Times New Roman ;;; Riched20 5.40.11.2210;
Jueces.
Introducción.
Título del Libro.
El libro lleva en hebreo el título de Shofetim, que los LXX han traducido por Kritai, jueces, de donde el título de la Vulgata: Líber iudicum: Libro de los jueces. Pero el calificativo de jueces no corresponde propiamente a la misión primordial de estos héroes, que consistía en salvar a Israel o a una tribu de la opresión de sus enemigos y restablecer el orden político, más o menos comprometido. El título más apropiado a ellos es el de libertador, que corresponde a la significación primitiva del verbo shafat, establecer, restablecer. Es lógico que, una vez obtenida la victoria, con el prestigio que esto les daba, quedaran al frente de la tribu o de las tribus que les habían elegido por lider, ejerciendo su plena autoridad sobre las mismas. La condición social de estos hombres es muy distinta, pues mientras unos eran guerreros, como Aod, Barac y Gedeón, otros eran ricos propietarios, como Jair y Abdón, o aventureros, como Jefté, y héroes populares, como Sansón. Pero todos poseen un carisma o marca divina (valor, sabiduría, habilidad o fuerza), que les convierte en jefes o jueces salvadores de Israel1.
Lugar en el canon.
En las Biblias hebraicas va entre el libro de Josué y el primero de Samuel, ocupando el segundo lugar en la colección conocida por el nombre de profetas anteriores. En el canon alejandrino y en la Vulgata, el libro se coloca entre los libros históricos Josué y Rut. Los judíos consideraban el libro como profetice.
Texto.
Fue escrito originariamente en hebreo y se ha conservado en buen estado, excepto en el cántico de Débora. Burney, que lo ha investigado a fondo, lo cree superior al texto de los libros de Samuel y comparable con el de las partes narrativas de los libros de Josué y Reyes 2. Se encuentra en él cierta confusión y transposición de letras y palabras, ditografías y glosas. El texto griego de los LXX se ha conservado bajo distintas formas. Después de los estudios de Pretzl 3, se admiten comúnmente tres recensiones del mismo. El texto de la antigua koiné fue revisado por Orígenes, cuya recensión se conserva en sirohexaplar, cód. A y B, este último con terminología propia4. Luciano utilizó esta revisión con elementos propios, que difieren del texto masorético y que provienen de otro original griego. La recensión de Luciano se encuentra en Ka, en muchos minúsculos y en el códice Lugdunensis de la Vetus Latina. Hesiquio trató de ajustar la recensión de Orígenes al texto masorético, utilizando palabras que figuraban en la antigua koiné. Así, pues, según Pretzl, se dispone de dos fuentes para la crítica textual del texto masorético: las lecciones de la antigua koiné y la recensión de Luciano. La Vulgata sigue, en general, el texto hebreo, con adición de algunas glosas aclaratorias.
Argumento y División.
El libro de los Jueces trata de la historia del pueblo judío a partir de la muerte de Josué hasta la institución de la monarquía o, en el estado actual del mismo, hasta el advenimiento de Samuel. Sin embargo, esta historia se presenta en forma esquemática, fragmentaria e incompleta, recogiendo únicamente algunos hechos aislados que sirven al autor de base para el desarrollo y confirmación de su tesis filosófico-religiosa, expresada claramente en 2:11-19; 10:6-16. El carácter de la misma es pragmático, a cuatro tiempos: prevaricación, castigo; arrepentimiento, liberación. Israel es infiel a Yahvé y rinde culto a los ídolos; en castigo, Dios le entrega en manos de sus enemigos. Este revés le induce a penitencia, y Dios, misericordioso, le envía un libertador, muerto el cual, vuelve a las andadas. Esta verdad religiosa se ilustra con seis cuadros históricos que cuentan las hazañas de otros tantos jueces, a los cuales se añaden breves noticias referentes a personajes de menor relieve, que, por esto mismo, se ha convenido en llamar jueces menores.
En líneas generales, el libro se divide en tres partes bien definidas: 1) una doble introducción: política (1:1; 2:5) Y religiosa (2:6; 3:6); 2) cuerpo del libro (3:7; 16:31); 3) dos apéndices (17:1; 21:25).
Marco Histórico y Cronología.
El libro de los Jueces carece de sistema cronológico propiamente dicho y la mayor parte de las cifras que se dan en el libro son puramente convencionales. ¿A qué época de la historia universal corresponden los hechos narrados en el libro? ¿Cuál fue la duración aproximada de este período? Dos fechas de valor desigual permiten señalar los términos a quo y ad quera del período de los jueces.
Para determinar el término ad quem parten los autores de la fecha de la fundación del templo de Jerusalén en 968, año cuarto del reinado de Salomón. Este sucedió en el trono a su padre, David, en c.973, reinando cuarenta años sobre todo Israel. El reinado de David abarca desde c.1010 hasta C.970. No sabemos a punto fijo los años de la permanencia de Saúl en el trono, que, según Act 13:21, fueron cuarenta; pero los autores le atribuyeron una duración que oscila entre los veinte y treinta años. Se indica el año 1030 como fecha de la elevación de Saúl al trono, fecha que coincide más o menos con el término del período de los jueces.
Es más difícil determinar el término a quo, ya que depende de fecha de la salida de Israel de Egipto y de la duración de la campaña de Josué. Está en crisis la hipótesis que señala el éxodo hacia el año 1450. Una segunda opinión, apoyada por hechos históricos y ^queológicos de indiscutible valor, cree que el éxodo tuvo lugar durante el largo reinado de Ramsés II (1301-1235) o en tiempos de Mernefta (1225-1205).
No existe en el libro de los Jueces una cronología perfecta. Los números que allí figuran tienen un valor muy desigual, pues mientras algunos parecen bastante precisos, otros, en cambio, las cifras redondas, sobre todo 40, 80, 20, obedecen a un plan premeditado del redactor o redactores del libro. Los hechos narrados no se desarrollaron con la precisión cronológica que puede sugerir una lectura superficial del libro, sino más bien se trata de un conjunto de piezas fragmentarias de aquel período, que los redactores posteriores han reunido en un todo orgánico al servicio de una tesis religiosa. No existía unidad entre las tribus, y las guerras de unas no inquietaban la paz de otras, o, simultáneamente, los enemigos acosaban a los israelitas en diversos puntos de su territorio. Por lo mismo, algunos jueces ejercían sus funciones al mismo tiempo, y podían coincidir los períodos de opresión y de paz (Jue 10:7). La autoridad de los jueces se extendía a una o varias tribus, nunca a todo Israel.
Los pueblos enemigos.
Durante el lapso comprendido entre 1220-1040, las dos grandes potencias rivales, Egipto y Asiría, apenas intervienen en los asuntos de Palestina. Egipto se muestra cada vez menos activo, atento a solucionar los problemas de orden interno, y sólo interviene esporádicamente en acciones bélicas hacia el exterior para defender sus fronteras, amenazadas por los pueblos del mar, como en 1192, bajo Ramsés III. Por parte de Asiría, sólo Teglatfalasar I (1 112-1074) emprendió una campaña hacia el oeste, reduciendo a tributo a las ciudades de Byblos, Sidón, Arward; pero no se atrevió a atacar a Tiro (Surra) ni a los reinos de Hamat, Damasco y Soba, ni a franquear las fronteras de Palestina. El imperio de los hititas sólo persistía como un recuerdo en Palestina, con insignificantes islotes dejados en el territorio en su retirada. Los enemigos principales contra los cuales tuvieron que luchar los israelitas para arrebatarles los territorios de TransJordania y Cisjordania y mantenerlos en sus manos fueron los cananeos, filisteos, amonitas, amalecitas, moabi-tas y madianitas. De los dos primeros nos ocuparemos brevemente.
Cananeos.
Pueblo abierto a las más dispares influencias, asimiló elementos de las diversas culturas. Como todos los otros pueblos, fueron politeístas, siendo Baal su dios principal, unido a las divinidades femeninas de Anat, Asnera, Astarté, Qadesh. El culto de la fecundidad y fertilidad era el centro de la religión cananea. Características del mismo son los sacrificios humanos (Jer 7:31; Ez 15:21; 1 Re 16:34) y la prostitución sagrada de hombres y mujeres. Todas las facultades productoras de vida eran santas y sagradas. El culto se ejercía en los altos (bamoth), donde se levantaban las masseboth y asheroth, que representaban, respectivamente, las divinidades masculina y femenina. Con este pueblo entró en contacto Israel y convivió con él en momentos en que su religión había caído en su nivel más bajo 5.
Filisteos.
De la avalancha de los pueblos del mar formaban parte los filisteos, procedentes de Licia y Caria, o de Caftor (Deut 2:23; Jer 47:4), que, a través del Asia Menor, pretendieron ganar las tierras fértiles de Egipto. A principios del siglo XII a. Q, Ramsés III resistió en Siria a los nuevos invasores no semitas (incircuncisos los llama la Biblia); pero los filisteos fueron descendiendo por la costa mediterránea, estableciéndose a fines del segundo milenio en la región marítima comprendida entre Gaza y Jaifa, con una profundidad hacia el interior que oscilaba entre los veinte y sesenta kilómetros. Agrupábanse en torno a cinco grandes centros, a los que se da el nombre de pentápolis filistea: Gaza, Ascalón, Azoto, Acarón y Gat. Las cinco ciudades tenían un régimen autónomo, aunque en casos extraordinarios se unían para salvar a la nación. Al frente de cada distrito había los llamados seranim (tiranos), con autoridad civil y militar, ocupando el mando supremo del ejército unido los sarim (1 Sam 18:30). Su organización era superior a la de los israelitas, lo mismo que su cultura, industria, agricultura, comercio, economía, etc. Los filisteos fueron un constante peligro para los israelitas, a quienes oprimían empujándoles hacia el macizo central6.
Características literarias del libro de los Jueces.
Lo primero que se echa de ver al recorrer sus páginas es la repetición de ciertas fórmulas estereotipadas, que indican el punto de vista filosófico-religioso del autor. Con estas fórmulas aparece claramente delineado el pragmatismo a cuatro tiempos de que hemos hablado. Este tema central se expone en las dos introducciones, histórica (1:1; 2:5) y cultual (2:6; 3:6; 6:8-10; 10:10-16). Estas fórmulas, convenientemente clasificadas por Tamisier (Introducción 138-139) Y Delorme, son las siguientes:
Prevaricación. (A): Los hijos de Israel hicieron el mal a los ojos de Yahvé (2:11; 3:7; 12; 4:1; 6:1; 13:1). (B): Se apartaron de Yahvé y sirvieron a los Baales (2:11), baales y aseras (3:7), a Baal y Astarté (2:13; 10:7). Castigo (C): Encendióse la cólera de Yahvé contra Israel (2:14-20; 3:8; 107). (D): (Yahvé) los entregó en manos de salteadores (2:14); Se Cusan Risataím (3:8), en manos de Jabín (4:2), a Madián'(6:1), en manos de los filisteos y en manos de los hijos de Amón (10:7); o también, Yahvé hizo fuerte a Eglón (3:12). (E) Por consiguiente, los hijos de Israel sirvieron a Cusan Risataím siete años (3:8), a Eglón dieciocho años (3:14), a Jabín veinte años (4:3) a Madián siete años (6:1), a los filisteos y amonitas dieciocho años (10:8).
Arrepentimiento. (F): Clamaron a Yahvé los hijos de Israel (3:9; 15; 4:3; 6:6; 10:10).
Liberación. (G): Suscitó Yahvé a los hijos de Israel un libertador (3:9-15). H Quedó humillado (Moab, Jabín, Madián) bajo la mano de Israel (3:30; 4:23; 8:28). (I): Los libertadores (Otoniel, Tola, Jefté, Abesán, Elón, Abdón, Sansón) juzgaron a Israel diez años (3:10; 10:2.3; 12:7; 9:11; 14; 15:20; 16:31). (J): Estuvo en paz la tierra durante diez años (3:11, 30; 5:32; 8:28).
En función a esta idea central se han escogido las narraciones que el autor o los autores han insertado en el libro. Entre aquéllas y las frases redaccionales se han revelado diferencias ideográficas y de estilo, que se explican por el hecho de que los autores no han elaborado los relatos históricos, sino que se han limitado a seleccionarlos y agruparlos de conformidad con las exigencias del tema central. Al autor no le interesa el hecho histórico por sí mismo, sino desde el punto de vista religioso. Por lo mismo, se cree autorizado a reproducir simplemente los fragmentos, yuxtaponerlos en un plan preconcebido, cercenarlos, resumirlos y amplificarlos, glosarlos y aun modificarlos ligeramente. De este modo, los hechos históricos incorporados en el libro ofrecen garantía de veracidad. La historia del libro de los Jueces es religiosa,
Composición del libro.
El libro es anónimo; de donde la diversidad de opiniones sobre su autor y tiempo de su composición. La tradición judía y muchos Padres lo atribuyen a Samuel o a un autor contemporáneo de David (Schulz). Algunos han pensado en Ezequías, y Ricardo Simón lo adjudica a Esdras. La mayoría de los críticos acatólicos extienden a este libro la composición a base de los conocidos documentos J y E, reunidos más tarde por uno o más redactores. Actualmente, católicos y acatólicos están acordes en admitir en el libro la presencia de documentos antiguos que utilizaron el autor o los autores. H. Gressmann7 prefiere que se hable de tradiciones más bien que de documentos. Desnoyers 8 admite una doble redacción; la primera efectuóse en el reino de Israel por escritores originarios de los medios profetices, levíticos y profetices. En esta primera redacción se narraba la historia de los jueces del Norte y contenía la lista de los jueces menores. Un redactor del reino de Judá completó aquella obra con documentos procedentes del sur en tiempos del rey Exequias. Según Desnoyers, el movimiento literario deuteroca-nónico pudo también haber dejado huellas en una reedición del libro de los Jueces. Cazelles y Tamisier exponen más concretamente esta hipótesis.
En nada se opone al dogma de la inspiración el hecho de que muchos autores concurrieran a la composición del libro de los Jueces. Muy probablemente, sólo el autor último que redactó el libro en la forma que hoy tiene el beneficio del carisma de la inspiración.
Enseñanza religiosa.
De misterioso se ha calificado al período de los jueces 9. Y lo es de verdad. Empezamos por no saber cuándo comenzó y cuándo acabó ni a qué período preciso de la historia universal pertenece. En el libro encontramos una cronología imprecisa, una historia fragmentaria, anecdótica, engarzada solamente por el pensamiento religioso dominante del autor. Pero del análisis del libro se deduce que nos hallamos en una época de transición en la historia de Israel. Las tribus habían atravesado el Jordán, y durante muchos años dedicábanse a la penosa tarea de conquistar paulatinamente la tierra prometida. En contacto con la religión y cultos cananeos, tan halagadores a los sentidos, fue enfriándose el entusiasmo de los israelitas por Yahvé, olvidándose de sus preceptos y abandonando el camino que su Dios les había trazado. Ante las tentativas de sincretismo religioso, no dejó Dios de darles un toque de atención, recordándoles que no había renunciado a los derechos de propiedad sobre su pueblo. En sus páginas se vislumbra también claramente que no quiere Dios la perdición de Israel, su desaparición de entre las gentes, sino que se convierta y viva.
A pesar de su moral rústica, los israelitas de este período, incluyendo a sus jefes, son admirables por su fe en Dios, a quien acuden en tiempos de prueba. Esta fe les llevará al triunfo de sus enemigos años más tarde.
1 De Vaux, Israel: Dictionnaire de la Bible, Suppl. col.739; O. Grether, Die Bezeich-nung Richten für die charismatischer Helden der Vorstaatlichen Zeit: Zeitsch. f. Altt. Wis-senschaft, 57 (1939) 110-121.
2 C. F. Burney, The Book ofjudges (Londres 1920).
3 Septuaginta problem im Buch Richter: Â 7 (1926) 233-269; 353-383.
4 J. Schreiner, Septuagintü-Massora des Buches der Richter. Eine textkritische Studie (Roma 1957).
5 A. Âåá, Canaan e Cananei: Enciclopedia Cat. Italiana, III col.480-486; B. Maisler, Canaan and the Canaanites: Basor, 102 (1946) 7-12; G. Pavlovski, De religione Cananaeorum tempore occupationis israeliticae: Verbum Domini, 27 (1949) 143-163.193-205.
6 Véase R. A. st. Macalister, The Philistines, their History and Civilisation (Londres 1911); G. Van Rad, Das Reich Israel una die Philister: Palástinajahrbuch, 29 (1933) 30-42; O. Eis-Sfeldt, Philister und Phonizer (Leipzig 1936).
7 Die Anfange Israels (Góttingen 1922).
8 tiistoire: I. La période des Juges 404-406,
9 E. Robertson, The Period of the Judges. A Mistery Period in the History of Israel: Bul-letin of the John Rylands Library, 30 (1946) 3-36,
Jueces 6,1-40
Gedeón y Abimelec (c.6-9).
La historia de Gedeón y Abimelec se narra en los capítulos 6-9, con las siguientes divisiones: 1) pecado y penitencia de Israel, que sirve de introducción (6:1-10); 2) aparición del ángel de Yahvé a Gedeón y origen del santuario Yahvé-Salom (6:11-24); 3) segunda vocación de Gedeón y santuario de Jerobaal (6:25-32); 4) campaña de liberación (6:33; 8:3); 5) Gedeón, vengador de sangre (8:4-21); 6) últimos días de Gedeón (8:22-35), Y 7) Abimelec (c.6).
La composición literaria de esta historia es bastante compleja, y en ella distinguen los críticos, católicos y acatólicos, vestigios de dos o tres documentos yuxtapuestos y elaborados por un compilador. La vocación de Gedeón se narra dos veces (6:11-24 y 6:25-32); emprende dos campañas (7:1-8:3; 8:4-21); las tribus se convocan dos veces (6:35ss y 7:23ss). ¿Cómo explicar este fenómeno literario? Muchas son las hipótesis propuestas por autores acatólicos y católicos (Lagrange, Desnoyers, Cazelles, Tamisier). Cazelles1 distingue tres piezas independientes (6:6-10; 12-24; 25-32) intercaladas en la leyenda o saga de Gedeón (6:2-5; 6:33-8:3; 8:24-35), Y un relato histórico de la campaña de Gedeón contra Zebaj y Salmana y del corto reinado de Abimelec (8:4-21 y c.6). Desnoyers distingue dos narraciones principales: a) Historia de Jerobaal, conservada en parte en los fragmentos 6:25-32; 6:36; 7:1; 7:227; 7:23; 8:3; 8:29. b) Historia de Gedeón, con adiciones y retoques, 6:11-24; 6:34-35; 7:2; 21; 8:4-28. c) Complementos redaccionales, 6:1-6; 7-10; 8:27-35. Según Vincent, la historia de Gedeón se basa sobre dos o tres documentos originales del reino del Norte, que ha utilizado un redactor deuteronomista.
El ambiente histórico revela que en este tiempo los israelitas habían pasado del estado nómada a la vida sedentaria, entregados a los trabajos de agricultura. En cuanto a la situación religiosa, se percibe una apostasía casi general del yahvismo y una tendencia muy acentuada hacia los baales, los dioses que aseguran la fertilidad de los campos y la fecundidad de sus rebaños. Una minoría sigue fiel a Yahvé.
Los madianitasy enemigos de Israel (6:1-6).
1Los hijos de Israel hicieron mal a los ojos de Yahvé, y Yahvé los entregó en manos de Madián durante siete años. 2La mano de Madián pesó fuertemente sobre Israel. Por miedo de Madián se hicieron los hijos de Israel los antros que hay en los montes, las cavernas y las alturas fortificadas. 3Cuando Israel había sembrado, subía Madián con Amalee y con los Bene Quedem y marchaban contra ellos; 4acampaban en medio de Israel y devastaban los campos hasta cerca de Gaza, no dejando subsistencia alguna en Israel, ni ovejas, ni bueyes, ni asnos, 5pues subían con sus ganados y sus tiendas como una nube de langostas. Ellos y sus camellos eran innumerables y venían a la tierra para devastarla. 6Israel vino a ser muy pobre a causa de Madián, y los hijos de Israel clamaron a Yahvé.
Los descendientes de Madián (Gen_25:2-6) formaban un pueblo nómada (Gen_37:28-36; Isa_60:6), que merodeaba con sus cuellos en la península del Sinaí (Exo_2:15-22), en donde fueron de-rotados por los israelitas (Núm c.31). En sus excursiones o razzias sobre Palestina se alió con Amalee (Exo_3:13) y con los Bene Quedem, o hijos de Oriente, bajo cuya denominación entraban las tribus semitas del desierto al este del río Jordán (Gen_29:1; Jue_7:12; Jue_8:10; Eze_26:10; Job 1.3). Más que la conquista de territorios buscaban víveres y pastos para sus ganados.
A causa de sus pecados, los israelitas fueron entregados por Dios en manos de estos salteadores, sufriendo sus impertinencias durante siete años. Al acercarse el tiempo de la siega vadeaban el Jordán, acampaban en medio de Israel, penetrando profundamente en su territorio (hasta Gaza, dice con manifiesta exageración el texto hebraico). Para proteger sus bienes, los israelitas excavaron cavernas en los montes, aprovecharon los antros naturales de las rocas y las alturas fortificadas para asegurar su cosecha y su ajuar. Como consecuencia, Israel se empobreció rápidamente, y el hambre les hizo recordar que sólo Yahvé podía salvarles.
Un profeta expone las causas de este castigo (Eze_6:7-10).
7Cuando los hijos de Israel clamaron a Yahvé contra Madián, 8 Yahvé les envió un profeta, que les dijo: Así habla Yahvé, Dios de Israel: Yo os hice subir de Egipto y os saqué de la servidumbre; 9yo os libré de la mano de los egipcios y de la mano de todos vuestros opresores; yo los arrojé ante vosotros y os di su tierra. 10 Entonces os dije: Yo soy Yahvé, vuestro Dios; no temáis a los dioses de los amorreos, en cuya tierra habitáis. Pero vosotros no habéis escuchado mi voz.
La fórmula empleada por el profeta es frecuente en la Escritura (1Sa_2:27; 1Sa_10:18; Jue_2:1; Jue_6:13; Exo_20:2). Hace ver cómo Dios ha cumplido fielmente el compromiso de la alianza; pero el pueblo ha hecho traición a su palabra de no tener otro Dios que a Yahvé, al temer y rendir culto a los dioses de la tierra. Falta en el texto la conclusión de este discurso, que se saca fácilmente de las premisas puestas (Exo_2:3; Exo_10:13). Algunos autores (Lagrange, Cazelles, Taíisier) hacen notar que la perícopa contiene expresiones deutero-nómicas (amorreos, para designar la población de Canaán; casa de servidumbre; Deu_5:6; Deu_6:12; Deu_8:14).
Aparición del ángel de Yahvé a Gedeón (Deu_6:11-24).
11Vino el ángel de Yahvé y se sentó bajo el terebinto de Ofra, que era propiedad de Joás, abiezerita, cuando Gedeón, su hijo, estaba batiendo el trigo en el lagar para esconderlo de Madián. 12Apareciósele el ángel de Yahvé y le dijo: Yahvé contigo, valiente héroe. 13Gedeón le dijo: Por favor, mi señor; si Yahvé está con nosotros, ¿por qué nos sucede todo esto? ¿Dónde están todos los prodigios que nos contaron nuestros padres, diciendo: Yahvé nos hizo subir de Egipto? Y ahora Yahvé nos ha abandonado y nos ha puesto en las manos de Madián. 14El ángel de Yahvé se volvió a él y le dijo: Ve y, con esa fuerza que tú tienes, libra a Israel de las manos de Madián; ¿no soy yo quien te envía? 15Gedeón le dijo: De gracia, señor, ¿con qué voy a libertar yo a Israel? Mi familia es la más débil de las de Manases, y yo soy el más pequeño de la casa de mi padre. 16El ángel de Yahvé le dijo: Yo estaré contigo y derrotarás a Madián como si fuera un solo hombre. 17Gedeón le dijo: Si he hallado gracia a tus ojos, dame una señal de que eres tú quien me habla, 18y no te vayas de aquí hasta que vuelva yo con una ofrenda y te la presente. Y él le dijo: Aquí me estaré hasta que tú vuelvas. 19Entróse Gedeón y preparó un cabrito, y con un efá de harina hizo panes ácimos; y poniendo la carne en un cestillo y el caldo en una olla, los llevó debajo del terebinto y se los presentó. 20El ángel de Yahvé le dijo: Coge la carne y los ácimos, ponlos encima de aquella piedra y vierte sobre ellos el caldo. Hízolo así Gedeón; y el ángel de Yahvé, 21alzando el báculo que tenía en la mano, tocó con la punta la carne y los panes. Surgió en seguida fuego de la piedra, que consumió la carne y los panes, y el ángel de Yahvé desapareció de su vista. 22 Viendo Gedeón que era el ángel de Yahvé, dijo: ¡Ay, Señor, Yahvé! ¿Entonces he visto cara a cara al ángel de Yahvé? 23 Díjole Yahvé: La paz sea contigo; no temas, no morirás. 24 Gedeón alzó allí un altar a Yahvé y le llamó Yahvé-Salom, que todavía existe en Ofra de Abiezer.
Parece que el ángel debe identificarse con Yahvé mismo. De hecho, en los v. 14; 16; 23 se habla solamente de Yahvé. Es muy probable que el vocablo ángel (v. 11; 12; 20; 21; 22) se agregara posteriormente para evitar una expresión antropomórfica. La aparición fue en Ofra, lugar que debe buscarse entre el Tabor y Betsán (Deu_1:27) o en las cercanías de Siquem (Noetscher), pero no en Ofra de Benjamín (Jos_18:23; Jos_18:1 Sam 13:17)· Joás era de la estirpe de Abiezer, descendiente de Manases (Num_26:30; Jos_17:2; 1Cr_7:18). Gedeón batía el trigo a mano o con un bastón, no en la era pública, por temor a los madianitas, sino en el lagar. El saludo del ángel es un deseo, no una afirmación. Gedeón, en vez de examinar su propia conducta y la de su pueblo, culpa a Dios del estado de las cosas. En un principio creía Gedeón que hablaba con un profeta, y como a tal le ofrece lo que se daba a un huésped de honor; pero pronto duda de la naturaleza de aquel personaje. Para salir de dudas le pide una señal (Exo_4:1-9; 2Re_20:8; Isa_7:11). La ofrenda consistía en un cabrito cocido (Isa_13:15) y un efá (cerca de treinta y seis litros) de harina para hacer panes ácimos (Gen_19:3), que se cocían debajo de la ceniza o sobre piedras o planchas metálicas bien calientes. Lo que en un principio iba a ser una refección, se cambió, por obra del ángel de Yahvé, en un sacrificio de holocausto, El ángel tocó con la punta de su báculo (Num_17:16-25) la carne y los panes surgiendo de la piedra un fuego que los consumió. El fuego es manifestación de Yahvé (Deu_4:33-36). Tenemos aquí la consagración de un santuario por el fuego divino (Lev_9:24; 1Re_18:38; 2Re_1:10) y una prueba del origen divino del mensaje y promesa de que Dios les asistirá. Gedeón temía morir por haber visto a Yahvé o su ángel (Gen_32:31; Exo_33:20; Deu_5:24; Jue 13.22), temor que se fundaba en el sentimiento de la indignidad humana frente a la omnipotencia y santidad divinas. El altar erigido por Gedeón se llamó Yahvé-Salom, Dios de paz (Gen_33:20; Exo_17:15; Jos 22.34).
Gedeón destruye el altar de Baal (Exo_6:25-32).
25Aquella misma noche le dijo Yahvé a Gedeón: Coge el toro gordo de tu padre, el toro de siete años; derriba el altar de Baal que tiene tu padre y corta la asera que hay cerca, 26y construye con la leña un altar a Yahvé, tu Dios, en lo alto de este fuerte; y tomando el toro segundo, lo ofreces en holocausto sobre la leña de la asera que cortarás. 27Tomó, pues, Gedeón diez hombres de entre sus criados e hizo como le había mandado Yahvé; pero, como no se atreviese a hacerlo de día, por temor de la casa de su padre y de las gentes de la ciudad, lo hizo de noche. 28Cuando, al levantarse a la mañana siguiente, las gentes de la ciudad vieron que el altar de Baal había sido destruido, cortada la asera que había cerca y el toro segundo ofrecido en holocausto sobre el altar construido, 29se preguntaban unos a otros: ¿Quién ha hecho esto? Inquirieron, buscaron, y alguien dijo: Gedeón, el hijo de Joás, ha hecho esto. Entonces dijeron a Joás las gentes de la ciudad: 30Saca a tu hijo para que muera, pues ha derribado el altar de Baal y ha cortado la asera que estaba cerca. 31Joás respondió a todos los que estaban delante de él: ¿Os toca a vosotros defender a Baal? ¿Sois vosotros los que le habéis de salvar a él? Quien tome partido por Baal será muerto hoy mismo. Si Baal es dios, que se deñenda a sí mismo, ya que le han derribado su altar. 32Aquel día dieron a Gedeón el nombre de Jerobaal, diciendo: Que sea Baal quien se vengue de él, pues que ha derribado su altar.
Este relato es considerado por algunos como repetición, con circunstancias diferentes y autor distinto, del hecho consignado anteriormente (v. 11-24). El v.25 del texto masorético no ofrece un sentido satisfactorio. Por de pronto, atendiendo al contexto (v.26 V 28) parece que debe suprimirse (en contra Vaccari Y Noetscher) la alusión a un segundo toro (toma el toro joven que tiene tu padre, y el segundo toro, siete años), y la mención de sus años. Según esto, tendríamos la traducción: Toma el toro gordo (texto de los LXX) de tu padre; derriba. Fundándose en una corrección del texto hecha por Kittel, traduce Tamisier: Toma diez de tus criados y un toro de siete años. Según la Ley, la víctima para el sacrificio no podía tener más de tres años. El toro que debía inmolarse tenía siete años, los que duró la opresión (v.1).
El altar de Baal no era propiedad privada del padre de Gedeón, sino más bien el altar de las gentes del pueblo edificado en terrenos propios, y del cual era él el guardián. Asera, o el tronco sagrado que representaba a Astarté (Exo_34:13; Deu_7:5; Deu_16:21). Por orden de Yahvé, Gedeón derribó el altar y ofreció el toro gordo sobre el nuevo que había edificado. Por sus palabras se deduce que el entusiasmo que sentía Joás por Baal no llegaba hasta el límite de sacrificar a su hijo. Jerobaal significa, según la etimología popular, defienda Baal.
Reclutamiento entre las tribus (Deu_6:33-35).
33Todo Madián, Amalee y los Bene Quedem se juntaron y pasaron el Jordán; vinieron a acampar en el valle de Jezrael. 34 El espíritu de Yahvé revistió a Gedeón, que tocó la trompeta, y los abiezeritas le siguieron 35Envió mensajeros a todo Manases, que se reunió también para seguirle. Mandólos también a Aser, a Zabulón y a Neftalí, que subieron a su encuentro.
Los madianitas y sus aliados pasaron el Jordán y penetraron con sus camellos en la planicie de Esdrelón (Jos_17:16). El espíritu de Yahvé revistió a Gedeón o le envolvió como un vestido (1Cr_12:19; 1Cr_12:2 Grón 24:20), lo cual equivalía a escogerlo para cumplir la misión de liberar a los israelitas del yugo extranjero. Tocó la trompeta Gedeón, y las gentes de su clan le siguieron. No se dice que acudiera Isacar, acaso por haber sido invadido su territorio por los madianitas.
La prueba del vellón (6:36-40).
36Dijo Gedeón a Dios: Si en verdad quieres salvar a Israel por mi mano, como me has dicho, 37voy a poner un vellón de lana al sereno; si sólo el vellón se cubre de rocío, quedando todo el suelo seco, conoceré que libertarás a Israel por mi mano, como me lo has dicho. Así sucedió. 38A la mañana siguiente levantóse muy temprano, y, exprimiendo el vellón, sacó de él el rocío, una cazuela llena de agua. 39Gedeón dijo a Dios: Que no se encienda tu cólera contra mí si hablo todavía otra vez; quisiera hacer otra prueba con el vellón: que sea el vellón el que se quede seco y caiga el rocío sobre todo el suelo. 40Así lo hizo Dios aquella noche: sólo el vellón quedó seco, y todo el suelo estaba cubierto de rocío.
Exigió Gedeón este segundo milagro, no para fortificar su fe, que era mucha (Heb_11:32), sino para hacer comprender a los aliados que Dios le había escogido para llevar a término aquella misión. El hecho de que en esta perícopa no aparezca el nombre de Yahvé, sino el de Elohim (v.36; 39; 40), hace sospechar su procedencia de otra tradición o documento. Esta prueba del vellón ha sido interpretada por los Santos Padres en sentido espiritual. Una explicación muy antigua que se encuentra en Orígenes compara el rocío a la gracia divina. El vellón representa el pueblo judío, que en un tiempo gozó él solo de la predilección de Dios. El rocío cubrirá después toda la tierra, una vez el pueblo judío se haya hecho indigno de la gracia. También se aplica por acomodación a la Virgen Santísima, la única criatura que se vio libre del pecado original.