II Reyes  9 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 37 versitos |
1 El profeta Eliseo llamó a uno de la comunidad de profetas y le dijo: "Ajústate el cinturón, toma contigo este frasco de aceite y ve a Ramot de Galaad.
2 Cuando llegues, busca allí a Jehú, hijo de Josafat, hijo de Nimsí. Luego entra, sácalo de en medio de sus camaradas y llévalo a la habitación más retirada.
3 Toma entonces el frasco de aceite, derrámalo sobre su cabeza y di: Así habla el Señor: Yo te he ungido rey de Israel. Después, abre la puerta y escapa sin detenerte".
4 El joven profeta partió en seguida para Ramot de Galaad.
5 Al llegar, encontró a los jefes del ejército que estaban reunidos, y dijo: "Tengo un mensaje para ti, jefe". "¿Para quién de nosotros?", preguntó Jehú. El respondió: "Para ti, jefe".
6 Jehú se levantó y entró en la casa. Entonces el joven derramó el aceite sobre su cabeza y le dijo: "Así habla el Señor, el Dios de Israel: Yo te he ungido rey del pueblo del Señor, de Israel.
7 Tú acabarás con la familia de Ajab, tu señor, y yo vengaré la sangre de mis servidores los profetas y la sangre de todos los servidores del Señor derramada por la mano de Jezabel.
8 Toda la casa de Ajab perecerá: extirparé de la dinastía de Ajab a todos los varones, sean esclavos o libres en Israel.
9 Trataré a la casa de Ajab como a la casa de Jeroboam, hijo de Nebat, y como a la casa de Basá, hijo de Ajías.
10 En cuanto a Jezabel, los perros la devorarán en la parcela de Izreel, y nadie la sepultará". En seguida abrió la puerta y escapó.
11 Cuando Jehú salió a reunirse con los oficiales de su señor, le preguntaron: "¿Hay alguna novedad? ¿Para qué vino a verte ese exaltado?". El les respondió: "Ustedes conocen a ese hombre y su centinela:.
12 Ellos dijeron: "No es cierto. Explícanos qué pasa". Entonces él les replicó: "Esto es todo lo que me dijo: Así habla el Señor: Yo te he ungido rey de Israel".
13 Inmediatamente, ellos tomaron cada uno su manto y los tendieron a sus pies, encima de las gradas. Luego tocaron la trompeta y gritaron: "¡Jehú es rey!".
14 Jehú, hijo de Josafat, hijo de Nimsí, conspiró contra Joram. Este, con todo Israel, estaba defendiendo a Ramot, de Galaad contra Jazael, rey de Aram,
15 pero tuvo que volver a Izreel para hacerse curar de las heridas que le habían infligido los arameos, mientras combatía contra Jazael, rey de Aram. Jehú dijo: "Si realmente están de acuerdo, que nadie escape de la ciudad para llevar la noticia a Izreel".
16 Luego subió a su carro y partió para Izreel, porque allí guardaba cama Joram, y Ocozías, rey de Judá, había bajado a visitarlo.
17 El centinela que estaba apostado en la torre de Izreel, al ver venir la tropa, dijo: "Veo una tropa". Joram ordenó: "Toma un jinete y envíalo a preguntar si todo va bien".
18 El jinete partió al encuentro de Jehú y dijo: "Así habla el rey: ¿Va todo bien?". Jehú replicó: "¿Qué te importa a ti si todo va bien? Colócate ahí detrás". El centinela, mientras tanto, avisó: "El mensajero los alcanzó, pero no regresa".
19 El rey envió un segundo jinete, que los alcanzó y dijo: "Así habla el rey: ¿Va todo bien?". Jehú replicó: "¿Que te importa a ti si toda va bien? Colócate ahí detrás".
20 "El centinela volvió a avisar: "Los ha alcanzado, pero no regresa. Por el modo de conducir, parece Jehú, porque maneja como un loco".
21 Joram ordenó: "¡Enganchen mi carro!". Cuando lo engancharon, Joram, rey de Israel, y Ocozías, rey de Judá, salieron cada uno en su carro al encuentro de Jehú. Lo encontraron en la parcela de Nabot de Izreel,
22 y apenas Joram vio a Jehú, dijo: "¿Te va bien, Jehú?". Este respondió: "¿Cómo me va a ir bien, mientras duren las prostituciones de tu madre Jezabel y sus innumerables brujerías?".
23 Joram volvió las riendas y huyó, diciendo a Ocozías: "¡Traición, Ocozías!".
24 Pero Jehú, que había tendido su arco, hirió a Joram en plena espalda; la flecha le atravesó el corazón, y él se desplomó en su carro.
25 Entonces Jehú dijo a Bidcar, su escudero: "Levántalo y arrójalo en la parcela del campo de Nabot el izreelita. Acuérdate que cuanto tú y yo cabalgábamos a la par, detrás de tu padre Ajab, el Señor pronunció contra él esta sentencia:
26 ¿No he visto ayer la sangre de Nabot y la sangre de sus hijos? -oráculo del Señor-. Yo te daré tu merecido en ese mismo campo -oráculo del Señor-. Ahora, levántalo y arrójalo en esta parcela, conforme a la palabra del Señor".
27 Al ver esto, Ocozías, rey de Judá, huyó por el camino de Bet Hagán. Jehú se lanzó en persecución de él, y ordenó: "¡Hiéranlo también a él!". Lo hirieron sobre su carro, en la cuesta de Gur, que está cerca de Ibleam, y él huyó a Meguido, donde murió.
28 Sus servidores lo trasladaron en un carro a Jerusalén, y lo sepultaron en su tumba, con sus padres, en la Ciudad de David.
29 Fue en el undécimo año de Joram, hijo de Ajab, cuando Ocozías había comenzado a reinar en Judá.
30 Jehú llegó a Izreel. Cuando se enteró Jezabel, se pintó los ojos, se arregló el cabello y se asomó por la ventana.
31 En el momento en que Jehú franqueaba la puerta de la ciudad, ella le dijo: "¿Cómo te va, Zimrí, asesino de su señor?"
32 Jehú alzó la cabeza hacia la ventana y exclamó: "¿Quién está conmigo? ¿Quién?". Dos o tres eunucos se inclinaron hacia él,
33 y él les dijo: "¡Tírenla abajo!". Ellos la tiraron abajo, y su sangre salpicó la pared y a los caballos, que la pisotearon.
34 Jehú entró, comió y bebió, y luego dijo: "Encárguense de esta maldita y sepúltenla, porque al fin de cuentas es hija del rey".
35 Pero cuando fueron a sepultarla, no encontraron más que el cráneo, los pies y las manos.
36 Volvieron a comunicárselo a Jehú, y él dijo: "Así se cumple la palabra que el Señor pronunció por medio de Elías, el tisbita. En la parcela de Izreel;
37 y el cadáver de Jezabel será como estiércol sobre los campos, de manera que no se podrá decir: Es Jezabel".

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Introducción a II Reyes 


Reyes I

Los libros de Samuel presentaban la institución y el afianzamiento de la monarquía, como un proceso ascendente y lleno de promesas para Israel. Los libros de los REYES -que al principio formaban una sola obra, dividida luego en dos partes- continúan esa historia, pero trazan una parábola descendente. Aquí el relato comienza con el reinado de Salomón, que fue la etapa más brillante de todo el período monárquico, y llega hasta el momento en que el Pueblo de Dios vivió su experiencia más dramática y desconcertante: la caída de Jerusalén, el fin de la dinastía davídica y la deportación a Babilonia.
Este trágico desenlace se fue gestando gradualmente. A la muerte de Salomón, el reino de Judá se mantiene fiel a los reyes del linaje davídico y al Templo de Jerusalén. Pero las tribus del Norte, profundamente desilusionadas por el trato recibido en la época salomónica, se separan de Judá y constituyen un estado independiente, designado en adelante con el nombre de "Israel". Durante un par de siglos, los dos reinos separados logran conservar su autonomía política, debido al eclipse momentáneo de los grandes imperios del Antiguo Oriente. Pero la situación cambia radicalmente cuando Asiria comienza a desarrollar sus campañas expansionistas. En el año 721 a. C., Samaría cae en poder de los asirios, y así desaparece el reino de Israel. El reino de Judá sobrevive a la catástrofe, pero sólo por un tiempo. En el 587, las tropas de Nabucodonosor, rey de Babilonia -convertido en el nuevo árbitro de la situación, después de la derrota de Asiria- invaden Jerusalén, arrasan el Templo y se llevan cautiva a una buena parte de la población de Judá.
Los libros de los Reyes recibieron su redacción definitiva cuando todavía estaba muy vivo el recuerdo de este último acontecimiento. En la composición de la obra, se emplearon diversas fuentes, entre las que se destacan los informes provenientes de los archivos reales. Pero, en el relato de los hechos, lo que más interesa no es la historia en sí misma, sino la enseñanza que se debe extraer de ella, como medio para superar la crisis. Por eso, desde las primeras páginas comienza a vislumbrarse la pregunta que está implícita a lo largo de toda la narración: ¿Por qué el Señor ha rechazado a su Pueblo, dispersándolo entre las naciones paganas? ¿Hay un remedio para la catástrofe o el veredicto de condenación es irrevocable?
Para responder a este doloroso interrogante, el autor de estos Libros sigue paso a paso la historia de Israel en tiempos de la monarquía, y confronta la conducta de los reyes con las enseñanzas del Deuteronomio. Según la doctrina deuteronómica, el Señor eligió gratuitamente a Israel y lo comprometió a vivir en conformidad con su Ley. De esta manera, dejó abierto ante él un doble camino: el de la fidelidad, que conduce a la vida, y el de la desobediencia, que acaba en la muerte. Pero todos los reyes de Israel y casi todos los de Judá, en lugar de guiar al Pueblo del Señor por el camino de la fidelidad, lo encaminaron hacia su propia ruina, tolerando y aun fomentando el culto de Baal y de las otras divinidades cananeas. El fracaso de la monarquía, después de sus promisorios comienzos en tiempos de David, muestra que la raíz de todo mal está en apartarse del verdadero Dios.
Pero esta evocación del pasado, con su balance francamente pesimista, encierra también una lección para el presente. A pesar de las infidelidades de los reyes, el Señor nunca dejó de hacerse presente en la vida de su Pueblo a través de los Profetas. Por medio de ellos, Dios hizo oír constantemente su Palabra a fin de llamar a la conversión. Y esa Palabra seguía vigente para el "Resto" de Judá que se purificaba en el exilio. Si las derrotas nacionales habían sido la consecuencia del pecado, la conversión al Señor traería de nuevo la salvación. Las promesas divinas no podían caer en el vacío y el Reino de Dios se iba a realizar más allá de todos los fracasos terrenos.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

II Reyes  9,1-37

1-3. La rebelión de Jehú contra la dinastía de Ajab, culpable de favorecer el culto de Baal en detrimento de la fe tradicional de Israel, contaba con el apoyo decidido de las corporaciones proféticas que se agrupaban en torno a Eliseo. Ver 1Re_19:16.

22. Jehú, al igual que los profetas, considera una prostitución la infidelidad de Israel al Señor. Las "brujerías" incluyen todas las prácticas mágicas y maleficios tan comunes en las religiones del Antiguo Oriente.

31. "Zimrí" fue un jefe del ejército israelita que se sublevó contra el rey Elá y le dio muerte, pero que sólo alcanzó a reinar siete días ( 1Re_16:8-20). Con mordaz ironía, Jezabel emplea este nombre para designar a Jehú.

36. Ver 1Re_21:23.