I Reyes 12 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 33 versitos |
1 Roboam se dirigió a Siquem, porque allí había ido todo Israel para proclamarlo rey.
2 Cuando se enteró Jeroboam, hijo de Nebat -que estaba todavía en Egipto, adonde había huido del rey Salomón- se volvió a Egipto.
3 Lo mandaron llamar, y él se presentó con toda la asamblea de Israel. Entonces hablaron así a Roboam:
4 "Tu padre hizo muy penoso nuestro yugo. Alivia tú ahora la dura servidumbre y el penoso yugo que él nos impuso, y te serviremos a ti".
5 El les replicó: "Váyanse y vuelvan a verme dentro de tres días". Y el pueblo se retiró.
6 El rey Roboam fue a consultar a los ancianos que habían asistido a su padre Salomón, cuando este aún vivía, y les preguntó: "¿Qué respuesta me aconsejan dar a este pueblo?".
7 Ellos le hablaron así: "Si hoy te comportas como servidor de este pueblo, si te pones a su servicio y les respondes con buenas palabras, serán siempre tus servidores".
8 Pero él desechó el consejo que le habían dado los ancianos, y fue a consultar a los jóvenes que se habían criado con él y lo servían como asistentes.
9 Les preguntó: "Y ustedes, ¿qué aconsejan? ¿Qué debemos responder a este pueblo que me ha dicho: "Alivia el yugo que nos impuso tu padre?".
10 Los jóvenes que se habían criado con él le dijeron: "A ese pueblo que te ha dicho: "Tu padre nos impuso un yugo pesado, pero tú alívianos la carga", diles esto: "¡Mi dedo meñique es más grueso que la cintura de mi padre!
11 Si mi padre los cargó con un yugo pesado, yo lo haré más pesado aún; si él los castigó con látigos, yo usaré lonjas con puntas de hierro".
12 Al tercer día, Jeroboam y todo el pueblo comparecieron ante Roboam, según lo que había indicado el rey cuando dijo: "Vuelvan a verme al tercer día".
13 Pero el rey respondió al pueblo duramente; desechó el consejo que le habían dado los ancianos
14 y, siguiendo el consejo de los jóvenes, les habló así: "Mi padre les impuso un yugo pesado, y yo lo haré más pesado aún; mi padre los castigó con látigos, y yo usaré lonjas con puntas de hierro".
15 Así el rey no escuchó al pueblo, porque ese era el medio de que se valía el Señor para cumplir la palabra que él había dicho a Jeroboam, hijo de Nebat, por boca de Ajías de Silo.
16 Y cuando todo Israel vio que el rey no los había escuchado, el pueblo le respondió: "¿Qué parte tenemos nosotros con David? ¡No tenemos herencia común con el hijo de Jesé! ¡A tus carpas, Israel! ¡Ahora, ocúpate de tu casa, David! Israel se fue a sus campamentos,
17 pero Roboam siguió reinando sobre los israelitas que habitaban en las ciudades de Judá.
18 El rey Roboam envió a Adoram, el encargado del reclutamiento, pero todos los israelitas lo mataron a pedradas. Y el mismo rey Roboam tuvo que subir precipitadamente a su carro y huir a Jerusalén.
19 Fue así como Israel se rebeló contra la casa de David hasta el día de hoy.
20 Cuando todo Israel se enteró de que había vuelto Jeroboam, lo mandaron llamar a la asamblea y lo proclamaron rey de todo Israel. No hubo nadie que siguiera a la casa de David, fuera de la tribu de Judá.
21 Mientras tanto, Roboam llegó a Jerusalén y convocó a toda la casa de Judá y a la tribu de Benjamín -ciento ochenta mil guerreros adiestrados- para ir a combatir contra la casa de Israel y restituir el reino a Roboam, hijo de Salomón.
22 Pero la palabra del Señor llegó a Semaías, un hombre de Dios, en estos términos.
23 "Di a Roboam, hijo de Salomón, rey de Judá, y a toda la casa de Judá, a Benjamín y al resto del pueblo:
24 Así habla el Señor: No suban a combatir contra sus hermanos, los israelitas; vuelvan cada uno a su casa, porque esto ha sucedido por disposición mía". Ellos escucharon la palabra del Señor, y tomó cada uno el camino de regreso, conforme a la palabra del Señor.
25 Jeroboam, por su parte, fortificó Siquem, en la montaña de Efraím, y se estableció en ella. Luego salió de allí y fortificó Penuel.
26 Pero Jeroboam pensó: "Tal como se presentan las cosas, el reino podría volver a la casa de David.
27 Si este pueblo sube a ofrecer sacrificios a la Casa de Dios en Jerusalén, terminarán por ponerse de parte de Roboam, rey de Judá, su señor; entonces me matarán a mí y se volverán a Roboam, rey de Judá".
28 Y después de haber reflexionado, el rey fabricó dos terneros de oro y dijo al pueblo: "¡Basta ya de subir a Jerusalén! Aquí está tu Dios, Israel, el que te hizo subir del país de Egipto".
29 Luego puso un ternero en Betel y el otro en Dan.
30 Aquello fue una ocasión de pecado, y el pueblo iba delante de uno de ellos hasta Dan.
31 Jeroboam erigió templetes en los lugares altos, e instituyó sacerdotes de entre el común de la gente, que no eran hijos de Leví.
32 Además, celebró una fiesta el día quince del octavo mes, como la fiesta que se celebraba en Judá, y subió al altar. Esto lo hizo en Betel, donde ofreció sacrificios a los terneros que había fabricado. En Betel estableció a los sacerdotes de los lugares altos que había erigido.
33 El día quince del octavo mes -fecha que había elegido arbitrariamente -subió al altar que había levantado en Betel. Así celebró una fiesta para los israelitas, y subió al altar para quemar incienso.

Patrocinio

 
 

Introducción a I Reyes


Reyes I

Los libros de Samuel presentaban la institución y el afianzamiento de la monarquía, como un proceso ascendente y lleno de promesas para Israel. Los libros de los REYES -que al principio formaban una sola obra, dividida luego en dos partes- continúan esa historia, pero trazan una parábola descendente. Aquí el relato comienza con el reinado de Salomón, que fue la etapa más brillante de todo el período monárquico, y llega hasta el momento en que el Pueblo de Dios vivió su experiencia más dramática y desconcertante: la caída de Jerusalén, el fin de la dinastía davídica y la deportación a Babilonia.
Este trágico desenlace se fue gestando gradualmente. A la muerte de Salomón, el reino de Judá se mantiene fiel a los reyes del linaje davídico y al Templo de Jerusalén. Pero las tribus del Norte, profundamente desilusionadas por el trato recibido en la época salomónica, se separan de Judá y constituyen un estado independiente, designado en adelante con el nombre de "Israel". Durante un par de siglos, los dos reinos separados logran conservar su autonomía política, debido al eclipse momentáneo de los grandes imperios del Antiguo Oriente. Pero la situación cambia radicalmente cuando Asiria comienza a desarrollar sus campañas expansionistas. En el año 721 a. C., Samaría cae en poder de los asirios, y así desaparece el reino de Israel. El reino de Judá sobrevive a la catástrofe, pero sólo por un tiempo. En el 587, las tropas de Nabucodonosor, rey de Babilonia -convertido en el nuevo árbitro de la situación, después de la derrota de Asiria- invaden Jerusalén, arrasan el Templo y se llevan cautiva a una buena parte de la población de Judá.
Los libros de los Reyes recibieron su redacción definitiva cuando todavía estaba muy vivo el recuerdo de este último acontecimiento. En la composición de la obra, se emplearon diversas fuentes, entre las que se destacan los informes provenientes de los archivos reales. Pero, en el relato de los hechos, lo que más interesa no es la historia en sí misma, sino la enseñanza que se debe extraer de ella, como medio para superar la crisis. Por eso, desde las primeras páginas comienza a vislumbrarse la pregunta que está implícita a lo largo de toda la narración: ¿Por qué el Señor ha rechazado a su Pueblo, dispersándolo entre las naciones paganas? ¿Hay un remedio para la catástrofe o el veredicto de condenación es irrevocable?
Para responder a este doloroso interrogante, el autor de estos Libros sigue paso a paso la historia de Israel en tiempos de la monarquía, y confronta la conducta de los reyes con las enseñanzas del Deuteronomio. Según la doctrina deuteronómica, el Señor eligió gratuitamente a Israel y lo comprometió a vivir en conformidad con su Ley. De esta manera, dejó abierto ante él un doble camino: el de la fidelidad, que conduce a la vida, y el de la desobediencia, que acaba en la muerte. Pero todos los reyes de Israel y casi todos los de Judá, en lugar de guiar al Pueblo del Señor por el camino de la fidelidad, lo encaminaron hacia su propia ruina, tolerando y aun fomentando el culto de Baal y de las otras divinidades cananeas. El fracaso de la monarquía, después de sus promisorios comienzos en tiempos de David, muestra que la raíz de todo mal está en apartarse del verdadero Dios.
Pero esta evocación del pasado, con su balance francamente pesimista, encierra también una lección para el presente. A pesar de las infidelidades de los reyes, el Señor nunca dejó de hacerse presente en la vida de su Pueblo a través de los Profetas. Por medio de ellos, Dios hizo oír constantemente su Palabra a fin de llamar a la conversión. Y esa Palabra seguía vigente para el "Resto" de Judá que se purificaba en el exilio. Si las derrotas nacionales habían sido la consecuencia del pecado, la conversión al Señor traería de nuevo la salvación. Las promesas divinas no podían caer en el vacío y el Reino de Dios se iba a realizar más allá de todos los fracasos terrenos.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

Patrocinio

Notas

I Reyes 12,1-33

1. Roboám quedó constituido rey de Judá por derecho de sucesión. Las tribus del Norte, en cambio, debían renovar con el nuevo monarca la alianza que habían hecho con David ( 2Sa_5:1-3). Esta renovación iba a tener lugar en Siquém, el antiguo lugar de culto israelita ( Jos_24:1), pero la torpe actitud de Roboám la hizo fracasar.

16. Ver 2Sa_20:1.

26-33. Estas medidas de carácter religioso tienen una finalidad política. Jeroboám no trata de sustituir al Dios de Israel por otra divinidad, sino de contrarrestar el prestigio del Templo de Jerusalén, creando nuevas instituciones cultuales para el reino recién constituido. Pero al poner la imagen del "ternero" como pedestal visible del Señor invisible, acercaba demasiado la religión de Israel a los cultos cananeos. Ver Éx. 32.