieron también Saúl y su hijo Yonatán.
5 Y preguntó David al joven que le traía la noticia: ¿Cómo sabes tú que murieron Saúl y su hijo Yonatán?
6 El joven que le traía la noticia respondió: Me encontraba yo casualmente en el monte Guilboa, y vi a Saúl apoyado sobre su lanza justamente cuando los carros y los jinetes estaban a punto de darle alcance.
7 Miró hacia atrás y, al verme, me llamó. Yo le contesté: Aquí estoy.
8 El me preguntó: ¿Quién eres tú? Y le respondí: Soy amalequita.
9 Díjome entonces: Acércate a mí y mátame. Se ha apoderado de mí un espasmo de muerte, pero todavía estoy lleno de vida.
10 Acerquéme a él y le maté, porque estaba cierto de que no había de sobrevivir a su caída. Tomé luego la diadema que llevaba en la cabeza y el brazalete que tenía en el brazo, y se los he traído aquí a mi señor.
11 David echó mano a sus vestidos y los rasgó; y lo mismo hicieron todos los que estaban con él.
12 Luego hicieron duelo con lloros y ayunos hasta el atardecer por Saúl y por su hijo Yonatán, por el pueblo de Yahvéh y por la casa de Israel, porque habían caído al filo de la espada.
13 Preguntó después David al joven que le trajo la noticia: ¿De dónde eres tú? Respondió él: Soy hijo de un extranjero, de un amalequita.
14 Y David le intimó: ¿Cómo no has sentido temor de levantar tu mano para matar al ungido de Yahvéh?
15 David llamó entonces a uno de sus hombres y le ordenó: Acércate a él y mátalo. Él lo hirió de muerte y el amalequita murió.
16 David le dijo: Caiga tu sangre sobre tu cabeza, pues tu boca testificó contra ti cuando dijiste: Yo he dado muerte al ungido de Yahvéh.
17 Entonces David compuso esta elegía por Saúl y por su hijo Yonatán
18 y ordenó que se la enseñaran a los hijos de Judá. Es el canto del arco, que está escrito en el libro del Justo:
19 ¡Ha perecido en tus montes tu gloria, oh Israel! ¡Cómo han caído los héroes!
20 No lo anunciéis en Gat, ni lo publiquéis en las plazas de ASquelón, para que no se alegren las hijas de los filisteos, para que no salten de gozo las hijas de los incircuncisos.
21 ¡Oh montes de Guilboa! ¡No caiga más sobre vosotros rocío ni lluvia, ni seáis ya campos de primicias! ¡Porque allí fue abatido el escudo de los héroes! El escudo de Saúl no sólo estaba ungido con óleo,
22 sino con sangre de heridos, con grasa de valientes. El arco de Yonatán jamás retrocedía, ni la espada de Saúl volvía atrás en vano.
23 Saúl y Yonatán, tan amados y amables, ni en vida ni en muerte se han separado. Eran más rápidos que el águila, más fuertes que el león.
24 ¡Oh hijas de Israel, llorad por Saúl, que os vestía de deliciosa púrpura y con adornos de oro realzaba vuestros vestidos!
25 ¡Cómo cayeron los héroes en medio del combate! ¡Oh Yonatán, herido de muerte sobre las alturas!
26 ¡Qué angustia siento por ti, hermano mío, Yonatán! Tú eras para mí sobremanera grato. Tu amistad fue para mí más maravillosa que el amor de las mujeres.
27 ¡Cómo han sucumbido los héroes! ¡Cómo han perecido las armas de guerra!

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Introducción a II Samuel 

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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Notas