Jueces 4 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 24 versitos |
1 Muerto Aod, volvieron los hijos de Israe la hacer el mal a los ojos de Yahvé,
2 y los entregó Yahvé en mano de Jabín, rey de Canaán, que reinaba en Jasor y tenía por jefe de su ejército a Sisara, que residía en Jaroset Goím.
3 Clamaron los hijos de Israel a Yahvé, pues tenían aquéllos novecientos carros de hierro y desde hacía veinte años oprimían duramente a los hijos de Israel.”
4 Juzgaba en aquel tiempo a Israel Débora, profetisa, mujer de Lapidot.
5 Sentábase para juzgar debajo de la palmera de Débora, entre Rama y Betel, en el monte de Efraím; y los hijos de Israel iban a ella a pedir justicia."
6 Mandó llamar Débora a Barac, hijo de Abinúam, de Cades, de Neftalí, y le dijo: “¿No te manda Yahvé, Dios de Israel? Ve a ocupar el monte Tabor y lleva contigo diez mil hombres de los hijos de Neftalí y de los de Zabulón.
7 Yo te traeré allí, al torrente de Cisón, a Sisara, jefe del ejército de Jabín, y a sus carros y sus tropas, y los pondré en tus manos.”
8 Díjole Barac: “Si vienes tú conmigo, voy; si no vienes tú, no voy. Porque yo no sé en qué día el ángel de Yahvé me dará el éxito.”
9 Ella le contestó: “Iré, sí, iré contigo; porque ya no será gloria tuya la expedición que vas a emprender, porque a manos de una mujer entregará Yahvé a Sisara.” Levantóse Débora y se fue con Barac a Cades."
10 Convocó Barac a Zabulón y Neftalí y subió con diez mil hombres, subiendo también con él Débora.
11 Jeber el quíneo se había separado de los otros quíneos, hijos de Jobab, suegro de Moisés, y había plantado sus tiendas en el encinar de Besananim, cerca de Cades.
12 Hicieron saber a Sisara que Barac, hijo de Abinoam, subía al monte Tabor;"
13 y Sisara reunió todos sus carros, novecientos carros de hierro, y todo el ejército de que disponía, y salió de Jaroset Goím al torrente de Cisón.
14 Dijo entonces Débora a Barac: “Anda, que hoy es el día en que Yahvé entrega a Sisara en tus manos. ¿No va él delante de ti?”
15 Bajó Barac del monte Tabor con los diez mil hombres que llevaba, y puso Yahvé en fuga a Sisara, a todos sus carros y a todo su ejército ante Barac. Sisara se bajó de su carro y huyó a pie.
16 Barac persiguió con su infantería a los carros y al ejército hasta Jaroset Goím, y todo el ejército de Sisara cayó a filo de espada, sin que quedara ni un solo hombre.
17 Sisara huyó a pie a la tienda de Jael, la mujer de Jeber el quineo, pues había paz entre Jabín, rey de Jasor, y la casa de Jeber el quineo.
18 Salió Jael al encuentro de Sisara y le dijo: “Entra, señor mío; entra en mi casa y no temas.” Entró él en la tienda, y ella le tapó con una alfombra."
19 Díjole él: “Dame, por favor, un poco de agua, que tengo sed.” Y sacando ella el odre de la leche, le dio a beber y volvió a cubrirle.
20 Díjole él: “Estáte a la puerta de la tienda, y si viene alguno preguntando si hay aquí algún hombre, dile que no.”
21 Cogió Jael, mujer de Jeber, un clavo de los de fijar la tienda, y, tomando en su mano un martillo, se acercó a él calladamente y le clavó en la sien el clavo, que penetró en la tierra; y él, que estaba profundamente dormido, desfalleció y murió."
22 Llegó entonces Barac, que iba persiguiendo a Sisara. Jael salió a su encuentro y le dijo: “Ven que te enseñe al hombre a quien vienes buscando.” Entró y halló a Sisara en tierra muerto, clavado el clavo en la sien.
23 Aquel día humilló Yahvé a Jabín, rey de Canaán, ante los hijos de Israel,
24 y la mano de los hijos de Israel pesó cada vez más sobre Jabín, rey de Canaán, hasta que le destruyeron.

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Introducción a Jueces

Times New Roman ;;; Riched20 5.40.11.2210;
Jueces.
Introducción.

Título del Libro.
El libro lleva en hebreo el título de Shofetim, que los LXX han traducido por Kritai, jueces, de donde el título de la Vulgata: Líber iudicum: Libro de los jueces. Pero el calificativo de jueces no corresponde propiamente a la misión primordial de estos héroes, que consistía en salvar a Israel o a una tribu de la opresión de sus enemigos y restablecer el orden político, más o menos comprometido. El título más apropiado a ellos es el de libertador, que corresponde a la significación primitiva del verbo shafat, establecer, restablecer. Es lógico que, una vez obtenida la victoria, con el prestigio que esto les daba, quedaran al frente de la tribu o de las tribus que les habían elegido por lider, ejerciendo su plena autoridad sobre las mismas. La condición social de estos hombres es muy distinta, pues mientras unos eran guerreros, como Aod, Barac y Gedeón, otros eran ricos propietarios, como Jair y Abdón, o aventureros, como Jefté, y héroes populares, como Sansón. Pero todos poseen un carisma o marca divina (valor, sabiduría, habilidad o fuerza), que les convierte en jefes o jueces salvadores de Israel1.

Lugar en el canon.
En las Biblias hebraicas va entre el libro de Josué y el primero de Samuel, ocupando el segundo lugar en la colección conocida por el nombre de profetas anteriores. En el canon alejandrino y en la Vulgata, el libro se coloca entre los libros históricos Josué y Rut. Los judíos consideraban el libro como profetice.

Texto.
Fue escrito originariamente en hebreo y se ha conservado en buen estado, excepto en el cántico de Débora. Burney, que lo ha investigado a fondo, lo cree superior al texto de los libros de Samuel y comparable con el de las partes narrativas de los libros de Josué y Reyes 2. Se encuentra en él cierta confusión y transposición de letras y palabras, ditografías y glosas. El texto griego de los LXX se ha conservado bajo distintas formas. Después de los estudios de Pretzl 3, se admiten comúnmente tres recensiones del mismo. El texto de la antigua koiné fue revisado por Orígenes, cuya recensión se conserva en sirohexaplar, cód. A y B, este último con terminología propia4. Luciano utilizó esta revisión con elementos propios, que difieren del texto masorético y que provienen de otro original griego. La recensión de Luciano se encuentra en Ka, en muchos minúsculos y en el códice Lugdunensis de la Vetus Latina. Hesiquio trató de ajustar la recensión de Orígenes al texto masorético, utilizando palabras que figuraban en la antigua koiné. Así, pues, según Pretzl, se dispone de dos fuentes para la crítica textual del texto masorético: las lecciones de la antigua koiné y la recensión de Luciano. La Vulgata sigue, en general, el texto hebreo, con adición de algunas glosas aclaratorias.

Argumento y División.
El libro de los Jueces trata de la historia del pueblo judío a partir de la muerte de Josué hasta la institución de la monarquía o, en el estado actual del mismo, hasta el advenimiento de Samuel. Sin embargo, esta historia se presenta en forma esquemática, fragmentaria e incompleta, recogiendo únicamente algunos hechos aislados que sirven al autor de base para el desarrollo y confirmación de su tesis filosófico-religiosa, expresada claramente en 2:11-19; 10:6-16. El carácter de la misma es pragmático, a cuatro tiempos: prevaricación, castigo; arrepentimiento, liberación. Israel es infiel a Yahvé y rinde culto a los ídolos; en castigo, Dios le entrega en manos de sus enemigos. Este revés le induce a penitencia, y Dios, misericordioso, le envía un libertador, muerto el cual, vuelve a las andadas. Esta verdad religiosa se ilustra con seis cuadros históricos que cuentan las hazañas de otros tantos jueces, a los cuales se añaden breves noticias referentes a personajes de menor relieve, que, por esto mismo, se ha convenido en llamar jueces menores.
En líneas generales, el libro se divide en tres partes bien definidas: 1) una doble introducción: política (1:1; 2:5) Y religiosa (2:6; 3:6); 2) cuerpo del libro (3:7; 16:31); 3) dos apéndices (17:1; 21:25).

Marco Histórico y Cronología.
El libro de los Jueces carece de sistema cronológico propiamente dicho y la mayor parte de las cifras que se dan en el libro son puramente convencionales. ¿A qué época de la historia universal corresponden los hechos narrados en el libro? ¿Cuál fue la duración aproximada de este período? Dos fechas de valor desigual permiten señalar los términos a quo y ad quera del período de los jueces.
Para determinar el término ad quem parten los autores de la fecha de la fundación del templo de Jerusalén en 968, año cuarto del reinado de Salomón. Este sucedió en el trono a su padre, David, en c.973, reinando cuarenta años sobre todo Israel. El reinado de David abarca desde c.1010 hasta C.970. No sabemos a punto fijo los años de la permanencia de Saúl en el trono, que, según Act 13:21, fueron cuarenta; pero los autores le atribuyeron una duración que oscila entre los veinte y treinta años. Se indica el año 1030 como fecha de la elevación de Saúl al trono, fecha que coincide más o menos con el término del período de los jueces.
Es más difícil determinar el término a quo, ya que depende de fecha de la salida de Israel de Egipto y de la duración de la campaña de Josué. Está en crisis la hipótesis que señala el éxodo hacia el año 1450. Una segunda opinión, apoyada por hechos históricos y ^queológicos de indiscutible valor, cree que el éxodo tuvo lugar durante el largo reinado de Ramsés II (1301-1235) o en tiempos de Mernefta (1225-1205).
No existe en el libro de los Jueces una cronología perfecta. Los números que allí figuran tienen un valor muy desigual, pues mientras algunos parecen bastante precisos, otros, en cambio, las cifras redondas, sobre todo 40, 80, 20, obedecen a un plan premeditado del redactor o redactores del libro. Los hechos narrados no se desarrollaron con la precisión cronológica que puede sugerir una lectura superficial del libro, sino más bien se trata de un conjunto de piezas fragmentarias de aquel período, que los redactores posteriores han reunido en un todo orgánico al servicio de una tesis religiosa. No existía unidad entre las tribus, y las guerras de unas no inquietaban la paz de otras, o, simultáneamente, los enemigos acosaban a los israelitas en diversos puntos de su territorio. Por lo mismo, algunos jueces ejercían sus funciones al mismo tiempo, y podían coincidir los períodos de opresión y de paz (Jue 10:7). La autoridad de los jueces se extendía a una o varias tribus, nunca a todo Israel.

Los pueblos enemigos.
Durante el lapso comprendido entre 1220-1040, las dos grandes potencias rivales, Egipto y Asiría, apenas intervienen en los asuntos de Palestina. Egipto se muestra cada vez menos activo, atento a solucionar los problemas de orden interno, y sólo interviene esporádicamente en acciones bélicas hacia el exterior para defender sus fronteras, amenazadas por los pueblos del mar, como en 1192, bajo Ramsés III. Por parte de Asiría, sólo Teglatfalasar I (1 112-1074) emprendió una campaña hacia el oeste, reduciendo a tributo a las ciudades de Byblos, Sidón, Arward; pero no se atrevió a atacar a Tiro (Surra) ni a los reinos de Hamat, Damasco y Soba, ni a franquear las fronteras de Palestina. El imperio de los hititas sólo persistía como un recuerdo en Palestina, con insignificantes islotes dejados en el territorio en su retirada. Los enemigos principales contra los cuales tuvieron que luchar los israelitas para arrebatarles los territorios de TransJordania y Cisjordania y mantenerlos en sus manos fueron los cananeos, filisteos, amonitas, amalecitas, moabi-tas y madianitas. De los dos primeros nos ocuparemos brevemente.

Cananeos.
Pueblo abierto a las más dispares influencias, asimiló elementos de las diversas culturas. Como todos los otros pueblos, fueron politeístas, siendo Baal su dios principal, unido a las divinidades femeninas de Anat, Asnera, Astarté, Qadesh. El culto de la fecundidad y fertilidad era el centro de la religión cananea. Características del mismo son los sacrificios humanos (Jer 7:31; Ez 15:21; 1 Re 16:34) y la prostitución sagrada de hombres y mujeres. Todas las facultades productoras de vida eran santas y sagradas. El culto se ejercía en los altos (bamoth), donde se levantaban las masseboth y asheroth, que representaban, respectivamente, las divinidades masculina y femenina. Con este pueblo entró en contacto Israel y convivió con él en momentos en que su religión había caído en su nivel más bajo 5.

Filisteos.
De la avalancha de los pueblos del mar formaban parte los filisteos, procedentes de Licia y Caria, o de Caftor (Deut 2:23; Jer 47:4), que, a través del Asia Menor, pretendieron ganar las tierras fértiles de Egipto. A principios del siglo XII a. Q, Ramsés III resistió en Siria a los nuevos invasores no semitas (incircuncisos los llama la Biblia); pero los filisteos fueron descendiendo por la costa mediterránea, estableciéndose a fines del segundo milenio en la región marítima comprendida entre Gaza y Jaifa, con una profundidad hacia el interior que oscilaba entre los veinte y sesenta kilómetros. Agrupábanse en torno a cinco grandes centros, a los que se da el nombre de pentápolis filistea: Gaza, Ascalón, Azoto, Acarón y Gat. Las cinco ciudades tenían un régimen autónomo, aunque en casos extraordinarios se unían para salvar a la nación. Al frente de cada distrito había los llamados seranim (tiranos), con autoridad civil y militar, ocupando el mando supremo del ejército unido los sarim (1 Sam 18:30). Su organización era superior a la de los israelitas, lo mismo que su cultura, industria, agricultura, comercio, economía, etc. Los filisteos fueron un constante peligro para los israelitas, a quienes oprimían empujándoles hacia el macizo central6.

Características literarias del libro de los Jueces.
Lo primero que se echa de ver al recorrer sus páginas es la repetición de ciertas fórmulas estereotipadas, que indican el punto de vista filosófico-religioso del autor. Con estas fórmulas aparece claramente delineado el pragmatismo a cuatro tiempos de que hemos hablado. Este tema central se expone en las dos introducciones, histórica (1:1; 2:5) y cultual (2:6; 3:6; 6:8-10; 10:10-16). Estas fórmulas, convenientemente clasificadas por Tamisier (Introducción 138-139) Y Delorme, son las siguientes:
Prevaricación. (A): Los hijos de Israel hicieron el mal a los ojos de Yahvé (2:11; 3:7; 12; 4:1; 6:1; 13:1). (B): Se apartaron de Yahvé y sirvieron a los Baales (2:11), baales y aseras (3:7), a Baal y Astarté (2:13; 10:7). Castigo (C): Encendióse la cólera de Yahvé contra Israel (2:14-20; 3:8; 107). (D): (Yahvé) los entregó en manos de salteadores (2:14); Se Cusan Risataím (3:8), en manos de Jabín (4:2), a Madián'(6:1), en manos de los filisteos y en manos de los hijos de Amón (10:7); o también, Yahvé hizo fuerte a Eglón (3:12). (E) Por consiguiente, los hijos de Israel sirvieron a Cusan Risataím siete años (3:8), a Eglón dieciocho años (3:14), a Jabín veinte años (4:3) a Madián siete años (6:1), a los filisteos y amonitas dieciocho años (10:8).
Arrepentimiento. (F): Clamaron a Yahvé los hijos de Israel (3:9; 15; 4:3; 6:6; 10:10).
Liberación. (G): Suscitó Yahvé a los hijos de Israel un libertador (3:9-15). H Quedó humillado (Moab, Jabín, Madián) bajo la mano de Israel (3:30; 4:23; 8:28). (I): Los libertadores (Otoniel, Tola, Jefté, Abesán, Elón, Abdón, Sansón) juzgaron a Israel diez años (3:10; 10:2.3; 12:7; 9:11; 14; 15:20; 16:31). (J): Estuvo en paz la tierra durante diez años (3:11, 30; 5:32; 8:28).
En función a esta idea central se han escogido las narraciones que el autor o los autores han insertado en el libro. Entre aquéllas y las frases redaccionales se han revelado diferencias ideográficas y de estilo, que se explican por el hecho de que los autores no han elaborado los relatos históricos, sino que se han limitado a seleccionarlos y agruparlos de conformidad con las exigencias del tema central. Al autor no le interesa el hecho histórico por sí mismo, sino desde el punto de vista religioso. Por lo mismo, se cree autorizado a reproducir simplemente los fragmentos, yuxtaponerlos en un plan preconcebido, cercenarlos, resumirlos y amplificarlos, glosarlos y aun modificarlos ligeramente. De este modo, los hechos históricos incorporados en el libro ofrecen garantía de veracidad. La historia del libro de los Jueces es religiosa,

