II Reyes  23 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 37 versitos |
1 El rey hizo reunir junto a él a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén,
2 y subió luego a la casa de Yahvé con todos los hombres de Judá y todos los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, desde el más pequeño hasta el más grande; y leyó delante de ellos todas las palabras del libro de la alianza que se había encontrado en la casa de Yahvé."
3 Estaba el rey en pie junto a la columna; e hizo alianza con Yahvé, de seguir a Yahvé y guardar sus mandamientos, sus preceptos y sus leyes, con todo su corazón y toda su alma, poniendo por obra las palabras de esta alianza escritas en el libro. Todo el pueblo confirmó esta alianza."
4 El rey mandó al sumo sacerdote, Helcías; a los sacerdotes de segundo orden y a los que hacían la guardia a la puerta, que sacaran del templo de Yahvé todos los enseres que habían sido hechos para Baal, para Asera y para toda la milicia del cielo, y los quemó fuera de Jerusalén, en el valle de Cedrón, e hizo llevar las cenizas a Betel."
5 Expulsó a los sacerdotes de los ídolos, puestos por los reyes de Judá para quemar perfumes en los altos, en las ciudades de Judá y en los alrededores de Jerusalén; a los que ofrecían perfumes a Baal, al Sol, a la Luna, al Zodíaco y a toda la milicia de los cielos."
6 Sacó a “Asera” fuera de la casa de Yahvé, fuera de Jerusalén, al valle de Cedrón, y la quemó allí, reduciéndola a ceniza, que hizo arrojar a la sepultura común del pueblo.
7 Derribó los lugares de prostitución idolátrica del templo de Yahvé, donde las mujeres tejían tiendas para “Asera.”
8 Hizo venir de las ciudades de Judá a todos los sacerdotes, profanó los altos donde los sacerdotes quemaban perfumes, desde Gueba hasta Berseba; derribó los altos de los sátiros que había delante de la puerta del gobernador Josué, a mano izquierda de la puerta de la ciudad."
9 Sin embargo, los sacerdotes de los altos no subían al altar de Yahvé en Jerusalén, pero comían panes ácimos con sus hermanos.
10 El rey profanó el Tofet del valle de los hijos de Hinón, para que nadie hiciera pasar a su hijo o su hija por el fuego en honor de Moloc.
11 Hizo desaparecer de la entrada de la casa de Yahvé los caballos que los reyes de Judá habían dedicado al sol, cerca de la habitación del camarero Natanmelec, en el atrio. Quemó los carros del sol,
12 demolió los altares que había en la terraza de la cámara alta de Ajaz, que habían alzado los reyes de Judá, y los altares que había hecho Manases en los dos atrios de la casa de Yahvé; y después de destrozarlos y quitarlos de allí, arrojó el polvo al valle de Cedrón."
13 Profanó el rey los altos que había al oriente de Jerusalén, al mediodía del monte de los Olivos, que Salomón, rey de Israel, había erigido a Astarté, la abominación de los sidonios; a Gamos, la abominación de los moabitas, y a Milcom, la abominación de los amonitas."
14 Destrozó los cipos, derribó las “aseras” y llenó los lugares donde estaban de huesos humanos.
15 Derribó también el altar de Betel, el alto que había hecho Jeroboam, hijo de Nabat, que había hecho pecar a Israel; destrozó sus piedras y las redujo a polvo, y quemó la”asera.”
16 Cuando Josías se volvía de allí, vio los sepulcros que había en la montaña, y mandó sacar de ellos los huesos y los quemó sobre el altar, profanándolo conforme a la palabra de Yahvé pronunciada por el hombre de Dios que había anunciado esto.
17 preguntó: “¿Qué monumento es aquel que veo allí?” Los habitantes de la ciudad le respondieron: “Es el sepulcro del hombre de Dios que vino de Judá y anunció estas cosas que tú has hecho con el altar de Betel,”
18 Entonces dijo él: “Dejadle en paz. Que nadie remueva sus huesos.” Así se conservaron intactos sus huesos, juntos con los del profeta que procedía de Samaría.
19 Josías hizo también desaparecer todos los templos de los altos de las ciudades de Samaría, que habían hecho los reyes de Israel para irritar a Yahvé; hizo con ellos enteramente como había hecho con Betel."
20 Inmoló sobre los altares a todos los sacerdotes de los altos que había allí, y quemó huesos humanos en el sitio donde habían sido elevados. Después se volvió a Jerusalén.
21 Luego mandó Josías a todo el pueblo: “Celebradla pascua en honor de Yahvé, vuestro Dios, como está escrito en el libro de esta alianza.”
22 Ninguna pascua semejante a ésta se había celebrado desde el tiempo en que los jueces juzgaban a Israel ni durante todo el tiempo de los reyes de Israel y de los reyes de Judá.
23 El año dieciocho del reinado de Josías se celebró esta pascua en honor de Yahvé en Jerusalén.
24 Además, hizo Josías desaparecer a los evocadores de los espíritus y a los adivinos, los “terafim,” los ídolos y todas las abominaciones que se veían en la tierra de Judá y en Jerusalén, para poner por obra las palabras de la Ley escritas en el libro que el sacerdote Helcías había encontrado en la casa de Yahvé.
25 Antes de Josías no hubo rey que como él volviera a Yahvé con todo su corazón, y con toda su alma, y con todas sus fuerzas, conforme a toda la Ley de Moisés; y después de él no le ha habido tampoco semejante."
26 Pero, con todo, no desistió Yahvé del ardor de su gran cólera, encendida contra Judá por todo lo que había hecho Manases para irritarle.
27 Yahvé dijo: “Quitaré también de mi presencia a Judá, como lo he hecho con Israel, y rechazaré a esta ciudad de Jerusalén, que yo había elegido, y la casa de que yo dije: Allí estará mi nombre.”
28 EL resto de los hechos de Josías, cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?
29 En su tiempo, el faraón Necao, rey de Egipto, subió contra el rey de Asiría hacia el río Eufrates. El rey Josías le salió al paso, y el faraón le mató en Megiddo en cuanto le vio.
30 Sus servidores le llevaron muerto en el carro, trayéndolo de Megiddo a Jerusalén, y le sepultaron en su sepulcro. El pueblo tomó a Joacaz, hijo de Josías, y le ungió rey en lugar de su padre.
31 Veintitrés años tenía Joacaz cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén. Su madre se llamaba Jamutal, hija de Jeremías de Libna.
32 Hizo el mal a los ojos de Yahvé, enteramente como lo habían hecho sus padres.
33 El faraón Necao le encadenó en Ribla, en tierra de Jamat, y le destronó, e impuso a las gentes de la tierra una contribución de cien talentos de plata y un talento de oro.
34 El faraón Necao puso por rey a Eliaquim, hijo de Josías, en lugar de Josías, su padre, y le mudó el nombre, poniéndole el de Joaquim. Cogió a Joacaz y lo llevó a Egipto, donde murió.
35 Joaquim entregó al faraón la plata y el oro; mas para reunir este dinero, según la imposición del faraón, hubo de sacarlo al pueblo, determinando lo que cada uno había de dar para entregarlo al faraón Necao."
36 Veinticinco años tenía Joaquim cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén. Su madre se llamaba Sebida, hija de Pedaya, de Ruma.
37 Hizo el mal a los ojos de Yahvé, enteramente como lo habían hecho sus padres.

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Introducción a II Reyes 

Times New Roman ;;; Riched20 5.40.11.2210;
Reyes.

Introducción.

Título.
La historia de Israel desde los últimos años de David hasta la cautividad de Babilonia, unos cuatro siglos, se narra en los libros que la Biblia hebraica llama 1 y 2 de los Reyes, que corresponden a 3 y 4 de los Reinos (LXX) o de los Reyes (Vulgata). En los comienzos, los mencionados libros formaban uno solo, de lo que dan fe Orígenes (PG 12:1084), Eusebio (PL 20,581) y San Jerónimo (PL 28,558-559). La división en dos partes iguales aproximadamente empezó con D. Bomberg (Venecia 1517). Esta división es artificial.

Texto.
El texto original hebraico del libro se ha conservado medianamente bien. A los textos masoréticos cabe añadir ahora el de los fragmentos de Jirbet Qumrán, que facilitarán la labor de crítica textual. Con el texto masorético andan de acuerdo la versión siríaca Peshitta y la Vulgata.

Versiones griegas.
De la versión de los LXX existe un texto prehexaplar, representado por el códice B, y otro posterior a Orígenes, que se halla en A. Los textos de Jirbet Qumrán son más afines al texto griego que al masorético, presentando lecciones propias, omisiones y trasposiciones. Es digno de mención el texto griego de Luciano, que a veces se aparta del texto masorético. Con él concuerda la Vetus Latina. En las ediciones críticas de Sweete, Rahlfs y en la de Broo-ke-McLean-Thackeray se da preferencia a los textos  y A.

Contenido.
El libro (o libros) de los Reyes puede dividirse en tres partes: i) Últimos años de David y reinado de Salomón (c.1-11). 2) Existencia de los reinos de Israel y de Judá (1 Re c.12-2 Re c.1y). 3) El reino de Judá desde la caída de Samaría hasta la destrucción de Jerusalén (2 Re c. 18-25). En el período de existencia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel cabe distinguir: i) el período de hostilidades, que en Israel empieza con Jeroboam (1 Re c. 12-14:30) y termina con Omrí (1 Re 16:23-28); 2) período de amistad: Asa-Omrí; Josafat-Ajab; Joram-Ocozías; Joram-Joram; Ocozías-Joram (1 Re 16:29-2 Re 8:29); 3) el segundo período de relaciones tensas, desde Jehú en Israel y Atalía en Judá hasta la caída de Samaría en 722, en el año quinto de Oseas, rey de Israel.

Fecha de composición.
Para fijarla se dispone de criterios internos. Del texto se entresacan indicios que sugieren la composición del libro antes del exilio (1 Re 8:8; 9:21; 12:19; 2 Re 8:22; 16:6). La insistencia con que los profetas anuncian que no faltará nunca una lámpara en el trono de David se comprende mejor en tiempos anteriores al exilio (1 Re 11:26; 15:4; 2 Re 8:19). Por otra parte, otros textos suponen un origen posterior a la cautividad (2 Re c.24-25; 1 Re 4:24, etc.).
Una antigua tradición hebraica (Baba Bathra 14b) atribuía el libro a Jeremías a causa de las afinidades literarias e ideológicas del libro con la profecía de Jeremías. A esto se opone que el profeta inauguró su ministerio el año 13 de Josías (627), de lo que se infiere que hacia el año 561 contaba con una edad que oscilaba entre los noventa y los cien años. Además, la pretendida afinidad existe preferentemente en los capítulos 24-25 del segundo libro, que no formaban parte del texto primitivo. Según De Vaux, la composición hízose por etapas. Una primera redacción tuvo lugar entre el año 621 (2 Re 22:8ss) y el primer sitio de Jerusalén en 598. Su autor residía en Jerusalén; era probablemente sacerdote y entusiasta decidido de la reforma religiosa. Del libro hízose una segunda edición durante el exilio, o bien después del año 562, si se le atribuye 2 Re 25:22-30, o algo antes, en el caso de que el libro terminase con 2 Re 25:21. En esta segunda redacción el autor añadió la historia hasta el último rey de Judá, manteniéndose dentro de la misma línea deuteronómica, aunque el hecho de la ruina de Jerusalén le obliga a mostrarse más severo para con Judá, lo que le llevó a revisar algunos pasajes anteriores. Es visible su mano en 2 Re 21:7-15; 22:16-17. En realidad, ambos reinos son culpables (2 Re 17:7-20); pero también Israel se beneficia de la misericordia divina (2 Re 13:4-5.23). Durante el exilio se hicieron al libro otros retoques, tales como, probablemente, 2 Re 25:22-30. Después del exilio amplióse la oración de Salomón (1 Re 8:41-51). Pequeños detalles son posteriores a la traducción griega (200-150 a.C.).
De lo dicho se infiere que es opinión común entre los católicos que la composición definitiva del libro efectuóse durante el exilio, y más probablemente después del mismo. La finalidad histórico-religiosa del autor lo confirma,

Fin del autor sagrado.
A los pocos renglones de lectura cae el lector en la cuenta de que el libro tiende a probar que todos los males que han azotado a Israel y Judá son efecto de la infidelidad de los reyes y del pueblo al pacto de la alianza (2 Re 23:27). Como padre comportóse Dios para con su pueblo, ya premiando su conducta cuando seguía por las sendas del bien o castigándole en caso de desvío religioso, dispuesto siempre a perdonarle en caso de arrepentimiento. Por entregarse a la idolatría desapareció el reino de Israel; en cuanto al de Judá, le castigó Dios con la deportación a Babilonia, pero no lo destruyó totalmente a fin de mantener en pie la promesa del trono eterno hecha a David. Los libros de los Reyes pueden considerarse como un comentario a la profecía de Natán (2 Sam 7:12-16). Gomo se desprende de lo dicho, no quiere el autor sagrado escribir todo lo sucedido desde todos los puntos de vista en Israel y Judá desde la muerte de David hasta el exilio de Babilonia, sino más bien entresacar de la historia de Israel y Judá de aquellos cuatro siglos algunos hechos característicos que son sostén y base de la tesis religioso-histórica que intenta probar.

Fuentes de información.
El autor último inspirado echó mano de algunas fuentes históricas preexistentes para componer su libro. A veces las cita explícitamente, otras las utiliza sin que dé testimonio de ello. Las fuentes que cita son: 1) Libro de los hechos de Salomón (1 Re 11:41); 2) Libro de las Crónicas de los reyes de Judá (1 Re 14:29, etc.); 3) Libro de las Crónicas de los reyes de Israel (1 Re 14:19, etc.). Estos libros, o bien eran crónicas oficiales de los mencionados reinos 1, o escritos de algún sacerdote o profeta que consultó los archivos reales.
En cuanto a las fuentes implícitas, es difícil precisar su número e importancia en el escrito. Se distinguen comúnmente: 1) Historia de la familia de David (1 Re c.1-2); 2) Escrito sacerdotal (1 Re c.6-7); 3) Historia de Elías, de la que existen dos o más versiones; 4) Historia de Elíseo, menos homogénea todavía que la de Elías; 5) Escritos de origen pro/ético; 6) otras fuentes de procedencia indeterminada; 7) el archivo real, de donde, por ejemplo, procede la lista de ministros y prefectos de Salomón (1 Re 4:2-19).
Puede discutirse sobre el número de fuentes históricas que consultó el autor sagrado y sobre el grado en que las utilizó, modo en que lo hizo, si eran o no escritas; pero todos convienen en que el autor no las transcribió totalmente, sino que seleccionó aquello que conducía a probar su tesis.

Esquematismo histórico.
La historia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel se dispone conforme al esquematismo siguiente: 1) nombre del nuevo rey, de sus padres y el año correspondiente al soberano contemporáneo de Israel o de Judá (1 Re 22:41, etc.); 2) edad del nuevo monarca y años que reinó (1 Re 22:42); 3) mención de algún hecho notable, remitiendo para un informe más amplio a determinadas fuentes (1 Re 16:8-14, etc.); 4) dictamen sobre el comportamiento religioso y cultual del rey; 5) noticia sobre la muerte y sepultura del rey y nombre del sucesor. Un esquema parecido se sigue para los monarcas de Judá desde la caída de Samaría hasta la cautividad. Dentro de los límites del rígido esquematismo, habla de la única dinastía reinante en Judá y de las nueve que se sucedieron en Israel: 1) Jeroboam-Nadab (931-909); 2) Baasa-Ela (909-885); 3) Zimbri (885); 4) Omrí-Ajab-Ócozías-Joram (885-841); 5) Jehú-Joacaz-Joás-Jeroboam II-Zacarías (841-743); 6) Selum (743); 7) Menajem-Pe-cajya (743-737); 8) Pecaj (737-732); 9) Oseas (732-724).

Historia religiosa.
Este compendio histórico tiene un acentuado carácter religioso, peí reinado de Salomón pone de relieve su sabiduría y prosperidad económica, por considerar todo ello como premio y bendición de Dios por la conducta religiosa y cultual del monarca. Esta prosperidad es efecto del temor de Dios: "Rico serás si temes a Dios y te apartas de todo pecado y haces lo que le es grato" (Tob 4:21).
A partir de la división del reino condena el autor la conducta de todos los reyes de Israel, diciendo de ellos que hicieron el mal a los ojos de Yahvé, siguiendo los pecados de Jeroboam (2 Re 13:2; 15:26-34, etc.); incluso de Zimbri, que reinó siete días, se dice: "Y murió por los pecados que él había cometido, haciendo lo malo a los ojos de Yahvé y marchando por los caminos de Jeroboam y dándose a los pecados que Jeroboam había cometido para hacer pecar a Israel" (1 Re 16:19). Oseas hizo lo malo a los ojos de Dios, "aunque no tanto como los reyes de Israel que le precedieron" (2 Re 17:2). De los reyes de Judá, unos reciben plena aprobación por su conducta y por haber quitado los lugares altos (2 Re 18:3-4; 22:2), a otros se les reprocha no haber procurado la unidad de santuario (1 Re 15:11-14; 22:43-44; 2 Re 12:3-4). Severo juicio merecen los reyes que "obraron el mal a los ojos de Yahvé," siguiendo el ejemplo de Ajab (2 Re 8:18), o se entregaron a la idolatría (2 Re 21:2; 22:21-22). Esta finalidad primaria del autor le llevó a pasar por alto multitud de hechos importantes que sucedieron durante los reinados de Omrí, Jeroboam II, Ajab, etc. Los hechos que se recogen se relacionan con cuestiones religiosas.
Más que una historia propiamente dicha, el libro de los Reyes es una compilación histórica y una interpretación religiosa de la historia. La conducta de los reyes es juzgada de conformidad a las leyes del Deuteronomio, cuyos principios fundamentales son: un solo Dios, un solo santuario. Los santuarios yahvísticos provinciales deben desaparecer (Deut c.12). Reflexiones, expresiones e ideas deuteronómicas hállanse esparcidas a lo largo y ancho del libro (1 Re 8:23; 29; 33-37; 53). Fórmulas deuteronómicas: 1 Re 2:2; 8:23-61. Fórmulas de Jeremías: 1 Re 9:7-8; 2 Re 17:13-20; 21:9-16; 22:16-19; 24:3-4 2.

Valor histórico del libro.
El autor del libro refiere fielmente ciertos hechos conducentes a probar su tesis; no escribe una historia completa, sino preferente-niente la historia religiosa de los reinos de Israel y de Judá. Dice Garofalo que la obra del autor es un trabajo de tesis, bastante parecido al que compuso Lactancio en su obra De mortibus persecutorum, en el cual no debe buscarse la historia económica, social y política de los dos reinos, sino la presencia de Dios, que dirige todos los acontecimientos terrenos y da premio o envía el castigo según el mérito o demérito. En el fondo, añade, la historia del libro de los Reyes es una historia vista con los ojos de Dios.

El libro de los Reyes en el marco de la historia universal.
En el comentario hemos tratado siempre de encuadrar la historia del pueblo judío dentro del marco de la historia universal; a él remitimos. Basta anotar aquí que, además de los pueblos circunvecinos, influyeron en Israel los imperios de Egipto, Babilonia y Asiría. Sheshonq fundó la XX dinastía hacia los años 950-929; Salmana-sar III, rey de Asiría, hizo sentir su presencia en Occidente; en 853 tuvo lugar la batalla famosa de Qarqar. Otros tres reyes asirios pesaron sobre el reino del Norte: Teglatfalasar III (745-727), Salmanasar V (726-722), Sargón (721-705). Sobre Judá actuaron: Senaquerib (704-681), Asaraddón (680-669), Asurbanipal (668-628). Funesto para Judá fue sobre todo el rey de Babilonia Nabucodonosor (605-562). Ambas historias se completan, pero no se contradicen.

Cronología.
Es un punto difícil de resolver; San Jerónimo renunció a solucionar este problema. Modernamente son muchos los autores que se dedican a esta tarea, habiendo logrado alentadores resultados, aunque no hayan logrado conclusiones definitivas. Las dificultades que engendran los datos cronológicos proceden de múltiples causas; a veces las fuentes utilizadas traían datos inexactos; otras veces se han interpretado mal ciertos datos; algunas corregencias han provocado la adición de cifras que sólo corresponden en parte al monarca contemporáneo. Algunos datos cronológicos de Asiría dan luz sobre la cronología del libro de los Reyes:

853: Batalla de Qarqar, reinando Ajab en Israel.
841: Tributo de Jehú.
738: Tributo de Menajem.
732: Empieza el reinado de Oseas.
721: Toma de Samaría.
701: Invasión de Senaquerib.
598: Primera deportación de Judá.
587: Caída de Jerusalén.

Los años del reinado de los reyes de Israel y de Judá que damos en el comentario son aproximados.

Doctrina religiosa.
Hemos hecho notar el carácter religioso de la historia que se narra en nuestro libro. Su autor tiene puesta su mirada en el templo de Jerusalén, el santuario donde tiene su asiento Yahvé; en él debe concentrarse el culto que se le debe. En todo el libro se recuerda que sólo existe un Dios: Yahvé; un solo santuario legítimo: el templo de Jerusalén. Pero, aunque Yahvé tenga su asiento en Jerusalén, domina aun fuera de los límites de Palestina; tiempo vendrá en que todas las naciones reconocerán a Yahvé por único Dios (1 Re 8:60). Dios no admite rivales, que nada son; exige que se guarden sus mandamientos y leyes; a los fieles les premiará aun en vida; a los que le abandonan castigará. Pero no quiere Dios la muerte del pecador ni la ruina de la nación que ha tomado bajo su protección. En último término es el hombre el que teje su porvenir feliz o desgraciado; es el pueblo judío el que labra su destino, el que prepara la caída de Samaría y la de Jerusalén.

1 J. A. Montgomery, Archíval Data in the Book ofKings: JBL 53 (1924) 46-52.
2 A Robeft, Historique (Genres): DBS 14-15.


Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

II Reyes  23,1-37

Josías renueva la alianza (23:1-3).
1 El rey hizo reunir junto a él a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén, 2 y subió luego a la casa de Yahvé con todos los hombres de Judá y todos los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, desde el más pequeño hasta el más grande; y leyó delante de ellos todas las palabras del libro de la alianza que se había encontrado en la casa de Yahvé. 3 Estaba el rey en pie junto a la columna; e hizo alianza con Yahvé, de seguir a Yahvé y guardar sus mandamientos, sus preceptos y sus leyes, con todo su corazón y toda su alma, poniendo por obra las palabras de esta alianza escritas en el libro. Todo el pueblo confirmó esta alianza.

Con el fin de conjurar la amenaza que pesaba sobre su pueblo, reunió Josías junto a sí a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén (1Sa_30:26; 2Sa_19:12). Juntó después a todos los habitantes de la capital y a muchos de provincias, a los que leyó el libro de la alianza (Deu_5:3; Deu_28:69). Nuestro texto menciona a los profetas, de que no se habla en el lugar paralelo de 2Cr_34:30, que cita a los levitas. Durante la lectura estaba el rey de pie junto a una columna, de las dos que se levantaban delante del templo (2Cr_11:14; 1Re_7:15-22). Una vez terminada la lectura del libro, renovó la alianza (karat haberith, Exo_24:8) en nombre propio y de todo el pueblo.

Medidas de reforma en Jerusalén (Exo_23:4-14).
4 El rey mandó al sumo sacerdote, Helcías; a los sacerdotes de segundo orden y a los que hacían la guardia a la puerta, que sacaran del templo de Yahvé todos los enseres que habían sido hechos para Baal, para Asera y para toda la milicia del cielo, y los quemó fuera de Jerusalén, en el valle de Cedrón, e hizo llevar las cenizas a Betel. 5 Expulsó a los sacerdotes de los ídolos, puestos por los reyes de Judá para quemar perfumes en los altos, en las ciudades de Judá y en los alrededores de Jerusalén; a los que ofrecían perfumes a Baal, al Sol, a la Luna, al Zodíaco y a toda la milicia de los cielos. 6Sacó a Asera fuera de la casa de Yahvé, fuera de Jerusalén, al valle de Cedrón, y la quemó allí, reduciéndola a ceniza, que hizo arrojar a la sepultura común del pueblo. 7 Derribó los lugares de prostitución idolátrica del templo de Yahvé, donde las mujeres tejían tiendas para Asera. 8 Hizo venir de las ciudades de Judá a todos los sacerdotes, profanó los altos donde los sacerdotes quemaban perfumes, desde Gueba hasta Berseba; derribó los altos de los sátiros que había delante de la puerta del gobernador Josué, a mano izquierda de la puerta de la ciudad. 9 Sin embargo, los sacerdotes de los altos no subían al altar de Yahvé en Jerusalén, pero comían panes ácimos con sus hermanos. 10 El rey profanó el Tofet del valle de los hijos de Hinón, para que nadie hiciera pasar a su hijo o su hija por el fuego en honor de Moloc. 11Hizo desaparecer de la entrada de la casa de Yahvé los caballos que los reyes de Judá habían dedicado al sol, cerca de la habitación del camarero Natanmelec, en el atrio. Quemó los carros del sol, 12 demolió los altares que había en la terraza de la cámara alta de Ajaz, que habían alzado los reyes de Judá, y los altares que había hecho Manases en los dos atrios de la casa de Yahvé; y después de destrozarlos y quitarlos de allí, arrojó el polvo al valle de Cedrón. 13 Profanó el rey los altos que había al oriente de Jerusalén, al mediodía del monte de los Olivos, que Salomón, rey de Israel, había erigido a Astarté, la abominación de los sidonios; a Gamos, la abominación de los moabitas, y a Milcom, la abominación de los amonitas. 14 Destrozó los cipos, derribó las aseras y llenó los lugares donde estaban de huesos humanos.

La obra de la purificación del templo fue confiada al sumo sacerdote Helcías, al que le seguía en dignidad, y a los custodios de las puertas (Exo_12:10; Exo_22:4; Exo_25:18). Fueron sacados del templo todos los enseres que habían servido para el culto de los ídolos, quemándolos en el torrente Cedrón y llevando a Betel sus cenizas. Ignoramos el porqué de esta última medida; el santuario de Betel será también destruido. Expulsó a los ministros (kemarim, Ose_10:5; Sof_1:4) de los ídolos y a los que rendían culto a las divinidades astrales (Deu_17:3). Las mazzaloth, habitaciones (del babilonio mazzalat), son la morada de los dioses, designando especialmente los signos del Zodíaco. La Ashera, que representaba a la diosa Astarté (Deu_16:21), fue reducida a cenizas, que se arrojaron en la fosa común (Jer_26:23) del cementerio de los hijos del pueblo,
Las habitaciones que ocupaban los mancebos que se prostituían (Deu_23:18-19; 1Re_14:24; quedeshim) fueron derribadas.
Siendo la unidad del santuario una ley fundamental deuteronómica (c.12), obligóse a todos los sacerdotes (kohanim) de Yahvé que estaban al servicio de los santuarios edificados en los altos (1Re_3:2) a concentrarse en Jerusalén. Con la mención de Gueba (1Re_15:22) y de Bersabé (1Re_19:3) señala el autor los límites norte y sur de Judá. Entre los santuarios demolidos figura el de las puertas (Shearim), que algunos exegetas cambian en santuario de los machos cabríos (se irim), llamado así por estar la divinidad representada bajo la forma de estos animales (Lev_17:7; 2Cr_11:15). No sabemos quién era el Josué de que habla el texto ni dónde se levantaba este santuario. Pudo levantarse junto a una de las puertas del oriente y parte meridional de la ciudad donde ejercían su poder los sátiros (Isa_13:21; Isa_34:14). En contra de Deu_18:6-8, a los sacerdotes de los lugares altos, sus colegas de Jerusalén no les autorizaron el ejercicio de sus funciones sacerdotales en el templo, permitiéndoles solamente comer los panes ácimos en la fiesta de Pascua (Exo_12:15; Deu_16:3-4). Parece que se les permitió comer de la carne de los sacrificios reservada a los sacerdotes (Lev_6:9; Lev_10:12). El quemadero (Tofet), en el valle de Hinnón, donde se sacrificaban los niños (Jer_7:31-32; Jer_19:6; Jer_19:11; Jer_19:14; 2Re_16:3; 2Re_21:6), fue profanado. El dios al que se sacrificaban es llamado Moloc (Lev_18:21) en todas las versiones, mientras que en el texto masorético recibe las vocales de boshet, ignominia. Entre los cananeos y fenicios era llamado Milk. El valle de Hinnón corre al este y sur de Jerusalén, juntándose con el Cedrón cerca de la fuente de En-Roguel. Es Hinnón el prototipo de la Gehenna. Acabó también Josías con el culto solar, aludiendo a los carros y caballos del sol, que se utilizaban en las fiestas y procesiones en honor del dios Sol. Los reyes de Judá guardaban en establos especiales estos caballos y carros, de los que cuidaba Natánmelec. Para estos cultos astrales había levantado Ajaz altares sobre las terrazas (Lev_19:13). Los santuarios en honor de los falsos dioses levantados por Salomón en torno a Jerusalén (1Re_11:5-7-33) fueron derribados. Todas las estatuas y asheras fueron quemadas, esparciendo huesos humanos por encima del lugar que ocuparon, con lo cual se profanaba de manera definitiva aquellos lugares (Num_19:11ss). El elenco de ídolos, santuarios, altares y objetos de culto dan una idea de la situación religiosa a que había descendido el reino de Judá. La acción de Ezequías fue parcial (Num_18:4).

Desaparecen los santuarios provinciales (Num_23:15-20).
15 Derribó también el altar de Betel, el alto que había hecho Jeroboam, hijo de Nabat, que había hecho pecar a Israel; destrozó sus piedras y las redujo a polvo, y quemó laasera. 16 Cuando Josías se volvía de allí, vio los sepulcros que había en la montaña, y mandó sacar de ellos los huesos y los quemó sobre el altar, profanándolo conforme a la palabra de Yahvé pronunciada por el hombre de Dios que había anunciado esto. 17 ? preguntó: ¿Qué monumento es aquel que veo allí? Los habitantes de la ciudad le respondieron: Es el sepulcro del hombre de Dios que vino de Judá y anunció estas cosas que tú has hecho con el altar de Betel, i Entonces dijo él: Dejadle en paz. Que nadie remueva sus huesos. Así se conservaron intactos sus huesos, juntos con los del profeta que procedía de Samaría. 19 Josías hizo también desaparecer todos los templos de los altos de las ciudades de Samaría, que habían hecho los reyes de Israel para irritar a Yahvé; hizo con ellos enteramente como había hecho con Betel. 20 Inmoló sobre los altares a todos los sacerdotes de los altos que había allí, y quemó huesos humanos en el sitio donde habían sido elevados. Después se volvió a Jerusalén.

El santuario de Betel (1Re_12:32-33) desapareció, siendo reducido a cenizas. Esta incursión a Betel prueba que era débil la influencia asiría sobre la parte meridional del reino de Israel. De regreso vio Josías unos sepulcros; mandó sacar de ellos huesos humanos, que quemó sobre el altar, profanándolo (1Re_12:33; 1Re_12:13-32)-Respetó, en cambio, los huesos de los dos profetas de que habla el texto mencionado,

Celebración de la pascua (1Re_23:21-23).
21 Luego mandó Josías a todo el pueblo: Celebradla pascua en honor de Yahvé, vuestro Dios, como está escrito en el libro de esta alianza. 22Ninguna pascua semejante a ésta se había celebrado desde el tiempo en que los jueces juzgaban a Israel ni durante todo el tiempo de los reyes de Israel y de los reyes de Judá. 23 El año dieciocho del reinado de Josías se celebró esta pascua en honor de Yahvé en Jerusalén.

Con grandes fiestas y regocijos celebróse la pascua (2Cr_35:1-17). Todo Judá tomó parte en la fiesta de Jerusalén, lo que no había acontecido desde tiempos antiquísimos (Jos_5:10). Hasta entonces celebrábase la pascua en la intimidad de las familias, conforme a Exo_12:7; pero en esta ocasión se cumple el texto de Deu_16:5-6, según el cual sólo en el lugar que Yahvé, tu Dios, elija. sacrificarás la pascua.

Elogios a Josías (Deu_23:24-28).
24 Además, hizo Josías desaparecer a los evocadores de los espíritus y a los adivinos, los terafim, los ídolos y todas las abominaciones que se veían en la tierra de Judá y en Jerusalén, para poner por obra las palabras de la Ley escritas en el libro que el sacerdote Helcías había encontrado en la casa de Yahvé. 25Antes de Josías no hubo rey que como él volviera a Yahvé con todo su corazón, y con toda su alma, y con todas sus fuerzas, conforme a toda la Ley de Moisés; y después de él no le ha habido tampoco semejante. 26Pero, con todo, no desistió Yahvé del ardor de su gran cólera, encendida contra Judá por todo lo que había hecho Manases para irritarle. 27Yahvé dijo: Quitaré también de mi presencia a Judá, como lo he hecho con Israel, y rechazaré a esta ciudad de Jerusalén, que yo había elegido, y la casa de que yo dije: Allí estará mi nombre. 28EL resto de los hechos de Josías, cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?

Acabó Josías con los evocadores de espíritus y adivinos que protegía Manases (Deu_21:6), y que la Ley reprueba (Deu_18:11). Los terafim, o dioses lares (Gen_31:19; Gen_31:34-35), los ídolos y las abominaciones fueron extirpados de todo el territorio de Judá.

Muerte de Josías (Gen_23:29-30).
29 En su tiempo, el faraón Necao, rey de Egipto, subió contra el rey de Asiría hacia el río Eufrates. El rey Josías le salió al paso, y el faraón le mató en Megiddo en cuanto le vio. 30 Sus servidores le llevaron muerto en el carro, trayéndolo de Megiddo a Jerusalén, y le sepultaron en su sepulcro. El pueblo tomó a Joacaz, hijo de Josías, y le ungió rey en lugar de su padre.

En julio del año 612, Nínive fue conquistada por asalto; sus habitantes, pasados a filo de espada, y la ciudad, reducida a un montón de ruinas, como dice la crónica de Gadd 1. Su último rey, As-suruballit (611-609), reinó en Harrán, esperando la ayuda de su aliado, Egipto. El año 610, Umman-Manda, al mando de escitas y babilonios, barrió esta sombra de poderío. El ejército egipcio, acaudillado por Necao II (609-594), llega con retraso en ayuda del rey asirio, tratando de recuperar Harrán. La tardanza en llegar debióse a que a su paso por Palestina salióle al encuentro Josías con la intención de cerrarle el paso, presentándole batalla. Ignoramos el porqué Josías se opuso al ejército egipcio, cuando anteriormente autorizó el de Psamético. Necao marchaba hacia el Eufrates para enfrentarse contra Nabopolasar, rey de Babilonia. Quizá por esto le salió al paso Josías, tratando de congraciarse con el nuevo imperio triunfante de Babilonia. Atravesando Josías todo el territorio de Samaría aprovechando la debilidad y decadencia de Asiría, llegó a Megiddo, en donde esperó a Necao, al que atacó. Al poco de empezar el combate, Josías cayó herido por una flecha disparada por arqueros egipcios. Necao II siguió su marcha hacia el Eufrates, en cuyas orillas se desarrolló la famosa batalla de Karkemish. La muerte de Josías apagó en labios de Judá los cantos de alegría por la caída de Nínive (Nahum 1:2-3:13).

Joacaz y Joaquín, reyes de Judá (23:31-37).
31Veintitrés años tenía Joacaz cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén. Su madre se llamaba Jamutal, hija de Jeremías de Libna. 32 Hizo el mal a los ojos de Yahvé, enteramente como lo habían hecho sus padres. 33 El faraón Necao le encadenó en Ribla, en tierra de Jamat, y le destronó, e impuso a las gentes de la tierra una contribución de cien talentos de plata y un talento de oro. 34 El faraón Necao puso por rey a Eliaquim, hijo de Josías, en lugar de Josías, su padre, y le mudó el nombre, poniéndole el de Joaquim. Cogió a Joacaz y lo llevó a Egipto, donde murió. 35Joaquim entregó al faraón la plata y el oro; mas para reunir este dinero, según la imposición del faraón, hubo de sacarlo al pueblo, determinando lo que cada uno había de dar para entregarlo al faraón Necao. 36Veinticinco años tenía Joaquim cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén. Su madre se llamaba Sebida, hija de Pedaya, de Ruma. 37Hizo el mal a los ojos de Yahvé, enteramente como lo habían hecho sus padres.

El pueblo lloró la muerte ignominiosa de su rey (Jer_22:10) en manos de Necao. El mismo Jeremías dedicó una endecha a la derrota de los egipcios en Karkemish (Jer c.46). De estos lamentos quedan vestigios en la literatura apocalíptica, que habla del día de Armageddón. A la muerte de Josías subió al trono su segundo hijo, Joacaz (609), llamado también Salum (Jer_22:11). De regreso Necao II del Eufrates detúvose en Ribla, en tierras de Hamat, por considerar a Siria y Palestina como herencia recibida de Asiría. Joacaz fue llamado por Necao II a Ribla, desde donde, después de cargarlo de cadenas, fue enviado prisionero a Egipto, donde murió al poco tiempo. Al país impuso un tributo de cien talentos de plata y uno de oro (Jer_15:19-20; Jer_18:14-15; 1Re_9:14). Fue tan corto su reinado, que Jeremías ni siquiera lo menciona (Jer_1:1). La muerte violenta de Josías desencadenó una reacción antiyahvista por no haber salvado Yahvé al piadoso monarca y autor de la reforma que lleva su nombre. ¿Para qué confiar en Yahvé, argumentaba el pueblo, si abandona incluso a sus mejores servidores? El movimiento fue capitaneado por el rey y el elemento oficial.
En lugar de Joacaz nombró Necao II a Eliaquim, al que, en señal de sujeción al monarca egipcio, le cambió el nombre en Joaquim (609-593). No es fácil determinar el porqué impuso Necao al rey de Judá un nombre en cuya composición entra el de Yahvé. ¿Fue acaso para congraciarse con el partido yahvista? Entre ambos monarcas existieron relaciones amistosas. Joaquim pagó la contribución que impuso Necao, para lo cual gravó al país, principalmente a los campesinos (Jer_22:13-19), con muchos impuestos. Por su parte, Necao correspondió a la lealtad de su vasallo dándole pruebas de buena voluntad; a una indicación de Joaquim entregó Necio II al profeta Uría, que se había refugiado en Egipto (Jer_26:22).
La conducta religiosa de Joaquim es enjuiciada severamente por el autor sagrado, pudiéndose contar en el número de los últimos reyes de Judá que prepararon la hecatombe final (Jer_24:3-9).