Daniel  11 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 45 versitos |
1 El año primero de Darío el medo, yo estuve allá para animarle y sostenerle.
2 Y ahora voy a darte a saber la verdad: Habrá todavía tres reyes en Persia, y el cuarto acumulará más riquezas que los otros; cuando por sus riquezas sea poderoso, se levantará contra el reino de Grecia."
3 Pero se alzará un rey valeroso que dominará con gran poder y hará cuanto quiera.
4 Y cuando esté en la altura, se romperá su reino y será dividido hacia los cuatro vientos; no será de sus descendientes ni ya tan poderoso como fue, pues será dividido y pasará a otros distintos de ellos."
5 El rey del mediodía vendrá, se hará fuerte, pero uno de sus jefes será más fuerte que él y dominará, siendo potente su dominación.
6 Al cabo de algunos años se aliarán, y la hija del rey del mediodía vendrá al rey del norte para restablecer la concordia, pero no conservará ella la fuerza de su brazo ni permanecerá él en su brazo; ella será entregada, y con ella los que la trajeron, con su padre y con el que entonces había sido su sostén."
7 Un retoño de sus raíces se alzará en su lugar y vendrá con ejército y entrará en las plazas fuertes del rey del norte; dispondrá de ellas y se hará poderoso."
8 Aun a sus dioses, sus imágenes fundidas y sus objetos preciosos de plata y oro los cogerá y se los llevará a Egipto. Estará luego algunos años alejado del rey del norte,
9 y éste marchará contra el rey del mediodía y se volverá a su tierra.
10 Su hijo saldrá a campaña y reunirá una muy fuerte muchedumbre de tropas, avanzará y se derramará como un torrente; se desbordará, pero se volverá, y llevará las hostilidades hasta la Fortaleza,"
11 El rey del mediodía se enfurecerá, y, saliendo, atacará al rey del norte, levantará una gran muchedumbre, y las tropas del rey del norte serán puestas en sus manos.
12 Esta muchedumbre se ensoberbecerá, y el corazón del rey se hinchará, derribará a muchos millares, pero no triunfará,
13 porque el rey del norte volverá con una muchedumbre más numerosa que la primera, y al cabo de algún tiempo marchará con un gran ejército y muchos aprestos.
14 Entonces se alzarán muchos contra el rey * del mediodía, y hombres violentos de su pueblo se rebelarán para cumplir la visión y sucumbirán.
15 El rey del norte avanzará y alzará baluartes y se apoderará de ciudades fuertes. Los ejércitos del mediodía no resistirán, faltos de fuerza para resistir.
16 El que avanza contra él hará lo que quiera y nadie podrá resistirle, y se quedará en lo mejor de la tierra, exterminando cuanto caiga en su mano.
17 Querrá adueñarse de todo el reino del mediodía, y le dará su hija por mujer con la intención de llevarle a la ruina; pero no sucederá esto, la cosa no le saldrá como quería."
18 Volverá sus ojos del lado de las islas y tomará muchas, pero un jefe pondrá fin al oprobio que sobre ellas quiso echar, y el oprobio recaerá sobre él.
19 Acogeráse luego a las fortalezas de su tierra, pero se tambaleará y caerá y no se le hallará.
20 El que le sucederá mandará al ornamento del reino un exactor, pero en pocos días será quebrantado, y no por ira ni por guerra.
21 Un hombre despreciable ocupará su puesto, sin estar investido de la dignidad real. Aparecerá de improviso y se apoderará del reino por la intriga.
22 Las tropas, que se derramarán como un torrente, quedarán sumergidas ante él y aniquiladas, así como también un príncipe de la alianza.
23 Después de haberse concertado con él, usará de engaños, se pondrá en marcha y con poca gente vencerá.
24 Entrará de improviso en los lugares más fértiles de la provincia y hará lo que no hicieron sus padres ni los padres de sus padres. Repartirá el botín, los despojos y las riquezas, y traerá designios contra las fortalezas; todo esto durante algún tiempo."
25 Al frente de un gran ejército empleará su fuerza y su ardor contra el rey del mediodía. El rey del mediodía se empeñará en la guerra con un ejército poderoso y muy numeroso, pero no le resistirá, porque le harán traición.
26 Los que comen su pan le quebrantarán y su ejército será destruido, cayendo muchos muertos.
27 Los dos reyes meditarán en su corazón hacerse mal, y, sentados a la misma mesa, hablarán falazmente, mas no les servirá de nada, porque llegará el fin al tiempo señalado.
28 Volverá a su tierra con grandes riquezas y será en su corazón hostil a la alianza santa, y obrará contra ella; luego se volverá a su tierra."
29 Al tiempo determinado marchará de nuevo contra el mediodía, pero esta última vez no sucederán las cosas como en la primera;"
30 vendrán contra él naves de Italia, y descorazonado, retrocederá. Luego, furioso contra la alianza santa, no se quedará inactivo, y volverá a concertarse con los que abandonaron la alianza santa.
31 A su orden se presentarán tropas que profanarán el santuario y la fortaleza, y harán cesar el sacrificio perpetuo, y alzarán la abominación desoladora.
32 Seducirá con sus halagos a los traidores a la alianza santa, pero el pueblo que conoce a Dios obrará con firmeza,
33 y los sabios entre ellos instruirán a la muchedumbre. Caerán de entre ellos por un tiempo a la espada, al fuego, al cautiverio y al pillaje,
34 y, mientras sucumben, tendrán poco socorro, y muchos se unirán a ellos hipócritamente.
35 Sucumbirán también algunos de los sabios para que sean depurados, purificados y blanqueados, hasta que llegue el fin, que no llegará sino al tiempo determinado.
36 El rey hará lo que quiera, y se gloriará por encima de todos los dioses, y del Dios de los dioses dirá cosas increíbles. Prosperará hasta que llegue la ira a su consumación, porque lo que está decretado se cumplirá.
37 No respetará ni aun al dios de sus padres ni a la delicia de las mujeres; no respetará dios alguno, porque se glorificará a sí mismo por encima de todos."
38 Honrará en su lugar al dios de las fortalezas, dios que no conocieron sus padres; le honrará con oro y plata, con piedras preciosas y cosas de gran valor."
39 A ese dios extraño dedicará las plazas fuertes, y colmará de honores a los que le reconozcan, y los hará dominar sobre muchos, distribuyéndoles tierras en merced.
40 Al fin de los tiempos, el rey del mediodía chocará con el del norte, y el rey del norte caerá sobre él como una tempestad, con carros y jinetes y numerosas naves; avanzará por las tierras, se derramará como un torrente y se desbordará."
41 Entrarán en la tierra gloriosa y sucumbirán muchos, pero Edom, Moab y los príncipes de los hijos de Amón se librarán de sus manos.
42 Extenderá su mano sobre muchas tierras, y no escapará la de Egipto;"
43 se adueñará de tesoros de oro y plata y de todas las preciosidades de Egipto; libios y etíopes le seguirán."
44 Pero nuevas venidas del oriente y del norte le asustarán, y partirá muy enfurecido, con ánimo de exterminar a muchos.
45 Alzará la tienda de su palacio entre los mares y el monte glorioso y santo. Mas luego llegará su fin sin que nadie pueda socorrerle.

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Introducción a Daniel 

Times New Roman ;;;;
Daniel.
Introducción.

Vida Del Profeta.
El protagonista del libro de Daniel es un personaje de la nobleza judía, llamado en hebreo Dani'el (Dios es mi juez), el cual de niño fue llevado cautivo a Babilonia por Nabucodonosor en el 605 a.C. (tercer año del reinado de Joaquim) 1. Educado con otros dos jóvenes judíos en la corte· babilonia en calidad de paje, llegó a granjearse la amistad de Nabucodonosor después de haberle revelado el sentido de un misterioso sueño profético 2. Consiguió así ocupar altos puestos en la corte babilónica, siendo objeto de conspiraciones de los altos funcionarios, que estaban celosos de su privilegiada posición palaciega 3. Según el relato bíblico, Daniel vivió por lo menos hasta el tercer año de Ciro (536 a.C.) 4.
En Ezequiel aparece un sabio, modelo de virtud y de rectitud moral, llamado Daniel, y que se supone vivió en tiempos antiguos con Noé y Job 5. En las listas posteriores a la cautividad encontramos de nuevo el nombre de Daniel 6.

Contenido y estructura del libro.
Según el texto de los LXX y de la Vg, el libro incluye dos grandes secciones: una protocanonica, escrita en hebreo y arameo, que comprende los doce primeros capítulos, y otra deuterocanónica, que incluye los c.13 y 14 y el fragmento lírico 3:24-90. La parte protocanónica se divide en dos partes por el contenido: a) histórica 1:1-6:29(28); b) profético-visionaria (7:1-12:13).

A) Sección protocanónica
:
1. Parte histórica: 1:1-6:29(28).
a) Introducción histórica: Daniel en la corte real: 1:1-21.
b) Sueño de Nabucodonosor e interpretación: 2:1-40.
c) Los tres niños en el horno: 3:1-30(97).
d) Locura de Nabucodonosor y curación: 3:31(98)-4:34.
e) Banquete de Baltasar: 5:1-30(31).
f) Daniel en el foso de los leones: 6:1-29(28).

Parte profético-visionaria: 7:1-12:13. Visión de las cuatro bestias: 7:1-28. Visión del carnero y del macho cabrío: 8:15-28. Visión de las setenta semanas: 9:1-27. Visión sobre la suerte futura del pueblo: 10:1-12:13.

B) Sección deuterocanónica
: 3:24-90; 13:1-14:42
a) Oración de Azarías y cántico de los tres niños: 3:24-90.
b) Historia de Susana: 13:1-64.
c) Historia de Bel y el dragón: 13:65-14:42.

Las perspectivas históricas de las dos grandes secciones (histórica y prof ética) difieren grandemente entre sí, ya que la primera (histórica) tiene por fondo hechos de la época del imperio babilónico y persa, mientras que la segunda (profética) supone el ambiente histórico de la época de los Seléucidas (s.II a.C.); son tiempos de persecución de los fieles israelitas, y el profeta los consuela con perspectivas próximas salvadoras.

Problema lingüístico.
El libro de Daniel, como hoy lo tenemos, está escrito en tres lenguas: a) hebrea: 1:1-2:4a y 8:1-12:13; b) aramea: 2:4b-7:28; c) griega: 3:24-90; 13:1-14:42. Las partes escritas en hebreo y arameo aparecen en el TM, mientras que la parte griega sólo en los LXX.
Esta diversidad lingüística plantea un problema no fácil de resolver, ya que no se ve la razón de por qué la parte histórica - homogénea por el contenido - esté escrita en hebreo y en arameo, y lo mismo, por qué el c.7, de contenido visionario y muy ligado al c.8, esté en arameo, mientras éste está en hebreo, y por qué el c.1 está en dos lenguas. Se han propuesto diversas soluciones, pero ninguna es totalmente convincente.
Unos suponen que primitivamente fue escrito todo en arameo y que después, para ocultar al vulgo el contenido misterioso de los capítulos visionarios, se los tradujo al hebreo, lengua accesible sólo a los eruditos e iniciados. Pero entonces queda el misterio de por qué el c.7, de contenido visionario, está en lengua vulgar aramea. Y, al mismo tiempo, por qué el c.1, de contenido histórico, está en hebreo, y lo mismo los v.1 y 2a del c.2.
Otros proponen la hipótesis contraria: originariamente habría sido escrito todo el libro (protocanónico) en hebreo; después se tradujo parte al arameo, dejando en hebreo la parte visionaria apocalíptica y el c.1, para que así tuviera más fácil acceso al canon judaico.
No faltan quienes suponen que el autor de todo el libro redactó desde el principio unas partes en hebreo y otras en arameo por razones que no conocemos. Lo más fácil es suponer que el libro, tal como ahora lo tenemos, es una recopilación de textos que corrían indistintamente en hebreo o arameo, y un redactor los juntó tal como los encontró. Así, pues, podemos concebir que corrían hojas sueltas con las narraciones históricas y visionarias, unas en hebreo y otras en arameo (sin que sepamos cuál era la lengua original), y que el compilador las reunió tal como las halló.
En todo caso es de notar que, a pesar de la diversidad de lenguas, existe una sustancial unidad de desarrollo lógico en todos los capítulos, lo que prueba que las dos lenguas son expresión de dos recensiones distintas, que, encontradas fragmentariamente en cada lengua, fueron juntadas por el compilador para completar el contenido ideológico.
Las partes deuterocanónicas, que, aunque están en griego, parecen ser traducción de un original arameo o hebreo 7, fueron añadidas después a la compilación del TM.

Composición y autenticidad.
Si complejo es el problema lingüístico del libro de Daniel, no lo es menos el de su origen y autenticidad. Dos son las opiniones sobre el origen y composición del libro de Daniel. Una que podemos llamar tradicional, según la cual el libro de Daniel, tal como hoy ha llegado a nosotros, es obra del propio protagonista del libro, Daniel. Es la tesis de la tradición judaica, aunque en el canon judaico el libro no haya figurado entre los profetas, sino entre los hagiografos.
Flavio Josefo dice que el libro de Daniel fue presentado a Alejandro Magno en Palestina para que viese en él cumplidas las antiguas profecías 8. En el libro I de los Macabeos parece se alude al de Daniel 9. Jesucristo cita profecías del libro de Daniel10. Por otra parte, el autor del libro parece conocer bien el ambiente cortesano de Babilonia y las costumbres de la época (suplicio de fuego y de las fieras).
Los críticos modernos, en general, no admiten que el libro de Daniel sea obra del famoso protagonista que vivía en la época babilónica, por razones históricas y lingüísticas. En efecto, al describir el autor los hechos del tiempo del imperio babilónico, incurre en una serie de inexactitudes históricas, difícilmente explicables en un· autor contemporáneo de los hechos. Así, a Baltasar se le presenta como hijo de Nabucodonosor, cuando en realidad fue hijo de Nabónides 11, el cual no era descendiente directo de Nabucodonosor. Por otra parte, aparece un misterioso personaje, llamado Darío el Medo, gobernador de Babilonia antes de Ciro 12. Además, en 9:1 se le llama hijo de Asuero (Jerjes). Así, pues, de un lado, el autor supone un gobernante medo, sucesor del rey babilonio y antecesor al persa, Ciro, y del otro aparece como hijo de un rey persa muy posterior a Ciro.
Por otra parte, los lexicólogos insisten en que el hebreo del libro de Daniel es tardío, posterior al del siglo VI a.C., y el arameo parece también posterior al de los papiros egipcios de Elefantina, del siglo V a.C. 13 Además, hay unas 15 palabras persas y tres de origen griego, lo que hace suponer una época de composición posterior al siglo VI.
Se insiste también en el hecho de que este libro de Daniel no figure en el canon judaico entre los pro/éticos, sino entre los hagiógrafos, y, por otra parte, en el elogio que el autor del Eclesiástico hace de los padres del A.T. no cita a Daniel como personaje famoso y digno de veneración, mientras cita a Isaías, a Jeremías y a Ezequiel14.
En contraste con las imprecisiones e inexactitudes de la parte histórica relativa al período babilónico-persa están las alusiones concretas históricas de la parte visionaria, donde el fondo histórico lo constituyen ciertamente las vicisitudes de la comunidad judía frente a la persecución de los Seléucidas sirios. En vez de perspectivas vagas, como es habitual en los escritos profetices, los c.7-9 Y sobre todo, el n nos dan una serie de puntualizaciones de tipo histórico que coinciden claramente con los hechos que conocemos de la lucha de los Seléucidas contra el pueblo judío y de las relaciones de aquéllos con los Ptolomeos de Egipto. Por estas razones, la mayor parte de los críticos actuales suponen que el libro de Daniel ha sido redactado en el siglo n, cuando la comunidad judía vivía bajo la persecución de Antíoco IV Epífanes (171-164 a.C.)15. Más en concreto, el libro parece redactado entre la profanación del templo de Jerusalén por Antíoco IV (168 a.C.) y su nueva consagración por Judas Macabeo (165 a.C.). Al menos, la última redacción del libro parece debe colocarse en esta época, sin que esto quite la posibilidad de que el redactor haya utilizado tradiciones y documentos más antiguos. Entre los autores católicos de nota, esta tesis está bastante generalizada 16.

Carácter apocalíptico del libro.
El P. Lagrange, al explicar las profecías mesiánicas del libro de Daniel, dice taxativamente: El libro que lleva el nombre de Daniel es el primero y más perfecto de los apocalípticos 17. Realmente, este libro difiere mucho de los escritos proféticos que hasta ahora hemos examinado, y quizá por ello en el canon judaico se le incluya entre los hagiógrafos y no entre los proféticos. Propio de los escritos apocalípticos es el aludir a hechos concretos históricos con profusión de imágenes simbólicas y desorbitadas. En los apocalípticos apócrifos del judaísmo, que empiezan a pulular desde el siglo III a.C., el autor se apropia el nombre de algún famoso personaje del A.T. (Henoc, Elias, Isaías) y transmite de parte de Dios revelaciones (áðïêÜëõøç) relativas a hechos presentes y futuros del pueblo judío. Esas revelaciones contienen dos partes: una anterior al autor del libro, en la que bajo forma externa profética se describen hechos históricos concretos (se relatan hechos pasados como si fueran futuros), y otra parte relativa a hechos que han de suceder realmente en el futuro, los cuales se describen con imágenes nebulosas, sin concretar detalles. Las ideas se pierden en una maraña de imaginación desorbitada.
En el libro de Daniel encontramos, en efecto, una parte histórica, en la que se estratifican los imperios que se suceden desde el babilonio al seléucida, pasando por el persa y el griego de Alejandro Magno. Todos se suceden históricamente según el plan providencial de Dios, hasta que llega el momento crucial de la aparición del reino de los santos, la inauguración mesiánica, precedida de una gran tribulación. Después la perspectiva del futuro es vaga e imprecisa, ya que se superponen los planos históricos y se confunden los hechos, pues, de un lado, se anuncia la inauguración mesiánica, y del otro, la resurrección de los cuerpos de los justos 18, es decir, según nuestra perspectiva evangélica, se confunden el plano de la iniciación del reino de los santos (era mesiánica) y la consumación del estadio terrestre, que culmina en la inauguración de la etapa mesiánica definitiva celeste. Así, lo escatológico se mezcla con lo histórico, porque la visión del futuro está totalmente diluida, sin contornos.
En esta parte segunda visionaria de Daniel, la perspectiva de una inminente irrupción de la era mesiánica lo domina todo. El profeta tiene prisa en acelerar los acontecimientos para consolar a sus contemporáneos, oprimidos por la persecución seléucida. Por eso presenta como inmediata la inauguración de los tiempos mesiánicos, y por otra parte destaca como modelo de fidelidad a las tradiciones judías al gran protagonista Daniel, fiel en todas las persecuciones sufridas en un ambiente pagano. Así, el libro tiene la finalidad de edificar piadosamente y la de consolar a los que sufren, presentando como inminentes las perspectivas mesiánicas.
Pero el carácter apocalíptico del libro de Daniel difiere totalmente del de los apócrifos en la elevación de pensamientos y al prescindir de fantasías cosmogónicas y de nociones ultranaciona-listas. El hagiógrafo ha creído conveniente utilizar este procedimiento literario apocalíptico para expresar sus ideas religiosas sobre la necesidad de ser fieles a la Ley de Dios y sobre el triunfo definitivo de Dios sobre los enemigos que históricamente se oponen a la implantación del reino de los santos.
San Juan utilizará este mismo procedimiento apocalíptico para presentar las grandes ideas del triunfo de Cristo sobre los anticristos, que se oponen a la expansión de su Iglesia en la historia. El vidente de Patmos utilizará mucho la imaginería del libro de Daniel, dando un sentido neo-testamentario. La finalidad, pues, de ambos libros es la misma, colocándose cada autor en su perspectiva vieja o neo-testamentaria. Y ambos autores no han creído indigno de la palabra de Dios este vehículo de transmisión apocalíptico, muy en consonancia con las modas literarias de su época en los medios culturales judaicos.

Texto y versiones.
El texto de las partes aramea y hebraica del TM es bastante deficiente. Muchas veces las antiguas versiones, que reflejan otro texto original premasorético, resultan más claras en determinados pasajes. Las indicaciones cronológicas que preceden a algunos capítulos son consideradas por algunos críticos como adiciones de escribas. La versión más antigua de estas partes aramaico-hebreas es la de los LXX, que parece ser del siglo 11 a.C. Como difiere bastante del TM, la Iglesia nunca aceptó oficialmente la versión de los LXX 19. Muchos autores creen que estas divergencias proceden de que el traductor tenía delante un texto diferente del TM.
La versión de los LXX fue desplazada por la de Teodoción, que es más concisa. Algunos críticos consideran la versión de Teodoción como una revisión de otra versión griega más antigua 20. Los papiros Chester Beatty (del s.11 d. C.) contienen la versión de los LXX. La Vg está hecha sobre un texto hebreo-aramaico muy afín al TM; pero San Jerónimo en la versión tiene en cuenta las versiones precedentes latinas y la griega de Teodoción. Para las partes deuterocanónicas, San Jerónimo se limitó a revisar una versión anterior muy afín a la de Teodoción.

Canonicidad.
En el TM, el libro de Daniel está, como hemos indicado, entre los hagiógrafos. En los LXX y la Vg está inmediatamente después del libro de Jeremías. San Jerónimo, en su famoso Prologus galeatus, sigue el orden del canon judío reflejado en el TM 21. Sin embargo, hay indicios de que aun entre los judíos se enumeraba el libro de Daniel entre los profetas 22. En la Iglesia cristiana no ha habido ninguna dificultad en la admisión del libro en el canon, si bien respecto de las partes deuterocanónicas hubo algunas dudas, como ocurrió respecto de todos los libros escritos en griego 23.

Doctrina teológica.
Como hemos dicho antes, este libro tiene una doble finalidad parenética: exhortar a la fidelidad a la Ley de los padres, presentando para ello el ejemplo insigne de fidelidad a Dios de Daniel en la corte corrompida e idolátrica de Nabucodonosor, y consolar en las tribulaciones presentes, presentando como inminente la inauguración de los tiempos mesiánicos, el reino de los santos, en el que desaparecería totalmente el pecado, para dar paso a la justicia perfecta. Se presenta al Dios de los judíos (nunca se le llama Yahvé) como el Dios único, omnipotente, omnisciente, que protege a sus siervos y aun los libera milagrosamente en premio a su fidelidad.
El Dios de Israel es el que dirige el curso de la historia universal, de forma que la sucesión de los imperios paganos no es sino el cumplimiento de los designios eternos de Dios en orden a la manifestación del reino de los santos. Este determinismo providencia-lista aparece en el grandioso esquema histórico, en el que el autor de Daniel nos presenta el gran combate entre Dios, que quiere establecer su reino, y los poderes históricos - encarnados en los grandes imperios - , que se oponen a su instauración. Esta visión esquemática de la historia no tiene otra finalidad que destacar la grandeza de la inauguración mesiánica, obra culminante de la omnipotencia divina. Dios habita en los cielos y gobierna el mundo por medio de ciertos agentes espirituales-angélicos, que ayudan y protegen al que es fiel a la Ley divina.
El mesianismo del libro de Daniel está totalmente dominado por la idea escatológica, en conformidad con el género apocalíptico adoptado para su formulación. Todos los imperios históricos son derrocados, para ser suplantados por el reino de los santos, que es la piedra caída del monte, no por mano del hombre 24, y el Hijo del hombre 25, que recibe el señorío, la gloria y el imperio del antiguo de días, que no es otro que el mismo Dios eterno, que preside los aconteceres de la historia humana, particularmente la suerte de los imperios.
El reino de los santos será el reinado de la justicia 26 y se extenderá a toda la tierra. No se habla de bendiciones terrenales, sino de manifestaciones puramente espiritualistas. Pero, en la mente del profeta, el estadio terrestre y celeste de la era mesiánica parecen confundirse, superponiéndose los planos históricos y metahistóricos; por eso anuncia la resurrección de los muertos (los justos israelitas) para que éstos asistan a la manifestación de la plena era mesiánica. Es un caso de falta de perspectiva en el tiempo. Los profetas viven de la esperanza de las grandes realizaciones mesiánicas, y, en su afán de acelerar su cumplimiento, juntan las perspectivas, quemando las etapas históricas.

1 Dan 1:1. Según Flavio Josefo, pertenecía a la familia real de Sedéelas (Ant. 10.10:1), - 2 Dan 2:195. - 3 Dan 6:1s. - 4 Dan 10:1. - 5 Cf. Ez 14:4.20; 28:3. Muchos autores creen que el Dn'l de Ezequiel es el famoso sabio de Ras Samra Danel. Cf. P. Joüon: Bi (1938) 283-5; P. Heinisch, Das Buch Ezechiel 77; L. Dennefeld, Daniel 631. - 6 Cf. Esd 8:2; Neh_10:7. - 7 En los recientes hallazgos de Qumrán se ha descubierto un texto hebreo. - 8 Flavio Josefo, Ant. 10:11:4.7; 112Cr_8:5. - 9 Cf. 1 Mac 2:595 y Dan 3:1-30; 6:11-29; 1 Mac 1:54 y Dan 9:27. - 10 Cf. Mt 24:15: abominationem desolationis quae dicta est a Daniele propheta (Dan 9:27). - 11 Dan 5.2. - 12 Dan6:1; 9:1. - 13 Cf. G. R. Driver: JBL (1926) p.115. - 14 Cf. Eclo49. - 15 El primero que propuso esta hipótesis fue el neoplatónico Porfirio (t 304 d·C.). Entre los críticos modernos, esta opinión fue seguida por Eichhorn, Ewald, Hitzig, Driver, etc. - 16 Se inclinan por esta solución M. J. Lagrange, Les prophéties messianiques de Daniel: RB (1904) 4945; bigot, art. Daniel: Dthc IV (1911) colóos; E. Bayer, Danielstudien (1912); L. Dennefeld, Daniel: La Sainte Bible, VII p.ósS; Gottsberger, Das Buck Daniel p.12; Charlier, La lecture chrétienne de la Bible ñ,ÀæÂ. - 17 Ì. J. Lagrange, art. cit, p.494. - 18 Dan 12:2. - 19 Cf. San Jerónimo, Prol. in Dan,: PL 25:493; In Dan. 4:5: PL 25:514. - 20 Cf. H. B. Swete, Introduction to the Oíd Testament in Greek p.48. - 21 Cf. San Jerónimo, Praef. in libros Samuel et Malachiam: PL 28,5533. - 22 Cf. Flavio Josefo, Contra Apion. 1:8: Canon de Meliton de Sardes (Euseb., Hist. Eccl 4:26: PG 20:396; R. De Journel, Ench. Patr. 190); Orígenes (Euseb., Hist. Eccl 6:25: PG 20,25; R. De Journel, Ench. Patr. 484). - 23 Cf. San Jerónimo, Prol. Galeatus: PL 28,596 (600-602); Ep. 53 ad Paul n.8: PL 22:545s. - 24 Dan 2:45. - 25 Dan 7:13. - 26 Dan 9:243.

Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

Daniel  11,1-45

11. Las luchas entre Siria y Egipto. Persecución de los Judíos.
En este capítulo encontramos explicitados al detalle hechos que en los capítulos anteriores fueron anunciados de un modo más general. Aunque no se dan nombres concretos - según el estilo de la literatura apocalíptica - , sin embargo, los detalles que se describen son tales, que no es difícil identificarlos históricamente. La narración empieza de modo más genérico, con alusiones al reino de Persia y de Grecia, para centrarse en las relaciones minuciosas de los dos reinos - seléucida de Siria y lagida de Egipto - que tenían más trascendencia en la vida política y religiosa del pueblo judío.

Luchas entre los reyes de Siria y de Egipto (1-19).
1 El año primero de Darío el medo, yo estuve allá para animarle y sostenerle. 2 Y ahora voy a darte a saber la verdad: Habrá todavía tres reyes en Persia, y el cuarto acumulará más riquezas que los otros; cuando por sus riquezas sea poderoso, se levantará contra el reino de Grecia. 3 Pero se alzará un rey valeroso que dominará con gran poder y hará cuanto quiera. 4 Y cuando esté en la altura, se romperá su reino y será dividido hacia los cuatro vientos; no será de sus descendientes ni ya tan poderoso como fue, pues será dividido y pasará a otros distintos de ellos. 5 El rey del mediodía vendrá, se hará fuerte, pero uno de sus jefes será más fuerte que él y dominará, siendo potente su dominación. 6 Al cabo de algunos años se aliarán, y la hija del rey del mediodía vendrá al rey del norte para restablecer la concordia, pero no conservará ella la fuerza de su brazo ni permanecerá él en su brazo; ella será entregada, y con ella los que la trajeron, con su padre y con el que entonces había sido su sostén. 7 Un retoño de sus raíces se alzará en su lugar y vendrá con ejército y entrará en las plazas fuertes del rey del norte; dispondrá de ellas y se hará poderoso. 8 Aun a sus dioses, sus imágenes fundidas y sus objetos preciosos de plata y oro los cogerá y se los llevará a Egipto. Estará luego algunos años alejado del rey del norte, 9 y éste marchará contra el rey del mediodía y se volverá a su tierra. 10 Su hijo saldrá a campaña y reunirá una muy fuerte muchedumbre de tropas, avanzará y se derramará como un torrente; se desbordará, pero se volverá, y llevará las hostilidades hasta la Fortaleza, 11 El rey del mediodía se enfurecerá, y, saliendo, atacará al rey del norte, levantará una gran muchedumbre, y las tropas del rey del norte serán puestas en sus manos. 12 Esta muchedumbre se ensoberbecerá, y el corazón del rey se hinchará, derribará a muchos millares, pero no triunfará, 13 porque el rey del norte volverá con una muchedumbre más numerosa que la primera, y al cabo de algún tiempo marchará con un gran ejército y muchos aprestos. 14 Entonces se alzarán muchos contra el rey * del mediodía, y hombres violentos de su pueblo se rebelarán para cumplir la visión y sucumbirán. 15 El rey del norte avanzará y alzará baluartes y se apoderará de ciudades fuertes. Los ejércitos del mediodía no resistirán, faltos de fuerza para resistir. 16 El que avanza contra él hará lo que quiera y nadie podrá resistirle, y se quedará en lo mejor de la tierra, exterminando cuanto caiga en su mano. 17 Querrá adueñarse de todo el reino del mediodía, y le dará su hija por mujer con la intención de llevarle a la ruina; pero no sucederá esto, la cosa no le saldrá como quería. 18 Volverá sus ojos del lado de las islas y tomará muchas, pero un jefe pondrá fin al oprobio que sobre ellas quiso echar, y el oprobio recaerá sobre él. 19 Acogeráse luego a las fortalezas de su tierra, pero se tambaleará y caerá y no se le hallará.

La frase del í. é el año primero de Darío el medo parece glosa de un escriba que quiere datar la profecía al estilo de otros capítulos anteriores 1. El texto exige continuar el relato anterior, en que está hablando el ser refulgente que es la personificación del designio de Dios en la historia, el cual es ayudado por Miguel, el valedor de los derechos del pueblo judío. Va a explicitar lo que antes dijo, empezando por la historia de los reyes de Persia. Los cuatro reyes de Persia de que habla, parecen ser: Ciro (550-529), Cambises (529-521), Darío Histaspes (521-485), y el cuarto, famoso por sus riquezas, que hará la guerra a Grecia, es Jerjes (485-465), el cual en 480 intentó invadir el continente europeo para derrotar a Grecia 2. Aunque los persas fueron derrotados en el sigloV reiteradamente por los valerosos griegos (en Platea, Salamina, Maratón), sin embargo, el que dará el golpe de gracia al imperio persa es Alejandro Magno, que es el rey valeroso del í.3. Pero su imperio será efímero, pues en el cénit de sus victorias militares y en plena juventud morirá en Babilonia en 323 a.C., siendo dividido su reino hacia los cuatro vientos, es decir, entre los cuatro generales o Diadocos 3. Ninguno de ellos será de sus descendientes (v.4). En efecto, los dos hijos de Alejandro fueron asesinados unos trece años después de la muerte del gran macedonio4. Por otra parte, el imperio desmembrado nunca llegó a ser tan poderoso como en tiempo de Alejandro. El hagiógrafo, después de enumerar a grandes rasgos la historia de Persia y de Grecia bajo Alejandro, pasa a hablar detalladamente de las incidencias político-militares dé dos de los sucesores del caudillo macedonio (los Seléucidas de Siria y los Lagidas de Egipto), porque afectan a la trayectoria histórica del pueblo judío. El rey del mediodía es el de los Ptolomeos de Egipto; luchará denodadamente por la posesión de Palestina, que se hallaba en la encrucijada geográfica de ambos reinos rivales. En la distribución del imperio de Alejandro, Egipto y Libia quedaron bajo la égida del general Ptolomeo I, hijo de Lagos (de ahí el nombre de lagida dado a su dinastía). Desde el 322 al 306 a.C. gobernó sus provincias con la categoría de estratega, pretendiendo después el título de rey. Es el rey del mediodía de que habla el v.5.
Uno de sus jefes o generales llegó a ser más fuerte que él. Se trata del general Seleuco Nicator, a quien en principio le correspondió la satrapía de Babilonia y Siria en la convención de Triparadisus del 321 a.C.; pero por las intrigas de Antígono (a quien había correspondido el Asia Menor) tuvo que refugiarse en Egipto, sirviendo como general de Ptolomeo I Lagos. Después de la batalla de Gaza en 312 y después de recuperar su satrapía de Babilonia, fundó un reino propio en Siria (de su nombre Seleuco se llamará la dinastía de Siria de los Seléucidas) 5. Su dominación fue creciendo desmesuradamente al vencer a su contrincante Antígono en Ipso (301 a.C.); y su reino comprendía entonces desde Frigia y Capadocia hasta el Indus, siendo en realidad un gran imperio, cuya capital desde el año 300 es Antioquía de Siria.
Naturalmente, al punto surgieron los choques con los Lagidas de Egipto. El hagiógrafo, deseoso de centrar su narración en la época de los Macabeos, pasa por alto las incidencias habidas entre el sucesor de Seleuco I (Antíoco I Soter: 281-261/60) y los Lagidas, diciendo que después de algunos años (v.6) se entablaron conversaciones diplomáticas para poner fin a las hostilidades. Para ello, Ptolomeo II Filadelfo (285-246) intentó casar a su hija Berenice con su rival Antíoco II Theos (261/60-247/46) de Siria, pero poniendo como condición que éste se divorciara de su mujer Laodice, y, en consecuencia, los hijos habidos de ésta renunciaran a la herencia del trono. Con ello, Ptolomeo creía poder un día anexionarse el imperio de Siria.
Pero, a la muerte de éste, Antíoco II de Siria se divorció de Berenice, tomando su antigua mujer. Es a lo que alude el v.6, al decir que la hija del rey del mediodía no conservará la fuerza de su brazo. Y esto es un eco de la famosa frase de la mezcla de hierro y de arcilla de los pies de la estatua de diversos metales del c.2, donde en el v.43 se habla de alianza humana. La afrenta fue vengada por un retoño de sus raíces (v.7), es decir, un hermano de ella, llamado Ptolomeo III Evergetes (264-221), que emprendió una campaña contra el ejército de Seleuco II Calínico de Siria (246-226), sucesor de Antíoco II. El rey del mediodía (Egipto) se apoderó de las plazas fuertes del rey del norte (v.7), es decir, de Seleucia, puerto de Antioquía de Siria, llegando hasta Babilonia y volviendo después a Egipto con un gran botín (v.8).
Después de unos años de paz entre Siria y Egipto, el rey del norte (Siria), Seleuco II Calínico, dirigió una campaña de revancha contra el rey del mediodía (Egipto), pero fue derrotado, y tuvo que volverse a su tierra defraudado (v.8). Pero su hijo Antíoco III el Graude (223-187)6 atacó Palestina, que estaba bajo el dominio de Ptolomeo -IV Filopator (221-203), rey de Egipto. Al principio, aquél tomó la mayor parte del país (avanzará, se derramará como un torrente., v.10), pero al fin fue derrotado en Rafia (217 a.C.) (la Fortaleza del rey de Egipto), con lo que Palestina volvió a quedar bajo la férula de los Ptolomeos. Entonces el rey del mediodía, Ptolomeo Filopator, tomará la revancha después de haber reunido una gran muchedumbre de ejército (70.000 de infantería, 5.000 de caballería y 73 elefantes), y derrotará al rey del norte, cuyo ejército estaba formado por 62.000 soldados de infantería, 6.000 de a caballo y 102 elefantes.
Palestina quedó de nuevo bajo Egipto. Pero el rey de Egipto no supo aprovechar su victoria, mientras que Antíoco III el Grande, después de haber tenido espectaculares victorias en Persia y Asia
Menor, reunió un gran ejército y atacó de nuevo a Egipto (v.13), llegando hasta Gaza, en la misma frontera egipcia, siendo favorecido por las luchas intestinas habidas en Egipto bajo la minoría de edad de Ptolomeo V Epífanes (203-181), hijo de Ptolomeo IV (v.14)7·
A los insurrectos egipcios se les sumaron hombres violentos (v.14), que parecen ser los del partido de Tobías Amonita, que en su lucha contra los judíos favorecían a los Seléucidas de Siria, pues los egipcios eran tolerantes 8. Con su conducta hostil a los judíos cumplirán la visión relativa a la persecución de la época macabea, tal como está en el libro de Daniel (v.14). El rey del norte, Antíoco el Grande, vencerá a los ejércitos del mediodía (Egipto) en la famosa batalla de Banias (Cesárea de Filipo de los Evangelios) en 198 a.C. Como consecuencia de esta victoria, el rey de Siria se quedará con lo mejor de la tierra, que es la tierra hermosa del 8:9, es decir, Palestina 9. Queriendo dominar Egipto, ofreció su hija (v.16), Cleopatra, al rey de Egipto Ptolomeo V. No quería atacar militarmente a Egipto, porque entonces había de chocar con el poder del imperio romano, cuyos embajadores, venidos a Egipto para llevar la noticia de la victoria sobre Aníbal, le habían dicho en Alejandría a Antíoco III el Grande que no tocase el reino de Ptolomeo V.
El rey de Siria logró casar a su hija con Ptolomeo V, celebrándose las bodas en Rafia, donde poco antes había sido derrotado. Pero, a pesar del éxito inicial diplomático, la cosa no le saldrá como quería (v.17), porque su hija seguirá más bien una política favorable a su marido. Empujado por sus éxitos, quiso extender su dominio a las islas (v.18) o costas del Mediterráneo. En efecto, en 197 a.C. ocupó el Asia Menor y en 192 a.C. desembarcó en Grecia, apoderándose de la parte situada al norte de Corinto. Pero en 191 a.C. le salió al paso el ejército romano, venciéndole en las Termopilas y después definitivamente en Magnesia, bajo las órdenes de Lucio Cornelio Escipión el Asiático. Con esta victoria, el caudillo romano le devolverá el oprobio (v.18) o insulto que Antíoco el Grande había hecho a los embajadores de Roma, que le reprochaban el haber recibido al vencido Aníbal10. Después de la derrota de Magnesia tuvo Antíoco III el Grande que abandonar el Asia Menor, retirándose a las fortalezas de su tierra de Siria (v.18); hasta que al fin caerá asesinado en Elimaide por haber querido apoderarse del tesoro del templo (187 a.C.).

La persecución de los judíos (20-45).
20 El que le sucederá mandará al ornamento del reino un exactor, pero en pocos días será quebrantado, y no por ira ni por guerra. 21 Un hombre despreciable ocupará su puesto, sin estar investido de la dignidad real. Aparecerá de improviso y se apoderará del reino por la intriga. 22 Las tropas, que se derramarán como un torrente, quedarán sumergidas ante él y aniquiladas, así como también un príncipe de la alianza. 23 Después de haberse concertado con él, usará de engaños, se pondrá en marcha y con poca gente vencerá. 24 Entrará de improviso en los lugares más fértiles de la provincia y hará lo que no hicieron sus padres ni los padres de sus padres. Repartirá el botín, los despojos y las riquezas, y traerá designios contra las fortalezas; todo esto durante algún tiempo. 25 Al frente de un gran ejército empleará su fuerza y su ardor contra el rey del mediodía. El rey del mediodía se empeñará en la guerra con un ejército poderoso y muy numeroso, pero no le resistirá, porque le harán traición. 26 Los que comen su pan le quebrantarán y su ejército será destruido, cayendo muchos muertos. 27 Los dos reyes meditarán en su corazón hacerse mal, y, sentados a la misma mesa, hablarán falazmente, mas no les servirá de nada, porque llegará el fin al tiempo señalado. 28 Volverá a su tierra con grandes riquezas y será en su corazón hostil a la alianza santa, y obrará contra ella; luego se volverá a su tierra. 29 Al tiempo determinado marchará de nuevo contra el mediodía, pero esta última vez no sucederán las cosas como en la primera; 30 vendrán contra él naves de Italia, y descorazonado, retrocederá. Luego, furioso contra la alianza santa, no se quedará inactivo, y volverá a concertarse con los que abandonaron la alianza santa. 31 A su orden se presentarán tropas que profanarán el santuario y la fortaleza, y harán cesar el sacrificio perpetuo, y alzarán la abominación desoladora. 32 Seducirá con sus halagos a los traidores a la alianza santa, pero el pueblo que conoce a Dios obrará con firmeza, 33 y los sabios entre ellos instruirán a la muchedumbre. Caerán de entre ellos por un tiempo a la espada, al fuego, al cautiverio y al pillaje, 34 y, mientras sucumben, tendrán poco socorro, y muchos se unirán a ellos hipócritamente. 35 Sucumbirán también algunos de los sabios para que sean depurados, purificados y blanqueados, hasta que llegue el fin, que no llegará sino al tiempo determinado. 36 El rey hará lo que quiera, y se gloriará por encima de todos los dioses, y del Dios de los dioses dirá cosas increíbles. Prosperará hasta que llegue la ira a su consumación, porque lo que está decretado se cumplirá. 37 No respetará ni aun al dios de sus padres ni a la delicia de las mujeres; no respetará dios alguno, porque se glorificará a sí mismo por encima de todos. 38 Honrará en su lugar al dios de las fortalezas, dios que no conocieron sus padres; le honrará con oro y plata, con piedras preciosas y cosas de gran valor. 39 A ese dios extraño dedicará las plazas fuertes, y colmará de honores a los que le reconozcan, y los hará dominar sobre muchos, distribuyéndoles tierras en merced. 40 Al fin de los tiempos, el rey del mediodía chocará con el del norte, y el rey del norte caerá sobre él como una tempestad, con carros y jinetes y numerosas naves; avanzará por las tierras, se derramará como un torrente y se desbordará. 41 Entrarán en la tierra gloriosa y sucumbirán muchos, pero Edom, Moab y los príncipes de los hijos de Amón se librarán de sus manos. 42 Extenderá su mano sobre muchas tierras, y no escapará la de Egipto; 43 se adueñará de tesoros de oro y plata y de todas las preciosidades de Egipto; libios y etíopes le seguirán. 44 Pero nuevas venidas del oriente y del norte le asustarán, y partirá muy enfurecido, con ánimo de exterminar a muchos. 45 Alzará la tienda de su palacio entre los mares y el monte glorioso y santo. Mas luego llegará su fin sin que nadie pueda socorrerle.

El sucesor de Antíoco III el Grande, Seleuco IV Filopator (187-175), enviará a un exactor (v.20), Heliodoro, ministro de finanzas, a Jerusalén para apoderarse del tesoro del templo 11, como lo había hecho su padre en el templo de Elimaide. Necesitado de dinero después de la gran derrota ante los romanos, y para cumplir lo pactado en la paz de Apamea, el sucesor de Antíoco III el Grande se decidió a llenar sus arcas en Palestina, el ornamento del reino, frase que es paralela a la tierra hermosa del v.16. El hagiógrafo reserva para el país donde moran los adoradores del verdadero Dios los mejores calificativos. Pero el rey de Siria será quebrantado, y no en lucha campal cuerpo a cuerpo, sino dolosamente (no por ira ni por guerra, v.20), sino envenenado a instigación de su ministro Heliodoro.
El hombre despreciable (v.21) que por la intriga se apodera del reino, es Antíoco IV Epífanes (175-163), hermano de Seleuco IV, que estaba como rehén en Roma, según lo estipulado entre los romanos y su padre Antíoco III el Grande. Su hermano Seleuco le rescató, enviando en su sustitución a su hijo Demetrio. Al morir inesperadamente Seleuco IV, llegaba Antíoco IV a Antioquía, y con el apoyo del rey de Pérgamo logró asegurarse el trono, vacante por la muerte de su hermano, en contra de los derechos del príncipe heredero, Demetrio, que estaba en Roma. El hagiógrafo le llama hombre despreciable (en 1Ma_1:11 se le llama raíz de pecado), quizá en oposición al título que se había dado de Epífanes, que significa manifiesto, esplendente (el título completo es dios manifiesto, como si fuera una encarnación de la divinidad).
Al poco de subir al trono invadió Judá, destituyendo al príncipe de la alianza (v.22), el sumo sacerdote Onías III, llamado príncipe de la alianza por ser jefe religioso de la comunidad israelita, que tenía un régimen teocrático, basado en la alianza entre Yahvé e Israel12. El sumo sacerdote depuesto buscó refugio en Dafne (cerca de Antioquía de Siria), y allí fue asesinado en 171 a.C. 13 Como hemos visto en 9:25, es el ungido-jefe asesinado mencionado en la profecía de las setenta semanas. Antíoco IV tuvo que hacer frente al ejército acaudillado por Heliodoro, venciéndole (las tropas, que se derramarán como un torrente, quedaran sumergidas ante él., v.22). En su labor de captación para la helenización del pueblo judío usó de engaños, ganando al principio poca gente. Deseoso de captarse amigos, multiplicaba sus prodigalidades a costa de expolios en las provincias más fértiles. y en las fortalezas de su reino (v.24) 14.
Repuesto de las derrotas militares de su padre, quiso tentar fortuna, atacando al rey del mediodía, Ptolomeo VI Filometor, nieto, por su madre, de Antíoco III el Grande y sobrino, por tanto, de Antíoco IV Epífanes. La campaña tuvo lugar en 169 a.C. El rey de Egipto fue derrotado en Pelusio, siendo hecho prisionero; el desastre se debió, sobre todo, a los malos consejos de los tutores del rey, Euleo y Leneo, que le instigaron a atacar al rey de Siria. Se dice de ellos que comen su pan (v.26), por la gran intimidad que tenían con el rey egipcio. Fueron los causantes de la derrota del ejército, en el que hubo muchos muertos. Una vez en poder de Antíoco IV, su sobrino Ptolomeo Filometor trató de ganarle a su causa, y ambos reyes mantuvieron una paz aparente, pero interiormente estaban buscando la ocasión de revancha (meditaron en su corazón hacerse mal, y, sentados a la misma mesa, hablaban falazmente., v.27).
Antíoco quiso hacer ver a su sobrino que, conquistando él Egipto, aquél estaría más seguro en el trono; pero la estratagema no les servirá de nada, porque en los designios divinos llegará al fin el tiempo señalado, es decir, la derrota de los planes del rey sirio. Acompañado de su sobrino Ptolomeo, el rey sirio avanzó sobre Menfis, pero una facción nacionalista proclamó en Alejandría como rey de Egipto a Ptolomeo Fiscón, hermano de Ptolomeo Filometor. Antíoco IV intentó tomar la ciudad rebelde; pero, convencido de su inexpugnabilidad, se volvió, cargado de grandes riquezas (v.28), a su tierra siria 15. Al pasar por Palestina saqueó el templo de Jerusalén (su corazón fue hostil a la alianza, v.28). Todos los expolios le eran insuficientes para su prodigalidad 16.
Después de saquear el templo de Jerusalén, dejó en la ciudad una guarnición siria 17; un año más tarde emprendió una nueva campaña contra Egipto (v.29), enfurecido porque su sobrino Ptolomeo Filometor se había aliado con su hermano Ptolomeo Fiscón en contra de sus intereses políticos sobre Egipto. Pero el fracaso en esta^expedición fue total, ya que tuvo que habérselas con los temibles* romanos 18. En efecto, al llegar a Alejandría se encontró con Popilio Laenas, que traía un ultimátum del senado romano, en el que se le exigía la inmediata evacuación de Egipto. Antíoco IV pidió tiempo para pensar y consultar la resolución, pero el delegado romano, trazando un círculo con su bastón alrededor de Antíoco, le dijo que no saliera de éste mientras no diera respuesta a su ultimátum. La humillación no pudo ser mayor. El rey sirio dijo que haría lo que pedía el senado romano.
No le quedó, pues, sino retornar a su país; pero, enfurecido, desahogó su cólera contra Palestina, persiguiendo a los judíos (la alianza santa, v.30), concertándose con los judíos apóstatas que abandonaron la alianza santa. Su plan era helenizar al pueblo judío para asimilarlo a su reino, creando así una fuerza política más vigorosa 19. Su obra persecutoria empezó por fundar un gimnasio al estilo griego y culminó en la profanación del templo y la fortaleza, o colina fortificada sobre la que se asentaba el santuario, haciendo cesar el sacrificio perpetuo y erigiendo en el altar de los holocaustos la abominación desoladora (v.31), o ídolo de Júpiter Olímpico 20. Su obra helenizadora, basada en halagos y facilidades a los apóstatas de la religión judía, tuvo cierto éxito, pero el pueblo que conoce a Dios reaccionó con firmeza (v.32). Es una alusión a las gestas heroicas del anciano Eleazar con su protesta enérgica y de la madre de los siete hijos, que dio la mayor lección de fortaleza religiosa de la historia universal21. El hagiógrafo llama a los piadosos que resistieron a la helenización Zos sabios; son los asideos, de que nos hablan los libros de los Macabeos 22. Este grupo fiel predicaba la lealtad a la ley judía, siendo ayudado por el reducido socorro de los Macabeos (v.34).
La guerra contra los sirios será cruenta y muchos morirán a la espada y al fuego (v.33). En la persecución perecerán algunos de los sabios y fieles mantenedores de los derechos religiosos judíos, durando esta situación hasta que llegue el fin, que no llegará sino al tiempo determinado (v.35) en los designios divinos. La persecución servirá para que sean depurados, purificados y blanqueados en sus ideales religiosos. En estos tiempos de lucha, muchos se unirán hipócritamente (v.34) a los mantenedores de los derechos de Dios, pero no con sinceridad, sino por cálculos humanos y por miedo al castigo de Judas Macabeo 23.
Antíoco IV, en el colmo de su delirio, se asimila al Júpiter Olímpico, cuyos emblemas hace representar sobre sus monedas (v.36), hablando blasfemamente del Dios de los dioses, que es Yahvé. Pero le llegará su hora, porque lo que está decretado se cumplirá. El hagiógrafo constantemente alude a los designios de Dios sobre la historia de su pueblo, y piensa en la hora de su manifestación airada para vengar tantos ultrajes contra su pueblo. El soberbio rey de Siria no respetó siquiera al dios de sus padres (v.37), Apolo, cuya imagen aparece en las monedas de los predecesores de Antíoco IV, y la sustituyó por la de Júpiter Olímpico, con el que llegó a identificarse 24. La delicia de las mujeres es la divinidad Adonis-Tammuz, de origen sirio-babilónico, cuya muerte era ritualmente lamentada por las mujeres de Siria 25. Como expoliador de templos, se puede decir en verdad que Antíoco IV no respetará dios alguno, suplantando a las divinidades tradicionales de su país y proponiendo como divinidad a adorar al dios de las fortalezas (v-38), probablemente Júpiter Capitolino (o Zeus Olímpico), cuya imagen había visto muchas veces durante su estancia en Roma cuando era rehén. Sabemos que a este dios le dedicó un suntuoso templo en Antioquía 26 y las plazas fuertes (v.39), como Dura-Europos, en el desierto sirio; Beisán, Gerasa, e intentó hacer lo mismo en Jerusalén27. A los que se prestaban a su política de helenización les daba con largueza honores. y tierras a merced 28.
Después de habernos presentado al detalle la historia de Antíoco IV Epífanes, anuncia el profeta su futuro desastroso. Hasta ahora las indicaciones eran netamente históricas, pero en adelante va a entrar en la zona de la profecía propiamente tal, como lo indica la expresión al fin de los tiempos (v.40), que para él es el fin de la persecución y el principio de una nueva era venturosa, la del mesianismo, anunciada en 9:24. En la parte propiamente profética, los detalles son nebulosos y no se pueden controlar históricamente. El autor del libro de Daniel como profeta había tenido una revelación sobre el fin deshonroso del perseguidor del pueblo judío, y nos la describe en sus detalles a base de elementos y clisés tradicionales en la literatura bíblica anterior 29.
No sabemos que haya habido otra expedición de Antíoco contra Egipto, como parece indicarse en el v.40 30. Muchos autores creen que en estos versículos se trata de una recapitulación de las anteriores campañas de Antíoco IV. Los v.40-45 serían, según esta hipótesis, como un duplicado de lo que se dice en los v.21-39, añadido por algún compilador posterior. Pero, como antes dijimos, es preferible considerar estos versos como pro/éticos; y, por tanto, sus detalles no han de tomarse al pie de la letra; lo sustancial del hecfco es el fin desastroso del perseguidor Antíoco IV Epífanes. El hagiógrafo-profeta supone al ejército de éste invadiendo la tierra gloriosa, o Palestina (v.41), dejando de lado, por razones estratégicas, a Edom, Moab y Amón, en TransJordania. Después de haber conseguido grandes victorias en Egipto y Libia, se volverá precipitadamente a causa de las nuevas venidas de oriente y del norte (v.44); como hizo Senaquerib cuando asediaba a Jerusalén 31.
Al volver de Egipto, alzará la tienda de su palacio (v.45), o tienda real de campaña 32, entre los mares y el monte glorioso y santo, es decir, entre el Mediterráneo y la colina de Sión. Antíoco IV, que había perseguido enconadamente al pueblo judío, debía morir (por idealización profética) en tierra de Palestina, frente a la colina majestuosa de Yahvé, donde tantas profanaciones se habían cometido. Esto es ya un clisé de la literatura profética, pues Ezequiel, Joel y Zacarías presentan también a los enemigos de Israel derrotados y muertos en las proximidades de Jerusalén 33. De hecho sabemos que Antíoco IV Epífanes murió cerca de Susa, en Persia 34. Al sublevarse los armenios y partos, se dirigió hacia oriente, y en Elimaida intentó saquear el templo, como su padre; pero no se lo permitió el pueblo amotinado; allí se enteró de la derrota de su ejército a manos de Judas Macabeo 35; quiso volverse con su ejército a Palestina con ánimos de arrasarla 36, pero cayó enfermo y murió en Tabae, cerca de Susa 37. Cuando el autor del libro de Daniel redactó su compilación, aún no había tenido lugar la muerte del perseguidor, pero la anunció concretamente, si bien idealizándola en los detalles, conforme a la tradición profética bíblica.

1 Cf. 7:1; 8:1; 9:1; 10:1. - 2 Cf. Herodoto, 7:20-99, donde se detalla la fuerza y riqueza de Jerjes. - 3 Sobre la división del imperio de Alejandro entre sus generales, véase lo que heraos dicho en el capítulo anterior. - 4 Parece que el instigador del asesinato de los dos hijos de Alejandro (el legítimo - nacido después de su muerte - , habido de Roxana, se llamaba Alejandro, y el ilegítimo, de Barsine, se llamaba Heracles) fue Casandro. Cf. Diodoro de Sic., XIX 105; XX 22. - 5 En 312 comenzó la era de los Seléucidas, seguida en la cronología de los libros de los Macabeos. Cf. 1Ma_1:10. - 6 A Seleuco II Calínico le sucedió su hijo Seleuco III Ceraunos, que sólo reinó dos años (226-223), siendo asesinado. Su sucesor fue su hermano Antíoco III el Grande. - 7 Cf. Polibio, XV 25:34. - 8 Cf. Flavio Josefo, Ant. 12:4:6. - 9 En Jer_2:19, Palestina es llamada la más bella heredad, y en Eze_20:6.9, la tierra que es la más hermosa de las tierras. - 10 Según Tito Livio (XXXIII 40), Antíoco había respondido a la reclamación de los romanos que no les importaba lo que hacía Antíoco en Asia, como no importaba a éste lo que hacían los romanos en Italia. - 11 Cf. 2Mac3:7s. - 12 Sobre el carácter de Antíoco IV Epífanes véase el artículo de F. M. abel, Antiochus Epiphane, en Vivre et penser: RB (1941) 231-54. - 13 En Eco_50:1-21 se hace el cálido elogio de Onías III ,1o que indica la alta estima en que estaba en los medios cultos del judaismo. - 14 Cf. 1Ma_3:30; Ôßôï Livio, 41:20; Polibio, 26:10. - 15 Cf. 1Ma_1:19. - 16 Los embajadores de Antíoco IV Epífanes llevaron a los romanos una corona de cincuenta talentos, y en Grecia repartieron regalos exorbitantes entre sus habitantes. Cf. Polibio, XXVIII 18. - 17 Cf. 1Ma_1:20-25; 2Ma_5:11-21. - 18 En hebreo se dice naves de Kittim, literalmente naves de Chipre; pero esta denominación después designó a las costas del Mediterráneo en general (cf. Jer_2:10; Eze_27:6); y en la época de los Macabeos, los pueblos marítimos occidentales (cf. 1Ma_1:1; Eco_8:5). En él Comentario de Habacuc de ios rollos hallados junto al mar Muerto se llama a los romanos kittim. - 19 Cf. 1Ma_1:11-15; 2Ma_4:4-17. - 20 Cf. 1Ma_1:41-53-543; Dan_8:3; Dan_9:27; Dan_12:11; 1Ma_1:54. - 21 Cf. 2Ma_6:18s; 7,is. - 22 Cf. 1Ma_7:13; 2Ma_14:5. - 23 Cf. 1Ma_6:21; 1Ma_7:13; 1Ma_9:23. - 24 Desde 169 al 166 es representado en las monedas con los emblemas de la divinidad, y la inscripción Antíoco, dios manifiesto. Desde 166, su imagen es la de Zeus Olímpico con la inscripción Rey Antíoco, dios manifiesto, victorioso (F. M. abel, a.c., 2545). Lo que se dice aquí de Antíoco corresponde a lo que se dijo del pequeño cuerno del 0.7, del macho cabrío del c.8. Así se dice de él: hará lo que le plazca (8:25); se exaltará a sí mismo (8:10.11.25); hablará altaneramente (7:8.25), etc. (saydon, o.c., p.661). - 25 Cf. Isa_17:10; Eze_8:14. - 26 Tito Livio, XLI 20. - 27 Cf. Abel, a.c., 242. - 28 Cf. 2 Mac 4:8-2Cr_10:24. - 29 Cf: Isa_10:28-34; 37:7; Eze_39:4; Joe_3:2.12-13; Zac_14:2. - 30 Porfirio dice que hubo otra expedición contra Egipto de Antíoco IV en el año n de su reinado. Cf. san jerónimo, In Dan. 9:40: PL 25:572. Pero probablemente Porfirio depende del texto bíblico. El autor racionalista quería a toda costa aplicar los versos de la Biblia a Antíoco IV. - 31 Cf. 1837:7. - 32 La palabra empleada por palacio es persa y sólo aparece aquí en el A.T. - 33 Cf. Eze_39:4; Joe_3:2.12-13; Zac_14:2. - 34 Cf. 1Ma_3:31-371Ma_3:--35 Cf. 1Ma_6:1-7; 2Ma_9:1-3. - 36 Cf. 2 Mac 9:4- - 37 Cf. Polibio, 31, II.