Job  24 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 24 versitos |
1 ¿Por qué al Todopoderoso no se le ocultan los tiempos, pero sus fieles no ven esos días?
2 Los malvados remueven los mojones, se apoderan del rebaño y del pastor.
3 Se llevan el asno de los huérfanos, toman en prenda el buey de la viuda;
4 Desvían al indigente del camino, y los pobres del país tienen que esconderse.
5 Como asnos salvajes en el desierto, salen los pobres, buscando una presa; y aunque ellos trabajan hasta la tarde, no tienen pan para sus hijos.
6 Cosechan en el campo del impío, vendimian la viña del malvado.
7 Pasan la noche desnudos, por falta de ropa, sin un abrigo para taparse del frío.
8 Empapados por el aguacero de las montañas, sin refugio, se acurrucan contra las rocas.
9 arrancan al huérfano del pecho materno y toman en prenda al niño pequeño del pobre.
10 Andan desnudos, por falta de ropa, cargan las gavillas, y están hambrientos.
11 Exprimen el aceite entre dos máquinas de moler, pisotean el lagar, y están sedientos.
12 De la ciudad, salen los gemidos de los moribundos, las gargantas de los heridos piden auxilio, ¡pero Dios no escucha sus plegarias!
13 Hay otros que se rebelan contra la luz: no reconocen sus caminos ni se detienen en sus senderos.
14 El asesino se levanta antes del alba para matar al pobre y al indigente. El ladrón merodea por la noche, [16 a] en la oscuridad, perfora las casa.
15 El adúltero aguarda la penumbra, pensando: "¡Ningún ojo me verá!", y se cubre la cara con un velo.
16 b Ellos se encierran durante el día, todos ellos ignoran la luz.
17 Porque, para ellos, la mañana es la hora sombría, están habituados a los temores de la noche. [18 a] ¿Acaso no es así? ¿Quién me puede desmentir o reducir a la nada mis palabras?
18 Es algo frágil sobre la superficie de las aguas, su posesión es maldecida en el país y nadie toma el camino de sus viñedos.
19 La sequía y el calor consumen las aguas de la nieve, y el Abismo arrebata a aquellos que pecaron.
20 El seno que lo formó se olvida de él, nadie más se acuerda de su hombre, y la injusticia es quebrada como un árbol.
21 El maltrataba a la estéril privada de hijos y no hacía ningún bien a la viuda.
22 Pero aquel que con su fuerza sojuzga a los tiranos, se levanta, y no le permite que cuente más con su vida.
23 El lo dejaba apoyarse con seguridad, pero sus ojos vigilaban sus caminos.
28 Se encumbró por un instante, y ya no existe, se dobla como una hierba amarga que se arranca y se marchita como la cabeza de una espiga.

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Introducción a Job 


Job

Por su excepcional valor poético y humano, el libro de JOB ocupa un lugar destacado, no sólo dentro de la Biblia, sino también entre las obras maestras de la literatura universal. Su autor estaba perfectamente familiarizado con la tradición sapiencial de Israel y del Antiguo Oriente. Conocía a fondo los oráculos de los grandes profetas -especialmente las "Confesiones" de Jeremías y algunos escritos de Ezequiel- y había orado con los Salmos que se cantaban en el Templo de Jerusalén. Los viajes acrecentaron su experiencia, y es probable que haya vivido algún tiempo en Egipto. Sobre todo, él sintió en carne propia el eterno problema del mal, que se plantea en toda su agudeza cuando el justo padece, mientras el impío goza de prosperidad.
Esta obra fue escrita a comienzos del siglo V a. C., y para componerla, el autor tomó como base un antiguo relato del folclore palestino, que narraba los terribles padecimientos de un hombre justo, cuya fidelidad a Dios en medio de la prueba le mereció una extraordinaria recompensa. Esta leyenda popular constituye el prólogo y el epílogo del Libro. Al situar a su personaje en un país lejano, fuera de las fronteras de Israel (1. 1), el autor sugiere que el drama de Job afecta a todos los hombres por igual.
No se puede comprender el libro de Job sin tener en cuenta la enseñanza tradicional de los "sabios" israelitas acerca de la retribución divina. Según esa enseñanza, las buenas y las malas acciones de los hombres recibían necesariamente en este mundo el premio o el castigo merecidos. Esta era una consecuencia lógica de la fe en la justicia de Dios, cuando aún no se tenía noción de una retribución más allá de la muerte. Sin embargo, llegó el momento en que esta doctrina comenzó a hacerse insostenible, ya que bastaba abrir los ojos a la realidad para ver que la justicia y la felicidad no van siempre juntas en la vida presente. Y si no todos los sufrimientos son consecuencia del pecado, ¿cómo se explican?
Pero el autor no se contenta con poner en tela de juicio la doctrina tradicional de la retribución. Al reflexionar sobre las tribulaciones de Job -un justo que padece sin motivo aparente- él critica la sabiduría de los antiguos "sabios" y la reduce a sus justos límites. Aquella sabiduría aspiraba a comprenderlo todo: el bien y el mal, la felicidad y la desgracia, la vida y la muerte. Esta aspiración era sin duda legítima, pero tendía a perder de vista la soberanía, la libertad y el insondable misterio de Dios. En el reproche que hace el Señor a los amigos de Job (42. 7), se rechaza implícitamente toda sabiduría que se erige en norma absoluta y pretende encerrar a Dios en las categorías de la justicia humana.
El personaje central de este Libro llegó a descubrir el rostro del verdadero Dios a través del sufrimiento. Para ello tuvo que renunciar a su propia sabiduría y a su pretensión de considerarse justo. No es otro el camino que debe recorrer el cristiano, pero este lo hace iluminado por el mensaje de la cruz, que da un sentido totalmente nuevo al misterio del dolor humano. "Completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia" ( Col_1:24 ). "Los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros" ( Rom_8:18 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas