Proverbios 29 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 27 versitos |
1 El hombre reacio a las reprensiones será destrozado de golpe y sin remedio.
2 Cuando gobiernan los justos, el pueblo se alegra; cuando domina un malvado, el pueblo gime.
3 El que ama la sabiduría es la alegría de su padre, el que frecuenta prostitutas dilapida sus bienes.
4 Con el derecho, un rey da estabilidad al país, pero el que lo abruma con impuestos lo arruina.
5 El hombre que adula a su prójimo le tiende una red bajo sus pies.
6 En el crimen del malvado hay una trampa, pero el justo corre lleno de alegría.
7 El justo se preocupa por la causa de los pobres, pero el malvado es incapaz de comprender.
8 Los provocadores alborotan la ciudad, pero los sabios calman la efervescencia.
9 Cuando un sabio entra en pleito con un necio, sea que se irrite o se divierta, no resuelve nada.
10 Los sanguinarios odian al hombre íntegro, pero los rectos buscan su compañía.
11 El insensato da libre curso a su mal humor, pero el sabio lo refrena y apacigua.
12 Si un jefe se deja llevar de habladurías, todos sus servidores se vuelven malvados.
13 El pobre y el opresor tienen esto en común: el Señor ilumina los ojos de los dos.
14 Si un rey juzga a los pobres conforme a la verdad, su trono estará firme para siempre.
15 La vara y la reprensión dan sabiduría, pero el joven consentido avergüenza a su madre.
16 Cuando se multiplican los malvados, aumentan los crímenes, pero los justos verán su caída.
17 Corrige a tu hijo, y él te dará tranquilidad y colmará tu alma de delicias.
18 Cuando no hay visión profética, el pueblo queda sin freno, pero ¡feliz el que observa la Ley!
19 A un esclavo no se lo corrige con palabras: aunque entienda, no las tiene en cuenta.
20 ¿Has visto a un hombre que se apura a hablar? Se puede esperar más de un necio que de él.
21 Si a un esclavo se le consiente desde su infancia, terminará por convertirse en un rebelde.
22 El hombre irascible siembra discordias, el furibundo multiplica los crímenes.
23 El orgullo lleva al hombre a la humillación, el de espíritu humilde alcanzará honores.
24 El cómplice de un ladrón se odia a sí mismo: oye la fórmula imprecatoria, pero no lo denuncia.
25 El miedo tiende al hombre una trampa, pero el que confía en el Señor se pone a salvo.
26 Muchos buscan el favor del que gobierna, pero el derecho de cada uno viene del Señor.
27 El hombre inicuo es abominable para los justos, el que sigue el camino recto es abominable para el malvado.

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Introducción a Proverbios


Proverbios

El libro de los PROVERBIOS reúne varias colecciones de refranes, comparaciones, máximas, enigmas y alegorías, puestas en su mayoría bajo la autoridad de "Salomón, hijo de David, rey de Israel" (1. 1). Tal atribución se debe a que la tradición israelita consideraba a aquel célebre rey como el "sabio" por excelencia. Según el primer libro de los Reyes, él "pronunció tres mil maximas" ( 1Ki_5:12 ) y su sabiduría "superaba la de todos los Orientales y toda la sabiduría de Egipto" ( 1Ki_5:10 ).
Dentro de esta amplia gama de géneros literarios, la expresión más frecuente y característica es el aforismo o dicho breve y agudo, que encierra una verdad útil para la vida. En algunos pasajes del libro de los Proverbios -como en otros Libros sapienciales del Antiguo Testamento- se perciben notables influencias de la antigua sabiduría egipcia y oriental, e incluso se encuentran en él varias sentencias de dos sabios extranjeros ( 1Ki_30:1-14 ; 1Ki_31:1-9 ). Esto pone de manifiesto el aprecio que tenia Israel por aquella sabiduría ancestral y su capacidad para asimilarla creativamente, haciéndola compatible con las exigencias de su propia fe.
La visión teológica expresada en el Libro es relativamente sencilla. El Señor es el Creador del mundo y todo lo ha hecho con sabiduría. Las huellas de esa sabiduría divina han quedado grabadas en cada una de sus obras. Por lo tanto, aquel que ponga todo su empeño en abrir los ojos a la realidad que lo rodea, encontrará el camino que lo lleva a la vida y lo libra de la muerte. Lo importante es buscar el orden establecido por Dios en el mundo y vivir en conformidad con él. Pero la adquisición de la sabiduría presupone ciertas condiciones morales. Una actitud específicamente sapiencial es prestar atención a las advertencias y exhortaciones de los sabios, que son los portadores de una experiencia acumulada a través de los siglos.
El ideal de estos sabios es descubrir y enseñar el arte de vivir bien. Lo que más les preocupa es guiar al individuo hacia la felicidad y el éxito en esta vida. Ningún aspecto de la actividad humana es indigno de su atención. De ahí que las personas de toda condición social encuentren en los Proverbios consejos adecuados a su edad o profesión: reyes, jueces y comerciantes, hombres y mujeres, pobres y ricos, jóvenes y ancianos. Con frecuencia se alude a las relaciones entre padres e hijos, entre marido y mujer, entre patrones y servidores. Su reflexión se extiende al ámbito religioso, moral, político y social, con el fin de encontrar para cada circunstancia una norma práctica fundada en la sabiduría.
El lector cristiano puede quedar sorprendido por el carácter aparentemente "profano" de la mayor parte de los consejos dados en el libro de los Proverbios, especialmente en las dos colecciones salomónicas (10. 1 - 22. 16; 25 - 29). Pero esta impresión pierde mucho de su fuerza si se tiene en cuenta la totalidad del Libro. Este se abre y se cierra con una alusión al "temor del Señor" ( I . 7; 31. 30), entendido como una actitud a la vez filial y reverencial con respecto a Dios, que no sólo es el Creador del mundo sino también el Dios de la Promesa y de la Alianza. El "temor de Dios", es el principio y la coronación de la sabiduría por la que debe regirse toda la conducta humana.
Otro aspecto desconcertante es el énfasis puesto en el propio interés y en el éxito personal como motivaciones del comportamiento moral. Estas motivaciones, lo mismo que la idea de una retribución meramente terrena de las acciones humanas, han quedado superadas por el Evangelio. Pero hay otras riquezas de los Proverbios que mantienen plena vigencia. El amor a la sabiduría, la preocupación por encontrarla y llevarla a la práctica en circunstancias concretas de la vida, la fe en la justicia de Dios y en el gobierno divino del mundo son valores permanentes, asumidos por el Cristianismo. De hecho, el Nuevo Testamento contiene numerosas citas del libro de los Proverbios: entre ellas, merece destacarse la que se refiere a la actitud paternal con que Dios corrige a sus hijos (Heb. l2. 5-6).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas