I Reyes 13 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 34 versitos |
1 Llegó de Judá a Betel un hombre de Dios, por mandato de Yahvé, mientras estaba Jeroboam en el altar para sacrificar;"
2 y alzando su voz contra el altar, según la palabra de Yahvé', gritó: “¡Altar,altar! Así habla Yahvé: Nacerá de la casa de David un hijo que se llamará Josías, que inmolará sobre ti a los sacerdotes de los altos que en ti sacrifican, y sobre ti quemarán huesos humanos.”
3 Y dio entonces mismo una señal, diciendo: “Esta es la señal que da Yahvé: el altar se quebrará y se derramará la ceniza que hay en él.”
4 Al oír el rey Jeroboam las palabras del varón de Dios, lo que había gritado contra el altar de Betel, extendió su brazo desde el altar, diciendo: “Prendedle”; pero la mano que contra él extendió se quedó rígida y no pudo volverla a sí."
5 El altar se quebró y las cenizas que sobre él había se derramaron, según la señal que el hombre de Dios había dado, conforme a la palabra de Yahvé.
6 Entonces el rey, dirigiéndose al hombre de Dios, dijo: “Implora a Yahvé, tu Dios, y ruégale por mí para que pueda volver a mí la mano.” El hombre de Dios imploró a Yahvé, y el rey pudo volver a sí la mano, que quedó como estaba antes.
7 Entonces dijo el rey al hombre de Dios: “Vente conmigo a mi casa para tomar algo y te haré un presente.”
8 Pero el hombre de Dios dijo al rey: “No iré contigo a tu casa aunque me dieras la mitad de ella, y no comeré pan ni beberé agua en este lugar,
9 porque esa orden me ha sido dada por la palabra de Yahvé: No comas pan, ni bebas agua, ni tomes para tu vuelta el camino por donde vayas.”
10 Fuese, pues, por otro camino, no tomando para volver el camino por donde había venido a Betel.
11 Habitaba en Betel a la sazón un viejo profeta, cuyos hijos vinieron a contarle lo que el hombre de Dios había hecho aquel día en Betel y lo que había dicho al rey;"
12 y su padre les dijo: “¿Por qué camino ha ido?” Indicáronle sus hijos el camino por donde se volvió el hombre de Dios venido de Judá;"
13 y él les dijo: “Aparejadme el asno.” Ellos se lo aparejaron, y él, subiendo en el asno,
14 se fue tras el hombre de Dios; y una vez que lo alcanzó, mientras estaba sentado debajo de una encina, le preguntó: “¿Eres tú el hombre de Dios que ha venido de Judá?” El le respondió: “Yo soy.”
15 Díjole entonces el otro: “Ven conmigo a casa para tomar algún alimento.”
16 Pero él respondió: “No puedo ir contigo ni entrar en tu casa,
17 porque la palabra de Yahvé me ha dicho: No comas pan, ni bebas agua, ni tomes para la vuelta el camino de la ida.”
18 Pero él le dijo: “Yo también soy profeta como tú, y un ángel me ha hablado de parte de Yahvé, diciéndome: Tráele contigo a tu casa para que coma pan y beba agua.” Mentía,
19 Volvióse entonces con él el hombre de Dios, y en su casa comió pan y bebió agua.
20 Pero, mientras estaban sentados a la mesa, fue palabra de Yahvé al profeta que le había hecho volver,
21 que gritó al venido de Judá: “Así habla Yahvé: Por haber sido rebelde al mandato de Yahvé y no haber guardado la orden que Yahvé, tu Dios, te había dado,
22 y porque volviéndote has comido pan y bebido agua en el lugar de que te había dicho: “No comas pan allí ni bebas allí agua,” no entrará tu cadáver en la sepultura de tus padres.”
23 Cuando el profeta que le había hecho volver acabó de comer pan y de beber agua, hizo que aparejaran para el otro su asno, y el hombre de Dios se fue.
24 Encontró en el camino un león, que le mató, quedando su cadáver tendido en el camino; el asno siguió junto a él, y el león junto al cadáver."
25 Los que pasaban vieron el cadáver tendido en el camino y junto a él el león, y hablaron de ello en la ciudad donde moraba el viejo profeta.
26 Ó Cuando el profeta que lo había hecho volver lo supo dijo: “Es el hombre de Dios, que ha sido rebelde a la orden de Yahvé, y por eso le ha entregado Yahvé al león, que le ha destrozado y muerto, conforme a la palabra que Yahvé le había dicho.”
27 Después, dirigiéndose a sus hijos, dijo: “Aparejadme un asno.” Aparejáronlo ellos
28 y se fue. Halló el cadáver tendido en el camino, y el asno y el león, que estaban junto al cadáver. El león ni había devorado el cadáver ni había dañado al asno.
29 El profeta levantó el cadáver del hombre de Dios y, poniéndolo sobre el asno, se lo llevó, y vino con él a la ciudad, donde le lloró y le sepultó.
30 Puso su cadáver en la sepultura y le lloraba, diciendo: “¡Ay hermano mío!”
31 Después que le sepultó, dijo a sus hijos: “Cuando yo muera, me sepultaréis en la sepultura donde está enterrado el hombre de Dios, poniendo mis huesos junto a los suyos para que mis huesos se conserven intactos junto a los suyos,
32 porque se ha de cumplir la palabra que de parte de Yahvé gritó él contra el altar de Betel y contra todos los altares de las ciudades de Samaría.”
33 A pesar de esto, no se apartó Jeroboam de su mal camino; creó nuevos sacerdotes de entre todo el pueblo para los altos. A cualquiera que quisiera serlo le consagraba él sacerdote de los altos."
34 Esto fue causa de pecado para la casa de Jeroboam, y por eso fue exterminada y borrada de sobre la haz de la tierra.

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Introducción a I Reyes

Times New Roman ;;; Riched20 5.40.11.2210;
Reyes.

Introducción.

Título.
La historia de Israel desde los últimos años de David hasta la cautividad de Babilonia, unos cuatro siglos, se narra en los libros que la Biblia hebraica llama 1 y 2 de los Reyes, que corresponden a 3 y 4 de los Reinos (LXX) o de los Reyes (Vulgata). En los comienzos, los mencionados libros formaban uno solo, de lo que dan fe Orígenes (PG 12:1084), Eusebio (PL 20,581) y San Jerónimo (PL 28,558-559). La división en dos partes iguales aproximadamente empezó con D. Bomberg (Venecia 1517). Esta división es artificial.

Texto.
El texto original hebraico del libro se ha conservado medianamente bien. A los textos masoréticos cabe añadir ahora el de los fragmentos de Jirbet Qumrán, que facilitarán la labor de crítica textual. Con el texto masorético andan de acuerdo la versión siríaca Peshitta y la Vulgata.

Versiones griegas.
De la versión de los LXX existe un texto prehexaplar, representado por el códice B, y otro posterior a Orígenes, que se halla en A. Los textos de Jirbet Qumrán son más afines al texto griego que al masorético, presentando lecciones propias, omisiones y trasposiciones. Es digno de mención el texto griego de Luciano, que a veces se aparta del texto masorético. Con él concuerda la Vetus Latina. En las ediciones críticas de Sweete, Rahlfs y en la de Broo-ke-McLean-Thackeray se da preferencia a los textos  y A.

Contenido.
El libro (o libros) de los Reyes puede dividirse en tres partes: i) Últimos años de David y reinado de Salomón (c.1-11). 2) Existencia de los reinos de Israel y de Judá (1 Re c.12-2 Re c.1y). 3) El reino de Judá desde la caída de Samaría hasta la destrucción de Jerusalén (2 Re c. 18-25). En el período de existencia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel cabe distinguir: i) el período de hostilidades, que en Israel empieza con Jeroboam (1 Re c. 12-14:30) y termina con Omrí (1 Re 16:23-28); 2) período de amistad: Asa-Omrí; Josafat-Ajab; Joram-Ocozías; Joram-Joram; Ocozías-Joram (1 Re 16:29-2 Re 8:29); 3) el segundo período de relaciones tensas, desde Jehú en Israel y Atalía en Judá hasta la caída de Samaría en 722, en el año quinto de Oseas, rey de Israel.

