Colosenses 2 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 23 versitos |
1 Pues quiero que sepáis qué lucha sostengo por vosotros y por los de Laodicea y por cuantos no han visto mi rostro en carne,
2 para que sean confortados sus corazones y, estrechamente unidos en la caridad, alcancen todas las riquezas de la plena inteligencia y conozcan el misterio de Dios, que es Cristo,
3 en el que se hallan escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia”
4 Esto os digo para que nadie os engañe con argumentos capciosos;"
5 pues aunque estoy ausente en la carne, en el espíritu estoy en medio de vosotros, alegrándome de vuestro buen concierto y de la firmeza de vuestra fe en Cristo.
6 Pues como habéis recibido al Señor Cristo Jesús, andad en El,
7 arraigados y fundados en El, corroborados por la fe, según la doctrina que habéis recibido, abundando en acción de gracias.
8 Mirad que nadie os engañe con filosofías falaces y vanas, fundadas en tradiciones humanas, en los elementos del mundo y no en Cristo.
9 Pues en El habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente,
10 y estáis llenos en El, que es la cabeza de todo principado y potestad.
11 En El fuisteis circuncidados con una circuncisión no de mano de hombre, con la eliminación del cuerpo carnal, con la circuncisión de Cristo.
12 Con El fuisteis sepultados en el bautismo y en El asimismo fuisteis resucitados por la fe en el poder de Dios, que le resucitó de entre los muertos.
13 Y a vosotros, que muertos estabais por vuestros delitos y por el prepucio de vuestra carne, os vivificó con El, perdonándoos todos vuestros delitos,
14 borrando el acta de los decretos que nos era contraria, que era contra nosotros, quitándola de en medio y clavándola en la cruz;"
15 y despojando a los principados y a las potestades, los sacó valientemente a la vergüenza, triunfando de ellos en la cruz.
16 Que ninguno, pues, os juzgue por la comida o la bebida, por las fiestas, los novilunios o los sábados,
17 sombra de lo futuro, cuyo cuerpo es Cristo.
18 Que nadie con afectada humildad o con el culto de los ángeles os prive del premio, haciendo alarde de visiones, hinchándose sin fundamento de su inteligencia carnal,
19 y no asiéndose a la cabeza, por la cual el cuerpo entero, alimentado y trabado por las coyunturas y ligamentos, crece con crecimiento divino.
20 Pues si con Cristo estáis muertos a los elementos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os dejáis subyugar?
21 “No cojas, no gustes, no toques.”
22 Todos éstos, ¿no son preceptos y enseñanzas humanas de cosas que con el uso se consumen?
23 Son preceptos que implican cierta especie de sabiduría, de afectada piedad, humildad y severidad con el cuerpo, pero sin valor alguno, si no es para satisfacción de la carne.

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Introducción a Colosenses

Times New Roman ;;; Riched20 5.40.11.2210;

Epístola a los Colosenses.

Introduccion.

La iglesia de Colosas.
Era Colosas, a cuyos fieles Pablo dirige esta carta (cf. 1:2), una ciudad de Frigia, situada en el valle del río Lico, afluente del Meandro. En el mismo valle se encontraban también Laodicea y Hierápolis, ciudades con las que Colosas mantenía fáciles y constantes relaciones (cf. Col 4:13-16). Parece que en tiempos antiguos, a juzgar por las alusiones que hacen a ella Herodoto y Jenofonte, Colosas había sido ciudad de bastante importancia 274. Sin embargo, en tiempos de San Pablo había perdido su antigua preponderancia y esplendor, eclipsada por su vecina Laodicea, que era la capital del distrito, habiendo quedado reducida a una pequeña villa 275.
No consta que San Pablo estuviera nunca personalmente en Colosas. Desde luego, San Lucas, en el libro de los Hechos, al referirnos los viajes de San Pablo, no nombra nunca esa ciudad. Además, el mismo San Pablo da a entender que no conocía personalmente a los colosenses (cf. Col 2:1). El fundador de aquella iglesia había sido Epafras, su fiel colaborador, del que hace en la carta un cálido elogio (cf. 1:7; 4:12-13). Parece que este Epafras era natural de Colosas, y probablemente, lo mismo que Filemón, natural también de Colosas (cf. Col 4:9; Flm_1:10-12 ), había sido convertido a la fe por San Pablo durante su larga permanencia en Efeso, desde donde la fe, según testimonio del libro de los Hechos, había sido difundida a todos los habitantes de Asia (cf. Act 19:10). Con todo, la comunidad cristiana de Colosas estaba íntimamente ligada al Apóstol, como lo demuestra esta carta, y el mismo Apóstol esperaba visitarles personalmente, conforme promete a Filemón (cf. Flm_1:22 ).
Parece que los cristianos de Colosas procedían en su mayoría del gentilismo (cf. 1:21; 2:13); aunque tampoco faltasen algunos de entre los judíos (cf. 2:16; 3:11), que sabemos eran numerosos en Frigia (cf. Act 2:10).

Ocasión de la carta.
Esta carta está íntimamente relacionada con la de los Efesios, no sólo por su sorprendente parecido literario, sino también por haber sido escrita en las mismas fechas. Ambas fueron llevadas a su destino por el mismo portador Tíquico (cf. Ef 6:21-22; Col 4:7-9) y, al igual que la de Filemón, parece que las escribió el Apóstol durante su primera cautividad romana, más bien hacia el final, conforme expusimos en la introducción a la carta a los Efesios.
No hay ningún testimonio por el que conste de modo explícito cuál fue la ocasión que motivó esta carta a los Colosenses. Sin embargo, indirectamente parece desprenderse con bastante claridad de los datos suministrados por la carta misma. Sabemos, en efecto, que Epafras llegó de Colosas e informó al Apóstol de la situación de aquella comunidad (cf. 1:7-8). Incluso es probable que su viaje fuese hecho precisamente con esa finalidad. Las noticias que le da son en general buenas (cf. 1:8; 2:5); pero, por la manera cómo contesta el Apóstol, se ve que le informó también de ciertos peligrosos errores que comenzaban a difundirse entre aquellos cristianos y ponían en grave peligro la pureza de su fe. Es posible que el mismo Epafras hubiese luchado ya fuertemente contra esos errores, y a eso aludiría el inusitado elogio que el Apóstol le tributa: Yo le rindo testimonio de que se toma mucho trabajo por vosotros y por los de Laodicea y Hierápolis (4:13). El peligro, aunque quizás no tan acentuado, debía de venir de antiguo, pues el mismo Pablo lo había previsto ya en su discurso de despedida a las iglesias de Asia (cf. Act 20:29-30).
¿Cuáles eran esos errores? El precisar su naturaleza es muy difícil. Apenas tenemos otros datos que los suministrados por la carta y, como suele suceder siempre que escribimos, refiriéndonos a una situación concreta conocida de los destinatarios, Pablo habla de los errores de Colosas en forma para los demás bastante oscura. De ahí que ha habido entre los autores dedicados a estos estudios mucho desconcierto. Unos hablan de doctrinas gnósticas, otros de doctrinas iránicas, otros de sincretismo helenístico, otros de doctrinas pitagóricas, maniqueas, epicúreas. Parece claro, sin embargo, como a fines del siglo pasado sostenía ya J. B. Lightfood y hoy suelen reconocer la generalidad de los autores, que se trata de errores de carácter judaizante 276. Es lo que piden las alusiones de Pablo a la circuncisión (2:11-13), a la Ley mosaica (2:14) y a las observancias de sábados y novilunios (2:16). Pero se trataría de un judaísmo con un código doctrinal mucho más libre que el del judaísmo oficial de Jerusalén, de modo que cabrían dentro de él ese culto a los ángeles (2:18) y sumisión a los elementos del mundo (2:8.20) que Pablo considera también incluidos dentro del conjunto de errores que trata de precaver.
Probablemente nos hallamos ante un judaísmo que habrá que encuadrar dentro de la misma corriente esenia que encontramos en Qumrán 2T7. Las colonias judías, que sabemos eran numerosas en esas regiones de Frigia 278 habrían sido fuertemente afectadas por el tibíente sincretista de la época. No era ya el judaísmo puro, que dominaba en las escuelas fariseas de Jerusalén, sino un judaísmo con mezcla de ideas religiosas paganas, particularmente en lo referente a los seres angélicos o supraterrestres, considerados como intermediarios entre Dios y el mundo. Sabemos que en esas regiones de Asia, bajo el influjo de las religiones orientales, se especulaba mucho sobre estas potestades celestes o astrales, a las que se atribuía gran importancia en la dirección y marcha del mundo y en el destino de los hombres; cada una de ellas contenía una parte del pleroma de la divinidad y gozaba de poderes en el cosmos y sobre los hombres. Es lo que Pablo reservará para Cristo (cf. 1:19; 2:9).
Las consecuencias eran obvias. Puesto que el destino humano estaba bajo el dominio de esas potestades o regidores cósmicos, importaba mucho tenerlas propicias; de ahí ese culto a los ángeles de que habla Pablo con la obligación de abstenerse de determinados alimentos y observar ciertas fiestas (cf. 2:16-18). Parece que ese culto se hacía a través de complicadas ceremonias de misterios, a los que tan propenso era el mundo griego. Cree Cerfaux, apoyado en expresiones de la carta, que también los judíos habían organizado un misterio centrado en el culto a los ángeles, que identificaban con las potestades astrales del paganismo oriental279. Todo este culto y especulaciones proporcionaba a los iniciados una gnosis o conocimiento superior, donde podemos ya ver los primeros gérmenes de esas doctrinas gnósticas que alcanzarán su pleno desarrollo en el siglo II 280.
No sabemos hasta qué punto los cristianos de Colosas habían sido afectados por estas lucubraciones, pero Pablo vio claramente el peligro que corrían, tentados a considerar a Cristo como uno más, quizás el más poderoso, entre los muchos mediadores entre Dios y ios hombres. Aunque la carta va dirigida a los colosenses, piensa Pablo también en las otras iglesias vecinas, que más o menos se encontraban en la misma situación, y por eso manda que, una vez leída, la pasen a esas iglesias (cf. 4:16).

Estructura o plan general.
La característica de esta carta es su cristología. Todas esas especulaciones sobre el mundo angélico, al que se atribuía tanta importancia, entrañaban un grave peligro: que sufriese mengua la posición de Cristo, único mediador entre Dios y los hombres. La intención de Pablo, desde el principio al fin de la carta, es dejar bien sentada la absoluta suficiencia de Cristo en su función con respecto al Universo. No que ponga en duda la existencia y función de otros intermediarios, pero será siempre en relación y dependencia de Cristo (cf. 1:1 6; 2:10), único en quien habita todo el pleroma de la divinidad (cf. 1:19; 2:9). Es ésta una carta en que Cristo aparece en su plena función de Kyrios del Universo.
Podemos distinguir perfectamente dos partes: una más especulativa, en que el Apóstol expone a sus lectores la trascendencia divina de la persona de Cristo y la eficacia de su obra redentora, en contraposición a las falsas doctrinas con que algunos pretendían seducirles (1-2), y otra más practica, desarrollando la idea, tan hermosa como fecunda, de la vida nueva en Cristo (3-4).
Damos a continuación un breve esquema de la carta:
Introducción (1:1-14).
Saludo epistolar (1:1-2) y acción de gracias (1:3-14).
I. Dignidad supereminente de Cristo (1:15-2:23).
a) La persona y la obra de Cristo (1:15-23).
b) Participación de Pablo en la obra de Cristo (1:24-2:3).
c) Puesta en guardia contra las falsas doctrinas que ofenden la fe debida a Cristo (2:4-23).

II. Consecuencias morales (3:1-4*6).
a) La unión con Cristo, principio de vida nueva (3:1-17).
b) La familia cristiana (3:18-4:1).
c) El espíritu apostólico (4:2-6).
Epílogo (4:7-18).
Noticias personales (4:7-9), saludos (4:10-17) y bendición final

Perspectivas doctrinales.
Si hacemos comparación con cartas cronológicamente anteriores, observaremos que en esta carta a los Colosenses y lo mismo se diga de su gemela a los Efesios el pensamiento de Pablo ha cambiado de centro de interés. Cierto que la doctrina en el fondo es la misma; pero si anteriormente Pablo había presentado el cristianismo como la buena nueva de salud por la fe, ahora lo presenta más bien como un misterio que hay que penetrar. Podemos decir que al trinomio evangelio-transmisión-fe sustituye este otro: misterio-revelación-conocimiento (cf. 1:26-27; 2:2-3; 4:31; Ef 1:9-10; 3:3-12; 6:19). Ese misterio es el plan divino de salvación, que preexiste en Dios antes de todos los siglos, y que ahora es revelado por el Espíritu a los apóstoles y profetas, entre los cuales, de manera muy destacada, se cuenta él mismo (cf. 1:25-27; Ef 3:3-12).
Creemos que este cambio de centro de interés en el pensamiento de Pablo, transformando la teología del mensaje en teología del misterio, está en estrecha relación con las circunstancias exteriores que amenazaban la fe de los cristianos de Colosas y de las otras ciudades vecinas. Habría sido la reacción contra el sincretismo judeo-pagano ahí reinante, de que antes hablamos, lo que habría motivado y hasta dado los términos a Pablo para esta su síntesis teológica del cristianismo, que surge en cierto modo como antítesis. Es curioso observar que el término misterio, sustituyendo a evangelio, aunque sin constituir todavía término-clave de la exposición, lo había empleado Pablo ya dos veces anteriormente: 1 Cor 2:7 y Rom 16:25, cartas ambas que están escritas después de su prolongada estancia en Efeso, lo que podría considerarse como indicio de que fue en Efeso donde se habituó a la terminología ahí reinante, de la que luego va a valerse para presentar el mensaje cristiano a las comunidades de esas regiones 281.
En consonancia, pues, con la terminología y ambiente en que se hallaban inmersos los destinatarios, Pablo no sólo hablará de misterio, sino que hablará también de elementos del mundo (cf. 2:8.20) y de potestades celestes, asimiladas más o menos a los ángeles de la tradición judía (cf. 1:16; 2:10.15.18); pero si habla de todo eso no es para profundizar en el mundo de la angelología, sino para dejar bien claro que Cristo, sean las que sean esas potestades, les es absolutamente superior, lo mismo en el plano de la creación (cf. 1:16) que en el de la reparación soteriológica (cf. 1:20; 2:15), y si algo tienen de poder salvador se lo deben a Cristo (cf. 2,10). De este modo, aunque lo que sobre todo suele interesar a Pablo es lo relativo a la salud de la humanidad, las necesidades de la polémica le han llevado a referirse también a la amplitud cósmica del señorío de Cristo. Son dos puntos que trataremos de exponer con más detalle: potestades celestes, plenitud cósmica de Cristo.
Las potestades celestes. Para designar a estos seres celestes o supraterrestres, Pablo emplea diversos nombres: ángeles (2:18; cf. Rom 8:38; Heb 1:4-14), tronos-dominaciones-principados-potestades (1:16; 2:10.15; cf. 1 Cor 15:24; Rom 8:38); la misma lista se repite en la carta a los Efesios, únicamente que en vez de tronos se pone virtudes (cf. 1:21; 3:10; 6:12). Si a estos seis nombres añadimos los de arcángeles-querubines-serafines (cf. 1 Tes 4:16; Heb 9:5; Is 6:2), tendremos los nueve coros o categorías angélicas de que con frecuencia hablan los escritores cristianos, sistematización debida en gran parte al Pseudo-Dionisio Areopagita, y que se instaló definitivamente en Occidente a partir de San Gregorio Magno.
Es evidente que Pablo nunca intenta dar listas completas de ángeles, tampoco es posible precisar si con esa variedad de nombres, más o menos simbólicos, pretende señalar categorías distintas de seres. Son nombres que han ido entrando en la tradición bíblica partiendo de diversos ambientes, y que Pablo recoge, pero sin hacer especial hincapié en determinar la naturaleza y categoría de esos poderes celestes. Lo que sí juzgamos cierto es que Pablo da por supuesta la existencia de los ángeles, también de los ángeles malos (cf. 2:15; Ef 6:11-12; 1 Cor 15:24), convicción que es común a todos los autores neotestamentarios282. Nunca dice, sin embargo, cómo surgieron los ángeles malos. Habrá que suponer que, lo mismo que dice del hombre (cf. Rom 1:21; 5:12), hubo también un pecado (cf. 2 Pe 2:4; Jud_1:6 ), pues su concepción misma de la divinidad (cf. 1 Cor 8:6; Col 1:15-16) excluye cualquier dualismo que dejara fuera de la zona del poder de Dios clase alguna de seres.
Supuesta esa verdad fundamental, es a saber, la existencia de los ángeles, ministros de Dios en la revelación de la Ley antigua (cf. Heb 1:5-14; Gal 3:19), era fácil a Pablo el punto de enlace con sus adversarios, que tanto hablaban de potestades celestes y de su influjo en el mundo. Pablo no tendrá inconveniente en valerse de su misma terminología y hablar de tronos, dominaciones, etc., nombres muy usados ya entonces en los escritos apocalípticos judíos y que llegarán a adquirir importancia extraordinaria en la gnosis. Es evidente que hay en ello una como asimilación de esos poderes a los ángeles de la tradición judía. Lo que Pablo hará resaltar es que todos esos poderes angélicos, sean los que sean, están subordinados a Cristo, único en quien habita la plenitud de la divinidad (1:15-20; 2:9-10).
Entre los nombres con que designa Pablo a estos poderes angélicos, hay uno que llama de modo especial la atención: el de elementos del mundo (óôïé÷åßá ôïõ êüóìïõ), expresión que usa dos veces (cf. 2:8.20), y que había usado ya en Gal 4:3-9. El término óôïé÷åÀïí (de óôåß÷ù = marchar o caminar en línea), en su sentido etimológico, designa el primer elemento de que se compone un conjunto283. Creen algunos autores (Prat, Lagrange, Méde-bielle.) que Pablo, al usar dicha expresión, está refiriéndose a la Ley mosaica, en cuanto que las prescripciones de esta Ley (sábados, novilunios, fiestas anuales) constituían como los primeros rudimentos de la educación religiosa de la humanidad, en espera de que llegasen los tiempos de filiación señalados por Dios (cf. 2:20; Gál_4:3-5 ). ¿Bastará esta explicación? Desde luego, no veríamos dificultad en que al régimen de la Ley, dado su carácter elemental e imperfecto en relación con el Evangelio le llamase San Pablo elementos) (óôïé÷åßá), pero ¿por qué había de llamarle elementos del mundo?
Creemos que Pablo, bajo la expresión elementos del mundo, incluye sí a la Ley mosaica, como está pidiendo el contexto; pero la expresión ha llegado a él con un matiz de significado que no es ya simplemente el de primeros elementos de un conjunto. Todo hace suponer que dicha expresión, dentro del ambiente cultural en que se movían las comunidades cristianas a las que se dirige Pablo, tenía ya un significado concreto, y más o menos técnico, para designar el mundo de los astros y fuerzas cósmicas que encuadran el orden del universo, y a los que se consideraba como fuerzas vivientes supraterrenas que regían el destino de los hombres. Es una visión del mundo, típica dentro del sincretismo de aquella época, que supone al hombre como inmerso en la zona de dominio de los poderes cósmicos, a cuyas exigencias deberá conformar su actuación.
Dentro de esta concepción, los judíos creyentes, sin abandonar su terminología tradicional, hablarían de ángeles que guían y controlan a esas fuerzas cósmicas (cf. Ap 16:5). Pablo, al hablar de elementos del mundo, no habría hecho sino valerse de una expresión entonces corriente, con sentido primariamente cosmológico, para referirla también a la Ley y a sus prescripciones, asimilando la situación del régimen de la Ley mosaica, dada por intermedio de ángeles (cf. Gal 3:19), con los sistemas religiosos del paganismo regidos por las potencias celestes. Es bajo esa perspectiva como podrá decir a los Gálatas, venidos del gentilismo, que someterse a las observancias mosaicas es cambiar una servidumbre por otra, o, lo que es lo mismo, volver por un rodeo a la antigua servidumbre (Gal 4:9). En ambos casos se trataría de ritos igualmente ineficaces, aunque materialmente distintos 284.
La plenitud cósmica de Cristo. Las necesidades de la polémica obligaron a Pablo a tratar un tema que en sus escritos anteriores apenas había sido aludido: el de la amplitud cósmica del influjo de Cristo. Ciertamente que Cristo ha sido considerado siempre por Pablo como el eje de todas sus exposiciones doctrinales: es el Hijo que Dios ha enviado al mundo para redimir a la humanidad (cf. Gal 44~5i Rom 8:3), es nuestra sabiduría, justicia y santificación (cf. 1 Cor 1:30), por cuyo amor todo lo ha sacrificado y tiene por estiércol (cf. Fil 1:8). Pero todo eso está limitado al horizonte de la humanidad salvada, que es sin duda el punto central del mensaje cristiano; ahora Pablo amplía la visión, y no son ya sólo los hombres, sino todo ese marco de la humanidad que es el cosmos, incluidas las potencias angélicas, el que se presenta a sus ojos como sometido al influjo y dominio de Cristo. Puede decirse que el pensamiento teológico de Pablo en torno a la obra de Cristo ha adquirido en las cartas a Colosenses y Efesios su punto culminante, al ser presentado abiertamente con dimensiones cósmicas.
El pasaje más expresivo a este respecto es el denominado comúnmente himno cristológico de Colosenses (1:15-20). Expone ahí Pablo que la primacía o señorío de Cristo hemos de verla, no ya sólo como derivación de la victoria de la cruz, sino a la luz de otros conceptos: imagen de Dios, creador y conservador del universo, cabeza de la Iglesia, depositario de la plenitud de la divinidad 285. Dejando para el comentario un análisis más detallado, notemos únicamente, en visión de conjunto, esa como división en dos grandes estrofas: primeramente (v.15-17) presentando a Cristo por encima de las potencias celestes, sean cuales fueren, pues El las ha creado lo mismo que ha creado todo, por ser el primogénito de Dios y la imagen del Dios invisible; en segundo lugar (v. 18-20), presentando la obra de salvación de Cristo, en que tiene también la primacía (v.18), con repercusión también en las cosas del cielo, es decir, sin que queden fuera de su acción las potestades celestes.
Es dentro de esta segunda estrofa donde aparece por primera vez aplicado a Cristo sin más (v.19) el término plenitud (ðëÞñùìá) que luego le vuelve a aplicar más adelante con una mayor especificación: .toda la plenitud (ðëÞñùìá) de la divinidad corporalmente (2:9). Todo da la impresión de que este término pleroma es aquí noción central en el pensamiento de Pablo, y lo seguirá siendo también en la carta a los Efesios, aunque ahí su significado, sin dejar de tener a Cristo como trasfondo, ha derivado hacia la Iglesia, pleroma de Cristo (cf. Ef 1:23; 3:19; 4:13). ¿Qué significa concretamente este término pleroma?
La palabra pleroma (cumplimiento, plenitud, totalidad.) es corriente en griego, bien en sentido activo (lo que completa o llena una cosa), bien en sentido pasivo (lo que está completo o lleno), y Pablo no desconoce los diversos matices de su significado (cf. 1 Cor 10:26; Gal 4:4; Rom 13:10; Ef 1:10). Sin embargo, dado su modo de expresarse en los cinco pasajes aludidos, parece claro que está usando dicho término no en sentido genérico de plenitud, sino con cierto tecnicismo, tomado probablemente del mismo lenguaje de los destinatarios de las cartas y en orden a darles la respuesta adecuada, como diciendo: habláis mucho de pleroma, pues ahí tenéis a Cristo, verdadero pleroma.
Hay bastantes críticos que para explicar el término pleroma en Pablo piensan en los sistemas gnósticos, donde el término pieroma, de uso frecuentísimo, designa el conjunto de eones o jerarquías celestes emanados del dios supremo; es lo mismo que vendrían a decir esos herejes de Golosas, denominando pleroma al conjunto de potestades celestes consideradas como la manifestación total de la divinidad. Sin embargo, suele rechazarse esta sugestión, pues tal sentido de pleroma sólo aparece en el gnosticismo ya muy elaborado del siglo u, ni hay base razonable que permita trasladar dicho vocabulario a los tiempos de Pablo. Más bien parece, como sugiere Dupont, que hemos de dirigir nuestra atención al vocabulario de los escritos herméticos y de la filosofía estoica, que había penetrado ampliamente en el pueblo. Era un término que más o menos se había hecho ya técnico para designar el cosmos o mundo universo, concebido como un inmenso organismo, vivificado y reducido a unidad por Dios, que todo lo envolvía y penetraba a manera de alma universal. Se decía que el cosmos era un pleroma, en cuanto que estaba lleno por Dios, y a su vez Dios mismo era un pleroma, en cuanto que todos los bienes del universo se encontraban incluidos en El 286. Pablo se habría valido de ese término, que apuntaba directamente a señalar las relaciones entre Dios y el mundo, introduciéndolo en su sistema teológico, con objeto de hacer resaltar la primacía absoluta y universal de Cristo, con influjo unitivo y pacificador en el cosmos entero (cf. Ef 1:9-10). Claro es que, aunque el término esté tomado de la filosofía pagana, Pablo lo toma desde los presupuestos del Antiguo Testamento, donde también se habla de que Dios llena cielo y tierra (cf. Is 6:3; Jer_23:24 ; Sal 24:1; 139:8; Sab 1:7), pero manteniendo siempre la trascendencia divina, opuesta radicalmente al naturalismo inmanente griego. En el fondo, apenas se hace sino aplicar a Cristo lo que ya se decía de la Sabiduría divina en la literatura sapiencial (cf. Sab_7:24-27 ; 8:1).
Lo que Pablo parece querer significar, al aplicar a Cristo el término pleroma, es que en Cristo, o mejor, en el cuerpo inmolado y resucitado de Cristo, vino como a concentrarse y asentarse la potencia unitiva y vivificadora de la divinidad, que de ahí irradia a todo el cosmos. Tal parece ser el alcance de ese enigmático corporalmente de Col 2:9. Es una significación, como si dijéramos, espacial : se trata de alguien, Cristo, que esta lleno.
Tratando de englobar en una síntesis los diversos pasajes en que emplea el término pleroma, quizás pudiéramos resumir así el pensamiento de Pablo: la idea básica, que luego recibirá diversos matices, es que para Pablo el mundo universo es pleroma de Dios, o, lo que es lo mismo, está lleno de Dios, del que recibe vida y cohesión. Tal creemos ser el significado de pleroma en Ef 3:19, donde Pablo ruega para que los cristianos sean llenos en orden a todo el pleroma de Dios; es decir, ruega para que con la práctica de la vida cristiana se vayan acercando cada vez más a ese estado de plenitud divina universal, que ya anteriormente había descrito con la fórmula: . Dios sea todo en todo, y que de manera plena sólo tendrá lugar al fin de los tiempos (cf. 1 Cor 15:28). Este sentido de pleroma estaría totalmente dentro de lo normal. Lo realmente nuevo es que entre Dios y el mundo introduce Pablo un como intermediario esencial, Cristo, en quien dice que reside todo el pie-roma de la divinidad ccrporalmente (Col 2:9; cf. 1:19). ¿Podemos seguir tomando pleroma en el mismo sentido? Creemos que sí. Se trata de subrayar el papel de Cristo sobre todas las potencias celestes o regidores cósmicos, de que tanto se hablaba en el ambiente de los destinatarios de la carta; lo que Pablo vendría a decir es que la fuerza vivificadora divina, que penetra y envuelve todo el cosmos, se ha como concentrado y asentado en el cuerpo resucitado de Cristo, del cual podemos decir, por consiguiente, que contiene todo el pleroma: fuerza divina que penetra y envuelve todo el cosmos (Dios y el mundo en Dios). Precisamente porque en El reside todo el pleroma, es por lo que el rango de Cristo es único, fuera de toda serie de regidores cósmicos (cf. Col 1:16; Ef 1:10). Y aún hay más. También la Iglesia, incorporada a Cristo de modo especial dentro del cosmos, puede ser denominada pleroma ( Efe_1:23 ; cf.^ Col 2:10), en cuanto que está llena de las gracias de Cristo y asociada a su tarea de consumar el pleroma de Dios (cf. Ef 3:19; 4:13), a fin de que Dios sea todo en todo (1 Cor 15:28).


Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

Colosenses 2,1-23

Preocupación de Pablo por la fe de los colosenses, 2:1-15.
1 Pues quiero que sepáis qué lucha sostengo por vosotros y por los de Laodicea y por cuantos no han visto mi rostro en carne, 2 para que sean confortados sus corazones y, estrechamente unidos en la caridad, alcancen todas las riquezas de la plena inteligencia y conozcan el misterio de Dios, que es Cristo, 3 en el que se hallan escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia 4 Esto os digo para que nadie os engañe con argumentos capciosos; 5 pues aunque estoy ausente en la carne, en el espíritu estoy en medio de vosotros, alegrándome de vuestro buen concierto y de la firmeza de vuestra fe en Cristo. 6 Pues como habéis recibido al Señor Cristo Jesús, andad en El, 7 arraigados y fundados en El, corroborados por la fe, según la doctrina que habéis recibido, abundando en acción de gracias. 8 Mirad que nadie os engañe con filosofías falaces y vanas, fundadas en tradiciones humanas, en los elementos del mundo y no en Cristo. 9 Pues en El habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente, 10 y estáis llenos en El, que es la cabeza de todo principado y potestad. 11 En El fuisteis circuncidados con una circuncisión no de mano de hombre, con la eliminación del cuerpo carnal, con la circuncisión de Cristo. 12 Con El fuisteis sepultados en el bautismo y en El asimismo fuisteis resucitados por la fe en el poder de Dios, que le resucitó de entre los muertos. 13 Y a vosotros, que muertos estabais por vuestros delitos y por el prepucio de vuestra carne, os vivificó con El, perdonándoos todos vuestros delitos, 14 borrando el acta de los decretos que nos era contraria, que era contra nosotros, quitándola de en medio y clavándola en la cruz; 15 y despojando a los principados y a las potestades, los sacó valientemente a la vergüenza, triunfando de ellos en la cruz.

En íntima conexión con lo que acaba de escribir sobre su misión para predicar el misterio de Cristo, Pablo habla ahora de su inquietud por la fe de los colosenses y laodicenses, bien instruidos por Epafras, pero que se hallan en peligro de ser seducidos por las doctrinas falaces y vanas (v.8) de falsos maestros.
Les da cuenta primeramente del vivo interés que tiene por ellos y de cómo lucha y se esfuerza, a fin de que sean confortados sus corazones y, estrechamente unidos por la caridad, alcancen plena inteligencia del misterio de Cristo, fuera del cual no hay más que ignorancia y oscuridad intelectual (v.1-3). De esta preocupación que sentía por la suerte de las diversas comunidades cristianas ya habló con términos ardientes en 2Co_11:28-29; aquí concreta esa preocupación en colosenses y laodicenses, quienes no le conocían personalmente (v.1; cf. 1:7), pero no por eso sentía por ellos menos preocupación que por las iglesias fundadas directamente por él. Extraña un poco la expresión misterio de Dios (v.2), en lugar de la fórmula más corriente misterio de Cristo o simplemente misterio (cf. 1:26; Efe_1:9; Efe_3:4). Pero Pablo no está obligado a usar siempre la misma fórmula. Por lo demás, al decir misterio de Dios, que es Cristo, la cosa queda suficientemente clara. Ese en el cual (?? ? ) del ? .3 puede referirse bien a Cristo, que es el sustantivo más inmediato, bien a misterio, como parece más probable, aludiendo a los tesoros de sabiduría y ciencia esgrimidos por Dios Padre en la concepción y realización del misterio de Cristo (cf. Rom_11:33). En realidad, la idea apenas cambia, pues la esencia del misterio está condensada en Cristo (cf. 1:27), que es sabiduría de Dios (cf. 1Co_1:24.30) y fuente de inagotables riquezas para nosotros (cf. Efe_3:8). Lo que San Pablo quiere hacer resaltar es que fuera de Cristo, centro y eje del plan divino de salud, no es necesario ir a buscar nada, pues ahí se hallan contenidos todos los tesoros de sabiduría y de ciencia con que orientar debidamente nuestra vida religiosa y moral.
Hecha esta introducción, alude ya directamente a los adversarios, cuyas doctrinas califica de argumentos capciosos (v.4). Alaba el buen concierto y firmeza en la fe de los colosenses, arraigados y fundados en Cristo, a manera de árboles o de edificios, dos metáforas muy usadas por San Pablo (v.5-7; cf. 1Co_3:9-11; Efe_2:20-22; 1Co_3:17), para prevenirles luego de las filosofías falaces y vanas, fundadas en tradiciones humanas, en los elementos del mundo y no en Cristo, con que tratan de engañarles (v.8). Es probable que ese término filosofía, que parece estar insinuando alto conocimiento y sabiduría, fuera el empleado corrientemente por los judaizantes de Colosas para designar sus doctrinas, con lo que más fácilmente creían poder influir sobre la buena fe de los colosenses. San Pablo califica esas doctrinas de tradiciones humanas (????????? ??? ???????? ) y elementos del mundo (???????? ??? ?????? ). No es difícil entender lo de tradiciones humanas, es decir, sin el respaldo de la luz de la revelación por parte de Dios; pero ¿qué quiere significar el Apóstol con la expresión elementos del mundo? Se ha discutido mucho sobre esto. La misma expresión vuelve a usar luego en el v.20, y ya antes en Gal_4:3. Como ya explicamos en la introducción a la carta, lo más probable es que se aluda a las potencias o espíritus angélicos, a los que tanta importancia atribuían los judaizantes de Golosas, considerándolos como animadores y rectores de las fuerzas cósmicas y en especial de los astros, cuyo curso regulaba los tiempos sagrados de los judíos, con sus fiestas anuales y neomenias y sábados. San Pablo no especifica qué admita y qué no admita él de todo eso. Ciertamente admite la existencia y actividad, buena y mala, de los espíritus celestes (cf. 1:16; 2:15; Gál_3:19; Efe_1:21; Efe_2:2; Efe_3:10; Efe_6:12), y eso le basta para poder llevar la lucha al terreno de sus adversarios, diciéndoles que una doctrina fundada en eso y no en Cristo es una filosofía falaz y vana; pues conduce a negar la posición predominante y única de Cristo, como cabeza de todos los seres creados y redimidos.
Es en Cristo, y solamente en Cristo, donde habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente (??? ?? ??????? ??? 3??????? ????????? ), y de El están llenos (???????????? ) los colosenses, y El es la cabeza (? ?????? ) de toda potencia angélica (v.q-10). Con estas tres afirmaciones trata San Pablo de deshacer la filosofía falaz de los judaizantes de Colosas. Primeramente, respecto de Cristo: en El habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente. Ha sido corriente interpretar esta frase, como si el Apóstol estuviese refiriéndose a que en Cristo se hallan la totalidad de perfecciones y atributos propios de la naturaleza divina, y se hallan corporalmente, es decir, de manera real y entitiva, como interpretan unos, o habitando en un cuerpo, como interpretan otros. Sin embargo, más bien creemos que también aquí, como en 1:19, el término plenitud (??????? ) alude al cosmos o mundo universo lleno de Dios, que está recapitulado en Cristo (cf. Efe_1:10), donde habita como en un cuerpo. San Pablo trataría de hacer resaltar que todo el cosmos, sin excluir las potencias angélicas, está colocado en Cristo, a fin de reducirlo a la unidad y a la armonía. De esta primera afirmación serían ya consecuencia las dos siguientes: puesto que los cristianos, por su incorporación a Cristo, están llenos de El, participando de la plenitud de la vida divina de su Señor (cf. Efe_2:13-22; Efe_3:19), y Cristo es la cabeza o jefe nato de todas las potencias angélicas, sigúese que no necesitan ir a buscar nada en ellas. La salvación del mundo proviene solamente de Cristo; otorgar a los elementos del mundo una misión salvadora, es menoscabar gravemente la posición única de Cristo.
A continuación, afirmada ya la primacía de Cristo y nuestra incorporación a El, el Apóstol describe con más detalle cómo se ha realizado esa incorporación (v.11-15). Dice primeramente, pensando quizás en que los judaizantes de Colosas exigían la circuncisión, que los cristianos no necesitamos el rito de la circuncisión material, pues tenemos otra más perfecta: eliminación del cuerpo carnal, circuncisión de Cristo (v.11). Cuál sea esta circuncisión de Cristo lo explica en el v.12, con evidente alusión al rito del bautismo. Es en el bautismo donde resucitamos a nueva vida, despojándonos 110 de un pequeño trozo de piel, como en la circuncisión mosaica, sino del cuerpo carnal o cuerpo del pecado u hombre viejo, que de todas estas maneras llama San Pablo al hombre viciado por el pecado y esclavo de la concupiscencia (cf. 3:9; Rom_6:3-11; Efe_4:22). Luego, en los v.13-15, sigue insistiendo en la misma idea de cómo se efectuó nuestra incorporación a Cristo; pero lo hace en forma más dramática. Dice que la condonación de nuestros delitos y resurrección a nueva vida (v.13), la hizo Dios borrando el acta (????? -?????? ) que nos era contraria y clavándola en la cruz (v.14). Evidentemente, es una alusión a la pasión y muerte de Cristo, causa de nuestra salud (cf. Rom_3:24-25). Pero ¿de qué acta se trata? Hay autores que suponen aquí la misma metáfora que cuando se habla del libro de la vida (cf. Flp_4:3), y se aludiría a esa especie de acta o registro en que se supondrían anotadas nuestras deudas con Dios y que habría sido clavado, y anulado, en la cruz de Jesús, al igual que lo eran las culpas de un ajusticiado, anotadas en el letrero de su cruz (cf. Jua_19:19-22). Sin embargo, lo más probable, conforme interpreta la mayoría de los autores, es que se aluda a la Ley mosaica, documento escrito contrario a nosotros, pues al prohibir el pecado sin dar fuerzas para evitarlo lo hacía abundar más, manteniéndonos en esclavitud y llevándonos a la muerte (cf. Rom_5:20; Jua_7:5-13; 2Co_3:5; Gal_5:1). Esta sentencia de muerte que pesaba sobre nosotros, quedó anulada con la muerte de Cristo, a quien Dios hizo pecado y maldito y sujeto a la Ley, para de ese modo destruir en su persona el documento que nos condenaba (cf. 2Co_5:21; Gal_3:13; Gal_4:4). San Pablo, hablando en forma dramática, contempla a Dios clavando en la cruz victoriosa el documento, como indicando que queda abrogado, junto con todas sus exigencias. Y continuando en la misma forma dramática, aunque cambiando de imagen, contempla asimismo a las potencias angélicas o poderes supraterrenos, de que tanto hablaban los judaizantes de Colosas, como formando parte, en concepto de capitanes enemigos derrotados, del cortejo triunfal de Dios con la cruz como trofeo principal (v.15). Se ha discutido si San Pablo, bajo los términos principados y potestades, está aludiendo sólo a los ángeles malos o también a los buenos, los cuales, por haber sido mediadores de la Ley mosaica y considerados como guardianes de su régimen de prescripciones (cf. Gal_3:19), eran venerados con culto supersticioso por muchos, y ahora, abolida la Ley, perdían la razón de ser de su culto. Más bien creemos que alude sólo a los ángeles o espíritus malos, como en Efe_6:12, pues es difícil concebir que de los ángeles buenos diga que Dios los despoja., saca a la vergüenza., triunfa de ellos.

El falso ascetismo que quieren imponerles,Efe_2:16-23.
16 Que ninguno, pues, os juzgue por la comida o la bebida, por las fiestas, los novilunios o los sábados, 17 sombra de lo futuro, cuyo cuerpo es Cristo. 18 Que nadie con afectada humildad o con el culto de los ángeles os prive del premio, haciendo alarde de visiones, hinchándose sin fundamento de su inteligencia carnal, 19 y no asiéndose a la cabeza, por la cual el cuerpo entero, alimentado y trabado por las coyunturas y ligamentos, crece con crecimiento divino. 20 Pues si con Cristo estáis muertos a los elementos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os dejáis subyugar? 21 No cojas, no gustes, no toques. 22 Todos éstos, ¿no son preceptos y enseñanzas humanas de cosas que con el uso se consumen? 23 Son preceptos que implican cierta especie de sabiduría, de afectada piedad, humildad y severidad con el cuerpo, pero sin valor alguno, si no es para satisfacción de la carne.

Es consecuencia de lo anterior. Los colosenses, que deben su salvación a Cristo (cf. v.9-15), no tienen por qué someterse a observancias religiosas y prácticas ascéticas, que están separadas de Cristo y consiguientemente no tienen valor alguno.
Estas observaciones prácticas ascéticas las concreta San Pablo en tres puntos: observancia de determinadas fiestas, abstención de ciertos alimentos y culto a los ángeles (v. 16.18.21). Tales parece que eran las principales prácticas que trataban de exigir a los colosenses los agitadores judaizantes cuyas doctrinas ataca San Pablo. Respecto de fiestas y de alimentos, cosas bastante detalladas en la Ley mosaica (cf. Lev_10:9; Lev_11:1-47; Num_6:3; Num_28:1-26; Ose_2:13) y que ocasionaron no pocas dificultades en la iglesia primitiva (cf, Hec_10:14-15; Hec_15:19-21), San Pablo dice (v.17) que todo eso era sombra de lo futuro, cuyo cuerpo es Cristo (???? ??? ????????? , ?? ?? ???? ??? ??????? ). La comparación entre sombra y cuerpo no puede ser más expresiva. La Ley mosaica, con todas sus prescripciones, no era más que una sombra que estaba señalando la presencia de un cuerpo, que contenía la razón de su existencia; o, dicho de otra manera, era simplemente para preparar el nuevo orden de cosas que iba a establecer Cristo, sin que tuviera otra solidez que la que recibía de Cristo, que era la realidad, perdiendo esa razón de ser una vez venido éste (cf. Heb 9:9-10:1-9). Por lo que respecta al culto a los ángeles, cosa en que parece insistían mucho los agitadores de Colosas, San Pablo dice a los fieles que no les engañen con afectada humildad., haciendo alarde de visiones, hinchándose sin fundamento de su inteligencia carnal (v.18). Son tres expresiones bastante enigmáticas 292* con que el Apóstol refleja el proceder de esos agitadores. Parece ser, en efecto, que ese culto a los ángeles lo fundaban en que los seres humanos somos demasiado poca cosa para acercarnos directamente a Dios, y necesitamos de seres intermedios; ello parecía ser humildad, pero en realidad no era sino fruto de una inteligencia carnal, que andaba buscando tales explicaciones y alardeaba de ilusorias visiones. Se creían elevados a sublime sabiduría, pero se hallaban en un crasísimo error, pues no se preocupaban de Cristo, el único Mediador y Cabeza, del cual todo el cuerpo recibe vida, cohesión y crecimiento (v.19; cf. 1:18; Efe_4:15-16). Notemos las expresiones coyunturas y ligamentos, que indican que Pablo, al dar a Cristo el título de cabeza, está en terreno fisiológico y piensa en categorías orgánicas.
En los V.20-23 insiste el Apóstol en las mismas ideas, recordando a los colosenses que, si han muerto con Cristo a los elementos del mundo en el bautismo (v.20; cf. v.8-15), no tienen por qué sujetarse a esas restricciones que ahora tratan de imponerles. Las expresiones no cojas, no gustes, no toques (v.21), como suponiendo que en tales contactos había peligro de contaminaciones o influjos supra-terrenos, parece que están recogidas, no sin cierta ironía, del lenguaje de los judaizantes. Los v.22-23, en cambio, serían una reflexión del Apóstol apostillando esos preceptos y diciendo que son preceptos humanos sobre cosas creadas por Dios para el ser humano y ser consumidas con el uso (v.21; cf. Rom_14:17; 1Co_6:13); no tienen valor alguno, y aunque implican cierta especie de sabiduría, sólo sirven para complacer en su vanagloria al hombre carnal (v.22; cf. v.18). Con todas esas prescripciones, mezcla de elementos judíos y paganos, el mensaje cristiano era despojado de sus características y de su fuerza.