Nehemías 6 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 19 versitos |
1 Cuando Sambalat, Tobías, Guésem, el árabe, y los demás enemigos nuestros supieron que yo había reconstruido las murallas y que no quedaba en ellas ninguna brecha -aunque hasta entonces no había colocado las hojas de las puertas-
2 Sambalat y Guésem mandaron a decirme: "Ven a entrevistarte con nosotros en Quefirím, en el valle de Onó". Pero, en realidad, lo que se proponían era hacerme el mal.
3 Entonces les envié unos mensajeros para decirles: "Tengo muchísimo trabajo, y no puedo bajar. ¿Por qué va a suspenderse la obra mientras yo la abandono por bajar a verlos?".
4 Cuatro veces me hicieron la misma invitación, y siempre les di la misma respuesta.
5 Por quinta vez, Sambalat me mandó a decir lo mismo por medio de su servidor, que traía en la mano una carta abierta.
6 En ella estaba escrito: "Se oye decir entre la gente -y lo confirma Gasmú- que tú y los judíos piensan sublevarse, y por eso reconstruyes las murallas. Según esos rumores, tú vas a ser su rey,
7 e incluso has establecido profetas para que proclamen en Jerusalén, refiriéndose a ti: "¡Hay un rey en Judá!". Y ahora el rey va a ser informado de todo esto. Ven, entonces, y pongámonos de acuerdo".
8 Yo le mandé a decir: "No ha sucedido nada de lo que tú dices, sino que son puras invenciones tuyas".
9 En realidad, lo que ellos querían eran intimidarnos, pensando: "Sus manos se cansarán de trabajar, y la obra no se realizará". ¡Y ahora, Señor, fortalece mis manos!
10 Entonces fui a la casa de Semaías, hijo de Delaías, hijo de Mehetabel, que se hallaba impedido, y él dijo: "Encontrémonos en la Casa de Dios, en el interior del Templo, y cerremos sus puertas; porque van a venir a matarte y esta es la noche en que vendrán a hacerlo".
11 Yo repliqué: "¿Va a huir un hombre como yo? ¿Y qué hombre de mi condición podría entrar en el Templo y permanecer con vida? ¡No entraré!".
12 Yo había reconocido, en efecto, que no era Dios el que lo había enviado: si había pronunciado esa profecía acerca de mí, era porque lo había enviado Tobías.
13 Lo habían sobornado para que yo me dejara intimidar y, obrando de esa manera, cometiera un pecado. Así me habrían infamado, para cubrirme de oprobio.
14 Acuérdate, Dios mío, de Tobías, por lo que hizo, y también de Noadías, la profetisa, y de todos los demás profetas que trataban de intimidarme.
15 Las murallas quedaron terminadas el día veinticinco de Elul, al cabo de cincuenta y dos días.
16 Cuando todos nuestros enemigos se enteraron, todas las naciones vecinas quedaron vivamente impresionadas; se sintieron muy humilladas a sus propios ojos y reconocieron que el trabajo había sido ejecutado gracias a nuestro Dios.
17 Aun en aquellos días, algunos notables de Judá se carteaban frecuentemente con Tobías,
18 porque estaban ligados a él por un juramento, ya que era yerno de Secanías, hijo de Ará, y su hijo Iojanán se había casado con la hija de Mesulam, hijo de Berequías.
19 Ellos hablaban bien de él en mi presencia y le transmitían mis palabras. Tobías, por su parte, enviaba cartas para intimidarme.

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Introducción a Nehemías


Esdras y Nehemías

En el año 539 a. C., Ciro el Grande, rey de los persas, entra triunfalmente en Babilonia. Sus victorias anteriores le habían asegurado el dominio sobre las mesetas de Irán y sobre el Asia Menor. Luego afirma su soberanía sobre el Imperio babilónico, y las fronteras de su territorio se extienden hasta Egipto. Así queda constituido el Imperio persa, el más vasto y poderoso de los conocidos hasta entonces.
Con el advenimiento de Ciro, se produce un cambio importante en las condiciones políticas del Antiguo Oriente. El nuevo monarca se distingue por su actitud más humanitaria en favor de los pueblos sometidos. No practica deportaciones masivas, respeta las leyes y costumbres locales, y propicia el retorno a sus respectivos países de las poblaciones desterradas por los reyes de Asiria y Babilonia.
Favorecidos por la política tolerante de los persas, varios grupos de judíos exiliados en Babilonia se ponen en camino para regresar a la Tierra de sus antepasados. La marcha a través del desierto es dura y peligrosa. La meta de tan larga peregrinación es un país en ruinas, que no alcanza a cubrir cuarenta kilómetros de sur a norte. A estas penurias materiales se añade la hostilidad de las poblaciones vecinas, que miran con recelo a los recién llegados y les oponen una enconada resistencia. Pero, a pesar de todos los obstáculos, la obra de la restauración nacional y religiosa se lleva adelante. En algo más de un siglo de persistentes esfuerzos, la comunidad judía de Jerusalén reconstruye su Templo, levanta los muros derruidos de la Ciudad santa y se aferra a la práctica de la Ley, como medio para no perder su identidad dentro del Imperio al que está sometida.
Los libros de ESDRAS y NEHEMÍAS son nuestra principal fuente de información acerca de este importante y difícil período de la historia bíblica. Ambos formaban originariamente una sola obra con los libros de las Crónicas y fueron compuestos en la misma época. Para elaborar esta segunda parte de su relato, el Cronista utiliza y cita textualmente diversos documentos contemporáneos de los hechos: listas de repatriados, genealogías, edictos reales, correspondencia administrativa de la corte persa y, sobre todo, "memorias" personales de Esdras y Nehemías, los dos grandes protagonistas de la restauración judía. En la disposición de materiales tan diversos, el autor no siempre se atiene a la sucesión cronológica de los hechos. Por eso estos Libros, si bien nos ofrecen una información de primera mano, presentan serias dificultades cuando se trata de reconstruir el desarrollo exacto de los acontecimientos. Así, por ejemplo, es muy verosímil que la misión de Nehemías haya precedido en varios años a la de Esdras. Sin embargo, el Cronista ha invertido el orden de los relatos, para dar prioridad a la reforma religiosa, realizada por el sacerdote Esdras, sobre la actividad del laico Nehemías, de carácter más bien político.
Pero estas dificultades no afectan al contenido religioso de los Libros. A un pueblo que ha perdido su independencia política y está propenso a caer en el desaliento, el Cronista le recuerda que el "Resto" de Judá liberado del exilio sigue siendo el depositario de la elección divina. La deportación a Babilonia mostró que las amenazas de los Profetas se habían cumplido al pie de la letra. ¿No será este el momento de escuchar la voz del Señor, de tomar en serio las exigencias morales y sociales de la Ley, que las reformas de Esdras y Nehemías han vuelto a poner en vigor? Si el pueblo se convierte al Señor y le rinde el culto debido, Dios no se dejará ganar en fidelidad y dará pleno cumplimiento a sus promesas de salvación.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Nehemías 6,1-19

2. El "valle de Onó" era una llanura situada al noroeste de Jerusalén, cerca de la costa mediterránea. Este desplazamiento obligaba a Nehemías a permanecer tres o cuatro días fuera de la Ciudad santa.

11. Además de apelar a su sentido del honor, Nehemías pone de manifiesto su condición de laico, que le impedía entrar en el Santuario sin incurrir en la pena de muerte ( Num_18:7).