Job  6 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 30 versitos |
1 Job respondió, diciendo:
2 ¡Ah, si pudiera pesarse mi dolor y se pusiera en la balanza toda mi desgracia!
3 Ahora pesarían más que la arena del mar, ¡por eso digo tantos desatinos!
4 Las flechas del Todopoderoso están clavadas en mí y mi espíritu absorbe su veneno; los terrores de Dios están enfilados contra mí.
5 ¿Rebuzna el asno salvaje sobre la hierba verde o muge el toro junto a su forraje?
6 ¿Se come sin sal un alimento insípido o tiene sabor la clara de huevo?
7 Lo que yo me resistía incluso a tocar es mi alimento en la enfermedad.
8 ¡Si al menor se cumpliera mi pedido y Dios me concediera lo que espero!
9 ¡Si Dios se decidiera a aplastarme, si soltara su mano y me partiera en dos!
10 Entonces tendría de qué consolarme y saltaría de gozo en mi implacable tormento, por no haber renegado de las palabras del Santo.
11 ¿Qué fuerza tengo para poder esperar? ¿Cuál es mi fin para soportar con paciencia?
12 ¿Tengo acaso la resistencia de las piedras o es de bronce mi carne?
13 No, no encuentro ninguna ayuda dentro de mí mismo y se me han agotado los recursos.
14 Bien merece la lealtad de su amigo el hombre deshecho que ha perdido el temor a Dios.
15 Pero mis hermanos me han traicionado como un torrente, como el cauce de los torrentes pasajeros,
16 que corren turbios durante el deshielo, arrastrando la nieve derretida.
17 Al llegar el verano, se evaporan; con el calor, se extinguen en su propio lecho.
18 Las caravanas desvían su trayecto, se internan en el desierto y perecen.
19 Las caravanas de Temá vuelven los ojos hacia ellos, los viajantes de Sabá esperan encontrarlos.
20 Pero se avergüenzan de haber esperado, llegan hasta allí, y quedan defraudados.
21 Así son ahora ustedes para mí: ven algo horrible, y se llenan de espanto.
22 Yo nunca les dije: "Denme algo, regálenme una parte de sus bienes,
23 líbrenme del poder del enemigo, rescátenme de las manos de los violentos".
24 Instrúyanme, y yo me callaré; háganme entender dónde está mi error,
25 ¿Acaso son hirientes las palabras rectas? Pero ¿qué se arregla con los reproches de ustedes?
26 ¿O pretenden arreglarlo todo con reproches, mientras echan al viento las palabras de un desesperado?
27 ¡Ustedes echarían suertes sobre un huérfano y traficarían con su propio amigo!
28 ¡Decídanse de una vez, vuélvanse hacia mí! ¿Acaso les voy a mentir en la cara?
29 Vuelvan, les ruego, y que no haya falsedad; vuelvan, está en juego mi justicia.
30 ¿Acaso hay falsedad en mi lengua o mi paladar no sabe discernir la desgracia?

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Introducción a Job 


Job

Por su excepcional valor poético y humano, el libro de JOB ocupa un lugar destacado, no sólo dentro de la Biblia, sino también entre las obras maestras de la literatura universal. Su autor estaba perfectamente familiarizado con la tradición sapiencial de Israel y del Antiguo Oriente. Conocía a fondo los oráculos de los grandes profetas -especialmente las "Confesiones" de Jeremías y algunos escritos de Ezequiel- y había orado con los Salmos que se cantaban en el Templo de Jerusalén. Los viajes acrecentaron su experiencia, y es probable que haya vivido algún tiempo en Egipto. Sobre todo, él sintió en carne propia el eterno problema del mal, que se plantea en toda su agudeza cuando el justo padece, mientras el impío goza de prosperidad.
Esta obra fue escrita a comienzos del siglo V a. C., y para componerla, el autor tomó como base un antiguo relato del folclore palestino, que narraba los terribles padecimientos de un hombre justo, cuya fidelidad a Dios en medio de la prueba le mereció una extraordinaria recompensa. Esta leyenda popular constituye el prólogo y el epílogo del Libro. Al situar a su personaje en un país lejano, fuera de las fronteras de Israel (1. 1), el autor sugiere que el drama de Job afecta a todos los hombres por igual.
No se puede comprender el libro de Job sin tener en cuenta la enseñanza tradicional de los "sabios" israelitas acerca de la retribución divina. Según esa enseñanza, las buenas y las malas acciones de los hombres recibían necesariamente en este mundo el premio o el castigo merecidos. Esta era una consecuencia lógica de la fe en la justicia de Dios, cuando aún no se tenía noción de una retribución más allá de la muerte. Sin embargo, llegó el momento en que esta doctrina comenzó a hacerse insostenible, ya que bastaba abrir los ojos a la realidad para ver que la justicia y la felicidad no van siempre juntas en la vida presente. Y si no todos los sufrimientos son consecuencia del pecado, ¿cómo se explican?
Pero el autor no se contenta con poner en tela de juicio la doctrina tradicional de la retribución. Al reflexionar sobre las tribulaciones de Job -un justo que padece sin motivo aparente- él critica la sabiduría de los antiguos "sabios" y la reduce a sus justos límites. Aquella sabiduría aspiraba a comprenderlo todo: el bien y el mal, la felicidad y la desgracia, la vida y la muerte. Esta aspiración era sin duda legítima, pero tendía a perder de vista la soberanía, la libertad y el insondable misterio de Dios. En el reproche que hace el Señor a los amigos de Job (42. 7), se rechaza implícitamente toda sabiduría que se erige en norma absoluta y pretende encerrar a Dios en las categorías de la justicia humana.
El personaje central de este Libro llegó a descubrir el rostro del verdadero Dios a través del sufrimiento. Para ello tuvo que renunciar a su propia sabiduría y a su pretensión de considerarse justo. No es otro el camino que debe recorrer el cristiano, pero este lo hace iluminado por el mensaje de la cruz, que da un sentido totalmente nuevo al misterio del dolor humano. "Completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia" ( Col_1:24 ). "Los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros" ( Rom_8:18 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Job  6,1-30

19. "Temá" era el nombre de un oasis situado al norte de Arabia ( Isa_21:14; Jer_25:23). "Sabá" era un reino del sudoeste de Arabia. Ver nota 1Re_10:1.