II Macabeos 3 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 40 versitos |
1 Hallándose la ciudad en completa paz, observándose exactamente las leyes, por la piedad del sumo sacerdote Onías y su odio a toda maldad,
2 sucedía que hasta los mismos reyes honraban el santuario y lo enriquecían con magníficos dones.
3 Y así, Seleuco, rey de Asía, concedió de sus propias rentas todas las expensas necesarias para el servicio de los sacrificios.
4 Pero un cierto Simón, de la tribu de Benjamín, constituido inspector del templo, se enemistó con el sumo sacerdote con motivo de la fiscalización del mercado de la ciudad.
5 No pudiendo vencer la resistencia de Onías, se fue a Apolonio, de Tarso, que por aquel tiempo era general de la Celesiria y la Fenicia,
6 y le hizo saber cómo el tesoro de Jerusalén estaba lleno de riquezas indecibles, y que la cantidad de oro que allí había era incalculable y no se destinaba al sostenimiento de los sacrificios, pudiendo el rey apoderarse de ello.
7 Apolonio se fue luego a ver al rey y le dio cuenta de los tesoros referidos. Este eligió a Heliodoro, su ministro de Hacienda, a quien envió con órdenes de apoderarse de las riquezas.
8 En seguida se puso en viaje Heliodoro, con el pretexto de visitar las ciudades de Celesiria y Fenicia, pero en realidad para ejecutar el propósito del rey.
9 Llegado a Jerusalén, fue recibido cordialmente por la ciudad y el sumo sacerdote, a quien dio luego cuenta de lo que le había sido comunicado y del motivo de su venida, preguntando si lo que se les había dicho se ajustaba a la realidad.
10 El sumo sacerdote le hizo ver que se trataba de depósitos de viudas y huérfanos
11 y de una cantidad que pertenecía a Hircano, hijo de Tobías, hombre de muy noble condición, contra lo que calumniosamente había denunciado el impío Simón; y que, en fin, la suma de todo el dinero era de cuatrocientos talentos de plata y doscientos de oro,"
12 siendo del todo imposible cometer tal injusticia contra los que habían confiado en la santidad del lugar y en la majestad del templo, honrado en toda la tierra.
13 Pero Heliodoro, en virtud de las órdenes del rey, contestó que aquellos tesoros habían de ser necesariamente entregados al tesoro real.
14 Señalado día, se preparó a entrar, dispuesto a apoderarse de tales riquezas, lo que produjo no pequeña conmoción en toda la ciudad.
15 Los sacerdotes, vestidos de sus túnicas sagradas, se arrojaron ante el altar; clamaban al cielo, invocando al que había dado ley sobre los depósitos de que les fueran guardados intactos a quienes los depositaron."
16 Nadie podía mirar el rostro del sumo sacerdote sin quedar traspasado, porque su aspecto y su color demudado mostraban la angustia de su alma.
17 El temor que se reflejaba en aquel varón y el temblor de su cuerpo revelaban a quien le miraba la honda pena de su corazón.
18 Los ciudadanos salían en tropel de sus casas para acudir a la pública rogativa en favor del lugar santo, que estaba a punto de ser profanado.
19 Las mujeres, ceñidos los pechos de saco, llenaban las calles; y las doncellas, recogidas, concurrían unas a las puertas del templo, otras sobre los muros, algunas miraban furtivamente por las ventanas,"
20 y todos, tendidas las manos al cielo, oraban.
21 Era para mover a compasión ver la confusa muchedumbre postrada en tierra y la ansiedad del sumo sacerdote, lleno de angustia.
22 Todos invocaban al Dios omnipotente, pidiendo que los depósitos fuesen, con plena seguridad, conservados intactos a los depositantes.
23 Heliodoro, por su parte, dispuesto a consumar su propósito, estaba ya acompañado de su escolta junto al gazofilacio,
24 cuando el Señor de los espíritus y Rey de absoluto poder hizo de él gran muestra a cuantos se habían atrevido a entrar en el templo. Heridos a la vista del poder de Dios, quedaron impotentes y atemorizados.
25 Se les apareció un jinete terrible. Montaba un caballo adornado de riquísimo caparazón, que, acometiendo impetuosamente a Heliodoro, le acoceó con las patas traseras. El que le montaba iba armado de armadura de oro.
26 Aparecieron también dos jóvenes fuertes, llenos de majestad, magníficamente vestidos, los cuales, colocándose uno a cada lado de Heliodoro, le azotaban sin cesar, descargando sobre él fuertes golpes.
27 Al instante, Heliodoro, caído en el suelo y envuelto en tenebrosa oscuridad, fue recogido y puesto en una litera.
28 Y el que hacía poco, con mucho acompañamiento y con segura escolta, entraba en el gazofilacio, era ahora llevado, incapaz de auxiliarse a sí mismo, habiendo experimentado manifiestamente el poder de Dios;"
29 y por la divina virtud yacía mudo, privado de toda esperanza de salud.
30 Los judíos, por su parte, bendecían al Señor, que había defendido el honor de su casa. Y el templo, poco antes lleno de terror y de turbación, ahora rebosaba de alegría y regocijo gracias a la intervención del Señor omnipotente.
31 Pronto acudieron algunos de los de Heliodoro, suplicando a Onías que invocase al Altísimo para que hiciese gracia de la vida al que se hallaba en el último extremo.
32 Y temiendo el sumo sacerdote que el rey llegara a imaginarse que los judíos habían cometido algún crimen contra Heliodoro, ofreció un sacrificio por la salud de éste.
33 Mientras el sumo sacerdote ofrecía el sacrificio de propiciación, los mismos jóvenes se aparecieron de nuevo a Heliodoro, con las mismas vestiduras de antes, y, acercándose a él, le dijeron: “Da muchas gracias a Onías, el sumo sacerdote, pues a él le debes que el Señor te haya dejado la vida.
34 Tú, pues, castigado por Dios, confiesa ante todos su poder.” Dicho esto, desaparecieron.
35 Heliodoro, después de ofrecer un sacrificio al Señor y de hacer grandes votos a quien le había concedido la vida, se despidió amigablemente de Onías y se volvió con sus tropas al rey,
36 dando público testimonio de las obras del Dios altísimo, que con sus ojos había visto,
37 Interrogado por el rey sobre quién sería más apto para enviarlo a Jerusalén, dijo:
38 “Si tienes a algún enemigo o alguien que conspire contra tu reino, mándalo allá, que bien castigado vendrá, si es que salva la vida, porque sin duda que hay en aquel lugar una fuerza divina.
39 El mismo que en los cielos habita tiene sus ojos puestos sobre aquel lugar para defenderlo y hiere de muerte a los que a él se llegan con malos propósitos.”
40 Tal fue el episodio de Heliodoro y de la preservación del gazofilacio.

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Introducción a II Macabeos

Times New Roman ;;;


II Mácabeos.


Autor.
Con esta palabra designamos al que puso por escrito al llamado segundo libro de los Macabeos tal como aparece en nuestras Biblias. Los dos libros de los Macabeos son dos obras totalmente distintas, independientes y completas en sí mismas. El segundo libro no es continuación del primero. Es algo compleja la cuestión del autor de nuestro libro por haber intervenido dos manos en su composición: Jasón de Cirene, que escribió cinco volúmenes sobre estas historias, y un epitomador, que los ha resumido en uno. Los cinco volúmenes constituían un rollo en el cual podíase grabar una obra con una extensión equivalente a los cuatro evangelios y Actos de los Apóstoles; el compilador lo ha reducido a uno, de la extensión del evangelio de San Marcos. El autor mismo da testimonio de que su obra es un epítome (2:26-28).
De Jasón de Girene no tenemos más noticias de las que nos ofrece nuestro autor. Algunos exegetas l lo identifican con el personaje llamado Jasón que envió Judas Macabeo a Roma juntamente con Eupolemo (1 Mac 8:17). Fue un judío procedente de la diáspora de Alejandría, de Egipto, que conoció, quizá sólo de oídas, la historia que narra en cinco tomos. El nombre de Jasón de Cirene fue encontrado en el templo de Tutmosis III en Egipto 2, de lo cual no puede deducirse que el visitante llamado Cirene fuera nuestro autor. Del libro aparece que Jasón poseía óptima formación helenística; que conocía la historia de los seléucidas, su administración, costumbres y títulos correspondientes a las diversas dignidades. Por otra parte, se nos presenta como judío muy creyente y hasta demasiado crédulo. Es difícil distinguir en el libro actual qué partes se deben a Jasón y cuáles al epitomador.
Obra personal de éste son: 1) el prólogo (2:20-33); 2) el epílogo (15:38-40). Es profundamente religioso, devotísimo del templo y defensor celante de la Ley. Por sus escritos se deduce que poseía una cultura griega respetable. Se le ha calificado de fariseo a causa de su entusiasmo por la religión judaica e ideas doctrinales. Es sentencia común que sólo el epitomador vióse favorecido con una inspiración carismática al resumir la obra de Jasón y componer su epítome 3.

Lengua.
Unánimemente se admite que el libro fue escrito en griego, como lo consignó San Jerónimo, diciendo: Secundus graecus est, quod ex ipsa quoque phrasi probari potest. En el cuerpo del libro, prescindiendo de las cartas que preceden al prólogo (1:1-2:19), pocos hebraísmos se vislumbran; en cambio, abundan las frases, expresiones y giros auténticamente griegos.
En cuanto a la tradición manuscrita, el libro no ha tenido suerte. Como el I de los Macabeos, tampoco éste se halla en el códice Vaticano (B) ni en el códice Sinaítico. Aparece en el Alejandrino (s.V) y el Véneto (s.VIII). Hanhart cree que los dos unciales A y Véneto son los que mejor retransmiten la forma primitiva del texto, que las versiones latina y armenia suelen confirmar4.
De las versiones antiguas descuellan por su importancia la armenia y la latina, por basarse en un arquetipo griego, que se ha perdido, según Bévenot5. Al hablar de versiones latinas nos referimos a los varios textos derivados de una traducción latina antigua. Sabido es que San Jerónimo no tradujo nuestro libro. No existe más que una traducción latina primitiva, de la que se han hecho recensiones diversas 6.

Fecha de composición.
Dos cuestiones van incluidas en el enunciado: una, relacionada con la fecha de la composición del libro por Jasón de Cirene; la otra, con el tiempo en que se hizo el resumen. Para solucionar ambas cuestiones únicamente disponemos de criterios internos. Basados en que el último hecho referido es de los tiempos de Antíoco Eupator, se admite que Jasón escribió su obra poco después del año 16o antes de Cristo. La carta que abre el libro (1:1-9) fue escrita el año 188 de la era de los seléucidas, es decir, el 124 antes de Cristo. Parece que esta carta movió al autor a escribir su epítome (Niese, Knabenbauer). Al lado de esta sentencia tradicional se han propuesto muchas otras. Jasón, según los diversos pareceres, escribió el año 150 (Abel), 130 (Moffat), 130-125 (Üesterley), éïï (Penna). El epitomador acabó su obra en 100-50 (LoDs), 70 (Abel, Moffat), 63 (Grim, Bévenot), 50 (Keil), etc. Grimm, Bévenot y Lods creen que lo único seguro y cierto sobre esta cuestión es que el Epitome fue redactado en el período entre la obra de Jasón y la ruina de Jerusalén el año 70 antes de Cristo. Pero hay indicios bastante significativos para colocar la obra del autor sagrado entre los años 100-70 antes de Cristo. ¿Escribió el autor en Palestina?
Por la corrección del lenguaje y por el desconocimiento que demuestra de la topografía del país se cree que escribió fuera, probablemente en Egipto.

Fuentes del libro.
a) Cartas preliminares (1:1-2:18). - Comienza el libro con unos documentos en forma de cartas, que no formaban parte de la obra de Jasón. La finalidad que se propuso el autor al resumir la obra de éste fue dar a conocer a los judíos de Egipto los hechos trascendentales acaecidos en Judea durante la persecución de los seléucidas, a saber, la restauración del templo y del culto después de la profanación por Antíoco Epifanes y la acción contra Nicanor, que aseguró la continuidad del lugar sagrado y el desarrollo del culto. En memoria de estos acontecimientos se instituyeron la fiesta de la Dedicación o Hanuka, el 25 del mes de Casleu (10:5-8), y la del Día de Nicanor, 13 del mes de Adar (15:7), respectivamente.
Sobre el número de cartas discrepan los autores. Unos admiten en el texto una sola carta (Momigliano, Niese, Kolbe), otros tres (Laqueur, Bévenot, Rinaldi) y, más comúnmente, dos (Ôïê-Rey, Herkenne, Abel, Grandclaudon, Penna, Mariani, etc.). Las dos cartas que se distinguen en el texto son: 1.a, 1:1-9.18-2:18; 2.a, 1:10-17.
La primera fue escrita el año 188 de los seléucidas (124 a.C.). Con el propósito de poner de relieve la fiesta del mes de Gasleu, la data de la misma, en contra de la costumbre, se pone en 1:9, en vez de ir al final (2:17). La segunda fue enviada a Egipto el año 148 de la era seléucida (164 a.C.). En la primera se invita a los judíos de Egipto a celebrar la fiesta de la Dedicación del Templo. En la carta se hace referencia a otra escrita el año 169 (143 a.C.), en la que se anunciaba la profanación del templo y su purificación. Los judíos de Palestina tratan de inducir a sus hermanos y correligionarios de Egipto a que abandonen sus templos particulares y abracen la doctrina mosaica de la unidad de santuario (Deut 12:5-12). A partir de 1:18 se ponen a la consideración de los destinatarios las razones que militan para la hegemonía del templo de Jerusalén. En la carta del año 169 la comunidad de Jerusalén aludía tímidamente a la purificación del templo, pero se muestran todavía reservados por la situación inestable en Palestina, por dificultades políticas con Egipto. En la del año 188 se ensanchan los corazones y se comunica el entusiasmo a los judíos de Egipto por la fiesta de la Dedicación.
Rumores sobre la muerte de Antíoco Epifanes en Persia llegaron a Palestina. Los judíos de Jerusalén apresuráronse a comunicárselo a los de Egipto, en una carta concebida en estilo telegráfico, haciéndose eco de vagos rumores acerca del lugar y manera como acabó sus días el mencionado monarca.
Estas cartas preliminares, ¿fueron colocadas en el lugar que hoy ocupan por el epitomador o se añadieron posteriormente? ¿Compuso el autor sagrado las mencionadas cartas o las encontró consignadas en otro libro distinto del de Jasón? ¿En qué lengua fueron escritas primitivamente?
En las cartas se observan no pocos semitismos, por lo cual creen algunos que fueron originariamente escritas en arameo o en hebreo y traducidas al griego. Cabe suponer que el autor las conoció en su versión griega, hecha por un judío familiarizado con la lengua aramea. Ninguna razón apoya la hipótesis de la adición posterior de estas cartas al libro de los Macabeos, ya que su contenido encaja perfectamente en el plan general del libro. Fue el autor mismo quien antepuso a su obra estas cartas, que confirmaban la tesis que se propuso desarrollar en el libro.
b) La obra de Jasón. - En 2:19-32 dice el autor que su libro es un resumen de una obra de Jasón en cinco tomos. Este resumen va desde 3:1 hasta 15:37. El fondo, pues, y el contenido del libro son de Jasón de Cirene. Pudo éste informarse oralmente o utilizar documentos escritos para conocer la situación político-religiosa de los años anteriores a la persecución de Antíoco Epifanes. Jasón escribió su obra en griego; el que la resumió no tuvo la molestia de tener que traducirla. Su labor consistió en compendiar en un solo volumen una obra de cinco tomos. Pero no por ello cabe concluir que su actividad literaria se circunscribiera a compendiar la obra de Jasón; más bien debe admitirse que su libro es una composición literaria en la que se utilizan materiales provenientes del libro de Jasón, que el compendiador redacta con el estilo que le es propio. Confiesa (2:26-31) que su obra no ha sido cosa fácil, sino de mucho trabajo, sudores y desvelos. La composición del libro fue dificultosa, porque su autor se esforzó en hacerlo interesante y asequible a los lectores. Puso la máxima diligencia para que su libro fuera claro, diáfano, ameno, ágil; escogió las frases y palabras que dieran vida y colorido a la narración. En cambio, no se preocupó de verificar la objetividad y realidad de los hechos narrados por Jasón. De los muchos que Jasón consignó en su voluminosa obra, el autor seleccionó unos pocos encaminados a exaltar la figura de Judas y a poner de relieve la intervención de Dios en el éxito de los muchos combates que tuvo que librar para el triunfo del judaísmo sobre el helenismo.
El libro del epitomador, ¿desborda la obra de Jasón? Dícese en el prólogo que éste narra la historia de Judas Macabeo y de sus hermanos, las guerras de Antíoco Epifanes y de su hijo Eupator (2:20-21). Ahora bien, a continuación del prólogo se refieren hechos (3:1-4:6) acaecidos bajo el reinado de Seleuco IV Filopator (187-175). Al final (14:1-15:37) se cuentan episodios que rebasan el reinado de Antíoco Eupator (163-162) y se adentran en el de Demetrio I Soter (162-150). Creemos que las palabras del texto no tienen el sentido tan estricto que le quieren dar algunos autores (Grandclaudon). A su obra sobre Judas Macabeo pudo Jasón poner unas páginas introductorias que dieran a conocer la situación política y religiosa de los judíos antes del advenimiento de Antíoco Epifanes. También los datos que rebasan el remado de Antíoco Eupator se deben probablemente a Jasón. Según Moffat, a quien siguen Abel y Bellet, las secciones que corresponden a los cinco libros son las siguientes: 1.a, 3:1-40; 2.a, 4:1-7:42; 3.a, 8:1-10-9; 4.a, 10:10-13:26; 5.a; 14:1; 15-37·
En su libro introdujo Jasón documentos preexistentes. Aparte de las cartas introductorias, de que hemos hablado, cabe mencionar: 1) carta de Antíoco Epifanes a los judíos (9:19-27); 2) carta de Lisias a los mismos (11:16-21); 3) de los delegados romanos a los judíos (11:34-38); 4) Antíoco IV escribe a la nación judía (11:27-33); 5) Antíoco V a Lisias (11:22-26).
Por lo que antecede, quedan deslindados los campos entre lo que es propio de Jasón y lo que él reprodujo sacándolo de otras fuentes escritas; entre las secciones propias del que resume (2:20-33; 15:38-40) y las cartas que antepuso él a su obra.

