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Proverbios.
Introducción.
El título. El máshál hebreo.
El libro de los Proverbios lleva en el texto hebreo el título Mislé Selomo, que la versión de los LXX han traducido por Ðáñïéìßáé Óáëùìùíôïò, y la Vulgata Líber Proverbiorum. La tradición cristiana en su liturgia ha designado este libro, como los otros estrictamente sapienciales i, con el de Sabiduría de Salomón. Sólo cuando esta denominación se reservó para el libro que hoy intitulamos con ella, se dio al libro de los Proverbios su actual título, que responde al hebreo, tomado de 1:1.
Proverbio es una breve sentencia que, generalmente bajo una imagen o comparación, recoge una observación interesante, a veces curiosa; casi siempre un consejo útil para la vida práctica, cuya inteligencia exige frecuentemente atenta reflexión. Forma de sabiduría popular que se encuentra en todos los pueblos, cada cual tiene su refranero, especialmente en los orientales. Alguien la definió sabiduría de muchos e ingenio de uno 2, que supo expresar aquélla en su forma proverbial.
Pero el máshál hebreo tiene una significación más amplia y una dimensión más religiosa que nuestro proverbio. Etimológicamente implica la idea de semejanza, comparación; como éstas eran cultivadas especialmente por los sabios, máshál vino a designar cualquier escrito sapiencial, sobre todo si en ellos se empleaban expresa o tácitamente aquellas figuras literarias. Así se aplicó a la parábola 3, a los oráculos de Yahvé expresados por medio de imágenes4, a los vaticinios de Balaam 5; incluso a poemas satíricos contra los falsos profetas6, contra los ricos opresores7. En cuanto a su dimensión religiosa, una séptima parte de los contenidos en proverbios encierran enseñanzas de orden dogmático o moral. Los demás son meras reglas de prudencia humana. Pero, si consideramos el libro en su conjunto, se adivina en la mente del autor sagrado un fondo religioso, unos principios morales, entre los que sobresale el temor de Dios, que informan todo el libro. De ahí que los judíos, no obstante el carácter profano de muchos de sus proverbios, consideraran siempre el libro como inspirado, y sus sentencias llenas de sabiduría y autoridad.
La forma literaria de los proverbios es poética, que facilita su retención en la memoria, comparativa a veces hiperbólica , muy apta para enseñar e impresionar las mentes sencillas del pueblo hebreo, en dísticos antitéticos casi siempre, cuyo contraste pone más de relieve la idea que se quiere inculcar. Todo lo cual hace de las páginas de los Proverbios una de las lecturas más amenas de la literatura antico-testamentaria 8.
El estilo proverbial no es exclusivo de Israel. Se encuentra en el Oriente 9 En el comentario aludiremos a la sabiduría de Ahikar, de Asiría, que debió de escribir en el siglo VII y bajo cuyo nombre nos han llegado muchas colecciones de sentencias 10. Citaremos también sentencias de Amen-en-ope, alto funcionario de Egipto que vivió entre los años 1000-600, cuya semejanza con las de Proverbios hace pensar en la dependencia de éstas respecto de las del sabio egipcio, si es que no dependen ambas de una fuente común 11.
Contenido.
Proverbios contiene un maravilloso conjunto de máximas sobre la sabiduría divina y la humana, que hacen del libro un precioso manual de conducta que enseña el arte del buen vivir. Pues, como observó San Basilio, contiene la ordenación de las costumbres, la enmienda de las pasiones, enseñando en brevísimas advertencias todo aquello que hay que hacer o hay que evitar 12.
Su contenido más importante lo encierran los capítulos 8-9, en los que el autor hace un cumplido elogio de la sabiduría divina, señala su origen y excelencias y describe sus efectos maravillosos en la creación. Añade una apremiante exhortación a su búsqueda y a regir la vida por los principios que de ella dimanan.
Los demás capítulos contienen sentencias de orden moral y humano de dimensión universalista. Para toda virtud tiene su recomendación, especialmente para el principio de todas ellas, que es el temor de Dios, y para todo vicio su reproche, particularmente para el libertinaje, la injusticia, la ociosidad, la ira y el odio. Todas las diversas clases de hombres encuentran en el libro consejos adecuados a su profesión: los reyes, los jueces y los magistrados, los que tienen negocios y los que carecen de ellos, los amigos y los enemigos, los jóvenes y las personas de edad madura; se regulan incluso las relaciones entre los padres y los hijos, los hombres y las mujeres,, los señores y los siervos. Y en todos los aspectos de su vida, religioso, moral, político, social, con sus circunstancias concretas, señala la norma práctica a seguir dictada por la sabiduría.
El fin, por consiguiente, que se ha propuesto el redactor en su obra es el enseñar a los hombres de toda clase y condición, y en todas las circunstancias de su vida, la ciencia y el arte del buen vivir. Es decir, las enseñanzas de la Sabiduría, que se refleja en la creación y en la ley de Dios, y que señalan los principios de conducta para una vida recta y feliz y las normas concretas de prudencia y discreción, de disciplina y corrección, precisas para obrar con rectitud moral y asegurar el éxito en las diversas empresas y negocios de la vida (en la mente del autor la virtud es premiada en este mundo). El arte de vivir sabiamente consiste, por tanto, en el cumplimiento de las instrucciones de la sabiduría, en la observancia de los mandamientos. Y como a esto se llega por el temor de Dios, de ahí la repetida enseñanza del sabio de que el temor de Dios es el principio de la sabiduría, y en este sentido la sabiduría misma; el temor de Yahvé, dice el libro de Job, ésa es la sabiduría; apartarse del mal, ésa es la inteligencia.13 Véase comentario a 1:1-7.
División.
La división del libro apenas podría hacerse en razón de su contenido, ya que los diversos temas se tratan en las diferentes partes del mismo. Puede, en cambio, hacerse fácilmente si atendemos a los distintos autores a que el mismo texto atribuye secciones de proverbios y al estilo que caracteriza a cada una de éstas. Teniendo en cuenta estos factores, proponemos la división siguiente:
Prólogo (1:1-7). Presenta el título y argumento del libro.
I. Exhortación a conseguir la sabiduría (1:8-9:18). Amplia introducción al libro, en que su autor, anónimo, en estrofas de unos diez versos, invita al estudio de la sabiduría, haciendo su elogio y poniendo de relieve sus frutos. Pone en guardia, especialmente a los jóvenes, de los peligros de corrupción que apartan de ella.
II. Primera colección de proverbios de Salomón (10:1-22:16). Comprende 373 sentencias, que el mismo texto atribuye al rey sabio, expresadas en paralelismo antitético la primera parte de la colección (10-15), sinónimo la segunda (16-22). Señalan normas de conducta para practicar las virtudes y evitar los vicios.
III. Dos colecciones de sentencias de los sabios (22:17-24:34). La primera colección comprende 38 sentencias; la segunda, solamente seis, distribuidas en dísticos o estrofas de varios versos, de paralelismo sinónimo. Exhortan a la justicia con el prójimo, a evitar la intemperancia, a vencer la pereza dadas sus consecuencias.
IV. Segunda colección de proverbios de Salomón (25-39). Más breve que la primera, presenta 127 sentencias, recogidas, dice el texto, por los varones de Ezequías. De gran parecido con aquélla, contiene bellísimas comparaciones y antítesis sobre el rey, el loco, la pereza, la vida del campo, que hacen de esta sección uno de los fragmentos más hermosos del libro.
V. Proverbios de varios autores (30-31:9). A Agur, personaje desconocido, se atribuyen las sentencias de 30:1-14, y a Lemuel las de 31:1-9. Unas y otras en tetrásticos (estrofas de cuatro esticos). Agur exalta la palabra divina y la áurea mediocridad; Lemuel consigna consejos que le dio su madre para ponerlo en guardia frente al vino y las mujeres.
Entre ambas breves colecciones se intercalan, sin consignar su autor, unas sentencias numéricas (30:15-33), forma literaria muy del gusto de los orientales. Los tres grupos de sentencias difieren notablemente por su tono y forma de las precedentes colecciones.
Epílogo. Elogio de la mujer fuerte (31:10-31). Termina el libro con un bellísimo poema alfabético, de paralelismo sintético, en que un autor anónimo hace el elogio de la mujer como esposa, madre y ama de casa.
La presente división sigue el orden del texto hebreo, del cual difiere el de los LXX. Estos colocan los proverbios de Agur (30:1-14) después de la primera colección de los sabios (22:17-24:22), y las sentencias anónimas de 30:15-33 y los proverbios de Lemuel (31:1-9) después de la segunda colección de los sabios (24:23-34).
Autor, fecha y método de composición.
Los diversos autores indicados y las diferencias de estilo señaladas anteriormente indican que la cuestión del autor y fecha de composición de los Proverbios tiene que ser tratada respecto de cada una de las diversas secciones en particular. Seguiremos el orden precedente.
1. El prólogo y exhortación introductoria. El título de la sección segunda, Proverbios de Salomón, indica que ésta que le sirve de introducción no es del rey sabio. Hay indicios para pensar que es de época bastante posterior a él. Las exhortaciones desarrolladas en amplias estrofas en distinción a los aforismos sueltos de la época salomónica, la personificación de la sabiduría en los capítulos 8-9, la revelación antico-testamentaria respecto de ella, suponen una tradición sapiencial que tiene ya un largo pasado. También el ambiente social que reflejan estos capítulos no es el de la edad de oro del rey Salomón, sino que se pronuncian por una época de agitación política y social y decadencia moral profunda, que evocan los días que precedieron al destierro o la época persa. Como, por otra parte, el autor desconoce la retribución del más allá, que no encontramos hasta los escritos del siglo u, parece que la introducción a los Proverbios fue compuesta durante el siglo IV.
2. Las colecciones salomónicas. El libro atribuye las secciones segunda y cuarta al rey Salomón. Indicios internos y referencias externas prestan fundamento suficiente para atribuir al gran rey estas dos colecciones, que constituyen, en consecuencia, la parte más antigua del libro. La forma literaria, dísticos sin ilación de unos con otros, arguye un tiempo muy temprano de composición, ya que la forma más antigua de las sentencias parece haber sido la corta, el proverbio de una sola línea. Su contenido empírico, simples constataciones de la vida cuotidiana, nos dice que nos encontramos todavía en los orígenes de la literatura sapiencial bíblica.
Las mismas sentencias relativas a la realeza dejan entrever que han sido compuestas en los días gloriosos de la monarquía.
Esto confirman los datos externos. Los libros sagrados mismos nos hablan de la sabiduría proverbial de Salomón. El libro I de los Reyes dice que pronunció tres mil proverbios 14. El libro de la Sabiduría refleja la impresión que causó su sabiduría 15, y el Eclesiástico pone de relieve la admiración que suscitaron sus proverbios 16. Tal vez éstos se transmitieron primero oralmente y sólo más tarde fueron consignados por escrito, como debió de ocurrir con los de la segunda colección recogidos por los sabios de la corte de Ezequías. Dado que este procedimiento literario fue cultivado en Oriente ya antes de Salomón y gozó siempre del agrado popular, no hay dificultad ninguna en admitir que en los días del gran rey fuese también utilizado en Israel17.
Salomón es, sin duda, el autor de un buen número de las sentencias contenidas en ambas secciones. No se excluye, claro está, la posibilidad de que algunas sean adiciones posteriores, a que tan fácilmente se presta este género de colecciones. Más aún, el parentesco de algunas de ellas con el Deuteronomio y los escritos profetices dan a entender que son de autores más recientes 18.
3. Las colecciones de los sabios. El texto las atribuye a los sabios. Las dos presentan gran parecido en su forma y pensamiento, por lo que se concluye pertenecen a la misma época y son producto del mismo círculo de sabios. Quiénes sean éstos y en qué tiempo escribieron, no es fácil determinarlo, ya que nada nos dicen sobre ello las fuentes bíblicas ni tenemos noticia alguna por otras fuentes. El léxico y las formas aramaicas, la disposición en estrofas de cuatro, cinco o más versos, que la distingue de la sección precedente y la asemeja a la introducción; la ética interior y profunda, que supone un grado avanzado de reflexión; la probable dependencia de fuentes extranjeras (véase el comentario a esta sección), indicarían como fecha más probable de composición la época posterior al exilio, pero probablemente por autores diferentes al de la sección introductoria, dada la notable diferencia de ambas secciones en cuanto a su estructura y material.
4. Las colecciones de varios. El texto atribuye la primera (30:1-14) a Agur, la tercera (31:1-9) a Lemuel, y presenta anónima la segunda (30:15-33), sin indicación alguna sobre fecha de composición. De Agur y Lemuel sólo sabemos que fueron de la ciudad de Mesa ¿dos israelitas que vivían fuera de su patria? ¿dos extranjeros adoradores de Yahvé? , si es que esta expresión no designa el género literario de lo que sigue (oráculo, vaticinio)19. En cuanto a la fecha de composición, los arameísmos, la forma tetrástica, su contenido y el lugar que ocupan en el libro quizá indiquen también para estas colecciones como fecha más probable la posterior al destierro. El agnosticismo de Agur recuerda al Eclesiastés. La forma rndshál de las sentencias anónimas no decide nada, pues se encuentra en toda literatura hebraica desde Amos 20 hasta el Eclesiástico 21.
5. El elogio de la mujer fuerte. Nos es desconocido el autor de este bellísimo poema. El estilo, la forma alfabética, el ambiente moral que refleja, semejante al del prólogo, con su oposición entre la mujer sabia y fuerte y la mujer necia y adúltera; el lugar que ocupa en el libro, después de las secciones no salomónicas, parecen indicar que es el fragmento de más reciente composición. Pudiera ser del autor del prólogo o de un sabio de la misma escuela.
La composición del libro de los Proverbios en su forma actual tendría lugar de la siguiente manera. De las muchas sentencias de Salomón que se fueron transmitiendo de generación en generación, un autor de época tardía formó la primera colección salomónica, tal vez a base de pequeñas colecciones de proverbios del rey sabio, como sugieren los duplicados 22, con algunas adiciones o retoques suyos. A manera de apéndice se le añadieron las Sentencias de los sabios, que tanto en el TM como en los LXX aparecen después de ella. No sabemos por qué se la colocó antes de la segunda colección salomónica; tal vez llegó a manos del redactor final antes que ésta. Bajo el reinado de Ezequías se había formado la Segunda colección salomónica, que el redactor añadió a las colecciones precedentes con el título También éstas son sentencias de Salomón (25:1). Como complemento añadió las pequeñas Colecciones de Agur y Lemuel y las Sentencias anónimas que aparecen diversamente colocadas en el TM y en los LXX. Finalmente, un último redactor, si no es toda la obra de compilación de uno solo, compuso la Exhortación a alcanzar la sabiduría como prólogo a toda la obra, y tal vez él mismo el Elogio de la mujer fuerte como epílogo. Esta obra del último redactor debió de tener lugar entre los años 500-300, quizá hacia la mitad del siglo IV, fecha, por consiguiente, de composición de los Proverbios en su forma actual. Bajo ella existía ciertamente cuando fue escrito el Eclesiástico (hacia el año 180), como aparece de la comparación de Pro v 1:6 con Eclo 47:18.
Aparece claro que no todo el libro es de Salomón. Si la tradición se lo atribuyó en su totalidad, como también el Eclesiastés y la Sabiduría, la razón es siempre la misma. Salomón pasó a la posteridad como el rey sabio por excelencia, lo mismo que Moisés como el gran legislador de Israel, y David como el salmista por antonomasia. De la misma manera que el Pentateuco se atribuye a Moisés, aunque contenga leyes posteriores a él, y el Salterio a David, sin-que todos los salmos sean suyos, se atribuyen a Salomón los libros citados sapienciales, aunque no todo su contenido sea del rey sabio.
Doctrina religiosa.
Advertimos, al tratar de su contenido, que el libro de los Proverbios no es un tratado dogmático, sino más bien una antología de sentencias; unas de contenido moral; otras, muchas más, observaciones y consejos de prudencia humana y sabiduría práctica. Hay, no obstante, unos presupuestos dogmáticos, fundamento de la moral, y no pocas verdades morales que dan al libro un tono religioso, aunque la mayor parte de sus sentencias sean más bien de carácter profano.
Doctrina dogmática.
1. Dios. Se supone admitido por todos el monoteísmo al no haber alusión alguna a la idolatría, que era desenfrenada en los días que precedieron al destierro 23. Yahvé, nombre con que se designa a Dios en el libro 24, ha creado el mundo con su sabiduría 25. Lo ve y sabe todo 26. Lo gobierna todo con su providencia, incluso las acciones y proyectos de los hombres 27, cuyos más íntimos secretos penetra 28. Es el dispensador de los bienes, autor del rico y el pobre 29; defiende la causa de éste30 y recompensa lo que en su beneficio se hace 31, y considera como insulto a sí mismo el que -contra el pobre se comete 32a. A todas sus obras señala misión que cumplir 32b. Yahvé es eterno 33 e inmutable en sus designios 34.
Se afirma la bondad de Dios, que se complace en el justo y en sus caminos 35. Es misericordioso aun cuando castiga 36, lleno de bondad para los buenos que en El confían 37, de perdón para quienes confiesan su pecado 38. Pero se insiste mucho más en su justicia, como se verá al tratar de la retribución, que de ordinario aparece en la Sagrada Escritura acompañada de la misericordia. Dios, esencialmente justo, tiene como norma suprema de su conducta con los seres humanos, que es la justicia 39.
2. La Sabiduría. La Sabiduría divina. El autor de los Proverbios afirma el origen divino de la Sabiduría, que está en Dios, de quien procede por generación40; su preexistencia a todas las criaturas y la parte que tuvo en la creación de las mismas41. Canta sus excelencias, declarando sus cualidades y los efectos maravillosos que realiza en el mundo 42. Es un don de Dios 43 que se comunica a los hombres, con quienes ella tiene sus delicias 44. Tomando la palabra, cual persona viviente, invita a todos a seguir sus consejos; tenemos también aquí el universalismo de los profetas45. La ley, a cuyo cumplimiento exhorta, sobrepasa la ley mosaica. Más bien que ella y las exhortaciones proféticas son las reflexiones humanas, iluminadas por la sabiduría divina, los principios de conducta que los Proverbios señalan.
La sabiduría humana comprende en los Proverbios varios conceptos, de orden especulativo unos, de orden práctico otros, íntimamente relacionados entre sí, cuya enumeración da la idea compleja de la sabiduría humana en el libro. Son éstos: la ciencia especulativa, que proviene de la revelación y la observación, y comprende el saber o posesión de la verdad 46, la agilidad mental, ingenio o perspicacia para entender las sentencias de los sabios y sus enigmas 47, las aptitudes didácticas, como la elocuencia, la gracia misma en el exponer, para comunicar a otros las enseñanzas de la sabiduría48. La sabiduría es más veces la ciencia práctica que enseña a conducirse en las diversas circunstancias de la vida conforme a los postulados de la sabiduría, tanto en orden físico como en el orden moral. Y bajo este aspecto comprende la prudencia o discreción, que debe acompañar al hombre en todos sus actos 49; la sagacidad y destreza para desenvolverse con éxito en las empresas difíciles y delicadas50. Pero la sabiduría bíblica es ante todo es éste el aspecto en que más se insiste en el libro la rectitud moral, que comprende la justicia, la probidad, la equidad51, es decir, la práctica de todas las virtudes y huida de todos los vicios 52, y requiere disciplina y corrección53. Principio y parte fundamental de esta sabiduría es el temor de Yahvé 54.
3. El ser humano. Naturaleza, Tiene un cuerpo, creado por Dios55, y un hálito vital56, lámpara encendida por Yahvé que penetra hasta el fondo de las entrañas 57, principio de su vida intelectual y conciencia, que descubre su conducta moral. Su estado de ánimo influye en el cuerpo 5S. Se le supone a cada paso dotado del libre albedrío, pues la sabiduría le promete premio o castigo, según que siga o no las sendas por ella trazada59; a su vez, el hombre puede seguir sus consejos o hacer caso omiso de ellos, como suponen sus continuas exhortaciones a que los observe60, a las que de hecho alguna vez ha faltado 61.
¿Inmortalidad del alma? Los autores de los Proverbios afirman la supervivencia de las almas. El hombre después de su muerte desciende al seol, morada de los muertos62, representado como un monstruo insaciable que engulle a todos los vivientes cuando dejan de existir 63, situado en las profundidades de la tierra 64. Su vida allí, un estado de semiinconsciencia y sombras, es poco envidiable 65. Una afirmación expresa de la inmortalidad del alma, razón ontológica de esa supervivencia, no se encuentra en todo el libro. Algunos quieren verla en 12:28, donde el texto hebreo dice: en la senda de la justicia está la vida, y el camino de su senda la no-muerte. Pero dicho texto es muy dudoso y las versiones dan un sentido diverso, preferible, que está de acuerdo con el pensamiento del libro: la senda recta lleva a la vida feliz; la tortuosa, a la muerte prematura. Con mucha frecuencia se afirma que la sabiduría confiere la vida (véase después a propósito de la retribución). Pero la perspectiva parece ser siempre terrena, de modo que la idea de una inmortalidad ética, o fue desconocida para los sabios, o la consideran como algo sin importancia para la vida práctica (Toy) 66.
La retribución. Los autores de los Proverbios participan de la concepción tradicional de su pueblo: las obras buenas son recompensadas en esta vida y las malas reciben en ella su castigo. A la hora de la muerte, todos descienden al seol para llevar allí la vida antes indicada. El premio que se concede a los buenos es una vida larga, feliz y próspera, llena de honor y riquezas, y un buen nombre ante Dios y los hombres67; el castigo de los malos es el deshonor, la desventura, la ruina y la muerte prematura68. Hay algunos textos en los que parece haber una afirmación de la retribución en el más allá, pero son desde el punto crítico dudosos; las versiones dan lecciones diferentes y pueden sin violencia interpretarse de la retribución temporal69. Las expresiones que encontramos en otros versos y que expresan bienes que otorga la sabiduría a quienes siguen sus consejos, árbol de vida70, senderos de vida71, fuentes de vida72, son demasiado indeterminadas para que puedan ser interpretadas de la retribución de ultratumba en un contexto en el que se trata de la temporal y en un libro en el que no hay texto otro alguno en el que se afirme aquella doctrina.
La experiencia clama contra la tesis tradicional: muchas veces los buenos son afligidos y los malos triunfan. Los autores del libro contestan que también los buenos precisan ser purificados, pues ninguno está del todo exento de pecado 73, y que sus tribulaciones pasarán. Por lo que a los malos toca, se contentan con amenazarles con los males antes mencionados cuando contemplan su triunfo. Pero aquella experiencia, tan frecuentemente repetida, debió de ir causando profunda impresión en sus ánimos, y tal vez sospecharon que no todo premio y castigo tenía lugar en esta vida y que no era idéntica la suerte en el más allá para justos y pecadores74, si bien no hay afirmación alguna expresa sobre ello. Si los sabios hubieran conocido la inmortalidad bienaventurada o desventurada, habrían dado la solución al problema, a la vez que habrían tenido un más sólido fundamento, del que no habrían prescindido, para sus recomendaciones a la práctica de las virtudes y la huida de los
Doctrina moral.
1. El temor de Dios es el principio de la sabiduría, en cuanto que lleva al hombre a la práctica de las virtudes, en que la sabiduría bíblica fundamentalmente consiste. Es, además, parte integrante y fundamental de la misma, porque la piedad para con Dios eso viene a ser el temor de Yahvé75 habrá de ser exigencia básica y primordial de toda auténtica sabiduría. Así constituye un deber moral fundamental del hombre para con Dios76, que es fuente de vida77 y asegura el porvenir78.
2. La práctica de las virtudes y la huida de los vicios. El ser humano debe esforzarse por conseguir la sabiduría siguiendo los consejos de los sabios. Ella, que en el orden natural proporciona una vida feliz, exige y recomienda para ello la práctica de todas las virtudes y la huida de todos los vicios. En particular exhorta a practicar la humildad y evitar el orgullo con expresiones que nos recuerdan las de Jesucristo en el Evangelio 79. Recomienda la diligencia para el trabajo y la huida de la ociosidad, que proporcionan, respectivamente, la abundancia y la ruina al hogar 80; la sobriedad en cuanto al vino 81 y en los banquetes 82. Pone en guardia, especialmente en la primera sección, contra el trato licencioso con las mujeres impúdicas, que pone en peligro la paz familiar 83. Al inculcar la moderación en las riquezas y condenar la avaricia, enseña la áurea mediocridad: ni riquezas ni pobreza, sino un justo medio que le mantenga lejos de la soberbia y de maldecir a Dios 84.
3. Moral familiar. El matrimonio se supone monogámico, y se recomienda a los esposos la fidelidad conyugal como factor importantísimo para el bienestar familiar85. La mujer buena es un honor para su marido y su corona86, un inestimable tesoro que sólo Yahvé puede conceder87. Su inteligencia (temor de Dios), mucho más importante que su belleza88, asegura la prosperidad de la casa89. La quisquillosa y de mal carácter, por el contrario, resulta inaguantable 90. Los padres tienen obligación de educar a sus hijos 91. Su educación constituirá una fuente de alegrías para ellos 92, tarea que corresponde también a la madre 93. Si para conseguirla es preciso, deberá emplear medios correctivos; quien entonces no los emplea no ama en realidad a su hijo 94. Los hijos a su vez deben respetar, obedecer y ser dóciles a los mandatos y enseñanzas de sus padres 95. Se condenan enérgicamente ciertas faltas que en los hijos para con sus padres resultan de todo punto detestables, como el robo 96, las injurias 97, los malos tratos 9S. Los señores deben preocuparse del bien físico99 y del bien moral100 de los siervos y no deben acusarlos ante sus dueños, exponiéndolos a que les maldigan 101. Hay siervos inteligentes que merecen ser asociados a los hijos 102. Otros no obedecen sino mediante el castigo 103.
4. Relaciones sociales. Los sabios no se limitan a la moral individual y a la vida familiar, sino que dan también los principios y normas que deben informar las relaciones sociales entre los hombres en general y entre ciertas clases en particular. Aquéllas deben estar reguladas por la caridad y misericordia, recomendadas con expresiones que se acercan a las del Nuevo Testamento, si bien los motivos son todavía más o menos egoístas, y por la justicia, que se identifica con la rectitud y aparece en todas las páginas de los Proverbios. El hombre debe hacer el bien a los demás con prontitud 104, practicar las obras de misericordia 105, especialmente para con el pobre 106, incluso con el enemigo 107. Con los mismos animales deberá ser humano 108. Y debe evitar el devolver mal por mal109, alegrarse del mal ajeno 110, despreciar a los demás 111, especialmente al pobre, lo que indigna al Creador 112. La justicia, que vela por los derechos de los hombres, exige la veracidad en todas las circunstancias 113; dar el peso y medida justas 114, la integridad en los jueces, frecuentemente corrompida por las dádivas 115. Y condena el poner asechanzas a la vida de los demás 116, cooperar al robo 117, la usura 118. Una de las cosas que recomiendan con más frecuencia los Proverbios es el buen uso de la lengua: la muerte y la vida están en su poder; cual sea el uso que de ella hagas, tal sera el fruto 119. Es preciso decir la verdad 12° y ser parco en el hablar, lo que es indicio de sabiduría 121, y evitar la chismorrería 122, la maledicencia 123, la calumnia 124 y, sobre todo, el falso testimonio, que es severamente condenado 125.
Se señalan en particular las relaciones entre el rey y sus subditos. El rey, que recibe de la Sabiduría las disposiciones necesarias para gobernar con acierto y cuya autoridad es necesaria para la buena marcha de los pueblos 126, ha de ser inteligente y prudente, bueno y fiel127, no codicioso 128; ha de hacer reinar entre sus subditos la justicia y el derecho 129, preocupándose de un modo especial de los pobres y humildes 130. Todo ello, más interesante que el número de los subditos 131, hace estable su trono 132 y da a los pueblos grandeza y prosperidad 133. Es preciso que el rey escoja como consejeros hombres inteligentes que sepan asesorarle en las circunstancias difíciles, como la guerra 134. Los subditos harán bien en sentir un saludable temor hacia el rey que les evite actitudes que puedan provocar su ira. Su benevolencia es garantía de favores reales, pero su ira, dado que son señores de la vida y de la muerte, podía poner aquélla en peligro 135.
También para los amigos tienen sus normas los sabios136. La amistad no es sólo para hacerse compañía, ni ha de tener como móvil los beneficios que las riquezas del amigo pueden reportar137. Los amigos han de amarse sinceramente, en todo tiempo 138, y ser como verdaderos hermanos cuando las circunstancias lo exigen 139. No es fácil hallar tales amigos 14°. Han de ser fieles a la amistad probada 141 y encubrirse sus mutuos defectos 142. Hacerse mal es detestable 143.
Moral de los Proverbios y moral evangélica. Los sabios de nuestro libro no ignoraban motivos elevados y desinteresados que proponer a la conducta de sus lectores: el temor de Dios 144, la amistad y complacencia de Yahvé 145, el gozo y el honor de los padres 146, el bien del prójimo 147. Sin embargo, su moral está dominada por motivos egoístas y humanos: aprovecharse lo mejor posible de la vida sobre la tierra, obtener sus recompensas y evitar los males enumerados al hablar de la retribución. Quizá no se pudiera pedir más a quienes ignoraban los destinos del más allá y no les había sido revelada la religión que reclamaría como primera exigencia, junto al amor a Dios, el amor al prójimo como a sí mismo. Sería la revelación neotestamentaria la que por encima de todo motivo humano colocase la gloria de Dios, el bien de los demás, el bien propio moral en orden a la salvación y santificación de las almas para una eterna y celestial bienaventuranza 148.
Inspiración y canonicidad.
Nunca hubo dudas respecto de la inspiración de los Proverbios, por lo que se le enumera entre los libros protocanónicos. El Eclesiástico alude, sin duda, a él en su prólogo es el escrito sapiencial precedente que más se le parece , y en 47:17, al hacer el elogio de la ciencia sapiencial del rey Salomón, menciona los Proverbios (çáâïéìßáé). Los judíos lo admitieron siempre en el canon de libros sagrados. El concilio de Jamnia, que tuvo lugar hacia el año 100 d. C., acabó con las controversias rabínicas que más que sobre el carácter religioso del libro versaban sobre su uso litúrgico , originadas por ciertas supuestas contradicciones y descripciones inconvenientes149, que explicó en razón de su oportunidad y dándoles una interpretación alegórica.
Los cristianos, al recibir corno texto oficial los LXX, aceptaron como inspirado el libro. El Nuevo Testamento lo cita algunas veces 15°; alude otras a él, si no se trata de meras coincidencias 151. Como canónico lo consideraron también los Santos Padres y escritores eclesiásticos 152, que encontraron en él doctrina abundante para instruir a sus fieles. Teodoro de Mopsuestia parece no negó la inspiración del libro, sino que lo subestimó en atención a que sus proverbios parecen encerrar una mera sabiduría humana.
Respecto de la dificultad que pudiera provenir del carácter aparentemente humano muchos de sus proverbios parecen dictados por la mera experiencia y el sentido común , baste añadir a lo indicado a propósito del contenido la observación que frente a tales dificultades hacía Ricardo Simón: Una cosa es la revelación, y otra la inspiración; la inspiración de un libro no ha de ser deducida de su contenido, sino de la revelación divina, que se nos manifiesta con toda certeza153. La revelación tiene por objeto verdades desconocidas; la inspiración puede versar sobre cosas plenamente conocidas, a las que añade certeza divina.
Texto y versiones.
1. El libro fue escrito en hebreo. El texto hebreo, mejor en la primera sección, tiene bastantes corrupciones, como revelan las correcciones marginales de la masora y las versiones, difíciles de evitar en esta clase de libros, en que numerosas expresiones se repiten muchas veces. Algunas de las corrupciones pudieran ser debidas a los escribas, correcciones voluntarias que suelen ser raras en los libros de contenido no teológico. En su mayor parte serían originadas por la mayor libertad con que los judíos trataban estos libros, que no consideraban tan sagrados y autoritativos como el Pentateuco 154.
2. La versión de los LXX, que debió de estar terminada por el año 130, en que el nieto de Ben Sirac componía su prólogo al Eclesiástico, es deficiente. El traductor no captó siempre el sentido del hebreo; tradujo a veces libremente, con perjuicio del sentido genuino del texto, para dar una traducción más suave, obtener una mejor antítesis o un pensamiento más adecuado. Contiene adiciones y paráfrasis que constituyen nuevos dísticos 155. Algunas 156 podrían provenir de un texto más antiguo que el texto masorético, y sin duda indican que nuestro hebreo es una selección del mucho material proverbial que por entonces debía de correr. Omite también sentencias que se encuentran en el hebreo y en las demás versiones 157; pero el texto griego resulta algo más largo que el hebreo. En general da un texto más antiguo que nuestro hebreo, por lo que muchas veces proporciona elementos valiosos para la reconstrucción crítica del texto 158.
3. La versión latina, Vulgata, hecha por San Jerónimo del texto hebreo hacia el año 398 d. C., presenta muy pocas divergencias con el texto hebreo, por lo que ofrece poco material para su reconstrucción crítica. San Jerónimo mismo afirma que la hizo demasiado de prisa; la llevó a cabo en tres días, juntamente con la del Eclesiastés y el Cantar 159. Esto explicaría algunas variantes con el texto hebreo, debidas a una interpretación inexacta del mismo. Las adiciones que contiene provienen de los LXX a través de la Vetus Latina, que fue hecha del griego. Piensan algunos que se introdujeron con el correr del tiempo, obra de los copistas, que quisieron completar utilizando para ello los manuscritos de la Vetus Latina 160.
1 Eclesiastés, Cantar, Sabiduría, Eclesiástico. 2 Dyson, Literatura poética y sapiencial (Verbum Dei, Comentario a la S.E., II) 11.3140. 3 Ez 17:2; Deu_20:49 . 4 Is 14:353; Ez 24:3. 5 Núm 23:7; 24:3.15.20. 6 Ez 13:1; 14:8. 7 Miq 2:4. 8 Lagrange, Le machal sémitique: RB 6 (1909) 340-367; Buzy, Introduction aux parábales évangéliques (París 1912) p.52-61; Vosté, Parabolae selectae Domini Nostri I. C. (Rorna 1933) I P-23-53; Pirot, Le Masa/ dans l'A.T.: RSR 37 (1950) 565-580. 9 1 Re 4:30-34; Jer 49:7; Abd_1:1 :8. 10 Dhorívíe, Études Bibliques. Choix de textes assiro-babyloniens (París 1907); F. Ñau, His-toire et sagesse d'Ahikar l'Assyrien, Traduction des versions syriaques, avec les principales dif-férences des versions árabe, arrnénienne, grecque, néo-syriaque, slave et roumaine (París 1909); Gressmann, Altorientalische Texte zum A.T. (Leipzig 1926); J. B. Pritchard, Ancient Near Eastern Textes (New Jersey 1955); P. Grelot, Les Proverbesaraméensd'Ahiqar: RB 68 (1961) 178-194- 11 Cf. introducción particular a la parte III: Sentencias de loa sabios. 12 IInni. 12, a propósito de 7:1. 13 28:22. 14 -1:30-32; 3:4 28; 4:1-19; 5:9 h. 15 9:7-15. 16 47:16-18. 17 1 Re 4:30-34. La Doctrina de Arnen-tn-opc fue compuesta enhv los unos 1000-600. Después cultivaron este procedimiento literario los persas y los árabes, los griegos y los romanos. Más o menos, todos los pueblos sintieron agrado por las máximas sapienciales. 18 Dt 1:13; 17:14-20; Is 3:3; 11:1-5; 19:11; 40:20; Jer 8:9; Ez 27:8; 28:4; Os 14:9. 19 Cf. Is 13:1; Nah 1:1. 20 1:3.6.9. 21 50:27-28; 2Cr_40:18-26 . 22 Cf. 10:1 y 15:20 10:2 y 11:4; 14:12 y 16:25; 16:2 y 21:2; 19:5 y 19:9. 23 Ez 6:8.23. 24 Ex 3:13. 25 3:19-20; 8:21-31. 26 5:21; 15:3-11. 27 16:1.4.9.33; 19:21; 20:24. 28 15:11; 24:12. 29 22:2', 29:13- 30 22:22-23. 31 16:17; 21:13 32a I4:3i; 17:5. 32 16:4. 33 8:22-23. 34 19:21. 35 3:31-32; 11:1.20; 15:26. 36 3:12. 37 3:5-10.34; 12:2. 38 28:13. 39 14:1; 16:1. 40 8:22-24. 41 8:24-30. 42 8:12-21. 43 2:1-6. 44 8:31. 45 1:20-23; 8:1-11. 46 1:2; 2:5. 47 1:6. 48 1:20-21; 3:11; 7:1; 10:13.31.32; 15:2.7; 16:23-24. 49 1:4; 4:1-7; 8:12; 14:15-19; 25:16-17; 27:12. 50 24:3-6. 51 16:3. 52 2:6-12; 4:10-2.26.27; 8:8-9; 2Cr_20:7 ; 21:4. 53 6:23; 2Cr_10:17 ; 13:1.18.24; 14:13; 19:20; 29:15. 54 1:7; 2:5; 3:7; 14:2.26.27; 23:17:18. 55 20,12. 56 Gen 2:7. 57 20,27. 58 15:30; 17:22. 59 1:20-23; 3:11-21; 4:1.10.20; 8:1-11; 22:17; 23:12. 60 1:8.9.24-33; 3:1-10; 6:12-15; 13:21-23; 14:14; 15:26. 61 20:9 62 1:12; 5:5; 7:27. 63 27:20; 30:16. 64 6:18. 65 2:18; 9:18. 66 Proverbs (ICC) p.XVI. 67 1:9; 2:21; 3:1-10.16-22; 8:18; 13:25; 19:23; 20,7. 68 1:18-19; 4:19; 9:17; 10,9; 11:3; 13:21; 15:27; 19:23; 23:16; 24:14. 69 Cf. comentario a 11:7; 12:28; 13:6; 14:32; 15:24; 23:18; 24:20. 70 3:18; 15:4- 71 2:19; 5:6; 16:22. 72 4:23; 8:35; 10,2.11.17; 13:14- 73 20,9. 74 9:18; 21:16. 75 1:7- 76 3:7; 14.2; 17:18; 24:21. 77 14:27- 78 23:18. 79 3:34; 6:17; 15:25; 22:4. 80 10,4.5; 12:11.27; 13:4; 14:23; 20:13; 28:19. 81 20,1; 21:17; 23:29-35. 82 23:1-3. 83 5:1-23; 6:20-7:27; 23:27.28; 31:3 84 23:4.5; 15:27; 30:8-9. 85 5:15-21; 6:29-32. 86 11: 16; 12:4. 87 18:22; 19:14, 88 31:30. 89 14:1; 31:10-31. 90 19:13; 21:9-19; 25:24; 27:15- 91 22:6. 92 10:1; 15:20; 17:21-25; 23:15.16.24.25; 29:17. 93 1:8; 6:20; 31:1.26. 94 I3:24;19:18; 22:15; 23:13-14; 29:15- 95 1:8; 4:1-4; I9:26;23:22. 9628:24- 97 20:20; 30:11-17. 98 19:26 99 31:15-21 100 29:19-21 101 30:10 102 17:2 103 29:19 104 3.27-28; 11:27 105 21:21-26 106 14.21; 19:17; 21:13 108 12.10 109 24:29 110 24.17-18 111 11:12; 14-21 112 14:31; 27:5 113 6:17; 12:19 114 11:1-20-10; 23 115 17:23; 18:5; 24:23. 116 1:11; 1:67 117 1:10-19 118 28-8 119 18:21; 12:6-18; 15:2; 4-7; 21:23. 120 12:17; 12:22. 121 10,19; 14:23 122 16:28; 26:20. 123 11:13; 26:22. 124 10:18. 125 6:191 14:25; 19:5·91 25:18. 126 11:14· 127 16:10-13; 28:2.6. 128 28:15-16. 129 29:4; 31:5 130 29:14; 31:8-9 131 14:28. 132 16:12; 25:5; 29:4. 133 11.10-11; 14:34; 29:2. 134 20:18; 24:6. 135 16:14-15; 19:12; 20:2; 24:21. 136 18:24. 137 19:4. 138 17:17. 139 18:24. 140 21:19 141 27:10. 142 17:9. 143 26:19. 144 1:7; 8:13. 145 3:32; 11:20; 16:5; 21:27. 146 10.1; 15:20; 19:13 147 11:10-11.26; 14:34· 148 Cf. H. Renard, Le livre des Proverbes (Pirot-Glamer, La "Sainte Bible VI) (París 1946) p.37-38. 149 26:4 y 6; 7:1-27. 150 Heb 12:5 a 3:11; Sant 4:5 a 3:34; Rom 3:15 a 1:16; 12:20 a 25:21-22. 151 Lc 14:10 a 25:7; 2 Cor 8:21 a 3:4; 9:7 a 22:9; 1 Pe 2:17 a 24:21; 4:8 a 10:12; 4:18 a 11:31; 2 Pe 2:22 a 16:11. 152 San Clemente Rom. (1 Cor 14:21. 30. 56. 57); San Ignacio De Ant. (Epist. ad Eph. 5; ad Magn. 12); San Policarpo (Epist. ad Phil. 6); San Efrén (Serm. De Seipso i). 153 Réponse aux sentiments de quelques théologiens de Hollande (1688) 12. 154 Cf. A. J. Baumgartner, Étude critique sur l'état du texte du livre des Proverbes (1890); Müller-Kautzsch, The book of Proverbs. Gritical edition of the Hebrew text with notes (Leipzig; 1091); G. R. Driver, Problemsin the Hebrew Text of Proverbs: Bib 32 (1951) 173-197. 155 4:27; 9:12; 24:22. 156 11:16; 27:20-21
Proverbios 23,1-35
Tercera Parte.
Sentencias de los Sabios.
E n el v.17 del c.22 comienza una colección de proverbios que difiere de la anterior por su introducción, que evoca las de la primera parte a los diversos grupos de sentencias; por el tono exhortatorio, distinto de la forma de constatación de la parte precedente; por la disposición en estrofas de cuatro, cinco o más versos, que desarrollan con más amplitud una idea, como en la introducción, en lugar de las máximas sueltas, cada una con su pensamiento completo, de la colección salomónica; finalmente, por el paralelismo sinónimo, en distinción al antitético, a que nos tenía habituados la sección precedente. No obstante las afinidades indicadas con la introducción al libro, no parece provenga esta colección del mismo autor o escuela que ella, dado que la estructura y material de ambas secciones es muy diferente.
Comprende esta tercera parte dos colecciones de proverbios, la primera un poco más amplia (22:17-24:22), la segunda brevísima (24:23-24:34). Ambas colecciones presentan los mismos temas e idéntico desarrollo estrófico, lo que hace suponer un mismo origen para las dos. Aparecen separadas en los LXX por los proverbios de Agur (30:1-14).
Primera colección de los salmos (22:17-24:22).
Existe un gran parecido entre esta colección y la Doctrina de Amen-en-ope, no sólo en cuanto al contenido ideológico, sino también en cuanto a la misma expresión verbal, lo que plantea la cuestión sobre la mutua dependencia de ambas obras.
La mayoría de los autores se inclinan por la dependencia de la colección bíblica respecto del escrito egipcio. Este fue compuesto en fecha anterior a la colección de los sabios, probablemente entre los años 1000-600. Es más probable que los israelitas, que conservaron siempre el recuerdo de Egipto, muy superior en cultura intelectual y material a Israel, tradujeran a su lengua o utilizaran para sus escritos la obra egipcia, que el que los egipcios tradujeran o utilizaran para los suyos los escritos israelitas. Por lo demás, la Doctrina de Amen-en-ope tiene todos lo visos de una obra original de carácter netamente egipcio, sin influencias extrañas. Pero, en el supuesto de que los autores bíblicos hayan utilizado la obra egipcia, tendríamos dependencia respecto de ella, pero no servilismo. Han eliminado todo cuanto podía tener algún sabor a politeísmo o resultar ofensivo a la majestad de Dios y los han informado del monoteísmo israelita, del temor de Dios y la confianza en Yahvé que vivifican toda la literatura sapiencial.
Algunos afirman la dependencia de ambos escritos de una obra hebrea más antigua. Se basan en el hecho de que, mientras en la colección de los sabios israelitas los cuartetos se suceden en orden perfecto, en la Doctrina de Amen-en-ope se hallan esparcidos por toda la obra, lo que difícilmente se explica en el caso de una dependencia directa de la obra bíblica respecto de la egipcia. Amen-en-ope habría tomado algunas ideas de la obra primitiva hebrea, las elaboró con su estilo propio egipcio y las colocó a lo largo de su obra donde creyó más oportuno 15.
Introducción (22:17-21).
17 Da oído y escucha las palabras del sabio y aplica tu corazón a la enseñanza. 18 Pues te será dulce conservarla en tu pecho y tenerla pronta en tus labios. 19 Para que pongas en Yahvé tu confianza te señalo hoy tus caminos. 20 ¿No te he escrito treinta (sentencias), en que se encuentran consejos inteligentes, 21 palabras sinceras para enseñarte verdad, para que sepas responder a quien te pregunte?
Esta perícopa introductoria contiene una exhortación como las que abundan en la primera parte del libro 16, con la que el autor quiere reclamar la atención de los oyentes sobre sus consejos. Para ello les advierte que, si bien cuesta aprender las máximas de la sabiduría, y más el llevarlas a la práctica, sentirá después una alegría y satisfacción profundas, porque ellas ilustrarán su mente con la verdad y le capacitarán para dar un consejo de sabiduría a quien se lo demandare. Más todavía: le señalará los caminos que tiene que. seguir para hacerse grato a Yahvé, de modo que pueda poner en El su confianza y vivir tranquilo 17. Hemos traducido el término hebreo sálisím por treinta, pues en realidad son treinta las sentencias que contiene esta primera colección de los sabios. También Amen-en-ope compuso su obra en 30 capítulos, y escribe en el último: Considera estos treinta capítulos. Los LXX y la Vulgata traducen triplemente, que algunos interpretan en sentido indeterminado: muchas veces. Lo que da también mejor sentido que la versión literal anteayer y ayer.
El pobre. Las fianzas. Los linderos (22:22-29).
22 No robes al pobre porque es pobre, ni quebrantes en las puertas al desvalido, 23 porque Yahvé defenderá su causa y despojará a los que le despojan. 24 No te acompañes del iracundo ni te vayas con el colérico, 25 para que no aprendas sus maneras y no pongas lazos a tu vida. 26 No seas de los que dan la mano y salen fiadores de un deudor; 27 pues, si no tienes con qué pagar, te quitarán de debajo de ti la cama. 28 No traslades los linderos antiguos que pusieron tus padres. 29 ¿Has visto a uno solícito en sus cosas? Pues ante los reyes estará, no quedará entre gente oscura.
La primera sentencia de la nueva colección mira al pobre y al desvalido. Recomiendan los sabios no robar a estos desamparados de la fortuna ni dictaminar contra ellos en los tribunales, que se reunían en las puertas de la ciudad 18, porque carecen de medios con que defenderse o difícilmente encuentran personas que asuman su protección. Pues Yahvé está con ellos y defenderá su causa. Son personas humanas, más dignas de compasión, por lo que Dios se constituye en su protector 19. La segunda advertencia señala la conducta a observar respecto de los iracundos: evitar el trato con ellos con el fin de no incurrir en su manera de ser, por aquello de dime con quién andas y te diré quién eres, y exponerse también a las consecuencias de la ira. Quienes se dejan llevar de este pecado capital suscitan discusiones y luchas a veces tan violentas, que ponen en peligro la misma vida. La raíz del homicidio escribe San Juan Crisóstomo es la ira. El que corta la raíz, más fácilmente podrá cortar tas ramas; más aún, ni siquiera las dejará germinar. 20
La siguiente recomienda la prudencia respecto de las fianzas, que también recomendaron los proverbios de Salomón 21. pOr supuesto que no intentan los sabios apartar de lo que puede ser un acto de caridad para con el prójimo, virtud que con tanta frecuencia recomiendan, sino advertir que no es prudente salir fiador, llevado de un espíritu de codicia, por quien no tiene con qué responder, exponiéndote a tener que pagar tú al acreedor, y si no tienes con qué pagarle, a ser despojado por él incluso de tus vestidos 22.
La sentencia del v.28 recuerda la disposición de Deu_19:14 sobre los límites de la propiedad. La ley consideraba un delito, digno de maldición 23, el que alguno moviera los linderos que separaban las propiedades con el fin de agrandar la suya. Para los antiguos, los linderos eran algo sagrado, que colocaban bajo la protección de sus dioses; los romanos los divinizaron con el nombre de dios Término. Esperaríamos a continuación una sentencia como la Deu_23:11, que formara una estrofa de cuatro versos con la que comentamos. Algunos autores opinan que hay un desarreglo en el texto hebreo. Termina la perícopa haciendo un elogio de la diligencia, a la vez que pone de manifiesto uno de los beneficios que puede reportar: los grandes, prendados del hombre diligente, lo tomarán como servidor suyo. Extraña esta estrofa de tres versos. Algunos autores suponen que ha desaparecido un estilo entre el segundo y tercero.
23. Educación, Docilidad, Corrección, Castidad, Temperancia.
Comportamiento en la mesa. Los linderos (Deu_23:1-11).
1 Cuando te sientes a la mesa de un señor, mira bien a quién tienes delante; 2 y pon un cuchillo a tu garganta si sientes mucho apetito. 3 No codicies sus manjares delicados, porque es pan engañoso. 4 No te empeñes en hacerte rico; pon coto a tu ambición. 5 Pones en ello tus ojos y desaparece luego, pues toma luego el vuelo y, como águila, se remonta al cielo. 6 No comas con el avaro ni codicies sus manjares. 7 Porque él no piensa más que en sí. Come, bebe, te dirá, pero su corazón no está contigo. 8 Y vomitarás el bocado que comiste, y habrás perdido tus blandas palabras. 9 No hables a oídos del necio, que despreciará tus sensatas razones. 10 No traslades los antiguos linderos ni te metas en la heredad de los huérfanos, u porque su defensor es fuerte, que sentenciará por ellos contra ti.
Los tres primeros versos contienen unas recomendaciones prácticas sobre la circunspección con que hay que proceder en la mesa cuando uno es invitado a un banquete, cosa frecuente entre los antiguos orientales. Ante todo hay que tener en cuenta la persona que te invita, la condición y categoría de los invitados, a la cual has de adaptar tu conducta, de modo que no desdiga ante ellos tu presencia. Durante el banquete no deberás dejarte llevar de la codicia; sus delicados manjares fácilmente excitan el apetito e inducen a la gula. La expresión empleada por el sabio indica cuánto interés has de poner en no dejarte vencer por ella y aparecer ineducado ante los comensales. Y ten cuidado, no sea que el banquete, con sus delicados manjares, sea para ti pan engañoso; tal vez fuiste invitado para ganar tu favor con fines ulteriores, y siempre quedarás obligado a agradecer esta atención de idéntica o semejante manera 1.
A continuación recomienda también la moderación en el afán por las riquezas ante el pensamiento de la fugacidad de las mismas, que expresa con la imagen del águila que emprende su vuelo y en seguida desaparece de nuestra vista. Es más prudente contentarse con lo necesario para bien vivir y gozar con paz y sosiego de ello, que ese afán desmesurado de riquezas que hace trabajar sin descanso y vivir miserablemente para amontonar un dinero que otros van a despilfarrar, sin consideración alguna a los esfuerzos que costó reunirlo 2.
Un consejo práctico respecto del avaro en relación con los banquetes: evita ser invitado por él a ellos. Lo hará por mero compromiso. Te estimulará con sus palabras a que tomes sus manjares, pero en el fondo estará sintiendo los gastos que le ocasionas y seguirá con ojos envidiosos cada bocado que tomares. Tus palabras de agradecimiento caerán en el vacío; a su codicia hubiera agradado más tu ausencia que tu atención en aceptar la invitación que te hizo. Tal banquete resultará insípido y hasta costoso, pues tal vez hayas de invitarle tú a otro en que saciará su codicia 3.
En el v.9 advierte el sabio lo inútil que es dar consejos al necio que carece de inteligencia o está endurecido en sus vicios. Desprecia la sabiduría4, es de todo punto incorregible 5. A veces es contraproducente corregirle, porque te afrenta y ultraja con sus palabras6. Concluye la perícopa otra vez7 el respeto a la propiedad ajena, especialmente a la de los huérfanos. Lo mismo fue antes recomendado respecto de los de la viuda 8. Estas personas, desprovistas de todo auxilio humano y medios para defender sus propiedades, están más expuestos que nadie a la codicia de los prepotentes usurpadores. Pero los sabios advierten que tienen como defensor 9 a Yahvé, el cual no se hará sordo ante el clamor de los menesterosos cuando, víctimas de las injusticias de los usurpadores, le invocan 10.
Docilidad. Corrección. Temor de Dios (Deu_23:12-18).
12 Aplica tu corazón a la enseñanza, y tus oídos a las palabras de los sabios. 13 No ahorres a tu hijo la corrección, que porque le castigues con la vara no morirá; 14 hiriéndole con la vara, librarás su alma del sepulcro. 15 Hijo mío, si eres sabio, se alegrará mi corazón; 16 y se alegrarán mis entrañas si tus labios hablan cosas rectas. 17 No envidies a los pecadores, antes persevera siempre en el temor de Yahvé; 18 porque ciertamente tendrás un porvenir, no verás defraudada tu esperanza.
Reclamada de nuevo la atención sobre sus consejos, el sabio aconseja al padre la corrección respecto de su hijo, recomendación que se repite con frecuencia en el libro n. Dada la inclinación de la naturaleza humana al mal y teniendo en cuenta que no puede comprender los motivos de la sabiduría, se hace preciso corregirle muchas veces con el castigo, que, aplicado con la debida prudencia, no hará daño a su cuerpo, y a su alma la mantendrá lejos de los vicios y pecados, que llevan a la muerte prematura con que Dios castiga a los impíos. Toy escribe que el castigo corporal está reconocido como un medio universal y necesario. Se desestima la conducta de aquellos padres que, llevados de un amor no bien entendido, jamás dan a sus hijos el más ligero castigo. A Lapide cita el ejemplo del adolescente corrompido por la conducta indulgente de su madre, que, llevado al suplicio en castigo de sus crímenes, exclamó: No el pretor, sino mi madre, es quien me lleva a la horca.12
Después de manifestar el sabio la profunda alegría que el aprovechamiento de sus discípulos le hace sentir, les da otro importante consejo. La suerte muchas veces próspera de los impíos, que, a pesar de sus maldades, triunfan en la vida, era una fuerte prueba para la fe del israelita, que pensaba que Dios tenía que premiar al bueno y castigar al malo en esta vida, y se sentiría tentado más de una vez a seguir el camino de los impíos y apartarse de la fidelidad a Yahvé. Los sabios, lo mismo que los profetas, exhortan insistentemente a perseverar en el temor de Dios, que asegura al justo su porvenir y no deja defraudada su esperanza (v.18). ¿A qué porvenir se refiere y cuál es el objeto de esa esperanza? ¿La recompensa en esta vida o una felicidad ultraterrena? Las perspectivas en nuestro libro, hemos advertido otras veces, son más bien terrenas: la recompensa del justo es una vida larga y feliz sobre la tierra, y el castigo del impío la desgracia y muerte prematura. La experiencia, sin embargo, demuestra cada día que muchas veces las cosas no proceden así: mueren buenos sin haber obtenido el premio de su virtud, y malos sin recibir el castigo de sus pecados. Esto debió de hacer entrever una suerte distinta en el más allá para unos y otros, y tal vez por ello insisten tanto los sabios en sus promesas de vida para los buenos y en las amenazas de muerte para los malos. Pero no la conocieron claramente, pues si la hubieran conocido, la habrían utilizado a cada paso en sus recomendaciones morales.
Temperancia. Piedad filial. La adúltera (Deu_23:19-28).
19 óyeme, hijo mío, y sé sabio, y endereza tu corazón por buen camino. 20No te vayas con los bebedores de vino ni con los comedores de carne. 21Porque el bebedor y el comilón empobrecerán, y el sueño hará vestir andrajos. 22 Escucha a tu padre, al que te engendró, y cuando envejeciere tu madre no la desprecies. 23 Compra verdad y no la vendas, sabiduría, instrucción e inteligencia. 24 Mucho se alegrará el padre del justo, y el que engendró a un sabio se gozará en él. 25 Alégrense, pues, tu padre y tu madre y gócese la que te engendró. 26 Dame, hijo mío, tu corazón y pon tus ojos en mis caminos. 27 Sima profunda es la ramera, y pozo estrecho la extraña. 28 También ella, como el ladrón, está al acecho. y multiplica entre los hombres los prevaricadores.
Una nueva advertencia, precedida también de la oportuna exhortación a seguir sus consejos, sobre la intemperancia, recomendando evitar la compañía de los bebedores y glotones, que lleva a la embriaguez e inmoderación en la comida a quienes con ellos se juntan. Tal conducta lleva a la pobreza, pues la vida de crápula supone gastos exorbitados, y quienes a ella se dan venderán hasta las últimas posesiones para satisfacer su irresistible gula. Y como ese plan de vida no se compagina con el trabajo, los bebedores y glotones terminan en la pobreza y miseria.
Los versos siguientes son una recomendación a la piedad filial. El hijo debe escuchar los consejos de su padre; como mayor, tiene más experiencia que él, y como padre, que le dio la vida, siente hacia él un amor y cariño que le interesa como nadie por su educación. Ha de honrar a sus padres y prestarles los debidos cuidados cuando los achaques de la vejez los incapacitan para valerse por sí mismos. Hace mención particular de la madre; los sabios exhortan a honrarla de la misma manera que al padre, con lo que revelan el elevado concepto que de ella tienen. Si a su educación el hijo añade sabiduría, será honor y gloria para sus padres, y la madre, como ser más sensible a los afectos, experimentará una alegría especial13. En medio de estas exhortaciones, y sin relación alguna con ellas, se intercala el v.23, que falta en los LXX y rompe la ilación, por lo que algunos lo consideran como glosa o lo unen al v.19, donde haría mejor juego (Bickel), En él recomienda la adquisición de la verdad, cuyo valor es inestimable, y enumera tres manifestaciones de la misma: la sabiduría, o percepción de la verdad en su sentido más amplio y ordenación a su debido fin; la instrucción, o posesión de la verdad moral, que forma las buenas costumbres, y ¡a inteligencia, o ciencia práctica de la verdad, que juzga en cada caso en particular. Sustancialmente son sinónimas.
Para el último consejo de la perícopa, el sabio reclama toda la atención del discípulo, sin duda porque se trata del enemigo más peligroso de cuantos le pueden apartar de la sabiduría. Deberá huir de la mujer adúltera, que es una sima profunda de la que no puede ya salir quien en ella cae, y pozo estrecho, cuya boca una piedra no grande puede cubrir e impedir toda salida a quien en él entró. Ansiosa de placeres, la mujer adúltera está continuamente al acecho, y, dada la propensión de la naturaleza humana a los placeres sensuales, con sus artimañas seductoras hace caer a muchos en sus lazos, de los que después ya no es fácil escapar.
Consecuencias de la embriaguez (Deu_23:29-35).
29 ¿A quién los ayes, a quién los lamentos? ¿A quién las contiendas, a quién las quejas? ¿A quién los palos por nada? ¿A quién los ojos hinchados? 30 A quien se para mucho ante el vino, a los que se van en busca de la mixtura. 31 No mires mucho al vino cuando rojea y cuando espuma en el vaso; éntrase suavemente, 32 pero al fin muerde como sierpe y pica como áspid. 33 Y tus ojos verán cosas extrañas y hablarás sin concierto. 34 Te parecerá estar acostado en medio del mar y estar durmiendo en la copa de un árbol. 35 (Dirás:) Me han pegado, y no me ha dolido; me han pisoteado, y no lo he sentido. Cuando me despierte, volveré a buscarlo.
En esta viva descripción de la embriaguez, la más completa que sobre el particular encontramos en el Antiguo Testamento, comienza el sabio presentando ciertas consecuencias corporales de la intemperancia en el beber: en la casa del borracho hay riñas, palos, lamentos, cuya única razón de ser es la pérdida del sentido y de la dignidad del que llega a su casa con los ojos hinchados por el vino. La mixtura de que habla el í.3ï puede referirse a la mezcla que hacían los judíos, los cuales ponían en el vino un poco de agua para atenuar su fuerza, o quizás más bien a ciertas especias que, añadidas al vino, lo hacían más gustoso y fuerte 14.
Intercala en seguida un consejo recomendando la prudencia frente al vino que rojea y espuma en el vaso (v.3i). El vino de Palestina debió de ser rojo, como parece indicar la expresión sangre de las uvas15. Tal presencia cautiva los ojos, tras los cuales va el apetito. El vino se desliza suavemente por el paladar, y, cuando te quieres dar cuenta, se ha difundido por tu organismo el alcohol, que viene a ser como áspid venenoso que pérfida y furtivamente inyecta su veneno en la sangre, mata el sentido del hombre y le expone a las consecuencias que enumeran los últimos versos: verá cosas raras, proferirá tonterías, tendrá imaginaciones extravagantes, perderá la sensibilidad. Al despertar de su sueño, recuerda los golpes, pero se alegra de no haberlos sentido, y volverá de nuevo al vino, embriagándose una y otra vez.
La enseñanza del sabio a su discípulo es que ha de apartarse de la embriaguez ante los efectos descritos, que hacen al borracho objeto de irrisión y desprecio para todos. Es uno de los defectos más opuestos a la sabiduría. San Juan Grisóstomo dice que el excesivo uso del vino es causa de infinitos males16, y San Agustín afirma que la embriaguez es una cierta sepultura del hombre17, ya que sepulta su mente y le hace aparecer como un ser irracional privado de ella.
1 Cf. Eco_31:12-28. Los sabios egipcios insisten mucho sobre este particular: Ka Gemmi enseña: Cuando te halles en la mesa, en compañía de muchos, desprecia los manjares, incluso los que más te agradan; es cosa de dominarse un instante y es indigno ser glotón (Erman, o.c., p.gg). Cf también: Amen-En-Ope, XXIII 1; Pritchard, o.c., p.424 col.1. 2 Los autores interpretan diversamente 4b. Algunos: abandonando la inteligencia (que es preferible a la riqueza). Otros: desiste de tu sabiduría (es decir, de tal pensamiento). La lección que preferimos lee mibbizzdth (codicia), por mibbínnath (inteligencia). 3 El v.7 es en el TH muy oscuro, y las versiones presentan gran diversidad. Otros traducen: Pues como (una tormenta) en el alma, así son ellos,. (Renard); pues no como es él con sus labios, así es él en su alma (Ôïí). Serta como una tempestad en su garganta. ¡Comey bebe! te dice, pero el corazón no está en ello (Bib. de Jér.). 4 1:7. 5 17:10; 27:22. 6 9:7. 7 22:28. 8 15, 9 El término hebreo (go'él) designa el pariente más próximo, que, por derecho de consanguinidad, debía, según la ley, defender la propiedad de su familiar (Lev_25:25). 10 Exo_22:21-22; Sal_68:6. 11 13.24; Sal_19:18; Sal_22:15; Sal_29:15; Eco_30:1. 12 O.c., II p.192. 13 10:1; 15:20; Eco_3:12-14. 14 155.22. 15 Gen_49:11; Isa_63:1-3. 16 Hom. 10:11 Gen. 17 Cf. Hom. De ebrietate; Serm. 231, De Tempore; San Ambrosio, De Elia et ieiunio c. 14.16.