II Reyes  10 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 36 versitos |
1 Tenía Ajab setenta hijos en Samaría. Y Yehú escribió cartas que envió a Samaría, a los jefes de la ciudad, a los ancianos y a los ayos de los hijos de Ajab, diciendo:
2 Cuando llegue a vosotros esta carta, puesto que están con vosotros los hijos de vuestro señor, y pues tenéis carros, caballos, una ciudad fortificada y armas,
3 ved quién es el mejor y el más recto de los hijos de vuestro señor, ponedlo en el trono de su padre y combatid por la casa de vuestro señor.
4 Pero ellos se atemorizaron sobremanera y dijeron: Si dos reyes no han podido hacerle frente, ¿cómo vamos a resistirle nosotros?
5 Y el mayordomo del palacio, el gobernador de la ciudad, los ancianos y los ayos enviaron a decirle: Somos tus siervos, y haremos cuanto nos digas. No proclamaremos rey a ninguno; haz tú lo que bien te parezca.
6 Escribióles entonces él una segunda carta en la que decía: Si estáis conmigo y escucháis mi voz, tomad las cabezas de los hijos de vuestro señor y venid a mí mañana, a estas horas, a Yizreel. Los setenta hijos del rey estaban con los magnates de la ciudad que los habían educado.
7 Cuando les llegó la carta, tomaron a los hijos del rey y degollaron a los setenta, pusieron las cabezas en unas canastas y se las enviaron a Yizreel.
8 Llegó el mensajero y le avisó a Yehú: Han traído las cabezas de los hijos del rey. Y él respondió: Ponedlas en dos montones a la entrada de la puerta hasta la mañana.
9 Por la mañana salió, y poniéndose ante todo el pueblo le dijo: Vosotros sois justos. Ya veis que yo conspiré contra mi señor y le di muerte. Pero ¿quién ha matado a todos éstos?
10 Sabed, pues, que no caerá en tierra ninguna de las palabras pronunciadas por Yahvéh contra la casa de Ajab. Yahvéh ha cumplido lo que predijo por medio de su siervo Elías.
11 Así que Yehú hizo matar a todos los que quedaban de la casa de Ajab en Yizreel: a todos sus magnates, a sus familiares y a sus sacerdotes, sin dejar siquiera un solo superviviente de ella.
12 Levantóse Yehú y entró. Luego se fue a Samaría. Por el camino, cuando estaba en BetEqued de los pastores,
13 encontró Yehú a los hermanos de Ocozías, rey de Judá, y les preguntó: ¿Quiénes sois? Respondieron ellos: Somos hermanos de Ocozías y hemos bajado a saludar a los hijos del rey y a los hijos de la reina.
14 Dijo entonces él: ¡Prendedlos vivos! Los prendieron vivos y los degollaron junto a la cisterna de BetEqued. Eran cuarenta y dos hombres, y no dejó de ellos un solo superviviente siquiera.
15 Partió de allí y encontró a Yonadab, hijo de Rekab, que le salía al encuentro. Lo saludó y le preguntó: ¿Es sincero conmigo tu corazón como lo es el mío contigo? Respondió Yonadab: Sí; lo es. Díjole Yehú: Pues si es así, dame la mano. Y el otro se la dio. Entonces Yehú le mandó subir al carro a su lado.
16 Todavía le dijo: Ven conmigo y verás mi celo por Yahvéh. Y lo montó en su propio carro.
17 Y cuando llegó a Samaría, hizo matar a todos los que de la casa de Ajab quedaban en Samaría, hasta exterminarlos, conforme a la palabra que Yahvéh había dicho a Elías.
18 Reunió Yehú a todo el pueblo, y les dijo: Ajab sirvió poco a Baal; Yehú les servirá mucho más.
19 Ahora, pues, convocadme a todos los profetas de Baal, a todos sus servidores, y a todos sus sacerdotes, sin que falte ninguno, pues voy a ofrecer un gran sacrificio a Baal. Todo aquel que falte no quedará con vida. Yehú obraba con astucia para hacer perecer a los servidores de Baal.
20 Yehú dijo luego: Promulgad una asamblea santa en honor de Baal. Y la convocaron.
21 Yehú mandó pasar aviso por todo Israel, y en efecto, llegaron todos los servidores de Baal, sin que ni uno solo dejara de venir. Llegaron, pues, al templo de Baal, que se llenó de uno al otro extremo.
22 Dijo entonces Yehú al encargado del vestuario: Saca vestidos para todos los servidores de Baal. Y él los sacó.
23 Entró luego Yehú con Yonadab, hijo de Rekab, en el templo de Baal, y dijo a los servidores de Baal: Mirad bien y tened cuidado de que no haya aquí con vosotros ningún servidor de Yahvéh, sino sólo servidores de Baal.
24 Entraron, pues, a ofrecer sacrificios y holocaustos. Pero Yehú tenía apostados fuera ochenta hombres, a los que había dicho: Quien deje escapar a alguno de los hombres que entrego en vuestras manos, responderá con su vida por la de aquél.
25 Cuando terminó de ofrecer los holocaustos, ordenó Yehú a la guardia y a los oficiales: ¡Entrad y matadlos! ¡Que no salga nadie! Y los mataron a filo de espada. La guardia y los oficiales los arrojaron fuera.
26 Después entraron en el santuario mismo del templo de Baal, y sacaron del templo la estela y la quemaron,
27 demolieron el altar de Baal y destruyeron el templo de Baal, que convirtieron en cloaca hasta el día de hoy.
28 De este modo Yehú hizo desaparecer a Baal de en medio de Israel.
29 Sin embargo, Yehú no se apartó de los pecados con que Yeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel, es decir, de los becerros de oro de Betel y de Dan.
30 Yahvéh dijo a Yehú: Por haberte portado bien, haciendo lo que es recto a mis ojos, y por haber ejecutado con la casa de Ajab todo lo que yo tenía en mi corazón, tus hijos se sentarán en el trono de Israel hasta la cuarta generación.
31 Pero Yehú no procuró andar conforme a la ley de Yahvéh, Dios de Israel, con todo su corazón: no se apartó de los pecados con que Yeroboam hizo pecar a Israel.
32 Por aquellos días, Yahvéh comenzó a cercenar el territorio de Israel, pues Jazael batió a Israel en todas sus fronteras:
33 desde el Jordán por el oriente, toda la región de Galaad, de Gad, de Rubén, y de Manases; desde Aroer, que está junto al torrente del Arnón, Galaad y Basan.
34 Los restantes hechos de Yehú, cuanto hizo y todo su valor, ¿no están consignados en el libro de los Anales de los reyes de Israel?
35 Descansó al fin Yehú con sus padres, y fue sepultado en Samaría. Le sucedió en el trono su hijo Yoajaz.
36 El tiempo del reinado de Yehú sobre Israel fue de veintiocho años en Samaría.

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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Notas