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José.
Introducción.
Título.
En el texto masorético lleva el título de Yehoshua, que la versión de los LXX conserva, adoptando, sin embargo, la forma nominal más reciente de Yesua (Neh 8:17). San Jerónimo reproduce el encabezamiento hebraico y griego del libro al escribir: Josué Bennun, id est lesus Nave.
En el canon judío el libro de Josué ocupa el primer lugar entre los de la segunda clase, llamada Profetas anteriores, e inicia en el canon eclesiástico la serie de los libros históricos del Antiguo Testamento. Este lugar destacado en el canon se ha mantenido constantemente a través de los siglos y en todos los manuscritos por razón del prestigio que alcanzó Josué entre los hebreos por estar íntimamente unido a Moisés, del cual fue asiduo colaborador y fiel ministro (mesharet) envida (Ex 17:8-16; 24:13; 33:11; Núm 14:30-38) e inmediato sucesor suyo al morir sobre el monte Nebo, en los umbrales de la tierra prometida.
Argumento y División.
El argumento desarrollado en el libro de Josué es claro y directo. Antes de morir transmite Moisés toda su autoridad a Josué (Núm 27:18-23), Que pasa a ser el caudillo indiscutible de Israel en la empresa de la conquista de la tierra prometida y de su distribución entre las doce tribus. Estaba lleno del espíritu de sabiduría, pues había puesto Moisés sus manos sobre él (Deut 34:9). Moisés le confió la misión de velar por la estricta observancia de la Ley, conducir al pueblo en la conquista de Canaán y distribuir su territorio entre las tribus.
El libro se divide en dos grandes partes: conquista de la tierra de Canaán (c.1-12) y distribución de la misma entre las tribus (c. 13-21). Siguen al final del libro (c.22-24) algunos apéndices.
Texto.
El libro de Josué fue escrito originariamente en hebreo. Al cotejar el texto hebraico con el texto griego de los LXX se encuentran diferencias sensibles. De ahí que haya surgido entre los críticos cierta discrepancia tocante a la valoración de ambos textos. Unos se declaran abiertamente en favor del texto griego (Humme-lauer, Clamer, Schulz), otros por el hebraico (Noth, Dillmann, Cales). La posición más aceptable es la de aquellos que rehuyen los apasionamientos y proceden en cada caso de un modo ecléctico, de conformidad con las reglas de crítica textual, interna y externa. El texto griego está muy lejos de presentarse uniforme, y las variantes se acentúan a propósito de los nombres geográficos. Es tanta a veces la diferencia entre los diversos códices que A. Rahlfs2 ha publicado en un cuadro sinóptico los capítulos 15 y 19 de los códices B, A. Algunos críticos han contribuido eficazmente a dilucidar los problemas que ofrece el texto griego de Josué3. Después de los estudios de Margolis, los autores más recientes se inclinan por el texto masorético.
Autor.
El título del libro y el texto de Eccli 46:1 Josué, hijo de Nun, sucesor de Moisés en la dignidad profética dieron ocasión de atribuir a Josué el libro que lleva su nombre. Sin embargo, el título se refiere al contenido del mismo, no a su autor. El mencionado texto de Eccli 46:1 dice solamente que Josué sucedió a Moisés en la misión profética (Ex 24:13; 33:11; Núm 11:28; Jos 1:1). Una antigua tradición talmúdica (Baba Bathra 140), según la cual Josué escribió su libro y los últimos ocho versos de la Ley, tuvo poco eco en la tradición cristiana primitiva, rechazándola Teodoreto 4, el seudo Atanasio5, y San Jerónimo6. La sentencia de que Josué escribió su libro es rechazada unánimemente por los autores modernos, y los argumentos aducidos en su favor carecen de sólido fundamento 7.
A falta de argumentos externos que decidan la cuestión de autor, vale la pena recurrir a argumentos de índole interna. Del examen del libro aparece que en su redacción actual se refieren hechos sucedidos después de la muerte de Josué (15:13-19; 19:47; 13:30). La observación de 4:14: Y éstos (los israelitas) le respetaron como habían respetado a Moisés todos los días de su vida, y la frase tantas veces repetida: hasta el día de hoy, sugieren que hubo un intervalo de tiempo entre los hechos que se refieren y su redacción por escrito. Decisivo es el siguiente testimonio de 24:31: Israel sirvió a Yahvé durante toda la vida de Josué y durante toda la vida de los ancianos que le sobrevivieron y conocían cuanto había hecho Yahvé en favor de Israel.
Cada pueblo conserva tenazmente los hechos más salientes de su historia nacional, que se recuerdan y comentan con orgullo. Aparte de la inspiración de los poetas y profetas, que los exaltan y revisten con detalles pintorescos, existe la consignación desapasionada de los mismos encaminada a servir de lección y estímulo para las generaciones posteriores. No puede determinarse el tiempo preciso en que las tradiciones orales se fijaron por escrito. Algunos quieren que parte del libro fue escrita antes de Salomón (16:10, comparado con 1 Re 9:16) y aun antes de David (15:63, comparado con 2 Sam 5:6-8).
En el exilio, Israel se reconcentró en sí mismo y reflexionó acerca de las causas que lo motivaron. Un examen filosófico-teológico de la historia demostraría a Israel que era él mismo el que se había ganado su ruina a causa de su infidelidad al Pacto de la alianza. El libro de Josué es un capítulo de esta historia, en la cual se prueba que Dios cumplió todas sus promesas hechas a los patriarcas (Gen 12:7) de dar a su descendencia la tierra de Canaán, venciendo a todos los pueblos que en ella habitaban (24:18). Para el autor sagrado, la conquista de Canaán por los israelitas no es un acontecimiento profano, sino teológico.
La Fecha del Éxodo.
Dos son las sentencias sobre esta cuestión: i) unos colocan el Éxodo en tiempos de Amenofis II (c.1450-1425); 2) otros en el reinado de Mernefta (1234-1224). Los argumentos que aportan los patrocinadores de la primera sentencia se basan en la cronología bíblica (1 Re 6:1), en los resultados arqueológicos de las excavaciones practicadas en Jericó y Hai, en la presencia de los Khapiru en la carta de Abdikhiba a Amenofis III y en la mención de Israel en la estela de Mernefta. Pero todos estos argumentos no tienen valor, según ha demostrado Drioton 11.
La historia de Moisés y del Éxodo debe colocarse en un tiempo en que los faraones residían en la zona del Delta, donde llevaron a cabo grandes construcciones. Ahora bien, estas circunstancias solamente se dieron en tiempos de la 19 dinastía. La ciudad donde trabajaban los hebreos llamábase Ramsés (Gen 47:11; Ex 1:11), del ríombre del faraón Ramsés II (1298-1232), ciudad que estuvo emplazada o bien en Tanis, como quiere M. Montet, o en Qantir, a 25 kilómetros al sur de Tanis. El resultado de las excavaciones arqueológicas de Montet son favorables completamente a la fecha del Éxodo bajo el Ramsés que creó la ciudad que lleva su nombre 12.
Un argumento decisivo se encuentra en el panorama político de Siria y Palestina desde 1500-1200. Únicamente en un período de debilidad política y militar de Egipto pudo producirse la conquista de Canaán por Josué. Ahora bien, esta decadencia egipcia se acentuó al fin de la XIX dinastía y se mantuvo bajo la XX, coincidiendo con la ruina del imperio hitita. Ni Josué ni los Jueces fueron nunca molestados por los faraones de Egipto, replegados en su territorio, lo que no sucedía en tiempos de Tell el-Amarna. Además, los reinos de Moab y Edom, que encontraron los israelitas en su viaje a Palestina, se fundaron en el siglo XIII. Terminamos diciendo que la entrada en Canaán se produjo en un momento en que Egipto, dividido interiormente, perdió su influencia sobre Palestina. Este momento fue o durante los últimos años de Mernefta o durante el reinado de Ramsés III (1 198-1166)13.
Los israelitas salieron de Egipto camino de Palestina. Intentaron penetrar en el territorio por la región de Cades, pero los rechazaron los cananeos de Tell Arad (Núm 14:45; 21:1). Algunos grupos de calebitas y quenitas penetraron por el sur directamente 14. No está fuera de lugar suponer, dicen Lemaire-Baldi, que los motivos que aconsejaron a los israelitas renunciar a su plan primitivo de penetrar en Palestina por el sur se basaban en la acción de Mernefta y Ramsés III en Palestina, ocupados en atajar la marcha de los pueblos del mar hacia Egipto. Al entrar los israelitas en Palestina, el territorio estaba habitado por varios pueblos y razas. Quedaban restos de los antiguos cananeos, amorreos, jebuseos, fereceos. En cuanto a los hititas, bajo la presión de Salmanasar I (c. 1266-1236) caminaban hacia su ruina. Después de la muerte de su rey Hattusil perdieron todo el territorio de Mitanni y poco después las regiones del alto y medio Eufrates. En Palestina quedaron algunos islotes de hititas; los de Gabaón y otras tres ciudades inventaron una estratagema para evitar el ataque militar de Josué y de su ejército.
La conquista fue lenta y duró muchos años. En la llanura fueron inferiores a sus enemigos, equipados con carros de combate tirados por caballos; en las montañas, y al amparo de los bosques, se creían más fuertes y seguros. Si la campaña no fue tan brillante como da a entender una lectura superficial del libro de Josué; si muchas ciudades resistieron a su empuje, más que a su inferioridad técnica debe achacarse a la infidelidad del pueblo para con Dios. Ahí debe buscarse la raíz más honda de los fracasos de que se habla en el libro de los Jueces (c.1). Yahvé es ciertamente un Dios poderoso, es Yahvé Sebaot (Sal 24:8-10), que combatía por Israel (Jos 10:14); pero su intervención efectiva en la campaña era mayor o menor según la conducta del pueblo para con El.
Ambiente Cultural y Religioso.
Los exploradores enviados por Josué a la tierra prometida quedaron atónitos al contemplar sus riquezas naturales, el grado de cultura y la altura de sus habitantes (Núm 13:28-34). A estas riquezas naturales se juntaba un grado de cultura muy desarrollado, que se manifestaba en la construcción de las ciudades grandes y amuralladas. El fondo de esta cultura era cananea, hitita, con influencia egipcia y egea. Palestina ocupaba un punto neurálgico en la confluencia de tres continentes y era lugar obligado de tránsito de los mercaderes egipcios y de los otros pueblos del Próximo Oriente. Las modernas excavaciones han puesto al descubierto la civilización de Canaán en tiempos de la conquista, desenterrando plazas fuertes con magníficos servicios hidráulicos para resistir largo tiempo en caso de sitio; ricos santuarios, cerámica trabajada al torno y decorada, así como objetos y utensilios caseros que deslumbraban al pueblo israelita proveniente del desierto (c.7).
La religión cananea contrastaba fuertemente con la severidad del culto yahvístico. Baal y Astarté eran las divinidades máximas del panteón cananeo. En los santuarios construidos en lugares altos (bamoth) o entre la frondosidad de los bosques había altares para el sacrificio y emblemas masculinos y femeninos que simbolizaban la presencia de la divinidad. El culto iba acompañado con orgías, danzas frenéticas, incisiones, sacrificios humanos y prácticas obscenas. A pesar de las exhortaciones de Josué, no pudo evitarse completamente que el culto cananeo fascinara a los israelitas,y se convirtiera en fuente de desventuras para el pueblo escogido15.
Género Literario-Histórico del Libro.
No es el libro de Josué una historia científica escrita de conformidad con las reglas de la historiografía moderna, sino una colección de datos que el autor sagrado, bajo el influjo de la divina inspiración, ha recogido y seleccionado con el fin de poner de relieve el profundo significado religioso de la fidelidad de Dios en cumplir su promesa de entregar la tierra de Canaán a su pueblo escogido. El autor no sacrifica la historia de los hechos a su tesis, sino que basa ésta sobre la veracidad de aquéllos. Todo el libro, incluso las áridas y frías listas de nombres geográficos, deben considerarse desde el punto de vista religioso.
Yahvé, que tan severo se muestra frente a los pueblos paganos de Palestina, se reviste de entrañas de misericordia para con Israel. Dios habla a Moisés y le dicta el modo como debe comportarse en los trances difíciles. Símbolo de su presencia en medio de su pueblo es el arca de la alianza. Otro concepto religioso que se desenvuelve en el libro es la santidad de Dios, que reclama adoradores santos, puros, prontos a poner en práctica todo cuanto prescribe la Ley, fuente de prosperidad y bienestar (1:7-9; c.22), mientras que su inobservancia acarrea desórdenes y calamidades.
Los Santos Padres han visto en la lucha por la conquista de la tierra prometida una figura del combate para la conquista del reino de los cielos. También ven ellos en Josué una figura de Cristo. Así como Josué destruyó a los enemigos de Yahvé e introdujo a su pueblo en la tierra prometida, de la misma manera, Jesucristo, después de librarnos del yugo del pecado, nos introduce en el reino de los cielos (Baldi).
