Job  37 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 24 versitos |
1 También por eso tiembla mi corazón y se me salta fuera del pecho.
2 ¡Escuchen el estampido de su voz y el estruendo que sale de su boca!
3 El lanza su rayo bajo los cielos y hasta los confines de la tierra llega su fulgor.
4 Detrás de él, ruge una voz: hace tronar su voz majestuosa y no retiene los relámpagos mientras se deja oír su voz.
5 Dios nos hace contemplar maravillas, realiza grandes cosas, que no llegamos a entender.
6 Cuando dice a la nieve: "Cae sobre la tierra", y a los aguaceros: "Lluevan con fuerza",
7 él suspende la actividad de los hombres, para que todos reconozcan su obra;
8 las fieras se meten en sus guaridas y se refugian en sus madrigueras.
9 De la constelación austral irrumpe la tormenta, y el frío, de los vientos del norte.
10 Al soplo de Dios se forma el hielo y se congela la extensión de las aguas.
11 El carga la nube de humedad, y el nubarrón expande su relámpago,
12 que gira en derredor, conforme a sus planes, para ejecutar cada uno de sus mandatos por toda la superficie de la tierra:
13 sea que cumpla su voluntad para un castigo o para dispensar sus beneficios.
14 Presta atención a esto, Job, detente y considera las maravillas de Dios.
15 ¿Sabes acaso cómo Dios las dirige y cómo su nube hace brillar el rayo?
16 ¿Sabes cómo se balancean las nubes, maravillas de un maestro en sabiduría?
17 Tú, que no soportas el ardor de tu ropa, cuando la tierra está en calma bajo el viento del sur,
18 ¿puedes extender con él la bóveda del cielo, sólida como un espejo de metal fundido?
19 Enséñanos qué debemos decirle: no discutiremos más, a causa de la oscuridad.
20 Si yo hablo, ¿alguien se lo cuenta? ¿Hay que informarlo de lo que dice un hombre?
21 Hasta ahora no se veía la luz: estaba oscurecida por las nubes; pero pasó un viento y las disipó.
22 ¡Un áureo resplandor viene del norte; una terrible tempestad reina en torno de Dios!
23 ¡Es el Todopoderoso, y no lo podemos alcanzar! El es sublime por su fuerza y su equidad, grande por su justicia y no oprime a nadie.
24 Por eso le temen los hombres, y él no tiene en cuenta ni siquiera a los sabios.

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Introducción a Job 


Job

Por su excepcional valor poético y humano, el libro de JOB ocupa un lugar destacado, no sólo dentro de la Biblia, sino también entre las obras maestras de la literatura universal. Su autor estaba perfectamente familiarizado con la tradición sapiencial de Israel y del Antiguo Oriente. Conocía a fondo los oráculos de los grandes profetas -especialmente las "Confesiones" de Jeremías y algunos escritos de Ezequiel- y había orado con los Salmos que se cantaban en el Templo de Jerusalén. Los viajes acrecentaron su experiencia, y es probable que haya vivido algún tiempo en Egipto. Sobre todo, él sintió en carne propia el eterno problema del mal, que se plantea en toda su agudeza cuando el justo padece, mientras el impío goza de prosperidad.
Esta obra fue escrita a comienzos del siglo V a. C., y para componerla, el autor tomó como base un antiguo relato del folclore palestino, que narraba los terribles padecimientos de un hombre justo, cuya fidelidad a Dios en medio de la prueba le mereció una extraordinaria recompensa. Esta leyenda popular constituye el prólogo y el epílogo del Libro. Al situar a su personaje en un país lejano, fuera de las fronteras de Israel (1. 1), el autor sugiere que el drama de Job afecta a todos los hombres por igual.
No se puede comprender el libro de Job sin tener en cuenta la enseñanza tradicional de los "sabios" israelitas acerca de la retribución divina. Según esa enseñanza, las buenas y las malas acciones de los hombres recibían necesariamente en este mundo el premio o el castigo merecidos. Esta era una consecuencia lógica de la fe en la justicia de Dios, cuando aún no se tenía noción de una retribución más allá de la muerte. Sin embargo, llegó el momento en que esta doctrina comenzó a hacerse insostenible, ya que bastaba abrir los ojos a la realidad para ver que la justicia y la felicidad no van siempre juntas en la vida presente. Y si no todos los sufrimientos son consecuencia del pecado, ¿cómo se explican?
Pero el autor no se contenta con poner en tela de juicio la doctrina tradicional de la retribución. Al reflexionar sobre las tribulaciones de Job -un justo que padece sin motivo aparente- él critica la sabiduría de los antiguos "sabios" y la reduce a sus justos límites. Aquella sabiduría aspiraba a comprenderlo todo: el bien y el mal, la felicidad y la desgracia, la vida y la muerte. Esta aspiración era sin duda legítima, pero tendía a perder de vista la soberanía, la libertad y el insondable misterio de Dios. En el reproche que hace el Señor a los amigos de Job (42. 7), se rechaza implícitamente toda sabiduría que se erige en norma absoluta y pretende encerrar a Dios en las categorías de la justicia humana.
El personaje central de este Libro llegó a descubrir el rostro del verdadero Dios a través del sufrimiento. Para ello tuvo que renunciar a su propia sabiduría y a su pretensión de considerarse justo. No es otro el camino que debe recorrer el cristiano, pero este lo hace iluminado por el mensaje de la cruz, que da un sentido totalmente nuevo al misterio del dolor humano. "Completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia" ( Col_1:24 ). "Los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros" ( Rom_8:18 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas