Eclesiástico 1 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 27 versitos |
1
Prólogo del traductor
(1) La ley, los profetas y los escritos que les siguieron (2) nos han transmitido muchas e importantes lecciones, (3) que hacen a Israel digno de elogio por su instrucción y sabiduría.
(4) Ahora bien, no basta con que los lectores se hagan sabios; (5) es necesario también que, como expertos, puedan ayudar a los de fuera, (6) tanto de palabra como por escrito. (7) Por eso, mi abuelo Jesús, después de haberse dedicado intensamente a la lectura (8) de la Ley, (9) los Profetas (10) y los otros escritos de los antepasados, (11) y de haber adquirido un gran dominio sobre ellos, (12) se propuso escribir sobre cuestiones de instrucción y sabiduría. (13) Su objetivo era que los deseosos de aprender aceptaran sus enseñanzas (14) y pudieran progresar, llevando una vida más acorde con la Ley.
(15) Quedáis, pues, invitados (16) a leer este libro (17) con benevolencia y atención, (18) así como a ser indulgentes (19) allí donde os parezca que, a pesar de nuestros denodados esfuerzos de interpretación, (20) no hemos acertado en la traducción de algunas expresiones. (21) Es evidente que las cosas dichas en hebreo no tienen la misma fuerza (22) que cuando se traducen a otra lengua. (23) Esto no sucede sólo en este libro, (24) sino que también la misma Ley, los Profetas (25) y los otros escritos (26) presentan notables diferencias respecto a sus originales.
(27) El año treinta y ocho del rey Evergetes (28) llegué a Egipto, donde fijé mi residencia por un tiempo. (29) Durante mi estancia allí encontré una obra de no poca enseñanza, (30) y me sentí obligado a emprender la traducción de este libro con empeño y diligencia.
(31) He dedicado muchas horas de vigilia y trabajo (32) durante este período, (33) hasta poder terminar y publicar el libro, (34) para uso de aquellos que, viviendo en el extranjero, desean aprender y reformar sus costumbres (35) para vivir conforme a la Ley.

I. El camino hacia la sabiduría
Origen divino de la sabiduría.
(1) Toda sabiduría viene del Señor,
y está con él por siempre.
2 ¿Quién puede contar la arena de los mares,
las gotas de la lluvia y los días de la eternidad?
3 ¿Quién puede medir la altura de los cielos,
la anchura de la tierra y la profundidad del abismo?
4 Antes de todo fue creada la sabiduría,
la inteligencia prudente desde la eternidad.
6 ¿A quién fue revelada la raíz de la sabiduría?
¿Quién conoce sus recursos?
8 Uno sólo es sabio, temible en extremo:
el que está sentado en su trono.
9 Es el Señor quien creó la sabiduría,
la vio, la midió
y la derramó sobre todas sus obras.
10 Se la concedió a todos los vivientes
y a los que le aman se la regaló.
11
El temor de Dios y la sabiduría.
El temor del Señor es gloria y honor,
alegría y corona de júbilo.
12 El temor del Señor deleita el corazón,
da alegría, gozo y larga vida.
13 El que teme al Señor, tendrá un buen final,
el día de su muerte será bendecido.
14 Principio de la sabiduría es temer al Señor,
ella está con los fieles desde el seno materno.
15 Entre los hombres asentó su cimiento eterno,
y con su descendencia se mantendrá fiel.
16 Plenitud de la sabiduría es temer al Señor,
ella embriaga a sus fieles de sus frutos.
17 Les llena la casa de tesoros,
y los graneros de sus productos.
18 Corona de la sabiduría es el temor del Señor,
ella hace florecer la paz y la buena salud.
19 Hace llover ciencia e inteligencia,
y exalta la gloria de los que la poseen.
20 Raíz de la sabiduría es temer al Señor,
sus ramas son larga vida.
22
Paciencia y dominio de sí.
La pasión del injusto no puede justificarse,
porque el ímpetu de su pasión le hará caer.
23 El hombre paciente aguanta hasta el momento oportuno,
y al final su paga es la alegría.
24 Hasta el momento oportuno retiene sus palabras,
por eso muchos alaban su prudencia.
25
Sabiduría y rectitud en el obrar.
Entre los tesoros de la sabiduría hay proverbios muy sabios,
pero adorar al Señor repugna al pecador.
26 Si deseas la sabiduría, guarda los mandamientos,
y el Señor te la concederá.
27 Porque el temor del Señor es sabiduría e instrucción,
le agradan la fidelidad y la mansedumbre.
28 No faltes al temor del Señor,
ni te acerques a él con doblez de corazón.
29 No seas hipócrita delante de los hombres,
y vigila siempre tus labios.
30 No te exalces a ti mismo, si no quieres caer
y cubrirte de vergüenza,
pues el Señor revelará tus secretos
y te humillará en medio de la asamblea,
porque no te has acercado al temor del Señor,
y tienes el corazón lleno de engaño.

Patrocinio

 
 

Introducción a Eclesiástico

ECLESIÁSTICO
Introducción
Este libro forma parte de la Biblia griega, pero no figura en el canon judío. Es, pues, uno de los libros deuterocanónicos admitidos por la Iglesia cristiana. Sin embargo, fue compuesto en hebreo. San Jerónimo lo conoció en su lengua original y los rabinos lo citaron. Cerca de dos tercios de este texto hebreo fueron encontrados en 1896 en los restos de varios manuscritos de la Edad Media procedentes de una antigua sinagoga de El Cairo. Pequeños fragmentos han aparecido más recientemente en una cueva de Qumrán y en 1964 se ha descubierto en Masada un largo texto que contiene 39:27-44:17 en escritura de comienzos del siglo I a. C. Por último, en 1982, se ha encontrado un nuevo folio que contiene 31:24-32:7 y 32:12-33:8. Las variantes de estos testigos entre sí y en relación con las traducciones griega y siríaca indican que el libro circuló muy pronto en diversas recensiones.

Dado el estado fragmentario del texto hebreo, nuestra traducción se ha hecho sobre el texto griego (más exactamente, sobre los tres principales manuscritos, Sinaítico, Alejandrino y Vaticano, que forman lo que se llama «texto recibido»), indicando en nota determinadas variantes del hebreo.

Su título latino, Ecclesiasticus (liber), es una denominación reciente (San Cipriano), que sin duda subraya el uso oficial que de él hacía la Iglesia, en contraposición con la Sinagoga. En griego, ver la firma, Sir_51:30 , el libro se llamaba «Sabiduría de Jesús Ben Sirá» y el autor es también nombrado en Sir_50:27 . Actualmente los estudiosos le llaman Ben Sirá o el Sirácida (según la forma griega Sirac). El nieto del autor explica en un prólogo, vv. 1-34, que tradujo el libro cuando vino a residir en Egipto el año 38 del rey Evergetes, v.27. No puede tratarse más que de Tolomeo VII Evergetes, y la fecha corresponde al año 132 a. C. Su abuelo, Ben Sirá, vivió, pues, y escribió hacia el 190-180. Un argumento interno confirma esta fecha: Ben Sirá hace del sumo sacerdote Simón un elogio basado en recuerdos personales, Sir_50:1-21 . Se trata de Simón II, que no murió antes del 200.

Palestina acababa de entrar bajo la dominación de los Seléucidas, el 198. La adopción de costumbres extranjeras, la helenización, era favorecida por una parte de la clase dirigente, y pronto pretendería imponerla por la fuerza Antíoco Epífanes (175-163). Ben Sirá opone a estas amenazadoras novedades toda la fuerza de la tradición. Él es un escriba que une el amor de la Sabiduría al de la Ley. Está lleno de fervor por el Templo y sus ceremonias, lleno de respeto por el sacerdocio, pero también conoce a fondo los libros sagrados, los Profetas y, sobre todo, los escritos sapienciales. Y él mismo ha querido ofrecer la instrucción de la sabiduría para todos los que la buscan, Sir_33:18 ; Sir_50:27 , ver el prólogo del traductor, vv. 7-14.

Por su forma, el libro está claramente en la línea de sus predecesores y de sus modelos. Si exceptuamos la parte que celebra la gloria de Dios en la naturaleza, 42:15-43:33, y en la historia, 44:1-50:29, el libro no es menos heterogéneo que las colecciones de los Proverbios o que el Eclesiastés. Los temas más diversos son abordados sin orden y con reiteraciones; son tratados como pequeños cuadros que, sin mucha trabazón, agrupan breves máximas. Se añaden al libro dos apéndices: un himno de acción de gracias, Sir_51:1-12 , y un poema sobre la búsqueda de la sabiduría, Sir_51:13-30 . El texto hebreo de este último trozo se ha encontrado en una cueva de Qumrán, incluido en un manuscrito del Salterio; este descubrimiento confirma que al principio existió por separado antes de su agregación al Eclesiástico.

La doctrina es tan tradicional como la forma. La sabiduría que predica Ben Sirá viene del Señor, su principio es el temor de Dios, forma a la juventud y procura la felicidad. Tiene las mismas incertidumbres que Job y el Eclesiastés sobre el destino humano y el problema de las sanciones. Tiene fe en la retribución, siente la importancia trágica de la hora de la muerte, pero no sabe aún cómo pagará Dios a cada uno según sus obras. Sobre la naturaleza misma de la Sabiduría divina, Sir_24:1-22 , prolonga las intuiciones de los Proverbios y de Job.

Pero Ben Sirá es un innovador cuando identifica a la Sabiduría con la Ley proclamada por Moisés, Sir_24:23-24 , como también lo hará el poema sapiencial de Baruc, Bar_3:9-4:4; a diferencia, pues, de sus predecesores, integra la sabiduría en la corriente legalista. Más aún, ve la observancia de la Ley en una práctica del culto, Sir_35:1-10 ; es un fervoroso ritualista.

Y también, a diferencia de los antiguos sabios, Ben Sirá medita sobre la Historia de Salvación, 44:1-49:16. Hace desfilar a las grandes figuras del Antiguo Testamento, desde Henoc hasta Nehemías. De tres de ellos, Salomón (a pesar de ser el primer sabio), Roboán y Jeroboán, emite el mismo severo juicio que la historia deuteronómica y, como ésta, condena en bloque a todos los reyes, excepto a David, Ezequías y Josías. Pero se siente orgulloso del pasado de su pueblo, se detiene sobre todo en los santos y recuerda los prodigios que Dios realizó por medio de ellos. Dios hizo con Noé, Abrahán, Jacob, Moisés, Aarón, Pinjás y David una alianza, que sin duda abarca a todo el pueblo, pero que asegura privilegios duraderos a ciertas familias, sobre todo sacerdotales. Porque siente hondamente el honor del sacerdocio, en su galería de antepasados concede un rasgo excepcional a Aarón y Pinjás, y concluye con el entusiasta elogio de un contemporáneo, el sumo sacerdote Simón. Evoca las glorias pasadas con cierta melancolía pensando en el presente, y a propósito de los Jueces y de los Profetas Menores, desea que «reflorezcan sus huesos en su tumba», Sir_46:12 ; Sir_49:10 , que tengan sucesores. Escribe en vísperas de la sublevación de los Macabeos, y si la ha vivido, ha podido pensar que sus deseos han sido escuchados.

En esta Historia de Salvación, Ben Sirá, que pone de relieve la noción de Alianza, no deja, por decirlo así, ningún resquicio para la esperanza en una salvación futura. Es verdad que en su oración de Sir_36:1-17 recuerda a Dios sus promesas y le pide que tenga misericordia de Sión y reúna las tribus de Jacob. Pero esta expresión de un nacionalismo profético es excepcional en el Sirácida. Como auténtico sabio, parece haberse resignado a la situación, humillante, pero apacible, a la que su pueblo se veía reducido. Confía en que llegará la liberación, pero ésta será el premio de la fidelidad a la Ley, no la obra de un Mesías salvador. Ben Sirá es el último testigo canónico de la sabiduría judía en Palestina. Es el representante por excelencia de aquellos jasidim, los «piadosos» del Judaísmo, ver 1Ma_2:42 *, que pronto defenderán su fe contra la persecución de Antíoco Epífanes y que mantendrán en Israel islotes fieles en los que germinará la predicación de Cristo. Aunque no fue aceptado en el canon hebreo, el Eclesiástico aparece frecuentemente citado en los escritos rabínicos; en el Nuevo Testamento, la epístola de Santiago toma de él muchas expresiones, el evangelio de San Mateo se refiere a él varias veces, y, hoy todavía, la liturgia se hace eco de esta antigua tradición de sabiduría.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

Patrocinio

Notas

Eclesiástico 1,1
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Pro_2:6; Sab_9:4

NOTAS

1 Este primer capítulo es un poema programático sobre la sabiduría y el temor de Dios. Se perciben ecos del libro de los Proverbios (Pro_1:7; Pro_9:10).

Pról. 1 Es la división tripartita de la Biblia hebrea, ver 1Ma_12:9+ y el Índice. Así también en 8-10, 24-25. Pero no es seguro que en aquella época (fines del siglo II a.C.) tuvieran estas tres partes exactamente el mismo contenido que hoy, sobre todo por lo que a la tercera se refiere.

Pról. 27 Probablemente Tolomeo VII Evergetes Fiscón (170-117). La fecha correspondería, pues, al 132 a.C.

Pról. 29 «una obra de», lit. «una copia de»: traducción dudosa. También puede entenderse: «... hallaba que la instrucción (religiosa) estaba lejos de igualar (a la nuestra)». Según la interpretación adoptada, Ben Sirá, con la presentación del libro de su abuelo al público griego, quiere dar satisfacción a una comunidad ya culta y digna de este enriquecimiento.

Pról. Este prólogo del traductor griego no forma parte del libro del Eclesiástico propiamente dicho y presenta un gran parecido con los prefacios de las obras de autores clásicos y helenísticos.

1:1 El término «Señor» (Kyrios) traduce, por lo común, en los Setenta el nombre de «Yahvé». El traductor de Ben Sirá lo emplea con mucha frecuencia, incluso para traducir los otros nombres divinos.


Eclesiástico 1,3
NOTAS

1:3 «la profundidad del abismo» lat., ver sir.; «el abismo y la sabiduría» griego.

Eclesiástico 1,4
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sir_24:8; Sir_24:9; Pro_8:22+; Bar_3:20-22; Job_28:12-23

Eclesiástico 1,6
NOTAS

1:6 (a) La numeración de los versículos ha sido hecha sobre un texto latino más largo que el texto griego; de ahí la ausencia en nuestra traducción de algunos vv. que son adiciones; éstas figuran también en un grupo de mss griegos (a los que se designa con la sigla: griego 1248). Adic. V. 5.: «La fuente de la Sabiduría es la palabra de Dios que está en el cielo; sus canales son los mandamientos eternos.»

1:6 (b) Griego 248, sir. hex. y lat. añaden: «7 ¿A quién fue revelada la ciencia de la sabiduría? ¿Quién comprendió su mucha experiencia?»

Eclesiástico 1,8
NOTAS

1:8 El autor insiste en la unicidad y la trascendencia de Dios. La sabiduría, atributo de Dios, cualidad del mundo por él creado, don de Dios a los hombres, y con frecuencia personificada por los libros sapienciales, Pro_8:22+, es, sin embargo, aquí una criatura que no es posible identificar con Dios.

Eclesiástico 1,9
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Job_28:27; Joe_3:1-2 [Joe_2:28-29]; Hch_2:17 s; Hch_2:33; Ecl_2:26

NOTAS

1:9 Lat. añade: «en el Espíritu Santo», interpolación cristiana.

Eclesiástico 1,11
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sir_9:16

NOTAS

1:11 El temor del Señor, para un judío, no es más que la religión o la piedad. Se ve desde un comienzo, en esta exposición, que prácticamente ha desaparecido de la teología judía la idea de temor físico, de terror ante el temible poder de Yahvé.

Eclesiástico 1,12
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Pro_4:10; Sir_1:20

Eclesiástico 1,13
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sir_11:27; Pro_1:7+

NOTAS

1:13 Lat. añade aquí: «14 El amor de Dios es una sabiduría digna de honor, 15 pero aquellos a quienes se ha aparecido la aman, contemplando y proclamando sus grandezas».

Eclesiástico 1,16
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Pro_8:18-19

Eclesiástico 1,17
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sab_7:11

Eclesiástico 1,20
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sir_1:12

NOTAS

1:20 Griego 248 y sir. hex. añaden: «21 El temor del Señor aparta los pecados, el que persevera aleja la cólera», y lat.: «27 El temor del Señor expulsa el pecado».

Eclesiástico 1,22
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Pro_29:22

NOTAS

1:22 «la pasión del injusto» conj.; «la pasión injusta» griego.

Eclesiástico 1,26
NOTAS

1:26 Para Ben Sirá la sabiduría se confunde con el cumplimiento de la Ley, Sir_19:20, ver Ecl_12:13. Aquí la sabiduría es la recompensa de esta fidelidad.

Eclesiástico 1,27
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Pro_15:33

Eclesiástico 1,28
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sir_2:12; Sir_5:9; Stg_1:6-8

Eclesiástico 1,29
NOTAS

1:29 «delante (de los hombres)» mss, versiones; «en la boca (de los hombres)» griego.

Eclesiástico 1,30
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Pro_5:14