Exodo  10 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 29 versitos |
1 Yahvéh dijo a Moisés: Ve al Faraón, pues yo he endurecido su corazón y el corazón de sus siervos, a fin de obrar mis prodigios en medio de su pueblo,
2 para que puedas contar a tu hijo y al hijo de tu hijo cómo me he burlado de los egipcios y qué prodigios hice yo entre ellos, y para que sepáis que yo soy Yahvéh.
3 Moisés y Aarón fueron al Faraón y le dijeron: Así habla Yahvéh, Dios de los hebreos: ¿Hasta cuándo te negarás a humillarte ante mí? Deja ir a mi pueblo para que me rinda culto.
4 Porque si te niegas a dejar partir a mi pueblo, mañana traeré sobre tu territorio la langosta,
5 que cubrirá la superficie de la tierra, de suerte que no podrá verse el suelo, y devorará el resto de lo que se había salvado, lo que os dejó la granizada, y también devorará todo árbol que crece en el campo.
6 Se llenarán de langostas tus palacios, las casas de tus siervos y las de todos los egipcios, como nunca lo vieron tus padres ni los padres de tus padres, desde el día que empezaron a existir sobre la tierra hasta hoy. Se retiró Moisés y salió de casa del Faraón.
7 Los servidores del Faraón le dijeron: ¿Hasta cuándo ese hombre va a ser para nosotros un lazo de ruina? Deja partir a esa gente, y que den culto a Yahvéh, su Dios. ¿Ignoras aún que Egipto está pereciendo?
8 E hicieron volver a Moisés y a Aarón ante el Faraón, que les dijo: Id a servir a Yahvéh, vuestro Dios. Pero ¿quiénes son los que han de ir?
9 Respondió Moisés: Iremos nosotros con nuestros niños y nuestros ancianos, con nuestros hijos y nuestras hijas, con nuestro ganado menor y mayor, porque es para nosotros una fiesta de Yahvéh.
10 Contestóles el Faraón: ¡Así esté Yahvéh con vosotros, como yo os dejaré ir a vosotros y a vuestros hijos! ¡Ved cómo están a la vista vuestras malas intenciones!
11 Pero no será así. Id los varones nada más, y rendid culto a Yahvéh, pues eso es lo que vosotros pretendéis. Y fueron arrojados de la presencia del Faraón.
12 Dijo entonces Yahvéh a Moisés: Extiende tu mano sobre el país de Egipto para que venga la langosta; que suba sobre la tierra de Egipto y devore toda la hierba del país, todo lo que dejó el granizo.
13 Extendió Moisés su cayado sobre el territorio de Egipto, y Yahvéh trajo sobre el país un viento de oriente todo aquel día y aquella noche. Cuando llegó la mañana, el viento de Oriente había traído la langosta,
14 que invadió todo el país de Egipto y se posó en todo el territorio de Egipto. No había habido nunca tan gran cantidad de langosta como ésta ni la habría después.
15 Y cubrió la langosta la superficie de todo el país y se oscureció la tierra; y devoró toda la hierba de la tierra y todo el fruto de los árboles que había dejado el granizo, y no quedó nada verde en los árboles, ni hierbas en los campos, en todo el país de Egipto.
16 El Faraón se apresuró a llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: He pecado contra Yahvéh, vuestro Dios, y contra vosotros.
17 Ahora, pues, perdonad mi pecado siquiera una vez más, y pedid a Yahvéh, vuestro Dios, que, al menos, aleje de mí esta muerte.
18 Salió Moisés de la presencia del Faraón y oró a Yahvéh.
19 E hizo Yahvéh soplar un viento muy fuerte del poniente, que se llevó la langosta y la arrojó al mar de los Juncos. No quedó ni una en todo el territorio de Egipto.
20 Pero endureció Yahvéh el corazón del Faraón, y éste no dejó partir a los hijos de Israel.
21 Dijo Yahvéh a Moisés: Extiende tu mano hacia el cielo y haya tinieblas sobre el país de Egipto, tinieblas tales que puedan palparse.
22 Extendió Moisés su mano hacia el cielo, y por tres días hubo tinieblas densísimas en todo el país.
23 No se veían unos a otros, y nadie pudo levantarse de su sitio durante tres días; pero todos los hijos de Israel tenían luz en los lugares donde moraban.
24 El Faraón llamó a Moisés y le dijo: Id, rendid culto a Yahvéh ; quede solamente vuestro ganado menor y mayor. Vayan también con vosotros vuestros pequeñuelos.
25 Dijo Moisés: Tú mismo deberás poner en nuestras manos las víctimas para los sacrificios y holocaustos que hemos de ofrecer a Yahvéh, nuestro Dios.
26 También nuestros ganados vendrán con nosotros; ni una sola pezuña quedará aquí, porque de ellos hemos de tomar para servir a Yahvéh, nuestro Dios, y nosotros no sabemos todavía qué culto se debe rendir a Yahvéh hasta que lleguemos allá.
27 Pero Yahvéh endureció el corazón del Faraón, que no quiso dejarles salir.
28 Dijo el Faraón a Moisés: Sal de mi presencia y guárdate de volver a ver mi rostro, pues el día que vuelvas a aparecer ante mí, morirás.
29 Respondió Moisés: Será como tú dices: no compareceré más en tu presencia.

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Introducción a Exodo 

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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Notas