Eclesiastés 5 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 20 versitos |
1 Vigila tu paso cuando vayas a la casa de Dios. Ir dispuesto a escuchar vale más que el sacrificio de los insensatos, los cuales no saben sino hacer el mal.
2 No te precipites con la lengua, ni se apresure tu corazón a proferir una palabra ante Dios, porque Dios está en el cielo, y tú en la tierra. Por ello, sé parco en palabras.
3 De los muchos afanes nacen los sueños, y de las muchas palabras las necedades.
4 Si haces un voto a Dios, no tardes en cumplirlo, porque no le agradan los negligentes; cumple lo que prometas.
5 Más te vale no hacer votos que hacerlos y no cumplirlos.
6 No consientas que tu boca te haga pecar ni digas luego ante el enviado: Fue un descuido. En tal caso se irritaría Dios con tu palabra y destruiría la obra de tus manos.
7 A más afanes más sueños, y más vanidades a más palabras. Pero tú teme a Dios.
8 Si ves que en una provincia se oprime al pobre y se conculca el derecho y la justicia, no te turbes: por encima del grande vigila otro grande, y por encima de ellos otros mayores.
9 El fruto de la tierra es para todos: hasta el rey está sometido a un campo.
10 Quien ama el dinero, nunca tiene bastante; quien ama la opulencia, no le saca provecho. También eso es vanidad.
11 Donde hay mucha riqueza hay muchos a comerla, y ¿qué consigue con ello el propietario más que el verlo con sus ojos?
12 Dulce es el sueño para quien trabaja, coma poco o mucho; pero al rico, la saciedad no le deja dormir.
13 Hay una triste desventura que he visto bajo el sol: las riquezas que alguien posee para su propio mal.
14 Pierde esas riquezas en un mal negocio; si le nace un hijo, nada tiene en sus manos para él.
15 Salió desnudo del seno de su madre y se marchará lo mismo que vino, sin sacar de su trabajo nada que pueda llevarse consigo.
16 También eso es una triste desventura: que se vaya lo mismo que vino. ¿Qué provecho saca de su esfuerzo inútil?
17 Todos sus días discurren en oscuridad y tristeza, entre grandes dolores, enfermedades y disgustos.
18 Entonces he visto que la dicha para el hombre consiste en comer, beber y gozar del fruto de todas las fatigas que se toma bajo el sol durante los días de vida que Dios le concede, pues tal es su destino.
19 Además, el que Dios conceda a un hombre riqueza y fortuna, y le permita utilizarla, servirse de ella y gozar del fruto de su trabajo, es don de Dios.
20 Así no tendrá que estar siempre pensando en los días de su vida, porque Dios le llenará el corazón de alegría.

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Introducción a Eclesiastés

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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Notas