I Pedro 4 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 19 versitos |
1 (TEXTO OMITIDO)
2 para vivir el resto del tiempo no en codicias humanas, sino en la voluntad de Dios.
3 Basta ya de hacer, como en otro tiempo, la voluntad de los gentiles, viviendo en desenfreno, en liviandades, en crápula, en comilonas y embriagueces y en abominables idolatrías.
4 Ahora, extrañados de que no concurráis a su desenfrenada liviandad, os insultan;"
5 pero tendrán que dar cuenta al que está pronto para juzgar a vivos y a muertos.
6 Que por esto fue anunciado el Evangelio a los muertos, para que, condenados en carne según los hombres, vivan en el espíritu según Dios.
7 El fin de todo está cercano. Sed, pues, discretos y velad en la oración.
8 Ante todo tened los unos para los otros ferviente caridad, porque la caridad cubre la muchedumbre de los pecados.
9 Sed hospitalarios unos con otros sin murmuración.
10 El don que cada uno haya recibido póngalo al servicio de los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.
11 Si alguno habla, sean sentencias de Dios; si alguno ejerce un ministerio, sea como con poder que Dios otorga, a fin de que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, cuya es la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén."
12 Carísimos, no os sorprendáis como de un suceso extraordinario del incendio que se ha producido entre vosotros, que es para vuestra prueba;"
13 antes habéis de alegraros en la medida en que participáis en los padecimientos de Cristo, para que en la revelación de su gloria exultéis de gozo.
14 Bienaventurados vosotros si, por el nombre de Cristo, sois ultrajados, porque el espíritu de la gloria, que es el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros.
15 Que ninguno padezca por homicida, o por ladrón, o por malhechor, o por entrometido;"
16 mas si por cristiano padece, no se avergüence, antes glorifique a Dios en este nombre.
17 Porque ha llegado el tiempo de que comience el juicio por la casa de Dios. Pues si empieza por nosotros, ¿cuál será el fin de los que rehusan obedecer al Evangelio de Dios?
18 Y si el justo a duras penas se salva, ¿qué será del impío y el pecador?
19 Así, pues, los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden al Creador fiel sus almas por la práctica del bien.

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Introducción a I Pedro

Times New Roman ;;; Riched20 5.40.11.2210;

Primera Epístola de San Pedro.

Introducción.

El Apóstol San Pedro.
Su nombre primitivo era Simón, hijo de Juan! Era oriundo de Betsaida de Galilea 2 y, con su hermano Andrés, ejercía el oficio de pescador en el lago de Tiberíades 3. En un principio ambos hermanos fueron discípulos de San Juan Bautista 4. Pero pronto siguieron a Jesucristo 5, del cual recibió Simón el nombre de Pedro 6.
Hacia el año 42-43, San Pedro abandonó Jerusalén con motivo de la persecución de Herodes Agripa 23. ¿Se fue entonces a Roma? Así lo afirman varios autores antiguos: Eusebio 24, San Jerónimo 25, Orosio 26, y muchos autores modernos 27. Sin embargo, los testimonios de la tradición no son muy fuertes, ya que San Jerónimo y Orosio parecen depender de Eusebio; y la frase de Act 12:17: Y salió, yéndose a otro lugar, es demasiado vaga para apoyarse en ella. Lo más probable es que el apóstol no se haya alejado de Palestina, contentándose con salir de las regiones que pertenecían a Herodes Agripa. Sabemos que vivió durante cierto tiempo en Antioquía 28, de donde una antigua tradición le hace obispo 29. De todos modos, en el año 49-50 estuvo presente en el concilio de Jerusalén 30.
La venida y el martirio de San Pedro en Roma son probables. Se discute el año en que llegó, la duración de su permanencia y la fecha precisa de su muerte. Hoy varios autores piensan que Pedro llegó a Roma bajo el emperador Nerón (54-68). La fecha de su martirio debió de ser probablemente el año 67 32, aunque hay autores que piensan más bien en el año 64. La tradición parece inclinarse más por el año 67, ya que señala el año 14 de Nerón como fecha del martirio de San Pedro y San Pablo 33.

Los Destinatarios de la 1 Pe.
No sabemos si San Pedro había visitado las cristiandades del Asia Menor, a las cuales dirige su primera carta. No existen indicios de que el apóstol conociese personalmente a los destinatarios.
La carta va dirigida a los cristianos que habitaban en diversas regiones del Asia Menor: Ponto, Galacia, Capadocia, Asia proconsular, Bitinia42. Diversos indicios de la carta demuestran que los lectores eran en su mayoría convertidos del paganismo: les dice que vivían en la ignorancia de Dios43, lo cual no se podría decir de los judíos; que fueron llamados de las tinieblas a una luz admirable 44; que en un tiempo no eran pueblo de Dios ni habían conseguido misericordia 45. También supone que antes no eran hijos de Abraham 46; y en 4:355 recomienda a sus lectores el dejar de hacer, como en otro tiempo, la voluntad de los gentiles 47.
Varias de las regiones nombradas en el encabezamiento de la carta fueron evangelizadas por San Pablo y sus discípulos48. De Pedro no sabemos que haya predicado en aquellas regiones. Tal vez Pedro haya sabido por Silvano 49 las grandes dificultades por las que pasaba aquella Iglesia. Y, por razón de su autoridad apostólica, les haya escrito para exhortarlos y confirmarlos en la fe. Los destinatarios debían de pertenecer en su mayor parte a la clase social más humilde, como se desprende de las amonestaciones que dirige a los esclavos 50. En cambio, faltan las amonestaciones correlativas dirigidas a los patronos. Los cristianos son muy probados 51; pero, al mismo tiempo, saben que los demás cristianos del mundo entero han de sufrir del mismo modo 52. No parece que esto suponga que las persecuciones del Imperio romano ya hubieran empezado. Por la epístola se ve que se trata de vejaciones, de calumnias, no de persecuciones 53.

Ocasión y Finalidad de la 1 Pe.
Las pruebas que los cristianos tenían que sufrir de parte de los paganos y de los judíos, ponían en peligro su fe 54. Injurias, calumnias, vejaciones de todo género, debilitaban la fe de muchos, que podían volver a la vida disoluta anterior a su conversión 55. Por eso, la finalidad de la epístola es exhortar a los cristianos a ser fieles a su fe. Para esto les recuerda su incomparable dignidad 56 y el inmenso favor que el Señor les había hecho al llamarlos a su fe 57. Les exhorta a que cumplan con todo cuidado los deberes para con todos los hombres; que vivan piadosamente, para que, de este modo, puedan desenmascarar las calumnias de los enemigos.
La ocasión que motivó la 1 Pe debió de ser la situación difícil por la que atravesaban las comunidades cristianas del Asia Menor, perseguidas, calumniadas, injuriadas por los paganos y judíos 58. Pero ¿por qué no fue San Pablo el que escribió a dichas Iglesias, evangelizadas por él? Posiblemente porque San Pablo en aquel momento estaba ausente de Roma, empeñado en su viaje a España después Je ser liberado de su primera cautividad.

Fecha y lugar de composición de la 1 Pe.
Teniendo en cuenta ciertos indicios de la misma epístola, se puede colocar su composición hacia el año 63-64. No pudo ser escrita antes del año 60, es decir, antes del tercer viaje apostólico de San Pablo (54-58), ya que la epístola 59 supone que la religión cristiana había sido propagada en casi todas las provincias del Asia Menor. Además, hay en la 1 Pe reminiscencias de la epístola a los Romanos (57-58) y de la epístola a los Efesios (61-63). El hecho de que no se manden saludos de San Pablo en esta epístola de San Pedro, escrita desde Roma, hace suponer que San Pablo no se encontraba en Roma cuando fue escrita. Ahora bien, el Apóstol fue liberado en la primavera del año 63. Luego no pudo ser escrita antes del año 63. Tampoco pudo ser escrita después del año 64, ya que no se alude para nada a la persecución de Nerón, que estalló en el otoño de aquel año. Así piensan Felten60, Meinertz61, Holzmeister 62 y Teófilo García de Orbiso63.
En todo caso, la misma epístola se opone a una composición demasiado tardía, como el fin del siglo I o el siglo II. Los destinatarios pertenecen a la primera generación cristiana, ya que San Pedro les dice que no vuelvan a los errores paganos que han abandonado 64. La parusía es contemplada como próxima65. La organización jerárquica es todavía rudimentaria: las comunidades son gobernadas por presbíteros66.
El lugar de composición fue Roma, como se ve por la expresión Os saluda la Iglesia de Babilonia 67. Babilonia es un nombre simbólico que designa la Roma pagana, que era ciudad grande, rica, soberbia, adoradora de falsos dioses, perseguidora de los santos, como había sido la Babilonia de Mesopotamia. Así lo afirman escritores muy antiguos, como Papías, Clemente Alejandrino68, San Jerónimo 69 y otros. Este modo de ver es confirmado por el Apocalipsis 70 y por escritos apócrifos que emplean un simbolismo semejante71. Tiene muy poca probabilidad la opinión de algunos que piensan que la epístola fue escrita en Babilonia de Mesopotamia. En aquel tiempo, Babilonia estaba destruida, y en su lugar sólo existía un pueblecito medio desierto. Menos probabilidad tiene aún la teoría de otros que colocan la composición de la 1 Pe en Babilonia de Egipto, cerca de El Cairo. En el siglo i era tan sólo una estación militar.

Autor de la 1 Pe.
San Pedro se sirvió de la ayuda de Silvano para la composición de la epístola72. Silvano, llamado Silas en Act 15:22.32, era colaborador de San Pablo y había intervenido eficazmente en la expansión del cristianismo en Asia Menor. Conocía bien, por consiguiente, el ambiente de las comunidades cristianas del Asia Menor, a las que quería escribir San Pedro. Probablemente Silvano no fue un simple amanuense, sino un redactor fiel de las ideas de Pedro. En cuyo caso hay que suponer en el redactor el carisma de la inspiración, por haber intervenido de un modo considerable en la redacción de la carta.
El estilo de la epístola tiene reminiscencias paulinas. Esto se explica fácilmente si tenemos presente que Silvano redactor de la epístola era discípulo de San Pablo. De ahí las semejanzas entre la 1 Pe y las epístolas a los Romanos y a los Efesios principalmente; y algunas diferencias estilísticas entre la i y la 2 Pe, que pudo ser escrita por otro redactor. Las ideas de ambas epístolas son de Pedro, pero la lengua y el estilo pertenecen a dos redactores diversos 73.

Lengua y estilo de la 1 Pe.
La epístola fue escrita en griego, como admiten todos los autores. La opinión de San Jerónimo de que originariamente había sido escrita en arameo 74 es hoy día abandonada de todos. Los caracteres fundamentales de la lengua y del estilo de la 1 Pe se encuentran en los demás escritos neotestamentarios pertenecientes a la corriente petrina (2 Pe, discursos de San Pedro en los Hechos de los Apóstoles, evangelio de San Marcos). Su vocabulario, fraseología, etc., tienen bastante de común75.
El estilo de la 1 Pe es claro, sencillo y gramaticalmente correcto. La característica del estilo afirma Verdunoy es la frase invertebrada, sin continuación lógica exterior, pero dotada de una lógica interior real76. Un caso bien típico lo tenemos en la interminable frase de 1:3-12, en la que se amontonan preposiciones subordinadas, que hacen difícil una traducción literal. La influencia de la versión de los LXX es manifiesta, pues de 62 hapax del Nuevo Testamento que se encuentran en nuestra epístola, 34 se hallan en los LXX. Ciertos semitismos y algunas incorrecciones de estilo, como la omisión demasiado frecuente del artículo 77, el uso de la partícula ìç con participio en lugar del oú clásico 78, la ausencia de las conjunciones Üñá, ãå, Ýðåß, åðåéäÞ, ôå, äç, ðïõ, ðþò, áí, denuncian un autor no griego. La circunstancia de que en la 1 Pe no se empleen las partículas Que acabamos de indicar hace decir a Bigg 79: Este solo hecho hasta para demostrar que el autor no era un griego. San Pedro era, en efecto, un hombre sin instrucción 80. Sin embargo, el vocabulario de la epístola es rico, sus frases son flexibles, y sus expresiones, felices. El autor conoce las antítesis verbales elegantes 81 y atestigua un sentido agudo de la estructura rítmica 82. Por lo cual se ve que San Pedro se ha servido de un redactor.
El estilo de San Pedro es rico en imágenes, en metáforas. Sin embargo, ordinariamente, no son originales, sino ya conocidas de la Biblia. Expresa sus sentimientos con entusiasmo y con afecto, cautivando y encendiendo el alma de cada cristiano en deseos de imitar al divino paciente 83.
El estilo epistolar es más marcado que en la epístola de Santiago. Sin embargo, las exhortaciones morales le dan más bien el aspecto de una homilía, con ciertos rasgos epistolares. Las numerosas alusiones al bautismo 84 indican que el autor se ha servido para redactar su carta de expresiones e ideas provenientes de la catequesis bautismal85.
Hay serios indicios que prueban la dependencia de la 1 Pe respecto de la epístola de Santiago: encabezamiento semejante, empleo de las mismas palabras raras, las mismas citas del libro de los Proverbios 86.

Autenticidad y canonicidad de la 1 Pe.
La autenticidad petrina de la epístola ha sido negada o puesta en duda, desde principios del siglo XIX, por muchos acatólicos (H. von Soden, H. Gunkel, R. Knopf, Jülicher-Fascher). Los católicos, en cambio, a los que se unen también muchos acatólicos, defienden enérgicamente la genuinidad de la epístola.
En la tradición patrística no se encuentra la menor traza de duda acerca de la autenticidad y canonicidad de la carta. El primer testimonio canónico se encuentra en la 2 Pe, en donde se dice: Esta es, carísimos, la segunda epístola que os escribo. 87 Tanto en la Iglesia oriental como en la occidental abundan los testimonios explícitos sobre la autenticidad petrina de la epístola. San Ireneo cita varias veces de modo explícito la epístola 88. Lo mismo hacen Clemente Alejandrino 89, Orígenes 90, Tertuliano 91 y Eusebio, según el cual la 1 Pe pertenece a los libros llamados homologúmena (ôá üìïëïãïýìå-íá), ï sea los que son recibidos por todos sin ninguna oposición 92. Por eso puede decir Tricot: No hay libro en todo el Nuevo Testamento que tenga testimonios más antiguos o más explícitos que la 1 Petri.
La omisión de la 1 Pe en el Canon de Muratori teniendo presente el consentimiento unánime de la tradición de la Iglesia no ha de sorprender demasiado, pues podría explicarse por una mutilación o una corrupción del texto. Tanto más cuanto que el Pastor de Hermas conoce la 1 Pe 93 y fue muy utilizada en el decurso del siglo II Se encuentra también en todas las versiones antiguas: Siríaca, Vetus Latina, Cóptica, etc., y en los cánones antiguos de los libros sagrados.
El testimonio externo es confirmado por razones internas tomadas de la misma epístola. El autor se llama a sí mismo Pedro apóstol 94, testigo de la pasión de Cristo 95. Habla de Marcos como de su hijo 96, que, según una antiquísima tradición, era compañero y amanuense de Pedro. Alude con frecuencia, como testigo ocular, a los sermones y a los hechos de Jesús 97.

Doctrina de la 1 Pe.
Aunque la epístola se propone como finalidad esencial el exhortar y atestiguar 98, contiene, sin embargo, una gran riqueza doctrinal. Es importante observar que la 1 Pe recuerda frecuentemente las expresiones y los puntos doctrinales de los discursos de Pedro, que nos han sido transmitidos por los Hechos de los Apóstoles . Sin embargo, la enseñanza cristiana de la epístola ya no pertenece al estadio arcaico de la predicación apostólica.
Las principales ideas doctrinales de la epístola son las siguientes:
Dios es considerado como sabio 100, misericordioso 101, santo 102, padre 103, fiel104, juez universal y justo 105, creador 106, poderoso 107 y salvador108. El misterio de la Santísima Trinidad es profesado con bastante claridad 109.
Cristo es llamado Señor en diversos lugares 110. Lo considera como preexistente m, puesto que iluminaba a los profetas antiguos 112. San Pedro aplica a Cristo todo cuanto en el Antiguo Testamento es dicho de Yahvé 113. Jesucristo, siendo totalmente inocente 114, padeció y se sacrificó por nosotros 115. Sus sufrimientos y su muerte, que nos han de servir de modelos 116, han expiado por todos los pecados de los hombres 117. Después que Cristo murió en la cruz, fue a anunciar la salvación a los espíritus de los justos prisioneros en los infiernos 118. Resucitó 119, subió al cielo y está a la diestra de Dios 12°. Al final de los tiempos tendrá lugar la parusía de Cristo para juzgar a los vivos y a los muertos 121.
El hombre era pecador 122, pero había sido predestinado a la santidad 123. Por eso fue regenerado por Cristo mediante la fe 124, la sumisión a Dios 125 y el bautismo 126. El bautismo fue prefigurado por las aguas salvadoras del diluvio 127. El Espíritu nos regeneró y nos santificó 128. Por este motivo, el hombre puede esperar una vida bienaventurada en el cielo 129. Pero para obtenerla ha de despojarse de todos sus vicios y pecados 130, luchar contra el demonio 131 practicar la candad fraterna 132, imitar la santidad de Dios 133 y unirse a Jesucristo para dar a Dios el verdadero culto 134.
La Iglesia, o mejor, la doctrina eclesiológica, tiene mucha importancia en la I Pe. Los cristianos son entre sí hermanos 135 y miembros de Cristo 136. Constituyen un edificio viviente, cuyas piedras son ellos mismos, y la base, Jesucristo 137. Los cristianos han venido a formar el verdadero pueblo de Dios 138. Cristo los gobierna como supremo pastor 139. Los pastores visibles son los apóstoles y los presbíteros, los cuales han de mostrarse en su gobierno vigilantes, desinteresados, celosos, amables, ejemplares 140.

División de la 1 Pe.
Siendo nuestra epístola casi en su totalidad par enética o exhortativa, resulta difícil hacer una división perfecta. Si exceptuamos la introducción 141 y la conclusión 142, lo demás es una continuación ininterrumpida de exhortaciones morales, estrechamente asociadas a consideraciones doctrinales que las justifican. La preocupación dominante de la epístola es la vida cristiana como fuente de valor y de esperanza.
1) Encabezamiento (1:1-2).
2) Acción de gracias por la regeneración bautismal (1:3-12).
a) La salud de los cristianos (1:3-9).
b) La esperanza de los profetas (1:10-12).
3) Exhortación a la santidad (1:13-2:10).
a) Exhortación a la vigilancia (1:13-21).
b) A la caridad (1:22-25).
c) A la simplicidad (2:1-3).
d) El nuevo sacerdocio (2:4-10).
4) Diversas obligaciones de los cristianos (2:11-3:17).
a) El buen ejemplo entre los paganos (2:11-12).
b) Sumisión a las autoridades (2:13-17).
c) Deberes de los siervos respecto de sus señores (2:18-25).
d) Deberes mutuos de los esposos (3:1-?)·
e) Deberes de candad fraterna (3:8-12).
f) Comportamiento cristiano en el sufrimiento (s.^-1?)·
5) La resurrección y el descenso a los infiernos (3:18-4:6).
6) Proximidad de la parusía (4:7-1 1).
7) Síntesis de la epístola (4:12-19).
8) Advertencias a los diversos miembros de la comunidad (5:1-11).
a) Advertencias a los presbíteros (5:1-4).
b) Advertencias a los fieles (5:5-11).
9) Últimos avisos y saludos (5:12-14).



Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

I Pedro 4,1-19

Capitulo 4.
E n los v.1-6 del capítulo 4 San Pedro vuelve a exhortar a los fieles a la consecución de la santidad. Apoyándose en lo ya dicho, les hace ver que, si los sufrimientos de Cristo fueron benéficos, también los nuestros lo pueden ser, a condición de que nosotros los soportemos con el mismo espíritu que lo hizo Cristo. Por eso, del mismo modo que Cristo, sufriendo en la carne, rompió las relaciones con el pecado para vivir según la voluntad divina, de igual modo los cristianos han de romper todo ligamen con los vicios de los paganos 1. El sufrimiento tiene la propiedad de hacer mejores a los que sufren. El cristiano renovado por el bautismo ha muerto con Cristo al pecado. Posee, en consecuencia, una gracia que puede dominar eficazmente las tendencias pecaminosas, viviendo de este modo no en codicias humanas, sino según la voluntad de Dios (v.2). Por consiguiente, los cristianos no deben dejarse arrastrar de nuevo a los vicios de los paganos. La expresión quien padeció en la carne ha roto con el pecado (v.2) parece referirse a la muerte mística del cristiano con Cristo por el bautismo, a la cual debe seguir una vida de renuncia al pecado.
El autor sagrado recalca con ironía, en el v.3, que ya es suficiente el tiempo que han consagrado a practicar la voluntad de los gentiles. Esta vida de los paganos estaba caracterizada por grandes vicios: desenfrenos contra las buenas costumbres, liviandades, crápulas, comilonas, que iban unidas, con frecuencia, al culto de Baco, embriagueces y abominables idolatrías 2. Todos los términos griegos para expresar los vicios de los paganos están en plural, como para mejor insinuar la variedad y multiplicidad de dichos desórdenes. De todo el contexto resulta evidente que los destinatarios provenían de la gentilidad, pues los judíos, de ordinario, no se entregaban a tales vicios. El catálogo de vicios aducido por San Pedro difiere bastante de otros que se encuentran en las cartas de San Pablo 3. Nuestro autor habla principalmente de los pecados propios de la sociedad en la que habían vivido los destinatarios de la epístola antes de su conversión.
Los destinatarios de la carta, lejos ya de los abusos que en otro tiempo habían cometido, llevaban una vida cristiana digna. Por eso, los paganos se extrañaban, o mejor, encontraban sospechosa una tal conducta. De ahí que los calumniasen, tratándolos de hipócritas (v.4). Pero el apóstol dice a los cristianos que no deben preocuparse por tales injurias, pues saben que quienes les critican ahora tendrán que dar cuenta de sus calumnias delante de Cristo cuando venga a juzgar a los vivos y a los muertos (í.4). En otros lugares, San Pedro atribuía el juicio al Padre4; sin embargo, dicho juicio había de coincidir con la manifestación de Cristo 5, y el Padre lo ejercerá por medio de Cristo, pues es el mismo Padre el que ha designado a Jesucristo como Juez de vivos y muertos 6. San Pedro ya había anunciado, en el discurso pronunciado delante del centurión Cor-nelio7, que Cristo ha sido constituido por Dios juez de vivos y muertos. También San Pablo emplea esta expresión8, que será recogida en el Símbolo de los Apóstoles.
Para que Cristo pudiera juzgar, como Señor, no sólo a los vivos, sino también a los muertos, descendió al seno de Abraham para anunciar la liberación a los muertos que allí se encontraban. Estos, después de haber sufrido la condena común a la muerte temporal considerada por los hombres como un castigo divino por haber muerto en el diluvio , recibieron la salud y pudieron vivir en el espíritu según Dios (v.6). San Agustín 9, en cambio, ve en los muertos los pecadores, que en nuestro texto serían los paganos. Y, según esto, explica: el Evangelio es predicado a los infieles para que se conviertan. Pero, como no lo han de aceptar, no se librarán del severo juicio de Jesucristo.
Otros autores ven en los muertos de nuestro versículo a los cristianos ya fallecidos antes de la segunda venida de Jesucristo. Estos, que no han llegado a ver a Cristo venir triunfante como juez, para restablecer la justicia ahora conculcada, vivirán ante Dios una vida inmortal. A éstos mismos se les ha predicado el Evangelio, no inútilmente, sino con el fin de que, condenados según el modo de ver de los hombres durante su vida mortal, puedan vivir delante de Dios en espíritu 10.



Proximidad de la Parusía, 4:7-11.
En estos versículos (7-11), el apóstol enseña que el pensamiento del fin próximo del mundo ha de excitar a los cristianos a la práctica de la virtud. Este pensamiento debería estar siempre presente en la mente de un cristiano, ya que un tal pensamiento ayudaría a los fieles a ser discretos y los dispondría para la oración (v.7).

7 El fin de todo está cercano. Sed, pues, discretos y velad en la oración. 8 Ante todo tened los unos para los otros ferviente caridad, porque la caridad cubre la muchedumbre de los pecados. 9 Sed hospitalarios unos con otros sin murmuración. 10 El don que cada uno haya recibido póngalo al servicio de los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. 11 Si alguno habla, sean sentencias de Dios; si alguno ejerce un ministerio, sea como con poder que Dios otorga, a fin de que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, cuya es la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.

Parece que San Pedro hace referencia a la proximidad de la parusía del Señor. Este tema ha ejercido una influencia extraordinaria sobre toda la predicación moral de la Iglesia primitiva 11. Nuestro Señor había ya anunciado el juicio y el fin del mundo como sucesos correlativos, exhortando a sus discípulos a la vigilancia 12. La vigilancia protegerá a los cristianos contra las tentaciones 13 y los hará más aptos para la oración 14. También San Pedro deduce de la esperanza de la parusía consecuencias de orden moral para la vida ordinaria de los cristianos 15. Ante todo recomienda la discreción y 1a sobriedad, con las cuales alcanzarán la paz necesaria para entregarse a la oración.
Al mismo tiempo, el cristiano ha de procurar observar de un modo especial el mandamiento de la caridad fraterna (v.8), que tanto recomendó Cristo en el Evangelio 16. Porque la caridad cubre la muchedumbre de los pecados. Esta máxima está tomada de los Proverbios 17 y es citada también por Santiago 18. ¿Se refiere a los propios pecados o a los de los demás? Si examinamos el contexto del libro de los Proverbios, de donde está tomada la expresión, se verá que se refiere a los pecados del prójimo, que son cubiertos en el sentido de que son disimulados por el que realmente ama al prójimo. También en nuestro pasaje es probable que se refiera San Pedro a los pecados del prójimo: el cristiano que tiene amor verdadero al prójimo está siempre pronto a disimular sus pecados en silencio, no hablando de ellos y procurando olvidarlos. Otros autores (Camerlynck, Felten, Sales, Holzmeister, etc.) creen, por el contrario, que el apóstol enseña que la caridad para con los demás moverá a Dios a perdonar los pecados personales. Y la razón sería que San Pedro habla aquí de la caridad como de causa que cubre los pecados 19. En cambio, el que la caridad disimule los pecados de los demás sería no causa, sino efecto de la ferviente caridad. En cuyo caso, la idea de San Pedro significaría que el perdonar a los demás traería consigo el perdón de los propios pecados 20.
Un ejemplo tradicional de amor al prójimo es la práctica de la hospitalidad. Por eso, San Pedro recomienda a sus lectores la hospitalidad sin murmuración, es decir, sin lamentarse de las incomodidades y gastos que presuponía para el que hacía esta obra de caridad. Es muy probable que el apóstol se refiera a la hospitalidad que se debía dar a los misioneros itinerantes del Evangelio 21. La hospitalidad era muy apreciada entre los judíos y entre los primeros cristianos 22. Jesucristo coloca la hospitalidad entre las obras de misericordia corporales por las cuales seremos juzgados23. San Pablo la recomendaba de una manera especial a los obispos 24.
La misma caridad ha de manifestarse en el uso de los varios dones recibidos de Dios. Es necesario que el cristiano ponga al servicio de los demás las gracias recibidas (v.10). El apóstol no emplea el término ÷Üñéóìá en el sentido técnico de gratia gratis data, como San Pablo 25, sino en un sentido más genérico. Indica no sólo los dones extraordinarios y miraculosos, muy frecuentes en la Iglesia primitiva, sino todos los favores, incluso naturales, que cada uno haya recibido, con los cuales pudiera hacerse útil a su prójimo 26.
En nuestro caso, el carisma es la mayor o menor posibilidad de dar hospitalidad a los demás. Todos los dones, incluso los de fortuna, han de tener una función social, querida por Dios, y que el hombre ha de respetar. Los cristianos han de administrarlos como buenos ecónomos o servidores, a los cuales Dios ha confiado la administración de sus bienes. Pero no han de disponer de ellos como dueños absolutos de la multiforme gracia de Dios, sino como administradores, a los cuales se pedirá cuenta de su administración. También aquí la expresión ÷Üñéâ tiene sentido general, e indica todos los favores naturales y sobrenaturales recibidos de Dios. San Pedro debía de tener en la mente las parábolas del siervo fiel27 y de los talentos 28. San Pablo también habla de la obligación de distribuir los misterios de Dios29, y la recomienda a Tito 30. San Pedro menciona dos clases de carismas (v.11), con el fin de indicar el buen uso que se ha de hacer de los dones de Dios. El primero es el carisma de la palabra, ordenado a la enseñanza en las asambleas. Este carisma podía manifestarse de modo extraordinario con la profecía, la glosolalia o la interpretación, y también podía ejercerse de modo ordinario en la predicación evangélica 31. él segundo es el carisma de servicio 32, que tiene por finalidad las obras de misericordia, como la hospitalidad, el cuidado de los enfermos, de los huérfanos, viudas. El apóstol exhorta a ejercitarlo de modo que se vea que es Dios quien le comunica la fuerza necesaria, y a no mostrarse arrogante como si no hubiera recibido de Dios un tal don.
Es cosa digna de tenerse en cuenta que haya sido el mismo San Pedro el que tomó la iniciativa de separar el ministerio de la palabra, reservado a los apóstoles, del servicio de las mesas, encomendado a los diáconos 33, que posteriormente serán ayudados por las diaconisas 34.
La finalidad de todos estos actos de caridad, así como la de todas las acciones del cristiano, ha de ser la gloria de Dios. Una tal gloria es tributada a Dios por medio de Jesucristo 35. Semejantes doxologías comenzaron a dirigirse muy pronto en la Iglesia a Dios y a Jesucristo 36; pero también a Dios por Jesucristo 37 y a Jesucristo solo 38. Aquí parece que va dirigida a Cristo. La fórmula del Padre glorificado por la gloria del Hijo en sus discípulos es propia del cuarto evangelio 39.



Síntesis de la epístola, 4:12-19.
Concluida la doxología, que, según algunos autores, reproduciría una fórmula litúrgica, San Pedro vuelve a hablar por cuarta vez de su argumento preferido: la paciencia en las pruebas40. El apóstol exhorta a los cristianos a sufrir con gozo por amor de Jesucristo, porque de este modo se asemejarán a El (v. 12-16) y se asegurarán mejor la vida eterna (v.17-19).

12 Carísimos, no os sorprendáis como de un suceso extraordinario del incendio que se ha producido entre vosotros, que es para vuestra prueba; 13 antes habéis de alegraros en la medida en que participáis en los padecimientos de Cristo, para que en la revelación de su gloria exultéis de gozo.14 Bienaventurados vosotros si, por el nombre de Cristo, sois ultrajados, porque el espíritu de la gloria, que es el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros. 15 Que ninguno padezca por homicida, o por ladrón, o por malhechor, o por entrometido; 16 mas si por cristiano padece, no se avergüence, antes glorifique a Dios en este nombre.17 Porque ha llegado el tiempo de que comience el juicio por la casa de Dios. Pues si empieza por nosotros, ¿cuál será el fin de los que rehusan obedecer al Evangelio de Dios? 18 Y si el justo a duras penas se salva, ¿qué será del impío y el pecador? 19 Así, pues, los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden al Creador fiel sus almas por la práctica del bien.

Los cristianos no han de extrañarse 41 de los sufrimientos que los cercan por todas partes. Porque el sufrimiento para el seguidor de Cristo no es algo extraño, sino una cosa normal, natural y necesaria42, que Dios permite para probarlos en sentido bueno. El incendio, ôôýñùóéò (í.12), está tomado en sentido figurado de una tribulación que purifica, y se refiere a las aflicciones y persecuciones de todo género a que estaban expuestos los cristianos por parte de los paganos. Al mismo tiempo, la imagen del horno sugiere la idea de purificación 43. En el Apocalipsis 44, éôõñùóéò se dice del fuego de la gehenna. Nada hay que autorice la opinión de los que ven aquí una alusión a la persecución de Nerón.
Las alegrías del cristiano han de estar en proporción con la participación en los dolores de Cristo (í.13). Cuanto más sufran, más han de alegrarse 45. Por eso, los apóstoles se sentían felices por haber sido dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús46. San Pablo expresa también un pensamiento semejante en 2Co_1:5. El hecho mismo de que los cristianos sufran es una prueba de que Dios los considera dignos de padecer por Cristo 47. De ahí que la medida de la alegría ha de ser la medida de la participación en los sufrimientos de Jesucristo48. Y esta participación de los cristianos en los padecimientos de Cristo, será motivo para que, en el día del juicio final, cuando tenga lugar la revelación de la gloria de Cristo, el Señor premie a los buenos por las pruebas soportadas y castigue a los malos.
Los ultrajes sufridos con paciencia por el nombre de Jesús manifiestan la presencia activa en ellos del Espíritu Santo (v.14). San Pedro aplica a los cristianos lo que Isaías anunciaba del Emmanuel49. El Espíritu Santo que habita en los cristianos es el Espíritu de la gloría, que nos ha de procurar la gloria eterna después de un breve período de sufrimiento en este mundo 50. Este pensamiento ha de alegrar a los cristianos en medio de las pruebas51.
La doctrina de San Pedro sobre el Espíritu Santo se parece más a la de los sinópticos 52 que a la de San Pablo o San Juan.
Es evidente que sufrir castigos por los crímenes cometidos es algo muy vergonzoso el Evangelio no beatifica a los criminales por el solo hecho de haber expiado sus faltas . Pero sufrir como cristiano no implica ninguna infamia; antes, al contrario, el que padece por el nombre de Cristo glorifica a Dios (v. 15-16) 53. En el v.15 se encuentra el término griego Üëëïôñéåðßóêïðïò, que no se encuentra en ningún otro lugar antes del Pseudo-Dionisio. Por eso su significación es un tanto incierta. La traducción de la Vulgata: alienorum appetitor, que es apoyada por las antiguas versiones, por Tertuliano y por San Cipriano, tal vez se refiera a aquellos cristianos indiscretos e imprudentes que se entrometían en los asuntos de otros, con peligro de comprometer a la Iglesia. Boatti traduce por intrigante, que parece corresponder mejor al sentido etimológico de la palabra54.
Otro motivo que debe mover al cristiano a soportar con paciencia los sufrimientos es el juicio de Dios, que ya ha comenzado a ejecutarse a partir de la muerte del Salvador. Si el juicio ha comenzado primeramente por la casa de Dios (v.17), es decir, por la Iglesia, o por los miembros de la Iglesia, que sufren únicamente por el hecho de ser cristianos, y son, por lo tanto, justos, ¿cual será el fin de los que rehusan obedecer al Evangelio? Del mismo modo argumentaba Jesús dirigiéndose a las piadosas mujeres de Jerusalén 55. San Pedro vuelve a ratificar la dureza del juicio sobre los justos y lo implacable que será sobre los impíos con una cita tomada del libro de los Proverbios 56: si el justo se salva con dificultad y a fuerza de dolorosos sacrificios, ¿qué será del impío y del pecador? (v.18). Lo que el libro de los Proverbios dice de la salud terrena lo aplica San Pedro a la salvación escatológica.
El apóstol termina esta sección sacando una conclusión general (v.19) ¿e todo lo dicho acerca de las pruebas (v.12ss): los cristianos, aun cuando padezcan, deben aceptar la prueba con paciencia, abandonándose confiadamente en manos del Creador, que es fiel a sus criaturas y está dispuesto a socorrerlas en sus necesidades 57. Este abandono en Dios no ha de ser, sin embargo, un abandono quietista y ocioso, sino que ha de ir acompañado de la práctica constante de las obras buenas 58. Lo dicho se refiere a los que padecen según la voluntad de Dios y no a los que con sus crímenes se merecen el castigo

1 De Ambroggi, o.c. p.140; A. Charue, o.c. p.446. 2 El término áèÝìéôïò significa lo que es contrario a Themís, es decir, a la justicia y a ey moral. Para San Pedro es lo prohibido por la Ley mosaica, sobre todo la idolatría y la prostitución sagrada, que, de ordinario, la acompañaba. 3 Rom 1:24-32; 13:13; Gal_5:19-21; Col_3:5-8. 4 1Pe_1:17; 1Pe_2:23. 5 1Pe_1:13; 1Pe_5:4 6 Me 8,38; Mt 25,siss; Hec_17:31; Jua_5:22; Rom_3:6 7 Hec_10:42. 8 2Ti_4:1. 9 Epist. 164:Mat_7:21 : PL 33:717. 10 Esta opinión es defendida por E. G. Selwyn, A. M. Stibbs y otros. Los que sostienen que la predicación del Evangelio fue dirigida por Cristo a los muertos que estaban en el seno de Abraham, como en 1Pe_3:19, son muchos: J. Ghaine (DBS 2:4255), H. Quilliet (DTC 4, 592), (A. Vitti: VD [1927] nos), F. Hauck, F. W. Beare, Ch. Bigg, H. Windisch, R. Knopf, etcétera. 11 1Pe_1:5; 1Pe_4:7.17; 1Pe_5:10; 1Co_16:22; Flp_4:5; Stg_5:8; 1Jn_2:18; Rev_22:12. Apro-pósito de la escatología de San Pedro se puede ver A. Tricot, Fierre: L'éschatologie: DTG 12, 1770; A. M. Vitti, Eschatologia in Petri epistula prima: VD n (1931) 298-306; J. Schil-Denberger, Weissagung und Erfnllung: Bi 24 (1943) 122; E. B. Allo, L'Apocalypse* (París 1933) p.CXII-CXLIII. 12 Mt 24:4288. 13 Mc 14:38. 14 Mar_4:38. San Hipólito (In Dan. 4:18:7: PG 10), San J. Crisóstomo (In Mat. hom. 77, 2: PG 58:705), San Jerónimo y San Agustín extienden la exhortación de San Pedro a la vigilancia de la muerte de cada uno. Diem Domini dice San Jerónimo (In loel 2:23: PL 25 965) diem intellige iudicii sive diem exitus uniuscuiusque de corpore. Quod enim in die iudicii futurum est ómnibus, hoc in singulis die mortis impletur. Y San Agustín dice lo mismo (Epist. 164 ad Hesychium 1:3: PL 33:906). 15 Lev_12:35-40; 1Te_5:155; Rev_3:11. Cf. R. Schnackenburg, Die sittliche Botschaft 11* T* Ñ·é27-À34· 16 Mat_5:44; Mat_22:39; Jua_13:34s; cf. 1Jn_4:11-21, l7 Prov IO.12 según el texto hebreo. 18 Stg_5:20. Cf. 1Pe_1:16; 1Pe_2:15.21; 1Pe_3:9.12.18. Véase C. Spicq, ágape 2 (París 1959) 3345. 19 Mat_6:145; Mar_11:255. 21 Cf. Mat_10:1 iss; Rom 16,is; 3Jn_1:55. 22 Rom_12:13; Heb_13:15. 23 Mt 25:3555. 24 1Ti_3:2; Tit_7:8. ; 25 1Co_12:455. Cf. E. B. Allo, Premiére Epítre aux Corinthiens p.ióo. 26 Cf. 1Co_7:7. 27 Mat_24:45; Luc_12:42-46. 28 Mat_25:14-30; cf. Luc_19:11-27. 29 1Co_4:1. 30 Tit_1:7. 31 A propósito del uso de estos carismas en la Iglesia primitiva, véase San Pablo: 1 Cor 12-14; 2Co_2:17; 2Ti_4:2; Tit_2:1. La división de los carismas que nos da San Pedro parece reflejar una organización más primitiva de la Iglesia. En cambio, los elencos de Rom_12:6; 1 Cor 12 muestran una organización mucho más desarrollada. 32 Cf. Hec_6:2. 33 Acto. 1-4. 34 Rom_16:1; 1Ti_5:9. 35 El relativo ö = cuya se refiere a Jesucristo más bien que a Dios. 36 Rev_1:6; Rev_5:13. 37 Rom_16:27; Efe_3:21; Jud_1:25; cf. i Clem. 58:2. 38 Rom_9:5; 2Ti_4:18; Heb_13:21; 2Pe_3:18. 39 A. Charue, Vie, lumiére et glorie chez S.Jean: Goliat. Namurcenses (1935) p.23353. 40 Gf. 1Pe_1:6; 1Pe_2:18-21; ? 41 La Vulgata traduce: nolite peregrinan in fervore, dando a îåíßæåéí el sentido primitivo de peregrinar; aquí sería mejor dar a nolite peregrinari^el sentido de ono os extraviéis. 42 1Pe_2:21; Jua_16:33; Hec_14:22; 2Ti_3:12. 43 Sab3:6; Pro_27:21. 44 Rev_18:8.18. 45 Cf. Mts.ns; Luc_6:22s. 46 Hec_5:41. 47 Hec_16:25. 48 Rom_8:17; Flp_3:10; 2Ti_2:11. 49 Isa_11:2; cf. Mat_10:19. 50 1Pe_5:4-10; cf. Rom_8:11; Efe_4:30. 51 Una glosa antigua, y que se encuentra en muchos Mss griegos y latinos y en las versiones copta y heraclense, añade al v.14: (quod) ab illis blasphematur, a vobis autem honorifi-catur. Sin embargo, falta en los mejores códices: BSAG, 33, y en excelentes Mss de la Vulgata. En este mismo versículo, los códices SAC, 33, versión heraclense, y varios Mss de la Vulgata añaden: êáé äõíÜìåùò = et virtutis; y los mismos testigos traducen dos veces äüîçò = honoris, gloriae et virtutis. Cf. A. García Del Moral, El Espíritu que habita en vosotros. Crítica textual de 1Pe_4:14 : EstBib 20 (1961) 45-77 y en Teología Espiritual 5 (1961) 443-458. 52 Mt 10:19-20. 53 Cf. Mat_5:10; Hec_5:41. 54 K. Erbes, Was bedeutet Üëëïôñéåðßóêïðïò im 1Pe_4:15?: ZNTW 19 (1919-20) 39-44,' 20 (1921) 249. Para este autor significaría el que dilapida los bienes confiados a él por la comunidad. 55 Luc_23:31; cf. Rom_11:21; Jer_25:29. 56 Pro_11:31. 57 Mat_6:25-34. 58 Cf.Mt5:7. 59 1Pe_2:193; 1Pe_4:15-17.