II Reyes  10 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 36 versitos |
1 Había en Samaría setenta hijos de Ajab. Jehú escribió cartas, que mandó a Samaría, a los príncipes de la ciudad. En ellas decía:
2 “En cuanto recibáis esta carta, pues que tenéis con vosotros a los hijos de vuestro señor y, además, carros y caballos, ciudades fortificadas y armas,
3 ved cuál de los hijos de vuestro señor queréis mejor y os conviene poner en el trono de su padre, y combatid por la casa de vuestro señor.”
4 Ellos se llenaron de miedo, y se dijeron: “Dos reyes no han podido resistirle, ¿cómo vamos a resistirle nosotros?”
5 Y el mayordomo de palacio, los ancianos y los ayos mandaron a decir a Jehú: “Nosotros somos servidores tuyos y haremos cuanto tú nos digas. No elegiremos a ninguno por rey. Haz tú lo que bien te parezca.”
6 Entonces les escribió Jehú una segunda carta, en que les decía: “Si estáis por mí y dispuestos a obedecerme, tomad las cabezas de esos hombres, hijos de vuestro señor, y venid a mí mañana a estas horas a Jezrael.”
7 Cuando éstos recibieron la carta, cogieron a los hijos del rey, setenta hombres; los degollaron y pusieron sus cabezas en canastillas, y se las mandaron a Jehú a Jezrael."
8 Vino uno a informarle, diciendo: “Han traído las cabezas de los hijos del rey”; y él dijo: “Ponedlas en dos montones a la entrada de la puerta hasta mañana.”
9 Por la mañana salió, y, presentándose ante el pueblo todo, dijo: “Vosotros sois justos. Yo he conspirado contra mi señor y le he dado muerte. Pero ¿quién ha matado a todos éstos?
10 Sabed, pues, que no caerá por tierra ni una de las palabras que Yahvé ha pronunciado contra la casa de Ajab. Yahvé cumple lo que declaró por medio de su siervo Elías.”
11 Y Jehú mató a todos cuantos de la casa de Ajab quedaban en Jezrael, a todos sus parientes, a sus familias y a sus sacerdotes, sin dejar escapar a uno solo.
12 Después se levantó para ir a Samaría, y, llegado a un albergue de pastores que había en el camino,
13 encontró a los hermanos de Ocozías, rey de Judá, y les preguntó: “¿Quiénes sois vosotros?” Y ellos le dijeron: “Somos los hermanos de Ocozías, que hemos venido a saludar a los hijos del rey y a los hijos de la reina.”
14 Jehú dijo: “Cogedlos vivos.” Cogiéronlos vivos y los degollaron, en número de cuarenta y dos, en la cisterna del albergue. Jehú no dejó escapar ni a uno solo.
15 Partido de allí, encontró a Jonadab, hijo de Recab, que venía a su encuentro; le saludó y le dijo: “¿Es sincero conmigo tu corazón, como lo es el mío contigo?” Y Jonadab le respondió: “Sincero.” “Si es así —replicó Jehú —, dame la mano.” Jonadab le dio la mano, y Jehú le hizo subir a su carro junto a él,"
16 y dijo: “Ven conmigo, y verás mi celo por Yahvé.” Llevólo, pues, en su carro;"
17 y cuando llegó a Samaría, mató a cuantos de Ajab quedaban en Samaría, exterminándolos del todo, según la palabra que Yahvé había dicho a Elías.
18 Después reunió a todo el pueblo y le dijo: “Ajab sirvió poco a Baal; Jehú le servirá más."
19 Llamad, pues, a mí a todos los profetas de Baal, a todos los sacerdotes, sin que quede ni uno solo, porque quiero ofrecer a Baal un gran sacrificio. El que falte no vivirá.” Jehú obraba arteramente, para exterminar a los servidores de Baal.
20 Dijo, pues: “Promulgad una fiesta en honor de Baal.” Promulgáronla,
21 enviando mensajeros por todo Israel, y llegaron todos los servidores de Baal, sin que ni uno dejara de venir, y entraron en la casa de Baal, que se llenó de bote en bote.
22 Jehú dijo al que estaba al cuidado del vestuario: “Saca vestiduras para todos los siervos de Baal.” El las sacó,
23 y fue Jehú con Jonadab a la casa de Baal y dijo a los servidores de Baal: “Mirad y ved si por acaso hay aquí entre vosotros algún servidor de Yahvé o si están sólo los servidores de Baal.”
24 Y entró Jehú para ofrecer sacrificios y holocaustos. Había apostado fuera a ochenta hombres, diciéndoles: “Cualquiera que dejare escapar a alguno de estos que yo pongo en vuestras manos, me responderá de su vida con la suya.”
25 Cuando hubo acabado de preparar los sacrificios y holocaustos, Jehú dijo a los de su guardia y a los oficiales: “Entrad y matadlos, sin que ni uno quede.” Los de la guardia y los oficiales pasáronlos a todos a cuchillo. Penetraron luego en el templo de Baal,
26 sacaron fuera el altar de Baal y lo quemaron.
27 Destrozaron los cipos de Baal y, derribando el templo, hicieron de él una cloaca, que todavía subsiste hoy.
28 Así exterminó Jehú a Baal de en medio de Israel.
29 Con todo, no se apartó Jehú de los pecados con que Jero-boam, hijo de Nabat, hizo pecar a Israel, y dejó en pie los becerros de oro que había en Betel y Dan.
30 Yahvé dijo a Jehú: “Por haber hecho lo que es recto a mis ojos, haciendo desaparecer a la casa de Ajab, conforme a mi voluntad, tus hijos se sentarán en el trono de Israel hasta la cuarta generación.
31 Pero Jehú no se cuidó de andar con todo su corazón en la Ley de Yahvé, Dios de Israel, ni se apartó de los pecados con que Jeroboam había hecho pecar a Israel.
32 En aquellos días comenzó Yahvé a cercenar el territorio de Israel, y los hirió Jazael en toda la frontera de Israel,
33 desde el Jordán, a oriente, toda la tierra de Galaad, de Gad, de Rubén y de Manases, desde Aroer, que está junto al torrente del Arnón, hasta Galaad y Basan.
34 El resto de los hechos de Jehú, cuanto hizo, sus hazañas, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel?
35 Jehú se durmió con sus padres, y fue sepultado en Samaría. Le sucedió Joacaz, su hijo.
36 Había reinado Jehú veintiocho años sobre Israel en Samaría.

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Introducción a II Reyes 

Times New Roman ;;; Riched20 5.40.11.2210;
Reyes.

Introducción.

Título.
La historia de Israel desde los últimos años de David hasta la cautividad de Babilonia, unos cuatro siglos, se narra en los libros que la Biblia hebraica llama 1 y 2 de los Reyes, que corresponden a 3 y 4 de los Reinos (LXX) o de los Reyes (Vulgata). En los comienzos, los mencionados libros formaban uno solo, de lo que dan fe Orígenes (PG 12:1084), Eusebio (PL 20,581) y San Jerónimo (PL 28,558-559). La división en dos partes iguales aproximadamente empezó con D. Bomberg (Venecia 1517). Esta división es artificial.

Texto.
El texto original hebraico del libro se ha conservado medianamente bien. A los textos masoréticos cabe añadir ahora el de los fragmentos de Jirbet Qumrán, que facilitarán la labor de crítica textual. Con el texto masorético andan de acuerdo la versión siríaca Peshitta y la Vulgata.

Versiones griegas.
De la versión de los LXX existe un texto prehexaplar, representado por el códice B, y otro posterior a Orígenes, que se halla en A. Los textos de Jirbet Qumrán son más afines al texto griego que al masorético, presentando lecciones propias, omisiones y trasposiciones. Es digno de mención el texto griego de Luciano, que a veces se aparta del texto masorético. Con él concuerda la Vetus Latina. En las ediciones críticas de Sweete, Rahlfs y en la de Broo-ke-McLean-Thackeray se da preferencia a los textos  y A.

Contenido.
El libro (o libros) de los Reyes puede dividirse en tres partes: i) Últimos años de David y reinado de Salomón (c.1-11). 2) Existencia de los reinos de Israel y de Judá (1 Re c.12-2 Re c.1y). 3) El reino de Judá desde la caída de Samaría hasta la destrucción de Jerusalén (2 Re c. 18-25). En el período de existencia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel cabe distinguir: i) el período de hostilidades, que en Israel empieza con Jeroboam (1 Re c. 12-14:30) y termina con Omrí (1 Re 16:23-28); 2) período de amistad: Asa-Omrí; Josafat-Ajab; Joram-Ocozías; Joram-Joram; Ocozías-Joram (1 Re 16:29-2 Re 8:29); 3) el segundo período de relaciones tensas, desde Jehú en Israel y Atalía en Judá hasta la caída de Samaría en 722, en el año quinto de Oseas, rey de Israel.

Fecha de composición.
Para fijarla se dispone de criterios internos. Del texto se entresacan indicios que sugieren la composición del libro antes del exilio (1 Re 8:8; 9:21; 12:19; 2 Re 8:22; 16:6). La insistencia con que los profetas anuncian que no faltará nunca una lámpara en el trono de David se comprende mejor en tiempos anteriores al exilio (1 Re 11:26; 15:4; 2 Re 8:19). Por otra parte, otros textos suponen un origen posterior a la cautividad (2 Re c.24-25; 1 Re 4:24, etc.).
Una antigua tradición hebraica (Baba Bathra 14b) atribuía el libro a Jeremías a causa de las afinidades literarias e ideológicas del libro con la profecía de Jeremías. A esto se opone que el profeta inauguró su ministerio el año 13 de Josías (627), de lo que se infiere que hacia el año 561 contaba con una edad que oscilaba entre los noventa y los cien años. Además, la pretendida afinidad existe preferentemente en los capítulos 24-25 del segundo libro, que no formaban parte del texto primitivo. Según De Vaux, la composición hízose por etapas. Una primera redacción tuvo lugar entre el año 621 (2 Re 22:8ss) y el primer sitio de Jerusalén en 598. Su autor residía en Jerusalén; era probablemente sacerdote y entusiasta decidido de la reforma religiosa. Del libro hízose una segunda edición durante el exilio, o bien después del año 562, si se le atribuye 2 Re 25:22-30, o algo antes, en el caso de que el libro terminase con 2 Re 25:21. En esta segunda redacción el autor añadió la historia hasta el último rey de Judá, manteniéndose dentro de la misma línea deuteronómica, aunque el hecho de la ruina de Jerusalén le obliga a mostrarse más severo para con Judá, lo que le llevó a revisar algunos pasajes anteriores. Es visible su mano en 2 Re 21:7-15; 22:16-17. En realidad, ambos reinos son culpables (2 Re 17:7-20); pero también Israel se beneficia de la misericordia divina (2 Re 13:4-5.23). Durante el exilio se hicieron al libro otros retoques, tales como, probablemente, 2 Re 25:22-30. Después del exilio amplióse la oración de Salomón (1 Re 8:41-51). Pequeños detalles son posteriores a la traducción griega (200-150 a.C.).
De lo dicho se infiere que es opinión común entre los católicos que la composición definitiva del libro efectuóse durante el exilio, y más probablemente después del mismo. La finalidad histórico-religiosa del autor lo confirma,

Fin del autor sagrado.
A los pocos renglones de lectura cae el lector en la cuenta de que el libro tiende a probar que todos los males que han azotado a Israel y Judá son efecto de la infidelidad de los reyes y del pueblo al pacto de la alianza (2 Re 23:27). Como padre comportóse Dios para con su pueblo, ya premiando su conducta cuando seguía por las sendas del bien o castigándole en caso de desvío religioso, dispuesto siempre a perdonarle en caso de arrepentimiento. Por entregarse a la idolatría desapareció el reino de Israel; en cuanto al de Judá, le castigó Dios con la deportación a Babilonia, pero no lo destruyó totalmente a fin de mantener en pie la promesa del trono eterno hecha a David. Los libros de los Reyes pueden considerarse como un comentario a la profecía de Natán (2 Sam 7:12-16). Gomo se desprende de lo dicho, no quiere el autor sagrado escribir todo lo sucedido desde todos los puntos de vista en Israel y Judá desde la muerte de David hasta el exilio de Babilonia, sino más bien entresacar de la historia de Israel y Judá de aquellos cuatro siglos algunos hechos característicos que son sostén y base de la tesis religioso-histórica que intenta probar.

Fuentes de información.
El autor último inspirado echó mano de algunas fuentes históricas preexistentes para componer su libro. A veces las cita explícitamente, otras las utiliza sin que dé testimonio de ello. Las fuentes que cita son: 1) Libro de los hechos de Salomón (1 Re 11:41); 2) Libro de las Crónicas de los reyes de Judá (1 Re 14:29, etc.); 3) Libro de las Crónicas de los reyes de Israel (1 Re 14:19, etc.). Estos libros, o bien eran crónicas oficiales de los mencionados reinos 1, o escritos de algún sacerdote o profeta que consultó los archivos reales.
En cuanto a las fuentes implícitas, es difícil precisar su número e importancia en el escrito. Se distinguen comúnmente: 1) Historia de la familia de David (1 Re c.1-2); 2) Escrito sacerdotal (1 Re c.6-7); 3) Historia de Elías, de la que existen dos o más versiones; 4) Historia de Elíseo, menos homogénea todavía que la de Elías; 5) Escritos de origen pro/ético; 6) otras fuentes de procedencia indeterminada; 7) el archivo real, de donde, por ejemplo, procede la lista de ministros y prefectos de Salomón (1 Re 4:2-19).
Puede discutirse sobre el número de fuentes históricas que consultó el autor sagrado y sobre el grado en que las utilizó, modo en que lo hizo, si eran o no escritas; pero todos convienen en que el autor no las transcribió totalmente, sino que seleccionó aquello que conducía a probar su tesis.

Esquematismo histórico.
La historia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel se dispone conforme al esquematismo siguiente: 1) nombre del nuevo rey, de sus padres y el año correspondiente al soberano contemporáneo de Israel o de Judá (1 Re 22:41, etc.); 2) edad del nuevo monarca y años que reinó (1 Re 22:42); 3) mención de algún hecho notable, remitiendo para un informe más amplio a determinadas fuentes (1 Re 16:8-14, etc.); 4) dictamen sobre el comportamiento religioso y cultual del rey; 5) noticia sobre la muerte y sepultura del rey y nombre del sucesor. Un esquema parecido se sigue para los monarcas de Judá desde la caída de Samaría hasta la cautividad. Dentro de los límites del rígido esquematismo, habla de la única dinastía reinante en Judá y de las nueve que se sucedieron en Israel: 1) Jeroboam-Nadab (931-909); 2) Baasa-Ela (909-885); 3) Zimbri (885); 4) Omrí-Ajab-Ócozías-Joram (885-841); 5) Jehú-Joacaz-Joás-Jeroboam II-Zacarías (841-743); 6) Selum (743); 7) Menajem-Pe-cajya (743-737); 8) Pecaj (737-732); 9) Oseas (732-724).

Historia religiosa.
Este compendio histórico tiene un acentuado carácter religioso, peí reinado de Salomón pone de relieve su sabiduría y prosperidad económica, por considerar todo ello como premio y bendición de Dios por la conducta religiosa y cultual del monarca. Esta prosperidad es efecto del temor de Dios: "Rico serás si temes a Dios y te apartas de todo pecado y haces lo que le es grato" (Tob 4:21).
A partir de la división del reino condena el autor la conducta de todos los reyes de Israel, diciendo de ellos que hicieron el mal a los ojos de Yahvé, siguiendo los pecados de Jeroboam (2 Re 13:2; 15:26-34, etc.); incluso de Zimbri, que reinó siete días, se dice: "Y murió por los pecados que él había cometido, haciendo lo malo a los ojos de Yahvé y marchando por los caminos de Jeroboam y dándose a los pecados que Jeroboam había cometido para hacer pecar a Israel" (1 Re 16:19). Oseas hizo lo malo a los ojos de Dios, "aunque no tanto como los reyes de Israel que le precedieron" (2 Re 17:2). De los reyes de Judá, unos reciben plena aprobación por su conducta y por haber quitado los lugares altos (2 Re 18:3-4; 22:2), a otros se les reprocha no haber procurado la unidad de santuario (1 Re 15:11-14; 22:43-44; 2 Re 12:3-4). Severo juicio merecen los reyes que "obraron el mal a los ojos de Yahvé," siguiendo el ejemplo de Ajab (2 Re 8:18), o se entregaron a la idolatría (2 Re 21:2; 22:21-22). Esta finalidad primaria del autor le llevó a pasar por alto multitud de hechos importantes que sucedieron durante los reinados de Omrí, Jeroboam II, Ajab, etc. Los hechos que se recogen se relacionan con cuestiones religiosas.
Más que una historia propiamente dicha, el libro de los Reyes es una compilación histórica y una interpretación religiosa de la historia. La conducta de los reyes es juzgada de conformidad a las leyes del Deuteronomio, cuyos principios fundamentales son: un solo Dios, un solo santuario. Los santuarios yahvísticos provinciales deben desaparecer (Deut c.12). Reflexiones, expresiones e ideas deuteronómicas hállanse esparcidas a lo largo y ancho del libro (1 Re 8:23; 29; 33-37; 53). Fórmulas deuteronómicas: 1 Re 2:2; 8:23-61. Fórmulas de Jeremías: 1 Re 9:7-8; 2 Re 17:13-20; 21:9-16; 22:16-19; 24:3-4 2.

Valor histórico del libro.
El autor del libro refiere fielmente ciertos hechos conducentes a probar su tesis; no escribe una historia completa, sino preferente-niente la historia religiosa de los reinos de Israel y de Judá. Dice Garofalo que la obra del autor es un trabajo de tesis, bastante parecido al que compuso Lactancio en su obra De mortibus persecutorum, en el cual no debe buscarse la historia económica, social y política de los dos reinos, sino la presencia de Dios, que dirige todos los acontecimientos terrenos y da premio o envía el castigo según el mérito o demérito. En el fondo, añade, la historia del libro de los Reyes es una historia vista con los ojos de Dios.

El libro de los Reyes en el marco de la historia universal.
En el comentario hemos tratado siempre de encuadrar la historia del pueblo judío dentro del marco de la historia universal; a él remitimos. Basta anotar aquí que, además de los pueblos circunvecinos, influyeron en Israel los imperios de Egipto, Babilonia y Asiría. Sheshonq fundó la XX dinastía hacia los años 950-929; Salmana-sar III, rey de Asiría, hizo sentir su presencia en Occidente; en 853 tuvo lugar la batalla famosa de Qarqar. Otros tres reyes asirios pesaron sobre el reino del Norte: Teglatfalasar III (745-727), Salmanasar V (726-722), Sargón (721-705). Sobre Judá actuaron: Senaquerib (704-681), Asaraddón (680-669), Asurbanipal (668-628). Funesto para Judá fue sobre todo el rey de Babilonia Nabucodonosor (605-562). Ambas historias se completan, pero no se contradicen.

Cronología.
Es un punto difícil de resolver; San Jerónimo renunció a solucionar este problema. Modernamente son muchos los autores que se dedican a esta tarea, habiendo logrado alentadores resultados, aunque no hayan logrado conclusiones definitivas. Las dificultades que engendran los datos cronológicos proceden de múltiples causas; a veces las fuentes utilizadas traían datos inexactos; otras veces se han interpretado mal ciertos datos; algunas corregencias han provocado la adición de cifras que sólo corresponden en parte al monarca contemporáneo. Algunos datos cronológicos de Asiría dan luz sobre la cronología del libro de los Reyes:

853: Batalla de Qarqar, reinando Ajab en Israel.
841: Tributo de Jehú.
738: Tributo de Menajem.
732: Empieza el reinado de Oseas.
721: Toma de Samaría.
701: Invasión de Senaquerib.
598: Primera deportación de Judá.
587: Caída de Jerusalén.

Los años del reinado de los reyes de Israel y de Judá que damos en el comentario son aproximados.

Doctrina religiosa.
Hemos hecho notar el carácter religioso de la historia que se narra en nuestro libro. Su autor tiene puesta su mirada en el templo de Jerusalén, el santuario donde tiene su asiento Yahvé; en él debe concentrarse el culto que se le debe. En todo el libro se recuerda que sólo existe un Dios: Yahvé; un solo santuario legítimo: el templo de Jerusalén. Pero, aunque Yahvé tenga su asiento en Jerusalén, domina aun fuera de los límites de Palestina; tiempo vendrá en que todas las naciones reconocerán a Yahvé por único Dios (1 Re 8:60). Dios no admite rivales, que nada son; exige que se guarden sus mandamientos y leyes; a los fieles les premiará aun en vida; a los que le abandonan castigará. Pero no quiere Dios la muerte del pecador ni la ruina de la nación que ha tomado bajo su protección. En último término es el hombre el que teje su porvenir feliz o desgraciado; es el pueblo judío el que labra su destino, el que prepara la caída de Samaría y la de Jerusalén.

1 J. A. Montgomery, Archíval Data in the Book ofKings: JBL 53 (1924) 46-52.
2 A Robeft, Historique (Genres): DBS 14-15.


Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

II Reyes  10,1-36

Matanzas de Jehú (10:1-14).
1 Había en Samaría setenta hijos de Ajab. Jehú escribió cartas, que mandó a Samaría, a los príncipes de la ciudad. En ellas decía: 2 En cuanto recibáis esta carta, pues que tenéis con vosotros a los hijos de vuestro señor y, además, carros y caballos, ciudades fortificadas y armas, 3 ved cuál de los hijos de vuestro señor queréis mejor y os conviene poner en el trono de su padre, y combatid por la casa de vuestro señor. 4 Ellos se llenaron de miedo, y se dijeron: Dos reyes no han podido resistirle, ¿cómo vamos a resistirle nosotros? 5 Y el mayordomo de palacio, los ancianos y los ayos mandaron a decir a Jehú: Nosotros somos servidores tuyos y haremos cuanto tú nos digas. No elegiremos a ninguno por rey. Haz tú lo que bien te parezca. 6 Entonces les escribió Jehú una segunda carta, en que les decía: Si estáis por mí y dispuestos a obedecerme, tomad las cabezas de esos hombres, hijos de vuestro señor, y venid a mí mañana a estas horas a Jezrael. 7 Cuando éstos recibieron la carta, cogieron a los hijos del rey, setenta hombres; los degollaron y pusieron sus cabezas en canastillas, y se las mandaron a Jehú a Jezrael. 8 Vino uno a informarle, diciendo: Han traído las cabezas de los hijos del rey; y él dijo: Ponedlas en dos montones a la entrada de la puerta hasta mañana. 9 Por la mañana salió, y, presentándose ante el pueblo todo, dijo: Vosotros sois justos. Yo he conspirado contra mi señor y le he dado muerte. Pero ¿quién ha matado a todos éstos? 10 Sabed, pues, que no caerá por tierra ni una de las palabras que Yahvé ha pronunciado contra la casa de Ajab. Yahvé cumple lo que declaró por medio de su siervo Elías. 11 Y Jehú mató a todos cuantos de la casa de Ajab quedaban en Jezrael, a todos sus parientes, a sus familias y a sus sacerdotes, sin dejar escapar a uno solo. 12 Después se levantó para ir a Samaría, y, llegado a un albergue de pastores que había en el camino, 13 encontró a los hermanos de Ocozías, rey de Judá, y les preguntó: ¿Quiénes sois vosotros? Y ellos le dijeron: Somos los hermanos de Ocozías, que hemos venido a saludar a los hijos del rey y a los hijos de la reina. 14Jehú dijo: Cogedlos vivos. Cogiéronlos vivos y los degollaron, en número de cuarenta y dos, en la cisterna del albergue. Jehú no dejó escapar ni a uno solo.

Los hijos de Ajab y de Joram vivían en Samaría. En cifras redondas, se dice que eran setenta (Gen_46:27; Jue_8:30; Jue_9:2; Jue_12:14). Dado que los reyes disponían de un nutrido harén, era también numeroso el número de hijos. Era costumbre en Oriente exterminar a todos los que tenían algún derecho al trono, con el fin de no tener rival alguno que hiciera peligrar al nuevo monarca (Jue_9:5; 1Re_15:29; 1Re_16:11). La carta de Jehú es lo suficientemente expresiva para que los destinatarios sepan a qué atenerse. La situación de hecho es que Jehú ha matado al rey y de que ocupa ahora él el trono. Reunidos en consejo el mayordomo de la casa real, el gobernador de la ciudad, los ancianos y tutores, decidieron aceptar los dos hechos consumados. Entonces les exigió Jehú la entrega de las cabezas de los hijos y nietos de Ajab. Cumplida la orden, llevaron a Jezrael las cabezas de los muertos, que fueron apiladas en dos montones, junto a las puertas de la ciudad. En algunas representaciones asirías se ven montones análogos de cabezas de enemigos colocadas en la puerta durante la noche l. Por la mañana acudió Jehú a aquel lugar con el fin de tapar la boca a los amigos de comentar desfavorablemente los sucesos de la actualidad. En su alocución quiere probar que la dinastía de Ajab ha desaparecido para siempre y de que tal era la voluntad de Yahvé, de quien Jehú es mero instrumento (1Re_21:19-24). Da garantía al pueblo de que la sangre derramada no caerá sobre la ciudad, porque no reclamará venganza (Gen_9:6; Exo_21:12; Deu_21:1-9). El, con cinismo, únicamente se hace responsable de la muerte de Joram; el pueblo es inocente; del asesinato de los hijos del rey no sabe él nada. ¿Quién los ha matado?
También a los familiares del rey de Judá llegó el castigo. Iba Jehú de Jezrael a Samaría para tomar posesión de la capital, cuando, al llegar a Bet Equed, quizá Bed Qad, cerca de Djenin (Deu_9:27), encontró a una numerosa parentela de Ocozías (2Cr_22:8) que se dirigía a Jezrael para saludar a la familia real de Israel. Es muy probable que esta noticia esté fuera de lugar, ya que, habiendo rebasado ellos la ciudad de Samaría, podían en el camino haberse enterado de los acontecimientos. Por razón de este parentesco se deshace también Jehú de los posibles pretendientes al trono de Israel de parte de Ocozías.

Encuentro con Jonadab (2Cr_10:15-17).
15 Partido de allí, encontró a Jonadab, hijo de Recab, que venía a su encuentro; le saludó y le dijo: ¿Es sincero conmigo tu corazón, como lo es el mío contigo? Y Jonadab le respondió: Sincero. Si es así replicó Jehú , dame la mano. Jonadab le dio la mano, y Jehú le hizo subir a su carro junto a él, 16 y dijo: Ven conmigo, y verás mi celo por Yahvé. Llevólo, pues, en su carro; 17 y cuando llegó a Samaría, mató a cuantos de Ajab quedaban en Samaría, exterminándolos del todo, según la palabra que Yahvé había dicho a Elías.

Jonadab pertenece a la secta de los recabitas (1Cr_2:55); fundador de la misma, según Jeremías (1Cr_35:6). Yahvistas fervientes, veían con malos ojos la vida sedentaria de los hebreos, viviendo en ciudades, cultivando campos y construyendo edificios. Según el texto de Jeremías (1Cr_35:1-11), a los recabitas les estaba totalmente prohibido beber vino, construir casas, sembrar los campos, plantar y poseer viñas. Durante toda su vida debían vivir en tiendas, con tal de vivir muchos años en la tierra en la que eran peregrinos, Al llegar Nabucodonosor a Palestina, los recabitas refugiáronse en Jerusalén. La presencia de Jonadab en el carro de Jehú era buen cebo para atraerse la colaboración de los adictos al culto de Yahvé 2.

Degollina de falsos profetas (1Cr_10:18-28).
18 Después reunió a todo el pueblo y le dijo: Ajab sirvió poco a Baal; Jehú le servirá más. 19 Llamad, pues, a mí a todos los profetas de Baal, a todos los sacerdotes, sin que quede ni uno solo, porque quiero ofrecer a Baal un gran sacrificio. El que falte no vivirá. Jehú obraba arteramente, para exterminar a los servidores de Baal. 20 Dijo, pues: Promulgad una fiesta en honor de Baal. Promulgáronla, 21 enviando mensajeros por todo Israel, y llegaron todos los servidores de Baal, sin que ni uno dejara de venir, y entraron en la casa de Baal, que se llenó de bote en bote. 22 Jehú dijo al que estaba al cuidado del vestuario: Saca vestiduras para todos los siervos de Baal. El las sacó, 23 y fue Jehú con Jonadab a la casa de Baal y dijo a los servidores de Baal: Mirad y ved si por acaso hay aquí entre vosotros algún servidor de Yahvé o si están sólo los servidores de Baal. 24 Y entró Jehú para ofrecer sacrificios y holocaustos. Había apostado fuera a ochenta hombres, diciéndoles: Cualquiera que dejare escapar a alguno de estos que yo pongo en vuestras manos, me responderá de su vida con la suya. 25 Cuando hubo acabado de preparar los sacrificios y holocaustos, Jehú dijo a los de su guardia y a los oficiales: Entrad y matadlos, sin que ni uno quede. Los de la guardia y los oficiales pasáronlos a todos a cuchillo. Penetraron luego en el templo de Baal, 26 sacaron fuera el altar de Baal y lo quemaron. 27 Destrozaron los cipos de Baal y, derribando el templo, hicieron de él una cloaca, que todavía subsiste hoy. 28 Así exterminó Jehú a Baal de en medio de Israel.

Aparte del trato de favor con que distinguió a Jonadab, Jehú no había dejado traslucir claramente cuál sería su conducta religiosa. Por lo mismo pudo valerse de una estratagema para acabar con los profetas del dios fenicio, cuyo culto oficial introdujo Ajab por instigación de Jezabel (1Re_16:31; 1Re_18:26; 1Re_19:18; 1Re_22:54). El lugar de reunión fue el templo que Ajab había hecho levantar a Baal (1Re_16:32). Según Lagrange 3, la costumbre de cambiar de vestido para tomar parte en el culto es muy antigua (Gen_35:2), hallándose atestiguada entre los fenicios y árabes paganos. La causa de este cambio de vestido debe buscarse quizá en la creencia de que el vestido del que está en el lugar santo es sagrado y no puede utilizarse para la vida común o profana. Es problemático que Jonadab, ferviente yahvista, entrara en el templo pagano; quizá un escriba introdujo en el texto este detalle. ¿Ofreció Jehú el holocausto? El texto puede entenderse en el sentido de que él tomó parte únicamente en la preparación del holocausto. Llegado el momento del ofrecimiento de las víctimas, confió la tarea de su sacrificio a los sacerdotes de Baal, en tanto que él salía del santuario por una puerta lateral. Terminada la matanza, los oficiales destruyeron los masseboth (1Re_14:23), rompieron las estatuas de Baal y demolieron su templo, cuyo lugar fue dedicado en adelante a vertedero.

Castigo de Jehú (1Re_10:29-36).
29 Con todo, no se apartó Jehú de los pecados con que Jero-boam, hijo de Nabat, hizo pecar a Israel, y dejó en pie los becerros de oro que había en Betel y Dan. 30 Yahvé dijo a Jehú: Por haber hecho lo que es recto a mis ojos, haciendo desaparecer a la casa de Ajab, conforme a mi voluntad, tus hijos se sentarán en el trono de Israel hasta la cuarta generación. 31 Pero Jehú no se cuidó de andar con todo su corazón en la Ley de Yahvé, Dios de Israel, ni se apartó de los pecados con que Jeroboam había hecho pecar a Israel. 32 En aquellos días comenzó Yahvé a cercenar el territorio de Israel, y los hirió Jazael en toda la frontera de Israel, 33 desde el Jordán, a oriente, toda la tierra de Galaad, de Gad, de Rubén y de Manases, desde Aroer, que está junto al torrente del Arnón, hasta Galaad y Basan. 34 El resto de los hechos de Jehú, cuanto hizo, sus hazañas, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? 35 Jehú se durmió con sus padres, y fue sepultado en Samaría. Le sucedió Joacaz, su hijo. 36 Había reinado Jehú veintiocho años sobre Israel en Samaría.

A pesar de su campaña contra el culto de los baales, no destruyó los becerros de oro que puso Jeroboam en Betel y Dan (1Re_12:28-32). En premio de su celo religioso ocupará su descendencia el trono de Israel hasta la cuarta generación. Su dinastía duró desde 841 hasta 743 antes de Cristo. ¿Aprobó Dios las matanzas de Jehú? Para juzgar su conducta deben tenerse presentes los siguientes puntos: 1) La imperfección moral en la antigua economía. Jehú comportóse como solían hacerlo los soberanos de aquel tiempo. Dios, que previo la conducta de Jehú, sirvióse de la misma, dejando que las causas segundas siguieran su camino, para castigar los pecados de Ajab. 2) Jehú se excedió en su cometido, derramando más sangre de la que convenía.
Mayor castigo le esperaba a Jehú desde el exterior. Enterado Jazael de la situación interna de Israel, atacó de improviso su territorio, apoderándose de toda TransJordania, cumpliéndose con ello lo dicho por Elíseo (1Re_8:12). Con el fin de oponerse a la obra de Jazael, buscó Jehú la protección de Salmanasar III, al que envió un tributo para ganarlo a su causa. En el prisma de Salmanasar aparece Jehú postrado ante el rey asirio. Di cese allí que el rey asirio recibía tributo de Tiro y Sidón y de Ya-ú-a, hijo de Hu-um-rí (Pritchard, 281), esto es, de Jehú, de la casa de Omri (1Re_16:27). Pero era un enemigo demasiado potente Jazael para que Salmanasar le redujera a silencio. En efecto, según el prisma de Salmanasar, Jazael, hijo de nadie, ocupó el reino, y reunió un gran ejército para luchar contra el rey asirio. Yo dice Salmanasar en su prisma luché contra él, tomé sus ciudades fortificadas; él, para salvar su vida, huyó. Le perseguí hasta Damasco, capital del reino. El año 842 Salmanasar trabó batalla con Jazael en el monte Senir (Sa-ni-ru)t en el Antilíbano, en la que el rey de Damasco perdió mil ciento veintiún carros y cuatrocientos setenta caballos. Encerrado en Damasco, defendióse con éxito, en tanto que Salmanasar recorría y devastaba el territorio hasta el Haurán (Pritchard, 280).
Sin embargo, tanto esta vez como en otra más tarde tuvo Sal-ttianasar que retirarse sin haber doblegado al enérgico y hábil Jazael. Para colmo de sus males, el rey asirio vióse constreñido hacia el año 839 a huir precipitadamente a su tierra, en donde su hijo Assur-danin-apal habíase revelado contra él; murió cercado en Kalah. Jehú encontrábase de nuevo solo ante el temible Jazael. Como dice el texto, apoderóse éste de las tierras del oriente del Jordán.