II Reyes  3 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 27 versitos |
1
2. LA GUERRA MOABITA
Introducción al reinado de Jorán en Israel (852-841).
Jorán, hijo de Ajab, comenzó a reinar sobre Israel en Samaría el año dieciocho de Josafat, rey de Judá, y reinó doce años.
2 Hizo lo malo a los ojos de Yahvé, aunque no como su padre y su madre, pues hizo desaparecer la estela de Baal que había erigido su padre.
3 Siguió apegado, sin embargo, a los pecados que Jeroboán, hijo de Nebat, hizo cometer a Israel, sin retractarse de ellos.
4
Expedición de Israel y Judá contra Moab.
Mesá, rey de Moab, poseía ganado lanar y pagaba al rey de Israel cien mil corderos y la lana de cien mil carneros.
5 Pero a la muerte de Ajab, el rey de Moab se rebeló contra el rey de Israel.
6 El rey Jorán salió aquel día de Samaría y pasó revista a todo Israel,
7 al tiempo que enviaba a decir a Josafat, rey de Judá: «El rey de Moab se ha rebelado contra mí. ¿Vas a venir conmigo a la guerra contra Moab?» Respondió: «Subiré. Yo seré como tú; mi pueblo como tu pueblo, mis caballos como tus caballos.»
8 Y preguntó: «¿Por qué camino hemos de subir?» Respondió: «Por el camino del desierto de Edom.»
9 El rey de Israel, el rey de Judá y el rey de Edom partieron e hicieron el recorrido de siete días de marcha. Faltó entonces el agua para el campamento y para las bestias de carga que les seguían.
10 El rey de Israel dijo: «¡Ay! ¡Yahvé ha convocado a estos tres reyes nada más que para entregarlos en manos de Moab!»
11 Pero Josafat dijo: «¿No hay aquí algún profeta de Yahvé para consultar a Yahvé por medio de él?» Uno de los servidores del rey de Israel respondió: «Aquí está Eliseo, hijo de Safat, el que vertía el agua sobre las manos de Elías.»
12 Dijo Josafat: «Por él llega la palabra de Yahvé.» El rey de Israel, Josafat, y el rey de Edom bajaron entonces donde él
13 y Eliseo dijo al rey de Israel: «¿Qué tenemos que ver tú y yo? ¡Acude a los profetas de tu padre y a los de tu madre!» Pero el rey de Israel respondió: «No (hables así), pues Yahvé ha convocado a estos tres reyes para entregarlos en manos de Moab.»
14 Eliseo dijo entonces: «Vive Yahvé Sebaot a quien sirvo, que si no fuera por la consideración que Josafat, rey de Judá, me merece, no había de mirarte ni te prestaría atención.
15 Traedme ahora un músico.» Mientras el músico tañía, la mano de Yahvé vino sobre Eliseo,
16 que dijo: «Así dice Yahvé: “Excavad en este valle albercas y más albercas”,
17 pues así dice Yahvé: “No podréis vislumbrar viento ni lluvia y, sin embargo, esta torrentera se colmará de agua y beberéis vosotros, vuestros ejércitos y vuestros ganados.”
18 Y Yahvé no se contenta con esto, pues entregará también a Moab en vuestras manos:
19 tomaréis todas las ciudades amuralladas, talaréis los árboles mejores, cegaréis las fuentes todas y cubriréis con piedras los campos más fértiles.»
20 A la mañana siguiente, a la hora de la ofrenda, comenzó a llegar agua de la dirección de Edom y la tierra se cubrió de agua.
21 Los moabitas todos habían oído que los reyes subían para atacarles. Movilizaron a los que estaban ya en edad de ceñir espada y de ahí en adelante, y se apostaron en la frontera.
22 Cuando se levantaron por la mañana, el sol brillaba sobre las aguas. Los moabitas veían de frente las aguas rojas como sangre,
23 y exclamaron: «Es sangre. Los reyes se han pasado a espada unos a otros, se han matado entre sí. Así que, ¡al botín, Moab!»
24 Pero cuando llegaron al campamento de Israel, los israelitas se alzaron y atacaron a los moabitas, que huían delante de ellos; avanzaron con ímpetu y derrotaron a Moab.
25 Demolieron las ciudades, cada uno arrojó una piedra sobre las tierras fértiles hasta cubrirlas, cegaron todos los manantiales y talaron los árboles frutales. Sólo quedaron las murallas de Quir Jeres, pero los honderos la cercaron y la destruyeron.
26 Viendo que la batalla arreciaba en su contra, el rey de Moab tomó consigo setecientos hombres que empuñaban espada y trató de abrir brecha hacia el rey de Aram, pero no lo consiguieron.
27 Tomó entonces a su hijo primogénito, el que había de reinar tras él, y lo ofreció en holocausto sobre la muralla. Una cólera inmensa se desató entre los israelitas, que se retiraron apartándose de él y regresaron a su país.

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Introducción a II Reyes 

Los libros de los Reyes , como los de Samuel, constituían una sola obra en la Biblia hebrea. Corresponden a los dos últimos libros de los Reinos en la traducción griega, y de los Reyes en la Vulgata.

Son la continuación de los libros de Samuel, y 1 R 1-2 contiene la parte final del gran documento de 2 S 9-20. La larga narración del reinado de Salomón, 1 R 3-11, detalla la excelencia de su sabiduría, el esplendor de sus construcciones, sobre todo del Templo de Jerusalén, y la abundancia de sus riquezas. Es ciertamente una época gloriosa, pero el espíritu conquistador del reino de David ha desaparecido: se conserva, se organiza y, sobre todo, se saca partido de los triunfos de David. Se mantiene la oposición entre las dos fracciones del pueblo, y a la muerte de Salomón, en 931, el reino se divide: las diez tribus del Norte llevan a cabo una secesión agravada por un cisma religioso, 1 R 12-13. La historia paralela de los dos reinos de Israel y Judá se desarrolla de 1 R 14 a 2 R 17: con frecuencia es la historia de las luchas entre estos reinos hermanos, es también la de los asaltos del exterior por parte de Egipto contra Judá y de los arameos por el Norte. El peligro arrecia cuando los ejércitos asirios intervienen en la región, primero en el siglo IX, con más fuerza en el siglo VIII, cuando Samaría cae bajo sus golpes el 721, mientras que Judá se ha declarado ya vasallo. La historia, limitada ya a Judá, prosigue hasta la ruina de Jerusalén el 587 en 2 R 18-25 21. La narración se alarga al tratar de dos reinados, el de Ezequías, 2 R 18-20, y el de Josías, 2 R 22-23, marcados por un despertar nacional y una reforma religiosa. Los grandes acontecimientos políticos son entonces la invasión de Senaquerib bajo Ezequías el 701, en respuesta a la denegación del tributo asirio y, bajo Josías, la ruina de Asiria y la formación del imperio caldeo. Judá hubo de someterse a los nuevos amos de Oriente, pero pronto se rebeló. El castigo no se hizo esperar: el 597, los ejércitos de Nabucodonosor conquistaron Jerusalén y llevaron cautivos a una parte de sus habitantes; diez años después un amago de independencia provocó una segunda intervención de Nabucodonosor, que terminó el 587 con la ruina de Jerusalén y una segunda deportación. Reyes concluye con dos breves apéndices, 2Re_25:22-30 .

La obra cita nominalmente tres de sus fuentes, una Historia de Salomón, los Anales de los reyes de Israel y los Anales de los reyes de Judá, pero también existieron otras: además de la parte final del gran documento davídico, 1 R 1-2, una descripción del Templo, de origen sacerdotal, 1 R 6-7, y, sobre todo, una historia de Elías compuesta hacia fines del siglo IX y una historia de Eliseo un poco posterior; estas dos historias forman la base de los ciclos de Elías, 1 R 17 - 2 R 1, y de Eliseo, 2 R 2-13. Los relatos del reinado de Ezequías que presentan en escena a Isaías, 2Re_18:17-20:19, provienen de los discípulos de este profeta.

Cuando la utilización de las fuentes no lo impide, los sucesos quedan encerrados en un marco uniforme: se trata cada reinado como una unidad independiente y completa, su comienzo y su fin se señalan casi con las mismas fórmulas, en las que jamás falta un juicio sobre la conducta religiosa del rey. Se condena a todos los reyes de Israel a causa del pecado original de este reino, la fundación del santuario de Betel; entre los reyes de Judá, ocho solamente son alabados por su fidelidad general a las prescripciones de Yahvé. Pero esta alabanza queda restringida seis veces por la observación de que los altos no desaparecieron; únicamente Ezequías y Josías reciben una aprobación sin reservas.

Estos juicios se inspiran evidentemente en la ley del Deuteronomio sobre la unidad del santuario. Más aún: el descubrimiento del Deuteronomio bajo Josías y la reforma religiosa que inspiró señalan el punto culminante de toda esta historia, y toda la obra es una demostración de la tesis fundamental del Deuteronomio, repetida en 1 R 8 y 2 R 17: si el pueblo observa la alianza concluida con Dios, será bendecido; si la rompe, será castigado. Este influjo deuteronomista se encuentra también en el estilo, siempre que el redactor desarrolla o comenta sus fuentes.

Es probable que una primera redacción deuteronomista fuera hecha antes del Destierro, antes de la muerte de Josías en Meguidó el 609, y la alabanza otorgada a este rey, 2Re_23:25 (menos las últimas palabras) sería la conclusión de la obra primitiva. Una segunda edición, asimismo deuteronomista, se hizo durante el Destierro: después del 562, si se le atribuye el final del libro, 2Re_25:22-30 , o algo antes si ponemos su punto final después del relato de la segunda deportación, 2Re_25:21 , que tiene trazas de ser una conclusión. Hubo, finalmente, algunas adiciones, durante y después del Destierro.

Los libros de los Reyes se han de leer con el espíritu con que fueron escritos, como una historia de salvación: la ingratitud del pueblo elegido, la ruina sucesiva de las dos fracciones de la nación parecen llevar al fracaso el plan de Dios; pero siempre queda, para defender el futuro, un grupo de fieles que no han doblado las rodillas ante Baal, un resto de Sión que guarda la Alianza. La firmeza de las disposiciones divinas se manifiesta en la admirable subsistencia del linaje davídico, depositario de las promesas mesiánicas, y el libro, en su forma definitiva, se cierra con la gracia concedida a Jeconías, como aurora de una redención.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

II Reyes  3,1
NOTAS

3:1 Esta cifra pertenece a un sistema cronológico secundario. Según los datos más seguros, Jorán de Israel no reinó más de ocho años.


II Reyes  3,4
NOTAS

3:4 La «estela de Mesá», hallada en Dibón, recuerda que Moab se hallaba sometido a Israel bajo Omrí y Ajab, y celebra la guerra de liberación, pero omite el episodio poco glorioso que la Biblia ha conservado.

II Reyes  3,6
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Re 22

II Reyes  3,7
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Re_22:4

NOTAS

3:7 Aquí y en 2Re_3:11-12 y 2Re_3:14, el texto da el nombre del rey de Judá, Josafat, pero la cronología demuestra que la guerra tuvo lugar bajo su hijo Jorán. Parece ser que el nombre de Josafat se ha añadido al texto primitivo en consideración a su piedad y al papel análogo que juega en 1 R 22; también aquí el rey de Judá aparece como fervoroso yahvista en comparación con el rey de Israel, 2Re_3:11, 2Re_3:13-14.

II Reyes  3,9
NOTAS

3:9 El concurso de Judá y de su vasallo Edom le es necesario al rey de Israel para atacar a Moab por el sur, rodeando por el Mar Muerto y atravesando el territorio edomita.

II Reyes  3,11
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Re_22:7

[2] 1Re_19:21

II Reyes  3,14
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Re_18:15

II Reyes  3,15
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Sa_10:6

NOTAS

3:15 La música ayuda a procurar el éxtasis.

II Reyes  3,17
NOTAS

3:17 «ejércitos» o «campamentos», según el griego antiguo, atestiguado por el texto antioqueno; «rebaños» hebr.

II Reyes  3,19
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Deu_20:19

NOTAS

3:19 El hebr. añade: «y toda ciudad principal», omitido por el griego.

II Reyes  3,20
NOTAS

3:20 Tras el exilio la ofrenda de la mañana se hacía en el templo de Jerusalén al amanecer.

II Reyes  3,22
NOTAS

3:22 Coloración debida probablemente a las arenas del torrente el-Hesa. Hay un juego de palabras entre 'adom «rojo», dam «sangre» y el nombre de Edom.

II Reyes  3,24
NOTAS

3:24 «avanzaron con ímpetu», griego; el hebr. es dudoso.

II Reyes  3,25
NOTAS

3:25 «Sólo quedaron las murallas de», conj.; hebr. lit.«hasta quedar sus piedras en Quir Jeres». -Quir Jeres es la capital de Moab, Isa_16:7, Isa_16:11; Jer_48:31, Jer_48:36, sobre el emplazamiento actual de Kérak.

II Reyes  3,26
NOTAS

3:26 «Aram» conj.; «Edom» hebr.

II Reyes  3,27
NOTAS

3:27 Interpretación discutida. El sacrificio de su hijo es un acto desesperado del rey de Moab para aplacar a su dios Quemós. Realizado sobre la muralla, provoca el pánico sobre los sitiadores, que se sienten objeto de la cólera divina.