Amos  8 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 14 versitos |
1 El Señor me hizo ver esto: Había una canasta de frutos maduros.
2 Y él me preguntó: "¿Qué ves, Amós?". Yo respondí: "Una canasta de frutos maduros". El Señor me dijo: "Mi pueblo Israel está maduro para su fin, ya no voy a perdonarlo más".
3 Aquel día, los cantos del palacio se convertirán en gemidos -oráculo del Señor-. ¡Serán tantos los cadáveres, que se los arrojará en cualquier lugar!
4 Escuchen esto, ustedes, los que pisotean al indigente para hacer desaparecer a los pobres del país.
5 Ustedes dicen: "¿Cuándo pasará el novilunio para que podamos vender el grano, y el sábado, para dar salida al trigo? Disminuiremos la medida, aumentaremos el precio, falsearemos las balanzas para defraudar;
6 compraremos a los débiles con dinero y al indigente por un par de sandalias, y venderemos hasta los desechos del trigo".
7 El Señor lo ha jurado por el orgullo de Jacob: Jamás olvidaré ninguna de sus acciones.
8 ¿No temblará la tierra a causa de esto y estarán de duelo todos sus habitantes? Crecerá toda entera como el Nilo, se hinchará y bajará como el Río de Egipto.
9 Aquel día -oráculo del Señor- yo haré que el sol se ponga al mediodía, y en pleno día cubriré la tierra de tinieblas;
10 cambiaré sus fiestas en duelo y todos sus cantos en lamentaciones; haré que todos se ciñan un sayal y que se rapen todas las cabezas; haré que estén de duelo como por un hijo único, y su final será como un día de amargura.
11 Vendrán días -oráculo del Señor- en que enviaré hambre sobre el país, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de escuchar la palabra del Señor.
12 Se arrastrarán de un mar a otro e irán errantes del norte al este, buscando la palabra del Señor, pero no la encontrarán.
13 Aquel día, desfallecerán de sed las jóvenes hermosas y los jóvenes.
14 Los que juran por el Ídolo de Samaría, diciendo: "¡Por la vida de tu Dios, Dan!" y ¡Por la vida de tu Poder, Berseba!", todos ellos caerán para no levantarse más.

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Introducción a Amos 


Amós

Con AMÓS empieza la "edad de oro" del profetismo bíblico. Antes que él, muchos otros profetas habían intervenido activamente en la vida política y religiosa de Israel. Pero ninguno de ellos había escrito nada, y la tradición sólo había conservado el recuerdo de sus acciones y ocasionalmente algunas de sus palabras. A partir de Amós, en cambio, lo que importa en primer lugar es la "palabra" del profeta, y ese mensaje -recogido y recopilado por sus discípulos- ha llegado hasta nosotros en forma escrita. Así se inicia la era de los llamados "profetas escritores".
Amós era un campesino de Técoa, pequeña población situada a unos veinte kilómetros al sur de Jerusalén (1. 1; 7. 14). Pero la dura vida del campo no le impidió adquirir una cultura poco común en su tiempo. Él conoce los hechos más relevantes de la historia de su pueblo y está perfectamente al tanto de todo lo que ocurre en el reino de Israel. Posee una vasta información sobre los acontecimientos de su época y presiente el avance de Asiria hacia el oeste. Lo que más impresiona en el estilo de Amós es la sobriedad. Pocas palabras le bastan para lanzar un oráculo incisivo, violento y lleno de imágenes sugestivas. Tampoco faltan en su lenguaje las sutilezas del estilo sapiencial (3. 3-8; 6. 12) y ciertos toques de punzante ironía (4. 4-5).
A pesar de ser nativo de Judá, Amós proclamó su mensaje en el reino del Norte, hacia el 750 a. C. En esa época, Samaría vivía su gran momento de euforia bajo el reinado de Jeroboám II (787-747). Los enemigos de siempre -Asiria, Egipto y Arám- se habían eclipsado transitoriamente, y el rey aprovechó la coyuntura para recuperar los antiguos territorios de Israel ( 2Ki_14:25 ). La paz exterior favorecía la actividad económica y el acrecentamiento de las riquezas. Un ansia desenfrenada de lujo se había apoderado de las clases más pudientes, que se construían suntuosas mansiones y vivían en la opulencia. Pero esta prosperidad económica beneficiaba únicamente a un sector privilegiado. Mientras unos pocos se enriquecían, la gran masa del pueblo estaba más oprimida que nunca.
Dentro de este marco social, resuena la palabra de Amós, el profeta de la "justicia". Toda su predicación es una violenta denuncia de la manera cómo el reino de Israel interpretaba su condición de Pueblo "elegido". Para Israel, la elección divina era un privilegio y una garantía absoluta de seguridad, cualquiera fuera su comportamiento moral, social y religioso. Para Amós, en cambio, esa elección era una gracia que implicaba la responsabilidad de revelar a los pueblos el rostro del verdadero Dios, por medio de una convivencia fraternal, basada en el derecho y la justicia. Al ver el sufrimiento y la opresión de los débiles, el lujo y la indiferencia de los ricos, él se convirtió en el testigo insobornable de la Justicia del Señor, "que resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes" ( Jam_4:6 ).
El amor a los pobres y la primacía de la justicia sobre el culto encontraron amplio eco en el resto de la Biblia, sobre todo, en el mensaje evangélico ( Mat_5:3 , Mat_5:23-24 ; Luk_4:18 ; Luk_6:20 ; Jam_2:5-7 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Amos  8,1-14

2. En hebreo, las palabras que significan "fruto maduro" y "fin" tienen un sonido muy semejante.

14. En el santuario de "Dan", se encontraba uno de los terneros de oro fabricados por Jeroboám I ( 1Re_12:29). El "Poder" era probablemente una divinidad venerada en el santuario meridional de "Berseba".