Job  28 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 28 versitos |
1 Hay un sitio de donde se extrae la plata y un lugar donde se refina el oro;
2 el hierro se saca del polvo y la piedra fundida da el cobre.
3 El hombre disipa las tinieblas y explora hasta el límite más extremo la roca lóbrega y sombría.
4 Gente extranjera perfora galerías ignoradas por el pie del caminante; allí, lejos de los mortales, oscilan suspendidos en el vacío.
5 La tierra, de donde sale el alimento, se transforma en su interior como por el fuego.
6 Sus piedras son el lugar del zafiro y contienen polvo de oro.
7 El ave de rapiña no conoce ese camino y el ojo del buitre nunca lo vio.
8 No lo pisaron los animales feroces ni el león anduvo por él.
9 El hombre extiende su mano al pedernal y conmueve las montañas hasta su raíz.
10 Abre túneles en la roca y ve toda clase de piedras preciosas.
11 Explora las fuentes de los ríos y saca a luz tesoros escondidos.
12 Pero la Sabiduría, ¿de dónde sale? ¿Y cuál es el lugar de la Inteligencia?
13 El hombre no conoce su camino ni se la encuentra en la tierra de los vivientes.
14 El Abismo dice: "No está en mí", y el Mar: "No está conmigo".
15 No se puede dar oro fino a cambio de ella ni se la compra a precio de plata.
16 No se la evalúa con oro de Ofir ni con ónix precioso o zafiro.
17 No se le igualan ni el oro ni el cristal, ni se la puede cambiar por vasos de oro.
18 Los corales y el cuarzo, ¡mejor ni nombrarlos!, y adquirir la Sabiduría vale más que las perlas.
19 El topacio de Cus no se le iguala, ni se la puede evaluar con oro fino.
20 La Sabiduría, entonces, ¿de dónde viene? ¿Y cuál es el lugar de la Inteligencia?
21 Ella se oculta a los ojos de todos los vivientes y se esconde de los pájaros del cielo.
22 La Perdición y la Muerte dicen: "Sólo su fama llegó a nuestros oídos".
23 Dios es el que discierne sus caminos y sólo él sabe dónde está,
24 porque él mira hasta los confines de la tierra y ve todo lo que hay bajo el cielo.
25 Cuando él daba consistencia al viento y fijaba las medidas de las aguas;
26 cuando imponía una ley a la lluvia y un camino al estampido de los truenos,
27 entonces, él la vio y la valoró, la apreció y la escrutó hasta el fondo.
28 Y dijo al hombre: "El temor de Dios es la Sabiduría, y apartarse del mal, la Inteligencia".

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Introducción a Job 


Job

Por su excepcional valor poético y humano, el libro de JOB ocupa un lugar destacado, no sólo dentro de la Biblia, sino también entre las obras maestras de la literatura universal. Su autor estaba perfectamente familiarizado con la tradición sapiencial de Israel y del Antiguo Oriente. Conocía a fondo los oráculos de los grandes profetas -especialmente las "Confesiones" de Jeremías y algunos escritos de Ezequiel- y había orado con los Salmos que se cantaban en el Templo de Jerusalén. Los viajes acrecentaron su experiencia, y es probable que haya vivido algún tiempo en Egipto. Sobre todo, él sintió en carne propia el eterno problema del mal, que se plantea en toda su agudeza cuando el justo padece, mientras el impío goza de prosperidad.
Esta obra fue escrita a comienzos del siglo V a. C., y para componerla, el autor tomó como base un antiguo relato del folclore palestino, que narraba los terribles padecimientos de un hombre justo, cuya fidelidad a Dios en medio de la prueba le mereció una extraordinaria recompensa. Esta leyenda popular constituye el prólogo y el epílogo del Libro. Al situar a su personaje en un país lejano, fuera de las fronteras de Israel (1. 1), el autor sugiere que el drama de Job afecta a todos los hombres por igual.
No se puede comprender el libro de Job sin tener en cuenta la enseñanza tradicional de los "sabios" israelitas acerca de la retribución divina. Según esa enseñanza, las buenas y las malas acciones de los hombres recibían necesariamente en este mundo el premio o el castigo merecidos. Esta era una consecuencia lógica de la fe en la justicia de Dios, cuando aún no se tenía noción de una retribución más allá de la muerte. Sin embargo, llegó el momento en que esta doctrina comenzó a hacerse insostenible, ya que bastaba abrir los ojos a la realidad para ver que la justicia y la felicidad no van siempre juntas en la vida presente. Y si no todos los sufrimientos son consecuencia del pecado, ¿cómo se explican?
Pero el autor no se contenta con poner en tela de juicio la doctrina tradicional de la retribución. Al reflexionar sobre las tribulaciones de Job -un justo que padece sin motivo aparente- él critica la sabiduría de los antiguos "sabios" y la reduce a sus justos límites. Aquella sabiduría aspiraba a comprenderlo todo: el bien y el mal, la felicidad y la desgracia, la vida y la muerte. Esta aspiración era sin duda legítima, pero tendía a perder de vista la soberanía, la libertad y el insondable misterio de Dios. En el reproche que hace el Señor a los amigos de Job (42. 7), se rechaza implícitamente toda sabiduría que se erige en norma absoluta y pretende encerrar a Dios en las categorías de la justicia humana.
El personaje central de este Libro llegó a descubrir el rostro del verdadero Dios a través del sufrimiento. Para ello tuvo que renunciar a su propia sabiduría y a su pretensión de considerarse justo. No es otro el camino que debe recorrer el cristiano, pero este lo hace iluminado por el mensaje de la cruz, que da un sentido totalmente nuevo al misterio del dolor humano. "Completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia" ( Col_1:24 ). "Los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros" ( Rom_8:18 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas