II Samuel  5 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 25 versitos |
1 Vinieron a David, a Hebrón, todas las tribus de Israel, y hablaron, diciendo: “Hueso tuyo y carne tuya somos;"
2 ya antes, cuando reinaba Saúl sobre nosotros, tú sacabas a Israel y entrabas con él. Además, Yahvé te ha dicho: Apacienta mi pueblo y sé el jefe de Israel.”
3 Vinieron, pues, todos los ancianos de Israel a David, a Hebrón; y David hizo con ellos alianza en Hebrón ante Yahvé, y ungieron a David rey sobre todo Israel."
4 Treinta años tenía David cuando comenzó a reinar, y reinó cuarenta años.
5 Reinó en Hebrón, sobre Judá, siete años y seis meses, y treinta y tres años en Jerusalén, sobre todo Israel y Judá.
6 El rey se dirigió con su gente a Jerusalén, contra los jebuseos, que habitaban la tierra, que dijeron a David: “No entrarás tú aquí; ciegos y rengos bastarán para impedírtelo.” Con lo que querían decir: “Jamás entrará David aquí.”
7 Pero David se apoderó de la fortaleza de Sión, que es la ciudad de David.
8 Pues había dicho: “¿Quién, batiendo al jebuseo, llegará a alcanzar por el túnel a los ciegos y rengos, aborrecidos del alma de David?” Por eso quedó en proverbio: “No entrarán en la casa los ciegos y los rengos.”
9 David estableció su residencia en la fortaleza, y la llamó la ciudad de David y edificó en derredor, desde el terraplén para adentro.
10 David iba creciendo en poder cada vez más, y Yahvé, Dios Sebaot, estaba con él.
11 Hiram, rey de Tiro, envió a David una embajada y maderas de cedro, carpinteros y canteros, que edificaron la casa de David.
12 Conoció David que Yahvé le había confirmado rey de Israel y que realzaba su reino por amor de Israel, su pueblo.
13 Tomó David más concubinas y mujeres en Jerusalén después de venir de Hebrón, y le nacieron hijos e hijas.
14 He aquí los nombres de los que le nacieron en Jerusalén: Samúa, Sobab, Natán, Salomón,
15 Jibjar, Eliua, Nefeg, Jafia,
16 Elisama, Elijada y Elifelet.
17 Cuando los filisteos supieron que David había sido ungido rey de todo Israel, subieron todos en busca suya, y David, que lo supo, bajó a la fortaleza.
18 Los filisteos hicieron una incursión en el valle de Refaím,
19 y David consultó a Yahvé, diciendo: “¿Subiré contra los filisteos? ¿Los entregarás en mis manos?” Y Yahvé dijo a David: “Sube, pues de cierto los entregaré en tus manos.”
20 Vino, pues, David a Baal Parasim, donde los derrotó, y dijo: “Yahvé ha roto a mis enemigos como rompen las aguas.” Por eso se dio a aquel lugar el nombre de Baal Parasim.
21 Dejaron allí sus ídolos, que David y su gente se llevaron.
22 Volvieron los filisteos a subir y a invadir el valle de Refaím.
23 Consultó David a Yahvé: “¿Subiré contra los filisteos? ¿Los entregarás en mis manos?” Y El le respondió: “No subas a su encuentro; rodea por detrás de ellos y atácalos por la espalda desde el lado de las balsameras."
24 Cuando entre las balsameras oigas ruido de pasos, ataca fuertemente, porque es Yahvé que marcha delante de ti para derrotar al ejército de los filisteos.”
25 David hizo lo que Yahvé le mandó, y batió a los filisteos desde Gabaón hasta Guezer.

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Introducción a II Samuel 

Times New Roman ;;; Riched20 5.40.11.2210;

Samuel.

Introducción.
En las Biblias hebraicas modernas, los dos libros de Samuel (a y b) siguen al de los Jueces. En un principio formaban ambos un solo libro, como lo demuestra la nota masorética final y la que figura en 1 Sam 28:23, con la advertencia de que dicho pasaje está en la mitad del libro. Su división en dos se generalizó a partir de la edición de Daniel Bomberg (Venecia 1517). De la unidad primitiva dan testimonio Orígenes (PG 20,581), San Jerónimo (PL 28, 598) y otros. En la versión de los LXX, los libros son llamados "Primero y Segundo de los Reinos," cuya calificación final rechaza San Jerónimo, diciendo: "Non enim multarum gentium regna de-scribit, sed unius israelitici populi" (Lc., 599). El santo Doctor prefiere que se diga libro de los Reyes, no de los Reinos. Los LXX escribieron los libros de Samuel en dos rollos, aproximadamente de la misma extensión, uniéndolos a los de los Reyes, con el título genérico de "Primero y Segundo de los Reyes." La Vulgata siguió la clasificación de los LXX, distinguiendo cuatro libros de los Reyes. De ahí que el I y el II de Samuel del texto hebraico corresponden al I y II de los Reyes en los LXX y Vulgata. El concilio Tridentino adoptó la división jeronimiana, que siguen todavía algunos autores. En las páginas que siguen distinguimos entre I y II de Samuel y I y II de los Reyes. Llámanse libros de Samuel por la antigua creencia (Baba Bathra 15a) de que los escribió el profeta Samuel, cuya obra completaron los profetas Gad y Natán, o por el lugar preeminente que ocupa Samuel en la institución monárquica de Israel.

Texto.
Los dos libros fueron escritos originariamente en hebreo, cuyo texto ha llegado defectuosamente hasta nosotros. Las narraciones paralelas con el libro de las Crónicas, a partir de 1 Sam c.31, y la confrontación del texto de 2 Sam c.22 con el Sal 18 ponen en evidencia que el texto no ha sido corrompido sustancialmente 1.

Versión Griega.
El texto griego de Samuel se ha conservado en los códices Vaticano (B) y Alejandrino (A), corregido este último conforme al texto original hebraico. Luciano revisó el texto, cuyo trabajo publicó Lagarde en 1883. En el presente estado de cosas, la confrontación del texto hebraico con el griego es necesaria para llegar, en lo posible a restablecer el texto primitivo. A veces la versión de Luciano permite la reconstrucción de un texto hebraico mejor que el maso-rético. ¿Cuál de los dos textos, hebraico o griego, ha de preferirse? No existe unanimidad entre los autores. Ñ. Á. Ç. de Boer2 concede poco valor al texto griego para reconstruir el texto hebraico primitivo. Peters sostiene la tesis opuesta 3. En la cueva cuarta de Qumrán (49 Sama) se han encontrado restos de todo el libro de Samuel en estado bastante perfecto de conservación. Su texto está estrechamente emparentado con la recensión atestiguada por los LXX. Otro manuscrito de Samuel (495amb) representa un texto similar al de los LXX. Su texto se remonta probablemente a últimos del siglo III a.C.4 Lo más prudente es estudiar en cada caso el texto y ver y discernir qué lección se acerca más al original 1 hebraico.

Vulgata.
Los libros de Samuel fueron de los primeros que San Jerónimo tradujo del hebreo. Tiene algunas lecciones propias (1 Sam 15:4; 17:18; 30:20; 2 Sam 2:6, etc.), que deben tenerse en cuenta para la crítica textual. El texto consonantico y la escritura defectuosa del manuscrito hebraico empleado hicieron que no siempre lograra San Jerónimo una traducción feliz.

Contenido
En el contenido de los libros de Samuel caben distinguir cuatro secciones o partes. En la primera (c.1-v) se fija la atención en la figura de Samuel.
Dos personajes resaltan en la segunda sección (c.8-1s): Samuel y Saúl. El primero había envejecido, y sus hijos no seguían los caminos del padre, por lo que Israel pidió a Samuel un rey "para que nos juzgue, como todos los pueblos" (8:5). El profeta se resiste en un principio; pero, ante la indicación de Yahvé, accedió a sus deseos (c.8). A causa de su desobediencia, Saúl es rechazado por Dios (c.15). De Saúl y David se ocupan los capítulos 16-31 del libro I de Samuel. Saúl y su hijo mueren sobre los montes de Gelboé en guerra con los filisteos (31:1-13). David les dedica un canto fúnebre (2 Sam 1:1-27). De David se interesa exclusivamente la sección cuarta (2 Sam 2:1-20:35). Al final del libro van unos apéndices (c.21-24). Se refiere la muerte de los descendientes de Saúl en Gabaón (21:1-14); las hazañas de algunos valientes de David (21:15-22). Sigue un cántico de acción de gracias (22:1-51) y el oráculo de David (23:1-7). Se enumeran los laureados del rey (23:8-39). Acaba 1 libro con la noticia sobre el censo del pueblo, que Dios castigó con tres días de peste (24:1-16). David alza un altar en la era de Areuna el jebuseo (24:17-25).

Composición Literaria.
Una lectura superficial del libro o libros de Samuel no revela las anomalías de composición que ofrece. Fijando la atención, se observa entre unos textos y otros algunas divergencias notables (1 Sam 16:14-23 y 17:55-58). Unos son favorables a la monarquía (1 Sam 0:9; 10:1-16; c.11) y otros contrarios (1 Samc.8; 10:17-24; c.12). Los primeros representan la tradición de Guilgal o Caígala, y los segundos la de Masfa. Las narraciones dobles son varias: dos veces entra David en palacio (1 Sam 16:14-23 y 1 Sam 17:1-18); dos veces huye de la corte (1 Sam 19:12 y 21:1); dos veces le intenta matar Saúl (1 Sam 18:10-11 y 19:9-11); dos veces interviene Jonatán en favor de David (19:1-17 y 20:8-10; 18-39); dos veces es traicionado David por aquellos a quienes protege (1 Sam 23:1-13 y 23:19-28); dos veces se dice que Dios reprobó a Saúl (1 Sam 13:8-15 y 1 Sam 15:10-26). Algunas frases no están en armonía con el resto del libro. Por ejemplo, en 1 Sam 7:13 se afirma que "los filisteos no volvieron más contra la tierra de Israel," lo que difícilmente se ajusta con 9:16; c.13-14; 30-31. Según 1 Sam 15:35, "no volvió Samuel a ver a Saúl hasta el día de su muerte," pero se encuentran en 19:22-24. Otros ejemplos podrían aducirse.

Fuentes.
Conforme a la costumbre antigua oriental, los autores semitas utilizaban diversos documentos o aducían diversas tradiciones anteriores sin mencionarlas explícitamente. Una sola vez cita el autor el libro de Jaser (2 Sam 1:18), citado también por el autor de Jos 10:12, de donde copió el autor el canto fúnebre que pronunció David en honor de Saúl y Jonatán. En el libro, pues, se plantea el problema de las citas implícitas.
El autor sagrado ha manejado en su composición un amplio material, escrito y oral, a veces heterogéneo, llevado por el ideal de poner de relieve más bien los caminos que siguió Dios para llevar a término sus designios que de avalar siempre con su autoridad cada uno de los pormenores que aparecían en las fuentes que utilizaba.
La existencia de los diversos materiales utilizados aparece del estudio desapasionado de las siguientes secciones: 1) Crónica de la sucesión (2 Sann c.9-20), de la que dice E. de Meyer que es "una historia verdadera" 9; 2) Historia de Samuel (1 Sam c.1-1); 3) Orígenes de la realeza (1 Sam c.8-15); 4) Noticiario sobre Saúl (1 Sam 13:16-14:46); 5) David en la corte de Saúl (1 Sam 16:14-17:58); 6) Luchas entre Saúl y David (1 Sam 18:1; 31:25); 7) David rey (2 Sam 1:1; 8:18) 10.
La honradez del autor, su misma conducta de airear los diversos textos y dispares tradiciones acerca del período histórico que estudia, son una garantía de que escribe una historia verdadera empleando métodos distintos a los de la historiografía moderna. Los libros de Samuel se presentan exteriormente como una compilación de escritos y tradiciones en torno a los orígenes de la monarquía. Este acontecimiento trascendental en la historia de Israel debió sin duda de apasionar a todos los que se vieron envueltos en él y a su posteridad. El autor sagrado a veces yuxtapone las diversas tradiciones, otras veces las combina, las resume, amplía, etc.

Autor y data de Composición.
En los libros de Samuel se hallan muchos elementos antiguos, contemporáneos algunos de los mismos hechos. En los tiempos posteriores a David se escribió mucho sobre él y se comentaron las incidencias que le llevaron al trono y su actuación en el mismo. Hacia los años que siguieron inmediatamente a la caída de Samaría se generalizaron las especulaciones en torno a la memoria de David. El desastre del reino del Norte era una ocasión propicia para poner de relieve las promesas relativas a la continuidad de la dinastía davídica en el trono. Los reyes de Israel perecieron por haberse olvidado de Yahvé y no haber seguido el camino que les trazó David con su conducta. En tiempos de Ezequías hubo gran actividad literaria encaminada a desempolvar recuerdos antiguos y estudiar las causas que provocaron la dispersión de Israel entre los pueblos. Esta primera colección de noticias sobre la naciente monarquía recibió su forma última, con influencias deuteronomistas, en los días inmediatos al exilio o durante el mismo. Junto a los ríos de Babilonia medita el pueblo judío sobre el pasado de la nación, que, a la luz del castigo reciente, aparece como una continuada transgresión del pacto concluido en otro tiempo en el desierto n. El trabajo deuteronomista en los libros de Samuel fue de escasa importancia (1 Sam c.7 y 12; 1 Sam 4:18; 2 Sam 2:10-11; 5:4-5). En este tiempo pudo el autor obtener una visión panorámica de la historia de Samuel, Saúl y David y de las etapas que condujeron a éste al trono de Judá y de Israel. El exegeta católico podrá estrujar más o menos la letra del texto, pero no puede poner en duda, a la ligera, la historicidad sustancial de los libros de Samuel. Tenemos en los libros de Samuel una historia religiosa popular; pero aun con métodos y formas de decir y narrar antiguas y populares puede escribirse historia verdadera. En estos libros, como dejamos anotado, prevalece el elemento religioso. El hagiógrafo trata de inducirnos a observar la obra de Dios en los acontecimientos, cuyas causas humanas sabe él describir con viveza y realismo. Justamente, este mismo realismo, y sobre todo la imagen de David, en la que nos dejó dibujado no tan sólo sus nobles y altas cualidades, sino también sus debilidades, constituyen los elementos que nos dan la garantía de la credibilidad de su obra histórica 12.

Los libros de Samuel en el marco general de la historia.
El período comprendido entre Samuel y David no tiene contactos con los grandes imperios del antiguo Oriente. Egipto y Asiria duermen dentro del límite de sus fronteras. El pueblo más peligroso para Israel eran los incircuncisos, los filisteos. Fueron ellos los instrumentos de la justicia divina para castigar los pecados de Helí y de sus hijos (1 Sam 4:10-21). La expansión de los filisteos hacia el este despertó en Israel la idea de la unidad entre las tribus C0n una autoridad central que las aunara. Por lo mismo, el pueblo pidió a Samuel un rey que saliera al frente de ellos para combatir sus combates (1 Sam 8:20).
Al lograrse la unificación de Judá y de Israel en la persona de David, alcanzó Israel un poderío militar que bien pronto debían experimentar los enemigos fronterizos. Los filisteos fueron rechazados y sus ciudades puestas bajo el control de David; algunos mercenarios filisteos formaron parte de la guardia real. En el interior acabó con los islotes cananeos. Los árameos, amonitas, moabitas y edomitas le fueron tributarios. Con Tiro mantuvo David relaciones comerciales, pero no es posible señalar cuándo se produjeron estos puntos de contacto, porque no ocupaba todavía Hiram el trono de Tiro en los primeros años del reinado de David sobre Israel.
Esta falta de contacto con los pueblos e imperios de los alrededores dificulta la fijación cronológica de algunos puntos álgidos de esta historia. A falta de datos concretos, se procede a base de conjeturas. Hacia el año 1030, Saúl fue proclamado rey; entre los años 1010 y 970 reinó David. La arqueología no se opone a estas fechas, antes bien las confirma en líneas generales. Esta despreocupación por la cronología es un rasgo peculiar de la antigua historiografía semita.

Contenido doctrinal.
No para halagar a los historiadores han entrado los libros de Samuel en el canon bíblico. Encierran ellos un mensaje religioso, destinado en primer lugar a los israelitas, y después a sus herederos espirituales, los cristianos. Los libros anuncian las condiciones y las dificultades del establecimiento del reino de Dios sobre la tierra13. Yahvé es el Dios de Israel y su único rey; el monarca que elija el pueblo debe ser el representante de Dios en la tierra y el instrumento del que se servirá Dios para obrar grandes cosas. En ambos libros aparecen los atributos de Dios. Por medio de sus profetas se comunica a los hombres. Desde su infancia fue Samuel su confidente. Durante toda su vida manifestóse Samuel como defensor acérrimo de los derechos del yahvismo, no temiendo oponerse al mismo rey y echarle en cara su ingratitud para con Dios, que lo había elegido. Fue el profeta Natán el encargado de retransmitir a David la noticia de que la hegemonía prometida a la tribu de Judá se realizaría en su familia: Permanente será tu casa para siempre ante mi rostro, y tu trono estable por la eternidad" (2 Sam 7:16). Yahvé se compromete a adoptar como hijos a los descendientes de David para ejercer por ellos su realeza sobre su pueblo. La monarquía, que a Samuel parecía contraria a la teocracia, se convierte en vehículo de ideas mesiánicas. Los profetas presentan a David como tipo del Mesías, y, una vez realizadas las profecías, los apóstoles hacen resaltar que las promesas hechas a David se han cumplido en el "hijo de David" por excelencia (Mc 10:47-48; Mt 15:22). San Pedro afirma la ascendencia de Jesús del rey David (Act 2:30; Mt 1:1; Lc 2:4). Con David se abren gloriosas perspectivas para Israel, haciendo surgir en el corazón de todos los hombres de buena voluntad la esperanza de un Mesías Salvador.
Fue David de carácter magnánimo, caritativo y misericordioso. Más que fijarnos en el lunar que suponen sus pecados de adulterio y homicidio, debemos considerar su fe, su arrepentimiento y sumisión a la palabra de los profetas. El autor del libro de las Crónicas tiende un velo piadoso sobre un pecado que David expió cumplidamente. En adelante, la conducta de los reyes de Judá y de Israel es juzgada tomando como punto de referencia la conducta de David. El pueblo pidió a Samuel les diera un rey como las otras naciones (1 Sam 8:20); pero no siendo Israel como los pueblos paganos, tampoco podía ocupar su trono un rey pagano, sino un vicario o representante de Yahvé. Ahora bien, fue David el prototipo de reyes teocráticos, que no se enorgullece de su cargo, antes bien se reconoce a sí mismo indigno representante de Dios sobre la tierra. El alma de David se transparenta en la colección de Salmos que se le atribuye, que alimentan todavía hoy la piedad de millares de fieles.


1 Para las cuestiones de crítica textual consúltese: P. Dhorme, Les livres de Samuel: "Et. Bibliques"; A. Fernández, Breve introducción a la crítica textual del A. T. (Roma 1917): Ídem, I Samuel 1-15. Crítica textual (Roma 1917); M. Rehm, Textkritische Untersuchungen zu den Paralleltexten der Samuel-Konigsbücher und der Chronik (Münster 1937).
2 Research in to Text of I Samuel 1-16 (Amsterdam 1938).
3 Beitrage zur Text und Literarkritik sowie zur Erklarung der Bücher Samuel (Fribur-
4 J. Milik, Dieci Anni di scoperte nel Deserto di duda (Marietti, 1957) 19.
5 W. O. E. Oesterley-Th. Robinson, An Introduction to the Books of the Oíd Testament (Londres 1949) 88; A. lods, Histoire de la Littérature hebraíque et juive depuis les origines jusqu'á la ruine de l'état juif (135 aprés J.G.; París 1950) 121-124.
6 Einleituns m das Alte Testament (Tübingen 1956).
7 Otras Concepciones Vigentes Se Encuentran Exp Lioros Sacros Veteris Testamenti (Roma 1958) 172-174; Bonn1936, 4-Rrr C. Kuhl. Die Enstehung Des Alten Uestas En Â. Mariani, Introiuctio In Ê. A. Leimbach, Die  Üchei Samuel Testaments (Berna 1953) 146-147.
8 L'aspect Reügfie De La Royante Ment Et Dans Les Testes Mésopotamiens
9 Die Israeliten Und Ihre Nachbar
10 Ntroducíion: A La Bibíe (Tourna Israélite. L·'Instituí Ton Monarchique Dans l'Ancien Testa-(Roma 1954) 89-112. Stamme (Halle 1906) 485. I 1957) 4I5SS.
11 De Vaux, Israel: DBS 762.
12 J. Schildenberger, Géneros Literarios De Los Libros Del Antiguo Testamento: "Los Géneros Literarios De La Sagrada Escritura" (Barcelona 1957) 131-132; M. Buber, Die Erzahlung Von Sauls Konigswahl: VT 6 (1956) 113-173; Ch. Keely, An Aproach To The Books Of Samuel: CBQ. 10 (1948) 254-270; A. Schulz, Erzahlungskunst In Den Samuelbüchern: "Biblische Zeit-Fragen," XI 6-7 (Münster 1923).
11 De Vaux, Les Livres de Samuel 16,,



Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

II Samuel  5,1-25

2. David, Rey de Juda y de Israel (c.5-20).

David, rey de Israel (5:1-5).
1 Vinieron a David, a Hebrón, todas las tribus de Israel, y hablaron, diciendo: Hueso tuyo y carne tuya somos; 2 ya antes, cuando reinaba Saúl sobre nosotros, tú sacabas a Israel y entrabas con él. Además, Yahvé te ha dicho: Apacienta mi pueblo y sé el jefe de Israel. 3Vinieron, pues, todos los ancianos de Israel a David, a Hebrón; y David hizo con ellos alianza en Hebrón ante Yahvé, y ungieron a David rey sobre todo Israel. 4Treinta años tenía David cuando comenzó a reinar, y reinó cuarenta años. 5 Reinó en Hebrón, sobre Judá, siete años y seis meses, y treinta y tres años en Jerusalén, sobre todo Israel y Judá.

Todos los acontecimientos históricos convergían a allanar los caminos de acceso de David al trono de Israel. Abner había creado una atmósfera favorable, cuya labor facilitó la escasa personalidad de Isbaal. Desaparecido éste, nadie soñó en entronizar al hijo de Jonatán, inválido a consecuencia de una caída (4:4), ni existía un jefe capaz de reunir a todo Israel bajo su mando. Por lo mismo, una delegación, formada por elementos de todas las tribus de Israel (1Cr_12:24-40), fue enviada a David para concertar con él un pacto, cuyo éxito fue sellado con el trascendental acto de ungir a David por rey sobre todo Israel. Dos unciones habían precedido: una oficial, religiosa, efectuada por Samuel obedeciendo a una orden de Dios (1Sa_16:13); otra popular, por parte de los hombres de Judá (1Sa_2:4). Los embajadores de Israel entran en tratos con David, diciéndole que no es un extraño, sino un israelita como ellos: Hueso tuyo y carne tuya somos (Gen_2:23; Gen_29:14; Jue_19:2; 2Sa_19:13-14), unidos a él por vínculos de consanguinidad nacional o de raza y por el afecto que le profesan. No les es extraña su personalidad, que conocen desde hace mucho tiempo: ayer como antes de ayer (2Sa_3:17; 1Sa_10:11; 1Sa_14:21, etc.), desde los días de Saúl, en que él prácticamente llevaba los asuntos del reino y, sobre todo, los negocios relacionados con las armas. Los comisionados le eligen. Por rey, por ser esta la voluntad de Dios: Yahvé te ha dicho: Apacienta a mi pueblo y sé jefe de Israel. Aquella unción íntima, un secreto, en casa de Isaí (1Sa_16:13) conocióse poco a poco en Israel. Saúl tenía noticia de ella (1Sa_24:21); Abigaíl no duda ¿el hecho (1Sa_25:30), como tampoco Abner (1Sa_3:9). Los embajadores de Israel aludían a esta unción histórica y a las palabras del peut 17:15. Por el pacto convinieron en que Israel reconocería a David por rey, como lo habían hecho antes los de Judá, convirtiéndose, por lo mismo, en rey de Israel y de Judá. Creóse una monarquía dualista, un reino unido, con sus inevitables dimes y diretes, hasta que vino la escisión definitiva después de la muerte de Salomón (1 Re c.12). Por anticipación afirma el texto que el reinado de David, en números redondos, fue de siete años en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén (1Re_2:11). Hacia el año mil antes de Cristo, dos coronas ceñían la cabeza de David: la de Judá y la de Israel. ¿Entraba en el pacto la creación de una capital de los dos reinos más céntrica que la lejana Hebrón?

Toma de Jerusalén (1Re_5:6-16).
6 El rey se dirigió con su gente a Jerusalén, contra los jebuseos, que habitaban la tierra, que dijeron a David: No entrarás tú aquí; ciegos y rengos bastarán para impedírtelo. Con lo que querían decir: Jamás entrará David aquí. 7 Pero David se apoderó de la fortaleza de Sión, que es la ciudad de David. 8 Pues había dicho: ¿Quién, batiendo al jebuseo, llegará a alcanzar por el túnel a los ciegos y rengos, aborrecidos del alma de David? Por eso quedó en proverbio: No entrarán en la casa los ciegos y los rengos. 9David estableció su residencia en la fortaleza, y la llamó la ciudad de David y edificó en derredor, desde el terraplén para adentro. 10David iba creciendo en poder cada vez más, y Yahvé, Dios Sebaot, estaba con él. 11 Hiram, rey de Tiro, envió a David una embajada y maderas de cedro, carpinteros y canteros, que edificaron la casa de David. 12 Conoció David que Yahvé le había confirmado rey de Israel y que realzaba su reino por amor de Israel, su pueblo. 13Tomó David más concubinas y mujeres en Jerusalén después de venir de Hebrón, y le nacieron hijos e hijas. 14He aquí los nombres de los que le nacieron en Jerusalén: Samúa, Sobab, Natán, Salomón, 15Jibjar, Eliua, Nefeg, Jafia, 16 Elisama, Elijada y Elifelet.

Cronológicamente, la toma de Jerusalén debe colocarse después de la victoria sobre los filisteos (v. 17-25). Los embajadores ; Israel habían regresado a su punto de partida con la conciencia haber logrado lo que estaba en el ánimo de todos: la unión nagual. Pero la compenetración entre un reino y otro y el intercamio y trasiego de personal se efectuaba lentamente. Por lo mismo, en contra de lo que escribe 1Cr_11:4, no concurrió a este ataque todo Israel, sino la gente de David, o sea, el reducido ejército ? los seiscientos hombres que no le abandonaban (1Sa_30:155. Así, pues, con su gente subió David a Jerusalén contra los jebuseos que habitaban la tierra.
Antiquísima es la ciudad de Jerusalén. Restos arqueológicos atestiguan su existencia en el período calcolítico en el sector llamado Ofel, o sea, el espolón que se encuentra al sur de la explanada del templo, entre los valles del Tiropeón y del Cedrón, al oeste y este respectivamente, y limitando al sur con la conjunción de los valles Cedrón e Hinnón. En una carta de Tell el-Amarna (c.1400 antes de Cristo) la ciudad es llamada Urusalim, palabra que ha sido interpretada diversamente, pero que parece significar fundación de Salem, nombre este último de una divinidad conocida en la primera mitad del segundo milenio. Desde su más remota antigüedad hasta la conquista de Canaán, la ciudad no tuvo otro nombre que el de Urusalim. Fueron sus primeros pobladores miembros del clan amorreo de los jebusitas, que rendían culto al dios Salem, al que su sacerdote Melquisedec aplicó los calificativos de altísimo, dueño de cielos y tierra, que el patriarca Abraham pudo con toda verdad aplicar e identificar con su propio Dios 1. Junto a sus muros pasaron los patriarcas con sus rebaños, pero la población mantúvose siempre fiel a sus dioses. Al conquistarla David, hubo una corriente encaminada a sustituir el nombre pagano de la ciudad por la designación de Ciudad de David. Sin embargo, el antiguo nombre subsistió, olvidándose su significado pagano. Al penetrar los israelitas en la tierra prometida, dirigieron sus ataques contra Hai, desviándose hacia el norte y evitando el ataque a la fortaleza de los jebuseos. A pesar de la muerte de su jefe Adonisedec en manos de Josué (Jos_15:8-63; Jue_19:12), la ciudad continuó bajo el dominio de los jebuseos hasta los tiempos de David. En los primeros momentos del reinado de David sobre Israel y Judá era del todo necesario quitar de en medio este baluarte amorreo y convertir la ciudad en capital del nuevo reino, tanto por su posición geográfica como por sus condiciones estratégicas. Valía la pena que David iniciara la nueva etapa de su reinado con tamaña empresa.
Un día vieron los jebuseos que un reducido ejército hebreo se estacionaba junto a los muros de la ciudad con propósitos hostiles. Sus habitantes cerraron herméticamente sus puertas y desde lo alto de las murallas proferían sus jefes palabras irónicas, diciendo: No entrarás tú aquí; ciegos y rengos bastarán para impedírtelo. Tan seguros se creían detrás de sus muros, que no cesaban de repetir: Jamás entrará David aquí. La fortaleza era casi invencible. Y, sin embargo, David habíase presentado delante de ella con ánimo de capturarla; un fracaso le hubiera restado simpatía por parte sobre todo de Israel. Pero David la tomó.
Se llamaba Sión la parte más fortificada de la ciudad, que contenía la acrópolis con su templo y palacio real. La ciudad era relativamente pequeña, no excediendo su área amurallada de algo más de cuatro hectáreas. En 1Cr_11:6 se dice: David había dicho: El que primero hiera al jebuseo será jefe y príncipe. El primero en subir fue Joab, hijo de Sarvia, y fue hecho jefe. El texto hebraico del v.8 se ha conservado en mal estado. Su traducción más literal parece ser: Pues había dicho David aquel día: Quien quiera vencer al jebuseo, que alcance, a través del canal, a los cojos y ciegos, los que odian la persona de David. La traducción de la última parte del versículo mencionado es dudosa; quizá la mejor sea: A los rengos y ciegos David odia con toda su alma. Por esto se dice: Ciegos y cojos no entrarán en el templo (De Vaux), La arqueología ha venido en ayuda de la crítica textual para la recta interpretación del v. 8 de nuestro texto. La palabra sinnor del verso ha recibido múltiples interpretaciones. Sukenik, apoyándose en los LXX y en la palabra árabe sinnarat, cree que significaba originariamente tridente, aludiendo al arma con que debían atacar. Otros, siguiendo a Wellhausen, refieren el término sinnor a un miembro del cuerpo humano que tenga las funciones de canal, tales como cuello, etc. (Jouon, Fernández). La tercera opinión, la más corriente hoy día, ve en sinnor una parte de la población que debe ser objeto preferente de ataque. Sinnor tiene relación con conducciones de agua, canales (Sal_42:8); en el neohebreo conserva el mismo sentido. Aqui-la traduce por krounismo, el manantial. En efecto, en el fondo de la fuente Ain-Sitti-Mariam existe una abertura que sube hacia arriba a manera de chimenea excavada en el corazón mismo de la colina. Se hace remontar su construcción, con buenos fundamentos arqueológicos, al tiempo de los jebuseos. Su objeto era evidentemente el de poder sacar agua de la fuente sin necesidad de salir de la ciudad. Esta abertura fue descubierta por Ch. Warren en 1867 2. No siendo posible abrir brecha en los muros de la ciudad, David, que tenía sin duda noticia de este túnel por haberlo descubierto en las exploraciones previas del terreno o por habérselo comunicado algún jebuseo, animó a los suyos a que, derribada la pared que interceptaba el paso de la fuente al túnel, treparan por el mismo durante la noche, en una hora en que nadie iba a por agua, y penetraran en la ciudad. Joab fue el primero que se aventuró a esta empresa. ¿Hubo lucha en el recinto de la villa? ¿Se entregaron los jebuseos al ver su fortaleza invadida por el enemigo? ¿Qué suerte corrieron sus habitantes? Nada dice sobre estos particulares el texto sagrado; ya hemos hecho notar que sus relatos son sobrios, esquemáticos, con estilo telegráfico.
Pronto trasladó David su familia, ejército, funcionarios y muchos israelitas a la nueva capital, que modificó convenientemente durante el curso de su reinado, embelleciéndola por dentro, construyendo nuevas viviendas (1Cr_11:8), reparando los destrozos de las murallas, tratando de ampliarla hacia el norte e iniciando la obra de terraplenar el foso que existía entre el muro septentrional de la fortaleza y la colina del monte Moría, obra que acabó Salomón (1Re_9:15-24) 3.
La noticia sobre la embajada de Hiram recuerda la que tuvo lugar en tiempos de Salomón (1Re_5:15). Era costumbre esta ayuda mutua entre los reyes amigos al efectuarse un cambio de reino (1Re_10:1). Los fenicios mandaban también maderas a Egipto, de donde recibían obreros para trabajarlas. Tiro era una ciudad fenicia edificada sobre una roca que emergía en pleno mar Mediterráneo, a quinientos metros de la costa. Su misma posición la hacía inexpugnable, convirtiéndose en el puerto más importante del Mediterráneo oriental tanto desde el punto de vista militar como comercial. Flavio Josefo dice que su rey Hiram, hijo de Abibal, reinó treinta y cuatro años (hacia 979-945), muriendo a los cincuenta y tres. Pero no parece que fuera Hiram el que mandó maderas y obreros para construir el palacio de David, ya que no es probable que ocupara él el trono en los primeros años del reinado de David sobre todo Israel. La dificultad se resuelve admitiendo que o no fue Hiram el que mandó tal ayuda, o, en caso afirmativo, que lo hizo años más tarde, a finales del reinado de David. Es probable que David contara en los comienzos con una casa sencilla, que más tarde amplió y adornó extraordinariamente su hijo Salomón.
Un soberano oriental debía contar con un nutrido harén y una descendencia numerosa; por lo mismo, tomó David otras mujeres y concubinas, práctica que toleraba la Ley (Deu_15:17). Con ello pretendía David principalmente entrar en relación con las principales familias del reino y asegurarse la amistad de los monarcas extranjeros. Dos categorías existían en el harén: las esposas de primer orden, que hacían su entrada en palacio con grandes fiestas y boato, y las concubinas, también esposas en sentido estricto, que entraban en el harén real sin aparato externo; sus hijos eran menos considerados. De la época de Tell el-Amarna escribe De Vaux sabemos que el rey de Biblos tenía al menos dos mujeres, y el de Alasia (Chipre) habla de sus mujeres. Sin embargo, en los siglos VIII-VII a. de C., los anales de Asiría atribuyen a los reyes de Ascalón, Sidón y Azoto sólo una mujer, acaso la reina titular, lo que no excluye otras esposas y concubinas. Mejor información se dispone tocante a los hititas, entre los cuales una esposa llevaba el título de reina, disponiendo el monarca de mujeres libres y concubinas. En Asiría, al lado de la dama de palacio, existían otras, provenientes muchas veces de pueblos extranjeros. En Egipto tenía el Faraón una esposa que llevaba el título de gran esposa real. Cinco personas llevaron este título sucesivamente durante el largo reinado de Ramsés II, pero sus ciento sesenta y dos hijos prueba que tuvo otras mujeres además de la reina y esposa oficial. Según las cartas de Tell el-Amarna, el harén que más analogía tiene con el de los faraones es el de Salomón. La princesa mitanni casada con Amenofis III llevó consigo trescientas diecisiete muchachas jóvenes. El mismo rey encarga al de Guezer le envíe cuarenta mujeres guapas, a cuarenta siclos de plata cada una. El Faraón recibe del rey del Mitanni el regalo de treinta muchachas, veintiuna del rey de Jerusalén y veinte o treinta de un príncipe sirio. 4

Ataque de los filisteos (Deu_5:17-25).
17 Cuando los filisteos supieron que David había sido ungido rey de todo Israel, subieron todos en busca suya, y David, que lo supo, bajó a la fortaleza. 18 Los filisteos hicieron una incursión en el valle de Refaím, 19y David consultó a Yahvé, diciendo: ¿Subiré contra los filisteos? ¿Los entregarás en mis manos? Y Yahvé dijo a David: Sube, pues de cierto los entregaré en tus manos. 20 Vino, pues, David a Baal Parasim, donde los derrotó, y dijo: Yahvé ha roto a mis enemigos como rompen las aguas. Por eso se dio a aquel lugar el nombre de Baal Parasim. 21Dejaron allí sus ídolos, que David y su gente se llevaron. 22Volvieron los filisteos a subir y a invadir el valle de Refaím. 23Consultó David a Yahvé: ¿Subiré contra los filisteos? ¿Los entregarás en mis manos? Y El le respondió: No subas a su encuentro; rodea por detrás de ellos y atácalos por la espalda desde el lado de las balsameras. 24 Cuando entre las balsameras oigas ruido de pasos, ataca fuertemente, porque es Yahvé que marcha delante de ti para derrotar al ejército de los filisteos. 25David hizo lo que Yahvé le mandó, y batió a los filisteos desde Gabaón hasta Guezer.

Los exegetas son de parecer que este episodio debe seguir inmediatamente a la noticia sobre la unción de David por rey de Israel (v.3), como se desprende de 1Cr_14:8. Al mismo hecho se refiere el pasaje de 2Sa_23:13-17. Practicaban los filisteos la política del divide y vencerás con relación a Palestina.
Después del desastre de Gelboé quedaron ellos dueños del territorio palestinense, controlando prácticamente todas sus actividades. Pero el genio militar de Abner fue rechazándolos de un sitio y de otro hasta libertar los territorios del norte del yugo filisteo. En el sur, éstos controlaban el territorio de Judá, en donde, según creyeron en un principio, reinaba un aliado suyo, a quien trataron de apoyar y aupar a fin de que estorbara la acción de sus rivales del norte y mantuviera a la nación dividida en dos bandos. Por lo mismo, llevaron muy a mal el que ciñera David la corona de los dos reinos, temiendo fundadamente que esta unidad nacional redundara en detrimento de sus intereses. Para cortar el mal de raíz, antes de que las relaciones entre los reinos de Judá y de Israel se estabilizaran, lanzaron su ejército sobre la región que servía de enlace a los dos mencionados reinos con el fin de impedir que la unión se hiciera efectiva.
David, que estaba todavía en Hebrón, tuvo noticia de la penetración de los filisteos en tierra de Israel y bajó a la fortaleza de Odulam (1Sa_22:1 : caverna; 22:4.5: fortaleza). El sitio escogido por los filisteos fue el valle de Refaím (Jos_15:8; Jos_18:16), entre Jerusalén y Belén, llamado hoy día llanura de Baqa, que se extiende al sur de Jerusalén, parte occidental de la misma hasta Lifta, al norte. Antes de atacarlos consulta David a Yahvé, que le promete la victoria. Desde su refugio de Odulam subió (verbo que no se hubiera empleado en el caso de estar David en Jerusalén:Jos_23:1) a la colina de Baal Parasim. Tenemos un nombre compuesto con la palabra baal, dios cananeo, y parasim, divisiones, brechas, lugar de la división de aguas (v.20), unas en dirección al mar Muerto y otras hacia el Mediterráneo. Este lugar alto en la línea divisoria de las aguas, llamado Ras en-Nadir, al sur de Lifta, estaba dedicado al dios cananeo baal, dueño y autor, según sus seguidores, de los parasim, o divisiones de las aguas.
Con la ayuda de Dios, los filisteos fueron derrotados y dispersados, como la división de las aguas. De ahí que en adelante perdió el lugar su carácter profano y adquirió uno religioso, cediendo baal su puesto al verdadero dueño y señor de los elementos, Yahvé. Para asegurarse la victoria, los filisteos habían traído consigo sus ídolos (dioses según los LXX y 1Cr_14:12), que, según este último texto, fueron quemados.
El segundo encuentro se desarrolló entre el extremo noroeste de Refaím y el wadi el-Meise, al oeste de Jerusalén; torrente que va desde birket Mamillah hasta birket es-Sultan (Ubach). Los filisteos huyeron precipitadamente hacia Gabaón (no Gueba, como dice el texto masorético), para emprender desde allí la fuga hacia la costa mediterránea. Estas dos victorias aplastaron el poderío de los filisteos.