Hebreos 5 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 14 versitos |
1 Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir en favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios, a fin de ofrecer dones y sacrificios por los pecados.
2 El puede mostrarse indulgente con los que pecan por ignorancia y con los descarriados, porque él mismo está sujeto a la debilidad humana.
3 Por eso debe ofrecer sacrificios, no solamente por los pecados del pueblo, sino también por los propios pecados.
4 Y nadie se arroga esta dignidad, si no es llamado por Dios como lo fue Aarón.
5 Por eso, Cristo no se atribuyó a sí mismo la gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: "Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy".
6 Como también dice en otro lugar: "Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec".
7 El dirigió durante su vida terreno súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión.
8 Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer.
9 De este modo, él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen,
10 porque Dios lo proclamó Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec.
11 Sobre esto tendríamos que decir muchas cosas, pero es difícil explicárselas, porque ustedes son lentos para comprender.
12 Aunque ya es tiempo de que sean maestros, ustedes necesitan que se les enseñen nuevamente los rudimentos de la Palabra de Dios: han vuelto a tener necesidad de leche, en lugar de comida sólida.
13 Ahora bien, el que se alimenta de leche no puede entender la doctrina de la justicia, porque no es más que un niño.
14 El alimento sólido es propio de los adultos, de aquellos que por la práctica tienen la sensibilidad adiestrada para discernir entre el bien y el mal.

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Introducción a Hebreos


CARTA A LOS HEBREOS

A pesar de su conclusión en estilo epistolar, este largo escrito presenta el aspecto de una homilía o sermón litúrgico. Sus destinatarios tenían necesidad de unas "palabras de exhortación" (13. 22), porque su fe estaba en peligro. Después del primer entusiasmo de la conversión, se habían dejado arrastrar por la fatiga y el desaliento. Algunos desertaban de las asambleas cultuales, y su formación cristiana dejaba mucho que desear. Por otra parte, las pruebas y persecuciones habían provocado el desconcierto.
Para exhortar a los cristianos a seguir el camino que conduce de este mundo perecedero al mundo celestial, el autor presenta a Jesucristo como el Sumo Sacerdote que con su muerte selló la Nueva Alianza entre Dios y los hombres, y que ahora ejerce en el cielo una mediación eterna. A la vez, describe el itinerario del nuevo Pueblo de Dios en marcha hacia la Tierra prometida, bajo la guía del mismo Jesucristo. La comparación con los personajes e instituciones del Antiguo Testamento destaca la suprema grandeza de Cristo y la superioridad de la Nueva Alianza con respecto a la Antigua.
En esta CARTA A LOS HEBREOS no hay nada que no esté de acuerdo con el pensamiento de Pablo, pero el estilo, el vocabulario y la manera de interpretar el Antiguo Testamento reflejan una personalidad que no es la del Apóstol. Al respecto, son muy acertadas las palabras de Orígenes, escritor cristiano del siglo II: "Los pensamientos son de Pablo, pero las frases y la redacción son de otra persona... Unicamente Dios sabe quién escribió esta Carta". Lo que sí puede establecerse con certeza es que el autor es un judío helenista, muy buen conocedor de la traducción griega del Antiguo Testamento, cuyos destinatarios son cristianos provenientes del Judaísmo. En cuanto al lugar y fecha de composición, es muy probable que la misma haya sido escrita en Roma (13. 24), entre los años 70 y 80.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Hebreos 5,1-14

6. Sal_110:4.

7. Ver Luc_22:39-44

12. Ver 1 Cor. 3. 2.