Amos  2 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 16 versitos |
1 Así habla el Señor: Por tres crímenes de Moab, y por cuatro, no revocaré mi sentencia. Porque él quemó los huesos del rey de Edom hasta calcinarlos,
2 yo enviaré fuego contra Moab y él consumirá los palacios de Queriot; Moab morirá en el tumulto, entre gritos de guerra, al sonido de la trompeta;
3 extirparé al juez de en medio de él, y con él, mataré a todos sus oficiales, dice el Señor.
4 Así habla el Señor: Por tres crímenes de Judá, y por cuatro, no revocaré mi sentencia. Porque despreciaron la Ley del Señor y no observaron sus preceptos; porque los extraviaron sus falsos dioses, a los que habían seguido sus padres,
5 yo enviaré fuego contra Judá y él consumirá los palacios de Jerusalén.
6 Así habla el Señor: Por tres crímenes de Israel, y por cuatro, no revocaré mi sentencia. Porque ellos venden al justo por dinero y al pobre por un par de sandalias;
7 pisotean sobre el polvo de la tierra la cabeza de los débiles y desvían el camino de los humildes; el hijo y el padre tienen relaciones con la misma joven, profanando así mi santo Nombre;
8 se tienden sobre ropas tomadas en prenda, al lado de cualquier altar, y beben en la Casa de su Dios el vino confiscado injustamente...
9 ¡Y pensar que yo destruí ante ellos al amorreo, cuya altura era igual a la de los cedros y que era fuerte como las encinas: arranqué su fruto por arriba y sus raíces por debajo!
10 Y a ustedes, los hice subir del país de Egipto y los conduje cuarenta años por el desierto, para que tomaran en posesión el país del amorreo.
11 Yo suscité profetas entre sus hijos y nazireos entre sus jóvenes; ¿no es así, israelitas? -oráculo del Señor-.
12 Pero ustedes hicieron beber vino a los nazireos y ordenaron a los profetas: "¡No profeticen!".
13 Por eso, yo los voy a aplastar, como aplasta un carro cargado de gavillas.
14 El hombre veloz no tendrá escapatoria, el fuerte no podrá valerse de su fuerza ni el valiente salvará su vida;
15 el arquero no resistirá, el de piernas ágiles no escapará, el jinete no salvará su vida,
16 y el más valeroso entre los valientes huirá desnudo aquel día -oráculo del Señor-.

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Introducción a Amos 


Amós

Con AMÓS empieza la "edad de oro" del profetismo bíblico. Antes que él, muchos otros profetas habían intervenido activamente en la vida política y religiosa de Israel. Pero ninguno de ellos había escrito nada, y la tradición sólo había conservado el recuerdo de sus acciones y ocasionalmente algunas de sus palabras. A partir de Amós, en cambio, lo que importa en primer lugar es la "palabra" del profeta, y ese mensaje -recogido y recopilado por sus discípulos- ha llegado hasta nosotros en forma escrita. Así se inicia la era de los llamados "profetas escritores".
Amós era un campesino de Técoa, pequeña población situada a unos veinte kilómetros al sur de Jerusalén (1. 1; 7. 14). Pero la dura vida del campo no le impidió adquirir una cultura poco común en su tiempo. Él conoce los hechos más relevantes de la historia de su pueblo y está perfectamente al tanto de todo lo que ocurre en el reino de Israel. Posee una vasta información sobre los acontecimientos de su época y presiente el avance de Asiria hacia el oeste. Lo que más impresiona en el estilo de Amós es la sobriedad. Pocas palabras le bastan para lanzar un oráculo incisivo, violento y lleno de imágenes sugestivas. Tampoco faltan en su lenguaje las sutilezas del estilo sapiencial (3. 3-8; 6. 12) y ciertos toques de punzante ironía (4. 4-5).
A pesar de ser nativo de Judá, Amós proclamó su mensaje en el reino del Norte, hacia el 750 a. C. En esa época, Samaría vivía su gran momento de euforia bajo el reinado de Jeroboám II (787-747). Los enemigos de siempre -Asiria, Egipto y Arám- se habían eclipsado transitoriamente, y el rey aprovechó la coyuntura para recuperar los antiguos territorios de Israel ( 2Ki_14:25 ). La paz exterior favorecía la actividad económica y el acrecentamiento de las riquezas. Un ansia desenfrenada de lujo se había apoderado de las clases más pudientes, que se construían suntuosas mansiones y vivían en la opulencia. Pero esta prosperidad económica beneficiaba únicamente a un sector privilegiado. Mientras unos pocos se enriquecían, la gran masa del pueblo estaba más oprimida que nunca.
Dentro de este marco social, resuena la palabra de Amós, el profeta de la "justicia". Toda su predicación es una violenta denuncia de la manera cómo el reino de Israel interpretaba su condición de Pueblo "elegido". Para Israel, la elección divina era un privilegio y una garantía absoluta de seguridad, cualquiera fuera su comportamiento moral, social y religioso. Para Amós, en cambio, esa elección era una gracia que implicaba la responsabilidad de revelar a los pueblos el rostro del verdadero Dios, por medio de una convivencia fraternal, basada en el derecho y la justicia. Al ver el sufrimiento y la opresión de los débiles, el lujo y la indiferencia de los ricos, él se convirtió en el testigo insobornable de la Justicia del Señor, "que resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes" ( Jam_4:6 ).
El amor a los pobres y la primacía de la justicia sobre el culto encontraron amplio eco en el resto de la Biblia, sobre todo, en el mensaje evangélico ( Mat_5:3 , Mat_5:23-24 ; Luk_4:18 ; Luk_6:20 ; Jam_2:5-7 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Amos  2,1-16

4-5. Un redactor "deuteronomista" incluyó más tarde este oráculo contra Judá, que también fue infiel al Señor como el reino hermano del Norte.

7. "La misma joven": podría tratarse de una esclava de la familia, o bien de una mujer que ejercía la prostitución sagrada en los santuarios donde se practicaba el culto de la fertilidad ( 1Re_14:24; 1Re_15:12; 1Re_22:47; 2Re_23:7; 0s. 4. 14).

9. El término "amorreo" designa aquí a todos los pueblos que ocupaban la Palestina antes de la llegada de los hebreos.

11. Los "nazireos" eran personas consagradas al Señor por un voto, que se caracterizaban por su estilo de vida particularmente austero ( Num_6:1-21; Jue_13:4-5; 1Sa_1:11).