Composición del libro.
El libro es anónimo; de donde la diversidad de opiniones sobre su autor y tiempo de su composición. La tradición judía y muchos Padres lo atribuyen a Samuel o a un autor contemporáneo de David (Schulz). Algunos han pensado en Ezequías, y Ricardo Simón lo adjudica a Esdras. La mayoría de los críticos acatólicos extienden a este libro la composición a base de los conocidos documentos J y E, reunidos más tarde por uno o más redactores. Actualmente, católicos y acatólicos están acordes en admitir en el libro la presencia de documentos antiguos que utilizaron el autor o los autores. H. Gressmann7 prefiere que se hable de tradiciones más bien que de documentos. Desnoyers 8 admite una doble redacción; la primera efectuóse en el reino de Israel por escritores originarios de los medios profetices, levíticos y profetices. En esta primera redacción se narraba la historia de los jueces del Norte y contenía la lista de los jueces menores. Un redactor del reino de Judá completó aquella obra con documentos procedentes del sur en tiempos del rey Exequias. Según Desnoyers, el movimiento literario deuteroca-nónico pudo también haber dejado huellas en una reedición del libro de los Jueces. Cazelles y Tamisier exponen más concretamente esta hipótesis.
En nada se opone al dogma de la inspiración el hecho de que muchos autores concurrieran a la composición del libro de los Jueces. Muy probablemente, sólo el autor último que redactó el libro en la forma que hoy tiene el beneficio del carisma de la inspiración.

Enseñanza religiosa.
De misterioso se ha calificado al período de los jueces 9. Y lo es de verdad. Empezamos por no saber cuándo comenzó y cuándo acabó ni a qué período preciso de la historia universal pertenece. En el libro encontramos una cronología imprecisa, una historia fragmentaria, anecdótica, engarzada solamente por el pensamiento religioso dominante del autor. Pero del análisis del libro se deduce que nos hallamos en una época de transición en la historia de Israel. Las tribus habían atravesado el Jordán, y durante muchos años dedicábanse a la penosa tarea de conquistar paulatinamente la tierra prometida. En contacto con la religión y cultos cananeos, tan halagadores a los sentidos, fue enfriándose el entusiasmo de los israelitas por Yahvé, olvidándose de sus preceptos y abandonando el camino que su Dios les había trazado. Ante las tentativas de sincretismo religioso, no dejó Dios de darles un toque de atención, recordándoles que no había renunciado a los derechos de propiedad sobre su pueblo. En sus páginas se vislumbra también claramente que no quiere Dios la perdición de Israel, su desaparición de entre las gentes, sino que se convierta y viva.
A pesar de su moral rústica, los israelitas de este período, incluyendo a sus jefes, son admirables por su fe en Dios, a quien acuden en tiempos de prueba. Esta fe les llevará al triunfo de sus enemigos años más tarde.

1 De Vaux, Israel: Dictionnaire de la Bible, Suppl. col.739; O. Grether, Die Bezeich-nung Richten für die charismatischer Helden der Vorstaatlichen Zeit: Zeitsch. f. Altt. Wis-senschaft, 57 (1939) 110-121.
2 C. F. Burney, The Book ofjudges (Londres 1920).
3 Septuaginta problem im Buch Richter: Â 7 (1926) 233-269; 353-383.
4 J. Schreiner, Septuagintü-Massora des Buches der Richter. Eine textkritische Studie (Roma 1957).
5 A. Âåá, Canaan e Cananei: Enciclopedia Cat. Italiana, III col.480-486; B. Maisler, Canaan and the Canaanites: Basor, 102 (1946) 7-12; G. Pavlovski, De religione Cananaeorum tempore occupationis israeliticae: Verbum Domini, 27 (1949) 143-163.193-205.
6 Véase R. A. st. Macalister, The Philistines, their History and Civilisation (Londres 1911); G. Van Rad, Das Reich Israel una die Philister: Palástinajahrbuch, 29 (1933) 30-42; O. Eis-Sfeldt, Philister und Phonizer (Leipzig 1936).
7 Die Anfange Israels (Góttingen 1922).
8 tiistoire: I. La période des Juges 404-406,
9 E. Robertson, The Period of the Judges. A Mistery Period in the History of Israel: Bul-letin of the John Rylands Library, 30 (1946) 3-36,

Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

Jueces 4,1-24

El Primer Juez: Otoniel (3:7-11).
7Hicieron el mal los hijos de Israel a los ojos de Yahvé, y, olvidándose de Yahvé, su Dios, sirvieron a los baales y aseras. 8Encendióse la cólera de Yahvé contra Israel y los entregó a manos de Cusan Risataím, rey de Edom, y los hijos de Israel sirvieron a Cusan Risataím ocho años. 9 Clamaron a Yahvé los hijos de Israel, y suscitó Yahvé a los hijos de Israel un libertador, que los libertó: Otoniel, hijo de Quenaz, el hermano menor de Caleb. 10Vino sobre él el espíritu de Yahvé, y juzgó a Israel y salió a hacer la guerra. Puso Yahvé en sus manos a Cusan Risataím, rey de Edom, y pasó su mano sobre Cusan Risataím; 11y estuvo en paz la tierra durante cuarenta años, y murió Otoniel, hijo de Quenaz.

La tesis religiosa propuesta por el autor en la introducción que precede viene confirmada con la mención de algunos hechos históricos significativos, que afectaban o bien a un clan o a una o más tribus, raramente a toda la nación. Los hijos de Israel, más concretamente, las tribus de Judá y Simeón, se entregaron al culto de los baales y aseras, por lo cual se encendió la cólera de Yahvé, entregándolos al rey de Edom (no Aram, como dice el texto masorético, Por la confusión de d en r). Cree H. Hánsler que Cusan Risataím es el rey de Mitanni Fusratta.1.
Al clamor de los hijos de Israel, Dios les suscitó un libertador en la persona (o clan) de Otoniel (1:13; Jos_15:17), sobre el cual vino el espíritu de Yahvé. Con esta investidura divina salió a pelear contra Cusan Risataím (doblemente malo) y le derrotó. Se ignora quién fuera este reyezuelo; se presume que su nombre primitivo fuera desfigurado intencionadamente por el autor o tradición popular (Jer_50:21; Mal_1:4). Era rey de édom, población nómada emparentada con Abraham por Quetura (Gen_25:2-6) y que habitaba en el extremo meridional del mar Muerto. Por Hab_3:7 sabemos que estaba emparentado con Madián. El redactor deuteronomista conocía por la tradición o por documentos escritos el caso de Otoniel y lo puso en primer término, acaso por pertenecer a la tribu de Judá (Gen_15:19; Jos_14:6), por la cual siente una predilección particular (Vincent).

El benjaminíta Aod (Jos_3:12-15).
12Volvieron otra vez a hacer mal los hijos de Israel a los ojos de Yahvé. Y Yahvé hizo fuerte a Eglón, rey de Moab, contra los hijos de Israel, porque hacían el mal a los ojos de Yahvé. 13Eglón se unió con los hijos de Amón y con Amalee, y marchó contra Israel, le derrotó y conquistó la ciudad de Tamarín; 14y sirvieron los hijos de Israel a Eglón, rey de Moab, dieciocho años. 15Clamaron los hijos de Israel a Yahvé, y Yahvé les suscitó un libertador: Aod, hijo de Güera, benja-minita, zurdo. Los hijos de Israel enviaron por medio de él un presente a Eglón, rey de Moab.

A consecuencia de la victoria de Otoniel estuvo en paz la tierra durante cuarenta años, fórmula estereotipada que se encuentra en 3:30; 5-31; 8:28; Jos_11:23; Jos_14:15; También prevaricaron contra Dios los hijos de Benjamín. En castigo, Dios hizo fuerte o permitió a Eglón, rey de Moab, que atacara y conquistara lo que un tiempo fuera ciudad de Jericó. La ciudad no se reedificó hasta más tarde (1Re_16:34), Pero los benjaminitas habitaban en el oasis de Jericó (2Sa_10:5), desde donde dominaban toda la llanura hasta el Jordán y las estribaciones de los montes de Efraím. Moab, que habitaba enfrente, al otro lado del río, atisbaba aquel oasis y le asaltaba la tentación de rodear el Jordán y anexar aquella tierra privilegiada a sus dominios. Eglón sucumbió a esta tentación, y con la ayuda de los amonitas y tropas mercenarias de origen amalecita pasó el Jordán y se apoderó de la ciudad de Tamarín o de las Palmeras. Según Vincent, existen dos versiones de este relato. En la primera se supone que Eglón residía al otro lado del Jordán, en territorio moabita (v.19 y 26), mientras que en la segunda versión se sitúa la escena al oeste del Jordán, probablemente en Jericó (v.28). Los benjaminitas estuvieron dieciocho años sujetos a Eglón, a quien pagaban tributo. Al hacer penitencia, Dios se apiadó de ellos y les suscitó un libertador en la persona de Aod, del cual se dice, como introducción a la narracion siguiente, que era zurdo (2Sa_20:16).

Asesinato de Eglón (2Sa_3:16-30).
16Habíase hecho Aod un puñal de dos filos de un palmo de largo, que se ciñó bajo sus vestidos, sobre el muslo derecho. 17Presentó los dones a Eglón, rey de Moab, que era un hombre muy gordo; 18y, hecha la presentación, despidió a los que habían traído el presente. 19Llegado a Happesilim, cerca de Caígala, se volvió y le dijo: Tengo que decirte, ¡oh rey! una cosa en secreto. El dijo: Salid; y se salieron todos los que estaban con él. 20Entró donde estaba él tomando el fresco en el cenador alto, que era sólo para él, y le dijo: Tengo que comunicarte una palabra de parte de Dios, ¡oh rey! Eglón se levantó de su silla; 21y entonces Aod, tomando con su mano izquierda el puñal que sobre el muslo derecho llevaba, se lo clavó en el vientre, 22entrándole también el puño tras la hoja y cerrándosela gordura en derredor de la hoja, pues no sacó del vientre el puñal; y saltando por la ventana, 23salió Aod al pórtico, cerrando tras sí las puertas del cenador y echando el cerrojo. 24Una vez que hubo salido, vinieron los servidores y, viendo que las puertas del cenador tenían echado el cerrojo, se dijeron: Seguramente está haciendo alguna necesidad en el cubículo de verano. 25Esperaron mucho tiempo, hasta perder la paciencia, y como las puertas del cenáculo alto no se abrían, cogieron la llave y abrieron, viendo que su amo yacía en tierra muerto. 26 Mientras estaban ellos perplejos, huyó velozmente Aod, pasó de Happesilim y se puso en salvo en Seirat. 27En cuanto llegó a la tierra de Israel, hizo tocar las trompetas en el monte de Efraím. Los hijos de Israel bajaron con él de la montaña, y él se puso al frente de ellos 28y les dijo: Seguidme, que Yahvé ha entregado en vuestras manos a vuestros enemigos los moabitas. Bajaron tras él y se apoderaron de los vados del Jordán, frente a Moab, sin dejar pasar a nadie. 29Derrotaron entonces a Moab. De unos diez mil hombres, todos robustos y valientes, no escapó uno solo. 30Aquel día quedó Moab humillado bajo la mano de Israel; y la tierra quedó en paz durante ochenta años, mientras vivió Aod.

Aod presidía la embajada encargada de llevar el tributo anual a Eglón. Por el hecho de intervenir en esta acción varias personas puede suponerse que este tributo, consistente principalmente en ganado, era crecido. El autor sagrado consigna el relato brutal, pero pintoresco y realista, con que una antigua tradición diseñaba la hazaña de Aod. En todo este relato domina la despreocupación por el carácter moral de la empresa; el autor sagrado únicamente ve en la persona de Aod al instrumento de que se sirvió Yahvé para salvar a su pueblo. No le alaba ni tampoco lo vitupera, conducta que debemos seguir también nosotros. Los antiguos pueblos tenían respeto por los dioses de los pueblos vecinos (2Re_1:2; 2Re_8:10).
Cometido su crimen, Aod hizo tocar las trompetas; ante el anuncio de la muerte del rey opresor, la gente de la montaña se abalanzó sobre la llanura y se apoderó de los tres vados del Jordán (Jos_2:7), frente a Jericó, cortando de este modo la retirada de los moabitas.
Con una cifra de tipo redaccional se quiere indicar que fueron rnuchos los moabitas que perdieron la vida en esta acción. La paz se aseguró por dos generaciones, es decir, ochenta años.

Sambar (Jos_3:31).
31Después de Aod, Samgar, hijo de Anat, derrotó a seis-cientos filisteos con una aijada de bueyes, libertando también él a Israel.

La inserción de Samgar en el ? .31 presenta algunas dificultades. En algunas versiones antiguas, esta noticia sobre Samgar se coloca después Deu_16:31. Según 4:1, la historia de Débora sigue inmediatamente a la de Aod. La mención de los filisteos da a entender que la acción de Samgar tuvo lugar al final del período de los jueces. Es posible que el motivo de ocupar el sitio actual se deba al plan de seguir un orden geográfico o por razón de hablarse de un Samgar en 5:6, opresor de Israel. Lagrange identifica a Samgar con Sama, hijo de Ela, jaradita (2Sa_23:11), que se enfrentó con los filisteos, en cuyo caso nuestra historia, dice él, llevaría el sello de una de las tradiciones más antiguas del tiempo de David, que el redactor deuteronomista recogió para convertir en un juez a su héroe, como hizo con Otoniel. Desnoyers rechaza esta identificación. Debe también notarse que ninguno de los dos nombres (Samgar, Anat) son israelitas, figurando en la literatura babilónica y en los textos de Nuzi con la forma Simigari.

Débora y barag (c.4-5).
Su historia se ha conservado en dos tradiciones o documentos, uno en prosa (c.4) y otro en poesía (c.5), que un redactor yuxtapuso. El relato en prosa se caracteriza por su preocupación religiosa y por contener varios detalles circunstanciales, sobre todo de orden topográfico. El cántico de Débora se propone celebrar con preferencia la gloria de Yahvé y de sus soldados los israelitas e invitar al pueblo a combatir las batallas de Yahvé. Se considera a este poema como muy antiguo, probablemente contemporáneo de los hechos, y por lo mismo de gran valor histórico.

Escenario de la batalla.
Los cananeos mantenían sólidamente su dominio sobre la fértil planicie de Esdrelón, que defendían con sus carros de combate, ante los cuales se inutilizaban las armas rudimentarias de Israel. Una red de ciudades fortificadas defendían sus accesos. Por el sur, Tanac, Meguiddo, Yeblam y Yoqnam cerraban el paso a la tribu de Efraím; Betsán era un fuerte baluarte contra las tribus transjor-dánicas; Quetrom y Nalol la protegían de las incursiones del norte, y Acre Dor y Jaroset se oponían a un posible ataque por mar. Desde las montañas de Galilea, Zabulón y Neftalí contemplaban aquellas tierras de pan llevar, lo que hacía también Efraím desde la exlidad del macizo central. Aquellas tierras rompían la continuidad territorial entre las tribus del norte y del centro de Palestina. ? or mucho tiempo, las tribus israelíticas que tenían derechos sobre la llanura se resignaron a mantener buenas relaciones con los habitantes de la misma. Los israelitas bajaban de las montañas y ofrecian sus servicios como agricultores; empleábanse como conductos de caravanas e iban a las ciudades cananeas a vender e intercambiar sus productos. Este contacto amigable con los paganos tuvo consecuencias desastrosas desde el punto de vista religioso y moral, debilitando en ellos el recuerdo de la alianza con Yahvé. En consecuencia, cuando los cananeos, alarmados por la pujanza de los israelitas en su territorio, determinaron reducirlos, Yahvé se desentendió de ellos, permitiendo que les oprimieran durante veinte años.

Los jefes enemigos (2Sa_4:1-3).
1Muerto Aod, volvieron los hijos de Israe la hacer el mal a los ojos de Yahvé, 2y los entregó Yahvé en mano de Jabín, rey de Canaán, que reinaba en Jasor y tenía por jefe de su ejército a Sisara, que residía en Jaroset Goím. 3Clamaron los hijos de Israel a Yahvé, pues tenían aquéllos novecientos carros de hierro y desde hacía veinte años oprimían duramente a los hijos de Israel.

Se mencionan dos de estos personajes: Jabín y Sisara. Se habla en Jos_11:1-13 de un rey de nombre Jabín que fue muerto por Josué y su ciudad completamente destruida. No hay inconveniente alguno en admitir la existencia en el mismo reino de dos o más soberanos con el mismo nombre (Fernández, In losue 163 n.1). La dificultad radica en otras circunstancias: 1) Jabín era rey de Jasor, ciudad situada al norte del lago de Genesaret y al sur de Cades de Neftalí. 2) Se dice en el texto que era rey de Canaán, lo cual contradice al hecho de que nunca hubo entre los indígenas de Palestina unidad política. 3) Durante el conflicto armado, Jabín permanece inactivo, mientras recae sobre Sisara el peso de la batalla. Sisara habitaba en Jaroset Goím, junto al torrente Cisón y a pocos kilómetros de la actual ciudad de Jaifa. A la primera dificultad no se ha presentado todavía solución definitiva alguna. Algunos autores sugieren la eliminación de Jasor, con lo cual figuraría Jabín como rey de Jaroset Goím (Lagrange). En cuanto a la segunda, no debe traducirse necesariamente la frase por rey de Canaán, sino rey en Canaán; es decir, uno de tantos reyezuelos que existían entonas en Canaán. En cuanto a la aparente ausencia de Jabín del campo5 batalla, se explica porque en aquellos tiempos algunos reyes no lntervenían directamente en la dirección de las batallas, que confiaban a algunos generales de su confianza.

Débora y Barac (Jos_4:4-10).
4Juzgaba en aquel tiempo a Israel Débora, profetisa, mujer de Lapidot. 5Sentábase para juzgar debajo de la palmera de Débora, entre Rama y Betel, en el monte de Efraím; y los hijos de Israel iban a ella a pedir justicia. 6Mandó llamar Débora a Barac, hijo de Abinúam, de Cades, de Neftalí, y le dijo: ¿No te manda Yahvé, Dios de Israel? Ve a ocupar el monte Tabor y lleva contigo diez mil hombres de los hijos de Neftalí y de los de Zabulón. 7Yo te traeré allí, al torrente de Cisón, a Sisara, jefe del ejército de Jabín, y a sus carros y sus tropas, y los pondré en tus manos. 8Díjole Barac: Si vienes tú conmigo, voy; si no vienes tú, no voy. Porque yo no sé en qué día el ángel de Yahvé me dará el éxito. 9Ella le contestó: Iré, sí, iré contigo; porque ya no será gloria tuya la expedición que vas a emprender, porque a manos de una mujer entregará Yahvé a Sisara. Levantóse Débora y se fue con Barac a Cades. 10Convocó Barac a Zabulón y Neftalí y subió con diez mil hombres, subiendo también con él Débora.

Indica el texto que Débora era profetisa, como lo fueron otras mujeres en Israel (Exo_15:20; 2Re_22:14). Sentada debajo de una palmera que no debe confundirse con la encina bajo la cual fue sepultada otra Débora (Gen_35:8) , al aire libre y junto a la puerta de su casa recibía las consultas y solucionaba los pleitos en Israel (2Sa_15:255). Esta palmera convirtióse más tarde en lugar de culto idolátrico.
La situación de las tribus del norte conmovió a Débora, la cual se comprometió a remediarla. Considerando su condición de mujer, confió la dirección del ejército a Barac. Era éste natural de Cades de Neftalí (Jos_12:22; Jos_19:37), no lejos de Jasor, y había tenido que sufrir de parte de los cananeos (Jos_5:12). Al ser llamado por Débora, púsose en camino, salvando los 130 kilómetros que hay en línea recta entre Cades de Neftalí y el lugar donde se encontraba Débora, situado entre Rama y Betel. Barac aceptó la misión con tal de que Débora le acompañara en esta empresa, con el fin de asegurarse la protección divina y poder contar con la colaboración activa de las tribus del centro. El plan militar ideado por Débora consistía en reunir tropas en el monte Tabor, mientras las tribus del centro atacarían al enemigo por el sur, tratando de atraerlo hacia el torrente Cisón. De este modo el cananeo se encontraría entre dos frentes. Débora y Barac marcharon hacia Cades y reunieron un ejército de diez mil hombres (cifra redonda) sobre el Tabor, lugar donde confluían los límites de las tribus de Neftalí, Zabulón e Isacar (Jos_19:12; Jos_19:22; Jos_19:34).

Jeber el quinita (Jos_4:11).
11Jeber el quíneo se había separado de los otros quíneos, hijos de Jobab, suegro de Moisés, y había plantado sus tiendas en el encinar de Besananim, cerca de Cades.

El clan de Jeber (Gen_15:19) se había separado del grueso de los alunitas que habitaban el mediodía de Palestina (Gen_1:16; 1Sa_27:10) cohabitaban con los cananeos junto al encinar de Besananim (Tos 19:33) cerca de Cades, no lejos de Megiddo. Aunque aparentemente vivía en paz con los cananeos, sin embargo se sentía unido a la suerte de los israelitas, con los cuales existían lazos familiares.

