Josué 2 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 24 versitos |
1 Josué, hijo de Nun, mandó en secreto dos espías desde Setim, diciéndoles: “Id a explorar la tierra y Jericó.” Puestos en camino, llegaron los dos hombres a Jericó y entraron en la casa de una cortesana de nombre Rahab y pararon allí.
2 Al rey de Jericó le dieron noticia, diciendo: “Hombres de entre los hijos de Israel han llegado aquí durante la noche para explorar la tierra.”
3 El rey mandó decir a Rahab: “Saca a esos hombres que han venido a ti y han entrado en tu casa, porque han venido para explorar toda la tierra.”
4 Ella tomo a los dos hombres y los escondió en el terrado, y dijo: “Cierto que han venido hombres a mí, pero yo no sabía de dónde eran,
5 y cuando esta tarde se iban a cerrar las puertas, han salido y no sé adonde han ido; daos prisa a perseguirlos y de seguro los alcanzaréis.”
6 Pero ella los había subido al terrado y los había escondido debajo de tascos de lino que para ello dispuso en el terrado.
7 Aquellos hombres fueron en su persecución por el camino que va a los vados del Jordán, y, una vez que salieron, se cerraron las puertas.
8 Antes de que los espías se acostasen, subió Rahab al terrado y les dijo:
9 “Yo sé que Yahvé os ha entregado esta tierra; el terror de vuestro nombre se ha apoderado de nosotros,"
10 pues hemos sabido cómo Yahvé, a vuestra salida de Egipto, secó las aguas del mar Rojo y cómo habéis tratado a los dos reyes de los amorreos del lado de allá del Jordán, Seón y Og, que disteis al anatema.
11 Al saberlo, nuestro corazón ha desmayado, y todos se han acobardado ante vosotros; porque Yahvé, vuestro Dios, es Dios arriba, en los cielos, y abajo, sobre la tierra."
12 Ahora, pues, os pido que me juréis por Yahvé que, como yo he tenido misericordia de vosotros, la tendréis vosotros también de la casa de mi padre
13 y dejaréis la vida a mi padre, a mi madre, a mis hermanos y hermanas y a todos los suyos, y que nos libraréis de la muerte.”
14 Los hombres le dijeron: “Te juramos por nuestra vida que, si no nos denuncias, cuando Yahvé nos entregue esta tierra, haremos contigo misericordia y fidelidad.”
15 Ella los bajó con una cuerda por la ventana, pues su casa estaba adosada a la muralla. Antes les dijo:
16 “Idos al monte, no sea que los que os persiguen den con vosotros; estad allí escondidos durante tres días, hasta que aquéllos estén de vuelta, y luego id vuestro camino.”
17 Los hombres le dijeron: “Mira cómo habrás de hacer para que cumplamos el juramento que te hemos hecho:
18 Cuando entremos en esta tierra, ata este cordón de hilo de púrpura a la ventana por la cual nos has descolgado y reúne contigo en tu casa a tu padre, a tu madre, a tus hermanos y a toda la casa de tu padre.
19 Si alguno sale fuera de la puerta de tu casa, su sangre será sobre su cabeza y nosotros seremos inocentes; pero si alguien pone la mano sobre alguno de los que contigo estén en tu casa, su sangre sea sobre nuestra cabeza."
20 Si nos denuncias, seremos libres del juramento que nos has pedido.”
21 Ella respondió: “Sea como decís.” Luego los despidió y se fueron, y ella ató el cordón de púrpura a la ventana.
22 Los espías se fueron al monte y se estuvieron escondidos allí tres días. Los que los perseguían los estuvieron buscando por el camino, sin hallarlos.
23 Los dos espías, bajando del monte, repasaron el Jordán, se fueron a Josué, hijo de Nun, y le contaron todo lo sucedido, diciendo:
24 “Cierto es que Yahvé ha entregado en nuestras manos toda esa tierra, pues los habitantes de ella están acobardados de nosotros.”

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Introducción a Josué

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José.

Introducción.

Título.
En el texto masorético lleva el título de Yehoshua, que la versión de los LXX conserva, adoptando, sin embargo, la forma nominal más reciente de Yesua (Neh 8:17). San Jerónimo reproduce el encabezamiento hebraico y griego del libro al escribir: Josué Bennun, id est lesus Nave.
En el canon judío el libro de Josué ocupa el primer lugar entre los de la segunda clase, llamada Profetas anteriores, e inicia en el canon eclesiástico la serie de los libros históricos del Antiguo Testamento. Este lugar destacado en el canon se ha mantenido constantemente a través de los siglos y en todos los manuscritos por razón del prestigio que alcanzó Josué entre los hebreos por estar íntimamente unido a Moisés, del cual fue asiduo colaborador y fiel ministro (mesharet) envida (Ex 17:8-16; 24:13; 33:11; Núm 14:30-38) e inmediato sucesor suyo al morir sobre el monte Nebo, en los umbrales de la tierra prometida.

Argumento y División.
El argumento desarrollado en el libro de Josué es claro y directo. Antes de morir transmite Moisés toda su autoridad a Josué (Núm 27:18-23), Que pasa a ser el caudillo indiscutible de Israel en la empresa de la conquista de la tierra prometida y de su distribución entre las doce tribus. Estaba lleno del espíritu de sabiduría, pues había puesto Moisés sus manos sobre él (Deut 34:9). Moisés le confió la misión de velar por la estricta observancia de la Ley, conducir al pueblo en la conquista de Canaán y distribuir su territorio entre las tribus.
El libro se divide en dos grandes partes: conquista de la tierra de Canaán (c.1-12) y distribución de la misma entre las tribus (c. 13-21). Siguen al final del libro (c.22-24) algunos apéndices.

Texto.
El libro de Josué fue escrito originariamente en hebreo. Al cotejar el texto hebraico con el texto griego de los LXX se encuentran diferencias sensibles. De ahí que haya surgido entre los críticos cierta discrepancia tocante a la valoración de ambos textos. Unos se declaran abiertamente en favor del texto griego (Humme-lauer, Clamer, Schulz), otros por el hebraico (Noth, Dillmann, Cales). La posición más aceptable es la de aquellos que rehuyen los apasionamientos y proceden en cada caso de un modo ecléctico, de conformidad con las reglas de crítica textual, interna y externa. El texto griego está muy lejos de presentarse uniforme, y las variantes se acentúan a propósito de los nombres geográficos. Es tanta a veces la diferencia entre los diversos códices que A. Rahlfs2 ha publicado en un cuadro sinóptico los capítulos 15 y 19 de los códices B, A. Algunos críticos han contribuido eficazmente a dilucidar los problemas que ofrece el texto griego de Josué3. Después de los estudios de Margolis, los autores más recientes se inclinan por el texto masorético.

