II Reyes  1 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 18 versitos |
1 Después de la muerte de Ajab, Moab se sublevó contra Israel.
2 Ocozías se cayó por el balcón del piso alto de su casa, en Samaría, y quedó malherido. Entonces envió unos mensajeros con este encargo: "Vayan a consultar a Baal Zebub, el dios de Ecrón, si me repondré de mis heridas".
3 Pero el Ángel del Señor dijo a Elías, el tisbita: Sube al encuentro de los mensajeros del rey de Samaría, y diles: ¿Acaso no hay Dios en Israel, para que ustedes vayan a consultar a Baal Zebub, el dios de Ecrón?
4 Por eso, así habla el Señor: No te levantarás del lecho en el que has acostado, porque morirás irremediablemente". Y Elías se fue.
5 Los mensajeros regresaron, y el rey les preguntó: "¿Cómo es que están de vuelta?".
6 Ellos le dijeron: "Un hombre nos salió al encuentro y nos dijo: Vuelvan a ver al rey que los ha enviado y díganle: Así habla el Señor: ¿Acaso no hay Dios en Israel, para que tú mandes a consultar a Baal Zebub, el dios de Ecrón? Por eso, no te levantarás del lecho en el que te has acostado, porque morirás irremediablemente".
7 El rey les preguntó: "¿Cómo era el hombre que subió al encuentro de ustedes y les dijo esas palabras?".
8 Ellos le respondieron: "Era un hombre con un manto de piel y con un cinturón de cuero ajustado a la cintura. Entonces el rey exclamó: "¡Es Elías, el tisbita!".
9 El rey envió a un oficial con sus cincuenta hombres para buscar a Elías. Cuando él subió a buscarlo, lo encontró sentado en la cumbre la montaña, y le dijo: "Hombre de Dios, el rey ha dicho que bajes".
10 Elías respondió al oficial: "Si yo soy un hombre de Dios, que baje fuego del cielo y te devore, a ti y a tus cincuenta hombres". Y bajó fuego del cielo y lo devoró, a él y a sus cincuenta hombres.
11 El rey le volvió a enviar otro oficial con sus cincuenta hombres. Este tomó la palabra y dijo a Elías: "Hombre de Dios, así habla el rey: Baja en seguida".
12 Elías le respondió: "Si yo soy un hombre de Dios, que baje fuego del cielo y te devore, a ti y a tus cincuenta hombres". Y bajo fuego del cielo y lo devoró, a él y a sus cincuenta hombres.
13 El rey volvió a enviar a un tercer oficial con sus cincuenta hombres. El tercer oficial subió y, al llegar, se puso de rodillas frente a Elías y le suplicó, diciendo: "Hombre de Dios, por favor, que mi vida y la vida de estos cincuenta servidores tuyos tengan algún valor a tus ojos.
14 Ya ha bajado fuego del cielo y ha devorado a los dos oficiales anteriores con sus cincuenta hombres. Pero ahora, ¡que mi vida tenga algún valor a tus ojos!".
15 El Ángel del Señor dijo a Elías: "Baja con él, no le temas". Elías se levantó, bajó con él a presentarse ante el rey,
16 y le dijo: "Así habla el Señor: Por haber enviado mensajeros a consultar a Baal Zebub, el dios de Ecrón, como si no hubiera Dios en Israel para consultar su palabra, por eso, no te levantarás del lecho donde te has acostado: morirás irremediablemente".
17 El rey murió, conforme a la palabra del Señor que había pronunciado Elías. En lugar de él reinó su hermano Joram, en el segundo año de Joram, hijo de Josafat, rey de Judá; porque Ocozías no tenía hijos.
18 El resto de los hechos de Ocozías, lo que él hizo, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?

Patrocinio

 
 

Introducción a II Reyes 


Reyes I

Los libros de Samuel presentaban la institución y el afianzamiento de la monarquía, como un proceso ascendente y lleno de promesas para Israel. Los libros de los REYES -que al principio formaban una sola obra, dividida luego en dos partes- continúan esa historia, pero trazan una parábola descendente. Aquí el relato comienza con el reinado de Salomón, que fue la etapa más brillante de todo el período monárquico, y llega hasta el momento en que el Pueblo de Dios vivió su experiencia más dramática y desconcertante: la caída de Jerusalén, el fin de la dinastía davídica y la deportación a Babilonia.
Este trágico desenlace se fue gestando gradualmente. A la muerte de Salomón, el reino de Judá se mantiene fiel a los reyes del linaje davídico y al Templo de Jerusalén. Pero las tribus del Norte, profundamente desilusionadas por el trato recibido en la época salomónica, se separan de Judá y constituyen un estado independiente, designado en adelante con el nombre de "Israel". Durante un par de siglos, los dos reinos separados logran conservar su autonomía política, debido al eclipse momentáneo de los grandes imperios del Antiguo Oriente. Pero la situación cambia radicalmente cuando Asiria comienza a desarrollar sus campañas expansionistas. En el año 721 a. C., Samaría cae en poder de los asirios, y así desaparece el reino de Israel. El reino de Judá sobrevive a la catástrofe, pero sólo por un tiempo. En el 587, las tropas de Nabucodonosor, rey de Babilonia -convertido en el nuevo árbitro de la situación, después de la derrota de Asiria- invaden Jerusalén, arrasan el Templo y se llevan cautiva a una buena parte de la población de Judá.
Los libros de los Reyes recibieron su redacción definitiva cuando todavía estaba muy vivo el recuerdo de este último acontecimiento. En la composición de la obra, se emplearon diversas fuentes, entre las que se destacan los informes provenientes de los archivos reales. Pero, en el relato de los hechos, lo que más interesa no es la historia en sí misma, sino la enseñanza que se debe extraer de ella, como medio para superar la crisis. Por eso, desde las primeras páginas comienza a vislumbrarse la pregunta que está implícita a lo largo de toda la narración: ¿Por qué el Señor ha rechazado a su Pueblo, dispersándolo entre las naciones paganas? ¿Hay un remedio para la catástrofe o el veredicto de condenación es irrevocable?
Para responder a este doloroso interrogante, el autor de estos Libros sigue paso a paso la historia de Israel en tiempos de la monarquía, y confronta la conducta de los reyes con las enseñanzas del Deuteronomio. Según la doctrina deuteronómica, el Señor eligió gratuitamente a Israel y lo comprometió a vivir en conformidad con su Ley. De esta manera, dejó abierto ante él un doble camino: el de la fidelidad, que conduce a la vida, y el de la desobediencia, que acaba en la muerte. Pero todos los reyes de Israel y casi todos los de Judá, en lugar de guiar al Pueblo del Señor por el camino de la fidelidad, lo encaminaron hacia su propia ruina, tolerando y aun fomentando el culto de Baal y de las otras divinidades cananeas. El fracaso de la monarquía, después de sus promisorios comienzos en tiempos de David, muestra que la raíz de todo mal está en apartarse del verdadero Dios.
Pero esta evocación del pasado, con su balance francamente pesimista, encierra también una lección para el presente. A pesar de las infidelidades de los reyes, el Señor nunca dejó de hacerse presente en la vida de su Pueblo a través de los Profetas. Por medio de ellos, Dios hizo oír constantemente su Palabra a fin de llamar a la conversión. Y esa Palabra seguía vigente para el "Resto" de Judá que se purificaba en el exilio. Si las derrotas nacionales habían sido la consecuencia del pecado, la conversión al Señor traería de nuevo la salvación. Las promesas divinas no podían caer en el vacío y el Reino de Dios se iba a realizar más allá de todos los fracasos terrenos.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

Patrocinio

Notas

II Reyes  1,1-18

2. Baal Zebub, que significa señor de las moscas, es una deformación despectiva de Baal Zebul, es decir, Baal el Príncipe. Ver Mat_12:24.

9. La montaña es probablemente el monte Carmelo, donde Elías había alcanzado una resonante victoria sobre los profetas de Baal ( 1Re_18:36-40).

12. Ver Luc_9:54-55.