Amos  5 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 27 versitos |
1 Escuchen esta palabra que yo pronuncio contar ustedes, es un canto fúnebre, casa de Israel:
2 Ha caído y no volverá a levantarse la virgen de Israel; yace postrada sobre su suelo y nadie la levanta.
3 Porque así habla el Señor, a la casa de Israel: De la ciudad que sale a combatir con mil hombres quedarán sólo cien, y de la que sale con cien no quedarán más que diez para la casa de Israel.
4 Así habla el Señor a la casa de Israel: Búsquenme a mí, y vivirán.
5 No busquen a Betel, no vayan a Guilgal, no pasen a Berseba, porque Guilgal irá cautiverio y Betel se reducirá a nada.
6 Busquen al Señor y vivirán, no sea que él caiga como fuego sobre la casa de José, y devore a Betel, sin que nadie lo apague.
7 ¡Ay de los que convierten el derecho en veneno y echan por tierra la justicia!
8 El que hace las Pléyades y el Orión, el que cambia las tinieblas en aurora y la luz del día en oscuridad, el que convoca a las aguas del mar y las derrama sobre la tierra, se llama "el Señor".
9 El desencadena la ruina sobre la fortaleza y la ruina alcanza a la plaza fuerte.
10 ¡Ay de los que aborrecen al que recrimina en la Puerta y detestan al que habla con integridad!
11 Por eso, por haber esquilmado al débil, exigiéndole un tributo de grano, esas casas de piedras talladas que ustedes construyeron, no las habitarán, de esas viñas selectas que plantaron, no beberán el vino.
12 Porque yo conozco la multitud de sus crímenes y la enormidad de sus pecados, ¡opresores del justo, que exigen rescate y atropellan a los pobres en la Puerta!
13 Por eso, el hombre sensato se calla en este tiempo, porque es un tiempo de desgracia.
14 Busquen el bien y no el mal, para que tengan vida, y así el Señor, Dios de los ejércitos, estará con ustedes, como ustedes dicen.
15 Aborrezcan el mal, amen el bien, y hagan triunfar el derecho en la Puerta: tal vez el Señor, Dios de los ejércitos, tenga piedad del resto de José.
16 Por eso, así habla el Señor, Dios de los ejércitos: Habrá lamentaciones en todas las plazas y gemidos en todas las calles. Convocarán a los campesinos para el duelo y a las plañideras para los lamentos.
17 Habrá lamentaciones en todas las viñas, cuando yo pase en medio de ti, dice el Señor.
18 ¡Ay de los que suspiran por el Día del señor! ¿Qué será para ustedes el Día del Señor? ¡Será tinieblas y no luz!
19 Como cuando alguien huye de un león y se topa con un oso; o al entrar en su casa, apoya su mano contra la pared y lo muerde una serpiente...
20 ¡El Día del Señor será tinieblas y no luz, será oscuro, sin ningún resplandor!
21 Yo aborrezco, desprecio sus fiestas, y me repugnan sus asambleas.
22 Cuando ustedes me ofrecen holocaustos, no me complazco en sus ofrendas ni miro sus sacrificios de terneros cebados.
23 Aleja de mí el bullicio de tus cantos, no quiero oír el sonido de tus arpas.
24 Que el derecho corra como el agua, y la justicia como un torrente inagotable.
25 ¿Acaso ustedes me ofrecieron sacrificios y oblaciones en el desierto durante cuarenta años, casa de Israel?
26 Ustedes se llevarán a Sicut, su rey, y a Queván, su dios estelar, esos ídolos que se han fabricado,
27 porque yo los deportaré más allá de Damasco, dice el Señor, cuyo nombre es "Dios de los ejércitos".

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Introducción a Amos 


Amós

Con AMÓS empieza la "edad de oro" del profetismo bíblico. Antes que él, muchos otros profetas habían intervenido activamente en la vida política y religiosa de Israel. Pero ninguno de ellos había escrito nada, y la tradición sólo había conservado el recuerdo de sus acciones y ocasionalmente algunas de sus palabras. A partir de Amós, en cambio, lo que importa en primer lugar es la "palabra" del profeta, y ese mensaje -recogido y recopilado por sus discípulos- ha llegado hasta nosotros en forma escrita. Así se inicia la era de los llamados "profetas escritores".
Amós era un campesino de Técoa, pequeña población situada a unos veinte kilómetros al sur de Jerusalén (1. 1; 7. 14). Pero la dura vida del campo no le impidió adquirir una cultura poco común en su tiempo. Él conoce los hechos más relevantes de la historia de su pueblo y está perfectamente al tanto de todo lo que ocurre en el reino de Israel. Posee una vasta información sobre los acontecimientos de su época y presiente el avance de Asiria hacia el oeste. Lo que más impresiona en el estilo de Amós es la sobriedad. Pocas palabras le bastan para lanzar un oráculo incisivo, violento y lleno de imágenes sugestivas. Tampoco faltan en su lenguaje las sutilezas del estilo sapiencial (3. 3-8; 6. 12) y ciertos toques de punzante ironía (4. 4-5).
A pesar de ser nativo de Judá, Amós proclamó su mensaje en el reino del Norte, hacia el 750 a. C. En esa época, Samaría vivía su gran momento de euforia bajo el reinado de Jeroboám II (787-747). Los enemigos de siempre -Asiria, Egipto y Arám- se habían eclipsado transitoriamente, y el rey aprovechó la coyuntura para recuperar los antiguos territorios de Israel ( 2Ki_14:25 ). La paz exterior favorecía la actividad económica y el acrecentamiento de las riquezas. Un ansia desenfrenada de lujo se había apoderado de las clases más pudientes, que se construían suntuosas mansiones y vivían en la opulencia. Pero esta prosperidad económica beneficiaba únicamente a un sector privilegiado. Mientras unos pocos se enriquecían, la gran masa del pueblo estaba más oprimida que nunca.
Dentro de este marco social, resuena la palabra de Amós, el profeta de la "justicia". Toda su predicación es una violenta denuncia de la manera cómo el reino de Israel interpretaba su condición de Pueblo "elegido". Para Israel, la elección divina era un privilegio y una garantía absoluta de seguridad, cualquiera fuera su comportamiento moral, social y religioso. Para Amós, en cambio, esa elección era una gracia que implicaba la responsabilidad de revelar a los pueblos el rostro del verdadero Dios, por medio de una convivencia fraternal, basada en el derecho y la justicia. Al ver el sufrimiento y la opresión de los débiles, el lujo y la indiferencia de los ricos, él se convirtió en el testigo insobornable de la Justicia del Señor, "que resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes" ( Jam_4:6 ).
El amor a los pobres y la primacía de la justicia sobre el culto encontraron amplio eco en el resto de la Biblia, sobre todo, en el mensaje evangélico ( Mat_5:3 , Mat_5:23-24 ; Luk_4:18 ; Luk_6:20 ; Jam_2:5-7 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Amos  5,1-27

5. "Berseba" era un antiguo santuario situado en el extremo sur del país y vinculado a las tradiciones sobre el patriarca Isaac ( Gen_26:23-25, Gen_26:33). Una vez más, Amós trata de disuadir al pueblo para que no acuda a los santuarios, cuyo culto se había corrompido. Ver nota 3. 14; nota Ose_4:15.

6. La "casa de José" comprendía a las tribus de Efraím y Manasés, las más importantes del reino del Norte (5. 15; 6. 6; Gen_48:8-20).

13. Esta sentencia de carácter sapiencial expresa una reflexión del profeta. El "tiempo" que le toca vivir es tan malo, que lo más sabio sería dejar a Israel librado a su propia perdición. Pero él no puede renunciar a su misión (3. 8; 7. 15).

18. Este es el testimonio profético más antiguo acerca del "Día del Señor". Ver Isa_13:6; Jer_30:7; Eze_30:3; Joe_1:15; Joe_2:1-11; Sof_1:14-18.

21-27. Ver nota Isa_1:11-17.

25-26. Ver Hec_7:42-43. "Sicut" y "Queván" eran dos divinidades astrales asirio-babilónicas.