Autor.
El título del libro y el texto de Eccli 46:1 Josué, hijo de Nun, sucesor de Moisés en la dignidad profética dieron ocasión de atribuir a Josué el libro que lleva su nombre. Sin embargo, el título se refiere al contenido del mismo, no a su autor. El mencionado texto de Eccli 46:1 dice solamente que Josué sucedió a Moisés en la misión profética (Ex 24:13; 33:11; Núm 11:28; Jos 1:1). Una antigua tradición talmúdica (Baba Bathra 140), según la cual Josué escribió su libro y los últimos ocho versos de la Ley, tuvo poco eco en la tradición cristiana primitiva, rechazándola Teodoreto 4, el seudo Atanasio5, y San Jerónimo6. La sentencia de que Josué escribió su libro es rechazada unánimemente por los autores modernos, y los argumentos aducidos en su favor carecen de sólido fundamento 7.
A falta de argumentos externos que decidan la cuestión de autor, vale la pena recurrir a argumentos de índole interna. Del examen del libro aparece que en su redacción actual se refieren hechos sucedidos después de la muerte de Josué (15:13-19; 19:47; 13:30). La observación de 4:14: Y éstos (los israelitas) le respetaron como habían respetado a Moisés todos los días de su vida, y la frase tantas veces repetida: hasta el día de hoy, sugieren que hubo un intervalo de tiempo entre los hechos que se refieren y su redacción por escrito. Decisivo es el siguiente testimonio de 24:31: Israel sirvió a Yahvé durante toda la vida de Josué y durante toda la vida de los ancianos que le sobrevivieron y conocían cuanto había hecho Yahvé en favor de Israel.
Cada pueblo conserva tenazmente los hechos más salientes de su historia nacional, que se recuerdan y comentan con orgullo. Aparte de la inspiración de los poetas y profetas, que los exaltan y revisten con detalles pintorescos, existe la consignación desapasionada de los mismos encaminada a servir de lección y estímulo para las generaciones posteriores. No puede determinarse el tiempo preciso en que las tradiciones orales se fijaron por escrito. Algunos quieren que parte del libro fue escrita antes de Salomón (16:10, comparado con 1 Re 9:16) y aun antes de David (15:63, comparado con 2 Sam 5:6-8).
En el exilio, Israel se reconcentró en sí mismo y reflexionó acerca de las causas que lo motivaron. Un examen filosófico-teológico de la historia demostraría a Israel que era él mismo el que se había ganado su ruina a causa de su infidelidad al Pacto de la alianza. El libro de Josué es un capítulo de esta historia, en la cual se prueba que Dios cumplió todas sus promesas hechas a los patriarcas (Gen 12:7) de dar a su descendencia la tierra de Canaán, venciendo a todos los pueblos que en ella habitaban (24:18). Para el autor sagrado, la conquista de Canaán por los israelitas no es un acontecimiento profano, sino teológico.

La Fecha del Éxodo.
Dos son las sentencias sobre esta cuestión: i) unos colocan el Éxodo en tiempos de Amenofis II (c.1450-1425); 2) otros en el reinado de Mernefta (1234-1224). Los argumentos que aportan los patrocinadores de la primera sentencia se basan en la cronología bíblica (1 Re 6:1), en los resultados arqueológicos de las excavaciones practicadas en Jericó y Hai, en la presencia de los Khapiru en la carta de Abdikhiba a Amenofis III y en la mención de Israel en la estela de Mernefta. Pero todos estos argumentos no tienen valor, según ha demostrado Drioton 11.
La historia de Moisés y del Éxodo debe colocarse en un tiempo en que los faraones residían en la zona del Delta, donde llevaron a cabo grandes construcciones. Ahora bien, estas circunstancias solamente se dieron en tiempos de la 19 dinastía. La ciudad donde trabajaban los hebreos llamábase Ramsés (Gen 47:11; Ex 1:11), del ríombre del faraón Ramsés II (1298-1232), ciudad que estuvo emplazada o bien en Tanis, como quiere M. Montet, o en Qantir, a 25 kilómetros al sur de Tanis. El resultado de las excavaciones arqueológicas de Montet son favorables completamente a la fecha del Éxodo bajo el Ramsés que creó la ciudad que lleva su nombre 12.
Un argumento decisivo se encuentra en el panorama político de Siria y Palestina desde 1500-1200. Únicamente en un período de debilidad política y militar de Egipto pudo producirse la conquista de Canaán por Josué. Ahora bien, esta decadencia egipcia se acentuó al fin de la XIX dinastía y se mantuvo bajo la XX, coincidiendo con la ruina del imperio hitita. Ni Josué ni los Jueces fueron nunca molestados por los faraones de Egipto, replegados en su territorio, lo que no sucedía en tiempos de Tell el-Amarna. Además, los reinos de Moab y Edom, que encontraron los israelitas en su viaje a Palestina, se fundaron en el siglo XIII. Terminamos diciendo que la entrada en Canaán se produjo en un momento en que Egipto, dividido interiormente, perdió su influencia sobre Palestina. Este momento fue o durante los últimos años de Mernefta o durante el reinado de Ramsés III (1 198-1166)13.
Los israelitas salieron de Egipto camino de Palestina. Intentaron penetrar en el territorio por la región de Cades, pero los rechazaron los cananeos de Tell Arad (Núm 14:45; 21:1). Algunos grupos de calebitas y quenitas penetraron por el sur directamente 14. No está fuera de lugar suponer, dicen Lemaire-Baldi, que los motivos que aconsejaron a los israelitas renunciar a su plan primitivo de penetrar en Palestina por el sur se basaban en la acción de Mernefta y Ramsés III en Palestina, ocupados en atajar la marcha de los pueblos del mar hacia Egipto. Al entrar los israelitas en Palestina, el territorio estaba habitado por varios pueblos y razas. Quedaban restos de los antiguos cananeos, amorreos, jebuseos, fereceos. En cuanto a los hititas, bajo la presión de Salmanasar I (c. 1266-1236) caminaban hacia su ruina. Después de la muerte de su rey Hattusil perdieron todo el territorio de Mitanni y poco después las regiones del alto y medio Eufrates. En Palestina quedaron algunos islotes de hititas; los de Gabaón y otras tres ciudades inventaron una estratagema para evitar el ataque militar de Josué y de su ejército.
La conquista fue lenta y duró muchos años. En la llanura fueron inferiores a sus enemigos, equipados con carros de combate tirados por caballos; en las montañas, y al amparo de los bosques, se creían más fuertes y seguros. Si la campaña no fue tan brillante como da a entender una lectura superficial del libro de Josué; si muchas ciudades resistieron a su empuje, más que a su inferioridad técnica debe achacarse a la infidelidad del pueblo para con Dios. Ahí debe buscarse la raíz más honda de los fracasos de que se habla en el libro de los Jueces (c.1). Yahvé es ciertamente un Dios poderoso, es Yahvé Sebaot (Sal 24:8-10), que combatía por Israel (Jos 10:14); pero su intervención efectiva en la campaña era mayor o menor según la conducta del pueblo para con El.

