Salmos 102 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 28 versitos |
1 Oración del afligido cuando, desfalleciente, derrama su queja delante del Señor. Señor, escucha mi plegaria, que a ti llegue mi clamor.
2 No me ocultes tu rostro el día de mi aprieto; inclina tus oídos hacia mí y, en la hora en que te invoco, respóndeme en seguida.
3 He aquí que mis días se terminan en humo, y mis huesos se queman lo mismo que un brasero.
4 Abatido, como la hierba, mi corazón se seca y hasta de comer mi pan me olvido.
5 A fuerza de gemir, se me pegan los huesos a la carne;
6 me parezco al pelícano del desierto, como el búho de las ruinas,
7 siempre en vela, como pájaro solitario sobre el techo.
8 Mis enemigos me afrentan todo el día, y juran contra mí como dementes.
9 Por pan como cenizas, mi bebida se mezcla con mi llanto.
10 A causa de tu enojo y de tu ira, me has alzado a lo alto y arrojado.
11 Mis días son como la sombra que declina, me seco como el heno.
12 Pero tú, Señor, permaneces para siempre, por todas las edades tu memoria.
13 Tú habrás de levantarte y apiadarte de Sión, pues es tiempo de tener piedad de ella, ha llegado ya la hora.
14 Tus siervos se complacen en sus piedras, están encariñados con su polvo.
15 Los pueblos venerarán el nombre del Señor y su majestad, los reyes todos de la tierra.
16 Y es que el Señor habrá reconstruido ya a Sión y habrá dejado ver su gloria,
17 accediendo a la oración del despojado, no despreciando su plegaria.
18 Ello habrá de escribirse para las generaciones venideras, y el pueblo que se forme alabará al Señor.
19 »El observa ciertamente desde su santa altura, el Señor desde los cielos tiene el ojo en la tierra,
20 para escuchar el llanto del cautivo, para librar los destinados a la muerte.
21 Y así se ha de contaren Sión sobre el renombre del Señor y en Jerusalén sobre sus glorias,
22 al congregarse en uno los pueblos y los reinos para el servicio del Señor.
23 Mis fuerzas se han quebrado en el camino, mis días se han menguado.
24 Y yo digo: Dios mío, no me tomes en medio de mis días. Tus años son por todas las edades:
25 tú fundaste la tierra desde antiguo y los cielos son la obra de tus manos.
26 Ellos perecerán, mientras tú permaneces: todos ellos se gastan como un manto, cual vestido los cambias, y se fueron.
27 Pero tú eres el mismo, tus años no terminan.
28 Los hijos de tus siervos habrán de establecerse y en tu presencia consolidarse su progenie.

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Introducción a Salmos

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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Notas