Esdras  10 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 44 versitos |
1 Mientras Esdras, bañado en llanto y postrado delante de la Casa de Dios, oraba y hacía esta confesión, una gran cantidad de israelitas -hombres, mujeres y niños- se congregaron a su alrededor, derramando abundantes lágrimas.
2 Entonces Secanías, hijo de Iejiel, de los hijos de Elam, dijo a Esdras: "Hemos traicionado a nuestro Dios, al casarnos con mujeres extranjeras de la gente del país. A pesar de esto, todavía queda una esperanza para Israel.
3 Ahora hagamos una alianza con nuestro Dios, comprometiéndonos a echar a todas nuestras mujeres extranjeras y a los hijos nacidos de ellas, conforme a tu consejo y al de aquellos que respetan el mandamiento de nuestro Dios. ¡Qué se cumpla lo que ordena la Ley!
4 ¡Levántate, porque este asunto es de tu incumbencia, y nosotros estaremos contigo! ¡Anímate y manos a la obra!".
5 Esdras se levantó e hizo jurar a los jefes de los sacerdotes y de los levitas, y a todo Israel, que procederían como él lo había dicho. Y todos lo juraron.
6 Esdras se alejó de la Casa de Dios y se dirigió a la habitación de Iojanán, hijo de Eliasib, donde pasó la noche sin comer ni beber, porque estaba afligido a causa de al traición de los repatriados.
7 Se lanzó entonces una proclama en Judá y en Jerusalén, para que todos los repatriados se reunieran en Jerusalén.
8 Al que no se presentara en el plazo de tres días, por decisión de los jefes y de los ancianos, se le confiscarían todos sus bienes y se lo excluiría de la asamblea de los que habían vuelto al exilio.
9 Todos los hombres de Judá y de Benjamín se reunieron en Jerusalén dentro de los tres días. Era el día veinte del noveno mes. Todo el pueblo se ubicó en la plaza de la Casa de Dios, lleno de temor por este asunto y también porque llovía a cántaros.
10 El sacerdote Esdras se levantó y les dijo: "Ustedes cometieron una traición, al casarse con mujeres extranjeras: así aumentaron la culpa de Israel.
11 Pero ahora, den gracias al Señor, el Dios de nuestros padres, y cumplan su voluntad, separándose de la gente del país y de las mujeres extranjeras".
12 Toda la asamblea respondió en alta voz: "Sí, haremos lo que tú nos digas,
13 pero el pueblo es muy numeroso y estamos en época de lluvias. No podemos permanecer a la intemperie, y además, esto no es cuestión de un día o dos, porque somos muchos los que hemos pecado en esto.
14 Sería mejor que nuestros jefes representen a toda la asamblea: todos los que, dentro de nuestras ciudades, se hayan casado con mujeres extranjeras, vendrán a presentarse en la fecha señalada, acompañados de los ancianos y de los jueces de cada ciudad, hasta que se haya alejado de nosotros la ira de nuestro Dios a causa de este asunto".
15 Solamente Jonatán, hijo de Azael, y Iajzías, hijo de Tigvá, se opusieron a esta manera de proceder, apoyados por Mesulán y el levita Sabtai.
16 Pero los repatriados hicieron como se había propuesto. El sacerdote Esdras eligió un jefe de familia por cada grupo, designándolos personalmente a cada uno. El primer día del décimo mes, comenzaron las sesiones para examinar las causas;
17 y hasta el primer día del primer mes, no quedaron resueltos los casos de todos los hombres que se habían casado con mujeres extranjeras.
18 Entre los miembros de las familias sacerdotales que se habían casado con mujeres extranjeras, estaban los siguientes: entre los hijos de Josué, hijo de Josadac, y entre sus hermanos: Maasías, Eliezer, Iarib y Guedalías.
19 Estos se comprometieron bajo juramento a echar a sus mujeres, y ofrecieron un carnero en sacrificio de reparación por su culpa.
20 Entre los hijos de Imer: Janahí y Zebadías;
21 entre los hijos de Jarím: Maasías, Elías, Semaías, Iejiel y Uzías;
22 entre los hijos de Pasjur: Elionai, Maasías, Ismael, Natanael, Iosabad y Elasá.
23 Entre los levitas: Iosabad, Simei, Quelaías -o Quelitá- Petaías, Iejudá y Eliezer.
24 Entre los cantores: Eliasib y Zacur. Entre los porteros: Salúm, Telém y Urí.
25 Entre los israelitas: de los hijos de Parós: Ramías, Izías, Malquías, Miamím, Eleazar, Malquías y Benaías;
26 de los hijos de Elam: Matanías, Zacarías, Iejiel, Abdí, Ieremot y Elías;
27 de los hijos de Zatú: Elionai, Eliasib, Matanías, Ieremot, Zabad y Azizá;
28 de los hijos de Bebai: Iojanán, Jananías, Zabai y Atlai;
29 de los hijos de Baní: Mesulán, Maluc, Adaías, Iasub, Seal y Ieramot;
30 de los hijos de Pajat Moab: Adná, Quelal, Benaías, Maasías, Matanías, Besalel, Binuí y Manasés;
31 de los hijos de Jarím: Eliezer, Isías, Malquías, Semaías, Simeón,
32 Benjamín, Maluc y Semarías;
33 de los hijos de Jasúm: Matenai, Matatá, Zabad, Elifélet, Ieremai, Manasés y Simei;
34 de los hijos de Baní: Maadai, Amram, Uel,
35 Benaías, Bedías, Quelui,
36 Vanías, Meremot, Eliasib,
37 Matanías, Matenai y Iasai;
38 de los hijos de Binuí: Simei,
39 Selemías, Natán y Adaías;
40 de los hijos de Sacai: Sasai, Sarai,
41 Azarel, Selemías, Semarías,
42 Salúm, Amarías y José;
43 de los hijos de Nebo: Jeiel, Matitías, Zabad, Zebiná, Iadai, Joel y Benaías.
44 Todos estos se habían casado con extranjeras, y despidieron a sus mujeres y a sus hijos.

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Introducción a Esdras 


Esdras y Nehemías

En el año 539 a. C., Ciro el Grande, rey de los persas, entra triunfalmente en Babilonia. Sus victorias anteriores le habían asegurado el dominio sobre las mesetas de Irán y sobre el Asia Menor. Luego afirma su soberanía sobre el Imperio babilónico, y las fronteras de su territorio se extienden hasta Egipto. Así queda constituido el Imperio persa, el más vasto y poderoso de los conocidos hasta entonces.
Con el advenimiento de Ciro, se produce un cambio importante en las condiciones políticas del Antiguo Oriente. El nuevo monarca se distingue por su actitud más humanitaria en favor de los pueblos sometidos. No practica deportaciones masivas, respeta las leyes y costumbres locales, y propicia el retorno a sus respectivos países de las poblaciones desterradas por los reyes de Asiria y Babilonia.
Favorecidos por la política tolerante de los persas, varios grupos de judíos exiliados en Babilonia se ponen en camino para regresar a la Tierra de sus antepasados. La marcha a través del desierto es dura y peligrosa. La meta de tan larga peregrinación es un país en ruinas, que no alcanza a cubrir cuarenta kilómetros de sur a norte. A estas penurias materiales se añade la hostilidad de las poblaciones vecinas, que miran con recelo a los recién llegados y les oponen una enconada resistencia. Pero, a pesar de todos los obstáculos, la obra de la restauración nacional y religiosa se lleva adelante. En algo más de un siglo de persistentes esfuerzos, la comunidad judía de Jerusalén reconstruye su Templo, levanta los muros derruidos de la Ciudad santa y se aferra a la práctica de la Ley, como medio para no perder su identidad dentro del Imperio al que está sometida.
Los libros de ESDRAS y NEHEMÍAS son nuestra principal fuente de información acerca de este importante y difícil período de la historia bíblica. Ambos formaban originariamente una sola obra con los libros de las Crónicas y fueron compuestos en la misma época. Para elaborar esta segunda parte de su relato, el Cronista utiliza y cita textualmente diversos documentos contemporáneos de los hechos: listas de repatriados, genealogías, edictos reales, correspondencia administrativa de la corte persa y, sobre todo, "memorias" personales de Esdras y Nehemías, los dos grandes protagonistas de la restauración judía. En la disposición de materiales tan diversos, el autor no siempre se atiene a la sucesión cronológica de los hechos. Por eso estos Libros, si bien nos ofrecen una información de primera mano, presentan serias dificultades cuando se trata de reconstruir el desarrollo exacto de los acontecimientos. Así, por ejemplo, es muy verosímil que la misión de Nehemías haya precedido en varios años a la de Esdras. Sin embargo, el Cronista ha invertido el orden de los relatos, para dar prioridad a la reforma religiosa, realizada por el sacerdote Esdras, sobre la actividad del laico Nehemías, de carácter más bien político.
Pero estas dificultades no afectan al contenido religioso de los Libros. A un pueblo que ha perdido su independencia política y está propenso a caer en el desaliento, el Cronista le recuerda que el "Resto" de Judá liberado del exilio sigue siendo el depositario de la elección divina. La deportación a Babilonia mostró que las amenazas de los Profetas se habían cumplido al pie de la letra. ¿No será este el momento de escuchar la voz del Señor, de tomar en serio las exigencias morales y sociales de la Ley, que las reformas de Esdras y Nehemías han vuelto a poner en vigor? Si el pueblo se convierte al Señor y le rinde el culto debido, Dios no se dejará ganar en fidelidad y dará pleno cumplimiento a sus promesas de salvación.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas