Deuteronomio  32 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 52 versitos |
1 Oíd, cielos, que voy a hablar yo; y tú, tierra, escucha las palabras de mi boca.
2 Caiga como lluvia mi doctrina, fluya cual rocío mi palabra, como mansa llovizna sobre el césped, como un aguacero sobre la hierba verde.
3 Porque quiero aclamar el nombre de Yahvéh. ¡Dad gloria a su nombre!
4 El es la roca; sus obras son perfectas, y todos sus caminos son justos. Es Dios de lealtad y no de iniquidad; él es justo y recto.
5 Mal se portaron con ellos hijos que ahora son tara indigna, generación perversa y tortuosa.
6 ¿Así pagas a Yahvéh, pueblo alocado e insensato? ¿No es él tu padre, el que te creó, el que te hizo y te dio consistencia?
7 Recuerda los días de antaño, repasa los años de edad en edad. Pregunta a tu padre, y él te contará; a tus ancianos, y ellos te hablarán.
8 Cuando el Altísimo repartía la heredad alas naciones, cuando diseminaba a los hijos de Adán, fijó los confines de los pueblos según el número de los hijos de Israel.
9 Pero el lote de Yahvéh es su pueblo; Jacob, la porción de su heredad.
10 Lo halla en tierra desierta, en vasta soledad, entre aullidos salvajes; lo rodea de cuidados, lo atiende, lo guarda como a la niña de sus ojos.
11 Como águila que incita a su nidada, que revolotea sobre sus polluelos, él despliega sus alas, lo toma, lo lleva sobre su plumaje.
12 Sólo Yahvéh lo guía; ningún dios extraño está con él.
13 Lo hace cabalgar sobre las alturas de la tierra, lo nutre de los frutos de los campos; le da a chupar miel de la roca y aceite del duro pedernal;
14 cuajada de vacas le da, y leche de ovejas, con enjundia de corderos, de carneros de BaSán y de machos cabríos, con la flor de trigo; y como bebida, la sangre espumosa de la uva.
15 Yeüurún engorda y tira coces. Te pusiste gordo, macizo, cebado. Rechaza al Dios que lo hizo, desprecia a la Roca, salud suya;
16 excitan sus celos con dioses extraños, lo provocan con abominaciones;
17 ofrecen sacrificios a demonios, que no son Dios, a dioses que no conocían, nuevos, recién llegados, a los que no temieron sus padres.
18 A la Roca que te engendró desdeñas, olvidas al Dios que te puso en el mundo.
19 Yahvéh lo ha visto, y ha menospreciado, lleno de ira, a sus hijos y a sus hijas.
20 ° Y ha dicho: Esconderé de ellos mi rostro, veré cuál es su fin. Porque raza pervertida son ellos, hijos que no tienen lealtad.
21 Provocaron mis celos con lo que no es Dios, me irritaron con sus ídolos vanos. Mas yo provocaré sus celos con lo que no es pueblo, los irritaré con una nación insensata.
22 Porque fuego ardiente se enciende en mi rostro, que quema hasta el seol más profundo; que devora la tierra y sus productos, que abrasa los cimientos de los montes.
23 Yo amontonaré sobre ellos desgracias, yo agotaré contra ellos mis flechas.
24 Cuando estén extenuados por el hambre, devorados por la fiebre y por la pestilencia mortífera, mandaré contra ellos dientes de fieras y veneno de reptantes por el polvo.
25 Allá fuera, la espada los privará de hijos, y allá dentro reinará el espanto tanto en el joven como en la doncella, en el niño de pecho como en el anciano.
26 Yo me dije: A polvo los reduciría, borraría su recuerdo de entre los hombres,
27 si no temiera fomentar el furor del enemigo, si sus adversarios no lo interpretaran falsamente, si no se dijeran: Ha prevalecido nuestra mano; no fue Yahvéh quien hizo todo esto.
28 Porque ellos son gente que yerra en sus consejos, y en ellos no hay inteligencia. '
29 Si tuvieran cordura lo comprenderían, se darían cuenta del fin que les espera.
30 ¿Cómo un solo hombre puede perseguirá un millar, y dos, poner en fuga a diez millares, si no es porque su Roca se los ha vendido, porque Yahvéh se los ha entregado?
31 No es la roca de ellos como nuestra Roca; de esto son jueces nuestros enemigos.
32 Porque de las viñas de Sodoma es su viña, y de los bancales de Gomorra; sus uvas son uvas ponzoñosas, sus racimos son racimos amargos;
33 su vino es veneno de serpientes y ponzoña terrible de áspid.
34 ¿Acaso esto no está guardado en mis adentros, sellado entre mis tesoros?
35 Para mí la venganza y el dar lo merecido al tiempo en que vacile su pie; porque cerca está el día de su ruina, y ya se avecina lo que les espera.
36 Cuando Yahvéh haga justicia a su pueblo y tenga piedad de sus siervos; cuando vea que les faltan las fuerzas y que no hay ya ni esclavo ni libre,
37 entonces dirá: ¿Dónde están sus dioses, la roca en que ellos buscaban refugio,
38 los que la grasa de sus víctimas comían y bebían el vino de sus libaciones? ¡Levántense y vengan en vuestro socorro, que sean protección sobre vosotros!
39 Ved, pues, ahora que yo, yo soy, y que no hay otro dios a mi lado. Yo doy muerte y doy vida, yo hiero y yo curo, no existe quien pueda librar algo de mi mano.
40 °Sí; yo alzo mi mano a los cielos y digo: Tan cierto como que he de vivir para siempre:
41 Cuando yo afile el rayo de mi espada, cuando mi mano empuñe la justicia, tomaré venganza de mis adversarios y daré su merecido a los que me odian.
42 Embriagaré mis saetas en sangre, y mi espada se hartará de carne: de sangre de heridos y cautivos, de cabezas de caudillos enemigos.
43 Naciones, aclamad con júbilo a su pueblo. Porque Dios vengará la sangre de sus siervos; tomará venganza de sus adversarios y hará la expiación por su tierra y su pueblo.
44 Fue Moisés, él y Josué, hijo de Nun, y pronunció, oyéndolo el pueblo, todas las palabras de este cántico.
45 Cuando Moisés acabó de pronunciar todas estas palabras a todo Israel,
46 les dijo: Poned en vuestros corazones todas las palabras que yo repito hoy como testimonio contra vosotros; dad orden a vuestros hijos, para que cuiden de poner en práctica todas las palabras de esta ley.
47 Porque no es cosa indiferente para vosotros, sino que es vuestra vida, y por esta palabra prolongaréis vuestros días sobre la tierra que vais a poseer tan pronto como paséis el Jordán.
48 Aquel mismo día habló Yahvéh a Moisés, y le dijo:
49 Sube a este monte de los abarim, el monte Nebó, que está en tierra de Moab, frente a Jericó, y contempla el país de Canaán que voy a dar en propiedad a los hijos de Israel;
50 y luego muere en ese monte al que vas a subir, y reúnete con tus antepasados, como Aarón, tu hermano, que murió en el monte Hor, y fue a reunirse con los suyos.
51 Porque fuisteis infieles conmigo en medio de los hijos de Israel, en las aguas de MeribáQadéS, en el desierto de Sin, y no manifestasteis mi santidad en medio de los hijos de Israel,
52 sólo de lejos verás esa tierra, pero no entrarás en ella, en esa tierra que yo voy a dar a los hijos de Israel.

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Introducción a Deuteronomio 

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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Notas