Jueces 20 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 48 versitos |
1 Entonces todos los israelitas salieron como un solo hombre, desde Dan hasta Berseba y hasta la región de Galaad, y la comunidad se reunió delante del Señor, en Mispá.
2 Los dignatarios de todo el pueblo y todas las tribus acudieron a la asamblea del pueblo de Dios: eran cuatrocientos mil hombres de a pie, armados de espada.
3 Los benjaminitas, por su parte, oyeron que los israelitas habían subido a Mispá. Los israelitas dijeron: "Cuéntennos cómo ha sucedido el crimen".
4 Entonces el levita, el marido de la mujer asesinada, tomó la palabra y dijo: "Yo y mi concubina llegamos a Guibeá de Benjamín para pasar la noche,
5 y los vecinos de Guibeá se levantaron contra mí: durante la noche rodearon la casa, intentaron matarme y abusaron de mi concubina hasta hacerla morir.
6 Yo tomé a mi concubina, la corté en pedazos y envié esos pedazos a todo el territorio de la herencia de Israel, porque se había cometido una depravación y una infamia en Israel.
7 Ahora les toca a ustedes, israelitas, tomar aquí mismo una determinación".
8 Todo el pueblo se levantó como un solo hombre y exclamó: "Ninguno de nosotros irá a su campamento; nadie volverá a su casa.
9 Y con Guibeá haremos lo siguiente: sortearemos a los que subirán a atacarla;
10 de entre todas las tribus de Israel, tomaremos a diez hombres de cada cien, a cien de cada mil, y a mil de cada diez mil. Ellos recogerán víveres para la tropa, es decir, para los que irán a dar su merecido a Guibeá de Benjamín por la infamia que ha cometido en Israel".
11 Así, todos los hombres de Israel quedaron unidos como un solo hombre contra aquella ciudad.
12 Las tribus de Israel enviaron emisarios a toda la tribu de Benjamín para decirle: "¿Qué explicación dan al crimen que se ha cometido entre ustedes?
13 Entreguen a esos hombres pervertidos de Guibeá, para que los matemos y hagamos desaparecer el mal de Israel. Pero los benjaminitas no quisieron escuchar la demanda de sus hermanos israelitas.
14 Los benjaminitas de todas las ciudades se reunieron en Guibeá para salir a combatir contra los israelitas.
15 Aquel mismo día se hizo el recuento de los benjaminitas provenientes de las diversas ciudades, y resultaron en total veinticinco mil hombres armados de espada, sin contar a los habitantes de Guibeá.
16 De toda esa tropa, setecientos hombres eran guerreros adiestrados, ambidextros, y capaces de arrojar la piedra de su honda contra un cabello, sin errar el tiro.
17 La gente de Israel también hizo un recuento: descontando a Benjamín, eran cuatrocientos mil hombres armados de espada, todos guerreros.
18 En seguida subieron a Betel y consultaron a Dios para preguntarle: "¿Quién de nosotros será el primero en subir a luchar contra los benjaminitas?". Y el Señor respondió: "Judá será el primero".
19 Los israelitas avanzaron de madrugada para acampar frente a Guibeá
20 y salir a luchar contra Benjamín. Los hombres de Israel se dispusieron en orden de batalla frente a la ciudad,
21 pero los benjaminitas salieron de Guibeá y dejaron tendidos por tierra aquel día a veintidós mil hombres de Israel.
22 Entonces los israelitas subieron a lamentarse delante del Señor hasta la tarde. Luego consultaron al Señor, diciendo: "¿Tenemos que entablar un nuevo combate con los hijos de nuestro hermano Benjamín?". Y el Señor respondió: "Suban a atacarlo".
23 De esta manera, la tropa israelita recobró el valor y volvió a disponer sus filas para el combate en el mismo lugar que el primer día.
24 Los israelitas se acercaron por segunda vez a los benjaminitas,
25 pero también aquel segundo día Benjamín les salió al encuentro desde Guibeá, y dejó tendidos por tierra a dieciocho mil israelitas, todos ellos armados de espada.
26 Entonces los israelitas subieron a Betel con todo el pueblo y allí se lamentaron, sentados delante del Señor: ayunaron todo el día hasta la tarde y ofrecieron al Señor holocaustos y sacrificios de comunión.
27 Después consultaron al Señor, porque en aquel tiempo el Arca de la Alianza de Dios se encontraba allí,
28 y Pinjás, hijo de Eleazar, hijo de Aarón, estaba al servicio de ella. "¿Tenemos que salir otra vez a luchar contra los hijos de nuestro hermano Benjamín, o debemos desistir?", preguntaron al Señor. Y el Señor respondió: "Suban, porque mañana los entregaré en manos de ustedes".
29 Israel tendió una emboscada alrededor de Guibeá.
30 Al tercer día, los israelitas avanzaron contra Benjamín, y dispusieron sus filas contra Guibeá, como las otras veces.
31 los benjaminitas les salieron al encuentro, dejándose arrastrar lejos de la ciudad, y comenzaron como las otras veces a matar gente por los senderos que suben, uno a Betel y el otro a Gabaón. Así mataron a unos treinta hombres de Israel, sobre el campo raso.
32 Entonces los benjaminitas pensaron: "Ya los tenemos derrotados como la primera vez". Pero los israelitas habían dicho: "Vamos a simular que huimos, para atraerlos hasta los caminos, lejos de la ciudad".
33 Todos los hombres de Israel se levantaron de sus puestos y tomaron posiciones en Baal Tamar. Los israelitas que estaban emboscados, atacaron desde sus posiciones al oeste de Gueba.
34 Diez mil guerreros adiestrados de todo Israel llegaron frente a Guibeá. El combate se hizo muy encarnizado, sin que los benjaminitas advirtieran el desastre que se les venía encima.
35 El Señor hizo que Benjamín cayera derrotado delante de Israel, y aquel día los israelitas mataron a veinticinco mil cien hombres de Benjamín, todos ellos armados de espada
36 b Los hombres de Israel habían cedido terreno a Benjamín, porque contaban con el apoyo de los que estaban emboscados contra Guibeá.
37 Estos, por su parte, se desplegaron rápidamente y atacaron a Guibeá, pasando a todos sus habitantes al filo de la espada.
38 La gente de Israel se había puesto de acuerdo con los que estaban emboscados, para que estos levantaran una humareda desde la ciudad,
39 y entonces ellos presentarían batalla. Cuando Benjamín comenzó a matar a algunos israelitas, unos treinta hombres en total, pensó: "Ya los tenemos completamente derrotados, como en el primer combate".
40 Pero la columna de humo empezó a levantarse desde la ciudad, y Benjamín, al mirar atrás, vio que la ciudad entera subía en llamas hacia el cielo.
41 Entonces los hombres de Israel presentaron batalla, y los benjaminitas temblaron al ver el desastre que se les venía encima.
42 Los benjaminitas retrocedieron ante los hombres de Israel en dirección al desierto, pero se vieron acosados por los combatientes, y los que venían de la ciudad atacaron tomándolos entre dos frentes.
43 Así encerraron a Benjamín, lo persiguieron sin darle tregua y siguieron derrotándolo hasta llegar a Gueba por el oriente.
44 Cayeron dieciocho mil guerreros de Benjamín. [36 a] Los benjaminitas vieron que habían sido derrotados,
45 y los sobrevivientes volvieron la espalda y huyeron al desierto, hacia la Roca de Rimón. Los israelitas capturaron por los caminos a cinco mil hombres y, mientras perseguían a Benjamín hasta Gueba, mataron a otros dos mil.
46 Aquel día cayeron en total veinticinco mil benjaminitas, todos ellos guerreros armados de espada.
47 Seiscientos hombres, en cambio, pudieron escapar al desierto, hasta la Roca de Rimón, y allí estuvieron durante cuatro meses.
48 Los israelitas se volvieron contra los benjaminitas y pasaron al filo de la espada a los varones de las ciudades, al ganado y a todo lo que encontraron, y también incendiaron a su paso a todas las ciudades.

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Introducción a Jueces


Jueces

El libro de los JUECES nos presenta a Israel en una de las etapas más críticas de su historia. Es el tiempo que transcurre entre la penetración de las tribus hebreas en Canaán y la instauración de la monarquía, es decir, entre los años 1200 y 1020 a. C. El pueblo se encuentra amenazado por todas partes. Algunos grupos cananeos, sólidamente atrincherados en sus plazas fuertes, continúan oponiendo una tenaz resistencia. Otros invasores -especialmente los filisteos, mucho mejor organizados y armados que Israel- luchan por adueñarse de los mismos territorios. Las tribus israelitas se encuentran aisladas unas de otras, sin un gobierno central que pueda asegurar una firme cohesión interna. Y la única base de la unidad nacional -la fe en el Señor, el Dios de Israel- corre el peligro de dejarse contaminar por los seductores cultos cananeos.
En este clima de inseguridad y anarquía, se ve surgir a los héroes llamados "Jueces". Este título tiene un sentido más amplio que el habitual entre nosotros. Los Jueces de Israel son "caudillos", que se constituyen en defensores de la "justicia" para hacer valer el derecho conculcado. Bajo la presión de un grave peligro, se ponen al frente de una o varias tribus y liberan a sus hermanos de la opresión a que estos han sido sometidos. Su autoridad no es estable, sino transitoria y excepcional. Una vez concluida la acción militar, vuelven a su vida ordinaria, aunque el prestigio adquirido con sus hazañas les asegura a veces una cierta preeminencia sobre las tribus liberadas.
Por su origen, su carácter y su condición social, estos caudillos y libertadores difieren considerablemente unos de otros. Pero tienen un rasgo común: todos actúan bajo el impulso del "espíritu". El espíritu del Señor se manifiesta siempre como una fuerza divina, que irrumpe súbitamente, se posesiona de ellos y los mueve a realizar proezas que están por encima de sus capacidades naturales. De allí que a los protagonistas de estas gestas guerreras se los pueda llamar con razón líderes "carismáticos".
Los héroes del libro de los Jueces viven en una época de costumbres rudas e incluso bárbaras. La traición de Ejud, el asesinato de Sísara, la masacre de Abimélec, el sacrificio de la hija de Jefté y las aventuras amorosas de Sansón reflejan una moral que no es la del Evangelio. Pero estos viejos relatos no están exentos de grandeza. En ellos se vislumbra la pujanza de un pueblo que lucha por sobrevivir y mantener su identidad en medio de circunstancias adversas. Y se descubre, sobre todo, la acción del Señor, que guía y defiende a Israel, a pesar de sus miserias y claudicaciones.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Jueces 20,1-48

1. "Mispá" estaba a unos trece kilómetros al norte de Jerusalén.