Eclesiastés 10 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 20 versitos |
1 Una mosca muerta corrompe y hace fermentar el óleo del perfumista. Pesa más un poco de insensatez que la sabiduría y la gloria.
2 El sabio piensa rectamente, y el necio lo hace torcidamente.
3 Por cualquier camino que vaya, al necio le falta el buen sentido, y hace que se diga de él: "Es un necio".
4 Si el que gobierna se irrita contra ti, no te salgas de quicio, porque la sangre fría evita grandes fallas.
5 Hay un mal que yo he visto bajo el sol, como error que procede de la autoridad:
6 el necio es promovido a los puestos más altos y los nobles rebajados a los puestos inferiores.
7 Yo vi esclavos montados a caballo y príncipes de a pie, como los esclavos.
8 El que cava una fosa cae en ella y al que derriba un cerco, lo muerde una serpiente.
9 El que saca piedras se lastima con ellas y el que corta leña está expuesto al peligro.
10 Si el hierro está mellado, y no lo afilan, es preciso redoblar las fuerzas: por eso es provechoso emplear bien la sabiduría.
11 Si la serpiente muerde porque falla el encantamiento, ¿qué provecho saca el encantador?
12 Las palabras del sabio son recibidas con agrado, pero al necio lo pierde su propia lengua:
13 cuando empieza a hablar, dice insensateces, y cuando termina, las peores locuras;
14 el insensato multiplica las palabras. El hombre no sabe lo que va a suceder: ¿quién puede anunciarle lo que vendrá después de él?
15 El esfuerzo fatiga al necio, porque no se da maña ni para ir a la ciudad.
16 ¡Ay de ti, nación, si tu rey es un joven y tus príncipes comen desde la mañana!
17 ¡Feliz de ti, nación, si tienes por rey a un noble de nacimiento, y tus príncipes comen cuando es debido, para reparar sus fuerzas y no para embriagarse!
18 Por la pereza se desploman las vigas y por la dejadez se viene abajo la casa.
19 ¡Para divertirse se celebra un banquete, el vino alegra la vida y el dinero responde por todo!
20 Ni siquiera en privado maldigas al rey, y ni en tu habitación maldigas a un rico, porque un pájaro puede hacer correr la voz y la indiscreción tiene alas.

Patrocinio

 
 

Introducción a Eclesiastés


Eclesiastés

El autor de este Libro es un "Sabio" de mediados del siglo III a. C. que pone sus reflexiones en boca del ECLESIASTÉS, palabra griega que significa "predicador" o "presidente" de una asamblea religiosa. De ahí el titulo de la obra, cuyo nombre hebreo -COHÉLET-parece significar más o menos lo mismo. El hecho de identificar a este "predicador" con el rey Salomón es un artificio literario común a todos los escritos sapienciales.
El tono dominante del Eclesiastés es más bien sombrío y pesimista. En él se van exponiendo las reflexiones y las actitudes de un hombre a partir de su experiencia personal. Esa experiencia le ha hecho descubrir la caducidad de la vida y la aparente inutilidad de todas las cosas, llevándolo a una amarga convicción, repetida incansablemente a lo largo del Libro: "¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad! ¿Qué provecho saca el hombre de todo el esfuerzo que realiza bajo el sol?"(1. 2-3).
Este Sabio comprueba que nada de lo que tradicionalmente era considerado una retribución por el cumplimiento de la Ley puede satisfacer plenamente al corazón humano. El amor, los placeres, las riquezas y la gloria no dejan más que vacío y desencanto. La misma sabiduría está acompañada de aflicción. Para colmo de males, muchas veces los necios oprimen a los sabios. Más aún, "¡el sabio muere igual que el necio!" y "todo cae en el olvido" (2. 16). La ausencia de la esperanza en una retribución después de la muerte explica esta manera de pensar (9. 4-6). Lo único que vale la pena es gozar moderadamente de las alegrías y de los pocos bienes que Dios pone a nuestro alcance (5. 17-19; 9. 7-10; 11. 7-10).
¿Cómo se puede compaginar el pesimismo del Eclesiastés, por momentos rayano en el escepticismo, con la fe y la esperanza de un israelita que se siente heredero de las promesas hechas por Dios a su Pueblo? Por lo pronto, no se debe olvidar que este Libro no es "toda" la Biblia, sino "una" de sus partes. Escrito en el estilo de los "maestros de sabiduría", abundan en él los aforismos, las paradojas e, incluso, las afirmaciones aparentemente contradictorias que intentan expresar las diversas caras de una misma realidad.
Por otra parte, al escepticismo existencial del autor del Eclesiastés no corresponde un escepticismo religioso. Al contrario, este pensador desilusionado guarda la serenidad del creyente y reconoce que todo ha sido dispuesto por la sabia Providencia divina (3. 10-11). Para él, las cosas buenas son un don de Dios (2. 24-26), y el hombre tendrá que dar cuenta al Creador de su conducta sobre la tierra (12. 14). La enseñanza moral de este "predicador" concuerda muy bien con la de todo el Antiguo Testamento: "Teme al Señor y observa sus mandamientos, porque esto es todo para el hombre" ( 12. 13).
De todas maneras, al llamar la atención sobre la relatividad de cuanto hay "bajo el sol", este Sabio nos lleva a la búsqueda del único "Absoluto". "El Eclesiastés habla de Dios, se ha dicho con razón, como la sed del agua". Y el Nuevo Testamento, al revelarnos la resurrección de los muertos, viene a colmar la sensación de vacío que deja la lectura de este Libro: "La creación quedó sujeta a la vanidad, no voluntariamente, sino por causa de quien la sometió, pero conservando una esperanza" ( Rom_8:20 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

Patrocinio

Notas