Eclesiástico 37 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 31 versitos |
1 Todo amigo dice: "También yo soy tu amigo", pero hay amigos que lo son sólo de nombre.
2 ¿No entristece acaso hasta la muerte ver a un amigo querido transformarse en enemigo?
3 ¡Perversa inclinación! ¿De dónde te han hecho rodar para cubrir la tierra de falsedad?
4 ¡Un compañero comparte las alegrías del amigo y en el momento de la aflicción, se vuelve contra él!
5 ¡Otro sufre con el amigo para llenarse su vientre, y a la hora del combate, empuña el escudo!
6 Nunca te olvides de un buen amigo, y acuérdate de él cuando tengas riquezas.
7 Todo el que aconseja recomienda su consejo, pero hay quien aconseja pensando sólo en sí mismo.
8 Sé precavido con el que da consejos y averigua primero qué le hace falta, porque entonces aconsejará lo que le convenga a él; no sea que le dé lo mismo una cosa que otra
9 y te diga: "Vas por el buen camino", mientras se pone enfrente a ver qué te pasa.
10 No consultes al que te subestima, y al que tiene celos de ti, ocúltale tus designios.
11 No pidas consejo a una mujer sobre su rival, ni a un cobarde sobre la guerra, ni a un comerciante sobre un negocio, ni a un comprador sobre una venta, ni a un envidiosos sobre la gratitud, ni a un despiadado sobre un beneficio, ni a un perezoso sobre cualquier trabajo, ni al que trabaja por horas sobre la conclusión de una obra, ni a un servidor holgazán sobre un trabajo difícil: no cuentes con estos para ningún consejo.
12 Pero recurre asiduamente a un hombre piadoso, de quien te consta que cumple los mandamientos, capaz de sentir lo que tú mismo sientes, y que sufrirá contigo si das un traspié.
13 Déjate llevar por lo que te dicta el corazón, porque nadie te será más fiel que él:
14 el alma de un hombre suele advertir a menudo mejor que siete vigías apostados sobre una altura.
15 Y por encima de todo ruego al Altísimo, para que dirija tus pasos en la verdad.
16 Principio de toda obra es la conversación, y antes de toda acción, está el consejo.
17 Raíz de los pensamientos es el corazón, y él hace brotar cuatro ramas:
18 el bien y el mal, la vida y la muerte, y la que decide siempre en todo esto es la lengua.
19 Un hombre puede ser hábil para instruir a muchos y, sin embargo, ser inútil para sí mismo.
20 El que es sabio de labios para afuera, se hace odioso y acabará sin tener qué comer:
21 no se le ha concedido el favor del Señor, porque estaba desprovisto de toda sabiduría.
22 Si un hombre es sabio para sí mismo, los frutos de su inteligencia están en su boca y son dignos de fe.
23 Un hombre sabio instruye a su propio pueblo y los frutos de su inteligencia son dignos de fe.
24 Un hombre sabio es colmado de bendiciones y, al verlo, todos lo felicitan.
25 El hombre tiene sus días contados, pero los días de Israel son incontables.
26 Un hombre sabio se gana la confianza de su pueblo y su nombre sobrevive para siempre.
27 Hijo mío, para tu régimen de comida, pruébate a ti mismo: mira qué te hace mal y prívate de ello.
28 Porque no todo es conveniente para todos ni a todos les gusta lo mismo.
29 No seas insaciable de placeres ni te excedas en las comidas.
30 Porque el exceso en las comidas acarrea enfermedades y la glotonería provoca cólicos.
31 La glotonería causó la muerte de muchos, pero el que se cuida prolongará su vida.

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Introducción a Eclesiástico


Segundo Libro de los Macabeos

El segundo libro de los MACABEOS no es la continuación del primero, sino en parte paralelo a él, ya que se refiere a los mismos acontecimientos del período comprendido entre el 175 y el 160 a. C., tomados de un poco más atrás y relatados en un estilo diferente. Como lo señala su autor (2. 23), él se limitó a resumir una obra mucho más extensa, redactada en cinco volúmenes por Jasón de Cirene, un ferviente judío de sólida formación helenista. Todo parece indicar que este resumen se llevó a cabo en Alejandría, poco después del 124 a. C.
Este Libro pertenece a un género literario muy difundido en aquella época, denominado "historia dramática" o "patética", en el cual la narración de los hechos históricos se convierte en un medio para conmover, entusiasmar o edificar al lector. Eso explica el empleo de ciertos recursos "efectistas", destinados a suscitar la adhesión o la repulsa, como son el lenguaje declamatorio y ampuloso, los epítetos hirientes, el tono mordaz con que se trata a los adversarios y la acentuada predilección por los elementos maravillosos.
A lo largo de toda su obra, que es una especie de "panegírico religioso", el autor trata de inculcar el amor y la devoción hacia el Templo de Jerusalén, centro de la vida del Pueblo judío. Esta idea ya está presente en las "Cartas" que figuran al comienzo del Libro e imprime su sello al plan que ha guiado la composición del mismo. De hecho, la historia relatada en él se desarrolla en cinco actos centrados alrededor del Templo, y al final del Libro se deja clara constancia de que para Judas y sus hombres "lo primero y principal era el Templo consagrado" (15. 18).
La forma explícita con que este Libro afirma la resurrección de los muertos y la claridad con que destaca el valor de la oración por los difuntos y de la intercesión de los mártires, le han merecido una especial acogida por parte de la Iglesia.



CARTAS A LOS JUDÍOS DE EGIPTOY PRÓLOGO DEL AUTOR

Al comienzo del Libro, el autor transcribe dos cartas escritas por los judíos de Jerusalén. En la primera, estos exhortan a sus hermanos de Egipto a celebrar en unión con ellos la fiesta de la Dedicación del Templo. Dicha carta está fechada en el 124 a. C., es decir, en el cuadragésimo aniversario de la Purificación del Santuario realizada por Judas Macabeo (164 a. C.).
La segunda es anterior y bastante más extensa. Aunque no lleva fecha, parece que fue escrita pocos días antes de la Dedicación del Templo en el 164 a. C., con el fin de poner de relieve la importancia de la Fiesta que se iba a celebrar dentro de poco (1. 18). Después de un breve relato sobre la muerte de Antíoco IV Epífanes, en esta carta se evocan los hechos portentosos que acompañaron a la restauración del Templo en la época de Nehemías. La mayor parte de los datos están tomados de escritos apócrifos o de tradiciones populares, que no pueden ser considerados como documentos históricos. Las dos cartas van seguidas de un Prólogo, donde el autor explica sus intenciones y su método de trabajo.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas