I Reyes 9 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 28 versitos |
1 Cuando hubo acabado Salomón la casa de Yahvé, la casa real y todo cuanto se había propuesto hacer,
2 se apareció Yahvé por segunda vez a Salomón, como se le había aparecido en Gabaón,
3 y le dijo: “He oído tu oración, el ruego que has hecho ante mí. He santificado esa casa que has edificado, para poner en ella mi nombre para siempre, y en ella estarán siempre mis ojos y mi corazón.
4 Si andas en mi presencia, como anduvo David, tu padre, en integridad de corazón y en equidad, haciendo cuanto yo te he mandado y guardando mis leyes y mandamientos,
5 yo afirmaré el trono de tu reino sobre Israel para siempre, como se lo prometí a David, tu padre, diciendo: No faltará de ti varón en el trono de Israel.
6 Pero si os apartáis de mí vosotros y vuestros hijos, si no guardáis mis mandamientos, mis leyes, las que yo os he prescrito, y os vais tras dioses ajenos para servirlos y prosternaros ante ellos,
7 yo exterminaré a Israel de la tierra que le he dado y echaré lejos de delante de mí esta casa, que he consagrado a mi nombre, e Israel será el sarcasmo y la burla de todos los pueblos.
8 Y esta casa será una ruina, y cuantos pasen cerca de ella se quedarán pasmados y silbarán. Se dirá: ¿Por qué ha tratado así Yahvé a esta tierra y esta casa?
9 Y responderán: Porque abandonaron a Yahvé, su Dios, que sacó de la tierra de Egipto a sus padres, y se ligaron a otros dioses, prosternándose ante ellos y sirviéndolos. Por eso ha hecho venir Yahvé sobre ellos todo este mal.”
10 Al cabo de veinte años de haber edificado Salomón las dos casas, la casa de Yahvé y la casa real,
11 para las cuales Hiram, rey de Tiro, había mandado a Salomón madera de cedro y de ciprés y cuanto oro quiso, dio Salomón a Hiram veinte ciudades en tierra de Galilea.
12 Salió Hiram de Tiro para ver las ciudades que le daba Salomón; y, no gustándole,"
13 dijo: “¿Qué ciudades me has dado, hermano?” Y las llamó tierras de Cabul, nombre que tienen todavía hoy.
14 Había mandado Hiram a Salomón ciento veinte talentos de oro.
15 He aquí cómo se reguló el servicio personal impuesto por el rey Salomón a los hombres cuya leva hizo para edificar la casa de Yahvé y su propia casa, el terraplén y las murallas de Jerusalén, y, además, Jasor, Megiddo y Guezer.
16 Había subido el Faraón, rey de Egipto, y, apoderándose de Guezer, la había incendiado, matando a los cananeos que habitaban la ciudad. Después se la dio en dote a su hija, la mujer de Salomón;"
17 y Salomón edificó a Guezer, Bet-Horón de abajo,
18 Balaat y Tamar, en el desierto del mediodía;"
19 todas las ciudades de almacenes, que le pertenecían, y las destinadas a los carros y a la caballería, y todo cuanto quiso Salomón edificar en Jerusalén, en el Líbano y en toda la tierra de su dominio,
20 Toda la gente que había quedado de los amorreos, de los jéteos, de los fereceos, de los jeveos y de los jebuseos, que no pertenecían al pueblo de Israel;"
21 sus descendientes que habían quedado después de ellos en la tierra, y que los hijos de Israel no habían podido dar al anatema, los obligó Salomón a prestación personal como lo están hoy;"
22 no empleó Salomón corno tales a los hijos de Israel, que eran sus hombres de guerra, sus servidores, sus jefes, sus oficiales y los comandantes de sus carros y su caballería.
23 Los jefes que Salomón puso al frente de las obras eran quinientos cincuenta, encargados de vigilar a los trabajadores.
24 La hija de Faraón subió de la ciudad de David a la casa que Salomón le había edificado. Entonces fue cuando se hizo el terraplén.
25 Tres veces cada año ofrecía Salomón holocaustos y sacrificios pacíficos sobre el altar que él edificó a Yahvé, y quemaba perfumes sobre el que estaba delante de Yahvé. El acabó toda la casa.
26 Construyó también Salomón naves en Asiongaber, que está junto a Elat, en la costa del mar Rojo, en la tierra de Edom;"
27 y mandó Hiram para estas construcciones a sus siervos, diestros marineros, con los siervos de Salomón,
28 y fueron hasta Ofir, y trajeron de allí oro, cuatrocientos veinte talentos, que llevaron al rey Salomón.

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Introducción a I Reyes

Times New Roman ;;; Riched20 5.40.11.2210;
Reyes.

Introducción.

Título.
La historia de Israel desde los últimos años de David hasta la cautividad de Babilonia, unos cuatro siglos, se narra en los libros que la Biblia hebraica llama 1 y 2 de los Reyes, que corresponden a 3 y 4 de los Reinos (LXX) o de los Reyes (Vulgata). En los comienzos, los mencionados libros formaban uno solo, de lo que dan fe Orígenes (PG 12:1084), Eusebio (PL 20,581) y San Jerónimo (PL 28,558-559). La división en dos partes iguales aproximadamente empezó con D. Bomberg (Venecia 1517). Esta división es artificial.

Texto.
El texto original hebraico del libro se ha conservado medianamente bien. A los textos masoréticos cabe añadir ahora el de los fragmentos de Jirbet Qumrán, que facilitarán la labor de crítica textual. Con el texto masorético andan de acuerdo la versión siríaca Peshitta y la Vulgata.

Versiones griegas.
De la versión de los LXX existe un texto prehexaplar, representado por el códice B, y otro posterior a Orígenes, que se halla en A. Los textos de Jirbet Qumrán son más afines al texto griego que al masorético, presentando lecciones propias, omisiones y trasposiciones. Es digno de mención el texto griego de Luciano, que a veces se aparta del texto masorético. Con él concuerda la Vetus Latina. En las ediciones críticas de Sweete, Rahlfs y en la de Broo-ke-McLean-Thackeray se da preferencia a los textos  y A.

Contenido.
El libro (o libros) de los Reyes puede dividirse en tres partes: i) Últimos años de David y reinado de Salomón (c.1-11). 2) Existencia de los reinos de Israel y de Judá (1 Re c.12-2 Re c.1y). 3) El reino de Judá desde la caída de Samaría hasta la destrucción de Jerusalén (2 Re c. 18-25). En el período de existencia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel cabe distinguir: i) el período de hostilidades, que en Israel empieza con Jeroboam (1 Re c. 12-14:30) y termina con Omrí (1 Re 16:23-28); 2) período de amistad: Asa-Omrí; Josafat-Ajab; Joram-Ocozías; Joram-Joram; Ocozías-Joram (1 Re 16:29-2 Re 8:29); 3) el segundo período de relaciones tensas, desde Jehú en Israel y Atalía en Judá hasta la caída de Samaría en 722, en el año quinto de Oseas, rey de Israel.

Fecha de composición.
Para fijarla se dispone de criterios internos. Del texto se entresacan indicios que sugieren la composición del libro antes del exilio (1 Re 8:8; 9:21; 12:19; 2 Re 8:22; 16:6). La insistencia con que los profetas anuncian que no faltará nunca una lámpara en el trono de David se comprende mejor en tiempos anteriores al exilio (1 Re 11:26; 15:4; 2 Re 8:19). Por otra parte, otros textos suponen un origen posterior a la cautividad (2 Re c.24-25; 1 Re 4:24, etc.).
Una antigua tradición hebraica (Baba Bathra 14b) atribuía el libro a Jeremías a causa de las afinidades literarias e ideológicas del libro con la profecía de Jeremías. A esto se opone que el profeta inauguró su ministerio el año 13 de Josías (627), de lo que se infiere que hacia el año 561 contaba con una edad que oscilaba entre los noventa y los cien años. Además, la pretendida afinidad existe preferentemente en los capítulos 24-25 del segundo libro, que no formaban parte del texto primitivo. Según De Vaux, la composición hízose por etapas. Una primera redacción tuvo lugar entre el año 621 (2 Re 22:8ss) y el primer sitio de Jerusalén en 598. Su autor residía en Jerusalén; era probablemente sacerdote y entusiasta decidido de la reforma religiosa. Del libro hízose una segunda edición durante el exilio, o bien después del año 562, si se le atribuye 2 Re 25:22-30, o algo antes, en el caso de que el libro terminase con 2 Re 25:21. En esta segunda redacción el autor añadió la historia hasta el último rey de Judá, manteniéndose dentro de la misma línea deuteronómica, aunque el hecho de la ruina de Jerusalén le obliga a mostrarse más severo para con Judá, lo que le llevó a revisar algunos pasajes anteriores. Es visible su mano en 2 Re 21:7-15; 22:16-17. En realidad, ambos reinos son culpables (2 Re 17:7-20); pero también Israel se beneficia de la misericordia divina (2 Re 13:4-5.23). Durante el exilio se hicieron al libro otros retoques, tales como, probablemente, 2 Re 25:22-30. Después del exilio amplióse la oración de Salomón (1 Re 8:41-51). Pequeños detalles son posteriores a la traducción griega (200-150 a.C.).
De lo dicho se infiere que es opinión común entre los católicos que la composición definitiva del libro efectuóse durante el exilio, y más probablemente después del mismo. La finalidad histórico-religiosa del autor lo confirma,

Fin del autor sagrado.
A los pocos renglones de lectura cae el lector en la cuenta de que el libro tiende a probar que todos los males que han azotado a Israel y Judá son efecto de la infidelidad de los reyes y del pueblo al pacto de la alianza (2 Re 23:27). Como padre comportóse Dios para con su pueblo, ya premiando su conducta cuando seguía por las sendas del bien o castigándole en caso de desvío religioso, dispuesto siempre a perdonarle en caso de arrepentimiento. Por entregarse a la idolatría desapareció el reino de Israel; en cuanto al de Judá, le castigó Dios con la deportación a Babilonia, pero no lo destruyó totalmente a fin de mantener en pie la promesa del trono eterno hecha a David. Los libros de los Reyes pueden considerarse como un comentario a la profecía de Natán (2 Sam 7:12-16). Gomo se desprende de lo dicho, no quiere el autor sagrado escribir todo lo sucedido desde todos los puntos de vista en Israel y Judá desde la muerte de David hasta el exilio de Babilonia, sino más bien entresacar de la historia de Israel y Judá de aquellos cuatro siglos algunos hechos característicos que son sostén y base de la tesis religioso-histórica que intenta probar.

Fuentes de información.
El autor último inspirado echó mano de algunas fuentes históricas preexistentes para componer su libro. A veces las cita explícitamente, otras las utiliza sin que dé testimonio de ello. Las fuentes que cita son: 1) Libro de los hechos de Salomón (1 Re 11:41); 2) Libro de las Crónicas de los reyes de Judá (1 Re 14:29, etc.); 3) Libro de las Crónicas de los reyes de Israel (1 Re 14:19, etc.). Estos libros, o bien eran crónicas oficiales de los mencionados reinos 1, o escritos de algún sacerdote o profeta que consultó los archivos reales.
En cuanto a las fuentes implícitas, es difícil precisar su número e importancia en el escrito. Se distinguen comúnmente: 1) Historia de la familia de David (1 Re c.1-2); 2) Escrito sacerdotal (1 Re c.6-7); 3) Historia de Elías, de la que existen dos o más versiones; 4) Historia de Elíseo, menos homogénea todavía que la de Elías; 5) Escritos de origen pro/ético; 6) otras fuentes de procedencia indeterminada; 7) el archivo real, de donde, por ejemplo, procede la lista de ministros y prefectos de Salomón (1 Re 4:2-19).
Puede discutirse sobre el número de fuentes históricas que consultó el autor sagrado y sobre el grado en que las utilizó, modo en que lo hizo, si eran o no escritas; pero todos convienen en que el autor no las transcribió totalmente, sino que seleccionó aquello que conducía a probar su tesis.

Esquematismo histórico.
La historia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel se dispone conforme al esquematismo siguiente: 1) nombre del nuevo rey, de sus padres y el año correspondiente al soberano contemporáneo de Israel o de Judá (1 Re 22:41, etc.); 2) edad del nuevo monarca y años que reinó (1 Re 22:42); 3) mención de algún hecho notable, remitiendo para un informe más amplio a determinadas fuentes (1 Re 16:8-14, etc.); 4) dictamen sobre el comportamiento religioso y cultual del rey; 5) noticia sobre la muerte y sepultura del rey y nombre del sucesor. Un esquema parecido se sigue para los monarcas de Judá desde la caída de Samaría hasta la cautividad. Dentro de los límites del rígido esquematismo, habla de la única dinastía reinante en Judá y de las nueve que se sucedieron en Israel: 1) Jeroboam-Nadab (931-909); 2) Baasa-Ela (909-885); 3) Zimbri (885); 4) Omrí-Ajab-Ócozías-Joram (885-841); 5) Jehú-Joacaz-Joás-Jeroboam II-Zacarías (841-743); 6) Selum (743); 7) Menajem-Pe-cajya (743-737); 8) Pecaj (737-732); 9) Oseas (732-724).

Historia religiosa.
Este compendio histórico tiene un acentuado carácter religioso, peí reinado de Salomón pone de relieve su sabiduría y prosperidad económica, por considerar todo ello como premio y bendición de Dios por la conducta religiosa y cultual del monarca. Esta prosperidad es efecto del temor de Dios: Rico serás si temes a Dios y te apartas de todo pecado y haces lo que le es grato (Tob 4:21).
A partir de la división del reino condena el autor la conducta de todos los reyes de Israel, diciendo de ellos que hicieron el mal a los ojos de Yahvé, siguiendo los pecados de Jeroboam (2 Re 13:2; 15:26-34, etc.); incluso de Zimbri, que reinó siete días, se dice: Y murió por los pecados que él había cometido, haciendo lo malo a los ojos de Yahvé y marchando por los caminos de Jeroboam y dándose a los pecados que Jeroboam había cometido para hacer pecar a Israel (1 Re 16:19). Oseas hizo lo malo a los ojos de Dios, aunque no tanto como los reyes de Israel que le precedieron (2 Re 17:2). De los reyes de Judá, unos reciben plena aprobación por su conducta y por haber quitado los lugares altos (2 Re 18:3-4; 22:2), a otros se les reprocha no haber procurado la unidad de santuario (1 Re 15:11-14; 22:43-44; 2 Re 12:3-4). Severo juicio merecen los reyes que obraron el mal a los ojos de Yahvé, siguiendo el ejemplo de Ajab (2 Re 8:18), o se entregaron a la idolatría (2 Re 21:2; 22:21-22). Esta finalidad primaria del autor le llevó a pasar por alto multitud de hechos importantes que sucedieron durante los reinados de Omrí, Jeroboam II, Ajab, etc. Los hechos que se recogen se relacionan con cuestiones religiosas.
Más que una historia propiamente dicha, el libro de los Reyes es una compilación histórica y una interpretación religiosa de la historia. La conducta de los reyes es juzgada de conformidad a las leyes del Deuteronomio, cuyos principios fundamentales son: un solo Dios, un solo santuario. Los santuarios yahvísticos provinciales deben desaparecer (Deut c.12). Reflexiones, expresiones e ideas deuteronómicas hállanse esparcidas a lo largo y ancho del libro (1 Re 8:23; 29; 33-37; 53). Fórmulas deuteronómicas: 1 Re 2:2; 8:23-61. Fórmulas de Jeremías: 1 Re 9:7-8; 2 Re 17:13-20; 21:9-16; 22:16-19; 24:3-4 2.

Valor histórico del libro.
El autor del libro refiere fielmente ciertos hechos conducentes a probar su tesis; no escribe una historia completa, sino preferente-niente la historia religiosa de los reinos de Israel y de Judá. Dice Garofalo que la obra del autor es un trabajo de tesis, bastante parecido al que compuso Lactancio en su obra De mortibus persecutorum, en el cual no debe buscarse la historia económica, social y política de los dos reinos, sino la presencia de Dios, que dirige todos los acontecimientos terrenos y da premio o envía el castigo según el mérito o demérito. En el fondo, añade, la historia del libro de los Reyes es una historia vista con los ojos de Dios.

El libro de los Reyes en el marco de la historia universal.
En el comentario hemos tratado siempre de encuadrar la historia del pueblo judío dentro del marco de la historia universal; a él remitimos. Basta anotar aquí que, además de los pueblos circunvecinos, influyeron en Israel los imperios de Egipto, Babilonia y Asiría. Sheshonq fundó la XX dinastía hacia los años 950-929; Salmana-sar III, rey de Asiría, hizo sentir su presencia en Occidente; en 853 tuvo lugar la batalla famosa de Qarqar. Otros tres reyes asirios pesaron sobre el reino del Norte: Teglatfalasar III (745-727), Salmanasar V (726-722), Sargón (721-705). Sobre Judá actuaron: Senaquerib (704-681), Asaraddón (680-669), Asurbanipal (668-628). Funesto para Judá fue sobre todo el rey de Babilonia Nabucodonosor (605-562). Ambas historias se completan, pero no se contradicen.

Cronología.
Es un punto difícil de resolver; San Jerónimo renunció a solucionar este problema. Modernamente son muchos los autores que se dedican a esta tarea, habiendo logrado alentadores resultados, aunque no hayan logrado conclusiones definitivas. Las dificultades que engendran los datos cronológicos proceden de múltiples causas; a veces las fuentes utilizadas traían datos inexactos; otras veces se han interpretado mal ciertos datos; algunas corregencias han provocado la adición de cifras que sólo corresponden en parte al monarca contemporáneo. Algunos datos cronológicos de Asiría dan luz sobre la cronología del libro de los Reyes:

853: Batalla de Qarqar, reinando Ajab en Israel.
841: Tributo de Jehú.
738: Tributo de Menajem.
732: Empieza el reinado de Oseas.
721: Toma de Samaría.
701: Invasión de Senaquerib.
598: Primera deportación de Judá.
587: Caída de Jerusalén.

Los años del reinado de los reyes de Israel y de Judá que damos en el comentario son aproximados.

Doctrina religiosa.
Hemos hecho notar el carácter religioso de la historia que se narra en nuestro libro. Su autor tiene puesta su mirada en el templo de Jerusalén, el santuario donde tiene su asiento Yahvé; en él debe concentrarse el culto que se le debe. En todo el libro se recuerda que sólo existe un Dios: Yahvé; un solo santuario legítimo: el templo de Jerusalén. Pero, aunque Yahvé tenga su asiento en Jerusalén, domina aun fuera de los límites de Palestina; tiempo vendrá en que todas las naciones reconocerán a Yahvé por único Dios (1 Re 8:60). Dios no admite rivales, que nada son; exige que se guarden sus mandamientos y leyes; a los fieles les premiará aun en vida; a los que le abandonan castigará. Pero no quiere Dios la muerte del pecador ni la ruina de la nación que ha tomado bajo su protección. En último término es el hombre el que teje su porvenir feliz o desgraciado; es el pueblo judío el que labra su destino, el que prepara la caída de Samaría y la de Jerusalén.

1 J. A. Montgomery, Archíval Data in the Book ofKings: JBL 53 (1924) 46-52.
2 A Robeft, Historique (Genres): DBS 14-15.

Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

I Reyes 9,1-28

Segunda aparición de Yahvé (9:1-9).
1 Cuando hubo acabado Salomón la casa de Yahvé, la casa real y todo cuanto se había propuesto hacer, 2 se apareció Yahvé por segunda vez a Salomón, como se le había aparecido en Gabaón, 3 y le dijo: He oído tu oración, el ruego que has hecho ante mí. He santificado esa casa que has edificado, para poner en ella mi nombre para siempre, y en ella estarán siempre mis ojos y mi corazón. 4 Si andas en mi presencia, como anduvo David, tu padre, en integridad de corazón y en equidad, haciendo cuanto yo te he mandado y guardando mis leyes y mandamientos, 5 yo afirmaré el trono de tu reino sobre Israel para siempre, como se lo prometí a David, tu padre, diciendo: No faltará de ti varón en el trono de Israel. 6 Pero si os apartáis de mí vosotros y vuestros hijos, si no guardáis mis mandamientos, mis leyes, las que yo os he prescrito, y os vais tras dioses ajenos para servirlos y prosternaros ante ellos, 7 yo exterminaré a Israel de la tierra que le he dado y echaré lejos de delante de mí esta casa, que he consagrado a mi nombre, e Israel será el sarcasmo y la burla de todos los pueblos. 8 Y esta casa será una ruina, y cuantos pasen cerca de ella se quedarán pasmados y silbarán. Se dirá: ¿Por qué ha tratado así Yahvé a esta tierra y esta casa? 9 Y responderán: Porque abandonaron a Yahvé, su Dios, que sacó de la tierra de Egipto a sus padres, y se ligaron a otros dioses, prosternándose ante ellos y sirviéndolos. Por eso ha hecho venir Yahvé sobre ellos todo este mal.

No se indica de qué manera se apareció Yahvé a Salomón; acaso fue también en sueños, como en la aparición de Gabaón (3:4)·
El objeto de la misma es confirmarle en sus esperanzas de que ha escuchado Yahvé su oración y sus ruegos. En el templo estarán siempre los ojos y el corazón de Dios, En cuanto a la continuidad de la descendencia en el trono, depende de la conducta de Salomón y de cada uno de los reyes. Si Salomón y sus hijos se alejan de Dios (Deu_28:45), no cumplen sus preceptos, van tras dioses ajenos, entonces quedará sin efecto todo cuanto ha prometido Dios. No basta con tener un templo dedicado a Yahvé, ni su presencia sola puede asegurar la felicidad del pueblo, que depende de la fidelidad al pacto de la alianza. En caso de que Israel sea infiel a su palabra, está dispuesto Yahvé a abandonar el templo y entregar el edificio en manos de los enemigos para que no dejen de él piedra sobre piedra. En esta sección, que se inspira en Deu_29:21-27, se ve reflejada la historia de Israel desde la salida de Egipto hasta el exilio 1.

Hiram, descontento (Deu_9:10-14).
10 Al cabo de veinte años de haber edificado Salomón las dos casas, la casa de Yahvé y la casa real, n para las cuales Hiram, rey de Tiro, había mandado a Salomón madera de cedro y de ciprés y cuanto oro quiso, dio Salomón a Hiram veinte ciudades en tierra de Galilea. 12 Salió Hiram de Tiro para ver las ciudades que le daba Salomón; y, no gustándole, 13dijo: ¿Qué ciudades me has dado, hermano? Y las llamó tierras de Cabul, nombre que tienen todavía hoy. 14 Había mandado Hiram a Salomón ciento veinte talentos de oro.

Los trabajos del templo y de la casa de Salomón duraron muchos años, no siendo posible determinar cuántos, por no saber si los trabajos de la construcción del templo efectuáronse contemporáneamente con los de ornamentación por parte de Hiram (Deu_7:13). Tampoco es fácil determinar cuándo Hiram se quejó de las ciudades que le había entregado Salomón. Este había pagado el material que le mandó Hiram y abonado los sueldos a los obreros del rey de Tiro. Pero lo presupuestado era insuficiente, por cuanto las deudas de Salomón debían de ser muchas, y los gastos de palacio, muy subidos. Por lo mismo, un nuevo contrato se firmó entre ambos reyes: Salomón entregó a Hiram veinte aldeas de Galilea a cambio de ciento veinte talentos de oro, o sea, alrededor de cinco toneladas, y quizá más, en caso de que se acepte como medida el talento babilónico, de un peso aproximado de sesenta kilogramos. Según una costumbre existente en el Próximo Oriente, que remontaba al segundo milenio, los reyes se consideraban hermanos. El nombre de Cabul se ha conservado en una aldea que se halla a quince kilómetros al este de Acre (Jos_19:27). Probablemente se trata de un juego de palabras: Kabul, de kebal, que significa como nada, aludiendo a la apreciación que hizo Hiram de las aldeas que se le habían entregado.

Salomón, constructor (Jos_9:15-28).
15 He aquí cómo se reguló el servicio personal impuesto por el rey Salomón a los hombres cuya leva hizo para edificar la casa de Yahvé y su propia casa, el terraplén y las murallas de Jerusalén, y, además, Jasor, Megiddo y Guezer. Había subido el Faraón, rey de Egipto, y, apoderándose de Guezer, la había incendiado, matando a los cananeos que habitaban la ciudad. Después se la dio en dote a su hija, la mujer de Salomón; 17 y Salomón edificó a Guezer, Bet-Horón de abajo, 18 Balaat y Tamar, en el desierto del mediodía; 19 todas las ciudades de almacenes, que le pertenecían, y las destinadas a los carros y a la caballería, y todo cuanto quiso Salomón edificar en Jerusalén, en el Líbano y en toda la tierra de su dominio, 20 Toda la gente que había quedado de los amorreos, de los jéteos, de los fereceos, de los jeveos y de los jebuseos, que no pertenecían al pueblo de Israel; 21 sus descendientes que habían quedado después de ellos en la tierra, y que los hijos de Israel no habían podido dar al anatema, los obligó Salomón a prestación personal como lo están hoy; 22 no empleó Salomón corno tales a los hijos de Israel, que eran sus hombres de guerra, sus servidores, sus jefes, sus oficiales y los comandantes de sus carros y su caballería. 23 Los jefes que Salomón puso al frente de las obras eran quinientos cincuenta, encargados de vigilar a los trabajadores. 24 La hija de Faraón subió de la ciudad de David a la casa que Salomón le había edificado. Entonces fue cuando se hizo el terraplén. 25 Tres veces cada año ofrecía Salomón holocaustos y sacrificios pacíficos sobre el altar que él edificó a Yahvé, y quemaba perfumes sobre el que estaba delante de Yahvé. El acabó toda la casa. 26Construyó también Salomón naves en Asiongaber, que está junto a Elat, en la costa del mar Rojo, en la tierra de Edom; 27y mandó Hiram para estas construcciones a sus siervos, diestros marineros, con los siervos de Salomón, 28 y fueron hasta Ofir, y trajeron de allí oro, cuatrocientos veinte talentos, que llevaron al rey Salomón.

Empleó Salomón gran número de obreros en reparar y mejorar el recinto amurallado de la ciudad, ampliar las murallas existentes con el fin de encerrar dentro del casco de la población los nuevos barrios de la misma 2. Entre las obras descuella por su importancia la del Millo, palabra derivada de male = estar lleno, de donde millo = terraplén. Parece poder identificarse este lugar con el relleno que empezó David y acabó Salomón en el valle que separaba la colina del Ofel del monte Moría, donde estaba la era que Areuna cedió a David para levantar allí un altar a Yahvé (2Sa_24:21-25), y en donde más tarde alzó Salomón el templo.
De la conquista de Guezer por el faraón Psusenne II hemos hablado en 3:1. De norte a sur del reino construyó algunas plazas fuertes, tales como Jasor (; Jos_12:19), Megiddo (Jos_4:12), Bet-Horón (Jos_16:3; Jos_18:13) y Guezer Que 1:29). Dos fortalezas se levantaron en el sur, Balaat y Tamar, en el desierto (Eze_47:19; Gen_14:7), hacia el sudeste de la punta meridional del mar Muerto, que protegían el camino del bronce. En todo el territorio estableció ciudades de almacén (Exo_1:110), al frente de las cuales puso un prefecto, construyendo asimismo otras que guardaban los carros de guerra y las caballerías (Exo_10:26). El peso de todos los trabajos recayó sobre los extranjeros que los judíos no habían aniquilado en la conquista de Canaán (Deu_7:1-2; Deu_20:17-18), y que existían en gran cantidad en el país. Los trabajadores estaban divididos en escuadrones mandados por jefes, al frente de los cuales figuraba Adoniram (Deu_4:6). Pero llegó un tiempo en que la mano de obra extranjera no alcanzaba, empleándose entonces a obreros israelitas (Deu_5:27-28) como leñadores en el Líbano o en las canteras de Palestina (Deu_11:26-40).
Una fuente de riquezas para Salomón eran las minas del Araba, al sur del mar Muerto, como han puesto al descubierto las excavaciones practicadas en tell-el-Heleifeh, la antigua Asiongaber, en el golfo de Aqaba, junto al actual puerto de Alat o Eilat. En Asiongaber construyóse una fundición de hierro y bronce, minerales que se extraían de las minas vecinas, cuyas instalaciones se protegieron contra los posibles ataques de Hadad, rey de Edom. Es ésta la más vasta y grandiosa instalación de este género que se conoce en los territorios del antiguo Oriente Medio. Con el fin de poder explotar el mineral y exportarlo, Salomón, de acuerdo con Hiram, construyó una flota, que lanzó sobre las aguas del mar Rojo hacia los países de Ofir. Las naves que hacían este servicio de exportación e importación llamábanse naves de Tarsis, esto es, naves al servicio de las fundiciones de Asiongaber (Deu_9:26-29; Deu_10:22; 2Cr_8:17-18; 2Cr_9:10-11). Esta flota salomónica llevó la fama del rey hebreo hasta lejanos países 3.