Ambiente Cultural y Religioso.
Los exploradores enviados por Josué a la tierra prometida quedaron atónitos al contemplar sus riquezas naturales, el grado de cultura y la altura de sus habitantes (Núm 13:28-34). A estas riquezas naturales se juntaba un grado de cultura muy desarrollado, que se manifestaba en la construcción de las ciudades grandes y amuralladas. El fondo de esta cultura era cananea, hitita, con influencia egipcia y egea. Palestina ocupaba un punto neurálgico en la confluencia de tres continentes y era lugar obligado de tránsito de los mercaderes egipcios y de los otros pueblos del Próximo Oriente. Las modernas excavaciones han puesto al descubierto la civilización de Canaán en tiempos de la conquista, desenterrando plazas fuertes con magníficos servicios hidráulicos para resistir largo tiempo en caso de sitio; ricos santuarios, cerámica trabajada al torno y decorada, así como objetos y utensilios caseros que deslumbraban al pueblo israelita proveniente del desierto (c.7).
La religión cananea contrastaba fuertemente con la severidad del culto yahvístico. Baal y Astarté eran las divinidades máximas del panteón cananeo. En los santuarios construidos en lugares altos (bamoth) o entre la frondosidad de los bosques había altares para el sacrificio y emblemas masculinos y femeninos que simbolizaban la presencia de la divinidad. El culto iba acompañado con orgías, danzas frenéticas, incisiones, sacrificios humanos y prácticas obscenas. A pesar de las exhortaciones de Josué, no pudo evitarse completamente que el culto cananeo fascinara a los israelitas,y se convirtiera en fuente de desventuras para el pueblo escogido15.

Género Literario-Histórico del Libro.
No es el libro de Josué una historia científica escrita de conformidad con las reglas de la historiografía moderna, sino una colección de datos que el autor sagrado, bajo el influjo de la divina inspiración, ha recogido y seleccionado con el fin de poner de relieve el profundo significado religioso de la fidelidad de Dios en cumplir su promesa de entregar la tierra de Canaán a su pueblo escogido. El autor no sacrifica la historia de los hechos a su tesis, sino que basa ésta sobre la veracidad de aquéllos. Todo el libro, incluso las áridas y frías listas de nombres geográficos, deben considerarse desde el punto de vista religioso.
Yahvé, que tan severo se muestra frente a los pueblos paganos de Palestina, se reviste de entrañas de misericordia para con Israel. Dios habla a Moisés y le dicta el modo como debe comportarse en los trances difíciles. Símbolo de su presencia en medio de su pueblo es el arca de la alianza. Otro concepto religioso que se desenvuelve en el libro es la santidad de Dios, que reclama adoradores santos, puros, prontos a poner en práctica todo cuanto prescribe la Ley, fuente de prosperidad y bienestar (1:7-9; c.22), mientras que su inobservancia acarrea desórdenes y calamidades.
Los Santos Padres han visto en la lucha por la conquista de la tierra prometida una figura del combate para la conquista del reino de los cielos. También ven ellos en Josué una figura de Cristo. Así como Josué destruyó a los enemigos de Yahvé e introdujo a su pueblo en la tierra prometida, de la misma manera, Jesucristo, después de librarnos del yugo del pecado, nos introduce en el reino de los cielos (Baldi).