Derrota de Sisara (4:12-16)
12Hicieron saber a Sisara que Barac, hijo de Abinoam, subía al monte Tabor; 13y Sisara reunió todos sus carros, novecientos carros de hierro, y todo el ejército de que disponía, y salió de Jaroset Goím al torrente de Cisón. 14Dijo entonces Débora a Barac: Anda, que hoy es el día en que Yahvé entrega a Sisara en tus manos. ¿No va él delante de ti? 15Bajó Barac del monte Tabor con los diez mil hombres que llevaba, y puso Yahvé en fuga a Sisara, a todos sus carros y a todo su ejército ante Barac. Sisara se bajó de su carro y huyó a pie. 16Barac persiguió con su infantería a los carros y al ejército hasta Jaroset Goím, y todo el ejército de Sisara cayó a filo de espada, sin que quedara ni un solo hombre.

Según 5:14-15, fueron seis las tribus que respondieron al llamamiento de Débora: Zabulón, Neftalí e Isacar, del norte; Efraím, Benjamín y Maquir, clan importante de Manases, del centro. Al tener Sisara noticias de la concentración de tropas en el Tabor reunió un gran ejército y salió al encuentro de los israelitas. Con la seguridad de que Dios estaba con él, Barac desciende del Tabor, ataca al ejército de Sisara y lo desbarata a filo de espada, dice el texto masorético. Pero no fueron las espadas de los israelitas las que sembraron el pánico en el ejército enemigo, sino una lluvia torrencial (5:20) que desencadenó Dios providencialmente sobre la llanura y montes adyacentes, cuyos efectos fueron favorables a los israelitas y desastrosos para el ejército de Sisara. En efecto, con la lluvia caída en la llanura y sobre los montes aumentó considerablemente el caudal de los torrentes que desembocan en la planicie, con virtiendo la tierra en un barrizal impracticable. El Cisón, que recibió toda aquella agua, salió de madre, inundando todas sus inmediaciones. Bisara, que tenía puesta su confianza en los carros de combate, contempló aterrado cómo éstos se hundían en el barro y cómo la tierra cedía al peso de los caballos, inmovilizándolos. La expresión sin que quedara ni un solo hombre (v.16) es hiperbólica.

Alevosía de Jael (4:17-24).
17Sisara huyó a pie a la tienda de Jael, la mujer de Jeber el quineo, pues había paz entre Jabín, rey de Jasor, y la casa de Jeber el quineo. 18Salió Jael al encuentro de Sisara y le dijo: Entra, señor mío; entra en mi casa y no temas. Entró él en la tienda, y ella le tapó con una alfombra. 19Díjole él: Dame, por favor, un poco de agua, que tengo sed. Y sacando ella el odre de la leche, le dio a beber y volvió a cubrirle. 20Díjole él: Estáte a la puerta de la tienda, y si viene alguno preguntando si hay aquí algún hombre, dile que no. 21Cogió Jael, mujer de Jeber, un clavo de los de fijar la tienda, y, tomando en su mano un martillo, se acercó a él calladamente y le clavó en la sien el clavo, que penetró en la tierra; y él, que estaba profundamente dormido, desfalleció y murió. 22Llegó entonces Barac, que iba persiguiendo a Sisara. Jael salió a su encuentro y le dijo: Ven que te enseñe al hombre a quien vienes buscando. Entró y halló a Sisara en tierra muerto, clavado el clavo en la sien. 23Aquel día humilló Yahvé a Jabín, rey de Canaán, ante los hijos de Israel, 24y la mano de los hijos de Israel pesó cada vez más sobre Jabín, rey de Canaán, hasta que le destruyeron.

En su huida, Sisara buscó la salvación en la tienda de Jael, la mujer de Jeber el quineo (Num_24:22ss). Ya hemos indicado que Jeber vivía en Cades, en la falda del Carmelo y frente a Jaroset Goím. No se debe confundir con Cades de Neftalí, patria de Barac, al norte del lago Hule. Es posible que Sisara se dirigiera directamente a la tienda de Jael; toda esposa tenía su tienda particular (Gen_31:33). Por las palabras de Jael se deduce que Sisara se mostraba receloso del lugar y que no tenía intención de parar allí. Al pedirle un poco de agua, escondido, le alargó Jael el odre de la leche (Jos_9:4.13), o leben, leche agria, tan común aún hoy día entre los beduinos de Palestina y TransJordania, y le tapó de nuevo. Sisara se creía ya a salvo, calculando que los enemigos no se atreverían a penetrar en la tienda de una mujer y que ésta no violaría los sagrados deberes de la hospitalidad. Pero se engañó en sus cálculos. Unos traducen el v.21: Se acercó a él en secreto, le hundió el clavo en la sien, precipitándose en el suelo (Tamisier, Desnoyers). Otros prefieren la lección del códice A de los LXX, según la cual el cuerpo de Sisara se agitó convulsivamente sobre sus rodillas, cayó sin fuerzas y murió (Lagrange, Vincent).
Es difícil justificar moralmente la acción de Jael, que presenta todas las características de una traición y una transgresión inaudita de los deberes de la hospitalidad. El autor del relato no juzga de la moralidad del acto; se limita a exponer los efectos buenos que se siguieron de la acción. Hallamos en la acción de Jael un exponente de la moral rudimentaria de aquellos remotos tiempos, la cual, a juzgar por la conducta que se observa en las guerras de nuestros días, no ha hecho grandes progresos.