Deuteronomio  1 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 46 versitos |
1 Estas son las palabras que Moisés dirigió a todo Israel al otro lado del Jordán, en el desierto, en la Arabá. frente a Suf, entre Parán, Tofel y Labán, Jaserot y Dizahab.
2 -Desde el Horeb hasta Cadés Barné, hay once días de camino por las montañas del Seír-.
3 En el cuadragésimo año, el primer día del undécimo mes, Moisés habló a los israelitas, como el Señor se lo habla ordenado.
4 Después de haber derrotado a Sijón, rey de los amorreos que residía en Jesbón, y a Og, rey de Basán, que residía en Astarot y Edrei.
5 Al otro lado del Jordán, en territorio de Moab, Moisés comenzó a exponer esta Ley, diciendo.
6 El Señor, nuestro Dios, nos habló en el Horeb en estos términos. Ya han estado bastante tiempo en esta montaña.
7 Den vuelta y pónganse en camino, para ir a la montaña de los amorreos y a todas las regiones vecinas: la Montaña, la Sefelá, el Négueb y la costa marítima -es decir la tierra del Canaán- y el Líbano, hasta el Gran Río, el río, el río Eufrates.
8 Yo pongo el país delante de ustedes: vayan a tomar posesión de la tierra que el Señor juró dar a sus padres. a Abraham, a Isaac y a Jacob, y a sus descendientes después de ellos.
9 En aquel tiempo, yo les dije: "Yo solo no puedo hacerme cargo de todos ustedes".
10 El Señor, su Dios, los ha multiplicado de tal manera, que hoy ustedes son numerosos como las estrellas del cielo.
11 ¡Qué el Señor, el Dios de sus padres, los haga aún mil veces más numerosos y los bendiga, como lo ha prometido!
12 ¿Cómo podré, entonces, cargar yo solo con el peso de todos ustedes y ocuparme también de sus litigios?
13 Designen para cada una de sus tribus a hombres sabios, prudentes y experimentados. y yo los pondré al frente de ustedes".
14 Ustedes me respondieron: "Tu propuesta nos parece buena".
15 Entonces tomé de entre los jefes de las tribus a unos hombres sabios y experimentados y los puse al frente de ustedes como jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez hombres, y como escribas para las tribus.
16 Al mismo tiempo, di esta orden a los jueces: "Escuchen a sus hermanos y hagan justicia, cuando tengan un pleito entre ellos o con un extranjero.
17 No sean parciales en los juicios: escuchen a los humildes lo mismo que a los poderosos. No se dejen intimidar por nadie, porque el juicio pertenece a Dios. Y cuando se les presente un caso demasiado difícil, diríjanse a mí, para que yo lo resuelva".
18 Así les indiqué aquella vez todo lo que ustedes debían hacer.
19 Después partimos del Horeb, y comenzamos a recorrer el desierto inmenso y temible que ustedes han visto. Íbamos hacia la montaña de los amorreos, como el Señor, nuestro Dios, nos lo había ordenado, y llegamos a Cadés Barné.
20 Entonces yo les dije: "Ya han llegado a la montaña de los amorreos, que nos da el Señor. nuestro Dios.
21 El Señor, tu Dios, pone este país delante de ustedes: sube a tomar posesión de él, según te lo ha dicho el Señor, el Dios de tus padres. No temas ni te acobardes".
22 Pero ustedes se acercaron a mí para decirme: "Enviemos delante de nosotros algunos hombres para que exploren la región y nos informen sobre el camino que debemos tomar y sobre las ciudades a las que debemos entrar".
23 La idea me pareció buena, y yo designé a doce de ustedes, uno por cada tribu.
24 Ellos se dirigieron hacia la región montañosa y llegaron al valle de Escol. Después de haber inspeccionado la montaña.
25 Regresaron trayendo en sus manos frutos de esa región, y nos presentaron este informe: "La tierra que nos da el Señor, nuestro Dios, es excelente".
26 Pero ustedes se negaron a subir y se rebelaron contra la orden del Señor, su Dios.
27 Se pusieron a murmurar en sus carpas, diciendo: "El Señor nos aborrece; por eso nos hizo salir de Egipto para entregarnos a los amorreos y destruirnos.
28 ¿Adónde iremos? Nuestros hermanos nos dejaron sin aliento, cuando nos dijeron: "Son gente más grande y más alta que nosotros; las ciudades son enormes y están provistas de murallas que se elevan hasta el cielo. Allí vimos también a los anaquitas".
29 Entonces yo les dije: "No se acobarden ni les tengan miedo.
30 El Señor, su Dios, que va delante de ustedes, combatirá por ustedes, como lo hizo en Egipto ante sus propios ojos.
31 Y también en el desierto. donde tú viste que el Señor, tu Dios, te conducía como un padre conduce a su hijo, a lo largo de todo el camino que recorriste hasta llegar a este lugar".
32 Y a pesar de todo, ustedes no tuvieron confianza en el Señor, su Dios.
33 Que los precedía durante la marcha para buscarles un lugar donde acampar; de noche en el fuego, mostrándose el camino que debían seguir, y de día en la nube.
34 Al oír lo que ustedes decían, el Señor se irritó y pronunció este juramento:
35 "Ni uno solo de los hombres de esta generación perversa verá la hermosa tierra que yo juré dar a sus padres.
36 El único que podrá verla es Caleb, el hijo de Iefuné. A él y a sus hijos les daré la tierra que sus pies han pisado, porque él ha sido siempre fiel al Señor".
37 Y por culpa de ustedes, el Señor se indignó también contra mí, y me dijo: "Tampoco tú entrarás.
38 El que entrará es Josué, tu ayudante. Infúndele valor, por él deberá poner a Israel en posesión de la tierra.
39 Y también entrarán los niños -esos que según ustedes iban a ser presa del enemigos- los hijos de ustedes, que aún no saben distinguir lo bueno de lo malo; a ellos les daré la tierra y ellos la poseerán.
40 En cuanto a ustedes, den vuelta y avancen hacia el desierto, en dirección al Mar Rojo".
41 Ustedes me dijeron: "Hemos pecado contra el Señor. Pero ahora estamos dispuestos a subir y a combatir como el Señor, nuestro Dios, nos ha ordenado". Cada uno de ustedes de equipó con sus armas, creyendo que era fácil subir a la montaña.
42 Pero el Señor me dijo: "Ordénales que no suban a combatir, porque yo no estoy más en medio de ellos. Si lo hacen, serán derrotados por sus enemigos".
43 Yo les transmití la advertencia, pero ustedes no me escucharon y, rebelándose contra la palabra del Señor, tuvieron la osadía de escalar la montaña.
44 Entonces los amorreos que habitan en esa montaña les salieron al encuentro, los persiguieron como abejas, y los derrotaron en la región de Seír hasta llegar a Jormá.
45 Cuando ustedes regresaron, se pusieron a llorar delante del Señor, pero él no los escuchó ni les hizo caso.
46 Y así tuvieron que permanecer en Cadés durante tanto tiempo.

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Introducción a Deuteronomio 


Deuteronomio


DEUTERONOMIO es una palabra de origen griego, que significa "segunda ley". Tal designación expresa sólo en parte el contenido del quinto libro del Pentateuco, ya que este, más que un código de leyes en sentido estricto, es una larga y vibrante exhortación destinada a "recordar" a Israel el sentido y las exigencias de la Alianza. De allí que las prescripciones concretas estén siempre acompañadas de advertencias y reproches, de promesas y amenazas.
El Deuteronomio está estructurado como una serie de discursos dirigidos por Moisés a los israelitas antes de su entrada en Canaán. Esta forma literaria se explica por las circunstancias que dieron origen a la composición del Libro. Desde tiempos muy antiguos, los sacerdotes levíticos prolongaron la actividad de Moisés, proclamando solemnemente en las celebraciones litúrgicas la Alianza del Señor con su Pueblo elegido. En estas celebraciones, ellos no se limitaban a repetir una Ley fijada para siempre, sino que la completaban y actualizaban, a fin de responder a nuevas situaciones y necesidades. Así las leyes contenidas en los códigos tradicionales de Israel se vieron enriquecidas con elementos originales de importancia, que luego quedaron consignados en la legislación deuteronómica. Entre estos aportes merecen especial atención la ley sobre la unidad del Santuario, los criterios para discernir a los auténticos profetas y las severas prescripciones contra la idolatría. Todo esto estaba destinado a contrarrestar el pernicioso influjo que la religión de Baal y los cultos cananeos ejercían sobre la fe de Israel.
La composición del Deuteronomio atravesó por diversas etapas. Su redacción primitiva puede situarse en el siglo VIII a.C., en los ambientes levíticos del reino del Norte. Después de la destrucción de Samaría, estos grupos se refugiaron en Judá y el Libro quedó depositado en los archivos del Templo de Jerusalén. En el año 622 a.C., el rey Josías mandó reparar el Templo, y allí se encontró un "libro de la Alianza" ( 2Ki_23:2 ), que fue leído en presencia del rey y dio un nuevo impulso a la reforma religiosa iniciada por él. Este "libro de la Alianza" era sin duda el Deuteronomio, aunque en una forma más breve que la actual. A partir de ese momento, la legislación deuteronómica se convirtió en objeto de asidua meditación y proporcionó un criterio de primer orden para interpretar toda la historia de Israel. Posteriormente, la obra original fue completada y enriquecida con nuevos aportes, hasta que pasó a formar parte del Pentateuco.
Entre todos los escritos del Antiguo Testamento, el Deuteronomio se destaca por su estilo peculiar. Su lenguaje es solemne, pero al mismo tiempo directo, cálido y preocupado por suscitar una incondicional fidelidad al Señor. Es un estilo que quiere hablar sobre todo al corazón. La repetición incansable de ciertas palabras y giros confiere a toda la obra una notable fuerza persuasiva.
El paso frecuente del "tú" al "ustedes" es otra característica del estilo deuteronómico. Esta alternancia es un procedimiento oratorio para interpelar a los oyentes: el "tú" apunta menos a los individuos en particular que a la conciencia de la comunidad, en la que cada uno debe verse representado y medir su propia responsabilidad.
El Deuteronomio traza para Israel un programa de vida, inspirado en la predicación de los Profetas, en los escritos sapienciales y en las tradiciones históricas del Pentateuco, desde los tiempos patriarcales hasta la entrada en la Tierra prometida. El Dios que aquí se manifiesta no es una divinidad fría y distante, sino el Dios misericordioso que está cerca de su Pueblo y le revela su Ley, porque lo ama y espera ser amado con la misma intensidad. De esa manera, el Deuteronomio marca un jalón decisivo en el camino hacia la revelación definitiva de Dios en el Nuevo Testamento, donde el Apóstol san Juan afirma: "Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él" ( 1Jo_4:16 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Deuteronomio  1,1-46

1-2. Como los nombres acumulados en el v. 1 no se refieren a un sitio particular sino a toda una región, es poco probable que señalen el marco geográfico del discurso de Moisés. Más bien, deben entenderse como un resumen de su actividad hasta la llegada a Moab.

15-16. Según Exo_18:13-26, la iniciativa de organizar al pueblo de esta manera procede de Jetró, el suegro madianita de Moisés.

22-31. Ver Núm. 13-14.

32-33. Ver nota Exo_13:22.

36. Ver Num_14:6-9.

41. Ver Num_14:39-44.