I Macabeos 15 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 41 versitos |
1 Antíoco, hijo del rey Demetrio, envió desde las islas del mar una carta a Simón, sacerdote y etnarca de los judíos, y a toda la nación,
2 redactada en los siguientes términos: "El rey Antíoco saluda a Simón, Sumo Sacerdote y etnarca, y a la nación de los judíos.
3 Puesto que gente indeseable ha usurpado el trono de mis padres, yo estoy dispuesto a hacer valer mis derechos sobre el reino, a fin de restablecerlo como estaba antes. A tal efecto, he reclutado un ejército numeroso y equipado barcos de guerra,
4 con la intención de desembarcar en el país para perseguir a los que lo han arruinado y han devastado muchas ciudades de mi reino.
5 Por eso, ahora ratifico todas las exenciones de tributos que te concedieron mis predecesores, y las otras dispensas de contribuciones que ellos te otorgaron.
6 Te autorizo, además, a acuñar moneda propia, de curso legal en tu país.
7 Jerusalén y el Santuario serán libres. Las armas que has fabricado y las fortalezas que has construido y ocupas, quedarán en tu poder.
8 A partir de este momento, se te condona todo lo que adeudas al tesoro real y todo lo que adeudarás en el futuro.
9 Y cuando hayamos reconquistado nuestro reino, te colmaremos a ti, a tu pueblo y al Santuario de tales honores, que tu gloria será conocida en toda la tierra".
10 El año ciento setenta y cuatro Antíoco partió para el país de sus padres; todas las tropas se pusieron de su parte, de manera que sólo unos pocos quedaron con Trifón.
11 Antíoco lo persiguió y Trifón se refugió en Dora, a orillas del mar,
12 porque veía que había caído en desgracia y que las tropas lo habían abandonado.
13 Antíoco acampó frente a Dora con ciento veinte mil soldados de infantería y ocho mil jinetes.
14 Luego sitió la ciudad, mientras la escuadra se aproximaba por el mar. De esa manera bloqueó la ciudad por tierra y por mar, sin dejar que nadie entrara o saliera.
15 Mientras tanto, Numenio y su comitiva regresaron de Roma con cartas para los reyes de los diversos países, en las que se decía:
16 "Lucio, cónsul de los romanos, saluda al rey Tolomeo.
17 Los embajadores judíos, enviados por el Sumo Sacerdote Simón y por el Pueblo judío, se han presentado a nosotros como amigos y aliados, para renovar el antiguo pacto de amistad,
18 trayéndonos un escudo de oro de mil minas.
19 En consecuencia, nos ha parecido bien escribir a los reyes de los diversos países que no les hagan ningún daño ni los ataquen, ni a ellos ni a sus ciudades ni a su país, y que no presten apoyo a sus enemigos.
20 También hemos decidido aceptar de ellos el escudo.
21 Por lo tanto, si se encuentra entre ustedes algún hombre indeseable que haya huido del país de los judíos, entréguenlo al Sumo Sacerdote Simón, para que lo castigue de acuerdo con su ley".
22 Cartas iguales fueron remitidas al rey Demetrio, a Atalo, a Ariartes, a Arsaces
23 y a todos los países, a saber: Sámpsamo, Esparta, Delos, Mindos, Sición, Caria, Samos, Panfilia, Licia, Halicarnaso, Rodas, Fasélida, Cos, Side, Arados, Gortina, Cnido, Chipre y Cirene.
24 Redactaron, además, una copia de esta carta para el Sumo Sacerdote Simón.
25 Mientras tanto, el rey Antíoco continuaba el sitio de Dora, acampando en los suburbios de la ciudad, alzando incesantemente sus tropas contra ella y construyendo máquinas de guerra. Tenía bloqueado a Trifón y nadie podía entrar ni salir.
26 Simón le envió dos mil hombres elegidos para ayudarlo en la lucha, además de plata, oro y abundante material.
27 Pero él no queso aceptar el envío; más aún, anuló las concesiones que le había hecho antes y se mostró hostil con él.
28 Además, le envió a Atenobio, uno de sus Amigos, para transmitirle el siguiente mensaje: "Ustedes ocupan Jope, Gázara y la Ciudadela de Jerusalén, que son ciudades de mi reino.
29 Han devastado su territorio, causando graves daños al país, y se han adueñado de muchos lugares de mi reino.
30 Devuélvanme ahora mismo las ciudades que han tomado y los impuestos de los lugares ocupados fuera de las fronteras de Judea.
31 De lo contrario, paguen en compensación quinientos talentos de plata, y otros quinientos talentos como indemnización por los daños causados y por los tributos de las ciudades. Si no, iremos a atacarlos".
32 Cuando Atenobio, el Amigo del rey, llegó a Jerusalén quedó asombrado al ver la magnificencia de Simón, su aparador con vajilla de oro y plata y toda la fastuosidad que lo rodeaba. Entonces le transmitió el mensaje del rey,
33 y Simón respondió: "Nosotros no nos hemos apoderado de tierras ajenas ni nos hemos apropiado de los bienes de otros, sino de la herencia de nuestros padres. Nuestros enemigos la retuvieron injustamente en un momento dado,
34 pero nosotros, al presentarse la ocasión favorable la hemos recuperado.
35 En cuanto a Jope y a Gázara, las ciudades que tú reclamas, eran ellas, precisamente las que causaban graves daños al pueblo y asolaban el país. A pesar de todo, te daremos por ellas cien talentos". Atenobio no le respondió nada.
36 sino que regresó muy indignado y transmitió la respuesta al rey, informándolo acerca de la magnificencia de Simón y de todo lo que había visto. Y el rey se enojó muchísimo.
37 A todo esto, Trifón había huido a Ortosia en un barco.
38 El rey designó a Cendebeo comandante en jefe de la zona marítima y le entregó tropas de infantería y caballería.
39 Le mandó acampar frente a Judea, reconstruir Cedrón, reforzar sus puertas y hacer la guerra al pueblo, mientras el rey trataba de alcanzar a Trifón.
40 Cuando Cendebeo llegó a Iamnia, comenzó a hostigar al pueblo, haciendo incursiones por Judea, tomando prisioneros y dando muerte a gente del pueblo.
41 También reconstruyó Cedrón, y puso en ella tropas de caballería e infantería para incursionar por los caminos de Judea, como el rey se lo había ordenado.

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Introducción a I Macabeos


Eclesiástico

A este Libro "deuterocanónico" -el más extenso de los escritos sapienciales- se lo designa habitualmente de dos maneras distintas. El nombre de ECLESIÁSTICO, que significa "libro de la asamblea", se hizo tradicional en la iglesia latina, quizá por la frecuencia con que se lo utilizaba en los primeros siglos para la formación moral de los catecúmenos y de los fieles. La mayoría de los manuscritos griegos, en cambio, lo titulan "Sabiduría de Jesús, hijo de Sirá"- en hebreo, Ben Sirá -y de allí deriva el nombre de SIRÁCIDA, que también se le suele dar.
Mientras que la mayoría de los escritos sapienciales son atribuidos a Salomón, el Eclesiástico es el único que lleva la firma de su autor. Este era un judío de Jerusalén, culto y de buena posición, que se dedicó desde su juventud al conocimiento de las Escrituras y a la búsqueda de la Sabiduría, sobre todo por medio de la oración (51. 13). Como fino observador, aprovechó sus frecuentes viajes para completar su formación (34. 11). Convertido en "maestro de sabiduría", orgulloso de su raza y de su historia nacional, dirigió en Jerusalén una escuela (51. 23), destinada a iniciar a los jóvenes en la adquisición de la Sabiduría. Por último, hacia el 180 a. C., recogió por escrito el fruto de sus reflexiones y de su larga experiencia.
La obra de Ben Sirá es un llamado de atención frente a la influencia de la cultura griega, que no cesaba de expandirse en el Próximo Oriente desde las conquistas de Alejandro Magno. Él comprendió que ese nuevo movimiento de ideas no tardaría en entrar en conflicto con la fe de Israel. Para contrarrestar el peligro, puso todo su empeño en preservar el patrimonio religioso y cultural del Judaísmo en esa época de transición. A diferencia de los antiguos "maestros de sabiduría", que consideraban al hombre nada más que en su condición de tal, al Sirácida le preocupaba antes que nada la formación del hombre "judío". Según él, la Sabiduría se ofrece a todos, pero puso su Morada en Israel y, en última instancia, se identifica con la Ley de Moisés. De allí la necesidad de meditar constantemente "el libro de la Alianza del Dios Altísimo" (24. 23), para adquirir la verdadera Sabiduría y vivir en conformidad con la voluntad divina.
El Eclesiástico fue escrito originariamente en hebreo, pero el texto original cayó pronto en el olvido. La obra se conservó gracias a la traducción griega realizada por un nieto del autor, emigrado a Egipto en el 132. A fines del siglo pasado y en las últimas décadas del actual se encontraron varios manuscritos hebreos, que abarcan unas dos terceras partes del Libro. La traducción que damos a continuación es la del texto griego, ya que es este el que fue recibido y transmitido por la tradición cristiana.
El Sirácida es el último testigo inspirado de la corriente sapiencial dentro de Palestina. El ideal de vida propuesto por él tiene las limitaciones propias de su época, pero también encierra valores permanentes, que fueron asumidos por el Nuevo Testamento, especialmente en la Carta de Santiago. Por su profunda religiosidad, unida a un sano sentido común, por su fidelidad a la Ley y su afán de encontrar en todo un reflejo de la sabiduría de Dios, el autor de este Libro anticipa el retrato que hará Jesús del "escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos": él "se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo" ( Mat_13:52 ).

PRÓLOGO DEL TRADUCTOR


La versión griega del Eclesiástico está precedida de un Prólogo, que generalmente no se considera inspirado, donde el traductor explica los motivos que lo impulsaron a llevar a cabo esta difícil tarea. Entre otras informaciones de interés, en este Prólogo encontramos la primera alusión a la división tripartita de la Biblia hebrea: LA LEY, LOS PROFETAS y LOS DEMÁS ESCRITOS.
1 Muchas e importantes enseñanzas nos han sido transmitidas por la Ley, los Profetas y los otros Escritores que los han seguido, por los cuales se debe elogiar a Israel a causa de su instrucción y su sabiduría. Pero es un deber para los que leen esos Libros, no sólo adquirir ciencia personalmente, 5 sino también poder ser útiles a los de afuera, con la palabra y los escritos. Por eso, mi abuelo Jesús, después de haberse aplicado intensamente a la lectura de la Ley, de los Profetas 10 y de los otros Libros de los antepasados, en los que adquirió una gran competencia, se decidió también él a escribir algo sobre temas de instrucción y sabiduría, de manera que los hombres deseosos de aprender, aplicándose a estas disciplinas, hicieran mayores progresos en la manera de vivir conforme a la Ley.
15 Por lo tanto, ustedes están invitados a leer esto con benévola atención, y amostrarse indulgentes allí donde pudiera parecer que, 20 a pesar de nuestros denodados esfuerzos de interpretación, no hemos logrado acertar en alguna expresión. Porque lo que está expresado en hebreo no conserva su misma fuerza cuando se lo traduce a otra lengua. Y esto no sucede sólo aquí, sino que la misma Ley, los Profetas 25 y los demás Libros presentan diferencias notables cuando se los lee en el original.
Ahora bien, en el año 38 del rey Evergetes, cuando yo vine a Egipto y me quedé allí, descubrí un ejemplar de esta valiosa instrucción, 30 y juzgué extremadamente necesario aportar mi dedicación y esfuerzo a traducir ese Libro. He consagrado muchos desvelos y ciencia, durante este período, hasta llevar a buen término y publicar este Libro, para aquellos que, en el extranjero, están deseosos de aprender, 35 a fin de ajustar sus constubres a una vida conforma e la Ley.

COLECCIÓN DE SENTENCIAS


La primera parte del Eclesiástico incluye varios elogios de la Sabiduría, personificada como una madre que alimenta a sus hijos (15. 2) y como una Palabra salida "de la boca del Altísimo" (24. 3). Ella penetra todo el universo, pero "echó raíces en un Pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su herencia" (24. 12), y es concedida abundantemente a los que lo aman (1. 10). El "principio" y la "corona" de la Sabiduría es el "temor del Señor", actitud que implica el respeto filial a la infinita grandeza de Dios y la obediencia a su voluntad expresada en la Ley (1. 11-20). Aunque la Sabiduría "viene del Señor" (1.1) y es un don divino, para alcanzarla se requiere un largo esfuerzo personal. Ella no se deja conquistar fácilmente y al principio prueba a sus hijos. Pero si estos superan las primeras dificultades y son dóciles a sus enseñanzas, termina por revelarles sus secretos y alegrarlos con sus bienes (4. 17-18).
A partir de estas ideas, el Sirácida agrupa una cantidad de sentencias y exhortaciones sobre las materias más diversas, sin ningún plan sistemático y con no pocas repeticiones. Entre las normas de sabiduría práctica que deben regir la conducta, se destacan la prudencia en las relaciones con los demás, la discreción en el hablar, la humildad y el desapego de las riquezas, el dominio de sí mismo, la firmeza en la educación de los hijos, la manera de cultivar la amistad y de comportarse con los necios, la cautela en el trato con las mujeres, el cuidado de la salud y la práctica del culto agradable a Dios. Por último, Ben Sirá hace algunas reflexiones sobre las miserias de la vida (40. 1-11) y la condición mortal de los hombres (41. 1-4), sin vislumbrar todavía la posibilidad de una justa retribución más allá de la muerte.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

I Macabeos 15,1-41

1. "Desde las islas": alusión a la isla de Rodas, donde se encontraba Antíoco VII Sidetes (138-129) cuando su hermano Demetrio II fue tomado prisionero (14. 1-3).

10. La llegada de Antíoco VII tuvo lugar en el 139 a.C.