Fecha de composición.
Para fijarla se dispone de criterios internos. Del texto se entresacan indicios que sugieren la composición del libro antes del exilio (1 Re 8:8; 9:21; 12:19; 2 Re 8:22; 16:6). La insistencia con que los profetas anuncian que no faltará nunca una lámpara en el trono de David se comprende mejor en tiempos anteriores al exilio (1 Re 11:26; 15:4; 2 Re 8:19). Por otra parte, otros textos suponen un origen posterior a la cautividad (2 Re c.24-25; 1 Re 4:24, etc.).
Una antigua tradición hebraica (Baba Bathra 14b) atribuía el libro a Jeremías a causa de las afinidades literarias e ideológicas del libro con la profecía de Jeremías. A esto se opone que el profeta inauguró su ministerio el año 13 de Josías (627), de lo que se infiere que hacia el año 561 contaba con una edad que oscilaba entre los noventa y los cien años. Además, la pretendida afinidad existe preferentemente en los capítulos 24-25 del segundo libro, que no formaban parte del texto primitivo. Según De Vaux, la composición hízose por etapas. Una primera redacción tuvo lugar entre el año 621 (2 Re 22:8ss) y el primer sitio de Jerusalén en 598. Su autor residía en Jerusalén; era probablemente sacerdote y entusiasta decidido de la reforma religiosa. Del libro hízose una segunda edición durante el exilio, o bien después del año 562, si se le atribuye 2 Re 25:22-30, o algo antes, en el caso de que el libro terminase con 2 Re 25:21. En esta segunda redacción el autor añadió la historia hasta el último rey de Judá, manteniéndose dentro de la misma línea deuteronómica, aunque el hecho de la ruina de Jerusalén le obliga a mostrarse más severo para con Judá, lo que le llevó a revisar algunos pasajes anteriores. Es visible su mano en 2 Re 21:7-15; 22:16-17. En realidad, ambos reinos son culpables (2 Re 17:7-20); pero también Israel se beneficia de la misericordia divina (2 Re 13:4-5.23). Durante el exilio se hicieron al libro otros retoques, tales como, probablemente, 2 Re 25:22-30. Después del exilio amplióse la oración de Salomón (1 Re 8:41-51). Pequeños detalles son posteriores a la traducción griega (200-150 a.C.).
De lo dicho se infiere que es opinión común entre los católicos que la composición definitiva del libro efectuóse durante el exilio, y más probablemente después del mismo. La finalidad histórico-religiosa del autor lo confirma,

Fin del autor sagrado.
A los pocos renglones de lectura cae el lector en la cuenta de que el libro tiende a probar que todos los males que han azotado a Israel y Judá son efecto de la infidelidad de los reyes y del pueblo al pacto de la alianza (2 Re 23:27). Como padre comportóse Dios para con su pueblo, ya premiando su conducta cuando seguía por las sendas del bien o castigándole en caso de desvío religioso, dispuesto siempre a perdonarle en caso de arrepentimiento. Por entregarse a la idolatría desapareció el reino de Israel; en cuanto al de Judá, le castigó Dios con la deportación a Babilonia, pero no lo destruyó totalmente a fin de mantener en pie la promesa del trono eterno hecha a David. Los libros de los Reyes pueden considerarse como un comentario a la profecía de Natán (2 Sam 7:12-16). Gomo se desprende de lo dicho, no quiere el autor sagrado escribir todo lo sucedido desde todos los puntos de vista en Israel y Judá desde la muerte de David hasta el exilio de Babilonia, sino más bien entresacar de la historia de Israel y Judá de aquellos cuatro siglos algunos hechos característicos que son sostén y base de la tesis religioso-histórica que intenta probar.

Fuentes de información.
El autor último inspirado echó mano de algunas fuentes históricas preexistentes para componer su libro. A veces las cita explícitamente, otras las utiliza sin que dé testimonio de ello. Las fuentes que cita son: 1) Libro de los hechos de Salomón (1 Re 11:41); 2) Libro de las Crónicas de los reyes de Judá (1 Re 14:29, etc.); 3) Libro de las Crónicas de los reyes de Israel (1 Re 14:19, etc.). Estos libros, o bien eran crónicas oficiales de los mencionados reinos 1, o escritos de algún sacerdote o profeta que consultó los archivos reales.
En cuanto a las fuentes implícitas, es difícil precisar su número e importancia en el escrito. Se distinguen comúnmente: 1) Historia de la familia de David (1 Re c.1-2); 2) Escrito sacerdotal (1 Re c.6-7); 3) Historia de Elías, de la que existen dos o más versiones; 4) Historia de Elíseo, menos homogénea todavía que la de Elías; 5) Escritos de origen pro/ético; 6) otras fuentes de procedencia indeterminada; 7) el archivo real, de donde, por ejemplo, procede la lista de ministros y prefectos de Salomón (1 Re 4:2-19).
Puede discutirse sobre el número de fuentes históricas que consultó el autor sagrado y sobre el grado en que las utilizó, modo en que lo hizo, si eran o no escritas; pero todos convienen en que el autor no las transcribió totalmente, sino que seleccionó aquello que conducía a probar su tesis.

Esquematismo histórico.
La historia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel se dispone conforme al esquematismo siguiente: 1) nombre del nuevo rey, de sus padres y el año correspondiente al soberano contemporáneo de Israel o de Judá (1 Re 22:41, etc.); 2) edad del nuevo monarca y años que reinó (1 Re 22:42); 3) mención de algún hecho notable, remitiendo para un informe más amplio a determinadas fuentes (1 Re 16:8-14, etc.); 4) dictamen sobre el comportamiento religioso y cultual del rey; 5) noticia sobre la muerte y sepultura del rey y nombre del sucesor. Un esquema parecido se sigue para los monarcas de Judá desde la caída de Samaría hasta la cautividad. Dentro de los límites del rígido esquematismo, habla de la única dinastía reinante en Judá y de las nueve que se sucedieron en Israel: 1) Jeroboam-Nadab (931-909); 2) Baasa-Ela (909-885); 3) Zimbri (885); 4) Omrí-Ajab-Ócozías-Joram (885-841); 5) Jehú-Joacaz-Joás-Jeroboam II-Zacarías (841-743); 6) Selum (743); 7) Menajem-Pe-cajya (743-737); 8) Pecaj (737-732); 9) Oseas (732-724).

Historia religiosa.
Este compendio histórico tiene un acentuado carácter religioso, peí reinado de Salomón pone de relieve su sabiduría y prosperidad económica, por considerar todo ello como premio y bendición de Dios por la conducta religiosa y cultual del monarca. Esta prosperidad es efecto del temor de Dios: Rico serás si temes a Dios y te apartas de todo pecado y haces lo que le es grato (Tob 4:21).
A partir de la división del reino condena el autor la conducta de todos los reyes de Israel, diciendo de ellos que hicieron el mal a los ojos de Yahvé, siguiendo los pecados de Jeroboam (2 Re 13:2; 15:26-34, etc.); incluso de Zimbri, que reinó siete días, se dice: Y murió por los pecados que él había cometido, haciendo lo malo a los ojos de Yahvé y marchando por los caminos de Jeroboam y dándose a los pecados que Jeroboam había cometido para hacer pecar a Israel (1 Re 16:19). Oseas hizo lo malo a los ojos de Dios, aunque no tanto como los reyes de Israel que le precedieron (2 Re 17:2). De los reyes de Judá, unos reciben plena aprobación por su conducta y por haber quitado los lugares altos (2 Re 18:3-4; 22:2), a otros se les reprocha no haber procurado la unidad de santuario (1 Re 15:11-14; 22:43-44; 2 Re 12:3-4). Severo juicio merecen los reyes que obraron el mal a los ojos de Yahvé, siguiendo el ejemplo de Ajab (2 Re 8:18), o se entregaron a la idolatría (2 Re 21:2; 22:21-22). Esta finalidad primaria del autor le llevó a pasar por alto multitud de hechos importantes que sucedieron durante los reinados de Omrí, Jeroboam II, Ajab, etc. Los hechos que se recogen se relacionan con cuestiones religiosas.
Más que una historia propiamente dicha, el libro de los Reyes es una compilación histórica y una interpretación religiosa de la historia. La conducta de los reyes es juzgada de conformidad a las leyes del Deuteronomio, cuyos principios fundamentales son: un solo Dios, un solo santuario. Los santuarios yahvísticos provinciales deben desaparecer (Deut c.12). Reflexiones, expresiones e ideas deuteronómicas hállanse esparcidas a lo largo y ancho del libro (1 Re 8:23; 29; 33-37; 53). Fórmulas deuteronómicas: 1 Re 2:2; 8:23-61. Fórmulas de Jeremías: 1 Re 9:7-8; 2 Re 17:13-20; 21:9-16; 22:16-19; 24:3-4 2.

Valor histórico del libro.
El autor del libro refiere fielmente ciertos hechos conducentes a probar su tesis; no escribe una historia completa, sino preferente-niente la historia religiosa de los reinos de Israel y de Judá. Dice Garofalo que la obra del autor es un trabajo de tesis, bastante parecido al que compuso Lactancio en su obra De mortibus persecutorum, en el cual no debe buscarse la historia económica, social y política de los dos reinos, sino la presencia de Dios, que dirige todos los acontecimientos terrenos y da premio o envía el castigo según el mérito o demérito. En el fondo, añade, la historia del libro de los Reyes es una historia vista con los ojos de Dios.

El libro de los Reyes en el marco de la historia universal.
En el comentario hemos tratado siempre de encuadrar la historia del pueblo judío dentro del marco de la historia universal; a él remitimos. Basta anotar aquí que, además de los pueblos circunvecinos, influyeron en Israel los imperios de Egipto, Babilonia y Asiría. Sheshonq fundó la XX dinastía hacia los años 950-929; Salmana-sar III, rey de Asiría, hizo sentir su presencia en Occidente; en 853 tuvo lugar la batalla famosa de Qarqar. Otros tres reyes asirios pesaron sobre el reino del Norte: Teglatfalasar III (745-727), Salmanasar V (726-722), Sargón (721-705). Sobre Judá actuaron: Senaquerib (704-681), Asaraddón (680-669), Asurbanipal (668-628). Funesto para Judá fue sobre todo el rey de Babilonia Nabucodonosor (605-562). Ambas historias se completan, pero no se contradicen.

Cronología.
Es un punto difícil de resolver; San Jerónimo renunció a solucionar este problema. Modernamente son muchos los autores que se dedican a esta tarea, habiendo logrado alentadores resultados, aunque no hayan logrado conclusiones definitivas. Las dificultades que engendran los datos cronológicos proceden de múltiples causas; a veces las fuentes utilizadas traían datos inexactos; otras veces se han interpretado mal ciertos datos; algunas corregencias han provocado la adición de cifras que sólo corresponden en parte al monarca contemporáneo. Algunos datos cronológicos de Asiría dan luz sobre la cronología del libro de los Reyes:

853: Batalla de Qarqar, reinando Ajab en Israel.
841: Tributo de Jehú.
738: Tributo de Menajem.
732: Empieza el reinado de Oseas.
721: Toma de Samaría.
701: Invasión de Senaquerib.
598: Primera deportación de Judá.
587: Caída de Jerusalén.

Los años del reinado de los reyes de Israel y de Judá que damos en el comentario son aproximados.

Doctrina religiosa.
Hemos hecho notar el carácter religioso de la historia que se narra en nuestro libro. Su autor tiene puesta su mirada en el templo de Jerusalén, el santuario donde tiene su asiento Yahvé; en él debe concentrarse el culto que se le debe. En todo el libro se recuerda que sólo existe un Dios: Yahvé; un solo santuario legítimo: el templo de Jerusalén. Pero, aunque Yahvé tenga su asiento en Jerusalén, domina aun fuera de los límites de Palestina; tiempo vendrá en que todas las naciones reconocerán a Yahvé por único Dios (1 Re 8:60). Dios no admite rivales, que nada son; exige que se guarden sus mandamientos y leyes; a los fieles les premiará aun en vida; a los que le abandonan castigará. Pero no quiere Dios la muerte del pecador ni la ruina de la nación que ha tomado bajo su protección. En último término es el hombre el que teje su porvenir feliz o desgraciado; es el pueblo judío el que labra su destino, el que prepara la caída de Samaría y la de Jerusalén.

1 J. A. Montgomery, Archíval Data in the Book ofKings: JBL 53 (1924) 46-52.
2 A Robeft, Historique (Genres): DBS 14-15.

Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

I Reyes 13,1-34

Un profeta de Judá increpa a Jeroboam (13:1-10).
1 Llegó de Judá a Betel un hombre de Dios, por mandato de Yahvé, mientras estaba Jeroboam en el altar para sacrificar; 2 y alzando su voz contra el altar, según la palabra de Yahvé', gritó: ¡Altar,altar! Así habla Yahvé: Nacerá de la casa de David un hijo que se llamará Josías, que inmolará sobre ti a los sacerdotes de los altos que en ti sacrifican, y sobre ti quemarán huesos humanos. 3 Y dio entonces mismo una señal, diciendo: Esta es la señal que da Yahvé: el altar se quebrará y se derramará la ceniza que hay en él. 4 Al oír el rey Jeroboam las palabras del varón de Dios, lo que había gritado contra el altar de Betel, extendió su brazo desde el altar, diciendo: Prendedle; pero la mano que contra él extendió se quedó rígida y no pudo volverla a sí. 5 El altar se quebró y las cenizas que sobre él había se derramaron, según la señal que el hombre de Dios había dado, conforme a la palabra de Yahvé. 6 Entonces el rey, dirigiéndose al hombre de Dios, dijo: Implora a Yahvé, tu Dios, y ruégale por mí para que pueda volver a mí la mano. El hombre de Dios imploró a Yahvé, y el rey pudo volver a sí la mano, que quedó como estaba antes. 7 Entonces dijo el rey al hombre de Dios: Vente conmigo a mi casa para tomar algo y te haré un presente. 8 Pero el hombre de Dios dijo al rey: No iré contigo a tu casa aunque me dieras la mitad de ella, y no comeré pan ni beberé agua en este lugar, 9 porque esa orden me ha sido dada por la palabra de Yahvé: No comas pan, ni bebas agua, ni tomes para tu vuelta el camino por donde vayas. 10 Fuese, pues, por otro camino, no tomando para volver el camino por donde había venido a Betel.

Todos los profetas condenan la política religiosa de Jeroboam. Aparece en escena, en primer lugar, un profeta anónimo, oriundo de Judá (hombre de Dios), que Flavio Josefo llama Jadón (Ant. lud. 8:8-5), acaso el mismo que en 2Cr_9:29 es denominado Jeddo. El profeta increpa al rey en el momento en que éste se disponía a sacrificar en el altar de Betel. Alzando su voz, anuncia la suerte que correrá el altar en un futuro lejano. Un rey de Judá lo contaminará con la más grande de las impurezas legales (Num_19:18) al degollar sobre el mismo a los sacerdotes que le sirven. El profeta anuncia un hecho con trescientos años de anticipación (2Re_23:15-20) y pronuncia el nombre del monarca que llevará a cabo esta acción. Garantiza con un hecho actual lo que sucederá trescientos años más tarde; con ello conocerá el pueblo que su mensaje es verdadero. Las palabras del profeta enfurecieron al rey. El hombre de Dios consideraba aquel altar como un bamah, un lugar alto, a estilo de los cananeos, llamando a los sacerdotes que lo servían sacerdotes de los altos. Rechazó el profeta el ofrecimiento que le hizo el rey de entrar en su casa y sentarse a su mesa, con lo cual expresa el horror que todos los hombres de Dios sienten por el santuario ilegítimo de Betel. Dios le había manifestado que ni siquiera debía regresar por el camino por el que había venido, a fin de que no trabara amistad con nadie de Israel.

Desobediencia del profeta (2Re_13:11-22).
11 Habitaba en Betel a la sazón un viejo profeta, cuyos hijos vinieron a contarle lo que el hombre de Dios había hecho aquel día en Betel y lo que había dicho al rey; 12 y su padre les dijo: ¿Por qué camino ha ido? Indicáronle sus hijos el camino por donde se volvió el hombre de Dios venido de Judá; 13 y él les dijo: Aparejadme el asno. Ellos se lo aparejaron, y él, subiendo en el asno, 14 se fue tras el hombre de Dios; y una vez que lo alcanzó, mientras estaba sentado debajo de una encina, le preguntó: ¿Eres tú el hombre de Dios que ha venido de Judá? El le respondió: Yo soy. 15 Díjole entonces el otro: Ven conmigo a casa para tomar algún alimento. 16 Pero él respondió: No puedo ir contigo ni entrar en tu casa, 17 porque la palabra de Yahvé me ha dicho: No comas pan, ni bebas agua, ni tomes para la vuelta el camino de la ida. 18 Pero él le dijo: Yo también soy profeta como tú, y un ángel me ha hablado de parte de Yahvé, diciéndome: Tráele contigo a tu casa para que coma pan y beba agua. Mentía, 19 Volvióse entonces con él el hombre de Dios, y en su casa comió pan y bebió agua. 20 Pero, mientras estaban sentados a la mesa, fue palabra de Yahvé al profeta que le había hecho volver, 21 que gritó al venido de Judá: Así habla Yahvé: Por haber sido rebelde al mandato de Yahvé y no haber guardado la orden que Yahvé, tu Dios, te había dado, 22 y porque volviéndote has comido pan y bebido agua en el lugar de que te había dicho: No comas pan allí ni bebas allí agua, no entrará tu cadáver en la sepultura de tus padres.

Había en Betel un viejo profeta que rechazaba el culto de este santuario, como indica el hecho de no asistir a la solemne fiesta de la dedicación del nuevo templo. Enterado de todo por sus hijos, marchó al encuentro del profeta de Judá, rogándole que se dignara aceptar la hospitalidad que le ofrecía. Durante la refección manifestó Dios su indignación por la desobediencia del profeta de Judá, anunciándole que, por castigo de su desobediencia, no sería enterrado en el sepulcro de sus padres (2Sa_17:23; Neh_2:3-5). El viejo profeta de Betel mintió formalmente; el don de profecía es un carisma social que no supone necesariamente la santidad del sujeto.

Castigo por desobediencia (Neh_13:23-34).
23 Cuando el profeta que le había hecho volver acabó de comer pan y de beber agua, hizo que aparejaran para el otro su asno, y el hombre de Dios se fue. 24 Encontró en el camino un león, que le mató, quedando su cadáver tendido en el camino; el asno siguió junto a él, y el león junto al cadáver. 25 Los que pasaban vieron el cadáver tendido en el camino y junto a él el león, y hablaron de ello en la ciudad donde moraba el viejo profeta. 2ó Cuando el profeta que lo había hecho volver lo supo dijo: Es el hombre de Dios, que ha sido rebelde a la orden de Yahvé, y por eso le ha entregado Yahvé al león, que le ha destrozado y muerto, conforme a la palabra que Yahvé le había dicho. 27 Después, dirigiéndose a sus hijos, dijo: Aparejadme un asno. Aparejáronlo ellos 28 y se fue. Halló el cadáver tendido en el camino, y el asno y el león, que estaban junto al cadáver. El león ni había devorado el cadáver ni había dañado al asno. 29 El profeta levantó el cadáver del hombre de Dios y, poniéndolo sobre el asno, se lo llevó, y vino con él a la ciudad, donde le lloró y le sepultó. 30 Puso su cadáver en la sepultura y le lloraba, diciendo: ¡Ay hermano mío! 31 Después que le sepultó, dijo a sus hijos: Cuando yo muera, me sepultaréis en la sepultura donde está enterrado el hombre de Dios, poniendo mis huesos junto a los suyos para que mis huesos se conserven intactos junto a los suyos, 32 porque se ha de cumplir la palabra que de parte de Yahvé gritó él contra el altar de Betel y contra todos los altares de las ciudades de Samaría. 33 A pesar de esto, no se apartó Jeroboam de su mal camino; creó nuevos sacerdotes de entre todo el pueblo para los altos. A cualquiera que quisiera serlo le consagraba él sacerdote de los altos. 34 Esto fue causa de pecado para la casa de Jeroboam, y por eso fue exterminada y borrada de sobre la haz de la tierra.

La amenaza pendía sobre la cabeza del hombre de Dios desobediente al mandato divino. En ruta le asaltó un león, que, abalanzándose sobre él, le mató, quedando su cadáver tendido sobre el camino. Había leones en el desierto de Judá (1Sa_17:34), en cuyas cercanías caminaba el hombre de Dios. Quiso Dios que el león respetara al asno y a cuantos transitaban por el camino. A su sepulcro se alude en 2Re_23:16-18. A pesar de los avisos del profeta y de conocer el castigo que le esperaba, continuó Roboam el camino que había emprendido. A cualquiera que quisiera ser sacerdote le llenaba la mano, frase con la que se alude al rito de Moisés (Exo_28:41; Exo_29:9), que en la consagración sacerdotal de Aarón tomó los ácimos y algunas visceras de la víctima, colocándolo todo en manos de Aarón y de sus hijos (Exo_29:22). ¿Se practicaba esta ceremonia en caso de conferirse la dignidad sacerdotal a personas ajenas a la familia de Aarón? Que 17:5-11; 2Cr_13:9). Nada sabemos en concreto sobre este particular.