SEGUNDA CARTA A LOS CORINTIOS
Entre todos los escritos de Pablo, la SEGUNDA CARTA A LOS CORINTIOS es el más apasionado y polémico. Aunque su decidida intervención, a través de la primera Carta, había restablecido momentáneamente el orden interno de la comunidad, poco después se produjeron nuevos incidentes que reavivaron la crisis. Algunos predicadores "judaizantes" se presentaron en Corinto con el propósito de desautorizar la persona y las enseñanzas de Pablo. A estos se sumaban otros adversarios del Apóstol, que interpretaban erróneamente el principio de la libertad cristiana.
Es probable que Pablo, advertido por algunos de sus fieles, haya ido entonces a Corinto para encarar personalmente a sus adversarios. Pero esa visita, que sin duda fue breve y se realizó en medio de sucesos dolorosos, no produjo el efecto deseado. Esto motivó el envío de una Carta escrita en Éfeso "con muchas lágrimas" (2. 4) y en un tono muy severo, donde Pablo se defendía contra sus acusadores y reivindicaba su condición de Apóstol. Más tarde, su discípulo Tito le trajo buenas noticias sobre la situación de la comunidad. Entonces Pablo, que se disponía a ir por tercera vez a Corinto (12. 14), envió a la comunidad una afectuosa Carta de reconciliación.
En su forma actual, la llamada "Segunda Carta a los Corintios" da la impresión de ser la recopilación de varios escritos de Pablo, provenientes del dramático y prolongado intercambio epistolar que él mantuvo con la Iglesia de Corinto. De las tres partes que la integran, la primera (caps. 1-7) reproduce probablemente aquella Carta de "reconciliación", mientras que la última (caps. 10-13) sería la que el Apóstol escribió "con gran aflicción y angustia" (2. 4), para hacer recapacitar a la comunidad rebelde y salvaguardar así la unidad de la Iglesia.
II Corintios 1,1-24
8. No se puede determinar con certeza cuál fue la "tribulación" que puso a Pablo al borde de la muerte. Sin duda se trata de una persecución sufrida a causa de Jesucristo. Ver Hec_19:23-40.
14. Ver 1Co_1:8; 1Te_2:19-20.
19. "Silvano" es el Silas que se menciona en Hec_15:22; Hec_18:5.
20. En el Antiguo Testamento, el término "Amén" equivale a un "sí" pronunciado solemnemente, y atestigua el asentimiento dado a la palabra de otra persona, sea que se trate de una orden, un juramento, una bendición o una promesa. En la liturgia, es la aclamación de la asamblea, que expresa su entrega confiada al poder y a la bondad de Dios, o se une a la alabanza y a la súplica del que ora en su nombre. Pablo se apoya en estos usos para afirmar que Jesucristo es el "sí" de Dios, ya que en él se cumplen plenamente las promesas divinas de salvación. Ver Apo_3:14.
21. La unción no es aquí un rito externo, sino la acción de Dios que suscita la fe en el corazón de los que han escuchado la palabra del Evangelio. Esta acción divina precede al bautismo y lo prepara. Después sigue el rito bautismal, que marca al creyente con el sello del Espíritu (v. 22) y lo agrega al Pueblo de Dios. Ver Efe_1:13; 1Jn_2:20, 1Jn_2:27.
22. "Primicias": este término -tomado de Rom. 8. 23- traduce adecuadamente el sentido de la palabra "arras", utilizada en el texto original y que actualmente resulta poco comprensible. "Arras" es una expresión técnica del lenguaje jurídico, y designa la suma entregada anticipadamente como parte y garantía del pago total. Pablo la aplica a la presencia del Espíritu en los creyentes, para indicar que Dios, al darnos su Espíritu, nos concede el anticipo y las "primicias" de todos los bienes celestiales que nos ha prometido. Ver 5. 5; Efe_1:14.