Carácter histórico del libro.
Pocos historiadores le reconocen un fondo histórico superior al I de los Macabeos (Niese, Schlatter); muchos lo rebajan o niegan totalmente (Wellhausen, Kosters, Lods, Oesterley). El valor histórico del libro, escribe Lods, es muy precario. Aparece claro que la finalidad del narrador no es la de destruir, sino la de edificar (l.c., 888). Otros encuentran errores históricos en el libro, sobre todo en aquellos pasajes que contradicen las noticias contenidas en el I de los Macabeos. No pocos suponen que el autor ha sacrificado la historia al fin religioso. Las diferencias entre ambos libros de los Macabeos existen, pero no son irreductibles. Las mismas deben considerarse bajo la misma perspectiva que los lugares paralelos de los libros de los Reyes y de las Crónicas, del evangelio de San Juan y de los sinópticos.
La composición de ambos libros es independiente. Sus puntos de contacto se explican por los hechos mismos y por su sucesión en la realidad. Las divergencias principales afectan a la disposición cronológica. Además, débese tener en cuenta que la era seléucida no era uniforme en todas partes. Como es sabido, empieza el año 312 antes de Cristo, con la conquista de Babilonia por Seleuco.
En Siria y Occidente, el año seléucida empezaba el mes de Tishri (septiembre-octubre), esto es, el año 312. En Babilonia empezaba con el mes de Nisán (marzo-abril), esto es, el año 311, de lo que se originaba la diferencia de un año. Es muy probable que Seleuco, personalmente, fijara el primer año de su gobierno al principio del año macedónico, que coincidía con el otoño de 312 antes de Cristo.
¿Qué sistema emplean los autores de los libros de los Macabeos? Según Kugler, Meyer, Niese, Lagrange, Grandclaudon, empiezan a contar a partir del año 312; otros exegetas son de parecer contrario. Bickermann y Abel admiten que el autor del II de los Macabeos parte del año 312, y el del libro I del año 311. Finalmente, Vaccari admite dos cómputos: el que se empleaba para reseñar hechos profanos, que partía del año 312, y el usado para señalar los hechos pertenecientes al judaismo, partiendo del año 311. Según el P. Abel, los documentos del c.n de nuestro libro están fechados según la época del 1.° de octubre de 312, que va desde el 1.° de octubre del año 165 al 30 de septiembre de 164. La campaña de Lisias Eupator (13:155) debe colocarse en el verano de 163, un año antes de la fecha verdadera, porque el epitomador fijó la muerte de Antíoco el año 148, que coincide con el advenimiento de su hijo. Por lo mismo reduce a dos años (10:3) los tres que separan esta fecha de la profanación del templo. Demetrio llegó a Siria el año 151 seléucida, que va desde octubre de 162 hasta septiembre del 161 (l.c., 19). Seguimos el cómputo establecido por Abel.
Antes de hablar de errores en el texto conviene determinar exactamente qué sistema cronológico utilizó el autor sagrado. Podemos todavía preguntar: ¿Entraba en la mente del autor sagrado la preocupación cronológica de los hechos que refería? ¿Tenía el mismo concepto de la historia que el autor del primer libro? Ateniéndonos a su propio testimonio (2:20-33), no entra en sus designios la investigación histórica, de cuya labor hace responsable a Jasón de Cirene. Cree que éste es un historiador, prestándole su confianza y tomándose la enojosa tarea de resumirlo. Los hechos narrados de manera patética por Jasón son para nuestro autor sus-tancialmente históricos. Pero no pudo el hagiógrafo reproducir en su epítome todo lo que escribió Jasón. De la inmensa selva de datos escogió algunos, que desgajó de su contexto y colocó en otro nuevo, poniéndolo todo al servicio de sus puntos de vista personales. Ahora bien, este desplazamiento puede dar la impresión de que el libro es menos histórico en parangón con el I de los Macabeos. Las mismas indicaciones temporales: tres años después, en la misma época, etc., pueden proceder de Jasón o del que resume su obra. En el primer caso pueden no tener ninguna relación con lo que precede; en el segundo, revisten un sentido impreciso, vago. Esta despreocupación cronológica no impide que, dada la ocasión, se transcriba un documento y se indique con precisión un hecho determinado. Pero, dada su poca afición a la acribía histórica, cabe suponer que la inmensa mayoría de las indicaciones cronológicas que figuran en el libro son obra de Jasón.
Pero, aunque no quiera el autor comportarse como historiador, su libro tiene gran valor histórico. Su carácter parenético-religioso es compatible con la verdad de los hechos. Su libro puede entrar en la clasificación de relato histórico edificante, presentado de manera retórica y poética con el fin de agradar. En la narración se hace hincapié sobre hechos históricos particulares. Al efecto patético pertenece el juicio que el autor hace de los mismos, que está siempre en relación con el judaismo ortodoxo. Para el autor Israel ocupa el centro de la historia y todos los pueblos de la tierra tienen fijos sus ojos sobre este diminuto territorio. Las manifestaciones divinas (11:8; 12:22; 15:12-16, etc.), que, según el prólogo (2:22), se encontraban consignadas en la obra de Jasón, entran de lleno en el género patético. Era éste el estilo que preferían ciertos historiadores helenistas, tales como Teopompo de Chios, Clitarco de Alejandría, Filarco de Naucratis. En tales escritos se ponía de relieve la intervención visible de Dios en el curso de los acontecimientos, complaciéndose en narrar apariciones maravillosas. Se conocen libros enteros escritos a este propósito, como el que lleva por título En torno a la aparición de Júpiter, de Filarco, o Apariciones de Apolo, de Itros de Paíb7.
En el género patético se manipulaban los números con gran libertad, dándoseles un significado simbólico y poniéndoles al servicio de la idea dominante del libro o de una sección determinada. Lo que a nosotros nos parece un despropósito o una cifra exagerada a todas luces no lo era para el lector antiguo, que conocía la función de los números en el texto. Jasón se inspiró también en este punto en la tradición popular, que se complacía en poner en evidencia el numerosísimo ejército enemigo vencido por unos pocos fervientes yahvistas. De la tradición popular, dice Knabenbauer, proceden gran parte de las informaciones sobre las gestas que el autor narra, y que se apoyan sobre un rumor popular (l.c., 19). La obra de Jasón, escribe Bellet, puede encuadrarse en el género de los logoi de las historia de Heródoto. Si no existe inconveniente en clasificar la obra de Jasón dentro de este género, no lo habrá tampoco en extender al resumen las mismas características. Con ello no se pone en tela de juicio la veracidad de la Biblia, ya que el autor sagrado no responde de la objetividad de hechos retransmitidos por fuentes de información defectuosas. La obra de Jasón era conforme al estilo de su época y le pareció bien escribirla al estilo histórico de su tiempo. Tenía derecho a obrar así, y los judíos entusiasmábanse en su lectura, destinada a demostrar la acción de Dios sobre su pueblo fiel. El epitomador, concluye Bellet, hizo un resumen de la obra de Jasón por considerar aquélla como libro útil. Al emitir su juicio y al poner en práctica su intento, fue asistido por una inspiración divina, de modo que su obra convirtióse en libro inspirado, sin dejar por ello de presentar los modos de decir y narrar propios de la historiografía patética 8.
Al estilo patético corresponden también los epítetos violentos que a menudo salen de la pluma del autor, los contrastes sagazmente planeados, las reflexiones que esmaltan su narración sobre el alcance de los acontecimientos. Es difícil establecer el límite entre la historia y el estilo retórico empleado. Lefévre (DBS 606) opina que Jasón se coloca de parte de la historia; el epitomador, en cambio, escoge el arte oratorio. Jasón se interesaba por los lugares geográficos y por las fechas exactas; al epitomador no interesan estos datos, como lo demuestra el hecho de colocar sucesos en contextos en que no tienen sentido alguno (12:10). Finalmente, sería vano buscar en esta historiografía griega formada en la escuela de los retóricos la exactitud que reclama la crítica histórica moderna 9. Cicerón definió la historiografía patética diciendo: patheticon, quo perturbantur animi et concitantur (Brutus 11:42). Añadía él que a los retóricos les era lícito ementiri in historiis para que su narración resultara más amena y sugestiva.

Finalidad del autor sagrado.
Para nuestro autor, la historia no es un fin, sino un medio. La gran copia de hechos históricos del libro de Jasón se reducen a unos pocos que el autor enjuicia desde el punto de vista nacional y religioso. Cabe al designio general de ilustrar a los judíos de habla griega sobre las glorias del pueblo escogido y acrecentar su fe en los destinos providenciales de la historia, el autor fija preferentemente su atención en los destinos del templo. De un cabo al otro del libro nos hallamos ante una apología del templo de Jerusalén. Una de las cartas que abren el libro tiene como finalidad inducir a los judíos de Egipto a celebrar la fiesta de la Dedicación del Templo (1:9). Para ello, el autor hace una exposición sabia sobre su origen y sobre el carácter sobrenatural del fuego del altar del santuario de Jerusalén. La segunda carta (1:10-17) es un anuncio gozoso de la muerte del mayor enemigo del templo, Antíoco Epifanes. A lo largo de las secciones que se distinguen en el libro, que corresponde, según dejamos anotado, a los cinco libros de Jasón, se esfuerza el autor por comunicar a sus lectores el entusiasmo y devoción hacia el templo que él profesa. Este lugar era santo e inviolable en tiempos de Onías. Heliodoro intentó profanarlo, pero terminó ofreciendo un sacrificio al Señor (3:1-40). Gentes malvadas explotaron el templo para sus intereses particulares. Antíoco lo profanó. La cólera de Dios dejóse sentir sobre Israel, cuyos pecados expían Eleazar y los siete hermanos Macabeos con su muerte (4:1-7:42). Dios mira propicio a Israel. El monarca impío es castigado por Dios con una muerte espantosa. Judas Macabeo purifica el templo e instituye la fiesta de la Dedicación (8:1-10:9). Judas asegura que el templo será defendido (10:10-13:26). Otro peligro es conjurado; Alcimo, a pesar de haberse nombrado sumo sacerdote, no ejerce sus funciones en el templo. Nicanor, otro émulo de Antíoco, es castigado con muerte afrentosa (14:1-15:37). En torno a esta idea central giran las cinco secciones del libro, que bien pueden considerarse como cinco discursos, cuya finalidad es convencer y comunicar su entusiasmo por el templo. Cada discurso es un drama con tres personajes: el judío piadoso (Onías, los mártires, Judas y los suyos); los judíos apóstatas (Simón, Jasón, Menelao, Alcimo); los gentiles (Heliodoro, Epifanes, Eupator, Lisias, Nicanor). Cada personaje debe proclamar a su manera la santidad del templo. El libro se cierra con la muerte de Nicanor. Su brazo fue colgado enfrente del templo. Y todos, levantando sus ojos al cielo, bendecían al Señor, diciendo: Bendito el que ha conservado puro este lugar(15:33-34)10.

Plan de la obra.
La idea del templo determina la estructura del libro, que puede dividirse en dos grandes partes: 1.a Hechos acaecidos antes de la restauración del santuario (3:1-10,9). 2.a Acontecimientos posteriores a esta fecha (10:10-15:37).
Introducción (1:1-2:19). A la obra preceden dos cartas de los judíos de Jerusalén a los de Egipto. En la primera (1:1-9; 18-2:18) les invitan a celebrar la fiesta de la Dedicación. Se extienden a continuación en consideraciones sobre el origen de la misma, santidad del fuego empleado en los sacrificios del templo (1:18-36), destino del arca de la alianza (2:1-12), biblioteca de Nehemías y de Judas (2:13-15). En otra, más corta, se refieren los rumores que circulaban sobre la muerte de Antíoco Epifanes (1:10-17).
Prólogo del autor (2:20-33), en el que se dan noticias sobre el contenido y naturaleza del libro de Jasón y de las finalidades y método de trabajo que ha seguido el autor al resumirlo.


1. hechos anteriores a la purificación. (3:1-10:8)
a) Durante el reinado de Seleuco (3:1-4:6):
1) Traición de Simón (3:1-6).
2) Misión de Heliodoro (3:7-40).
3) Onías acusa a Simón (4:1-6).
b) Persecución de Antíoco Epifanes (4:7-7:42):
1) Jasón, sumo sacerdote (4:7-22).
2) Le sucede Menelao (4:23-29).
3) Muere Onías (4:30-38).
4) Lisímaco y Menelao (4:39-50).
5) Arrecia la persecución (5:1-10).
6) Profanación del templo (5:11-27).
7) Edicto de apostasía (6:1-17).
8) Martirio de Eleazar (6:18-31).
9) Mueren los siete hermanos Macabeos (7:1-42).
c) Triunfo del judaismo (8:1-10:9):
1) Primeras victorias de Judas Macabeo (8:1-7).
2) Derrota de Nicanor (8:8-36).
3) Muerte de Antíoco Epifanes (9:1-29).
4) Purificación del templo (10:1-9).


2. sucesos posteriores a la. purificación (10:9-15:37)
a) Judas lucha contra los pueblos vecinos (10:10-13:26):
1) Victoria sobre los idumeos (10:10-23).
2) Derrota de Timoteo (10, 24-38).
3) Primera expedición de Lisias (11:1-15).
4) Documentos para la paz (11:16-38).
5) Ataques a Jope y a Jamnia (12:1-9)·
6) Expedición contra Timoteo (12:10-31).
7) Derrota de Gorgias (12:32-37).
8) Sacrificio por los muertos (12:38-46).
9) Muerte de Menelao (13:1-7).
10) Tratado de paz (13:8-26).
b) Lucha contra Demetrio /(14:1-15:36):
1) Misión de Nicanor (14:1-4).
2) Amistad entre Nicanor, y Judas (14:15-25).
3) íntervención de Alcimo (14:26-36).
4) Suicidio de Racias (14:37-46).
5) Victoria sobre Nicanor (15:1-37). Epílogo del autor sagrado (15:38-40).

Doctrina religiosa.
Basta hojear las páginas del libro para convencerse de su carácter eminentemente religioso. Al revés del libro I de los Macabeos, éste nombra muchas veces y de manera explícita el santo nombre de Dios. Yahvé es el Dios de Israel; el Dios que en un tiempo estableció un pacto con su pueblo predilecto. En el libro se repite la idea de que Dios es creador de todo cuanto existe (7:23). El pasaje 7:28 es el texto viejo-testamentario en el que con mayor fuerza y claridad se preconiza la verdad religiosa de que Dios creó lo que existe de lo que antes no era (ouk ek ónton epóiesen táuta o theós). Ya en el primer verso de la Biblia se encuentra en germen esta verdad. Por un momento concedemos beligerancia a la hipótesis que interpreta el primer versículo de la Biblia en el sentido de que allí se habla explícitamente de la creación segunda, y sólo de manera implícita de la creación primera, o sea, de la nada. Supongamos que el texto pueda interpretarse de la siguiente manera: Al principio de la creación por Dios de los cielos y de la tierra, y (cuando) en la tierra reinaba la confusión y el desorden, y que las tinieblas cubrían la superficie del océano primordial., dijo entonces Dios: Que sea la luz. Aun en este supuesto, con la introducción en el texto de la trascendental palabra bereshit, en el principio, cubre el autor sagrado la infranqueable zanja existente entre la eternidad de Dios y la temporalidad de los cielos y de la tierra. El autor sagrado ha reconocido el existir eterno como nota esencial exclusiva de Dios, y, por lo mismo, lo ha enfrentado clara e impresionantemente a todo otro ser que fue creado por Dios en el principio. Para el autor bíblico no hay lugar para la materia cósmica eterna e increada junto a Aquel que en el principio creó los cielos y la tierra. El escritor sagrado ha concebido conscientemente a Dios como el único eternamente existente y creador de todo otro ser H. Cualquiera duda que podía existir sobre el sentido de Gen 1:1 se disipa con el mencionado texto de nuestro libro.
Otra doctrina peculiar de nuestro autor se refiere a la providencia divina. En sus manos tiene Dios las riendas del universo y dispone los acontecimientos de la historia según su beneplácito. A los gentiles y profanadores del templo los castiga y tiene providencia de Israel y de su templo. Pero esto no autoriza a los judíos a dormirse sobre sus laureles y confiar en la incolumidad del santuario, porque no eligió el Señor la nación por el lugar, sino el lugar por la nación (5:19). Por los pecados de los habitantes de Jerusalén había permitido Dios el desacato de Antíoco contra el templo (5:17); en caso de estar limpios de todo pecado hubiera castigado la insolencia del monarca seléucida, como hizo antes con Heliodoro (3:2453).
En el libro aparece visible la idea del pacto. Ninguna necesidad tenía Dios de pactar con Israel, pero su bondad le impulsó a hacerlo. Dios, que de nada necesita, ha tenido a bien establecer el templo en medio de Israel (14:35). Signo externo de esta alianza es el santuario de Jerusalén. Dios nunca ha sido infiel a lo pactado. Cuando parece que no presta interés a su pueblo o al santuario, es porque la otra parte firmante del pacto no cumple lo estipulado. De ahí el interés de Judas, el héroe predilecto del autor, de que entre los soldados no haya impureza ni pecado. En el supuesto de estar limpios espiritualmente, Dios no faltará a su promesa, luchará junto a ellos y no dará ocasión a que los profanos o su mismo pueblo le culpen de infidelidad al pacto de la alianza (8:15).

Angeles.
Tiene Dios a su servicio agentes que ejecutan sus órdenes. Cuando Heliodoro estaba para perpetrar su crimen, se le apareció un jinete terrible, armado de armadura de oro. Otros dos jóvenes fuertes y misteriosos completaron la obra que había empezado aquél (3:25-26). En 2:21 dice el autor que en la obra de Jasón se hablaba de apariciones celestiales, o sea, de personajes misteriosos que combatían por el triunfo del judaismo. A veces eran visibles al enemigo (10:29), como en el caso de los cinco varones resplandecientes, montados en caballos con frenos de oro (10:29), Que protegían a Judas Macabeo, lanzando flechas y rayos contra los enemigos. Dos veces se dice que estos jóvenes guerreros eran ángeles buenos (11:6; 15:23) que Dios mandaba a su voluntad por tenerlos a su servicio. Bastaba un reducido número de ellos para inutilizar a valientes guerreros y derrotar a ejércitos bien pertrechados. La naturaleza de estos ángeles no aparece bien definida en nuestro libro. A la luz de otros documentos, las ideas que aquí solamente se apuntan cobran un relieve singular 12.

Vida futura.
La doctrina sobre el más allá caracteriza a este libro. El ser humano muere, Dios jamás. En este mundo toda la humanidad está sometida al juicio del Creador. Cuando un individuo traspasa el dintel de la eternidad, sea bueno o malo, se encuentra de nuevo ante un Dios que le juzga según sus actos. Antíoco, que ahora se ensaña con los Macabeos, no quedará impune (7:19). Eleazar pudo simular que come carne; puede engañar a los hombres, y salvar así su vida terrena; pero de las manos del Omnipotente no escapará ni en vida ni en muerte (6:26).
La doctrina de la resurrección es el leit motiv de las respuestas de los siete hermanos Macabeos en el momento de morir. El rey del universo resucitará a los que morimos por sus leyes a una vida eterna (7:9); del cielo tenemos estos miembros, que por amor de sus leyes yo desdeño, esperando recibirlos otra vez de El (7:11); el cuarto espera ser resucitado por Dios (7:14). Enjuiciando el autor la colecta de Judas para ofrecer un sacrificio expiatorio por los caídos, dice: obra digna y laudable, inspirada en la esperanza de la resurrección (14:43). Racias arranca sus entrañas con las dos manos y las arroja contra la tropa, invocando al Señor de la vida y del espíritu, que de nuevo se los devolviera (14:46).
Los fieles ciertamente resucitarán para la vida (7:14). Pero ¿cuál será la suerte de los impíos? Tú, dice el cuarto hermano Macabeo a Antíoco, no resucitarás para la vida. ¿Es la resurrección un privilegio reservado para los justos? El texto es ambiguo, pero puede entenderse que, mientras a los justos les espera una nueva vida, mejor de la que han perdido, a los impíos les está reservada en el más allá una vida de sufrimientos. La madre de los Macabeos espera que en el día de la misericordia, que seguirá a la muerte, le sean devueltos sus hijos (7:29). Todos los mártires beberán el agua de la vida eterna; pero tú, dice el más pequeño a Antíoco, pagarás en el juicio divino las justas penas de tu soberbia (7:36). Parece que la recompensa y el castigo que recibirán, respectivamente, justos y pecadores, se colocan en el más allá, una vez se deja el mundo para entrar en la eternidad. Con términos claros se habla en nuestro libro de la suerte reservada a los justos en el otro mundo. Más oscura aparece la suerte de los reprobos.

Intercesión de los santos.
Hallábase Judas en situación apurada ante el numeroso y aguerrido ejército de Nicanor. Sus soldados habían perdido la moral. Para animarles les habló largamente; pero, al no lograr que vibraran de entusiasmo, les contó un sueño digno de toda fe (15:11). En el sueño-visión vio a Onías y a otro personaje, del que aquél hizo esta presentación: Este es el amador de sus hermanos, que ora mucho por el pueblo y por la ciudad santa; Jeremías, profeta de Dios (15:14). Hacía años que el profeta había muerto; sin embargo, seguía intercediendo por su pueblo mediante su oración. Sin querer estrujar este texto, al menos cabe ver en él la idea de la existencia de una comunión entre los justos de este mundo y los justos que han muerto en el Señor.

Expiación por los difuntos.
En el encuentro con Gorgias (12:3255), muchos soldados judíos quedaron en el campo del honor. Por respeto al sábado, que se venía encima, dejó Judas los cadáveres insepultos para el día siguiente. Entre tanto, Judas torturaba su mente buscando la razón del porqué había permitido Dios semejante derrota. La respuesta la encontró al levantar los cadáveres, ya que en las túnicas encontraron objetos consagrados a los ídolos de Jamnia, de los prohibidos por la Ley a los judíos. A todos les pareció manifiesto que por aquello habían perdido la vida (12:40).
¿Habían cometido una falta grave? ¿Tratábase más bien de una manifestación leve de codicia? ¿Era concebible que unos soldados, paladines del yahvismo, prontos a morir por Dios y por su patria, al morir recibieran el mismo trato que los paganos ? Entre el pecado de éstos y el de aquéllos había gran diferencia. ¿Existía para los justos la probabilidad de recibir después de la muerte un trato de favor? ¿Tenían los justos la posibilidad de purgar su pecado aun después de la muerte? Así lo comprendió Judas, que mandó hacer una colecta y enviar lo recaudado a Jerusalén para que se ofrecieran en el templo sacrificios expiatorios para el pecado. Creía Judas en la supervivencia de las almas; en caso contrario habría sido superfluo y vano orar por los difuntos. Aún más, creía que los sacrificios de los vivos beneficiarían a los muertos. De este texto emanan gran número de verdades sobre los novísimos. No entramos en pormenores acerca del origen de estas creencias que Judas y el autor sagrado manifiestan. La verdad es que tenemos en su testimonio una prueba evidente de la doctrina según la cual las oraciones de los justos sirven de alivio a los que murieron piadosamente en el Señor, los cuales, por ciertas impurezas, no pueden entrar inmediatamente en posesión de la magnífica recompensa que les está reservada (12:45) · Canonicidad
En contra de lo que pretenden ciertos autores modernos, no puede admitirse que la obra de Jasón estuviera inspirada. Lo es, en cambio, el resumen que de la misma hizo un autor anónimo. Quizá hiperbólicamente, asegura el autor que esta labor de resumir le ha costado mucho trabajo, sudores y desvelos. Señal cierta de que Dios, al inspirarle, no le reveló nada nuevo ni le ahorró el trabajo que hubiera tenido cualquier otro humano al emprender una tarea semejante. Pero por la inspiración, aunque inconsciente de la misma, era el autor inspirado en todo su trabajo de redacción, no existiendo error alguno formal en todo lo que él afirmaba y en el modo y grado que lo hacía. Antes de hablar de errores históricos formales en el libro debe individualizarse por todos los medios la mente del autor sagrado, ver y definir qué es lo que afirma en cada caso. El autor sagrado sale fiador únicamente de aquello que quiere afirmar o negar. De ahí que conviene conocer el género literario del libro. Aparentemente es un libro histórico, y muchos hechos que allí se refieren son históricos según la mente del autor. Pero ya hemos dicho que al autor sagrado no le interesa la historia en sí, sino más bien desde el punto de vista religioso. No falsifica la historia; únicamente la pone al servicio de un ideal superior.
El libro es inspirado, y como a tal lo ha recibido la Iglesia en el canon de libros sagrados. De él tenemos una mención implícita en Hebr 11:35-36 y en Pastor Hermas (Vis. 1:3.4). Diversas veces aparece citado por los Santos Padres, como Clemente de Alejandría 14, San Hipólito de Roma 15, etc. En el concilio de Florencia (1442) fue incluido en el canon, proceder que confirmó el concilio Tridentino. Los protestantes han combatido su canonicidad, principalmente por contener doctrinas que no son de su agrado: purgatorio e intercesión de los santos.

Compilador y autor.
A título de introducción, el compilador ha transcrito en el pórtico de su obra unos documentos, o cartas, que no figuraban en la obra de Jasón, por juzgar que su contenido encajaba perfectamente en el volumen y confirmaba a las mil maravillas la tesis que se proponía probar. Este proceder demuestra que, cabe al papel preponderante de compilador de la voluminosa obra de Jasón, ha aportado algo original, proveniente de otras fuentes de información.

Numero de cartas.
No convienen los autores en determinar el número de cartas de la sección (1:1-2:18). Según una hipótesis de Penna, a la cual nos adherimos, dos cartas se distinguen en el texto: 1.a, 1:1-9:18, escrita el año 188 (124 a.C.); 2.a, 1:10-17, del año 148 (164 a.C.). Cualquiera que lea las dos cartas en este orden advertirá que se procede con lógica. Solamente en esta hipótesis se logran dos escritos orgánicos y bien definidos en sus fines.

1 Cornely, Introductio II-I, 456.
2 Sayce: Revue des Etudes Grecques, 7 (1894) 297.
3 Modernamente se ha escrito que una providencia especial divina vigilaba sobre la obra de Jasón para que tuviera todo lo que debía encontrar allí el autor del II de los Macabeos Lo más prudente es dejar abierta la cuestión de la inspiración de Jasón, aunque no fuese tan completa como la que concede Dios para toda obra destinada a la revelación pública (J. Schil-Denberger, Inspiration und Irrtumslosigkeit des Hl, Schrift; Fragen der Theologie heute [Zurich-Colonia 1958] 111-112),
4 Últimamente se ha hecho una edición ecléctica del texto: Maccabaeorum líber II copas usus qaas reliquit Werner Kappler Edidit Robert Hanhart (Septuaginta, vol.io; Góttin-gen 1959).
5 H. Bévenot, The Armenian Text ofMaccabees: Journal of Palestine Oriental Society, 14 (193) 268-283.
6 D. De Bruyne, Le texte grecque des deux premiers livres des Machabées: RB 31 (1922) 31-54; Ídem, Les anciennes traductions latines des Machabées: Anécdota Maredsolana, vol.4 (Maredsous 1932) XV.
7 F. Jacoby, Die Fragmente der griechischen Historiker II (Berlín 1926) 161. Un florilegio de apariciones y milagros en los autores griegos y latinos paganos se encuentra en la obra de J. Obsequens Ab armo Urbis conditae CV prodigiorum líber (Leipzig 1910).
8 P. Bellet, El génre /iteran' del II llibre deis Macabas: Miscellania Bíblica B. Ubach (Montserrat 1953) 14.
9 La Bible de Jérusalem (París 1948) 16,
10 Véase Lefévre, Macchabées (livresde): DBS 605-606,
11 H. Junker, Die theplogische Chaosvorstellung in der biblischen Schópfungsgeschichte: Mélanges A. Robert, 37
12 J. B. Frey, L'Angélologie juíve au temps de J.C.: Revue des Sciences Philosophiques et Théologiques, 20 (1911) 82-83; L· Hackspill, L'Angélologie julve á l'époque néotesta· mentaire: RB 11 (1902) 527-5SO.
13 Véase Ï'âêßåí, The Scriptural proof for the existence of Purgatory from II Mach. 12, 4355: Sciences Ecclésiastiques, 2 (1949) 80-108; W. Marchell, De resnrrectione et retn-butione secundum 2 Mach. et 4 Mach.: Â 34 (1956) 327-341.
14 Strom. 5:14:97.
15 Com. in Dan. é,æÑ,ß-,


Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

II Macabeos 3,1-40;;

1. Diversos Hechos Hasta la Purificación del Templo. (c.3:1-10:8).

Duelo entre Ornas y Simón (3:1-6).
1 Hallándose la ciudad en completa paz, observándose exactamente las leyes, por la piedad del sumo sacerdote Onías y su odio a toda maldad, 2 sucedía que hasta los mismos reyes honraban el santuario y lo enriquecían con magníficos dones. 3 Y así, Seleuco, rey de Asía, concedió de sus propias rentas todas las expensas necesarias para el servicio de los sacrificios. 4 Pero un cierto Simón, de la tribu de Benjamín, constituido inspector del templo, se enemistó con el sumo sacerdote con motivo de la fiscalización del mercado de la ciudad. 5 No pudiendo vencer la resistencia de Onías, se fue a Apolonio, de Tarso, que por aquel tiempo era general de la Celesiria y la Fenicia, 6 y le hizo saber cómo el tesoro de Jerusalén estaba lleno de riquezas indecibles, y que la cantidad de oro que allí había era incalculable y no se destinaba al sostenimiento de los sacrificios, pudiendo el rey apoderarse de ello.

De Onías III hace un gran elogio el autor de Eci 5:1. Fue sobrino de Onías II, contemporáneo de Tolomeo IV Filopator y Antíoco IV Epifanes. Yahvista hasta los tuétanos (15:12), se opuso a las tentativas de saqueo del templo por parte de Heliodoro, ministro de Hacienda de Seleuco IV. Su piedad y odio al pecado le hicieron acreedor a la veneración de todos. Los mismos reyes, Tolomeo II Filadelfo, Tolomeo III Evergetes y el mismo Antíoco III el Grande, honraban el santuario. Cuando este último anexionó la Judea a su reino, después de la batalla de Panión (199 a.C.), quiso superar la magnificencia de los Tolomeos con el intento velado de ganar para la causa seléucida a los sacerdotes de Jerusalén.
La política de captación había calado hondo en los círculos sacerdótales de Jerusalén. Cierto Simón, de la tribu de Benjamín (Bilga, leen De Bruyne Y Abel), encargado de la administración (prostasía) del templo e inspector del mercado público (agoraríamos), entró en conflicto con Onías, sin que podamos saber las causas. Despechado al no poder vencer la resistencia de éste, marchó al encuentro de Apolonio, general (strategós) de la Celesiria y de Fenicia, denunciando las enormes riquezas guardadas en el templo, de las que el rey podía apoderarse, porque no se destinaban al sostenimiento de los sacrificios. Los particulares depositaban en el templo sus ahorros (Neh_13:5). Decisivo era el paso dado por Simón en la historia de las relaciones entre el judaísmo y el helenismo. En momentos en que la economía real vivía momentos cruciales eran sumamente peligrosas semejantes denuncias hechas por un judío con personalidad religiosa relevante.

Diálogo entre Onías y Heliodoro (Neh_3:7-14).
7 Apolonio se fue luego a ver al rey y le dio cuenta de los tesoros referidos. Este eligió a Heliodoro, su ministro de Hacienda, a quien envió con órdenes de apoderarse de las riquezas. 8 En seguida se puso en viaje Heliodoro, con el pretexto de visitar las ciudades de Celesiria y Fenicia, pero en realidad para ejecutar el propósito del rey. 9 Llegado a Jerusalén, fue recibido cordialmente por la ciudad y el sumo sacerdote, a quien dio luego cuenta de lo que le había sido comunicado y del motivo de su venida, preguntando si lo que se les había dicho se ajustaba a la realidad. 10 El sumo sacerdote le hizo ver que se trataba de depósitos de viudas y huérfanos 11 y de una cantidad que pertenecía a Hircano, hijo de Tobías, hombre de muy noble condición, contra lo que calumniosamente había denunciado el impío Simón; y que, en fin, la suma de todo el dinero era de cuatrocientos talentos de plata y doscientos de oro,12 siendo del todo imposible cometer tal injusticia contra los que habían confiado en la santidad del lugar y en la majestad del templo, honrado en toda la tierra. 13 Pero Heliodoro, en virtud de las órdenes del rey, contestó que aquellos tesoros habían de ser necesariamente entregados al tesoro real. 14 Señalado día, se preparó a entrar, dispuesto a apoderarse de tales riquezas, lo que produjo no pequeña conmoción en toda la ciudad.

Dio orden el rey de apoderarse de unas riquezas que tanto beneficiarían a la economía seléucida. Nada menos que el primer ministro, Heliodoro, recibió el encargo de ejecutar los propósitos del rey. Había en el templo una respetable suma perteneciente a la noble familia de los Tobiadas. Vivía Hircano (184-175) en la fortaleza de Araq-el-Emir, y era descendiente del famoso Tobías Amonita, contemporáneo de Nehemías (Neh_2:19; Neh_6:6; Neh_13:4). Partidario de los Lagidas, tuvo que abandonar Jerusalén al apoderarse de ella los seléucidas 2. La declaración de Onías acerca de los tesoros de Hircano depositados en el templo debió despertar aún más los deseos de Heliodoro de apoderarse de un dinero propiedad de un enemigo de los seléucidas. Según Onías, la cantidad de dinero depositado en el templo subía a la respetable suma equivalente a 2.390.000 dólares.

Un pueblo en oración (Neh_3:15-22).
15 Los sacerdotes, vestidos de sus túnicas sagradas, se arrojaron ante el altar; clamaban al cielo, invocando al que había dado ley sobre los depósitos de que les fueran guardados intactos a quienes los depositaron. 16 Nadie podía mirar el rostro del sumo sacerdote sin quedar traspasado, porque su aspecto y su color demudado mostraban la angustia de su alma. 17 El temor que se reflejaba en aquel varón y el temblor de su cuerpo revelaban a quien le miraba la honda pena de su corazón. 18 Los ciudadanos salían en tropel de sus casas para acudir a la pública rogativa en favor del lugar santo, que estaba a punto de ser profanado. 19 Las mujeres, ceñidos los pechos de saco, llenaban las calles; y las doncellas, recogidas, concurrían unas a las puertas del templo, otras sobre los muros, algunas miraban furtivamente por las ventanas, 20 y todos, tendidas las manos al cielo, oraban. 21 Era para mover a compasión ver la confusa muchedumbre postrada en tierra y la ansiedad del sumo sacerdote, lleno de angustia. 22 Todos invocaban al Dios omnipotente, pidiendo que los depósitos fuesen, con plena seguridad, conservados intactos a los depositantes.

Ningún poder humano era capaz de torcer la voluntad de Heliodoro; sólo Dios podía estorbar sus planes. Sacerdotes y pueblo se entregaban a ruidosas y espectaculares manifestaciones de duelo. Invocan al Dios que había dado la ley sobre los depósitos (Exo_22:7) para que velara por la incolumidad de los mismos.

Heliodoro fuera de combate (Exo_3:23-30).
23 Heliodoro, por su parte, dispuesto a consumar su propósito, estaba ya acompañado de su escolta junto al gazofilacio, 24 cuando el Señor de los espíritus y Rey de absoluto poder hizo de él gran muestra a cuantos se habían atrevido a entrar en el templo. Heridos a la vista del poder de Dios, quedaron impotentes y atemorizados. 25 Se les apareció un jinete terrible. Montaba un caballo adornado de riquísimo caparazón, que, acometiendo impetuosamente a Heliodoro, le acoceó con las patas traseras. El que le montaba iba armado de armadura de oro. 26 Aparecieron también dos jóvenes fuertes, llenos de majestad, magníficamente vestidos, los cuales, colocándose uno a cada lado de Heliodoro, le azotaban sin cesar, descargando sobre él fuertes golpes. 27 Al instante, Heliodoro, caído en el suelo y envuelto en tenebrosa oscuridad, fue recogido y puesto en una litera. 28 Y el que hacía poco, con mucho acompañamiento y con segura escolta, entraba en el gazofilacio, era ahora llevado, incapaz de auxiliarse a sí mismo, habiendo experimentado manifiestamente el poder de Dios; 29 y por la divina virtud yacía mudo, privado de toda esperanza de salud. 30 Los judíos, por su parte, bendecían al Señor, que había defendido el honor de su casa. Y el templo, poco antes lleno de terror y de turbación, ahora rebosaba de alegría y regocijo gracias a la intervención del Señor omnipotente.

No fue sordo Dios al clamor de su pueblo. Por su parte, Heliodoro pasó a realizar su cometido. Entró en el templo, y, cuando sus manos sacrilegas se disponían a saquearlo, el Señor de los espíritus- título que el libro de Henoc emplea repetidamente - demostró que era Rey de absoluto poder al enviar contra Heliodoro y su séquito un jinete que le derribó al suelo, donde fue acoceado por las patas traseras del caballo. El esplendor y agilidad de los ángeles vengadores contrasta con la figura ridicula de un ministro seléucida inválido, ciego, acardenalado y mudo por el alboroto.

Onías le salva la vida (Exo_3:31-34).
31 Pronto acudieron algunos de los de Heliodoro, suplicando a Onías que invocase al Altísimo para que hiciese gracia de la vida al que se hallaba en el último extremo. 32 Y temiendo el sumo sacerdote que el rey llegara a imaginarse que los judíos habían cometido algún crimen contra Heliodoro, ofreció un sacrificio por la salud de éste. 33 Mientras el sumo sacerdote ofrecía el sacrificio de propiciación, los mismos jóvenes se aparecieron de nuevo a Heliodoro, con las mismas vestiduras de antes, y, acercándose a él, le dijeron: Da muchas gracias a Onías, el sumo sacerdote, pues a él le debes que el Señor te haya dejado la vida. 34 Tú, pues, castigado por Dios, confiesa ante todos su poder. Dicho esto, desaparecieron.

Más que magullamiento general, los jóvenes y las patas traseras del caballo del brioso jinete causaron a Heliodoro heridas precursoras de su muerte. La situación era comprometida en caso de que Heliodoro perdiera allí la vida, porque el rey seléucida culparía a los judíos de asesinato de su ministro. El sumo sacerdote ofreció un sacrificio por la salud de Heliodoro, que se encontraba en los últimos momentos. Todo el libro segundo de los Macabeos está sembrado de hechos milagrosos. Otras de sus peculiaridades es la confesión del poder, magnificencia y dominio supremo de Dios por parte de los gentiles.

Heliodoro regresa a Antioquía (Exo_3:35-40).
35 Heliodoro, después de ofrecer un sacrificio al Señor y de hacer grandes votos a quien le había concedido la vida, se despidió amigablemente de Onías y se volvió con sus tropas al rey, 36 dando público testimonio de las obras del Dios altísimo, que con sus ojos había visto, 37 Interrogado por el rey sobre quién sería más apto para enviarlo a Jerusalén, dijo: 38 Si tienes a algún enemigo o alguien que conspire contra tu reino, mándalo allá, que bien castigado vendrá, si es que salva la vida, porque sin duda que hay en aquel lugar una fuerza divina. 39 El mismo que en los cielos habita tiene sus ojos puestos sobre aquel lugar para defenderlo y hiere de muerte a los que a él se llegan con malos propósitos. 40 Tal fue el episodio de Heliodoro y de la preservación del gazofilacio.

El que vino a Jerusalén como enemigo de Dios vuelve a sus tierras pregonando sus maravillas y poder. No debió el monarca quedar convencido del testimonio de su ministro, al que llamó para que le señalara cuál, a su juicio, sería el más indicado para renovar el intento. A lo que contestó Heliodoro con buena dosis de ironía: Al que el rey quiera castigar, que bien apaleado regresará, si es que salva la vida 3.