1 M. Lambert, Les premiers et les derniers prophétes: Revue des Etudes Juives, 66 (1913) 136-138.
2 Septuaginta (Stuttgart 1935).
3 Véanse A. Margolis, Specimen of a new Edition of the Greek Yeshua: Jewish Studies in memory of Israel Abrahams. The Álexander Kohut Memorial Foundation (New York 1927) 307-323; Ídem, The Book of Joshua in Greek (New York 1931-1938; incompleto, ed. crítica del texto de Josué 0.1-19.31); Ídem, Corrections in the Apparatus of the Book of Joshua in Cambridge Septuagint: Journal of Biblical Literature, 49 (1930) 234-264; O. Pretzl, Die griechischen Handschriftengruppen im Buche Josué untersucht nach ihrer Eigenart una ihrem Verhditnis zueinander B 9 (1928) 377-427-; Ídem, Der hexaplarische und tetraplarische Sep-tuagintatext des Orígenes in den Büchern Josué und Richter: Byzantinische Zeitschrift, 30 (1929-1930) 262-268. Para un estudio comparativo entre el texto hebraico y griego, véanse: S. Holmes, Joshua. The Hebrew and Greek text (Cambridge 1914); ch. D. Benjamín, The variations between the Hebrew and Greek text of Joshua c.i-9 (Philadelphia 1921). Después de los estudios de Margolis, los autores más recientes se inclinan por el texto masorético.
4 Quaest. in los. 14: PG 80,473.
5 Synopsis 10: PG 28,309.
6 Epist. 53: PL 22:546.
7 H. Hopfl-Miller-Metzinger, Introductio specialis in Vctus Testamentum (Roma 1946) 124-125; B. Mariani, Introductio in libros sacros Veteris Testamenti (Roma 1958) 123-124.
8 M.-J. Lagrange, Le livre des Juges (París 1903) 26.
9 Das Sysíem der Zwolf Stamme Israels (Stuttgart 1930); Studien zu den historisch-geographischen Dokumenten des Josuabuches: Zeitschrift des deutschen Palástina Vereins, 58 (i935) 185-255; Das Buch Josua (Tübingen 1938),
10 R. De Vaux: RB 47 d938) 462-463-
11 E. Drioton, La date de l'Exode: Revue d'Histoire et de Philosophie religieuse, 35 (1955) 36-49.
12 P. Montet, Les nouvelles fouilles de Tanis (1929-1932; París 1933); Ídem, Le árame de Aavaris (París 1940); B. Couroyer, La résidence ramesside de Delta et la Ramsés biblique: RB 53 (1946) 75-98.
13 Véase R. De Vaux, La Palestine et la Transjordanie au LTe millénaire et les origines israélites: Zaw 38 (1938) 225-237; W. F. Albright, The Israelite conquest of Canaán in the Light of Archeology: Basor 74 (1939) 11-23; E. Drioton, La date de l'Exode l.c.; H. Cazelles, Données géographiques sur l'Exode: Rhphr 35 (i955^ 51-58; Ídem, Les locali-sations de l'Exode et la critique littéraire: RB 62 (1955) 321-364: Lemaire-Éaldi, l.c.
14 Jue 1:16-17, comparado con Núm 21:3; Jue 1:9-15, comparado con Jos 15:13-19. (Véase Delorme, 399.)
15 H, Vincent, Canaán d'aprés l'exploration récente (París 1907) 152-205.

Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

Josué 2,1-24

Espías a Jericó (2:1).
1Josué, hijo de Nun, mandó en secreto dos espías desde Setim, diciéndoles: Id a explorar la tierra y Jericó. Puestos en camino, llegaron los dos hombres a Jericó y entraron en la casa de una cortesana de nombre Rahab y pararon allí.

Los exploradores parten de Setim (Shittim acacias), lugar que se identifica comúnmente con Abelsatim (Num_33:49), a once kilómetros y medio al este del Jordán 9. Desde los contrafuertes de las montañas de Abarim pudieron los israelitas contemplar la extensa llanura, pero no precisar su configuración exacta. Importaba, además, tener noticias concretas sobre Jericó, de sus fortificaciones y de las posibilidades de expugnarla. Situada en la llanura del Ghor, a unos pocos kilómetros de la montaña de la Cuarentena o Qarantal, a veintiocho de Jerusalén, a diez clelmar Muerto y a ocho del río Jordán, estaba protegida por una muralla difícil de forzar. Jericó deriva de la palabra yareah, luna, llamada así porque en la antigüedad se rendía allí culto al dios Luna. En el curso de los siglos, la ciudad ha conocido tres emplazamientos distintos, muy próximos entre sí: la actual Jericó (Er-Riha), la del tiempo de Herodes y la Jericó cananea, que se alzaba en el lugar conocido por tell el-Sultán.

Rahab Acoge a los Espías (Num_2:2-3).
2Al rey de Jericó le dieron noticia, diciendo: Hombres de entre los hijos de Israel han llegado aquí durante la noche para explorar la tierra. 3El rey mandó decir a Rahab: Saca a esos hombres que han venido a ti y han entrado en tu casa, porque han venido para explorar toda la tierra.

Los dos exploradores entraron en la ciudad y se hospedaron en casa de una cortesana (zonah, de zanah, fornicar) de nombre Rahab. Flavio Josefo supuso que Rahab era hostelera de profesión. Sin embargo, el texto y el contexto no permiten ningún eufemismo en este punto. Meretriz (pórne) la llama San Pablo (Heb_11:31). Quiso Dios valerse de esta mujer para facilitar el ingreso de Israel en Canaán y, al mismo tiempo, regenerarla espiritualmente, incorporándola al pueblo escogido. Sus buenos servicios a Israel fueron muy elogiados posteriormente por los autores inspirados. Rahab, tipo de las naciones paganas que se convierten, merece figurar en la genealogía de Cristo (Mat_1:5). San Pablo alaba su fe (Heb_11:31); Santiago afirma que sus obras la justificaron al recibir a los espías y enviarles por otro camino (Stg_2:25). La Iglesia primitiva la coloca en el grupo de los pecadores arrepentidos 3.

Alarma en la ciudad (Stg_2:4-7).
4 Ella tomo a los dos hombres y los escondió en el terrado, y dijo: Cierto que han venido hombres a mí, pero yo no sabía de dónde eran, 5y cuando esta tarde se iban a cerrar las puertas, han salido y no sé adonde han ido; daos prisa a perseguirlos y de seguro los alcanzaréis. 6Pero ella los había subido al terrado y los había escondido debajo de tascos de lino que para ello dispuso en el terrado. 7Aquellos hombres fueron en su persecución por el camino que va a los vados del Jordán, y, una vez que salieron, se cerraron las puertas.

El rey de Jericó tuvo noticia de la llegada a la ciudad de dos espías israelitas que se habían hospedado en casa de Rahab. Los dos llamaron la atención, o bien por su indumentaria o por su manera de hablar. Rahab mantuvo un diálogo con los enviados del rey, a los que desorientó con sus mentiras. Un registro minucioso en su reducida casa hubiera sido de fatales consecuencias para los dos espías israelitas. Siendo muy reducido el perímetro de la ciudad, las casas se amontonaban unas sobre otras. Su interior constaba de una sala única, en la planta baja, acaso un piso y una azotea, en donde, en épocas de calor, solían sus moradores pasar la noche. La noticia de que los espías fueron escondidos debajo de tascos de lino dispuestos en la azotea para secarse al sol demuestra que la entrada de Israel en tierras de Palestina se efectuó a últimos de abril. En el calendario de Gezer4 se dice que la cosecha del lino en la región mediterránea tenía lugar en el mes séptimo (marzo-abril). En Jericó, situada a 250 metros bajo el nivel del mar, la cosecha era antes. Los exploradores llegaron a casa de Rahab a principios del mes séptimo.

Evasión de los espías (Stg_2:8-21).
8Antes de que los espías se acostasen, subió Rahab al terrado y les dijo: 9Yo sé que Yahvé os ha entregado esta tierra; el terror de vuestro nombre se ha apoderado de nosotros, 10pues hemos sabido cómo Yahvé, a vuestra salida de Egipto, secó las aguas del mar Rojo y cómo habéis tratado a los dos reyes de los amorreos del lado de allá del Jordán, Seón y Og, que disteis al anatema. 11Al saberlo, nuestro corazón ha desmayado, y todos se han acobardado ante vosotros; porque Yahvé, vuestro Dios, es Dios arriba, en los cielos, y abajo, sobre la tierra. 12Ahora, pues, os pido que me juréis por Yahvé que, como yo he tenido misericordia de vosotros, la tendréis vosotros también de la casa de mi padre 13y dejaréis la vida a mi padre, a mi madre, a mis hermanos y hermanas y a todos los suyos, y que nos libraréis de la muerte. 14Los hombres le dijeron: Te juramos por nuestra vida que, si no nos denuncias, cuando Yahvé nos entregue esta tierra, haremos contigo misericordia y fidelidad. 15Ella los bajó con una cuerda por la ventana, pues su casa estaba adosada a la muralla. Antes les dijo: 16Idos al monte, no sea que los que os persiguen den con vosotros; estad allí escondidos durante tres días, hasta que aquéllos estén de vuelta, y luego id vuestro camino. 17Los hombres le dijeron: Mira cómo habrás de hacer para que cumplamos el juramento que te hemos hecho: 18Cuando entremos en esta tierra, ata este cordón de hilo de púrpura a la ventana por la cual nos has descolgado y reúne contigo en tu casa a tu padre, a tu madre, a tus hermanos y a toda la casa de tu padre. 19Si alguno sale fuera de la puerta de tu casa, su sangre será sobre su cabeza y nosotros seremos inocentes; pero si alguien pone la mano sobre alguno de los que contigo estén en tu casa, su sangre sea sobre nuestra cabeza. 20Si nos denuncias, seremos libres del juramento que nos has pedido. 21Ella respondió: Sea como decís. Luego los despidió y se fueron, y ella ató el cordón de púrpura a la ventana.

Siguiendo las indicaciones de Rahab, los emisarios del rey, a la luz de la luna, se dirigieron hacia el Jordán en busca de los exploradores, con el fin de alcanzarles antes de que llegaran a los vados del río Que 3:28; 12:5). Entre tanto, la mujer subió a la terraza y mantuvo un largo diálogo con los espías. Parece que éstos se disponían a pasar la noche en la azotea; pero Rahab les hizo comprender la necesidad de ausentarse de su casa inmediatamente por temor a un registro. Por haberse cerrado las puertas de la ciudad, el único medio para huir era descolgarse por el muro (Hec_9:25), al cual estaba adosada la casa de Rahab. Antes de despedirlos quiso arrancarles la promesa con juramento de que, al adueñarse de la ciudad, conservaran su vida y la de sus familiares. La mujer no habla de su marido. La profusión de expresiones bíblicas en boca de la mujer da a entender que el autor sagrado no intenta reproducir literalmente las mismas palabras de la meretriz. A través del desierto corren las noticias de manera sorprendente. En Jericó ha llegado la noticia de los hechos principales referentes a la vida de Israel en el desierto. Como ni la mujer ni los dos espías sospechaban de que los muros de la ciudad se derrumbaran, como sucedió más tarde, concertaron de común acuerdo colocar en la ventana un cordón de hilo, propiedad de los espías, para que les sirviera de señal. Aunque el texto diga que Rahab ató el hilo en la ventana, no se debe deducir de que lo hiciera inmediatamente. Como en otros pasajes, el autor consigna el hecho con anticipación. La narración sobre la llegada y estancía de los espías en casa de Rahab adolece de orden lógico y cronológico.

Regreso al Campamento (Hec_2:22-24).
22Los espías se fueron al monte y se estuvieron escondidos allí tres días. Los que los perseguían los estuvieron buscando por el camino, sin hallarlos. 23Los dos espías, bajando del monte, repasaron el Jordán, se fueron a Josué, hijo de Nun, y le contaron todo lo sucedido, diciendo: 24Cierto es que Yahvé ha entregado en nuestras manos toda esa tierra, pues los habitantes de ella están acobardados de nosotros.

A un kilómetro y medio de Jericó y al oeste de la ciudad comienzan las estribaciones de las montañas de Judea, formando en algunas partes una muralla infranqueable. Las cuevas abundan en la ladera del monte de la Cuarentena y allí podían esconderse fácilmente los espías. Desde aquellas alturas dominaban la llanura que se extiende alrededor de Jericó, pudiendo observar los movimientos de sus perseguidores. Transcurridos tres días y cerciorados de que los comisionados por el rey habían regresado a la ciudad, los dos espías bajaron del monte, vadearon el Jordán y llegaron sanos y salvos al campo israelita. Su informe movió a Josué a ejecutar inmediatamente sus planes de la conquista de Canaán.

Paso del Jordán y entrada en Palestina (Hec_3:3-4).
El texto de 3:1-5:1, al menos aparentemente, presenta cierto desorden cronológico, digresiones, repeticiones, incongruencias. B. Alfrink cree solucionar todas las dificultades apelando a la psicología de los antiguos historiadores orientales, que adoptan peculiares modos de decir y narrar5. En primer lugar, dice él, no debe olvidarse que esta historia es una narración popular, en la que abundan las repeticiones y en donde se sigue un orden lógico más que cronológico. Teniendo en cuenta las características de la historiografía oriental, las dificultades de estos capítulos se atenúan. Los principales inconvenientes del texto son: 1) Resulta muy difícil conciliar los datos Deu_3:17; 4:1 con 4:45, referentes al tiempo en que los israelitas pasaron el Jordán. En los primeros parece que el pueblo ha pasado ya el río; en el último sigue todavía en la ribera oriental. 2) Comparando 4:9 con 4:1-3; 20-24, no se sabe cuántos fueron los monumentos erigidos: uno en el Jordán y otro en Galgala, o si las piedras del primero fueron utilizadas para levantar el segundo. 3) En 4:11 y 4:17 se habla del arca de la alianza, que transportaban los sacerdotes; en el primero de los mencionados textos, los sacerdotes aparecen en la orilla occidental; en el segundo se hallan todavía en el lecho del río.
Estas anomalías sugieren a muchos exegetas y críticos la sospecha de que aquí, como en otros pasajes del libro, existen vestigios de fuentes distintas o de diversas etapas de composición literaria. Wellhausen habló de Hexateuco, considerando el libro de Josué como continuación del Pentateuco, con los consiguientes documentos yahvista, elohista, etc. Rudolph admite el documento I, con adiciones deuteronomistas (3:2-4; 4:6-8a.21-24) o simples glosas (4:1a. 19a). Noth rechaza la teoría del Hexateuco y distingue una narración principal a la que se han añadido glosas (3:2-3; 6-10; 15; 17) y la fusión de dos leyendas etiológicas sobre la erección de los monuentos. En cuanto a los autores católicos, existe diversidad de pareceres, desde las interpolaciones de carácter midrásico (3:5; 7-13; 449-14; 20-24) hasta los insignificantes retoques del texto de que habla A. Fernández (eliminación Deu_3:12; un documento paralelo en 4:15-I7, mas detallado que 4:11), pasando por la hipótesis de ? Wiesmann de una supuesta trituración del folio que contenía el relato del paso del Jordán. Conocidas las diversas tentativas para solucionar las dificultades, y teniendo en cuenta los detalles que entorpecen la concatenación cronológica de los hechos, no ofrece dificultad el contenido de los capítulos 3-46.