1 M. Lambert, Les premiers et les derniers prophétes: Revue des Etudes Juives, 66 (1913) 136-138.
2 Septuaginta (Stuttgart 1935).
3 Véanse A. Margolis, Specimen of a new Edition of the Greek Yeshua: Jewish Studies in memory of Israel Abrahams. The Álexander Kohut Memorial Foundation (New York 1927) 307-323; Ídem, The Book of Joshua in Greek (New York 1931-1938; incompleto, ed. crítica del texto de Josué 0.1-19.31); Ídem, Corrections in the Apparatus of the Book of Joshua in Cambridge Septuagint: Journal of Biblical Literature, 49 (1930) 234-264; O. Pretzl, Die griechischen Handschriftengruppen im Buche Josué untersucht nach ihrer Eigenart una ihrem Verhditnis zueinander B 9 (1928) 377-427-; Ídem, Der hexaplarische und tetraplarische Sep-tuagintatext des Orígenes in den Büchern Josué und Richter: Byzantinische Zeitschrift, 30 (1929-1930) 262-268. Para un estudio comparativo entre el texto hebraico y griego, véanse: S. Holmes, Joshua. The Hebrew and Greek text (Cambridge 1914); ch. D. Benjamín, The variations between the Hebrew and Greek text of Joshua c.i-9 (Philadelphia 1921). Después de los estudios de Margolis, los autores más recientes se inclinan por el texto masorético.
4 Quaest. in los. 14: PG 80,473.
5 Synopsis 10: PG 28,309.
6 Epist. 53: PL 22:546.
7 H. Hopfl-Miller-Metzinger, Introductio specialis in Vctus Testamentum (Roma 1946) 124-125; B. Mariani, Introductio in libros sacros Veteris Testamenti (Roma 1958) 123-124.
8 M.-J. Lagrange, Le livre des Juges (París 1903) 26.
9 Das Sysíem der Zwolf Stamme Israels (Stuttgart 1930); Studien zu den historisch-geographischen Dokumenten des Josuabuches: Zeitschrift des deutschen Palástina Vereins, 58 (i935) 185-255; Das Buch Josua (Tübingen 1938),
10 R. De Vaux: RB 47 d938) 462-463-
11 E. Drioton, La date de l'Exode: Revue d'Histoire et de Philosophie religieuse, 35 (1955) 36-49.
12 P. Montet, Les nouvelles fouilles de Tanis (1929-1932; París 1933); Ídem, Le árame de Aavaris (París 1940); B. Couroyer, La résidence ramesside de Delta et la Ramsés biblique: RB 53 (1946) 75-98.
13 Véase R. De Vaux, La Palestine et la Transjordanie au LTe millénaire et les origines israélites: Zaw 38 (1938) 225-237; W. F. Albright, The Israelite conquest of Canaán in the Light of Archeology: Basor 74 (1939) 11-23; E. Drioton, La date de l'Exode l.c.; H. Cazelles, Données géographiques sur l'Exode: Rhphr 35 (i955^ 51-58; Ídem, Les locali-sations de l'Exode et la critique littéraire: RB 62 (1955) 321-364: Lemaire-Éaldi, l.c.
14 Jue 1:16-17, comparado con Núm 21:3; Jue 1:9-15, comparado con Jos 15:13-19. (Véase Delorme, 399.)
15 H, Vincent, Canaán d'aprés l'exploration récente (París 1907) 152-205.
Josué 13,1-33
2. Distribución de la Tierra de Canaán (c.13-22).
Advertencia de Dios a Josué (13:1-6).
1Josué era ya viejo, entrado en años, y Yahvé le dijo: Eres ya viejo, de edad avanzada, y queda todavía mucha tierra por conquistar. 2 Mira lo que queda: todos los distritos de los filisteos y todo el territorio de Gesur; 3 desde el Sijor, que corre al oriente de Egipto, hasta la frontera de Acarón, hacia el norte, que se reputa como de los cananeos; los cinco príncipes de los filisteos: el de Gaza, el de Azoto, el de Ascalón, el de Gat y el de Acarón; los jeveos al mediodía; 4toda la tierra de los cananeos, y Ara, que es de los sidonios, hasta Afee, hasta la frontera de los amorreos; 5 la tierra de los gueblitas y todo el Líbano a oriente, desde Baal Gad, al pie del monte Hermón, hasta la entrada de Hamat; 6 todos los habitantes de la montaña, desde el Líbano hasta las aguas de Misrefot; todos los sidonios. Yo los arrojaré de delante de los hijos de Israel. Pero distribuye por suertes esta tierra en heredad a los hijos de Israel, como yo lo he mandado.
La conquista de muchos lugares estratégicos de Palestina había requerido el espacio de muchos años; quedaba todavía mucha tierra por conquistar, pero Josué era ya de edad avanzada. En la imposibilidad de apoderarse de toda la tierra prometida antes de su muerte, le manda Dios que la distribuya por suertes, aun aquella que ocupaba el enemigo, a los hijos de Israel. Josué puede reunirse tranquilo con sus padres, confiado en la promesa de que Dios arrojará de sus territorios a los pueblos enemigos para entregárselos a su pueblo escogido. Las campañas de Josué habían abierto las puertas de Palestina a los israelitas. Quedaban por conquistar los distritos de los filisteos, la Fenicia, el Líbano. Los gesuritas habitaban al sur de Palestina, cabe a los filisteos (1Sa_27:8). El Sijor es uno. de los canales de la frontera de Egipto. Se mencionan los cinco príncipes (seranim) de la pentarquía filistea Que 3:3; 16:5; 1Sa_5:6). Los gueblitas son los habitantes de Gebal, la antigua Byblos, al norte de Beirut. En Jue_3:1-6 se da la razón de por qué Dios no entregó estos pueblos en manos de los israelitas, que fue para que las generaciones futuras se acostumbraran a la guerra y apreciaran el esfuerzo llevado a cabo por sus antepasados. Otra razón apuntada en Jue_3:4 es de que estos pueblos habían de servir para por ellos probar a Israel y saber si obedecería a los mandatos que Yahvé había dado a sus padres por medio de Moisés. La mejor prueba, en efecto, de su fidelidad a la alianza era la de mantenerse fiel a Dios en medio de un mundo idólatra 1.
Repartición de las tierras de Trans Jordania (Jue_13:7-14)
7Ahora, pues, distribuye esta tierra entre las nueve tribus y la media de Manases. 8Con la otra mitad, los rubenitas y gaditas recibieron ya su heredad, que les dio Moisés al otro lado del Jordán, a oriente, como se la distribuyó Moisés, siervo de Yahvé: 9desde Aroer, a orillas del torrante del Arnón, y desde la ciudad que está en medio del valle, toda la llanura de Madaba hasta Dibón; 10todas las ciudades de Seón, rey de los amorreos que reinaba en Hesebón, hasta la frontera de los hijos de Am-món; n Galaad, el territorio de Gesur y de Macat, toda la montaña de Hermón y todo el Basan, hasta Saleca; 12todo el reino de Og, en Basan, que remaba en Astarot, y en Edraí, y eran los últimos restos de los refaím. Moisés batió a estos reyes y los desposeyó; 13pero los hijos de Israel no desposeyeron a los guesuritas y a los macatitas, y Gesur y Macat habitan en medio de ellos hasta hoy. 14La tribu de Levi fue la sola a que Moisés no dio heredad, porque las combustiones de Yahvé, Dios de Israel, son su heredad, como él se lo dijo.
Como se ha hablado ya otras veces (Jue_1:12-15; Jue_12:1-6), las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manases habían recibido su heredad en Transjordania. Moisés se la había dado; a Josué quedaba la tarea de hacer la distribución de las tierras de Cisjordania entre las nueve restantes y la media de Manases. Pero así como las tribus del lado de acá del Jordán debían convivir con los naturales del país, del mismo modo los hijos de Israel no desposeyeron a los guesuritas y a los macatitas (Jue_12:5; Deu_3:14), que convivían con los tribus transjordánicas aun en los días en que se escribía este elato. A los hijos de Leví no se les concedió heredad entre el puebporque las combustiones por el fuego eran su heredad (Num_18:2oss; Deu_10:8-9; Deu_18:2).
Herencia de Rubén (Deu_13:15-23).
15Moisés había dado a los hijos de la tribu de Rubén una parte según las familias. 16Tuvieron por territorio, a partir de Aroer, a orillas del torrente del Arnón y de la ciudad situada en medio del valle, toda la llanura hasta Madaba; 17Hesebón y todas las ciudades del llano, Dibón, Bamot Baal, Bet Baal, Maón, 18Jahsa, Quedamot, Mefat, 19Quiryataím Sabama, Sa-rat Asar, en el monte del valle; 20Bet Fogor, las pendientes del Pasga, Bet Jesimot, 21todas las ciudades del llano y todo el reino de Seón, rey de los amorreos, que remaba en Hesebón; Moisés le derrotó a él y a los príncipes de Madián, Eví, Requem, Sur, Jur y Rebe, tributarios de Seón, que habitaban la tierra. 22El adivino Balaam, hijo de Beor, fue también del número de los que los hijos de Israel pasaron a filo de espada. 23Así el territorio de los hijos de Rubén llegaba hasta el Jordán y sus riberas. Esta fue la heredad, las ciudades y sus pueblos, de los hijos de Rubén y sus familias.
Aunque Rubén se hubiera establecido antes en el territorio por condescendencia de Moisés (Num_32:153), el hagiógrafo menciona de nuevo los límites de su territorio con las principales ciudades. Como hemos dicho, poseían los rubenitas numerosos rebaños, entregándose a la vida del pastoreo. Débora criticará más adelante su conducta porque su afición desmesurada por la vida beduína le retraía de la obligación de luchar juntamente con las otras tribus de Israel (Jue_5:15-16). En tiempos del rey David no figura Rubén como población sedentaria, terminando por fundirse con los gaditas (1Sa_13:7; 2Sa_24:5). En la Estela de Mesa solamente se hace mención de Gad como tribu israelítica al norte del torrente Arnón (2Sa_12:2; Num_21:13; Deu_2:24; Num_23:24; Deu_2:36). Pereció Balaam en la guerra contra los madianitas (Num_31:8).
Territorio de Gad (Num_13:24-28).
24Moisés dio a la tribu de Gad una parte según sus familias. 25 Su territorio comprendía: Jaser, todas las ciudades de Galaad, la mitad de la tierra de los hijos de Ammón hasta Aroer, que está enfrente de Raba, 26 desde Hesebón hasta Ramat, Masfe y Betonim, y desde Majanaím hasta la frontera de Debir; 27y en el valle de Bet Aram, Bet Nimra, Sucot y Safón, parte del reino de Seón, rey de Hesebón, el Jordán y sus riberas, hasta el cabo del mar de Queneret, del otro lado del Jordán, a oriente. 28Esta fue la heredad, ciudades con sus pueblos, de los hijos de Gad según sus familias.
Gad se instaló en Transjordania, al norte del territorio de Rubén. A diferencia de sus hermanos del sur, los gaditas eran guerreros (Deu_33:20; 1Cr_21:8s.). A Gad había dicho Jacob: Gad: salteadores le asaltan, y él les pisa los talones (Gen_49:19). De hecho, cuando los nómadas le asaltan, sabe defenderse. Y no solamente se defendía, sino que, de tendencia absorbente, acabó con anexionarse la tribu de Rubén, indolente para la guerra. Se recuerda a Gad en la Estela de Mesa, en donde se dice que habitaba en Atarot. Edificó esta tribu ciudades en Galaad (Num_32:34).
Media tribu de Manases (Num_13:29-33).
29Moisés dio a la media tribu de Manases una parte, según sus familias. 30 Tuvieron por territorio, a partir de Majanaím, todo Basan, todo el reino de Og, rey de Basan, y todos los burgos de Jair en Basan, sesenta ciudades; 31la mitad de Galaad, Astarot y Edraí, ciudades del reino de Og en Basan, fueron dadas a Maquir, hijo de Manases, a la mitad de los hijos de Maquir, según sus familias. 32Estas son las partes que distribuyó Moisés, cuando estaba en los llanos de Moab, del otro lado del Jordán, frente a Jericó, a oriente. 33Pero Moisés no dio parte a la tribu de Leví; Yahvé, Dios de Israel, es su parte, como él se lo ha dicho.
A la media tribu de Manases (Deu_3:13-15; Num_32:41) se le dio el territorio al norte del río Yaboc, que comprendía todo Basan, el reino de Og y los burgos de Jair. Al norte de su heredad residían los macatitas y los guesuritas, que, según 13:13, resistieron a los israelitas. A Maquir (17:1-6), primogénito de Manases y padre de Galaad, se le asignó la región septentrional del Yaboc y Basan. De nuevo repite el autor sagrado el estribillo de que esta distribución de la región transjordánica fue ratificada solemnemente por Moisés en los llanos de Moab, frente a Jericó 2.