Job  22 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 30 versitos |
1 Elifaz de Temán replicó, diciendo:
2 ¿Puede un hombre ser útil a Dios? Incluso el más capaz, ¿le es útil en algo?
3 ¿Le importa al Todopoderoso que tú seas justo? ¿Obtiene una ganancia si tu conducta es perfecta?
4 ¿Es por tu piedad que te reprueba y entabla un juicio contigo?
5 ¿No es más bien por tu enorme maldad y porque tus faltas no tienen límite?
6 Tú exigías sin motivo prendas a tus hermanos y despojabas de su ropa a los desnudos.
7 No dabas de beber al extenuado y negabas el pan al hambriento.
8 "¡El país pertenece al de brazo fuerte; el privilegiado se instala en él!".
9 Despedías a las viudas con las manos vacías y quebraban los brazos de los huérfanos.
10 Por eso ahora estás rodeado de lazos y te estremece un terror repentino.
11 Se oscureció la luz, y no ves; te sumergen las aguas desbordadas.
12 ¿No está Dios en la cima del cielo? ¡Mira qué alta es la bóveda estrellada!
13 Por eso dijiste: "¿Qué sabe Dios? ¿Puede juzgar a través de los nubarrones?
14 Las nubes lo tapan, no puede ver; él se pasea por los bordes del cielo".
15 ¿Quieres seguir por el camino antiguo que recorrieron los hombres perversos?
16 Ellos fueron arrebatados antes de tiempo, cuando un río inundó sus cimientos.
17 Decían a Dios: "¡Apártate de nosotros! ¿Qué puede hacernos el Todopoderoso?".
18 Y aunque él llenaba sus casas de bienes, el designio de los malvados seguía lejos de él.
19 Los justos lo ven y se alegran, el inocente se burla de ellos:
20 "¿No ha sido aniquilada su fortuna y el fuego devoró hasta sus residuos?".
21 Llega a un acuerdo con Dios, reconcíliate, y así alcanzarás la felicidad.
22 Recibe la instrucción de sus labios y guarda sus palabras en tu corazón.
23 Si vuelves al Todopoderoso con humildad y alejas de tu carpa la injusticia;
24 si arrojas el oro en el polvo y el oro de Ofir entre las piedras del torrente,
25 entonces el Todopoderoso será tu oro, él será un montón de plata para ti.
26 En el Todopoderoso estará tu deleite y levantarás tu rostro hacia Dios.
27 Tú le suplicarás y él te escuchará, y podrás cumplir tus votos.
28 Si te propones algo, te saldrá bien, y sobre tus senderos brillará la luz.
29 Porque él humilla la altivez del soberbio pero salva al que baja los ojos.
30 El libra al hombre inocente, y tú te librarás por la pureza de tus manos.

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Introducción a Job 


Job

Por su excepcional valor poético y humano, el libro de JOB ocupa un lugar destacado, no sólo dentro de la Biblia, sino también entre las obras maestras de la literatura universal. Su autor estaba perfectamente familiarizado con la tradición sapiencial de Israel y del Antiguo Oriente. Conocía a fondo los oráculos de los grandes profetas -especialmente las "Confesiones" de Jeremías y algunos escritos de Ezequiel- y había orado con los Salmos que se cantaban en el Templo de Jerusalén. Los viajes acrecentaron su experiencia, y es probable que haya vivido algún tiempo en Egipto. Sobre todo, él sintió en carne propia el eterno problema del mal, que se plantea en toda su agudeza cuando el justo padece, mientras el impío goza de prosperidad.
Esta obra fue escrita a comienzos del siglo V a. C., y para componerla, el autor tomó como base un antiguo relato del folclore palestino, que narraba los terribles padecimientos de un hombre justo, cuya fidelidad a Dios en medio de la prueba le mereció una extraordinaria recompensa. Esta leyenda popular constituye el prólogo y el epílogo del Libro. Al situar a su personaje en un país lejano, fuera de las fronteras de Israel (1. 1), el autor sugiere que el drama de Job afecta a todos los hombres por igual.
No se puede comprender el libro de Job sin tener en cuenta la enseñanza tradicional de los "sabios" israelitas acerca de la retribución divina. Según esa enseñanza, las buenas y las malas acciones de los hombres recibían necesariamente en este mundo el premio o el castigo merecidos. Esta era una consecuencia lógica de la fe en la justicia de Dios, cuando aún no se tenía noción de una retribución más allá de la muerte. Sin embargo, llegó el momento en que esta doctrina comenzó a hacerse insostenible, ya que bastaba abrir los ojos a la realidad para ver que la justicia y la felicidad no van siempre juntas en la vida presente. Y si no todos los sufrimientos son consecuencia del pecado, ¿cómo se explican?
Pero el autor no se contenta con poner en tela de juicio la doctrina tradicional de la retribución. Al reflexionar sobre las tribulaciones de Job -un justo que padece sin motivo aparente- él critica la sabiduría de los antiguos "sabios" y la reduce a sus justos límites. Aquella sabiduría aspiraba a comprenderlo todo: el bien y el mal, la felicidad y la desgracia, la vida y la muerte. Esta aspiración era sin duda legítima, pero tendía a perder de vista la soberanía, la libertad y el insondable misterio de Dios. En el reproche que hace el Señor a los amigos de Job (42. 7), se rechaza implícitamente toda sabiduría que se erige en norma absoluta y pretende encerrar a Dios en las categorías de la justicia humana.
El personaje central de este Libro llegó a descubrir el rostro del verdadero Dios a través del sufrimiento. Para ello tuvo que renunciar a su propia sabiduría y a su pretensión de considerarse justo. No es otro el camino que debe recorrer el cristiano, pero este lo hace iluminado por el mensaje de la cruz, que da un sentido totalmente nuevo al misterio del dolor humano. "Completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia" ( Col_1:24 ). "Los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros" ( Rom_8:18 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas