Daniel  4 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 34 versitos |
1 Yo, Nabucodonosor, vivía tranquilo en mi casa, feliz en mi palacio,
2 y tuve un sueño que me espantó, y los pensamientos que me perseguían en mi lecho y las visiones de mi espíritu me llenaron de turbación.
3 Hice que vinieran ante mí todos los sabios de Babilonia para que me diesen la interpretación del sueño.
4 Vinieron, pues, los magos, los astrólogos, los caldeos y los adivinos, y les expuse el sueño; pero nunca pudieron darme la interpretación,"
5 hasta que vino ante mí Daniel, cuyo nombre es Baltasar, del nombre de mi dios, y en el cual reside el espíritu de los dioses santos. Expliquéle mi sueño, dicíéndo-dole:
6 Baltasar, tú, jefe de los magos, que tienes en ti, yo lo sé, el espíritu de los dioses santos y a quien ningún misterio se oculta, dame la explicación de las visiones que en sueño he tenido.
7 He aquí las visiones de mi espíritu mientras estaba en mi lecho. Miraba yo y vi en medio de la tierra un árbol alto sobremanera.
8 El árbol había crecido y se había hecho muy fuerte, y su cima tocaba en los cielos, y se le veía desde los confines de toda la tierra.
9 Era de hermosa copa y de abundantes frutos, y había en él mantenimiento para todos. Las bestias del campo se resguardaban a su sombra, y en sus ramas anidaban las aves del cielo, y todos los vivientes se alimentaban de él.
10 En las visiones de mi espíritu en mi lecho vi que bajaba del cielo uno de esos que velan y son santos,
11 y, gritando fuertemente, dijo: Abatid el árbol y cortad sus ramas, sacudid su follaje y diseminad los frutos, que huyan de debajo de él las bestias y las aves del cielo de sus ramas;"
12 pero dejad en la tierra el tronco con sus raíces y atadle con cadenas de hierro y de bronce, y quédese así entre las hierbas del campo, que le empape el rocío y tenga por parte suya, como las bestias, la hierba de la tierra.
13 Quítese su corazón de hombre y désele un corazón de bestia, y pasen sobre él siete tiempos.
14 Esta sentencia es decreto de los vigiles, es resolución de los santos, para que sepan los vivientes que el Altísimo es dueño del reino de los hombres y lo da a quien le place, y puede poner sobre él ai más bajo de los hombres.
15 Este es el sueño que tuve yo, el rey Nabucodonosor. Tú, Baltasar, da la interpretación, ya que ninguno de los sabios de mi reino ha podido dármela, tú puedes darla, porque tienes en ti el espíritu de los dioses santos.
16 Entonces Daniel, llamado Baltasar, se quedó por algún tiempo estupefacto y turbado por sus pensamientos. Díjole el rey: Baltasar, que no te turbe el sueño y su interpretación. Y Baltasar respondió: Mi señor, que el sueño sea para tus enemigos, y la interpretación para tus adversarios.
17 El árbol que viste que se había hecho grande y fuerte, y que con su cima tocaba los cielos y que se veía desde toda la tierra,
18 de hermosa copa y de tan abundante fruto que había en él alimento para todos, y bajo el cual se resguardaban las bestias del campo y en cuyas ramas anidaban las aves del cielo,
19 eres tú, ¡oh rey! que has venido a ser grande y fuerte, y cuya grandeza se ha acrecentado y ha llegado hasta los cielos, y cuya dominación se extiende hasta los confines de la tierra.
20 Vio el rey bajar de los cielos a uno de esos que velan y son santos, y decir: Abatid el árbol y destruidle, pero dejar en la tierra el tronco con las raíces y atadle con cadenas de hierro y de bronce entre la hierba del campo; que le empape el rocío del cielo y tenga su parte con las bestias del campo hasta que sobre él pasen siete tiempos."
21 He aquí, ¡oh rey! la interpretación y el decreto del Altísimo, que se cumplirá en mi señor, el rey.
22 Te arrojarán de en medio de los hombres y morarás entre las bestias del campo, y te darán a comer hierba como a los bueyes, te empapará el rocío del cielo y pasarán sobre ti siete tiempos hasta que sepas que el Altísimo es el dueño del reino de los hombres y se lo da a quien le place.
23 Lo de dejar el tronco donde se hallan las raíces, significa que tu reino te quedará cuando reconozcas que el cielo es quien domina.
24 Por tanto, ¡oh rey! sírvete aceptar mi consejo: redime tus pecados con justicia, y tus iniquidades con misericordia a los pobres, y quizá se prolongará tu dicha.
25 Todo esto tuvo cumplimiento en Nabucodonosor, rey.
26 Al cabo de doce meses, mientras se paseaba en su palacio de Babilonia,
27 se puso a hablar, y dijo: ¿No es ésta Babilonia la grande, que yo, por el poder de mi fuerza y la gloria de mi magnificencia, he edificado para residencia real?
28 Todavía estaba la palabra en su boca, cuando bajó del cielo una voz:
29 Sabe, ¡oh rey Nabucodonosor! que te va a ser quitado el reino. Te arrojarán de en medio de los hombres, morarás con las bestias del campo y te darán a comer hierba como a los bueyes, y pasarán sobre ti siete tiempos hasta que sepas que el Altísimo es dueño del reino de los hombres y se lo da a quien le place.
30 Al momento se cumplió en Nabucodonosor la palabra: fue arrojado de en medio de los hombres y comió hierba como los bueyes, y su cuerpo se empapó del rocío del cielo, hasta que llegaron a crecerle los cabellos como plumas de águila, y las uñas como las de las aves de rapiña.
31 Al cabo del tiempo señalado, yo, Nabucodonosor, alcé mis ojos al cielo y recobré la razón. Yo bendigo al Altísimo, alabo y glorifico al que domina con eterno dominio y cuyo reino perdura de generación en generación.
32 A sus ojos, todos los habitantes de la tierra son nada, y con el ejército de los cielos y con los habitantes de la tierra hace según su voluntad, sin que nadie pueda resistir a su mano y decirle: ¿Qué es lo que haces?
33 Recobré “ entonces la razón y me fueron devueltas la gloria de mi reino, mi. magnificencia y mi grandeza, y rne llamaron mis consejeros y mis grandes, y fui restablecido en mi reino, y todavía se acrecentó mi poderío;"
34 y ahora yo, Nabucodonosor, ensalzo y glorifico al Rey del cielo, cuyas obras todas son verdad, cuyos caminos son todos justos y que puede humillar a los que andan en soberbia.

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Introducción a Daniel 

Times New Roman ;;;;
Daniel.
Introducción.

Vida Del Profeta.
El protagonista del libro de Daniel es un personaje de la nobleza judía, llamado en hebreo Dani'el (Dios es mi juez), el cual de niño fue llevado cautivo a Babilonia por Nabucodonosor en el 605 a.C. (tercer año del reinado de Joaquim) 1. Educado con otros dos jóvenes judíos en la corte· babilonia en calidad de paje, llegó a granjearse la amistad de Nabucodonosor después de haberle revelado el sentido de un misterioso sueño profético 2. Consiguió así ocupar altos puestos en la corte babilónica, siendo objeto de conspiraciones de los altos funcionarios, que estaban celosos de su privilegiada posición palaciega 3. Según el relato bíblico, Daniel vivió por lo menos hasta el tercer año de Ciro (536 a.C.) 4.
En Ezequiel aparece un sabio, modelo de virtud y de rectitud moral, llamado Daniel, y que se supone vivió en tiempos antiguos con Noé y Job 5. En las listas posteriores a la cautividad encontramos de nuevo el nombre de Daniel 6.

Contenido y estructura del libro.
Según el texto de los LXX y de la Vg, el libro incluye dos grandes secciones: una protocanonica, escrita en hebreo y arameo, que comprende los doce primeros capítulos, y otra deuterocanónica, que incluye los c.13 y 14 y el fragmento lírico 3:24-90. La parte protocanónica se divide en dos partes por el contenido: a) histórica 1:1-6:29(28); b) profético-visionaria (7:1-12:13).

A) Sección protocanónica
:
1. Parte histórica: 1:1-6:29(28).
a) Introducción histórica: Daniel en la corte real: 1:1-21.
b) Sueño de Nabucodonosor e interpretación: 2:1-40.
c) Los tres niños en el horno: 3:1-30(97).
d) Locura de Nabucodonosor y curación: 3:31(98)-4:34.
e) Banquete de Baltasar: 5:1-30(31).
f) Daniel en el foso de los leones: 6:1-29(28).

Parte profético-visionaria: 7:1-12:13. Visión de las cuatro bestias: 7:1-28. Visión del carnero y del macho cabrío: 8:15-28. Visión de las setenta semanas: 9:1-27. Visión sobre la suerte futura del pueblo: 10:1-12:13.

B) Sección deuterocanónica
: 3:24-90; 13:1-14:42
a) Oración de Azarías y cántico de los tres niños: 3:24-90.
b) Historia de Susana: 13:1-64.
c) Historia de Bel y el dragón: 13:65-14:42.

Las perspectivas históricas de las dos grandes secciones (histórica y prof ética) difieren grandemente entre sí, ya que la primera (histórica) tiene por fondo hechos de la época del imperio babilónico y persa, mientras que la segunda (profética) supone el ambiente histórico de la época de los Seléucidas (s.II a.C.); son tiempos de persecución de los fieles israelitas, y el profeta los consuela con perspectivas próximas salvadoras.

Problema lingüístico.
El libro de Daniel, como hoy lo tenemos, está escrito en tres lenguas: a) hebrea: 1:1-2:4a y 8:1-12:13; b) aramea: 2:4b-7:28; c) griega: 3:24-90; 13:1-14:42. Las partes escritas en hebreo y arameo aparecen en el TM, mientras que la parte griega sólo en los LXX.
Esta diversidad lingüística plantea un problema no fácil de resolver, ya que no se ve la razón de por qué la parte histórica - homogénea por el contenido - esté escrita en hebreo y en arameo, y lo mismo, por qué el c.7, de contenido visionario y muy ligado al c.8, esté en arameo, mientras éste está en hebreo, y por qué el c.1 está en dos lenguas. Se han propuesto diversas soluciones, pero ninguna es totalmente convincente.
Unos suponen que primitivamente fue escrito todo en arameo y que después, para ocultar al vulgo el contenido misterioso de los capítulos visionarios, se los tradujo al hebreo, lengua accesible sólo a los eruditos e iniciados. Pero entonces queda el misterio de por qué el c.7, de contenido visionario, está en lengua vulgar aramea. Y, al mismo tiempo, por qué el c.1, de contenido histórico, está en hebreo, y lo mismo los v.1 y 2a del c.2.
Otros proponen la hipótesis contraria: originariamente habría sido escrito todo el libro (protocanónico) en hebreo; después se tradujo parte al arameo, dejando en hebreo la parte visionaria apocalíptica y el c.1, para que así tuviera más fácil acceso al canon judaico.
No faltan quienes suponen que el autor de todo el libro redactó desde el principio unas partes en hebreo y otras en arameo por razones que no conocemos. Lo más fácil es suponer que el libro, tal como ahora lo tenemos, es una recopilación de textos que corrían indistintamente en hebreo o arameo, y un redactor los juntó tal como los encontró. Así, pues, podemos concebir que corrían hojas sueltas con las narraciones históricas y visionarias, unas en hebreo y otras en arameo (sin que sepamos cuál era la lengua original), y que el compilador las reunió tal como las halló.
En todo caso es de notar que, a pesar de la diversidad de lenguas, existe una sustancial unidad de desarrollo lógico en todos los capítulos, lo que prueba que las dos lenguas son expresión de dos recensiones distintas, que, encontradas fragmentariamente en cada lengua, fueron juntadas por el compilador para completar el contenido ideológico.
Las partes deuterocanónicas, que, aunque están en griego, parecen ser traducción de un original arameo o hebreo 7, fueron añadidas después a la compilación del TM.

Composición y autenticidad.
Si complejo es el problema lingüístico del libro de Daniel, no lo es menos el de su origen y autenticidad. Dos son las opiniones sobre el origen y composición del libro de Daniel. Una que podemos llamar tradicional, según la cual el libro de Daniel, tal como hoy ha llegado a nosotros, es obra del propio protagonista del libro, Daniel. Es la tesis de la tradición judaica, aunque en el canon judaico el libro no haya figurado entre los profetas, sino entre los hagiografos.
Flavio Josefo dice que el libro de Daniel fue presentado a Alejandro Magno en Palestina para que viese en él cumplidas las antiguas profecías 8. En el libro I de los Macabeos parece se alude al de Daniel 9. Jesucristo cita profecías del libro de Daniel10. Por otra parte, el autor del libro parece conocer bien el ambiente cortesano de Babilonia y las costumbres de la época (suplicio de fuego y de las fieras).
Los críticos modernos, en general, no admiten que el libro de Daniel sea obra del famoso protagonista que vivía en la época babilónica, por razones históricas y lingüísticas. En efecto, al describir el autor los hechos del tiempo del imperio babilónico, incurre en una serie de inexactitudes históricas, difícilmente explicables en un· autor contemporáneo de los hechos. Así, a Baltasar se le presenta como hijo de Nabucodonosor, cuando en realidad fue hijo de Nabónides 11, el cual no era descendiente directo de Nabucodonosor. Por otra parte, aparece un misterioso personaje, llamado Darío el Medo, gobernador de Babilonia antes de Ciro 12. Además, en 9:1 se le llama hijo de Asuero (Jerjes). Así, pues, de un lado, el autor supone un gobernante medo, sucesor del rey babilonio y antecesor al persa, Ciro, y del otro aparece como hijo de un rey persa muy posterior a Ciro.
Por otra parte, los lexicólogos insisten en que el hebreo del libro de Daniel es tardío, posterior al del siglo VI a.C., y el arameo parece también posterior al de los papiros egipcios de Elefantina, del siglo V a.C. 13 Además, hay unas 15 palabras persas y tres de origen griego, lo que hace suponer una época de composición posterior al siglo VI.
Se insiste también en el hecho de que este libro de Daniel no figure en el canon judaico entre los pro/éticos, sino entre los hagiógrafos, y, por otra parte, en el elogio que el autor del Eclesiástico hace de los padres del A.T. no cita a Daniel como personaje famoso y digno de veneración, mientras cita a Isaías, a Jeremías y a Ezequiel14.
En contraste con las imprecisiones e inexactitudes de la parte histórica relativa al período babilónico-persa están las alusiones concretas históricas de la parte visionaria, donde el fondo histórico lo constituyen ciertamente las vicisitudes de la comunidad judía frente a la persecución de los Seléucidas sirios. En vez de perspectivas vagas, como es habitual en los escritos profetices, los c.7-9 Y sobre todo, el n nos dan una serie de puntualizaciones de tipo histórico que coinciden claramente con los hechos que conocemos de la lucha de los Seléucidas contra el pueblo judío y de las relaciones de aquéllos con los Ptolomeos de Egipto. Por estas razones, la mayor parte de los críticos actuales suponen que el libro de Daniel ha sido redactado en el siglo n, cuando la comunidad judía vivía bajo la persecución de Antíoco IV Epífanes (171-164 a.C.)15. Más en concreto, el libro parece redactado entre la profanación del templo de Jerusalén por Antíoco IV (168 a.C.) y su nueva consagración por Judas Macabeo (165 a.C.). Al menos, la última redacción del libro parece debe colocarse en esta época, sin que esto quite la posibilidad de que el redactor haya utilizado tradiciones y documentos más antiguos. Entre los autores católicos de nota, esta tesis está bastante generalizada 16.

Carácter apocalíptico del libro.
El P. Lagrange, al explicar las profecías mesiánicas del libro de Daniel, dice taxativamente: El libro que lleva el nombre de Daniel es el primero y más perfecto de los apocalípticos 17. Realmente, este libro difiere mucho de los escritos proféticos que hasta ahora hemos examinado, y quizá por ello en el canon judaico se le incluya entre los hagiógrafos y no entre los proféticos. Propio de los escritos apocalípticos es el aludir a hechos concretos históricos con profusión de imágenes simbólicas y desorbitadas. En los apocalípticos apócrifos del judaísmo, que empiezan a pulular desde el siglo III a.C., el autor se apropia el nombre de algún famoso personaje del A.T. (Henoc, Elias, Isaías) y transmite de parte de Dios revelaciones (áðïêÜëõøç) relativas a hechos presentes y futuros del pueblo judío. Esas revelaciones contienen dos partes: una anterior al autor del libro, en la que bajo forma externa profética se describen hechos históricos concretos (se relatan hechos pasados como si fueran futuros), y otra parte relativa a hechos que han de suceder realmente en el futuro, los cuales se describen con imágenes nebulosas, sin concretar detalles. Las ideas se pierden en una maraña de imaginación desorbitada.
En el libro de Daniel encontramos, en efecto, una parte histórica, en la que se estratifican los imperios que se suceden desde el babilonio al seléucida, pasando por el persa y el griego de Alejandro Magno. Todos se suceden históricamente según el plan providencial de Dios, hasta que llega el momento crucial de la aparición del reino de los santos, la inauguración mesiánica, precedida de una gran tribulación. Después la perspectiva del futuro es vaga e imprecisa, ya que se superponen los planos históricos y se confunden los hechos, pues, de un lado, se anuncia la inauguración mesiánica, y del otro, la resurrección de los cuerpos de los justos 18, es decir, según nuestra perspectiva evangélica, se confunden el plano de la iniciación del reino de los santos (era mesiánica) y la consumación del estadio terrestre, que culmina en la inauguración de la etapa mesiánica definitiva celeste. Así, lo escatológico se mezcla con lo histórico, porque la visión del futuro está totalmente diluida, sin contornos.
En esta parte segunda visionaria de Daniel, la perspectiva de una inminente irrupción de la era mesiánica lo domina todo. El profeta tiene prisa en acelerar los acontecimientos para consolar a sus contemporáneos, oprimidos por la persecución seléucida. Por eso presenta como inmediata la inauguración de los tiempos mesiánicos, y por otra parte destaca como modelo de fidelidad a las tradiciones judías al gran protagonista Daniel, fiel en todas las persecuciones sufridas en un ambiente pagano. Así, el libro tiene la finalidad de edificar piadosamente y la de consolar a los que sufren, presentando como inminentes las perspectivas mesiánicas.
Pero el carácter apocalíptico del libro de Daniel difiere totalmente del de los apócrifos en la elevación de pensamientos y al prescindir de fantasías cosmogónicas y de nociones ultranaciona-listas. El hagiógrafo ha creído conveniente utilizar este procedimiento literario apocalíptico para expresar sus ideas religiosas sobre la necesidad de ser fieles a la Ley de Dios y sobre el triunfo definitivo de Dios sobre los enemigos que históricamente se oponen a la implantación del reino de los santos.
San Juan utilizará este mismo procedimiento apocalíptico para presentar las grandes ideas del triunfo de Cristo sobre los anticristos, que se oponen a la expansión de su Iglesia en la historia. El vidente de Patmos utilizará mucho la imaginería del libro de Daniel, dando un sentido neo-testamentario. La finalidad, pues, de ambos libros es la misma, colocándose cada autor en su perspectiva vieja o neo-testamentaria. Y ambos autores no han creído indigno de la palabra de Dios este vehículo de transmisión apocalíptico, muy en consonancia con las modas literarias de su época en los medios culturales judaicos.

Texto y versiones.
El texto de las partes aramea y hebraica del TM es bastante deficiente. Muchas veces las antiguas versiones, que reflejan otro texto original premasorético, resultan más claras en determinados pasajes. Las indicaciones cronológicas que preceden a algunos capítulos son consideradas por algunos críticos como adiciones de escribas. La versión más antigua de estas partes aramaico-hebreas es la de los LXX, que parece ser del siglo 11 a.C. Como difiere bastante del TM, la Iglesia nunca aceptó oficialmente la versión de los LXX 19. Muchos autores creen que estas divergencias proceden de que el traductor tenía delante un texto diferente del TM.
La versión de los LXX fue desplazada por la de Teodoción, que es más concisa. Algunos críticos consideran la versión de Teodoción como una revisión de otra versión griega más antigua 20. Los papiros Chester Beatty (del s.11 d. C.) contienen la versión de los LXX. La Vg está hecha sobre un texto hebreo-aramaico muy afín al TM; pero San Jerónimo en la versión tiene en cuenta las versiones precedentes latinas y la griega de Teodoción. Para las partes deuterocanónicas, San Jerónimo se limitó a revisar una versión anterior muy afín a la de Teodoción.

Canonicidad.
En el TM, el libro de Daniel está, como hemos indicado, entre los hagiógrafos. En los LXX y la Vg está inmediatamente después del libro de Jeremías. San Jerónimo, en su famoso Prologus galeatus, sigue el orden del canon judío reflejado en el TM 21. Sin embargo, hay indicios de que aun entre los judíos se enumeraba el libro de Daniel entre los profetas 22. En la Iglesia cristiana no ha habido ninguna dificultad en la admisión del libro en el canon, si bien respecto de las partes deuterocanónicas hubo algunas dudas, como ocurrió respecto de todos los libros escritos en griego 23.

Doctrina teológica.
Como hemos dicho antes, este libro tiene una doble finalidad parenética: exhortar a la fidelidad a la Ley de los padres, presentando para ello el ejemplo insigne de fidelidad a Dios de Daniel en la corte corrompida e idolátrica de Nabucodonosor, y consolar en las tribulaciones presentes, presentando como inminente la inauguración de los tiempos mesiánicos, el reino de los santos, en el que desaparecería totalmente el pecado, para dar paso a la justicia perfecta. Se presenta al Dios de los judíos (nunca se le llama Yahvé) como el Dios único, omnipotente, omnisciente, que protege a sus siervos y aun los libera milagrosamente en premio a su fidelidad.
El Dios de Israel es el que dirige el curso de la historia universal, de forma que la sucesión de los imperios paganos no es sino el cumplimiento de los designios eternos de Dios en orden a la manifestación del reino de los santos. Este determinismo providencia-lista aparece en el grandioso esquema histórico, en el que el autor de Daniel nos presenta el gran combate entre Dios, que quiere establecer su reino, y los poderes históricos - encarnados en los grandes imperios - , que se oponen a su instauración. Esta visión esquemática de la historia no tiene otra finalidad que destacar la grandeza de la inauguración mesiánica, obra culminante de la omnipotencia divina. Dios habita en los cielos y gobierna el mundo por medio de ciertos agentes espirituales-angélicos, que ayudan y protegen al que es fiel a la Ley divina.
El mesianismo del libro de Daniel está totalmente dominado por la idea escatológica, en conformidad con el género apocalíptico adoptado para su formulación. Todos los imperios históricos son derrocados, para ser suplantados por el reino de los santos, que es la piedra caída del monte, no por mano del hombre 24, y el Hijo del hombre 25, que recibe el señorío, la gloria y el imperio del antiguo de días, que no es otro que el mismo Dios eterno, que preside los aconteceres de la historia humana, particularmente la suerte de los imperios.
El reino de los santos será el reinado de la justicia 26 y se extenderá a toda la tierra. No se habla de bendiciones terrenales, sino de manifestaciones puramente espiritualistas. Pero, en la mente del profeta, el estadio terrestre y celeste de la era mesiánica parecen confundirse, superponiéndose los planos históricos y metahistóricos; por eso anuncia la resurrección de los muertos (los justos israelitas) para que éstos asistan a la manifestación de la plena era mesiánica. Es un caso de falta de perspectiva en el tiempo. Los profetas viven de la esperanza de las grandes realizaciones mesiánicas, y, en su afán de acelerar su cumplimiento, juntan las perspectivas, quemando las etapas históricas.

1 Dan 1:1. Según Flavio Josefo, pertenecía a la familia real de Sedéelas (Ant. 10.10:1), - 2 Dan 2:195. - 3 Dan 6:1s. - 4 Dan 10:1. - 5 Cf. Ez 14:4.20; 28:3. Muchos autores creen que el Dn'l de Ezequiel es el famoso sabio de Ras Samra Danel. Cf. P. Joüon: Bi (1938) 283-5; P. Heinisch, Das Buch Ezechiel 77; L. Dennefeld, Daniel 631. - 6 Cf. Esd 8:2; Neh_10:7. - 7 En los recientes hallazgos de Qumrán se ha descubierto un texto hebreo. - 8 Flavio Josefo, Ant. 10:11:4.7; 112Cr_8:5. - 9 Cf. 1 Mac 2:595 y Dan 3:1-30; 6:11-29; 1 Mac 1:54 y Dan 9:27. - 10 Cf. Mt 24:15: abominationem desolationis quae dicta est a Daniele propheta (Dan 9:27). - 11 Dan 5.2. - 12 Dan6:1; 9:1. - 13 Cf. G. R. Driver: JBL (1926) p.115. - 14 Cf. Eclo49. - 15 El primero que propuso esta hipótesis fue el neoplatónico Porfirio (t 304 d·C.). Entre los críticos modernos, esta opinión fue seguida por Eichhorn, Ewald, Hitzig, Driver, etc. - 16 Se inclinan por esta solución M. J. Lagrange, Les prophéties messianiques de Daniel: RB (1904) 4945; bigot, art. Daniel: Dthc IV (1911) colóos; E. Bayer, Danielstudien (1912); L. Dennefeld, Daniel: La Sainte Bible, VII p.ósS; Gottsberger, Das Buck Daniel p.12; Charlier, La lecture chrétienne de la Bible ñ,ÀæÂ. - 17 Ì. J. Lagrange, art. cit, p.494. - 18 Dan 12:2. - 19 Cf. San Jerónimo, Prol. in Dan,: PL 25:493; In Dan. 4:5: PL 25:514. - 20 Cf. H. B. Swete, Introduction to the Oíd Testament in Greek p.48. - 21 Cf. San Jerónimo, Praef. in libros Samuel et Malachiam: PL 28,5533. - 22 Cf. Flavio Josefo, Contra Apion. 1:8: Canon de Meliton de Sardes (Euseb., Hist. Eccl 4:26: PG 20:396; R. De Journel, Ench. Patr. 190); Orígenes (Euseb., Hist. Eccl 6:25: PG 20,25; R. De Journel, Ench. Patr. 484). - 23 Cf. San Jerónimo, Prol. Galeatus: PL 28,596 (600-602); Ep. 53 ad Paul n.8: PL 22:545s. - 24 Dan 2:45. - 25 Dan 7:13. - 26 Dan 9:243.

Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

Daniel  4,1-37

4. Nueva visión de Nabucodonosor interpretada por Daniel.
Sigue la finalidad apologética del libro. Hasta ahora ha demostrado la superioridad del Dios de los judíos y su providencia particular sobre sus siervos fieles. Ahora va a demostrar ese poder omnímodo que tiene Dios sobre los reyes, humillándolos hasta el extremo. El omnipotente y despótico rey de Babilonia es reducido al estado de bestia como castigo divino hasta que reconociera el poder del Dios de los judíos. El estilo se mueve en la misma línea que los capítulos anteriores. Y su historicidad ha de juzgarse según los principios antes expuestos. El esquema del relato es en todo similar a lo que se dice en lo referente a la visión de la estatua.

La visión del árbol (1-15).
l Yo, Nabucodonosor, vivía tranquilo en mi casa, feliz en mi palacio, 2 y tuve un sueño que me espantó, y los pensamientos que me perseguían en mi lecho y las visiones de mi espíritu me llenaron de turbación. 3 Hice que vinieran ante mí todos los sabios de Babilonia para que me diesen la interpretación del sueño. 4 Vinieron, pues, los magos, los astrólogos, los caldeos y los adivinos, y les expuse el sueño; pero nunca pudieron darme la interpretación, 5 hasta que vino ante mí Daniel, cuyo nombre es Baltasar, del nombre de mi dios, y en el cual reside el espíritu de los dioses santos. Expliquéle mi sueño, dicíéndo-dole: 6 Baltasar, tú, jefe de los magos, que tienes en ti, yo lo sé, el espíritu de los dioses santos y a quien ningún misterio se oculta, dame la explicación de las visiones que en sueño he tenido. 7 He aquí las visiones de mi espíritu mientras estaba en mi lecho. Miraba yo y vi en medio de la tierra un árbol alto sobremanera. 8El árbol había crecido y se había hecho muy fuerte, y su cima tocaba en los cielos, y se le veía desde los confines de toda la tierra. 9 Era de hermosa copa y de abundantes frutos, y había en él mantenimiento para todos. Las bestias del campo se resguardaban a su sombra, y en sus ramas anidaban las aves del cielo, y todos los vivientes se alimentaban de él. 10 En las visiones de mi espíritu en mi lecho vi que bajaba del cielo uno de esos que velan y son santos, 11y, gritando fuertemente, dijo: Abatid el árbol y cortad sus ramas, sacudid su follaje y diseminad los frutos, que huyan de debajo de él las bestias y las aves del cielo de sus ramas; 12 pero dejad en la tierra el tronco con sus raíces y atadle con cadenas de hierro y de bronce, y quédese así entre las hierbas del campo, que le empape el rocío y tenga por parte suya, como las bestias, la hierba de la tierra. 13 Quítese su corazón de hombre y désele un corazón de bestia, y pasen sobre él siete tiempos. 14 Esta sentencia es decreto de los vigiles, es resolución de los santos, para que sepan los vivientes que el Altísimo es dueño del reino de los hombres y lo da a quien le place, y puede poner sobre él ai más bajo de los hombres. 15 Este es el sueño que tuve yo, el rey Nabucodonosor. Tú, Baltasar, da la interpretación, ya que ninguno de los sabios de mi reino ha podido dármela, tú puedes darla, porque tienes en ti el espíritu de los dioses santos.

El relato del sueño está en estilo directo en los mismos labios de Nabucodonosor. El modo artificial del relato salta a los ojos. La moraleja que el hagiógrafo quería sacar de la visión la expresa el mismo rey, a saber, que el Altísimo es dueño del reino de los hombres (v.14). El conjunto del relato da la impresión de ser como una parábola en la que los protagonistas expresan alternativamente la evolución del pensamiento del hagiógrafo conforme a las ideas teológicas que quiere inculcar. De nuevo se pone de relieve la impotencia de los magos y adivinos de Babilonia para interpretar el sueño del rey (v.3).
En un momento de euforia por sus triunfos, estaba considerando el rey su imperio y se comparaba a un gran cedro que bajo su sombra cobijaba a todos los pueblos. Exaltado por estos pensamientos megalómanos, tuvo un sueño que nadie pudo interpretar. En sueños vio un árbol inmenso muy semejante al que nos describe Ezequiel simbolizando a Asiría 1. Quizá el hagiógrafo, al componer su narración, se sirvió de la descripción de aquél. De todos modos, el árbol parece simbolizar al propio Nabucodonosor, como explicará Daniel. El árbol frondoso es abatido por orden de un ser misterioso al que se le llama vígil y santo (v.10), que en el contexto es un ángel, llamado así por estar siempre pronto a cumplir las órdenes de Dios 2. Es la primera vez que aparece el nombre de vígil aplicado a los ángeles, pero esa denominación se hace común en la literatura apócrifa judía posterior 3. El árbol debe ser podado de ramas,.quedando sólo el tronco, y éste rodeado de cadenas (v.12), cuyo simbolismo aparecerá en la explicación ulterior.
El hagiógrafo pasa del símbolo a la cosa significada, y así, del árbol pasa al personaje representado por él, es decir, el mismo Nabucodonosor, al que se le quita su corazón de hombre y se le da un corazón de bestia (v.15), viviendo durante siete tiempos, o años4, en el campo como una bestia del campo, sintiendo sobre sus espaldas el rocío y comiendo la hierba de la tierra (v.12). La frase corazón de hombre alude a la inteligencia 5 y a los afectos humanos. El castigo, pues, consistirá en que el rey perderá su conciencia de hombre, cayendo en un estado amenté, creyéndose una bestia; es la enfermedad llamada zoantropía o lycantropia, bajo cuyo efecto el hombre se considera un animal. Este castigo decretado contra el rey es obra de los vigiles o ángeles, que constituyen como un consejo celestial6. Son los mandatarios de Dios, y por eso su sentencia es la sentencia de Dios mismo. El hagiógrafo hace confesar al propio Nabucodonosor que todo lo que va a suceder proviene de los ángeles de Dios, para que quede claro que el Altísimo es dueño de los reinos (v.14).
Una vez expuesto el sueño, el rey invita a Daniel a exponer su sentido. Le llama por su nombre, Baltasar, aludiendo a la etimología de este nombre relacionada con el dios de Nabucodonosor, Bel-Marduk7. Confiesa que en él reside el espíritu de los dioses santos (v.6), como había quedado patente en la interpretación del sueño anterior.

Interpretación del sueño (16-24).
16 Entonces Daniel, llamado Baltasar, se quedó por algún tiempo estupefacto y turbado por sus pensamientos. Díjole el rey: Baltasar, que no te turbe el sueño y su interpretación. Y Baltasar respondió: Mi señor, que el sueño sea para tus enemigos, y la interpretación para tus adversarios. 17 El árbol que viste que se había hecho grande y fuerte, y que con su cima tocaba los cielos y que se veía desde toda la tierra, 18 de hermosa copa y de tan abundante fruto que había en él alimento para todos, y bajo el cual se resguardaban las bestias del campo y en cuyas ramas anidaban las aves del cielo, 19 eres tú, ¡oh rey! que has venido a ser grande y fuerte, y cuya grandeza se ha acrecentado y ha llegado hasta los cielos, y cuya dominación se extiende hasta los confines de la tierra. 20 Vio el rey bajar de los cielos a uno de esos que velan y son santos, y decir: Abatid el árbol y destruidle, pero dejar en la tierra el tronco con las raíces y atadle con cadenas de hierro y de bronce entre la hierba del campo; que le empape el rocío del cielo y tenga su parte con las bestias del campo hasta que sobre él pasen siete tiempos. 21 He aquí, ¡oh rey! la interpretación y el decreto del Altísimo, que se cumplirá en mi señor, el rey. 22 Te arrojarán de en medio de los hombres y morarás entre las bestias del campo, y te darán a comer hierba como a los bueyes, te empapará el rocío del cielo y pasarán sobre ti siete tiempos hasta que sepas que el Altísimo es el dueño del reino de los hombres y se lo da a quien le place. 23 Lo de dejar el tronco donde se hallan las raíces, significa que tu reino te quedará cuando reconozcas que el cielo es quien domina 8. 24 Por tanto, ¡oh rey! sírvete aceptar mi consejo: redime tus pecados con justicia, y tus iniquidades con misericordia a los pobres, y quizá se prolongará tu dicha.

Daniel se siente embarazado antes de contestar, pues sabe que lo que va a decir es contrario a los intereses del rey. Al fin habla y le declara el sentido de la misteriosa visión: el árbol frondoso es Nabucodonosor mismo (v. 17). Será abatido y cortado hasta el tronco y será encadenado como amenté (v.21), siendo arrojado al campo para llevar vida de bestia (v.22). El árbol no fue totalmente desenraizado, sino que ha sido dejado con tronco (v.23), para indicar que volverá a brotar cuando pase la prueba y reconozca sus pecados y sea misericordioso con los pobres.

Locura y curación de Nabucodonosor (25-34).
25 Todo esto tuvo cumplimiento en Nabucodonosor, rey. 26 Al cabo de doce meses, mientras se paseaba en su palacio de Babilonia, 27 se puso a hablar, y dijo: ¿No es ésta Babilonia la grande, que yo, por el poder de mi fuerza y la gloria de mi magnificencia, he edificado para residencia real? 28 Todavía estaba la palabra en su boca, cuando bajó del cielo una voz: 29 Sabe, ¡oh rey Nabucodonosor! que te va a ser quitado el reino. Te arrojarán de en medio de los hombres, morarás con las bestias del campo y te darán a comer hierba como a los bueyes, y pasarán sobre ti siete tiempos hasta que sepas que el Altísimo es dueño del reino de los hombres y se lo da a quien le place. 30 Al momento se cumplió en Nabucodonosor la palabra: fue arrojado de en medio de los hombres y comió hierba como los bueyes, y su cuerpo se empapó del rocío del cielo, hasta que llegaron a crecerle los cabellos como plumas de águila, y las uñas como las de las aves de rapiña. 31 Al cabo del tiempo señalado, yo, Nabucodonosor, alcé mis ojos al cielo y recobré la razón. Yo bendigo al Altísimo, alabo y glorifico al que domina con eterno dominio y cuyo reino perdura de generación en generación. 32 A sus ojos, todos los habitantes de la tierra son nada, y con el ejército de los cielos y con los habitantes de la tierra hace según su voluntad, sin que nadie pueda resistir a su mano y decirle: ¿Qué es lo que haces? 33 Recobré entonces la razón y me fueron devueltas la gloria de mi reino, mi. magnificencia y mi grandeza, y rne llamaron mis consejeros y mis grandes, y fui restablecido en mi reino, y todavía se acrecentó mi poderío; 34 y ahora yo, Nabucodonosor, ensalzo y glorifico al Rey del cielo, cuyas obras todas son verdad, cuyos caminos son todos justos y que puede humillar a los que andan en soberbia.

El hagiógrafo destaca que el castigo de Nabucodonosor le sobrevino por su orgullo e insolencia, al considerar como suya la grandeza y opulencia de la ciudad de Babilonia. En la mentalidad del autor sagrado sólo Dios es quien entroniza y destrona, y los imperios sucesivos en la historia no son sino etapas pasajeras ordenadas por Dios hasta la manifestación del reino de Dios. La locura de Nabucodonosor le sobrevino después de doce meses (v.25), lapso de tiempo necesario para que pudiera arrepentirse, según le anunció Daniel. En su vanagloria hizo caso omiso de la predicción de éste, y Dios le castigó con la mayor humillación que puede sufrir un hombre: perder la conciencia de su personalidad humana.
La frase orgullosa del rey está muy en consonancia con las inscripciones que nos dejó en sus numerosas construcciones mastodónticas, en las que habla de mi querida Babilonia, la ciudad que yo amo, y el palacio, la admiración del pueblo, el sitial de la realeza, la morada de la felicidad. Aquí Nabucodonosor se deja llevar de su vanidad. Al punto es castigado por Dios con la enfermedad de lycantropía o zoantropía, perdiendo su conciencia de hombre y pretendiendo llevar una vida como las bestias, dejándose crecer los cabellos y las uñas desmesuradamente (v.30). La frase del hagiógrafo es irónica, pues quiere contrastar la grandeza anterior con la realidad presente.
En realidad no sabemos por la historia extrabíblica que Nabucodonosor haya sufrido tal amencia y haya abandonado el reino por algún tiempo. Algunos autores creen que debe sustituirse el nombre de Nabucodonosor por el de Nabónides, que durante algún tiempo dejó el poder a su hijo Baltasar y se retiró a Tema, en Arabia 9. Eusebio cuenta un relato de Nabucodonosor que pudiera tener alguna analogía con el relato bíblico 10, pero en el fondo no se trata de una pérdida de la razón del monarca. No debemos perder de vista el fin didáctico del fragmento en la mente del hagiógrafo, y, por otra parte, la forma artificial con que el hecho es presentado por el mismo Nabucodonosor, que no parece muy verosímil en los modos de ser del déspota babilonio, sobre todo las confesiones de fe y de reconocimiento al Dios de los judíos.
El compilador, pues, pudo recoger tradiciones populares de la época del exilio, adornándolas conforme a sus finalidades temáticas de exposición. Algunos autores incluso han querido ver en el nombre de Nabucodonosor un seudónimo del perseguidor Antíoco IV Epifanes, pero nada favorece esta hipótesis, ya que no sabemos que el perseguidor de los judíos haya reconocido la supremacía del Dios de éstos. Es más sencillo suponer que nos hallamos ante relatos en los que lo ideológico priva sobre lo histórico.

1 Cf. Ez 32:1ss. 2 1Re_22:19; Dan_7:10; Tob_12:15; Job_1:8; Job_2:3; Isa_62:6. 3 Apocalipsis de Henoc 12:4; 13:10. 4 Para esta denominación equivalente a años cf. 7:27; Gen_10:18. Siete puede designar simplemente largo tiempo (Gen_3:19). 5 Sobre el corazón como sede de la inteligencia véase 1Re_10:24; Jer_5:21; Sal_90:12; Pro_15:14; Job_9:4; Job_36:5. 6 Cf. 1Re_22:195; Job_1:6; Job_2:1; Job_15:8. 7 El nombre Baltasar en babilonio puede considerarse como teóforo, descomponiéndolo así: Bel-balatsu-usur = Bel protege su vida. 8 Cielo aquí equivale a Dios. Es una denominación que sólo aparece en la época macabea: 1Ma_3:18-19; 1Ma_4:10; 1Ma_24:55; 2Ma_9:20. Es un indicio más de la época de composición del libro de Daniel. 9 Sobre esta interpretación véase E. Dhorme: RB 9 (1912) 373; I. Plesis, en Dict. óe la Bible Suppl. I (1928) 799. 10 Según Eusebio, que sigue la historia asiría de Abideno (200 a.C.), Nabucodonosor, estando sobre la terraza de su palacio, se sintió invadido por el espíritu de profecía y anunció la invasión de Ciro, al que llamó mulo persa; después de lo cual desapareció de repente de la sociedad. Pero no se alude a su locura. Véase Eusebio, Praep, Evang. 9:41: PG 21:762A.