Sabiduría 17 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 21 versitos |
1 Grandes e inenarrables son tus juicios, por eso, las almas ignorantes se extraviaron.
2 Porque cuando los impíos pensaban que podían oprimir a una nación santa, yacían encadenados en las tinieblas, prisioneros de una larga noche, encerrados bajo sus techos, excluidos de la providencia eterna.
3 Ellos pensaban mantenerse ocultos con sus pecados secretos, bajo el oscuro velo del olvido, pero fueron dispersados, presa de terrible espanto, y aterrorizados por fantasmas.
4 Porque el reducto que los protegía no los preservaba del miedo; ruidos estremecedores resonaban a su alrededor y se les aparecían espectros lúgubres, de rostro sombrío.
5 Ningún fuego tenía fuerza suficiente para alumbrar, ni el resplandor brillante de las estrellas lograba iluminar aquella horrible noche.
6 Solamente brillaba para ellos una masa de fuego que se encendía por sí misma, sembrando el terror, y una vez desaparecida aquella visión, quedaban aterrados y consideraban lo que habían visto peor de lo que era.
7 Los artificios de la magia resultaban ineficaces, y su pretendida ciencia quedaba vergonzosamente desmentida,
8 porque los que prometían liberar las almas enfermas de temores y sobresaltos, estaban, ellos mismos, enfermos de un temor ridículo.
9 Aunque nada terrorífico les infundiera temor, horrorizados por el paso de los bichos y el silbido de los reptiles,
10 se morían de miedo, y hasta rehusaban mirar el aire, del que nadie puede escapar.
11 Porque la maldad es cobarde y su propio testimonio la condena: acosada por la conciencia, imagina siempre lo peor.
12 El miedo, en efecto, no es sino el abandono de la ayuda que da la reflexión:
13 cuanto menos se cuenta con esa seguridad interior, tanto más grave se considera ignorar la causa del tormento.
14 Durante esa noche verdaderamente impotente, salida de las profundidades del Abismo impotente, sumergidos en un mismo sueño,
15 eran perseguidos a la vez por espectros monstruosos y paralizados por el desfallecimiento de su alma, porque un terror repentino e inesperado los había invadido.
16 Así, cualquiera que caía en ese estado quedaba prisionero, encerrado en esa prisión sin hierros.
17 Ya fuera labrador o pastor, o trabajara en lugares solitarios, al ser sorprendido, tenía que soportar la ineludible necesidad,
18 porque todos estaban atados por una misma cadena de tinieblas. El silbido del viento, el canto melodioso de los pájaros en la arboleda, el ruido cadencioso de las aguas en su impetuoso correr,
19 el violento estruendo de las rocas cayendo en avalanchas, la invisible carrera de animales encabritados, el rugido de las fieras más salvajes, el eco que retumba en los huecos de las montañas, todo los llenaba de terror y los paralizaba.
20 Porque el mundo entero estaba iluminado por una luz resplandeciente y se dedicaba libremente a sus trabajos;
21 solamente sobre ellos se extendía una pesada noche, imagen de las tinieblas que les estaban reservadas. Pero más que de las tinieblas, ellos sentían el peso de sí mismos.

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Introducción a Sabiduría


Libro de los Macabeos

Los libros de los MACABEOS son dos escritos independientes, que relatan las luchas del Pueblo judío contra la dinastía de los Seléucidas, en defensa de su autonomía política y su libertad religiosa. El título de los mismos proviene del sobrenombre "Macabeo", aplicado primero a Judas -el principal protagonista de aquella lucha- y extendido luego a sus hermanos e incluso a sus partidarios. Según algunos, este sobrenombre deriva de una palabra hebrea que significa "martillo", y aludiría a los tremendos golpes que Judas asestaba a sus enemigos; otros piensan, en cambio, que signifca "designado por Dios".
Para comprender los hechos relatados en estos Libros, es necesario tener en cuenta el contexto histórico que dio origen a la rebelión de los Macabeos. En el siglo IV a. C., el Próximo Oriente experimenta una enorme transformación política y cultural. Alejandro Magno, el joven rey de Macedonia, se asegura el dominio sobre toda Grecia y luego se lanza a la conquista del Imperio persa. Cuando una muerte prematura lo sorprende en Babilonia, en el 323 a. C., él deja tras de sí el más vasto Imperio conocido hasta entonces. Con sus conquistas comienza la época llamada "helenística", cuya principal característica es la difusión de la cultura y la lengua griegas en toda la cuenca del Mediterráneo.
Pero el Imperio de Alejandro no tarda en desmembrarse. Dos de sus generales se reparten el Próximo Oriente: Tolomeo, hijo de Lagos, se adueña de Egipto y funda la dinastía de los "Lágidas"; Seleuco se convierte en el soberano de Siria e inicia la dinastía de los "Seléucidas". A raíz de esta división, Palestina se encuentra una vez más entre dos fuegos. Durante un siglo predominan los Lágidas en Egipto, que se muestran respetuosos de las costumbres nacionales. Pero en el 199 a. C., Antíoco III de Siria derrota al ejército egipcio y Palestina cae en poder de los Seléucidas. A partir de este momento, la dominación comenzará a desbordar el ámbito político, para extenderse al terreno cultural y religioso.
La opresión del Pueblo judío entra en su etapa más crítica con el advenimiento de Antíoco IV, que se hace llamar Epífanes, es decir, "manifestación divina" (175-164 a. C.). Este rey no se contenta con profanar y saquear el Templo de Jerusalén, sino que también hace edificar en la Ciudad santa una fortaleza, donde instala un destacamento de guardia permanente. Luego promueve un vasto proceso de helenización de las costumbres y prácticas religiosas locales. Así queda proscrita la Ley de Moisés y se la suplanta por la legislación del Estado. Esta política de Antíoco encuentra colaboradores entre los judíos de las clases pudientes, incluso entre los sacerdotes. Muchos, en cambio, prefieren afrontar la persecución y la muerte antes que renegar de su fe, con la esperanza puesta en el Dios de Israel. Otro grupo, finalmente, se inspira en el recuerdo de los antiguos héroes nacionales y elige el camino de la resistencia armada. A este grupo pertenecen el sacerdote Matatías y sus hijos, y ellos emprenden la guerra de liberación narrada en estos Libros.


PRIMER LIBRO DE LOS MACABEOS

Este Libro, compuesto hacia el año 100 a. C., refiere los acontecimientos que van desde la ascensión al trono de Antíoco IV Epífanes, en el año 175 a. C., hasta la muerte de Simón, el último sobreviviente de los hermanos Macabeos, en el 134 a. C. El autor es desconocido, pero sin duda se trata de un judío de Jerusalén, muy buen conocedor de Palestina, que escribió su obra con el fin de exaltar a los héroes de la lucha por la independencia. Los Macabeos son presentados como los nuevos "Jueces" de Israel, suscitados por Dios para liberar a su Pueblo y restaurar la teocracia.
La precisión y vivacidad de ciertos relatos parecen indicar que el autor recogió el testimonio directo de algunos combatientes. Pero él también tuvo acceso a los archivos del Templo de Jerusalén, donde se conservaban los anales de los sumos sacerdotes y otros textos oficiales citados en el libro. Además de estas fuentes, utilizó un documento de la corte seléucida, que le permitió reconstruir la cronología de los hechos. Sobre esta base compuso un relato de gran valor histórico, empleando los recursos literarios propios de la época helenística. Por eso, a menudo exagera las cifras de los enemigos, para exaltar las hazañas de los judíos. También pone en boca de los héroes elocuentes discursos, que destacan la enseñanza fundamental extraída de las victorias de los Macabeos: la fe en el Señor y la fidelidad a la Ley son una fuerza más poderosa que un gran ejército.
Con el decurso del tiempo, la lucha religiosa de los Macabeos fue cediendo a las intrigas políticas y a las ambiciones de poder. Llevado por el entusiasmo del triunfo y de la independencia reconquistada, el autor pasa por alto este aspecto y aun corre el riesgo de identificar el designio de Dios con las guerras de una nación. Eso no impide que nos presente una historia profundamente humana, donde campean la intransigencia de la fe y la pasión por la libertad.


LA PROSCRIPCIÓN DEL JUDAÍSMO Y EL COMIENZO DE LA GUERRA SANTA (167-166 a. C.)

Un rápido bosquejo histórico describe la situación político-religiosa que desencadenó la rebelión de los Macabeos. En una época en que todas las religiones paganas tendían a fundirse en un vago sincretismo, Antíoco IV Epífanes decide eliminar los particularismos dentro de su reino. Con este fin, promueve una especie de "revolución cultural", destinada a imponer las costumbres y prácticas religiosas del Helenismo.
En abierta oposición contra esta política totalitaria, los sectores más intransigentes del Pueblo judío reafirman la originalidad de su fe monoteísta y rechazan toda forma de compromiso con el paganismo. Muchos pagan con la vida su fidelidad a la Ley, pero el sacerdote Matatías convoca a la guerra santa y se refugia en las montañas, con sus cinco hijos y un grupo de judíos fieles. Así encabeza un levantamiento popular, que luego será continuado por sus hijos. El "testamento" de Matatías (2. 49-64) define claramente el sentido de esta resistencia armada.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas