Eclesiástico 33 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 33 versitos |
1 El que teme al Señor no sufrirá ningún mal y en la prueba será librado una y otra vez.
2 Un hombre sabio nunca detesta la Ley, pero el que finge observarla es como un barco en la tempestad.
3 Un hombre inteligente confía en la Ley y la tiene tanta fe como a un oráculo divino.
4 Prepara lo que vas a decir, y así serás escuchado, resume lo que sabes, y luego responde.
5 Los sentimientos del necio son una rueda de carro y su conversación, como un eje que da vueltas.
6 Un amigo burlón es como un caballo en celo: relincha bajo cualquier jinete.
7 ¿Por qué un día es más importantes que otro, si a todos los días del año la luz les viene del sol?
8 Es la ciencia del Señor la que los hizo diferentes, y él diversificó los tiempos y las fiestas:
9 a unos días los exaltó y consagró, y a otros los computó entre los días ordinarios.
10 Todos los hombres provienen del suelo, y Adán fue creado de la tierra;
11 pero, en su gran sabiduría, el Señor los distinguió y los hizo marchar por caminos diversos:
12 a unos los bendijo y exaltó, los consagró y los acercó a él; a otros los maldijo y humilló, y los derribó de sus puestos.
13 Como está la arcilla en las manos del alfarero, que dispone de ella según su voluntad, así están los hombres en las manos de su Creador, y él les retribuirá según su decisión.
14 Frente al mal, está el bien y frente a la muerte, la vida: así, frente al hombre bueno, está el pecador.
15 Considera asimismo todas las obras del Altísimo: están de dos en dos, una frente a otra.
16 Yo, el último en llegar, me mantuve alerta como quien recoge detrás de los viñadores.
17 Por la bendición del Señor, he llegado a tiempo, y como un viñador, he llenado el lagar.
18 Sepan que no me fatigué para mí solamente, sino para todos los que buscan la instrucción.
19 Escúchenme, grandes del pueblo, y ustedes, jefes de la asamblea, préstenme atención.
20 Sea hijo o mujer, hermano o amigo, a nadie des autoridad sobre ti mientras vivas. Tampoco entregues tus bienes a otro, no sea que te arrepientas y los tengas que reclamar.
21 Mientras vivas y tengas aliento, no te dejes enajenar por nadie:
22 es mejor que tus hijos te pidan que tener tus ojos fijos en sus manos.
23 En todo lo que hagas, sé tú el que dirige, y no manches con nada tu reputación.
24 Cuando lleguen a su término los días de tu vida, a la hora de la muerte, reparte tu herencia.
25 Al asno el forraje, el bastón y la carga; al servidor el pan, la disciplina y el trabajo.
26 Obliga a trabajar a tu esclavo, y encontrarás descanso; déjalo desocupado, y buscará la libertad.
27 El yugo y las riendas doblegan la nuca, y para el servidor perverso, están la tortura y el tormento.
28 Fuérzalo a trabajar, para que no se quede ocioso, porque el ocio enseña muchas cosas malas.
29 Oblígalo a trabajar como le corresponde, y si no obedece, ata sus pies con cadenas.
30 Pero a nadie le exijas más de la cuenta, y no hagas nada sin justicia.
31 Si no tienes más que un servidor, considéralo como a ti mismo, porque lo has adquirido con sangre;
32 si no tienes más que un servidor, trátalo como a un hermano, porque lo necesitas tanto como a ti mismo.
33 Si tú lo maltratas y él termina por escaparse, ¿por qué camino lo irás a buscar?

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Introducción a Eclesiástico


Segundo Libro de los Macabeos

El segundo libro de los MACABEOS no es la continuación del primero, sino en parte paralelo a él, ya que se refiere a los mismos acontecimientos del período comprendido entre el 175 y el 160 a. C., tomados de un poco más atrás y relatados en un estilo diferente. Como lo señala su autor (2. 23), él se limitó a resumir una obra mucho más extensa, redactada en cinco volúmenes por Jasón de Cirene, un ferviente judío de sólida formación helenista. Todo parece indicar que este resumen se llevó a cabo en Alejandría, poco después del 124 a. C.
Este Libro pertenece a un género literario muy difundido en aquella época, denominado "historia dramática" o "patética", en el cual la narración de los hechos históricos se convierte en un medio para conmover, entusiasmar o edificar al lector. Eso explica el empleo de ciertos recursos "efectistas", destinados a suscitar la adhesión o la repulsa, como son el lenguaje declamatorio y ampuloso, los epítetos hirientes, el tono mordaz con que se trata a los adversarios y la acentuada predilección por los elementos maravillosos.
A lo largo de toda su obra, que es una especie de "panegírico religioso", el autor trata de inculcar el amor y la devoción hacia el Templo de Jerusalén, centro de la vida del Pueblo judío. Esta idea ya está presente en las "Cartas" que figuran al comienzo del Libro e imprime su sello al plan que ha guiado la composición del mismo. De hecho, la historia relatada en él se desarrolla en cinco actos centrados alrededor del Templo, y al final del Libro se deja clara constancia de que para Judas y sus hombres "lo primero y principal era el Templo consagrado" (15. 18).
La forma explícita con que este Libro afirma la resurrección de los muertos y la claridad con que destaca el valor de la oración por los difuntos y de la intercesión de los mártires, le han merecido una especial acogida por parte de la Iglesia.



CARTAS A LOS JUDÍOS DE EGIPTOY PRÓLOGO DEL AUTOR

Al comienzo del Libro, el autor transcribe dos cartas escritas por los judíos de Jerusalén. En la primera, estos exhortan a sus hermanos de Egipto a celebrar en unión con ellos la fiesta de la Dedicación del Templo. Dicha carta está fechada en el 124 a. C., es decir, en el cuadragésimo aniversario de la Purificación del Santuario realizada por Judas Macabeo (164 a. C.).
La segunda es anterior y bastante más extensa. Aunque no lleva fecha, parece que fue escrita pocos días antes de la Dedicación del Templo en el 164 a. C., con el fin de poner de relieve la importancia de la Fiesta que se iba a celebrar dentro de poco (1. 18). Después de un breve relato sobre la muerte de Antíoco IV Epífanes, en esta carta se evocan los hechos portentosos que acompañaron a la restauración del Templo en la época de Nehemías. La mayor parte de los datos están tomados de escritos apócrifos o de tradiciones populares, que no pueden ser considerados como documentos históricos. Las dos cartas van seguidas de un Prólogo, donde el autor explica sus intenciones y su método de trabajo.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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