Eclesiastés 7 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 29 versitos |
1 Más vale el buen nombre que un buen perfume y el día de la muerte, más que el del nacimiento.
2 Más vale ir a una casa donde hay duelo que asistir a un banquete, porque ese es el fin de todo hombre y allí reflexionan los vivientes.
3 Más vale la tristeza que la risa, porque el rostro serio ayuda a pensar.
4 El corazón del sabio está en la casa de duelo y el del necio, en el lugar de diversión.
5 Más vale escuchar el reproche de un sabio que oír el canto de los necios.
6 porque como el crepitar de las espinas bajo la olla, así es la risa de los necios. Y también esto es vanidad.
7 La opresión puede enloquecer a un sabio, y los regalos pierden el corazón.
8 Más vale el fin de una cosa que su comienzo y más vale ser paciente que pretender demasiado.
9 No te dejes llevar por el enojo, porque el enojo se alberga en el pecho de los necios.
10 No digas: "¿A qué se debe que el tiempo pasado fue mejor que el presente?". Porque no es la sabiduría la que te lleva a hacer esa pregunta.
11 La sabiduría vale tanto como una herencia y el provechosa para los que ven la luz del sol.
12 Porque estar a la sombra de la sabiduría es como estar a la sombra del dinero, y la ventaja de la ciencia es que la sabiduría hace vivir al que la posee.
13 Observa la obra de Dios: ¿quién puede enderezar lo que él torció?
14 Disfruta de los días felices y en los días adversos, reflexiona: Dios hizo que se sucedan unos a otros, de manera que el hombre no descubra nada de lo que vendrá después de él.
15 Yo he visto de todo en mis días vanos: hay justos que parecen a pesar de su justicia y malvados que sobreviven a pesar de su maldad.
16 No seas excesivamente justo ni quieras ser demasiado sabio: ¿para qué te vas a arruinar?
17 No seas demasiado malo ni te comportes como un necio: ¿para qué vas a morir antes de tiempo?
18 Lo mejor es procurar esto sin dejar de lado aquello: el que teme a Dios sabe unir las dos cosas.
19 La sabiduría hace más fuerte al sabio que diez magistrados de una ciudad.
20 No hay un hombre justo sobre la tierra que haga el bien sin pecar jamás.
21 Tampoco prestes atención a todo lo que se dice. no sea que escuches a tu servidor que te maldice.
22 Porque, además, tú sabes muy bien cuántas veces has maldecido a otros.
23 Yo experimenté todo esto con sabiduría, pensando: "Voy a ser sabio". Pero ella está fuera de mi alcance:
24 lo que existe es lejano y profundo, más profundo de lo que se puede vislumbrar.
25 Yo me dediqué con el mayor empeño a conocer, a explorar, y a buscar la sabiduría y la razón de las cosas y reconocí que la maldad es una insensatez, y la necedad, una locura.
26 Y yo encuentro más amarga que la muerte a la mujer, cuando ella misma es una trampa, su corazón, una red, y sus brazos, ataduras. Con el favor de Dios, uno puede librarse, pero el pecador se deja atrapar.
27 Mira: esto es lo que descubrí, dice Cohélet. tratando de razonar caso por caso.
28 Pero esto es lo que todavía busco, sin haberlo encontrado: He logrado encontrar a un hombre entre mil, pero entre todas las mujeres no hallé ni una sola.
29 En resumen, he descubierto lo siguiente: Dios hizo recto al hombre, pero ellos se buscan muchas complicaciones.

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Introducción a Eclesiastés


Eclesiastés

El autor de este Libro es un "Sabio" de mediados del siglo III a. C. que pone sus reflexiones en boca del ECLESIASTÉS, palabra griega que significa "predicador" o "presidente" de una asamblea religiosa. De ahí el titulo de la obra, cuyo nombre hebreo -COHÉLET-parece significar más o menos lo mismo. El hecho de identificar a este "predicador" con el rey Salomón es un artificio literario común a todos los escritos sapienciales.
El tono dominante del Eclesiastés es más bien sombrío y pesimista. En él se van exponiendo las reflexiones y las actitudes de un hombre a partir de su experiencia personal. Esa experiencia le ha hecho descubrir la caducidad de la vida y la aparente inutilidad de todas las cosas, llevándolo a una amarga convicción, repetida incansablemente a lo largo del Libro: "¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad! ¿Qué provecho saca el hombre de todo el esfuerzo que realiza bajo el sol?"(1. 2-3).
Este Sabio comprueba que nada de lo que tradicionalmente era considerado una retribución por el cumplimiento de la Ley puede satisfacer plenamente al corazón humano. El amor, los placeres, las riquezas y la gloria no dejan más que vacío y desencanto. La misma sabiduría está acompañada de aflicción. Para colmo de males, muchas veces los necios oprimen a los sabios. Más aún, "¡el sabio muere igual que el necio!" y "todo cae en el olvido" (2. 16). La ausencia de la esperanza en una retribución después de la muerte explica esta manera de pensar (9. 4-6). Lo único que vale la pena es gozar moderadamente de las alegrías y de los pocos bienes que Dios pone a nuestro alcance (5. 17-19; 9. 7-10; 11. 7-10).
¿Cómo se puede compaginar el pesimismo del Eclesiastés, por momentos rayano en el escepticismo, con la fe y la esperanza de un israelita que se siente heredero de las promesas hechas por Dios a su Pueblo? Por lo pronto, no se debe olvidar que este Libro no es "toda" la Biblia, sino "una" de sus partes. Escrito en el estilo de los "maestros de sabiduría", abundan en él los aforismos, las paradojas e, incluso, las afirmaciones aparentemente contradictorias que intentan expresar las diversas caras de una misma realidad.
Por otra parte, al escepticismo existencial del autor del Eclesiastés no corresponde un escepticismo religioso. Al contrario, este pensador desilusionado guarda la serenidad del creyente y reconoce que todo ha sido dispuesto por la sabia Providencia divina (3. 10-11). Para él, las cosas buenas son un don de Dios (2. 24-26), y el hombre tendrá que dar cuenta al Creador de su conducta sobre la tierra (12. 14). La enseñanza moral de este "predicador" concuerda muy bien con la de todo el Antiguo Testamento: "Teme al Señor y observa sus mandamientos, porque esto es todo para el hombre" ( 12. 13).
De todas maneras, al llamar la atención sobre la relatividad de cuanto hay "bajo el sol", este Sabio nos lleva a la búsqueda del único "Absoluto". "El Eclesiastés habla de Dios, se ha dicho con razón, como la sed del agua". Y el Nuevo Testamento, al revelarnos la resurrección de los muertos, viene a colmar la sensación de vacío que deja la lectura de este Libro: "La creación quedó sujeta a la vanidad, no voluntariamente, sino por causa de quien la sometió, pero conservando una esperanza" ( Rom_8:20 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas